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Oblígame por MugiKore

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Notas del capitulo:

Se acerca el final.... (:

Apenas se había alejado unos metros cuando unas voces conocidas lo sacaron de sus pensamientos.

-Sanji, espera. –Gritó Luxyo emocionado al verle.

El menor iba acompañado de su madre que, al contrario que él, no pasó desapercibida la cara del rubio. -¿Todo bien? –Quiso saber Beca con tono preocupado.

Se obligó a respirar con lentitud para no preocupar a su nuevo amigo. –Estoy bien. Sólo algo nervioso por el viaje que nos espera.

-¿Zoro está bien? –Preguntó el niño asustado.

-Sí, sí. Está mucho mejor. De verdad. –Le tranquilizó agitándole la cabeza. –Es por mí. No me gusta mucho nuestro próximo destino.

-¿Tienes miedo? –Volvió a preguntar inocente el otro.

Tras pensarlo unos segundos dirigió su mirada hacia la mujer que tenía delante y ésta le devolvió una sonrisa tierna. –Sí… Podríamos decir que sí.

-Beca puso una mano sobre el hombro del cocinero y se acercó. –Eres valiente de corazón. Estoy segura de que todo irá bien. –Tras hablar se alejó dedicando una última mirada cómplice.

Luxyo le propuso un plan de despedida para el día siguiente con Zoro. –Podríamos ir los tres a jugar a los exploradores y después podríamos pescar y…

-Te prometo que mañana tendremos una tarde genial y nos despediremos como dios manda. –Esa charla había provocado que los pensamientos invasivos volviesen. –Debo irme. –Salió prácticamente corriendo mientras sentía que si paraba se desmayaría.

Cuando por fin sus piernas no le obedecieron más, se vio obligado a parar. Sintió como la poca comida que había tomado a la mañana subía por su garganta. Una gran arcada le hizo retroceder. Otra más. No pudo contener una tercera y dejó escapar el vómito. –Joder. –Gritó mientras se limpiaba. Inhaló con fuerza exhalando cada vez con más calma para no perder los nervios. Cogió un chicle y lo masticó unos minutos. Después cogió un cigarrillo en cuanto se sintió seguro de que ya no sentía náuseas y justo cuando se lo encendió, un sonido familiar le hizo saltar del susto.

-El den den mushi. –Pensó con un mal presentimiento. Sus manos temblaron al descolgar.

-Cocinero-san –La voz de Robin sonaba tranquila, pero pronto recordó que la morena siempre tenía el mismo tono, aunque el mundo estuviese acabando allí fuera.

-Robin-swan –Aún sin verlo estaba segura de que al llamarla sus ojos se habían llenado de corazones.

-Tengo noticias. Hace un rato nos atacaron. Al final vencimos, pero hirieron a Luffy de gravedad. Estaba envenenado con algo. Ni siquiera yo… -Dudó. –Ni siquiera yo sabía que hacer para salvarlo.

–Sanji se encendió otro cigarro mientras escuchaba atento ignorando como sus manos temblaban esperando lo peor. -¿Cómo e-está Luffy?

-Está bien. –Sintió como su pecho soltaba todo el aire contenido. –Alguien… Alguien le salvó.

-Silencio de nuevo. Algo no iba bien. Lo sabía.

-¿Qué está pasando, mi bella dama? ¿Qué me estás ocultando?

-Fue tu hermana, Sanji. –El aludido se quedó en shock. Una horda de recuerdos empezó a amontonarse y se dejó caer al suelo.

-¿Lo saben los demás? ¿Cómo estás segura?

-Incluso el más idiota reconocería esas cejas tan peculiares... Ella nos dijo que nos llevaría al reino de Germa para poder curar del todo a Luffy.

-¿Alguien le…?

–Antes de acabar la pregunta la arqueóloga se adelantó. –Nadie te mencionó, creo que todos estaban demasiado ocupados temiendo por la vida de nuestro capitán, pero es cuestión de tiempo. Siento mucho todo esto, pero debes hablar con espadachín-san y contarle la verdad. Se dará cuenta antes o después. Debo colgar.

-Espera, por favor, llámame mañana de nuevo a esta hora. Necesito que me cubras lo máximo posible. Tened cuidado por favor. Esa gente es peligrosa. –Una vez colgó, dejó caer el aparato al suelo y esta vez, no le importó dejarse llevar por el llanto.

Comenzó a golpear el suelo una y otra vez hasta que dejó de sentir dolor en los nudillos. Vio como el suelo se había manchado de sangre, pero apenas era consciente de lo que pasaba a su alrededor. Tuvo la sensación de estar viviendo su vida desde lejos, sin poder controlar o elegir qué hacía. Su cuerpo se movió para ponerse en pie y se dirigió al río para limpiarse las heridas de sus puños. Sin embargo, él realmente no estaba ahí. Bueno, sí lo estaba, pero no como debería. Había leído sobre eso, ¿Despersonalización se llamaba? Así que definitivamente había perdido la cabeza.

Había que verle. Ahí estaba andando sin rumbo como si su cabeza y su cuerpo no fueran uno. Antes de darse cuenta, se había sentado en la orilla del río mojando sus pies descalzos y se había fumado media cajetilla de tabaco. No fue consciente de cuánto tiempo había pasado. Los recuerdos iban y venían, pero él simplemente los observaba desde cierta distancia.

 

“No eres bueno para nada”

 

“Eres un jodido inútil”

 

“Ojalá no hubieses nacido”

 

 

Notó como sus lágrimas le mojaban las manos, pero ni siquiera entonces se movió.

 

“No vuelvas jamás. El mundo es un lugar grande. Encontrarás personas que te querrán por quién eres”

 

Abrió los ojos de par en par tras ese último flashback. Se llevó su mano a la cartera por inercia para buscar el trébol que su hermana le regaló años atrás, pero recordó enseguida que ya no lo tenía en su poder.

 

-Joder, ero-cook, me tenías preocupado ¿Sabes qué hora es? –Una voz tras él le hizo girarse, pero seguía sin fuerzas para hablar. Al ver al otro tan ido, el peliverde se preocupó. –Sanji, ¿Me escuchas? –Se acercó en apenas dos zancadas y se agachó junto a su nakama. –Por favor, mírame.

Las miradas de ambos hombres se encontraron, pero el rubio sólo mostraba unos ojos vacíos y sin vida y esto asustó realmente al mayor. La despersonalización había dejado paso a una especie de trance. –Eh, Necesito que vuelvas aquí conmigo, ¿Me oyes? No sé dónde estás ahora mismo, pero te necesito. –Acercó su frente a la del cocinero como él había hecho horas antes.

Estaba a punto de llegar a su límite. No podría soportar por mucho más. Sabía que era el cejas rizadas quien debía luchar contra sus demonios, pero estaba aterrorizado. Su cuerpo se movió por puro instinto, sin pensar realmente y abrazó con fuerza al menor hundiendo su cabeza en el cuello del contrario. –Te necesito, por favor. Vuelve conmigo. –Suplicó con la voz entrecortada.

Las palabras del espadachín le hicieron reaccionar poco a poco. Primero levantó sus brazos y respondió al abrazo sin mucha fuerza. Tras unos segundos, apretó su agarre y por fin fue capaz de volver en sí mismo. Enfocó la figura que tenía delante y durante los siguientes minutos tan sólo lloró en silencio.

-De- debo decirte la verdad. –Dijo finalmente dejando al otro espectante ante tal determinación después de tanto tiempo ocultando lo que pasaba.

Intentó ponerse en pie, pero en cuanto lo consiguió, sintió como el vómito volvía a él con más fuerza que antes. No supo cuánto tiempo estuvo ahí junto al árbol más cercano echando hasta las tripas, pero ya no quería seguir mintiendo. Cogió otro chicle y respiró hondo.

-Tranquilo. Puedes confiar en mí.

-Necesito que me prometas algo. –Dijo mirándole a los ojos.

-Claro, lo que sea.

-Prométeme que no harás daño a nadie.

-¿Q-qué? ¿Por qué iba a…? Oí, dardo parlante. –Sonrió sin darse cuenta al llamar así al otro. Tenía la sensación de que llevaban siglos rodeados de muros de tensión. Pero pronto recobró el semblante serio. –Joder, ¿Qué cojones está pasando? ¿Por qué quieres que prometa eso?

-Prométemelo. –Sus ojos parecían dictar sentencia. No pensaba hablar si no le escuchaba decir esas palabras.

-Tsk. Maldito. No quiero… -Le miró y notó cómo su mirada parecía dudar. Un destello de tristeza. –Joder, está bien, Sanji. Lo prometo. Mira, no necesito que me des detalles, ni siquiera una historia…  Pero, ¿Qué mierda estas ocultando? Desde aquella noche en la guardia… Cuando te heriste la rodilla… -Sanji se sobresaltó, pero no tuvo tiempo de responder ya que el otro se adelantó. –Te vi llorar, ¿Sabes? Y-yo Recuerdo estar borracho. –Soltó una amarga carcajada. –Siento haber sido un gilipollas. No volveré a comportarme así.

-Olvídalo, marimo de mierda. –Respondió el aludido haciendo que el peliverde se tranquilizase al instante por su reacción. –Así que el ruido que escuché aquella noche…

-Sí, supongo que fui yo. Recuerdo estar muy enfadado contigo. Dios, quería golpearte por lo confuso que me hacías sentir. Perdiste la cabeza en la cocina sin razón y lo pagaste conmigo.

-Sanji se acercó con rapidez al otro y le sujeto los cuellos de la camisa hasta estamparle en el árbol en el que había vomitado segundos antes. –Mira cabeza de cáctus… -Antes de seguir hablando, le soltó y se alejó. –Eres un gilipollas y eso lo llevas en los genes.

-Estoy enamorado de ti. –Soltó el peliverde de pronto.

-¿A QUÉ MIERDA VIENE ESA DECLARACIÓN AHORA, PUTO IDIOTA? -¿Ese era el momento que elegía para declararse? Debía ser una broma. Espera, ¿Había oído bien?

-No tienes por qué contarme nada que no quieras, pero si quieres hacerlo, te prometo que cumpliré mi palabra. –Hablaba completamente en serio. –Siento lo que he dicho.

El de ojos azules pareció tranquilizarse y se sentó junto a unas rocas situadas a apenas unos metros. El de mayor estatura le siguió.

-Soy rico ¿Sabes? Tengo hasta un título real –Comenzó, dejando al otro sorprendido sin apenas haber empezado. –Bueno, en realidad mi fami… La gente con la que viví mi infancia lo son. –Había tardado varios segundos en continuar la frase.

Zoro notaba como su nakama peleaba por regular su respiración. Recordó lo que Sanji le contó sobre sus ataques de ansiedad y sintió curiosidad por saber sobre la madre del contrario.

-Creo que mi madre es la única persona de esa familia que me quiso alguna vez en la vida. –Continuó mirando al suelo mientras las lágrimas empezaban a brotar. –Ella era preciosa, fuerte y una luchadora. Pero se puso enferma por aquella mierda y al final…

-El espadachín puso su mano sobre la pierna del otro y la movió con suavidad.

-Tengo tres hermanos y una hermana. Todos tenemos la misma edad. –La respiración comenzaba a agitarse. –Mi padre… Desde pequeños… Yo siempre fui… -Apretó sus puños hasta notar como las uñas cortaban la carne de sus palmas.

Zoro sintió la rabia que desprendía Sanji y decidió no intervenir. Se sintió identificado con esa reacción.

-Desde niños fuimos sometidos a mejoras genéticas. Ese bastardo nos mutilaba a base de pruebas y experimentos. –El cuerpo de Zoro se tensó. –Por alguna razón, yo no… Reaccioné como se esperaba. Por eso fui despreciado. Por ese hombre, por mis hermanos, incluso por mi hermana. –Ni siquiera sabía cómo coger aire en esos momentos. Sus lágrimas taponaban sus fosas nasales y al intentar respirar por la boca le dio un ataque de tos.

-¿Qué te hicieron? –Zoro no quería meter prisa al rubio. Sus manos temblaban ligeramente. Estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerse entero.

Sanji le contó cómo su familia le maltrató por años, le habló sobre los entrenamientos que dejaban pequeños los trabajos forzados y sobre las palizas que recibía a diario. Le habló sobre las burlas de sus hermanos y de su padre. Lloró durante mucho tiempo al recordar la risa cómplice de su hermana. Tembló al hablar sobre los castigos que tanto temía y se detuvo cuando recordó cómo su madre le apoyó hasta que ya no tuvo fuerzas para seguir haciéndolo.

-Ese animal la mató ¿Sabes? Con un fármaco de mierda que estaba en prueba. Yo sólo… Quería matarle, pero era un crío joder, tenía tanto miedo todo el rato… -Subió sus rodillas a la roca donde estaba sentado y las abrazó mientras lloraba de nuevo.

-No fue tu culpa. Nunca lo fue y ojalá las cosas hubieran sido diferentes, porque no te merecías nada de aquello. –El mayor habló despacio. Entendía por qué su nakama le había hecho prometer eso y por un segundo, rezó para que el azar nunca pusiera a prueba su lealtad.

-Mi hermana fue quien me ayudó a escapar. Es la mujer más lista que conozco y coleccionaba un montón de cosas curiosas. Aquella mañana, ella me dio el trébol que le regalé a Luxyo el otro día. Fue su manera de redimirse… Aunque decidió quedarse. –Sanji no quiso seguir hablando del tema y el otro lo aceptó.

- ¿Qué significa el trébol?

-El mundo ahí fuera es grande, encontrarás a alguien que te querrá por quien eres.

-Definitivamente, tu hermana es una mujer lista. –Zoro tomo la mano del cocinero y la acarició lentamente, pero pudo notar como el rubio se tensaba.

-La-la noche de la d-discusión, cuando me viste llorar… -Soltó una gran bocanada de aire. –Mi verdadero nombre es Vinsmoke Sanji, aunque para mí no tiene nada de verdadero. La gente con la que crecí es la familia Vinsmoke del reino de Germa. –Dijo sintiendo como por fin aquel peso se esfumaba poco a poco. Miró lentamente al otro temiendo su reacción.

-El reino de Germa… -Repitió entendiendo poco a poco. –Joder, por eso desde esa noche pareces una persona diferente. Y nuestra discusión… Joder, si lo hubiese sabido, jamás te habría dicho que eras un cobarde por no querer volver a ese lugar… -Frenó cuando un pensamiento se cruzó en su cabeza. -Es donde nos dirigimos. –Una mirada asesina se encendió en su ojo. –Malditos desgraciados…

-Me has hecho una promesa.

-No… -Dirigió su mano de forma instintiva a sus katanas.

-Mírame cabeza musgo. No puedes romper tu promesa.

-Tsk… -Zoro le agarró por las manos y le acercó al río. –Quítate la ropa.

-¿Q-QUÉ? –Gritó notando como se ruborizaba.

-Apenas nos hemos bañado estos días y creo que te vendrá bien relajarte por fin. –Se desabrochó el pantalón y sin cuidado fue retirando sus prendas hasta quedar totalmente desnudo. –Uf… Necesitaba esto. –Dijo nadando hacia una pequeña cascada que caía desde un acantilado de apenas cinco metros. –Eh, gracias por contármelo, ¿Sabes? Yo también sé lo que es crecer sintiendo que no encajas…

El rubio sonrió tímido y comenzó a desvestirse con lentitud ante la atenta mirada de su compañero que parecía no querer perder detalle. –He pensado durante demasiado tiempo en los Vinsmoke. –Mientras hablaba, iba descubriendo más piel blanca que parecía brillar con el sol. –Quiero pedirte algo más. –Dijo entrando finalmente al agua y acercándose al peliverde que le miraba excitado a más no poder.

Se acercó a su boca sin acortar distancias del todo. –Lo que quieras, dime qué quieres que haga y lo haré. –Zoro se avergonzó un poco por esa actitud sumisa que acababa de mostrar, pero realmente creía lo que decía.

-Necesito pensar en otra cosa, quiero que me hagas olvidar. –Susurró seductor en su oído.

El espadachín no tardó en sellar ese trato con un beso demandante. Sin embargo, tras casi un minuto de leves jadeos, caricias y miradas y antes de que la intensidad subiese hasta el punto de ser incontrolable, se separó. -Quiero que cuando nos dirijamos al reino de Germa. –Notó como su nakama se tensaba por la simple mención del que había sido su “hogar”. Acarició su pómulo y bajó lentamente deteniéndose en su mandíbula y obligandolo a mirarle a los ojos. –Pienses en tu familia. –Continuó con rapidez ya que Sanji iba a protestar. –Nosotros. Tu tripulación. No estás sólo. Tu hermana… Bueno, ese trébol hizo su función. Mierda, cejillas ¿Insinúas que porque vayamos a verlos...? –Se paró en seco. -Yo… Joder, Sanji, no puedo creer que vayamos a verlos y… -De nuevo un aura oscura apareció a su alrededor.

-Marimo… -Vió cómo el peliverde perdía el control de ese alma demoniaca que le acompañaba habitando una de sus katanas. Normalmente, velaba por él. Se sentía como un respeto mutuo ante el poder de ambas almas. En cambio, otras veces, cuando los deseos de Zoro eran algo oscuros, ese demonio se alimentaba y eso le otorgaba un pequeño ápice más de control.

-Mantén a ese demonio bajo contról. –Le miró serio. –O te prometo que te patearé el trasero.

-Una sonrisa se mostró frente a él. Juraría que tenía las facetas de un pequeño demonio travieso. Se estremeció y aunque le avergonzó, se excitó un poco.

-Esto se pone interesante. –Dijo dirigiendo sus manos a las espadas.

-Estúpido. Jamás aprendes. –De pronto, el agua comenzó a hervir, el vapor llenó el lugar y Sanji saltó del agua mostrando una de sus piernas cubierta por una gran llamarada de color rojo y negro.

–El demonio que dirigía el cuerpo frente a él, había salido del agua con rapidez y aun estando desnudo, el vapor le tapaba visiblemente la figura. Pareció sorprenderse ante su poder. Mantuvo la mirada por un largo rato y finalmente prefirió quedarse como espectador, por el momento.

-Por favor, no lo hagas, gilipollas. –La voz del cocinero sonó como una súplica, pero no le importó.

-Lo siento. Es porque, por mucho que te diga que no… Quiero hacerlo. Quiero que mueran por todo lo que te hicieron. –Dejó caer las katanas al suelo y el alma del demonio asintió antes de esfumarse. El peliverde se mordió el labio con fuerza para parar el llanto, pero los espasmos no se lo estaban poniendo fácil.

Después de otro largo silencio, Sanji, pareció estar listo para hablar. –Para mí a veces también es una posibilidad tentadora, ¿Sabes? Pero no quiero que las cosas sean así.

-Una duda le asaltó de pronto. -¿Robin lo sabe, verdad?

-La mirada del contrario se suavizó al instante tras oír el nombre de una de las mujeres de la tripulación. –Claro que lo sabe. Ella lo sabe todo. Deberías estar acostumbrado.

-Un escalofrío le recorrió la espalda. –Esa bruja…

-Las brujas son los seres más poderosos y peligrosos de este mundo. Deberías hablar de ellas con respeto. Las debemos mucho. –Zoro se sorprendió ante la impactante respuesta que acababa de recibir. Realmente Sanji tenía una visión del mundo que le volvía loco.

-Joder, siempre parezco un idiota contigo, no sé cómo lo consigues. –Dijo rendido. –Me gusta eso que has dicho sobre las brujas. A mí… -Se rascó la nuca. –También me ha venido bien hablar con ella un par de veces.

-MIERDA MARIMO. ¡¡Lo había olvidado!! Robin me ha llamado antes… -Le puso al día con su conversación y después esperó su respuesta.

-Voy a hacer todo lo posible para cumplir mi promesa. Espero que realmente tu fe ciega en Robin sirva para que Luffy no lo descubra. Sin embargo, si la guerra estalla… -Apartó la mirada. No sabía cómo decirlo.

-Lo sé. Es tu capitán. También el mío. Tendré que tomar una decisión. –El humo comenzó a disiparse y ambos hombres se vistieron de nuevo y comenzaron a andar hacia el pueblo. Aquella conversación, había sido realmente agotadora en todos los sentidos.

-Mañana iremos de excursión con Luxyo. Se lo he prometido. –Dijo sonriendo.

-Joder, ¿Y por qué mierda estoy dentro de ese plan? –Se quejó molesto.

-No seas estúpido, musgo.

-¿O qué? –Le desafió con descaro. -¿Vas a cumplir esa promesa sobre patearme el trasero? Pensaba esperar a mañana para pedírtelo. –Confesó divertido.

-Zoro… No juegues con fuego…

-¡¡AMIGOS!! –El grito de un niño les sacó de su conversación.

-Luxyo, ¿Qué haces fuera tan tarde? –Quiso saber Sanji.

-Hemos venido a alimentar a los zorros del bosque. –Respondió el pequeño feliz. –Lo hacemos cada semana. –Justo nos marchábamos a cenar. ¿Habéis cenado? Estoy seguro de que a mamá le encantará que cenéis con nosotros. –Antes de que los mugiwara pudiesen responder el niño ya les había cogido del brazo a ambos y se dirigía a toda prisa a su casa.


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