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Poké-school por Cat_Game

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Notas del capitulo:

En este Fic todos los Pokémon se representan como humanos, estudiantes de un instituto, pero parte de una familia con sus entrenadores.

Pareja: Machamp (M) Mike X Ampharos (M) Anwar

Temática: Yaoi, Romántico, Lemon

Advertencia: No menores de 16 años, con alto contenido sexual

Resumen: 

Mike tiene un problema; no puede aceptar sus sentimientos. Además de ello, no puede aceptar que está enamorado de un tío. ¿Y cómo lo aceptará? Es un Pokémon del tipo Pelea, del gremio Machamp; y tiene una reputación que cuidar. Pero la confusión y el dolor se acrecientan más y más en su corazón, hasta que llega un punto en donde todo explota y ya no puede controlar sus propias emociones. ¿Qué hará? Mike está al borde de la depresión y del dolor, pero también se da cuenta de que tiene el poder de cambiarlo todo.

Había tenido que usar un pedazo de la cinta canela que había encontrado en uno de los cajones del escritorio; la había colocado en su boca para que su voz dejara de salir y dejara de interrumpir el momento placentero de ese instante. Además, había atado sus manos con la corbata de su propio uniforme, y sólo me concentraba en su rostro sonrojado y con un par de lágrimas que solía dejar salir cuando era un poco más agresivo que de costumbre. Ese rostro era capaz de llevarme al límite, justo como lo hacía en este instante.


Así que muevo mi cuerpo un poco más hacia él, sujeto sus piernas y las abro más para poder meter todo mi miembro en su ano; no tengo idea de lo que dice debido a la cinta en su boca, pero sus ojos de un café miel se abren como sorpresa y su cabeza se mueve hacia los lados. Ignoro su dolor, porque lo único que puedo sentir en ese momento es a mi pene envuelto por la calidez de sus paredes y su propio calor. Ya me he venido dos veces en su interior, por lo que el movimiento es más fácil debido al semen que sirve como lubricante; así que embisto con rapidez y brutalidad. Mis piernas fuertes sirven para sostener parte de mi peso y el de sus piernas, pero el resto de su cuerpo está sobre el escritorio, con su espalda sobre el aglomerado de madera. Muevo la cabeza hacia atrás, pues estoy a punto de correrme; Anwar aprieta con su culo, por lo que vuelvo mi interés a su rostro lloros. Sus cabellos rubios y largos, adornados con rayos de color oscuro, caen sobre el escritorio, sus mejillas están tan sonrosadas que su tez se distorsiona de su color pálido natural. De modo abrupto, apoyo mis brazos musculosos sobre la madera y uso la fuerza de mis rodillas, piernas y cadera para arremeter contra su entrada y en unos segundos me vengo en su interior. Dejo salir un sonido de placer y mi respiración está tan agitada como si hubiera hecho entrenamiento pesado en el gimnasio.


Al terminar de eyacular, saco mi polla y dejo las piernas de Anwar caer; su cuerpo se desvanece y también cae al suelo. Por unos segundos ignoro su respiración pesada y sus gemidos; por ahora me preocupo de limpiarme, subir mis calzoncillos, pantalón, acomodar la camisa y por fin me siento satisfecho. Noto que Anwar se mueve lentamente y retira la cinta de su boca con un poco de problemas debido a sus manos atadas. Me inclino y desato sus manos, para después acercarme a su pantalón y ofrecerlo. Anwar arroja una mirada de enojo hacia mí, y es la clásica mirada que me dice que “no acordamos esto”; pero no puede negarlo, porque esto es parte de nuestro acuerdo. Él así lo decidió.


—¿Puedes caminar? —pregunto sin una pizca de interés en él—, ¿o vas a volver a pedirme que te ayude? Ya te he dicho que no pueden vernos por ahí juntos, menos cuando tú estás en este estado.


Anwar no responde; sólo veo que acomoda su ropa y limpia su rostro.


—¿No me vas a decir nada? —insisto—, ¿otra vez la ley del hielo? Te recuerdo que tú me pediste esto.


—D-Descuida —Anwar habla con su tono un poco menos varonil que el mío—, es la última vez.


¿La última vez? Eso es nuevo. Estoy acostumbrado a sus reclamos clásicos, pero no a “la última vez”. Claro, no le creo.


—Bien, la última —repito. 


—Nos vemos después, Mike.


Y, como si realmente lo hubiera dicho en serio, Anwar me empuja para pasar hacia la salida del salón de música. Yo me quedo como un témpano, sin poder moverme; no puedo creer que esté tan molesto por algo que él me pidió.


—Anwar, ¿de verdad esto se acabó? —pregunto. 


—Sí —Anwar dice al abrir la puerta—, tú me dijiste que no eres gay, así que ya no voy a seguir con este juego. Sé que te pedí ser mi pareja, y que ante tu rechazo acepté tener sexo contigo sólo porque te prendiste como un perro caliente sin control de sus propias hormonas. Pero ya no, Mike, ya me cansé de ser tu puta.


—Eso dices ahora, marica —replico con la voz cabreada hasta los huevos—, pero ya verás que en unos días más vas a regresar rogando con las piernas abiertas para que te fuelle duro, cabrón.


—Piensa lo que quieras, Mike. Pero esto se acabó. Jódete, hijo de puta.


Anwar sale de la habitación y cierra la puerta con suavidad. Y yo me he quedado otra vez pasmado. Jamás había escuchado a Anwar decirme así, pero con tanta rabia. Bueno, tampoco es que fuera la única puta que tenga a mi disposición…pero, ¡ah, a la mierda con él! No soy un marica como Anwar, y no voy a ponerme a pensar en estupideces como esas. 


Cuando salgo del salón, llego hasta los pasillos, paso por los jardines frontales de la escuela y tomo el camino a casa. Conocí a Anwar al inicio del semestre, él es un Pokémon tipo Eléctrico del gremio Ampharos. Yo soy un Pokémon de Pelea del gremio Machamp. Anwar está en el mismo año que yo, y en el mismo salón: A; solamente que a diferencia de él, yo me dedico al entrenamiento y la pelea cuerpo a cuerpo, porque es mi especializada. Anwar es un poco más bajito que yo, por unos cinco u ocho centímetros, también es delgado pero de un cuerpo estético; claro, no como yo, que mi cuerpo está hinchado por el ejercicio constante. Yo tengo los ojos mieles como él, sólo que soy de un tono de piel morena clara, y mi cabello es negro y estilizado. Sé que soy un galán de poca madre; y Anwar…tampoco se queda atrás. Estoy seguro de que podría conseguirse un montón de chicas lindas, claro, si no insistiera en que es un maricón.


Pero, como ya os dije, yo no soy un marica como él. A mí no me interesan los tíos…bueno, excepto Anwar. Hace casi dos meses, cuando iniciamos este semestre, Anwar comenzó a hablarme más y más, nos hicimos buenos amigos; el chico es a toda madre. Anwar es un experto en los juegos de cartas, y pues a mí me encanta la apuesta, así que nos llevamos muy bien con facilidad. Por unas cuantas semanas, todo parecía como una amistad común hasta que un día el muy cabrón se me declaró. “Me gustas mucho, Mike”, me dijo, “y quiero decirte que no puedo seguir como tu amigo, porque cada que te veo quiero besarte”. ¿Besarme? ¡Puta madre! ¡Qué asco! Bueno, ni tanto; pero esa fue mi primera reacción. ¿Cómo iba a besar a un tío? Somos hombres, ¡por dios! Eso de la mariconería no va conmigo. Claro, mi respuesta fue directa: “No, gracias”. Al inicio así quedó; Anwar se alejó un poco de mí y yo empecé a buscarlo…me había dado cuenta de que me gustaba estar con él. Era como pasar los días en las nubes, siempre riéndonos, disfrutando de los juegos de apuestas, mejorando nuestras técnicas para seguir ganando…pero…estaba ese pequeño hecho. ¿Por qué lo tenía que arruinar todo?


De pronto, me doy cuenta de que estoy en casa. Entro y saludo a mi entrenador sin muchos ánimos; voy hasta mi habitación y decido tirarme en la cama. Vuelvo a pensar en Anwar. ¿Cómo mierda terminé aceptando coger con él? Un día, cuando volvimos a hablar, Anwar me dijo que lamentaba haberme dicho eso, de que tenía sentimientos por mí…¿o aún los tiene? Y yo, de imbécil, dije una tontería. “Podemos tener sexo, si quieres”. Okay, acepto que tenía curiosidad; tenía ganas de saber si era muy diferente a follar con tías. Anwar aceptó mis palabras y comenzamos a tener una relación ambigua. Dejamos de hablar; como amigos todo se arruinó. Pero cuando teníamos oportunidad follábamos; y gracias a Anwar descubrí que es demasiado placentero tirarse a los tíos también como a las tías. Por casi un mes pensé que las cosas serían así, Anwar como una especie de amigo con derechos…¿o amigo para follar? ¡Ah, qué va! Total que cogíamos y debido a esto, las cosas se hicieron peor entre nosotros. Al inicio había sido con miedo, pero cuando descubrí que podía ser tan agresivo como quisiera, nuestros encuentros comenzaron a variar. De habernos besado durante las primeras veces, preferí dejar esas pendejadas del romanticismo y sólo dedicarme a meterle la verga al pobre maricón. 


Cierro los ojos y siento algo que se postra en mi pecho. ¿Realmente Anwar me dijo que ya no tendríamos sexo? Sí, después de que teníamos sexo, Anwar me regañaba y me decía que dolía; además, algunas veces hubieron momentos en donde no me podía controlar y creo que herí el cuerpo de Anwar sin darme cuenta. Después del acto, discutíamos, pero luego, al día siguiente, Anwar me mandaba un mensaje diciendo que quería verme. Él lo provocó, ¡maldita sea! Mejor dejo de pensar en todo esto y olvido el problema. Estoy cien por ciento seguro de que Anwar me hablará mañana y todo seguirá igual. Igual…


Al día siguiente, despierto y encuentro que ya es un poco tarde. Otra vez tendré que desayunar en el camino al cole, pero no importa. Salgo casi corriendo de casa y tomo el camino hacia el instituto. Al arribar a la entrada, me topo con un grupo de estudiantes; algunos bajan de carros elegantes y otros vienen en el transporte colectivo. Anwar está ahí, bajando de un carro lujoso. Olvidaba que es parte de los entrenadores élite, de esos que son líderes de los gimnasios de las regiones especializadas. Mierda, ni siquiera me voltea a ver; camina hacia el interior con su mochila de morral y su cabello acomodado en una media coleta. Ni siquiera se dignó a saludarme.


Intento no sentirme encabronado, así que entro a la escuela, paso los casilleros de largo, pues no me interesa en esos momentos revisar los libros y por fin llego hasta el salón. Algunos chicos están sentados sobre los escritorios que usamos para estudiar, y uno de mis camaradas me saluda; aunque es un saludo de esos de “hola y adiós”. Me siento en la fila de atrás, en el tercer escritorio. Y recuerdo que Anwar también se sienta junto a mí. ¡Mierda! No, no, espera…tal vez sea una buena señal. Y, de pronto, veo a Anwar entrar al salón, caminar hacia nuestro lugar, pero se detiene. ¿Por qué se detiene? Y se sienta en otro lugar. No sé si mi rostro muestra la sorpresa que siento en ese instante, pero no voy a caer tan bajo como para hablarle. Sé que él me hablará primero, lo sé.


El día se pasa como si yo no existiera para él. Ahora se rodea de amigos, como si de pronto fuera tan social como el resto de los populares. Mierda, ¡jodida mierda! No puedo creer que me interese tanto con quiénes habla, pero no puedo evitarlo. No esperaba que sus palabras fueran reales. ¡Me cago en la puta! Pero me calmo. Me tranquilizo y dejo que el día termine. Salgo del salón de clase y decido irme a casa de inmediato; sé que el entrenamiento está cancelado porque esta semana tenemos los exámenes parciales. Bajo las escaleras y me topo con Anwar; no me había fijado que ya estaba allí, con sus amigos. Me muerdo la lengua, porque no puedo ser yo quién hable con él primero. No lo haré. ¿Además, de qué me serviría hacerlo? No es que hayamos sido nada…sólo amigos. Quizá eso sí. Pero…¿y eso qué? Bueno…sí me importa. Me gustaría que todo volviera a ser igual, como cuando iniciamos nuestra amistad, como cuando Anwar todavía no se me declaraba.


Anwar ni siquiera me voltea a ver. Y me siento cabreado hasta los huevos. ¡Cabrón! Ya vendrás a mí a rogarme para que volvamos a coger, a que te de la polla que tanto te gusta. Pero me siento de la chingada, me siento como una especie de mierda, como cuando dejas de tener valor y pareces ser ese tipo de gente malvada. ¡Puta madre! ¡¿Por qué me siento así?!


Otro día que me paso en mi habitación sin hacer nada. Sólo pienso una y otra vez en Anwar. Me encantaría que nunca hubiera pasado nada entre nosotros. Nada…sólo ser amigos. Pero tampoco quiero que seamos amigos, porque…porque extraño sus expresiones, esos rostros que yo provocaba cada que tocaba su… ¡Pero qué mierda! ¿Por qué estoy llegando a ese tipo de pensamientos? ¡Ah! ¡Me lleva la chingada!


No sé en qué momento me quedé dormido, pero la luz del amanecer todavía no sale. Me levanto, hago mi rutina para arreglarme, me contemplo en el espejo, y descubro que tengo una marca en la clavícula; toco con mis dedos la marca y sonrío. Ese fue un beso del penúltimo de nuestros encuentros. Anwar me había besado así, como esos amantes apasionados y me había dejado esa marca. No sé qué había dicho después, porque había sido como un susurro ahogado, pero recuerdo que escondió su rostro y dejó caer lágrimas. ¡Soy una mierda! Agacho el rostro y me siento otra vez como basura. Nadie se merece lo que yo le hice a mi amigo…ni aunque haya usado la excusa de la mariconería. Nadie, nadie merece que le usen así. Y creo que lloro. Porque siento como si las lágrimas salieran y cayeran…


Ese día mi entrenador decide acompañarme hasta las clases y en el camino me pregunta cómo van las calificaciones. Le digo que no se preocupe, pero luego hace un comentario extraño, algo así como: “no temas a tus sentimientos, nunca temas a ellos, porque en ellos vas a encontrar la verdad” o de esas mamadas que parecen de filosofía. Nos despedimos y entro por la entrada como arco que tiene el cole. Llego hasta los casilleros y abro el que me corresponde. Me siento mareado, con nauseas, pero no por la comida, sino por mí. Me siento como si yo hubiera cometido un crimen imperdonable. Seré un poco mujeriego, pero eso no quiere decir que no tenga sentimientos, que sea tan ignorante como para herir a otros. Pero ya lo hice. Herí a mi mejor amigo.


Decido ir hasta el salón de clase y otra vez encuentro a Anwar rodeado de algunos amigos; ¿en qué momento consiguió superar todo esto? Veo su sonrisa aparecer con naturalidad, y yo siento como si apuñalaran mi pecho. Soy un canalla. Una mierda. Me siento en mi respectivo lugar, y sé que Anwar no se sentará a mi lado, y no lo hace. Otro día más sin él. Comenzamos con el primer examen de los parciales y no me puedo ni concentrar; creo que todo está mal. No me interesa mucho contestar bien el examen, así que elijo al azar las respuestas y salgo de la clase al entregar el documento al profesor.


Primero camino con rapidez por los pasillos, luego corro para escapar de mí mismo, pero no hay hacia dónde ir. Tomo hacia la derecha y llego hasta el campo de Fire-Ball. Algunos alumnos están en las bancas y en las gradas; pero no hay entrenamiento por los parciales. Me acerco a una banca sola junto a los árboles y me siento. Otra vez estoy llorando. Me duele tanto lo que he hecho. Comprendo que Anwar quisiera alejarse de mí, pues yo lo usé. Aproveché sus sentimientos sólo para mi conveniencia. Soy un cabrón, un maldito. Saco mi teléfono y escribo un mensaje: “¿podemos hablar?”, y lo envío al número de Anwar. No hay respuesta inmediata. Espero, y espero, y vuelvo a esperar; pero no hay nada. Anwar no responde. ¿Qué debo hacer? Estoy perdido y me siento tan mal con mi persona que creo que no merezco ni ser aceptado por el resto de la gente.


No puedo más con el dolor, la asfixia y decido regresar a casa. Me encierro en mi habitación y me pongo a llorar. ¿Por qué? No me gustan los chicos…pero me siento horrible al haberle hecho eso a Anwar. Y, para colmo, acepto que me gustaba sentir sus besos, su piel…y su cuerpo. Pero no puede ser posible, ¿o sí? ¿Cómo es posible que me guste un hombre? Jamás lo creí posible…mejor dicho, no quise verlo como algo posible. Pero ya es muy tarde, lo sé. Es demasiado tarde.


La semana se pasa con el resto de los exámenes parciales, y llega el fin de semana. Cada vez menos veo a Anwar y cada vez menos deseo regresar a clases. Todo el fin de semana me quedo en casa hasta que mi entrenador abre la puerta de mi habitación. Yo estoy tumbado en la cama, jugando con el teléfono. Y él se acerca y se sienta en la silla junto al escritorio. 


—¿Mike? ¿Qué está pasando? —la voz de mi entrenador es dura, pues es un hombre varonil y un peleador de judo—, y no me digas que nada. No has hecho el entrenamiento en casa, y cada que regresas te la vives encerrado. Además, te he escuchado llorar. ¿Qué pasa?


—No quiero hablar —digo sin desprender la mirada de la pantalla. Estoy jugando uno de los videojuegos de carta y apuestas en línea; aunque es dinero falso lo que se usa.


Sin previo aviso, mi entrenador retira el móvil de mis manos y me ve con enojo.


—Si lo quieres de vuelta, hablarás, Mike.


Me siento en el colchón y me apoyo con la almohada. Bien, tal vez deba decirle que ya no quiero regresar al cole.


—No voy a regresar a la escuela. 


—Eso no es posible, Mike, ¿tienes idea de lo mucho que nos ha costado? Gracias a las conexiones en mi trabajo y que soy parte de los entrenadores de gimnasio, hemos podido conseguir que los admitan, a ti y al resto —me recrimina.


—Pues no quiero ir. 


—¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás así?


—Por nada —intento mentir. Pero mi entrenador es bueno para leer en mi rostro las mentiras; así que suspiro y agrego—: me gusta un hombre.


Mi entrenador no dice nada. Supongo que no es esperaba mi honestidad. Muevo la cabeza hacia un lado para evitar su mirada y vuelvo a suspirar. ¿Está molesto? ¿O me va a decir que ya no me quiere? 


—¿Un varón? ¿Un Pokémon varón como tú? —pregunta. 


—S-Sí… Se llama Anwar…pero… Hice una estupidez —agacho el rostro y siento las lágrimas formase en mis ojos—, lo usé. Me aproveché de sus sentimientos sólo para experimentar el sexo y…lo usé.


—¿Ya tuvieron sexo? —mi entrenador habla un poco exaltado.


¿Me va abandonar? Mierda, no debí abrir mi boca. Soy un imbécil.


—Bueno y… —continuó mi entrenador—, ¿y realmente te gusta él? 


—Sí.


—¿Y por qué no le explicas? Tal vez si le dices la verdad, que tenías miedo, porque tenías miedo, ¿no?


—Soy un tío como él —encaro a mi entrenador con las lágrimas en los ojos—, y sé que es de raritos que sientas algo por el mismo sexo que tú. Sé que…tú no lo aprobarías nunca.


—¿Por qué piensas eso?


—¿No estás molesto? ¿No me vas a abandonar? 


—¿Por qué te abandonaría? ¡Mike, por dios! Tranquilo, es sólo que no me lo esperaba de ti. Bueno…nunca lo hiciste obvio y pensé que… Bueno, el chiste es que te gusta Anwar, ¿verdad? Y la cagaste al haber tenido sexo con él y le hiciste ver que no te importaba.


—Sí. Le envié un mensaje…pero no me contestó. Y todos los días me ignora. Y ya no puedo más. ¡Cometí un error, lo sé! ¿Pero…por qué…por qué me duele tanto?


—Mike, porque lo quieres, por eso duele. Si tanto quieres arreglar las cosas, por lo menos debes disculparte de frente con él. Espera a que se terminen las clases y búscalo; dile que es crucial que te escuche. Aunque no acepte la disculpa, tú debes pedirle perdón. ¿Queda claro?


—Sí, está bien.


Por fin llega el Lunes y la escuela se reanuda. Otra vez tenemos parciales, el resto de los exámenes. Y tomo el consejo de mi entrenador. Busco a Anwar en algún momento en que esté libre, pero me es difícil sacarlo de su grupo de nuevos amigos; hasta que quedamos en el baño. ¡Por fin! Cierro la puerta del baño con seguro por dentro, aunque puedo escuchar algunos cabrones gritar maldiciones y decir que nos van a reportar. Me vale un carajo.


Anwar está parado cerca de los cubículos y está recargado en la pared. Su rostro está serio, molesto, y no luce aquella sonrisa que me fascina. Tiene sus brazos cruzados y sus ojos me contemplan como si estuvieran vacíos.


—Sé que me dijiste que todo se acabó y lo respeto. Pero necesito decirte algo —hablo con toda la sinceridad de mi corazón; incluso puedo sentir el palpitar de mi corazón con fuerza y hasta que mis manos sudan—, necesito decirte algo importante, Anwar.


—Tienes el descaro de hablarme, qué hijo de la gran puta eres, Mike —la voz de Anwar suena demasiado molesta. Tal vez me va a dejar herido y yo no seré ni capaz de defenderme.


—Anwar, sé que te hice daño. Sé que actué mal. Lo sé…y me arrepiento tanto. Lamento mucho haberte hecho daño, de verdad lamento haberme aprovechado de tus sentimientos, maldita sea… —comienzo a llorar—, nunca podré perdonarme lo que te hice. De verdad, lo lamento. Siento tanto haberme aprovechado de ti y haber tomado ventaja de tu cuerpo.


—¿Y?


Sostengo la mirada de Anwar y me doy cuenta de que es demasiado tarde. Lo he perdido ya.


—P-Pues… Quería que lo supieras. Tienes el derecho a saberlo. 


—Ya, claro… Pues, púdrete, Mike —Anwar camina hacia la entrada.


Y yo…no soy capaz de detenerlo.


—¡También me gustas, Anwar! ¡Me gustas mucho! Y me vale un carajo que seas un hombre como yo…porque lo que siento por ti se desarrolló como algo genuino y también te quiero. ¡Mierda! La cagué, mal plan. Lo sé…pero… Por eso decidí decirte la verdad, porque no puedo más.


Anwar da una media vuelta y me encara.


—Marica —replica Anwar. 


Sin otra palabra más, Anwar sale del baño. Me quedo solo, completamente abandonado, roto, dolido… Mis manos tiemblan y no puedo detener mi llanto. Soy un canalla, la mierda más grande de este mundo. Me arrodillo junto a la pared y sigo con mi sollozo; ¿cómo seré capaz de seguir con esto? Estoy perdido, completamente perdido. 


Por más de una media hora, en lo que el baño permanece en soledad, me acomodo en la pared, recargado y con las manos en las piernas, y lloro. Me hostigo con pensamientos crueles, me hago saber que soy una basura, me recuerdo que soy un cabrón hijo de puta por haber herido a quien me había entregado sus sentimientos. Y pienso que ya no hay manera de continuar, que he quedado como un marginado. Quiero morir. Quiero desaparecer y dejar de existir en este instante.


Sin embargo, la puerta es abierta y un grupo de estudiantes se adentra; entre ellos está Anwar. ¿Por qué ha regresado?


—¿Oye, Mike, qué haces aquí? —pregunta el que está en la derecha, Fergus, el tipo Fantasma del gremio Necrozoma—, ¿estás bien, por qué lloras?


—Déjenlo —dice Anwar con seriedad—, seguramente no pudo conseguir una erección con las chicas esas con las que suele coger.


Pero no hay respuesta por parte de los otros dos. De hecho, noto que los otros dos alumnos se miran entre ellos y luego me ven como si las palabras de Anwar hubieran sido mentira. ¡Porque lo son! Me pongo de pie y me acerco a ellos. Voy a decir la verdad y me vale un pepinillo. 


—No estoy llorando por eso —recrimino con seriedad y con una sonrisa en el rostro—, de hecho es porque hice una mierda, contra Anwar. Lo usé, ¿saben?


—¡Mike! —Anwar intenta interrumpir; pero lo ignoro.


—Porque no pude aceptar que me gusta también. 


—¿Qué? —preguntan los otros dos alumnos al mismo tiempo. 


—Y sí, tal vez soy marica o bisexual o yo qué sé. Pero me gusta Anwar y la cagué. Me disculpé con él y al final…yo terminé sintiéndome como un jodido pedazo de mierda.


No hay sonido alguno. Anwar me contempla con odio, lo puedo reconocer fácilmente. 


—¿Qué? Ya me cansé de esconder quién soy en verdad —repongo al notar la mirada de Anwar—, y lamento haber tomado todo este tiempo. Ya no te preocupes, Anwar, tus palabras fueron obvias y me he disculpado. Supongo que no puedo hacer más, y sé que jamás volveremos a ser nada. Pero no digas mentiras sobre mí, eso te lo pido por favor.


Con prontitud, salgo del baño, limpio mi rostro y camino por el pasillo hacia los casilleros; me siento liberado. Es como si aquella punzada en mi pecho se hubiera detenido y como si ya no hubiera algo que me presionara todo mi cuerpo. Sé que herí a mi mejor amigo, a la personas de quién estoy enamorado, pero…¿qué más podía hacer? No quiero volver a sentirme como una basura, ni mucho menos usar a las personas por falta de honestidad por mi parte. Así que he tomado la decisión de dejar de mentir. Si me vuelvo a enamorar, y si es de un hombre, pues no me va a interesar; se lo diré y ya.


Al quedar frente a mi casillero, noto que la escuela está casi toda sola, y uno de mis compañeros de clase está junto a mí, en su casillero. Es Sandri, un tipo Tierra del gremio Sandaconda; y el chico parece un poco intimidado por mi presencia. Bueno, él es un poco raro, pero ignoro su manera de comportarse.


—D-Disculpa —Sandri habla con pena notoria y me mira—, ¿Mike?


—¿Sí?


—Estaban diciendo que estabas llorando en el baño… Y eso que… Tú eres del tipo Pelea… No sabía que los de tu clase lloraran.


Intento no molestarme, pero decido replicar; claro, ignorando que Anwar ha llegado con los otros dos alumnos que lo acompañan últimamente. 


—Pues sí, Sandri, nosotros también lloramos. Tenemos sentimientos; a veces la cagamos, a veces no, pero casi siempre la cagamos. Porque somos un poco torpes cuando tenemos que decir lo que sentimos. Pero, ¿sabes qué? Estaba llorando porque me enamoré. ¿No te parece lo peor? Digo, si somos del tipo Pelea, y yo siendo del gremio Machamp…¿cómo te queda el ojo?


—Fantástico —Sandri dice con emoción obvia—, es como si esa capa de músculo y rostro de macho te hiciera invulnerable al amor. Pero te enamoraste, ¿de quién?


—De un hombre. De Anwar.


—Deja de decir estupideces, Mike —la voz de Anwar suena con enojo detrás de mí—, deja de decir que te gusto. Sólo me follaste, ¿o no?


—Pues no —replico al dar una media vuelta—, porque realmente me gustas. Y me has gustado desde tiempo atrás, pero fui un idiota al no aceptar mis sentimientos y al haberte juzgado por ser un varón. Pero lo has escuchado y te lo vuelvo a decir, y dime marica si quieres, porque me gustas. Y me arrepiento de todo lo que te hice. 


Y salgo corriendo fuera del edificio. ¿Qué mierda hice? La cagué otra vez. ¡Ah! Hasta parece que nací para ser un idiota. Pero escucho que me persiguen y por fin me alcanzan. Tocan mi brazo y me detengo. Es Anwar.


—Deja de correr, Mike —Anwar dice entre jadeos por la corrida—, y ya basta. Ya, comprendo, cometiste un error, me traste de la mierda y fuiste incapaz de decirme que sientes algo por mí. Pero ya…ya deja de hacerlo público.


—¿Por qué? —vuelvo a encarar a Anwar—, tú eres abiertamente gay.


—Sí, pero tú no.


—¿Y? No me molesta decirlo y que digan lo que quieran los hijos de puta. Me vale un comino lo que otros piensen de mí. A mí sólo me interesas tú y lo que mi entrenador piense. 


—¿Se lo contaste a él?


—Sí.


—Jodida locura que estás haciendo… Mike —Anwar acerca su cuerpo a mí y besa mi mejilla—, perdóname tú también a mí. Te perdono, pero ahora yo te pido una disculpa. No he actuado bien, pero estaba enfurecido.


—Y con justa razón.


Abrazo a Anwar y lo beso; y lo beso con fuerza y ternura y le susurro al oído que lo quiero, que lo necesito, que estoy enamorado de él y que deseo ser su novio. Y otra vez me siento como en las nubes, pero más arriba de las nubes, como en una especie de paraíso sublime. Estoy tranquilo y feliz de estar junto a Anwar, pero ahora de la manera correcta; sin miedo a mis sentimientos y aceptando lo que él siente por mí.

Notas finales:

Estimados lectors, la Poké-School cerrará sus puertas hasta nuevo aviso. Por ahora no se aceptan peticiones ni tampoco nuevos ingresos de Pokémon. Espero hayan disfrutado de estos pequeñas historias.

¡Nos leemos en otra ocasión!


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