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Poké-school por Cat_Game

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Notas del capitulo:

En este fic todos los Pokémon se representan como humanos, estudiantes de un instituto, pero parte de una familia con sus entrenadores.

Pareja: Incineroar (M) Ian X Mimikyu (M) Elliot

Temática: Yaoi, lemon

Advertencia: Para público mayor de 16 años (alto contenido sexual)

Resumen:

Al término de las clases, Elliot, un Pokémon tipo Fantasma del gremio Mimikyu, vaga por los pasillos de la escuela; empero, encuentra a un chico de su clase llorando. Al parecer, Ian, un tipo Fuego del gremio Incineroar, ha sido rechazado una y otra vez cada que declara su amor a otros. Aunque Elliot está acostumbrado al rechazo, siente pena y empatía por el pobre Ian, así que decide hacerle compañía. Sin embargo, lo que no espera es que Ian termine buscando algo más que su compañía amistosa…¿aceptará Elliot la oferta para dejar de sentirse solo? ¿O preferirá abandonar a Ian en sus sollozos y dolor?

 

Los lamentos provienen del salón de clases, y resuenan debido a que los pasillos están vacíos; no está la usual multitud que pasa de un lado a otro durante las horas clases. Me acerco un poco más a la puerta del salón D3 y espío por la apertura que permite visualizar el interior. Hacia la ventana, en uno de los escritorios pequeños que se usa para el estudio durante clase, está un sujeto recargado en sus brazos. Lo único que puedo ver es su cabello rojizo con mechones negros, mismo que está estilizado por algún tipo de producto para cabello; sus brazos son musculosos y sobresalen debido a la camisa escolar que le queda un poco justa. Solloza, una y otra vez. Sé que es uno de los de nuestra clase, y es del tipo Fuego, del gremio Incineroar…¿cómo se llama? Creo que su nombre es Ian. En realidad no estoy completamente seguro.


Otra vez chilla con fuerza, como si fuera un niño pequeño que ha perdido algo, o como si sintiera dolor…¿por qué llora? Ian levanta su rostro y puedo ver que su cara está empapada en lágrimas, su tez es de un bronceado perfecto, aunque no sé si sus ojos son verdes o como un amarillo verdoso. Pero, hay algo que llama mi atención; Ian contempla una especie de caja con forma de corazón que sostiene en una de sus manos. Luego, vuelve a llorar. Yo, por mi cuenta me quedo esperando; no sé si sea buena idea entrar o no…casi nunca hemos hablado en clase, sólo para decir “buenos días” o esas típicas frases referentes a los temas de los libros. Aunque no puedo evitar sentirme atraído por su rostro lloroso.


—¿Q-Quién está ahí? —la voz de Ian resuena como un eco. Supongo que me ha visto.


Abro la puerta, luego la cierro y camino hacia él. Ian me contempla con duda. Vuelvo a creer que es por el tipo de Pokémon que soy. A diferencia de él, yo no soy musculoso ni alto ni pelirrojo. Mi cabello negro está escondido debajo de la capucha amarilla que llevo, y una parte de mi rostro es cubierto, así que no puede ver bien mis ojos de color miel claro. Claro, mi piel pálida es notoria, y sé que no tengo mucho color como él. Además, Ian sí lleva puesta una parte del uniforme, y yo prefiero portar mi chamarra amarilla que tiene orejas, unos rayados cafés en la espalda y una especie de cara sonriente en la parte superior; es parte de mi disfraz, la máscara que uso para ser aceptado…o, mejor dicho, para no ser temido.


—¿M-Me estás…espiando? —Ian limpia su rostro, se pone de pie y deja la caja de chocolates sobre la mesa. Hasta ese momento descubro que hay una carta en el escritorio, en un sobre rosa y con un corazón para sellarla—. ¡Oye! Te estoy hablando —Ian acorta la distancia entre nosotros e intenta descubrir mi rostro, pero muevo mi mano y toco su muñeca—. Te llamas Elliot, ¿no? Estás en mi clase también, ¿verdad? Sí…eres del tipo Fantasma, del gremio de los Mimikyu. ¿Qué quieres aquí?


Suelto la muñeca de Ian y él comprende que no puede tocar mi capucha. No respondo a su pregunta. Hay un silencio por un tiempo prolongado. Entonces, dirijo mi atención a la carta y me acerco al escritorio. Al tomar el sobre, encuentro el nombre de una chica llamada Clarissa…y pienso con rapidez. ¿Clarissa?, ¿Clarissa, la chica de primero C?, ¿la misma del gremio Swirlix, la que acaba de entrar en este curso? Qué más da…no es que me interese mucho.


—Oye, eso es privado… —Ian recrimina al retirar la carta de mis manos.


¿Entonces…lloraba porque lo rechazaron? Por favor, ¿qué clase de Pokémon es si no puede con un simple rechazo de otro Pokémon? Claro, como es un tipo Fuego…de los más populares y queridos, y, además, perteneciente a un entrenador de la élite más alta y más reconocida en el mundo, ¿qué puede saber del rechazo? No tiene idea de lo que realmente es sentirse rechazado…y temido. Incluso por tu propio entrenador.


Hasta ese momento me doy cuenta de que Ian está a unos centímetros de mí y  noto la diferencia de estatura y de masa corporal. Del mismo modo, el tipo tiene lo suyo, es agraciado…pero…luego miro hacia los detalles en la mesa. ¿De verdad? Es una cursilería eso de las cartas y los chocolates, ¿o no lo sabe? A las chicas de ahora no les interesa ese tipo de mierda. A nadie, en realidad.


Doy una media vuelta e intento caminar, pero Ian sujeta mi brazo con fuerza y me impide seguir.


—¿Qué quieres aquí? ¿A qué viniste? ¿También vas a burlarte de mí? —me cuestiona.


¿Burlarme? Por supuesto que no. Ya lo hice, aunque no se lo dije. Pero, ¿de qué me sirve hablar con él de algo tan idiota como el amor? De un tiempo para acá dejé de creer en esas cosas, porque he aceptado que incluso los de mi tipo, Fantasma, me temen. La gente habla rumores del gremio Mimikyu, sobre nuestra imagen horrenda y con la capacidad de matar con sólo mirarnos. Tal vez eso sea cierto, pero no tenemos intenciones de hacer daño. Somos Pokémon como el resto, aunque muy pocos se dan cuenta de esto. Quizá por ello me acostumbré a la soledad.


—Oye, te estoy hablando, ¿qué no sabes ni si quiera contestar cuando las personas te hacen preguntas? —Ian insiste.


Muevo un poco la cabeza y veo su rostro de frente, aunque no alzo mucho mi rostro para no mostrar toda mi cara. Sus ojos todavía están cristalinos, por el llanto.


—No —por fin digo con un tono calmo y seco. Mi voz es un poco baja comparada a la energía que Ian tiene al hablar.


—¿No?, ¿no qué?


—No, no viene a reírme de ti.


—Oh…¿entonces? ¿Por qué me espiabas?


No sé. Tal vez era por su llanto. Sí eso debe ser. Para mí es algo común…algo que anteriormente era común. Pasaba días llorando por el rechazo de otros. Hasta que conocí a mi entrenador; aunque no es un sujeto que demuestre mucho cariño, es alguien que ha ganado algunas batallas que le dieron la oportunidad de enviar a sus Pokémon aquí, a este colegio de ricachones. Pero eso no quita el hecho de que sigo experimentando el rechazo.


Rechazo, me repito otra vez; entonces miro de vuelta la carta en la mano de Ian y la caja de chocolates en la mesa.


—¿Te gusta esa chica? ¿Clarissa? —pregunto al intentar moverme un poco, pues el apretón de Ian se vuelve más intenso y me causa un cierto malestar. Aunque no consigo liberarme.


—¿Eh? Ah… Sí, sí me gusta mucho. Pero… —Ian suelta mi brazo al hablar y por fin el dolor desaparece—, como todas las demás…me rechazó. Casi siempre es lo mismo, ¿sabes? No sé cuál es el problema. No lo comprendo. No hago nada más que intentarlo, pero siempre es lo mismo. Todas me dicen que no, que soy un poco…intenso y que…carezco de la elegancia de otros como los tipo Charizard o los Ninetales… Pues claro que no me veo como ellos; casi todos los tipos de ese gremio son super guapos y parecen príncipes sacados de un cuento de fantasía.


—Eres guapo —digo sin pensar mucho en mis palabras.


—¿Eh? ¿D-Disculpa? —Ian vuelve a sujetar mi brazo y ahora me contempla de frente; incluso se inclina un poco para buscar mi rostro, pero yo muevo la cabeza hacia un lado para evitar su mirada—. ¿D-De verdad piensas eso? Oh…eres la primera persona que me dice eso. Casi todos me dicen que soy…intenso y así…un poco chusco.


—N-No —replico con titubeo y mi voz baja. Por lo menos he hecho que no siga llorando y que enfoque su mente en algo más. Pero no hablo con intenciones reales; porque no estoy interesado en halagar a otros.


—G-Gracias. Eh… Elliot, oye…


—¿Podrías soltarme? —interrumpo al sentir que Ian ignora su propia fuerza sobre mi brazo.


—Ah, sí… Sí, claro, lo siento —Ian suelta mi brazo y se queda parado como un niño pequeño que espera ser regañado. Toca su propio brazo como un reflejo de algún tipo de hábito que adquirió cada que era regañado por alguien…o eso creo—. ¿Qué haces tan tarde aquí en la escuela?


—Estaba en la biblioteca, leyendo…perdí noción del tiempo y decidí regresar al salón para… —en realidad no había regresado al salón específicamente; simplemente había rondado en los pasillos para disfrutar de la soledad. Prosigo—: sólo iba por los pasillos y te escuché llorar.


—Bueno, es que duele, ¿sabes? Todas las chicas me han rechazado.


—No es el fin del mundo. La soledad también es divertida —opino sin mucho afán.


—¿Te sientes solo?


Suspiro con profundidad y pienso. ¿Por qué sigo hablando con él? Ya ha dejado de lloriquear, así que lo mejor es que me vaya.


—Tengo que irme —divulgo, pero Ian vuelve a sujetarme del brazo y acorta tanto la distancia que puedo percibir el calor de su piel. Y como su especialidad es el fuego, irradia más calor de lo usual—, oye…¿qué haces?


—No te vayas, porfa… —Ian dice con su voz un poco quebrada. ¿Cuál es su problema?— Sólo un poco más, ¿sí? No quiero quedarme…aquí, solo…otra vez. Y pensar en Clarissa.


—Oh… Okey, pero, ¿podrías dejar de sujetarme así?


—Oh, otra vez. Lo lamento…es una reacción…no sé… Es inconsciente.


Pero no me suelta.


—Oye —continúa como si ignorara mi petición—, ¿a ti te gusta alguien?


—No —digo con el tono más tranquilo posible, aunque mi brazo ha comenzado a doler más.


—Ah…¿y nunca te ha gustado alguien?


—No…


—¿De verdad?


—Soy del gremio Mimikyu, así que no muchos Pokémon se acercan a nosotros. Y…usualmente queremos parecer Pikachu, por si no lo has notado; porque ellos siempre están rodeados de amor.


Por fin Ian me suelta y yo intento tocar mi brazo, pero todavía está parado frente a mí.


—¿Eres una chica o un chico?


¿A qué viene esa pregunta? Es lo que quiero decir, pero…supongo que hay gente un poco más que distraída que no puede notar la diferencia cuando una persona cubre su rostro…y comprendo que mi ropa es holgada y que mi figura es delgada, pero, por favor.


—Soy un varón —replico con cierta molestia.


Otra vez Ian levanta la mano y toca mi capucha; intento detenerlo pero usa su mano para sujetar mis dos manos y logra descubrir mi rostro. Cierro los ojos y espero que comprenda que es mejor no mirarlo de frente. Pero siento su mano sobre mi rostro, y puedo percibir su caricia que sube hasta mi mejilla y luego va hasta mis labios.


—Eres muy bonito, ¿sabes?


¿Bonito? Oye, por si no lo has notado, que un chico le diga bonito a otro chico puede causar molestia o malinterpretarse. Además, ¿a caso no estabas llorando por Clarissa, una chica?


—¿Eres gay? 


¿Eh? Abro los ojos y contemplo de frente al idiota de Ian. Ahora puedo notar el color de sus ojos, entre un tono amarillo con cinceladas verdes. Y me parece un poco gatuno, pero también me molesta su actitud.


—¿Disculpa? —interpongo con enojo.


—Digo, es porque nunca te he visto con chicas.


—Pero tampoco me has visto con varones, ¿o sí?


—Sé que le gustas a uno de nuestro salón, y es un varón. Aunque no tiene el valor de decírtelo, porque siempre pone la excusa de que le va a pasar la “clásica de Ian”.


El enojo se me pasa de inmediato al escuchar ese comentario. Es cruel que otros usen la experiencia de Ian para representar situaciones sobre el rechazo; y puedo notar que el rostro de Ian cambia a una sonrisa acompañada de una mirada de tristeza.


—No estoy interesado en el amor —revelo al desviar mi mirada de él.


—¿Por qué no? ¿A caso no quieres sentirte querido 


—¿Bromeas? —otra vez lo contemplo—, ¿para qué quiero eso si todos huyen de mí?


—Pero yo no estoy huyendo.


—Y tampoco eres gay, ¿o sí?


—No…no sé…creo que me gustan ambos sexos. Pero había intentado salir con alguna chica linda, pero… —Ian suspira, luego suelta mis manos y toma mi cintura—, pero todas me rechazan.


Por unos segundos, bajo la guardia y me arrepiento después. Ian sujeta mi cuello y parte de mi cabeza y me besa. ¿Por qué mierda me está besando? Sube su mano y abre mi boca con su pulgar para luego meter su lengua en mi interior. Presiona mi cuerpo hacia él y yo lo único que puedo hacer es tocar su camisa para jalarlo, pero no puedo moverlo. Cierro los ojos y pienso en algún método. Claro, podría comenzar una pelea contra él, pero…pero… Sé que las peleas son motivo de expulsión, y en este colegio de mierda son tan elitistas que el que saldría perdiendo sería yo. Ian es un Pokémon de la élite…y yo sólo tuve suerte.


—Ah… I-Ian —pronuncio al romper el beso. Pero Ian mueve mi cuello y besa mi piel pálida. Del mismo modo, su mano sobre mi cintura baja hasta mi trasero y comienza a apretar uno de mis glúteos. ¡Mierda! ¡Mierda! No quiero pelear, ni mucho menos hacerle daño. Pero tampoco quiero esto.


Con fuerza, Ian mueve mi cuerpo hacia atrás y siento un escritorio chocar contra mis piernas; a continuación, Ian me carga y coloca mi cuerpo sobre el escritorio. Ha roto el beso en mi cuello, pero puedo percatarme del ardor que dejó sobre mi piel; sé que es una marca. Abre mis piernas y desabrocha mi pantalón, ¿qué carajo le pasa?


—N-No… —digo con miedo.


—Tranquilo —Ian replica—, he leído en sitios porno que se siente bien para los hombres también.


—¿Se siente bien? —pregunto con rapidez.


Hago un intento por detener a Ian; muevo mi cuerpo hacia la derecha pero me aprisiona con una mano sobre mi cuello y duele. Ya ha bajado una parte de mi pantalón y toca mi entrepierna sobre mi ropa interior. ¡No! Por favor…no quiero hacer esto contigo… Yo… ¡Ah! No puedo más.


—I-Ian, por favor —intento rogar, pero apenas puedo hablar con la presión que ejerce en mi cuello.


Ian no para. Ahora retira todo mi pantalón y mis bóxers, luego baja su propio pantalón y puedo ver su miembro erecto. Mis manos están sobre el brazo y la mano que me aprisionan, pero mi fuerza no se compara a la de él.


—Ian —mi voz sale ahogada. Y por fin retira presión de mi cuello para poder respirar un poco—, p-por favor…nunca he hecho esto.


—¿No? —Ian pregunta sorprendido y me contempla—, pensé que tendrías experiencia con otros chicos.


—¿Por qué pensarías eso?


—No sé…te acercaste a mí… Supongo que te gustan los chicos, y por eso me dejas hacer esto.


—No te estoy dejando. Tú estás usando fuerza bruta para contenerme.


—Oh…


Y parece como si no se hubiera dado cuenta. Ian suelta mi cuello por completo y da un paso hacia atrás. Me incorporo, aunque me siento desprotegido e intento bajar del pupitre, pero Ian vuelve a acortar la distancia.


—Ian…por favor…¿podemos parar?


—¿Eso quieres? —Ian me pregunta al tocar mi cabello con cuidado.


¿Por qué mierda hace eso? ¿A caso está tan dolido que cree que puede recurrir al sexo conmigo para olvidar que fue rechazado? ¡Qué cabrón!


—Sí, por favor —insisto.


—Sólo sería por esta vez —revela Ian.


Me aseguro de que mi enojo sea visible en mi rostro. No soy ninguna clase de puta de consuelo. Así que toco su pecho para empujarlo, pero me siento debilitado. Nunca nadie había tocado mi cuerpo así…y jamás había creído que pasaría, porque a mí nadie me ha mandado una carta de amor, ni me ha dicho que están enamorados de mí.


—Elliot, ¿no quieres probarlo? —Ian pregunta otra vez, pero ahora alza mi rostro y me besa.


No, no quiero probarlo. No así. Pero cierro los ojos y dejo que sus manos bajen hasta mi abdomen y toquen mi piel debajo de mi sudadera. Se siente bien, se siente caliente, y extraño, tan ajeno a mí, pero…me recuerdo que él sólo quiere sexo. ¿Y…es tan malo? Por lo menos podría experimentar algo así, aunque fuera sólo por el despecho que siente él.


—Ian —intento explicar entre el beso; pero Ian mete su lengua hasta el fondo y siento nuestra saliva salir y caer por mi barbilla.


Nuevamente mi espalda está sobre el escritorio pequeño y mis piernas son elevadas hasta los hombros de Ian; ya no me besa, ahora prepara su mano, llena sus dedos de saliva y toca su miembro. Yo tengo un poco de miedo, pero también me siento desolado. De pronto, Ian toca la entrada de mi ano con la punta de su pene.


—E-Espera, tienes que estimular la entrada o de lo contrario… —de lo contrario, termino la frase en mi mente: de lo contrario dolerá.


—Ah, es verdad.


La respuesta de Ian suena como su fuera un idiota. Pero me percato de que en realidad es un tanto distraído. Ian vuelve a llenar sus dedos de saliva e introduce tres dígitos de una en mí. El dolor se apodera de mi cuerpo y siento la presión en mi entrada. Cierro los ojos y siento que Ian mueve sus dedos sin cuidado; a veces los expande y esto causa más dolor en mi interior.


—Ah… I-Ian…d-duele… Ah —digo entre gemidos de dolor, pero Ian no se detiene. Es un estúpido.


Sin previo aviso, Ian retira sus dígitos y ahora vuelve a posicionar su miembro en mi entrada; sus manos sujetan mi cadera y empujan mi cuerpo hacia adelante. Siento cómo algo grande me expande y el dolor otra vez se hace presente; Ian entra de una arremetida y yo muerdo mi labio para no dejar a mi voz salir por el dolor. Y, sin dejarme respirar, Ian comienza a moverse de afuera hacia adentro sin ritmo; creo que nunca ha hecho esto con un chico, porque lo único que hace es causarme incomodidad.


—Ah…estás muy justo —Ian opina con una voz sensual. Ian, idiota, ¿qué no te das cuenta?— Tienes que relajarte un poco, ¿quieres?


—¿Y-Y cómo quieres…ah…que…ah…ah…haga…eso si duele…mucho…ah…? —apenas consigo decir.


—¿Duele tanto?


Asiento con la cabeza.


De pronto, Ian toca mi miembro y comienza a masturbarme con su fuerza sin cuidado. ¡Ah! Se siente distinto. Él sigue embistiendo mi cuerpo, pero cada que toca la punta de mi pene, ¡oh! Mierda, el dolor ya no es tan malo…¡ah! I-Ian…


—¡Ah! I-Ian…¡ah! —mis gemidos salen con libertad—, e-espera… ¡Ahhh!


Por unos segundos, durante unas cuantas arremetidas, algo hace que Ian presione algo en mi interior; algo que parece concentrarse como rayos eléctricos en mi miembro. Curvo mi cuerpo para volver a sentirlo, pero Ian no se percata de esto; aunque continúa con la atención en mi pene y de vez en cuando usa su uña del pulgar para tocar la punta y el orificio de mi uretra.


—¡N-No! Ian… Duele…¡ah!


—No te muevas tanto, Elliot —Ian dice con su voz baja y cargada de placer—, quiero…¡oh! Quiero volver a sentirte…así, como cuando me envolviste con más fuerza.


Obedezco, así que Ian jala mi cuerpo hacia él y busca un mejor ángulo. Ahora las arremetidas tocan ese punto interior; y el dolor y el placer se conjuntan que busco un balance al sujetar mis manos de los extremos del escritorio. Se siente muy bien, demasiado bien; incluso con el dolor…nunca pensé que fuera tan placentero.


—¡Ah! ¡S-Sí! ¡Es allí! ¡Ian! Ahhh… Ahhh… —mi voz sale sin contro.


—E-Estoy…a punto —Ian también gime.


Y la velocidad se aumenta. La piel de Ian golpea con mis glúteos con tal brutalidad que me vengo en la mano de él; pero Ian no se detiene y dura por unos segundos más que hacen que mi orgasmo se extienda más de lo usual. Hasta que él arroja un bufido y siento que algo en mi interior sale de él…mierda…se ha corrido en mi estómago; el muy cabrón.


Ian respira con fuerza y yo también. Luego retira su miembro con lentitud y siento como un vacío en mi interior. Con cautela me ayuda a incorporarme y me sostiene con un brazo.


—¿Estás bien? —Ian me pregunta al besar mi cabeza.


¿Por qué me besa? No quiero sus mimos falsos. Es claro que esto fue sólo sexo…así que no tienes que hacer eso, Ian.


—S-Sí —replico al alejar a Ian con mis manos. Me inclino aunque el dolor aparece en mi cuerpo y busco por mi pantalón y ropa interior. Ian se inclina junto a mí y toma mi rostro entre las manos—. ¿Qué mierda haces? —reclamo—, ¿quieres volver a hacerlo?


—Sí —Ian susurra.


Contemplo con enojo su rostro y descubro una mueca serena en su cara, como si fuera un niño inocente.


—Pues yo no.


—Pero yo sí… Claro, no ahora… ¿Quizá mañana? —pregunta Ian.


—¿Crees que soy una puta de consolación? Pues no, no lo —empero soy interrumpido.


Ian me besa con suavidad y me obliga a cerrar los ojos debido a la ternura de la caricia. Siento su lengua dentro de mi boca, pero ya no con la misma agresión de los besos pasados; ahora parece como si disfrutara de mi propio sabor.


—¿No quieres intentarlo? —Ian cuestiona al alejar su rostro un poco.


—¿Intentar qué? —hablo con inseguridad.


—Ser novios.


¿Qué?


—¿Qué? —pregunto otra vez, pero sin darme cuenta que no puedo controlar mi rostro de sorpresa.


—Sí, anda…seamos novios.


—Ni siquiera te gusto.


—Bueno, pero me pareces lindo y muy misterioso y eso me atrae de ti.


—¿Y la tal Clarissa?


—Ya me bateó —Ian sonríe con tranquilidad y besa mi mejilla—, anda… Dime que sí, Elliot.


Agacho la mirada y suspiro. Quizá Ian no es el indicado, y tal vez tampoco sea prudente comenzar una relación, pero no puedo evitar sentirme distinto, como si realmente alguien quisiera conocer más allá del disfraz que utilizo todos los días. Al final, podría ser una buena experiencia, y aunque estoy seguro de que no duraremos tanto, por lo menos puedo aprovechar un poco esa sensación de ser querido.


—Está bien. Seamos novios —por fin respondo.


Ian vuelve a sonreír y me besa con esa ternura pasada. Luego, envuelvo a Ian en un abrazo y dejo que su calor prenda mi piel; puedo sentir mi corazón palpitar y también creo que el corazón de Ian palpita con fuerza. Vaya comienzo para una relación…¿no se supone que debe ser al revés? Pero creo que Ian no sabe mucho de relaciones, así que no puedo pedir más de él. Me conformo con sus besos y con su manera extraña de pedirme ser su novio. ¿Qué más da sentirse querido aunque sea por un tiempo corto?


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