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De camino a casa por InuKidGakupo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Saiki K. no me pertenece.  

Notas del capitulo:

Desde que los vi juntos supe que eran el uno para el otro xd. Los pensamientos de Saiki están en cursiva.

Estaban una vez más en ese lugar, en esa situación. Una visita inesperada y desagradable que irrumpe con su especial naturaleza inquieta la tranquilidad tan anhelada por Saiki en su fin de semana.


Negarse no es una opción a esas alturas. Simplemente se queda callado y serio cuando Touma se sienta en el suelo de su habitación y lo mira con esos ojos grandes, una expectación que casi parece anormal en su gesto estático, como si no fuera capaz de parpadear.


El rostro de Saiki es el mismo de siempre, inmutable ante la carrera de palabras que brotan de su boca, un par de negativas silenciosas ante cada idea tonta que Touma suelta solo para incentivar alguna especie de juego nuevo.


Touma, piensa Saiki, no ha cambiado nada desde que eran niños. Demasiado infantil para seguir buscando un amigo con el cual pasar el tiempo como cuando eran realmente jóvenes e inocentes, demasiado ocupados buscando algo que hacer entre el parque, el sol, las risas, los secretos, la forma en la que Saiki buscaba impresionarlo, aunque nunca demasiado.


El recuerdo se esfuma rápidamente, han pasado años desde que ambos estuvieron juntos sobre la caja de arena y Saiki aleja el pensamiento de sus propios ánimos, de sus risas infantiles y animadas cuando Touma se hizo su amigo, su único amigo, al menos lo suficientemente cercano.


Su atención vuelve a Touma, sus palabras siguen brotando de forma fluida, el fondo de sus pensamientos un nudo demasiado apretado como para que Saiki entienda algo entre el enfoque desordenado. Te falta ver a través de ellos, decía Touma cada vez que Saiki intentaba leerlos sin éxito.


— Bueno, he decido el siguiente reto, serán los números en esta encuesta — sus ojos giran al televisor y señalan un programa de apuestas donde un montón de bolas blancas con números gira en una canasta metálica y alguien la saca de forma aleatoria. Simple estadística, o quizá un golpe ridículo de suerte.


Ya hemos jugado demasiado, ¿no crees? Saiki rueda un poco los ojos, el residuo de la comida que Touma ha robado de su cocina todavía descansa sobre la mesa baja. Este día le ha costado más que una rebanada de pastel.


— Vamos, Saiki, ¿es que estás intimidado por mi victoria? — Touma parece bromear pero su rostro sigue serio, apenas una sonrisa vibrando unos instantes antes de continuar — Además, me está dando un poco de sed, ¿quizá deberíamos apostar ahora una bebida?


No.


— ¿Entonces tal vez debería ser uno de tus cómics?


Olvídalo.


— ¿Qué tal algunos postres dulces?


Solo lárgate.


— Vamos, Saiki, estoy aburrido — Entonces vete a casa — ¿Por qué no quieres jugar más? ¡Tal vez esta vez puedas ganarme!


Saiki se estremece ante el tono arrogante de Touma, sus ojos apartándose un momento para ver el enfoque del juego en la televisión.


Esto se volvió tedioso, si vienes solo a hacerme perder las apuestas y llevarte mi comida entonces te puedes olvidar de volver a venir.


— Oh, Saiki, no es por la comida, solo quiero divertirme contigo — su sonrisa gentil se asoma antes de volver sus ojos al televisor — Bien, en ese caso ya no apostaré comida, ¿qué te parece si tomamos en juego algo más?


No quiero, solo vete.


— Muy bien, ¿qué deberíamos apostar? — Touma se acaricia la barbilla pensativo habiendo ignorando por completo su comentario en la voz de su cabeza desprolija — ¿Qué tal si el que pierda tendrá que correr en bikini por una cuadra completa?


Vete de mi casa.


— Bueno, veamos, si yo gano tendrás que dejarme usar tu uniforme — ¿Qué? Ya perdiste la cabeza. — O quizá, debería hacerte cargar mis útiles en la escuela — Yo no te conozco. — ¡O qué tal si me llevas en tu espalda camino a casa!


Definitivamente no.


Touma suspira entonces un poco derrotado, las ideas siendo aún una cuerda anudada en contra de su mente que resulta indescifrable aun para Saiki, era un dolor de cabeza intentar leer su enroscada mente y solo podía percibir un montón de palabras inconexas que saltaban alrededor de su cabeza.


— Lo tengo — Touma se puso serio, el juego en la televisión seguía avanzando y dentro de la jaula el número de las pequeñas pelotas blancas iba disminuyendo — Si yo gano, me dejarás besarte.


… ¿qué?


Saiki se levanta de golpe, en ese instante se siente listo para tomar a Touma y sacarlo de un golpe por la ventana solo como para dar un poco de tranquilidad a su mente ante esa horrenda barbaridad.


Sin embargo, antes de que Saiki pueda tocarlo y arrojarlo como a un gato callejero por la puerta principal, sus ojos se detienen en la expresión determinada y firme de Touma. En algún punto en la mente de Saiki, Touma sigue siendo aquel niño pequeño y endeble, el bulto que apenas se mueve en contra del escritorio del salón.


El recuerdo es un constante flash en su cabeza, es un pitido, un dolor en su cuerpo cuando piensa en ello y de alguna manera percibe exactamente la misma escena una y otra vez como una terrorífica pesadilla rebobinándose.


Saiki todavía puede sentir la furia, la adrenalina, el coraje, la sensación de un vínculo real quebrándose. Entonces los días de sol en contra de la caja de arena vibran como una pequeña hoja en su pensamiento, lo único que Saiki había podido pensar era que quería protegerlo.


— Si yo pierdo, nunca volveré a venir, y no te molestaré en la escuela tampoco, ¿qué dices?


Saiki se queda estático, es una tontería absoluta, quiere negarse y lanzarle un libro en la cara por la forma absurda de soltar aquellas palabras como si fueran nada.


Pero Saiki solo puede mirarlo y saber. Nunca llegué tan lejos por nadie. Los niños golpeados, el salón destruido, la furia, la falta de control. No puede ver nada más allá de eso antes de volver a lo mismo. La arena entre sus dedos, la risa de Touma, el sol.


Es estúpido, deberías dejar de bromear de esa manera.


— No estoy bromeando — los ojos de Touma se hacen grandes y expectantes — Y sabes que no estoy bromeando. Lo haré.


Saiki lo piensa, en realidad, es tentadora la oferta de librarse de él y en la rueda metálica del juego en la televisión quedan muchísimos menos números, intentar adivinar cuál podía ser el siguiente podría resultar en una tarea demasiado fácil.


Está bien. Hagámoslo.


Saiki toma lugar a su lado en el televisor, su mano sujeta el control remoto antes de subir el volumen y ver la lista de los números que han salido ya. Touma hace lo propio, sus ojos digitando la probabilidad a la que ambos intentan llegar.


— ¿Sabes por qué quiero ganar? — Touma pregunta, sus ojos no se despegan de la televisión mientras la jaula sigue dando vueltas.


¿Por qué eres estúpido? Esto no es más que algún intento tonto por humillarme, ¿no?


— No — Touma se gira, por primera vez sus labios permanecen sellados unos momentos antes de girar — Porque es lo que he deseado desde hace mucho, Saiki.


¿Qué? ¿Por qué tú querrías…?


La televisión suena fuertemente y la nueva bola que se ha elegido aleatoriamente descansa en la mano del presentador antes de que el número sea revelado al público.


— Es el número diecisiete — dice Touma, señalando.


Saiki gira de nuevo a la televisión solo para comprender que no había puesto atención por seguir la extraña confesión de Touma y había perdido de vista todos los números y la estadística.


Ah, espera, eso es trampa, estaba distraído.


— Claro que no, solo di un número antes de que lo revelen.


En ese caso, la bola es la número ocho…


[…]


Cerrando los ojos Saiki piensa en esas cosas. La gente era un puñado de caracteres, músculos, huesos, nada sobre su superficialidad era relevante a sus ojos, un puñado de cosas que no se diferenciaban una de la otra.


Saiki no puede ver nada sobre las personas en ese sentido. Ni más bellos, ni más feos. Los hombres y las mujeres desaparecen con la misma facilidad debajo de una visión como la suya, debajo de su mentalidad.


No hay nada entonces salvo sus pensamientos, sus actitudes, sus emociones, el modo en el que enfrentan la vida. La manera en la que deciden vivirla. Ahí es donde radicaba su importancia o valor, su esencia, su pureza, su genialidad, su belleza.


Separándose un poco Saiki ve los ojos de Touma sobre los suyos, sus pestañas largas, sus párpados suavemente cerrados en un gesto suave y casi demasiado delicado para conservar.


No puede leer su mente como hace con otros, es impredecible, va, viene, se hace humo y se escapa más allá de su racionalidad. La forma en la que lo miró hace tantos años es la misma. Emoción, expectación, entendimiento, un puñado absurdo de admiración y amor.


Saiki se sintió parte de algo por primera vez. Parte de alguien por primera vez.


Ahora, no es muy diferente a entonces.


El salón donde Touma es golpeado se cierra de golpe en su mente y Saiki vuelve sus recuerdos a sus pláticas, a la forma en la que le confesó entonces su secreto. Hasta este punto han sido dos veces en las que se lo ha dicho en un golpe de desesperación o en un golpe sinsentido de confianza. Quizá un poco de los dos.


Touma se junta entonces sobre él, sus labios se juntan en un pequeño toque, la sensación cálida de su rostro, de la textura suave de su boca que le recuerda a la suavidad de la gelatina de café.


Saiki cierra los ojos también y se inclina.


Ya no tiene a dónde escapar. Ya no quiere escapar.


No esta vez.


En la próxima apuesta, mejor te llevaré en mi espalda camino a casa.


Touma sonríe un poco en contra de sus labios ante la voz de Saiki en su pensamiento.


Entre el beso, Saiki se da cuenta del silencio. Después de todo, quizá esa era una buena manera de hacerlo callar.


[…]


— ¿Estás seguro de eso? — dijo el hombre un poco consternado.


— Te lo estoy diciendo — el otro hombre se encogió con un poco de temor — Antes de revelar la bola la vi en mi mano, era el número ocho, pero cuando la mostré al público había un diecisiete ahí.


— ¿Seguro que leíste bien?


— ¡Claro que lo hice! El número cambió como por arte de magia, en serio, sé lo que estoy diciendo. ¡Los números cambiaron de lugar!


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