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STAY BY ME por AFQuiro

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Envidio a las chicas fitness. Esos culos son difíciles de conseguir.
-Consigue un novio. Hará todo el trabajo por ti-dijo Hannah golpeando su trasero.- Funciono conmigo y también con Andrew. Míralo, no puede ni sentarse.
Las fulmine con la mirada. Mierda, deberíamos estar haciendo el proyecto para la revista y no debatiendo sobre quien tiene el mejor trasero, ni mucho menos, hablando sobre mi vida sexual.
-Mm- fue la escueta respuesta de Zoe.- Siento celos de ti. Sam es un amor.
-Y ni que decir de lo ardiente que esta-reímos al ver como con una de las carpetas, hacia el intento de darse viento en los senos.-La primavera es mi estación favorita. Ver a Sam en musculosa debería ser un delito-Zoe estuvo de acuerdo.
Ambas trataban de pincharme.
Sentir celos cuando hablan así de tu novio seria lo correcto. En un principio lo fue, pero con el correr del tiempo y con amigas como las mías, sus constantes bromas eran el pan de cada día.
El claxon de un vehiculó sonó a lo lejos, era el sujeto de sus conversaciones. Guarde mi ordenador y los apuntes, el resto lo deje esparcidos en la mesa, mañana continuaríamos con el proyecto de todos modos.
-No te olvides de enviar el pdf y las nuevas correcciones.-dije colocándome la mochila al hombro.
-Sip. Lo hare-contesto Hannah cambiando de canal.
Me despedí de ambas y baje los tramos de escaleras que correspondían al segundo y primer piso del edificio, el ascensor estaba en refacción, mala suerte para mi.
Sam se encontraba apoyado en la puerta del conductor hablando por teléfono. En cuanto me vio intervambio unas cuantas palabras mas y finalizo la llamada.
-Hola-saludo con su característica sonrisa atractiva y cierto cariño en sus ojos.
Tal vez yo era un mentiroso por decir que no sentía celos. Estaba equivocado, lo admito. ¿Quien no lo estaría? Sam era el epitome del hombre perfecto. Mi hombre. Mío, dije en mis adentros. Y muy internamente me molestaba que hablasen de él, aunque no lo demostrase.
Me acerque, rodee su cuello con los brazos y lo bese sin importarme, en ese instante, que alguien nos viese. Sam correspondió mi hambriento beso con gentileza.
Silbaron a mis espaldas. Levanto la mirada en dirección al edificio y sonrió. Mentalmente sabia quienes eran, así que deje caer mis brazos y gire sobre mis talones.
Hannah y Zoe, apretujadas en el marco de la ventana, reían como locas.
-Por favor, Sam. No seas tan rudo con nuestro pequeño Andy. No pudo sentarse bien por el dolor en su “gran trasero”.- se burlo lo suficientemente alto como para que escuchasen todos los vecinos.
Mis mejillas se tiñeron de un rojo intenso por la vergüenza. Le saque el dedo del medio y subí disparado al coche. Y desde mi lugar observe a Sam hablar con ellas. Subió con alegría desmesurada y encendió el motor.
-Dicen que eres un algodón de azúcar cuando estas avergonzado.
Paso los nudillos fríos de su mano derecha por mi mejilla, dedicándome una mirada llena de afecto. Mi cuerpo tembló levemente por el contacto.
-¿Que les dijiste?-pregunte en un suspiro. Cielos, había sonado casi como un gemido.
Si era posible, me sonroje aun mas. Enojándome conmigo mismo por mis reacciones corporales descontroladas.
-Que no se equivocan- sonrió y empezó a conducir.-Y que eres aun mas tierno cuando frunces el ceño disgustado. Como lo estas haciendo ahora-dijo esta vez acariciando mi muslo con la mano libre, sin despegar la mirada del camino.
Apoye mi frente en el vidrio y observe las luces de los carteles neón pasar. Algunos eran mas chillones que otros y con cómicas publicidades que reemplazaban cada dos por tres. Llevábamos viviendo en la ciudad seis años. Era nuestro nuevo hogar. Estábamos ya acostumbrados, cada uno con sus actividades y las amistades que fuimos forjando en este lapso de tiempo.
………………..
Lance mi mochila al sofá olvidando que tenia la laptop en ella. Maldije internamente quitándome el abrigo, el cual cayo ruidosamente en el suelo de parqué desgastado.
-Levántalo.
-Después.
Suspirando, coloco su abrigo junto con el mío en el perchero de la entrada. Sonreí en mis adentros, siempre lo hacia.
- Te comportas como un niño.
-Y tu como un viejo-respondí cerrando la puerta del baño.
A pesar del tiempo, mi gusto por molestarlo no había desaparecido. Adoraba estos momentos en el que tan solo nos comportábamos como mejores amigos.
Mi cuerpo necesitaba un buen baño de agua caliente para des tensionar los músculos de mi espalda. El proyecto estaba poniendo mis nervios de punta y me alegraba saber que seria el ultimo. Muy pronto vería mi tan anhelado titulo.
…………………………………………………………………
-Los archivos de la policía, sub secretaria.-Martin dejo en el escritorio una extensa pila de documentos.
-¿Estas escuchandome?- Sam desvió la mirada de las hojas que revisaba e hizo el intento de prestar atención.-Estas son las apelaciones…
Dios, su mente era un lio en estos días. Había releído mas de 4 veces la misma pagina y aun así no recordaba de que trataba. Frustrado, peino sus cabellos con ambas manos.
-¿Te encuentras bien?- Martin detuvo toda explicación.-Has estado un tanto perdido estos días.
-Lo siento.
Dudaba en si contarle o no sobre lo que rondaba por su mente. Necesitaba quitarse varias dudas de encima, y tenían que ser en la menor brevedad posible, porque no solo estaban afectándole a él sino a su trabajo. Y Su hermana que hacia de psicóloga, estaba de viaje al otro lado del país, en un congreso de médicos cirujanos.
Miró fijamente a Martin. Era un tipo confiable, uno de los pocos que había conocido que tenia los pies sobre la tierra y tomaba decisiones importantes con la frialdad y precisión requeridas; siendo el motivo por el cual le cayese tan bien y que en poco tiempo, de colegas pasasen a ser amigos, sabiendo por inercia sobre su relación con Andrew.
-Tengo dudas- dijo con voz cansada, siéndole un poco extraño el tener que abrirse a alguien diferente sobre los temas concernientes a su vida privada.
-Me equivoco si digo que es sobre el caso, ¿cierto?- tomó asiento en una de las dos sillas frente al escritorio.-Venga, te escucho. Tratare ser de ayuda.
-Cielos, esto es raro- dijo pasando los dedos por su sien y después de varios segundos continuo.-Quiero…pedirle matrimonio a Andrew-miro expectante a Martin, notando como los engranajes de su cabeza comenzaban a moverse.
-¡Uf. Un gran paso!-Sam asintió.- Un poco mas de información no vendría mal. No veo el problema. Si en verdad se aman, no hay nada malo en que decidas pasar al siguiente nivel.
-Ese es el problema. No puedo prever cual será su reacción. Es como si se lo pidiese a un total desconocido- y no mentía. Temía ser rechazado.
Con Ann nada seguía su trayecto. Era el tipo mas impredecible y voluble que conocía; en un momento estaba saltando de felicidad y al segundo instante, mandaba al demonio a Sam sin motivo alguno. Como ayer, cuando fue a recogerle y le sorprendió con un beso en plena vereda. ¿Había estado asombrado? Sí, y mucho, sabiendo que le incomodaba las demostraciones de afecto en publico. Ese beso le había tomado con las defensas bajas, y en el momento en el que le demostró cuan feliz se sentía, Andrew se recluyo en su caparazón de indiferencia.
Siempre había sido así, no lo culpaba, el demostrar sus sentimientos le era complicado, incluso con su propia madre, la mujer que él mas adoraba. Pero esa inconstancia estaba desesperándolo.
Amaba a Andrew a pesar de su rara constipación emocional, y daría su alma por él si se la pidiese; pero, joder, seguía siendo un hombre, un hombre enamorado que deseaba dar amor sin inivisiones, sin temer que su pasión espantase a su pareja, lo cual era absurdo.
Andrew había sido un tipo heterosexual toda su vida hasta el día en que Sam le confeso sus sentimientos sin esperar a ser correspondido, y así sucedió, en cuanto termino de hablar, sin decir nada cerró de un tirón la puerta de su casa, dejándolo afuera con el corazón destrozado. Creyó en ese instante que había perdido no solo a la persona de la que estaba enamorado sino también una amistad de toda la vida. Repito, como se trataba de Andrew, nada era lo que parecía. Mientras hacia sus maletas para ir a la universidad mas lejana posible de sus amigos, bajo la nieve, tras una semana completa sin verlo, un Andrew totalmente confundido miraba el timbre de su casa con la duda reflejada en su rostro. Luego de una conversación breve, que el la sintió larga, y un “Estoy confundido. No se lo que en verdad siento. Pero te quiero y odio la idea de que te alejes de mi” fueron suficientes para que su corazón maltrecho saltase a la vida con un palpitar exagerado. Había comprendido que a partir de ese momento, en lo tocante a Andrew, la paciencia seria su mejor aliada y no lo defraudo. Poco a poco, empezó a corresponderle.
-Es mas complicado de lo que pensaba-ambos sonrieron por el comentario-Pero…
-Siempre existe un pero.
-Como iba diciendo, deberías intentarlo de todas formas. Es una sugerencia. Llevan alrededor de cinco años juntos.
-Seis.
-Ahí lo tienes. Para mí, lo suficientes como para lanzarme de picada. Conoces mi historial, fui rechazo tres veces y por la misma mujer.
-No es alentador.
Sam negó con la cabeza divertido.
-La cuarta fue la vencida. Ahora es mi esposa y la futura madre de mi hija. Y solo llevamos cuatro años de relación, sumándole medio año de casados- hubo una pausa, ambos pensaban.- No negare que fue una total mierda el ser rechazado. En cierto modo la entendía; es una mujer fuerte e independiente y le encanta proyectar todo. Tal vez, en ese entonces, yo no estaba incluido en su plan de vida. Pero gracias al amor que siento por ella no me di por vencido y ahora no me arrepiento. Soy feliz y por lo que se, ella también.
-No te equivocas- afirmo. Recordando la primera vez que la vio en la oficina.
Una mujer alta, rubia, con una seguridad atronadora y mirada helada; pero en cuanto vio a su marido, esos ojos fríos se iluminaron y un sutil sonrojo adopto sus mejillas cuando Martin le dio un agradable beso en la sala de espera, en presencia de todos.
Deseaba que Andrew también lo mirase así en todo momento y no en breves lapsos. Muy en el fondo sabia que él le quería, ¿Cuánto y en que grado? Era la incógnita. Y ese hecho era el principal motivo de su inseguridad.
Otra nueva revelación, el tipo lo redujo a un ser inseguro cuando Sam no era para nada uno.
-Perdón.-Martin se disculpo rascándose la parte trasera de su cuello-Se suponía que debía escucharte y no al revés.
-Descuida. Fuiste de gran ayuda.
No mentía. Estaba decido a llevar acabo su propuesta a pesar de la respuesta. Dejaría que Andrew lo sorprendiese como todas las veces.
-¿Cuáles pertenecen a la fiscalía?.
………………..
Si me preguntasen que era lo que mas odiaba en el mundo, respondería, sin lugar a dudas: el maldito despertador de Mickey sonando.
-Gracias-gruñí somnoliento cuando Sam lo desactivo.
-Vamos. Hora de levantarse-dijo arrastrando sus dedos en mis cabellos, dando leves masajes. Mis brazos estaban alrededor de él, y mi pierna derecha sobre la suya. Su pecho era lo mas cómodo para descansar.-Ann, llegare tarde al trabajo-susurro alejando sus dedos de mi cabeza para acariciar suavemente mi columna. Temblé y con otro gruñido, gire y le di la espalda.
-Vete-dije bostezando y posicionando mi almohada “incomoda” bajo la cabeza.
Escuche sus pasos en la habitación, la ducha encendida, las puertas del armario correrse y luego mi mente se desconecto, transportándome nuevamente al país de los sueños.
…………………………………………………………………
-Otra vez tarde-censuro Hannah posando una mano en su diminuta cintura de modelo.
-Es demasiado temprano para tus regaños-me queje ingresando al departamento.
-Y demasiado tarde para empezar el trabajo.
Zoe y Kai, el cuarto miembro del grupo y un chico asiático agradable, pegaban imágenes en un afiche.
Suspire, seria otra tarde de lo mas normal: edición, almuerzo, recortes, buscar información, bromas, ordenar los materiales, merienda, limpiar el lugar y repartir las tareas. Y así fue.
El reloj de pared configurado, marco las siete, hora de nuestra libertad. Kai, fue el primero en marcharse y luego le siguió Zoe, alegando que debía comprar una torta de cumpleaños para su hermanita y esperaba conseguir una de su agrado.
-Al parecer tu príncipe azul no vendrá por ti.
Hannah pintaba sus esculpidas uñas de un amarillo flúor.
-Es día de autobus-respondi desanimado.
Hoy mas que nada, deseaba llegar rápido al departamento y lanzarme a la cama. Debía urgente aprender a conducir.
-Puedo acercarte, pero tendrás que esperar hasta que seque el esmalte-se ofreció de buen grado mientras agitaba sus manos y soplaba sus dedos.
-Tomare el autobús. Gracias.
De camino a la parada me encontré un billete de un dolor en el césped y no tuve que esperar mucho tiempo bajo el frio a que viniese el colectivo. Podría considerarlo mi día de suerte.
Con la cabeza apoyada en el vidrio, recordaba las cosas que habíamos hablado esta tarde en casa de Hannah. En común de acuerdo, nos tomaríamos una semana para incorporar ideas nuevas. ¡Gracias al cielo! porque mi mente estaba tan seca que en un esfuerzo por pensar, tarareaba la canción de un programa infantil “Piensa, Pinky, piensa.” Eso y otras cosas mas rondaban en mi cabeza, cuando nos detuvimos por el atareado trafico. Aproveche de mirar los escaparates por si en alguno encontraba un posible gorro de invierno de mi agrado.
Bastante fue la sorpresa al ver a Sam salir de una tienda de joyerías, tenia los brazos en los bolsillos de su saco y sonreía ante la efusividad de su “insoportable-trepador-amigo”, quien tenia ambas manos rodeando el brazo de Sam y su cabeza rubia apoyada en su hombro.
Un fuerte nudo aprisionó mis entrañas, y horribles celos burbujearon de mi ser al ver que no solo estaba escalando en Mi hombre, sino que llevaba una pequeña bolsita Cartier en la mano.
Apreté la mochila contra mi pecho con toda la fuerza posible. Quería bajar y de un tirón alejarlos y gritar disparates a Sam como un loco desquiciado; pero para el bienestar de mi dignidad, el colectivo empezó a moverse, dejándolos atrás. Tome una gran bocanada de aire y lo exhale despacio. Los engranajes de mi mente giraron furiosamente durante todo el trayecto a casa.
Al llegar, arroje sin cuidado la mochila al piso y me senté en el sofá con vista a la entrada. Cruce los brazos en mi pecho intentando adoptar una postura enojada. En cuanto los minutos pasaban y yo esperaba, mi seguridad se desmoronaba, y lo que en su momento fue una postura recriminatoria termino en un yo abrazando mis rodillas y mi cabeza apoyada en ellas.
………………..
Odiaba sentirse celoso. Andrew no se consideraba un novio por demasía posesivo. Sam siempre le había demostrado que lo amaba, que el siempre seria su foco total de atención, “Mi vida” dijo en una de las tantas peleas. Aun así, detestaba al tipo que se auto consideraba mejor amigo de Sam. Andrew era el mejor amigo de Sam y también su novio, punto.
El hecho de que Jeremy, ese era el nombre del idiota coqueto-pomposo, había sido compañero de Sam en la facultad durante toda su carrera, había representado un enorme dolor de cabeza. Y sus frustraciones las creyó perdidas cuando Sam se recibió y empezó a trabajar en un bufet de abogados diferente; reduciendo el contacto con el sujeto presumido y puntilloso.
Todos sus encuentros con el twink de boca ingeniosa, terminaba con un Andrew mirándose en el espejo. No es que se considerase feo: con pelo color caoba, piel pálida, ojos verdes cubiertos de largas pestañas y figura delgada, no distaba mucho de ser atractivo, bien, lindo. Siendo sincero, pensaba que toda esta mierda que le hacia ver poco varonil era algo que atraía a los hombres gays. Por lo tanto, no existía razón alguna para sentir celos del rubio estrafalario y orgullosamente salido del closet, que representaba Jeremy. Solo se sentía así cuando el pequeño idiota, sabiendo que molestaba a Andrew, era un chicle meloso y pegajoso cerca de Sam.
………………..
Levante la mirada al notar que la puerta se abría. El enojo bullía de mi a nuevas cuentas, pegue un brinco para estar de pie y cruce otra vez los brazos.
Sam estaba en lo suyo, realizando el protocolo de entrada: cerrar la puerta, colgar las llaves, quitarse el saco y el gorro para luego también colgarlos; y por ultimo las botas de leñador, las cuales con parsimonia desataba las trenzas. Pero no logro quitárselas porque mi propia impaciencia lo detuvo.
-¿Donde estabas?-vomite sin contenerme.
Frunció el seño ante mi tono.
-¿Disculpa?. Buenas noches para ti también- dijo en su lugar, analizando mi comportamiento.
-Te vi con el idiota de Jeremy.
Joder, no quería sonar ofensivo ni mucho menos insultar a alguien que no se encontraba presente, pero lo hice.
Al notar que Sam paso de alerta a precavido, mirándome con recriminación, fue el balde de agua fría que necesitaba, o eso creía.
-No estoy de humor para aguantar uno de tus días.
-Pero sí para sacar a pasear a tu perra.
Me golpee mentalmente por mi falta de filtro. ¿Qué demonios pasaba conmigo?.
-No tienes derecho a hablar así de él-reprocho perdiendo la paciencia.
Le fulmine con la mirada. Ahora le defendía y me trataba como a un niño berrinchudo. Reí histérico y no controle la mierda que solté después.
-Te acuestas con él. Eso explica todo.
Quise sonar como si no me importase; pero el imaginar a Sam tocando a Jeremy de la misma forma que hacia conmigo, me ponía enfermo.
-¡Es suficiente!. Estas comportándote como un completo imbécil-bufo molesto. Se agacho y empezó a anudar sus cordones.
¿Acaso pensaba huir y dejarme como la loca novia que despotricaba todo?
-Bien-dije. No midiendo las siguientes palabras al igual que las anteriores.-Entonces, se acabo.
Desconcertado, conecto su mirada con la mía.
-¿Qué?
-Terminamos-respondí apresuradamente.
Sam permaneció estoico por breve instante; y para cuando regreso en si, note el cambio en su mirada. Sus ojos me observaban con frialdad, decepción, suplantando la cacteristica adoración. Un leve escalofrió recorrió mi espina dorsal.
-Si eso es lo que quieres-dijo empleando un tono seco y tan sombrío como su mirada.
Arranco su chaqueta del perchero junto con las llaves del auto, y de un portazo desapareció.
En total soledad, caí consiente de que mis manos temblaban levemente. El subidón de adrenalina, mas la furia burbujeante, habían desaparecido. Mire el cielo a través del ventanal. No creía que de mi boca habían salido esas palabras. Peleábamos, sí, pero nunca al punto de pronunciarlas.
El cambio de actitud en Sam demostraba que esta vez cruce la línea por muy lejos; y una vocecita en mi interior exigía que corriese tras él y tratase de disculparme, la mande al demonio. No era la primera vez que peleábamos, “Pero nunca así” dijo la intrusa, a nuevas cuentas la ignore. Se suponía que el ofendido era yo y no él.
Afuera, las nubes cubrían las estrellas y desde mi perspectiva, la noche tenia un tinte lúgubre. Fruncí el ceño, molesto y a la vez derrotado. Lo mejor seria acostarme y olvidarlo. Mañana las cosas regresarían a la normalidad, Sam volvería, se disculparía y seguramente haríamos el amor como todas las veces.
Notas finales:

Muchas gracias por darle una oportunidad a esta pequeña historia.

Espero que les haya sido de su agrado y disfrutre. Sera una historia corta, no mas de 10 capitulos, los cuales ya estan escritos.

¡Amor y Paz! 

Y nos leemos en el siguiente capitulo. Cuidensen.


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