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Sandman por LuchoDigimon20

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Notas del capitulo:

Notas al final del capítulo :)

Parte I. Phantasia.

Las noches iban y venían. El tiempo transcurría. Las plantas florecían y morían poco después en lo que parecía ser una cadena repetitiva de eventos que no llegaban a tener fin. La vida se había disfrazado de una cruel monotonía, habiendo perdido su color desde aquel fatídico día.

La niñez y muchos de sus sueños habían de acabar, la inocencia no estaba destinada a perdurar. El entrar a un nuevo ciclo, significaba dejar algo importante atrás. Muchos de sus amigos lo habían hecho, rehaciendo sus vidas. Sin embargo, él no pudo.

"¡Takato!", llamó su madre, captando su presencia apenas empezó a subir las escaleras de su casa, en dirección a su cuarto.

El aludido se detuvo en seco y pensó. ¿Bajaría y la saludaría de un beso como siempre solía hacerlo? Por alguna razón, ya no se sintió tan cómodo.

"Hola mamá", respondió inmóvil, sintiéndose desanimado, aunque lo camufló lo mejor que pudo.

La adolescencia había llegado con cambios no deseados, emociones conflictivas que peleaban salvajemente por el control.

"¿Cómo te fue en la escuela?", ella preguntó después de un tiempo.

Su madre había notado su tono de voz resquebrajado, Takato lo sabía. Él sintió como el dolor y la angustia comenzaban a invadirlo. Él odiaba sentirse de esa manera. Él odiaba que los demás se dieran cuenta.

"Bien", dijo a duras penas. "Iré a mi habitación, tengo tarea que terminar".

El silencio se prolongó y el ambiente adquirió un peso insoportable. Era claro que su mamá no iba a decir nada más. ¿Cuál era la necesidad de quedarse? ¿Cuál era la necesidad de buscar consuelo que sabía que no iba a obtener?

Ella no podía regresar lo que había perdido.

No se atrevería a culparla. Ella nunca tuvo la culpa. Ella no lo alejó sus sueños. Pero ella no podía comprenderlo.

Takato continuó con su camino.

Él no quería dejar eso años atrás. Él había sido feliz cuando era Digimon Tamer. Él había sido feliz cuando conoció a amigos de verdad. Sin embargo, su felicidad no iba a durar para siempre.

Había una única manera para derrotar al D-Reaper, aquel programa malicioso que buscó acabar con el Mundo Digital y el Mundo Real. Él entendía que debían darlo todo, incluso su vínculo tan sagrado con sus Digimon camaradas.

Takato era consciente de que ese había sido el único camino, tal cual lo era el camino que lo llevaba del pasillo a su cuarto, tan inevitable. Takato cerró la puerta tras de sí y se aseguró de colocar un seguro, no deseaba que alguien lo molestara.

Así había sido desde ya algunos meses. Se trataba de su rutina. Iba a la escuela todas las mañanas, regresaba en la tarde, mantenía una conversación incomoda con su madre acerca de su día, se encerraba en su habitación, realizaba sus deberes si sus fuerzas se lo permitían y luego lloraría, o simplemente lloraría. ¿Cuál era el punto de seguir?

Cada día que pasaba no era más que un doloroso recordatorio de que sus antiguos amigos ya no volverían. Los Digimon ya no regresarían. Guilmon ya no regresaría.

Takato, cuando era más inocente, se aferraba a esa dulce esperanza de que la puerta se abriría nuevamente y los viejos días de gloria volverían. Los días pasaban y pronto se dio cuenta de que eso no sucedería. El crecer, el darse cuenta que los sueños no siempre se hacen realidad, el llegar a dicha realización fue muy doloroso.

Takato pospondría los deberes de hoy. Sus ojos cansados buscaron la cama sin tender. Su cuerpo hizo un esfuerzo sobrehumano para llegar hasta ella. Takato se echó boca abajo y hundió su rostro sobre la almohada. Dio un grito ahogado y liberó la tensión que se acumulaba en sus sacos lagrimales.

Takato lloró hasta que se quedó dormido.


Rara vez soñaba.

Si él soñaba, entonces el lo hacía con los recuerdos a los cuales se aferraban con desesperación. Pero este sueño, era distinto a todos los demás. Vio cosas que su mente no podría recordar nunca. Sin embargo, él era ignorante acerca de la psicología y el mundo de los sueños.

Lo único que sabía era que no se sentía real. La situación era demasiado irreal, así que era un sueño.

Flotaba en medio de grandes cuerpos celestes. Uno de ellos se parecía a la Tierra, su hogar, aunque una parte de él sabía que no lo era. Habían otros tres, lunas enormes y próximas entre sí.

Había una luna roja, una luna amarilla y una luna gris, todas hermosas a sus ojos.

"¿Te gusta lo que ves?", preguntó una voz juvenil.

Inmediatamente quiso saber de donde provenía, guiado por un sentimiento cálido que no había experimentado en mucho tiempo. Su cabeza giró en todas direcciones, sin conseguir algún resultado.

Estaba confundido.

¿Dónde estaba?

¿Por qué todo esto tenía un sentimiento tan nostálgico?

"¿Te gusta lo que ves? Takato".

Aquella voz captó su atención nuevamente. Sabía su nombre, exclamó en el interior de su mente con emoción. Era un sentimiento tan extraño. Había anhelo, felicidad, amor.

En ese punto, comenzó a preguntarse como unas simples palabras lograban tal efecto en sus emociones.

"¿Quién eres?", el adolescente preguntó.

Fue una sensación de enamoramiento, como ningún otro.

"Soy tuyo", murmuró la voz.

Takato se sonrojó al momento. Eso había sido una confesión inesperada. Agachó su cabeza sintiendo vergüenza, mientras sus mejillas ardían, como si lo estuviese observando un amante con intensidad, aunque sabía que no había nada adelante suyo.

"Puedes volver a tener esto, yo te lo daré".

"¿El Mundo Digital? ¿Esta hablando acerca del Mundo Digital?", Takato se preguntó.

"El Mundo Digital", confirmó la voz, como si hubiese sido capaz de leer sus pensamientos. "Ha estado esperándote todo este tiempo. Yo he estado esperándote, Takato".

El adolescente se armó de valentía, apretando sus puños con fuerza, reuniendo fuerza para hablar. "¿Quién eres?" Preguntó de nuevo. "¿Puedo verte?".

Había tantas dudas, tantas preguntas que quería hacerle.

Todo estaba ocurriendo demasiado rápido.

Todo era demasiado bueno para ser verdad.

Y, en medio de su tribulación interna, cayó en cuenta de la triste verdad. Nada de esto era real. Esto era un sueño, un maravilloso sueño, pero un sueño, al fin y al cabo.

Su felicidad abrumadora se convirtió rápidamente en tristeza.

Maldijo, maldijo y volvió a maldecir. Que cruel y hermoso engaño. Como deseaba que todo fuera real.

"Aun no estás listo", la voz se lamentó, escuchándose cada vez más distante. "Lo siento mucho".

El pánico se apoderó de Takato.

"¡Espera!", exclamó con horror en los ojos. "¡No me dejes!¡No me dejes!", agarró el saco sobre su pecho con una mano y extendió la otra en dirección a la negrura. "¡No me dejes!".

Pero el sueño debía terminar.


Takato despertó sobresaltado.

Estaba en su cuarto. El silencio y la oscuridad revelaban que el sol aun no había emergido en el horizonte. Se preguntó cuánto había dormido en realidad.

Antes de buscar el despertador en la mesa de noche, descubrió con sorpresa que uno de sus puños agarraba el saco de su escuela encima de donde se ubicaba su corazón. Ese sueño se había sentido muy real.

Debió de repetirse, 'es solo un sueño, nada de eso fue real'. No sabía si eso era un consuelo o una condena. La verdad, no quería pensarlo, ya tenía demasiada mierda en la cabeza con la cual podía torturarse a su gusto.

Takato buscó su despertador y miró la hora, 3:00 a.m. Aun faltaban un par de horas para que su despertador sonara. El sueño había desaparecido pero aun se sentía cansado, muy cansado. No iba a poder conciliar el sueño nuevamente, así que buscó algo para mantenerse ocupado hasta que el amanecer llegara.

Recordó que tenía algunas tareas pendientes. Entonces, se levantó de su cama, cogió sus libros y cuadernos y se puso manos a la obra. Igualmente, reflexionó que tal vez debería haberse quitado el uniforme antes de ir a dormir, ahora mismo debería estar sudoroso.

Ya que, se dijo. No era algo que un poco de loción pudiese arreglar y, además, se trataba del último día de la semana. Pondría a lavar el uniforme y eso sería todo.


La clase de matemáticas transcurrió con normalidad, él tomó notas y, de vez en cuando, se distraía observando a sus compañeros de clase. Mientras el profesor escribía ecuaciones en el tablero, la mayoría de los estudiantes hablaban entre sí en voz baja, compartiendo secretos y discutiendo los últimos temas de moda. No pasó mucho tiempo hasta que su mirada se posó en él.

Takato Matsuda era una leyenda olvidada, por decirlo de alguna manera.

El descubrimiento y la interacción con el Mundo Digital fue un fenómeno que se experimentó a nivel global. Y, aunque el gobierno de Japón lo hubiese ocultado, él sabía que unos simples estudiantes de primaria, en compañía de un grupo de Digimon, habían detenido una gigantesca masa de color rojo que amenazaba con devorarlo todo.

Él lo sabía, pues en algún momento también se encontró dentro del Mundo Digital. Por supuesto, las circunstancias habían sido distintas y nunca se habían cruzado antes.

Entonces,

¿Cómo podía saberlo si quiera?

Bueno, eso tenía que ver con su conexión especial con el Mundo Digital, con su espíritu de la oscuridad que a veces le hablaba en las noches de vigilia.

Él escuchaba tantas historias de los Tamers y sus hazañas desde que pudo reconciliarse con su hermano gemelo, sintiendo una profunda admiración. Era profundamente emocionante estar consciente que uno de ellos se encontraba cerca suyo, aun más si veían la misma clase juntos.

Takato Matsuda era el sinónimo de héroe, al igual de su propio nombre. Koichi Kimura también salvó al Mundo Digital una vez.

Deseaba poder conocerlo, establecer una conversación y recordar los viejos tiempos, y, sin embargo, algo lo detuvo. Había intentado acercarse, más de una vez, y siempre era recibido por ese rostro. Takato parecía tan distante.

Quería hablar con él, pero no se sentía en confianza. Es como si hubiese una enorme pared de hielo entre ellos y esos ojos parecían tan dolidos.

¿Cómo podría iniciar una conversación tan siquiera?

¿Se tomaría bien la típica pregunta, '¿estas bien?'?.

Maldita sea, Takato.

Hoy parecía mucho más ido que de costumbre. Él chico de ojos carmesí se dedicaba a mirar el cielo a través de la ventana. Ni siquiera se molestaba en fingir que tomaba apuntes.

Koichi sabía que algo le pasaba.

"Muy bien, jóvenes", el maestro dijo. "No olviden el examen de la siguiente semana. Hoy damos por terminado esta clase, salgan a su descanso".

Koichi no lo pudo soportar. Si quería hablar, era ahora o nunca.

Por otro lado, tenía la excusa perfecta.

"Hola", se acercó y saludó con nerviosismo. "Disculpa molestarte, pero noté que no estabas tomando apuntes y como el examen es la siguiente semana, pensé en compartirlos contigo".

¡Genial!, ahora creerá que eres un acosador que lo estuvo mirando fijamente durante la mayor parte de la clase.

Takato regresó su mente a la Tierra, de donde sea que la hubiese mandado, y dirigió su atención a Koichi.

"¿Fui tan obvio?", preguntó avergonzado.

El ex-guerrero de la oscuridad descubrió con diversión el sonrojo en sus mejillas y el constante movimiento de los dedos golpeando la mesa de su pupitre. Al parecer no era bueno socializando.

Bueno, yo tampoco soy muy bueno en eso.

"Descuida, el profesor no se dio cuenta", respondió en voz baja. "¿Qué dices?".

"Gracias", Takato sonrió levemente.

Koichi le entregó su cuaderno. "No hay de que".

"señor Matsuda, antes de que salgas necesito hablar contigo", se escuchó la voz del maestro, quien luego dirigió su mirada a Koichi. "A solas".

Ambos jóvenes se sobresaltaron y suspiraron resignados, no podían hacer nada para evitarlo. Takato comenzó a caminar hasta el escritorio de su maestro de matemáticas pero fue detenido momentáneamente por Koichi.

"¿Te parece si estudiamos juntos después de clases? Soy Koichi Kimura, por cierto".

"Takato", respondió. "Y si... esta bien".


Koichi se encontró saliendo del salón de clases con una pregunta en su mente. ¿Qué quería hablar su maestro con Takato? ¿También habrá notado su comportamiento?

Su mente divagaba mientras sus pies lo dirigieron por el camino rutinario. Su hermano gemelo, que lo había estado esperando al final del recorrido, lo miraba inquisidoramente.

"¿Qué te tiene tan pensativo?", Koji Minamoto preguntó.

"Hermano", Koichi saludó entusiasta. "No creerás con quién hablé hoy".

"¿Takato Matsuda?".

"Si", asintió. "¿Cómo lo sabías?".

Koji simplemente negó con su cabeza. "Es de lo único que hablas estos días. Por cierto, me alegra que finalmente le hubieses hablado".

La relación entre ambos había mejorado mucho desde que Koichi le presentó a Koji su verdadera madre, eso y sus experiencias juntos en el Mundo Digital. No había secreto que se compartieran entre ambos. Uno era el apoyo del otro.

"¿De qué hablaron?", Koji preguntó interesado.

Un ligero sonrojo apareció en las mejillas de Koichi. "Lo invité a estudiar con nosotros hoy para la prueba de la siguiente semana", soltó de repente.

"¿En serio?", Koji exclamó sorprendido.

Koji podía sospechar mucho de las inclinaciones de su hermano gemelo, era bastante obvio en eso. Desde que Koichi habló de aquel muchacho, no pudo esperar a que finalmente diera el paso. Una sonrisa de orgullo se dibujó en su rostro.

"Bien, entonces prepararé todo en la casa de mi padre", Koji dijo. "Procurare que el ambiente sea el adecuado para ustedes dos".

"¡Koji!", Koichi exclamó avergonzado ante el claro doble sentido. "Solo quiero ser su amigo".

"Lo que tu digas, hermanito".


"Espero que te quede claro", el profesor hablaba con el tono más comprensible que podía pero con firmeza. "Esto no puede seguir de esta manera".

Takato miraba horrorizado, no dando crédito a lo que acaba de escuchar.

Él dijo... Él había dicho que.

El dolor en su pecho volvía a emerger de forma insidiosa. Su corazón latía con una fuerza asquerosa. Su cuerpo temblaba de manera descontrolada. No podía soportarlo, no podía soportar como su maestro lo estaba mirando, tal y como si se tratara de una animal herido.

No me mires. No me mires. No me mires. No me mires...

Odiaba ser visto así. Él no era indefenso. Él había salvado al Mundo Digital. Él era fuerte.

No había razón para parecer débil frente a los demás, no necesitaba preocupar a alguien más. Así no era el Takato Matsuda que todos solían conocer. Su cordura dependía de su imagen fuerte y valiente, inquebrantable, que ahora se reducía a cenizas con la simple vista al frente suyo.

Takato no pudo soportar el gesto de su maestro, quien se acercaba a él para brindarle el abrazo que tanto necesitaba para desahogarse. Él problema era que no lo quería. Así que salió corriendo, tomó su cosas y desapareció por la puerta del salón como alma que lleva el Diablo.

Ignoró los gritos de su maestro, rogándole que se detuviera.

Él no iba a detenerse, no quería detenerse. Él correría hasta que no le quedaran más fuerzas.

Desafortunadamente, sus ojos empapados por las lágrimas que caían sin control impidieron ver la trayectoria que estaba tomando. Takato tropezó al poner un pie en un escalón falso de las largas escaleras que daban con la salida del edificio y a la zona de descanso.

El mundo a su alrededor pronto se oscureció.


Takato despertó de nuevo con la sensación de ingravidez, se halló a si mismo recostado sobre una inmensa llanura de flores amarillas. Por más que buscara, no encontraba al final.

Observó el cielo estrellado y descubrió las lunas gris y roja de su sueño anterior. Estaba soñando otra vez.

Era eso, o se trataba de una especie de más allá.

¿Dónde estoy?

"Estás donde perteneces", se trataba de la misma voz de sus sueños, "estás aquí, conmigo".

Se escuchaba cerca, dolorosamente cerca.

Takato buscó con su vista la fuente de aquella voz, necesitaba encontrarla con desesperación por una razón que desconocía. Sus ojos lo vieron por fin y su corazón le dio un vuelco.

Ahí estaba.

A simple vista parecía un niño con ojos azules y cabello rubio, pero era más que eso, era un ángel. Tenía dos alas blancas en su cabeza y cuatro pares repartidas en su espalda, si pudo llegar a contar bien. Estaba sentado sobre las flores amarillas, dedicándole una sonrisa y observándolo con sus profundos ojos.

Se preguntó por cuanto tiempo lo había estado observando.

"¿Eres el de la voz de mis sueños?", Takato preguntó tartamudeando. "¿Eres un..."

"Digimon", el ángel completó. "Si, si lo soy. Te he estado esperando tanto tiempo, Takato".

El adolescente inmediatamente tomó su cabeza entre sus dos manos, ejerciendo presión. Esto no podía ser real, ¿o si podía serlo? De alguna manera, se sintió tan real. Pero esto era un solo sueño.

"Takato, mírame", el Digimon ángel indicó. "Yo soy real. Esto es real", acercándose al humano, quién no se había movido siquiera.

Fue cuando sintió como la mano humana del Digimon pasó por su mejilla, que una descarga agradable recorrió su columna. Takato miró al Digimon directo a los ojos, perdiéndose en el azul infinito de sus pupilas.

"¿Lo ves?".

Esto es real.

Su mente gritó.

El ángel le sonreía. Había visto la confirmación en sus expresiones. Estaba a gusto de ser considerado como algo real.

"Ya no tienes porque sufrir más", dijo, "estoy aquí y ahora. Puedes quedarte conmigo todo lo que quieras, puedes quedarte para siempre si así lo prefieres".

"¿Puedo?", Takato preguntó débilmente.

"Este es nuestro Mundo Digital", el ángel aseguró. "Fue hecho para nosotros. Claro que puedes quedarte".

Si, quiero quedarme...

Takato pensó eso por unos instantes. Por cuanto tiempo no había soñado con esto. Volvería a ver a Impmon, a Renamon, a Terriermon, a Cyberdramon, a MarineAngemon, a Guardromon y a Guilmon. Por Dios, volvería a ver a Guilmon. Él los buscaría, los traería de nuevo a casa. Buscaría a sus amigos y los reuniría con sus Digimon. Todo volvería a ser como antes.

¿Qué sentirían sus amigos si les dijera que podían volver a ver a sus camaradas?

¿Irían con el al Mundo Digital? Eso sería tan perfecto. Y luego, se quedarían y...

"¿Sucede algo?", el ángel pregunta.

Takato detiene su tren de pensamientos. ¿Realmente estaba dispuesto a abandonar todo? ¿Qué pasaría con las personas que iba a dejar atrás?

"No puedo",

¿Qué iba a pasar con sus padres?

El Digimon no demoró en mostrar su descontento.

"¿Por qué no?", él pregunta.

"Mis padres, no puedo abandonar a mis padres", Takato admite con vergüenza. "No puedo hacerles esto. Después de todo, han sido muy buenos conmigo siempre. Sería muy ingrato si yo desapareciera de repente sin dar una explicación".

El ángel, inexpresivo, se aleja de él. Le da la espalda, en señal de rechazo. Takato, ante el acto, sintió una punzada en su pecho. Intentó alcanzarlo con sus manos pero dudo. Alcanzarlo significaba abandonar todo, y con ello causar un daño a sus seres queridos, sus padres, que no quería en su consciencia. Porque Takato amaba a sus padres.

Takato recogió su brazo nuevamente, tomándolo con su mano libre y sujetándola sobre su pecho mientras miraba al suelo, herido.

"Eres demasiado bueno. Sin embargo, piénsalo. Conmigo serías mucho más feliz".

Este sueño, como los otros, debía de terminar.


Su cuerpo estaba totalmente entumecido, no podía moverse. Su cabeza le dolía tanto y la luz. Dios, esa maldita luz blanca que le provocaba ardor en sus ojos. Lentamente se iría acostumbrando al resplandor. Su visión borrosa se aclararía, revelando una lámpara de tungsteno.

Mas pronto que tarde se descubrió a si mismo en una camilla de hospital.

¿Qué había sucedido?

Estaba hoy en clase y cuando terminó, el profesor me llamó porque quería contarme algo... Él me dijo...

Las lágrimas empezaban a emerger de sus párpados.

Él estaba mal. El maestro le dijo que estaba mal. Ahora sus padres sabrían que había estado mal y quién sabe por cuanto tiempo. Todo era tan vergonzoso. Todo era tan doloroso.

La idea de quedarse en el Mundo Digital no le pareció tan mala, después de todo.


Koji estaba un par de pasos atrás de su hermano, sin embargo, ya comenzaba a dificultarle seguir su paso. Koichi caminaba con mucha prisa y la razón la podía entender.

Había pasado una semana desde el accidente en la escuela, justo el día en que su hermano y Takato iban a juntarse para estudiar y conocerse un poco más. Koichi, apenas se hubiese enterado de lo ocurrido, quiso salir corriendo directamente al hospital donde atenderían a su nuevo amigo. Koji tuvo que calmarlo en ese instante, pues casi parecía que tendría un ataque de pánico.

El primer paso sería, después de eso, hacer una visita a la casa de los padres de Takato. Koji prefirió no preguntar como su gemelo sabía la dirección de la casa en primer lugar. Pero, cuando ambos llegaron, no tardó mucho en reconocer el lugar.

Era 'la panadería' . El lugar donde vendían el mejor pan de la ciudad, el más creativo y el más sabroso.

Koji se detuvo en la vidriera un momento, dándose la oportunidad de observar los productos que ahí ofrecían. Después de un tiempo, descubrió con tristeza que no se encontraba su pan favorito.

Era particularmente grande, tenía la forma de un rostro de un dinosaurio.

"Koji", su hermano lo llamó. "¿Vienes o no?".

Koichi se encontraba en la puerta del local, su mano ya la había abierto y su mirada estaba ahora posada sobre él. Koichi esperaba la confirmación de su hermano. Sin él, seguramente daría la vuelta.

"Si, lo siento", Koji se disculpó.


El interior era bastante espacioso, había numerosas mesas y sillas en las cuales la gente podía llegar a sentarse, conversar y tomar una buena tasa de chocolate. El negocio, en definitiva, era exitoso y nadie esperaba a que llegara a un declive muy pronto.

Koji y Koichi divisaron a la pareja de personas que habían estado buscando. Los padres de Takato: Mie y Takehiro. Takehiro, en particular, se encontraba hablando con un par de sus empleados. Seguramente se encontraba dando instrucciones que debían ser ejecutadas en cuanto él y su esposa salieran por la puerta del local. Probablemente, visitarían a Takato ese día.

"Señor Matsuda. Señora Matsuda", Koichi exclamó, llamando la atención de ambos.

"Si, somos nosotros", Takehiro respondió, ignorando el hecho de que nunca los había visto en mucho tiempo. "¿Qué necesitan muchachos?".

"Bueno,...". Koichi habló con nerviosismo. "Somos compañeros de clase de Takato y se supone que íbamos a reunirnos el día del accidente a estudiar para las pruebas que se realizarían la siguiente semana y...".

Koji miró a su hermano mientras hablaba, el cual se encontraba dando muchas vueltas al asunto principal. A su vez, observó a los padres en cuestión. Los Matsuda parecían increíblemente ansiosos, seguramente esperaban salir por la puerta del local lo más pronto posible y, sin embargo, esperaron con toda la paciencia que tenían a que Koichi llegara a un punto. Considerando aquello, Koji se vio obligado a intervenir.

"Queremos visitar a Takato", dijo. "Pero no sabemos en que hospital se está recuperando, mucho menos en que habitación".

Su hermano comenzaba a mirarlo con pánico en sus ojos, cosa que Koji ignoró. Solo esperaba recibir las respuestas que Koichi necesitaba, nada más.

Mie, quien hasta ahora había estado en silencio, sonrió a los gemelos amablemente. Era como si una pequeña luz de esperanza se hubiese encendido en sus ojos repentinamente.

"¿Son amigos de Takato?", preguntó ella.

"Bueno...", genial, él ahora era el nervioso. "Mi hermano es quien lo conoce un poco más, es su compañero de clase. Yo solo vine aquí a apoyarlo".

"¿Les gustaría sentarse un momento?", Mie señaló una mesa con sitio para cuatro personas.

Koji y Koichi no objetaron la petición.

Los hermanos se sentaron juntos, a un lado de la mesa. Los Matsuda, por supuesto, estuvieron frente a ellos.

"Lo siento, se que esto debe de ser muy extraño", Mie comenzó a hablar. "Pero Takato nunca nos comentó que hubiese hecho amigos en la escuela. De hecho, casi nunca nos comenta algo".

Parecía que la señora Matsuda estaba a punto de desahogarse. Lo extraño era que iba a desahogarse con ellos presentes.

"Él era un niño muy amable y alegre, solía tener muchos amigos con los cuales pasaba su tiempo. Hasta tenía un Digimon de compañero y juntos protegían la ciudad", esa parte ya lo sabía, gracias a las historias que solía contarle su hermano acerca de los famosos Digimon Tamers, pero se guardó esa información para sí mismo de todas formas. "Pero él cambió ese día. Estabamos con nuestros parientes en Okinawa, huyendo de esa gigantesca masa roja que destruía nuestro hogar, cuando Takato y Guilmon decidieron que tenían que regresar y combatir. Nuestro hijo, siempre tan valiente".

Koji recordó entonces el nombre del pan.

Por supuesto, 'pan de Guilmon'. Así es como se llama.

"Juntos se convirtieron en un caballero de capa roja y armadura blanca. Salió volando en una especie de nave y simplemente se alejó en el horizonte", la mujer luchaba por no romper en llanto. "Ellos ganaron y, sin embargo, vi a nuestro hijo regresar solo. La expresión en su rostro nos lo dijo todo, así que mi esposo y yo no quisimos preguntar al respecto. Se veía tan triste".

Mie habló de los primeros días después de eso, los cuales no fueron nada fáciles al parecer. Takato, por lo menos tenía a sus amigos, personas que podían comprenderlo y apoyarlo, personas que podían ayudarlo a superar la separación. Pero, con el tiempo, sus propios amigos tuvieron que alejarse, y las cosas empezaron a empeorar.

"Lo dejamos solo", Mie rompió en llanto.

Su esposo, Takehiro, la reconfortó tomándola de los hombros. "El trabajo en la panadería es especialmente pesado, siempre nos mantuvo ocupados. Sin embargo, nunca espere que este problema llegara hasta este punto".

Koji podía sentir el sabor amargo de la culpa emerger de los labios del padre.

Reflexionó acerca de su propia situación familiar. El como su padre le había ocultado que tenía un hermano gemelo y el asunto del divorcio le habían ocasionado tantos problemas. Recordaba sentirse solo y aislado de el mundo en el exterior, pero eso cambio cuando conoció a sus amigos: Takuya, Tommoky, Jumpey, Zoe. Cambio cuando conoció a su hermano gemelo.

Se preguntó que sería de él si nunca los hubiera conocido.

¿Estaría pasando por lo mismo que Takato enfrentaba en estos momentos?

"¿Ustedes son sus amigos, verdad?", la pregunta del señor Matsuda lo sacó de sus propios pensamientos. Casi parecía desesperado.

"Si", escuchó a su hermano Koichi mencionar con convicción.

"Prométanme que sí irán a visitarlo", el padre continuó. "Nosotros ahora haremos todo lo posible por ayudarlo, incluso la escuela nos recomendó el contacto de un buen psicólogo. Pero, creo que Takato también necesita a amigos de su edad. Así que, por favor".

Fue ese gesto genuino que lo convenció. Él no sería quién es hoy en día sino fue por la ayuda de sus propios amigos. Koji quería conocer a Takato, quería acercarse a él.

"Lo prometemos", respondió.

Takehiro sonrió agradecido, sacó un papel del bolsillo de su saco y un esfero. Posteriormente, escribiría sobre este.

"Aquí está la dirección y el numero de habitación. Ahora debemos irnos, espero poderlos ver pronto". Takehiro volteó rápidamente y llamó a uno de sus empleados. "Tráeles algo a estos muchachos". Entonces, les dedicó una última mirada. "Pueden pedir lo que quieran, la casa invita".

Y sin decir más, los gemelos observaron a la pareja salir del local.


Las noches pasaban y sus sueños con el ángel se presentaban si falta alguna. En alguna de las oportunidades él le había dicho su nombre, Lucemon, un antiguo protector del Mundo Digital.

Sus visitas siempre se realizaban en el mismo lugar, siempre se encontraba con Lucemon en ese extenso campo de flores amarillas. Era un ambiente mágico. Era un ambiente especial hecho solo para él.

Lucemon, en sus visitas, le contaba muchas historias acerca del Mundo Digital.

Lucemon le habló acerca de los Niños Elegidos y varias de sus aventuras. Takato escuchaba maravillado las hazañas de los humanos y los Digimon que trabajaban juntos para salvar al Mundo Digital de distintas amenazas. Ellos habían luchado contra Devimon, Etemon, Vamdemon, los cuatro Dark Masters y Apocalymon. Sin dudas, una historia muy larga.

Takato, por su parte, no deseaba quedarse atrás y contó sus propias aventuras. Lucemon lo observaba y escuchaba con una sonrisa ancha en su rostro.

El momento se sentía especial, se sentía intimo, se sentía hecho solo para los dos.

"Guilmon significó mucho para ti, entonces", Lucemon mencionó de un momento a otro.

"Así es", Takato respondió. "Fue el Digimon que yo inventé. Guilmon era mi mejor amigo", sentado, colocó la palma de sus manos sobre las flores y las agarró con fuerza. "Alejarme de él fue lo más difícil en mi vida. Es como si una parte de mí partiera con él".

"Tal vez lo vuelvas a ver algún día", Lucemon murmuró.

Eso espero, eso es lo que quiero...

El ángel Digimon lo observó por un tiempo en silencio, mostrando una expresión que Takato no había notado antes. Lucemon parecía un poco molesto.

"¿Sucede algo?", se atrevió a preguntar, sin saber que esperar de respuesta.

"De verdad eres alguien especial, Takato", sin embargo, la expresión de Lucemon se suavizó. "Me pregunto que pensará Guilmon de ti en estos momentos. Me pregunto porque no esta aquí con nosotros".

Takato, apenas escuchó esas palabras, sintió un desagradable vuelco en su estómago. Había algo en esas palabras que cortaba con el filo de un cuchillo. No le gustaba lo que sugería esa última frase. Quería decirle algo. Quería decirle que Guilmon nunca se atrevería a abandonarlo.

Pero guardó silencio.

Takato quiso despertar, ya no quería permanecer en ese sueño. Cuando lo comunicó, lejos de notar una expresión molesta en el rostro de Lucemon, presenció algo que le heló la sangre. Lucemon sonrió.


Parte II. Phobia.

Takato se había fracturado una de sus piernas y su cuerpo se encontraba lleno de moretones. A pesar de eso, su recuperación física iba en popa. Aunque tendría que usar un yeso y muletas durante algún tiempo.

Muy pronto firmarían para su salida y regreso a casa, tan solo debía esperar un par de días más. Hasta entonces, sus padres lo visitaban todos los días, hablaban con él y luego con el médico que estaba a cargo de su caso, entonces se despedían y desaparecían por el pasillo. Sus visitas hacían su situación un poco más soportable, eso y las continuas charlas que tenía con Lucemon en sus sueños.

Sin embargo,

"Koichi", murmuró sorprendido.

Realmente no esperaba verlo cruzar la puerta de su habitación. Y no venía solo. Estaba en compañía de otra persona, curiosamente se parecía mucho a él.

"Hola Takato, perdona no haber venido antes", Koichi hizo una leve reverencia. "Quiero que conozcas a mi hermano, Koji".

"Gemelos", Takato supuso en sus pensamientos.

"Es un placer conocerte, Takato", Koji se presentó. "Realmente quería conocerte, después de todo Koichi no ha dejado de hablar de ti durante varias semanas".

"¡Koji!".

Ignorando el grito avergonzado de Koichi, Takato sintió sus mejillas arder. Sin dudas, era la situación más extraña en la cual había estado.

"Ignora a mi hermano, solo me esta molestando", Koichi dijo apresuradamente. "Mas bien, dinos. ¿Cómo te encuentras?".

Muy bien, solo con una fractura en el fémur y un probable diagnóstico de depresión.

Dicha noticia no podía hacerse esperar. El médico habló con él y sus padres, mientras aún lo acompañaban. Los síntomas habían estado ahí, aunque de manera sutil. Falta de apetito en algunas ocasiones, irregularidades en su ciclo de sueño, tristeza constante, sentimientos de culpa y sensación de abandono. Las recomendaciones habían sido reforzar la reunión familiar y algunos medicamentos que ayudaran a combatir la depresión.

"Los médicos dicen que pronto podré ir a casa", Takato respondió, dejando de lado sus anteriores pensamientos. "¿Cómo van las clases?".

"Me parece fantástico", Koichi exclamó. "En cuanto a eso, ya realizaron el examen de matemáticas. Pero no tienes que preocuparte por eso, seguro nuestro maestro te dará más tiempo para que te prepares apropiadamente".

"Ya veo", Takato dijo.

"La oferta sigue en pie, ¿sabes?", Koichi continuó. "Podemos ayudarte con el estudio...".

"Esta bien", el peli-castaño cortó. "De verdad, gracias".

Takato comenzó a sentirse incomodo en la presencia de los gemelos, sobretodo cuando Koji posó su mirada inquisitiva encima suyo.

"Takato, ¿puedo llamarte así, por tu nombre?", Koji preguntó con amabilidad.

"Si, puedes hacerlo", Takato murmuró.

"Takato, se como te sientes", continuó hablando reflexivamente, casi solo para él. "Yo también estuve solo por mucho tiempo. No tenía amigos para ese entonces y creía que todos los problemas los podía solucionar por mi cuenta. Pero no era así, realmente estaba perdido hasta que conocí a mi hermano y a mis amigos".

Takato inmediatamente giró su rostro hacia otro lado, evitando cualquier contacto visual. No quería que observaran la debilidad impregnada en su rostro. ¿Cómo rayos ellos lo sabían incluso?

"¡Por favor!", Koji exclamó en un tono de voz alto, quizá un poco más alto de lo que el esperaba, "No tienes porque estar solo, no alejes a las personas importantes para ti de tu vida..."

Inmediatamente, la imagen de sus padres vino le vino a la mente.

"Déjanos ser tus amigos", casi parecía implorar. "De ahora en adelante, puedes contar con nosotros para todo lo que necesites. ¿Qué dices?".

¿Qué debería decirles? Apenas si distinguía a uno de ellos.

Takato sintió la necesidad de escapar y maldijo la discapacidad que ahora lo retenía. ¿Qué debería hacer? ¿Qué debía hacer?.

¿Qué es a lo que teme tanto?

A su mente, vino una cantidad de recuerdos. Jenrya, Ruki, Hirokazu, Kenta, incluso Ryo. Sus amigos lo eran todo para él. Habían pasado tantas cosas juntos. Y luego,..

"Me pregunto por qué no esta aquí con nosotros".

Sus dientes apretaron con fuerza los unos contra los otros, al igual que los puños formados por sus manos.

Rayos, se sentía tan sólo.

"Takato", Koichi murmuraba. "Mi hermano tiene razón. Sea lo que sea que estés atravesando, no tienes porque hacerlo solo".

No quería estar solo.

Ya no soportaba estar solo.

"Bien", Takato gruñó, conteniendo gritos desgarradores que buscaban emerger de su boca. "Esta bien, esta bien, esta bien...", repitió una y otra vez.

¿Haría daño confiar en alguien otra vez?


Koji y Koichi salían del hospital, ya era bastante tarde y cada uno iba de regreso a casa.

"Koji", su hermano dijo, llamando su atención.

"Dime, Koichi", respondió pensativo.

"Gracias", el aludido le sonreía. "No se si era lo oportuno, pero creo que era lo que él necesitaba".

Koji asintió, dibujándose una sonrisa genuina en él.

La amistad era uno de los conceptos más importantes para el ex-guerrero de la luz. La amistad fortalecía a las personas. Creaba lazos profundos. Podía ser una gran salvadora.

Él la ofrecería, pues la amistad podía llevar a las personas hacia la luz.


Takato aun se reunía con Lucemon en el reino de sus sueños.

Amaba hablar con su amigo y disfrutar de su presencia todo lo posible. No importaba esas crueles palabras dichas por los labios del ángel, eran pequeñas cosas que podía ignorar, ¿no?.

De todas formas, este era su sueño. Takato era quién tenía el control de lo que pasaba. Todo estaba bajo su control.

Le gustaba aprender cosas nuevas acerca de Lucemon, quien no dudaba en hablarle sobre su filosofía de vida, de su historia.

Lucemon era alguna vez el guardián del Mundo Digital. Había descendido desde la era mitológica para poner orden en una época donde la guerra estallaba sin control. Lucemon gobernó con justicia hasta que fue traicionado y enviado lejos, y aun así lograba mantener ese anhelo.

Lucemon deseaba la paz del Mundo Digital, hablaba de como debía ser un gobierno de sabiduría. Lucemon habló acerca de los Tres Grandes Ángeles, sus antiguos consejeros, y de sus funciones.

Todo tenía tanto sentido.

Él sabía acerca de la condición actual del Mundo Digital, sumergido en una anarquía continua donde los más fuertes siempre destruían a los más débiles solo por pequeños gramos de información que usaban para volverse más poderosos. No había ningún fin noble en aquello, solo dolor. La muerte de Leomon y la depresión de Jeri era más que prueba suficiente de ello.

Él creyó en Lucemon. Él creyó en que podían hacer juntos del Mundo Digital un mejor lugar porque sabían la verdad que nadie más quería ver.

Ellos dos eran los únicos que podían hacerlo.

Pero, aun así, no abandonaría todo. Takato tenía otras responsabilidades que también eran importantes.

Había prometido que no volvería a alejar a sus padres de nuevo. Había prometido que sería amigo de los gemelos.

Nuevamente, tuvo que rechazar la propuesta de Lucemon de quedarse en el Mundo Digital.

"Es tu destino", Lucemon dijo. "No puedes permitir verte encadenado por asuntos tan mundanos".

"Lo siento pero no les puedo hacer eso", Takato dijo avergonzado. "No puedo dejarlos ir".

Lucemon lo observó fijamente, pensando algo que Takato no pudo descifrar. "Esta bien, no te obligaré a nada que tu no quieras", su rostro se aproximó al suyo, tal vez demasiado. "Estos momentos son lo que más me llenan, Takato. Estoy muy feliz de conocerte", sentía sonrojarse.

Diablos, se sentía como una quinceañera enamorada.

La pregunta era. ¿Por qué?

¿Qué era lo que lo unía a Lucemon?


"Koichi, ¿puedes escucharme?"

Él podía reconocer esa voz sin importar donde estuviese. Era de su íntimo amigo, o la parte de él que se conectó a su alma cuando abandonó el Mundo Digital. Siempre era bueno saber de él pero no dejaba de notar la angustia en su voz.

"Si, te estoy escuchando", respondió con voz baja.

"Koichi, se que prometimos no volverlos a involucrar en los asuntos del Mundo Digital pero esto, lo que sucede, involucra a tu mundo directamente".

Un sentimiento de alarma se apoderó del corazón. Las palabras de su espíritu guerrero comenzaban a darle un mal presentimiento.

"Dime lo que sucede, seguramente podré ayudar en algo", Koichi exclamó.

"De acuerdo, ahora escúchame con atención... Los otros espíritus de los guerreros se comunican con los demás muchachos en estos instantes. Todos deben saber que Lucemon aún sigue con vida y ha puesto sus ojos en el Mundo de los Humanos..."


Takato tenía otro sueño, pero este no era como ninguno de los anteriores. Era una serie de pinturas sin diálogo presentadas frente a sus ojos, pinturas que podía comprender a la perfección y conocer su título sin siquiera saber del autor de las mismas.

Una guerra entre los Digimon de Tipo Humano y los Digimon Tipo Bestia.

El planeta era una representación clara del Mundo Digital, tal como lo había vislumbrado en anteriores sueños. Dicho planeta estaba siendo atravesado por un rayo que lo dividía a la mitad. De un extremo, estaba la figura sombreada de la cabeza de un lobo de ojos amarillos amenazantes y del otro, una figura humanoide que lo retaba.

El advenimiento del ángel

Nubes oscuras abriéndose paso a una luz enceguecedora. La forma de un ángel descendiendo desde el firmamento a la tierra. Una guerra entre facciones detenida por la gracia divina.

La corrupción del ángel.

El ángel sosteniendo el Mundo Digital entre sus dos manos, marcando su dominio absoluto, con una fría aura blanca recorriendo su cuerpo. El gobierno tiránico que se extendería por la eternidad.

La rebelión de las diez tribus.

Diez sombras rodeando al ángel, representaba a los actores de la rebelión. El ángel, ubicado en el centro, correspondiente al poder tiránico que debía ser derrocado. Todo terminaba en un encierro, los días de paz volvían al Mundo Digital.

La prisión del Diablo.

El ángel es derrotado y encerrado en una esfera de luz púrpura, su eterna prisión, aislada en lo más profundo del Mundo Digital y alejado de toda luz posible.

Los herederos.

Tres ángeles aparecieron en el firmamento, encargados de la regencia del Mundo Digital. El primero encargado de las leyes y la disciplina, el segundo a cargo de preservar el amor y la vida, y el tercero, de las leyendas y la sabiduría.

Las pinturas empezaban a pasar cada vez más rápido. Era cada vez más difícil centrarse en los detalles que sabía que debía poner total atención.

La corrupción de la sagrada trinidad...

La llegada de los sucesores de los diez guerreros...

La guerra contra el tercer ángel caído...

La reunión de los dos hermanos..

Su cabeza empezaba a doler, las imágenes empezaban a mostrarse insoportables.

Pero logró detenerse en una de ellas.

La reunión de los dos hermanos...

Sabía que debía retenerla. Algo le dijo en su interior que debía retenerla.

La reunión de los dos hermanos...

¿Acaso era? ¿Esos eran?

La reunión de los dos hermanos...

¡Koichi! ¡Koji!

La unión de los digi-spirits...

Las pinturas continuaron, ya no podía retenerlo más.

La traición de los caballeros sagrados...

La destrucción del Mundo Digital...

La resurrección del ángel caído...

La ascensión del Diablo...

La batalla final...

Takato gritó desde su camilla de hospital, despertando de golpe. Su corazón latía de manera descontrolada, siendo víctima de un mar de emociones que lo golpearon de frente en forma de un remolino salvaje. Debía tomarse su tiempo para recuperarse, debía calmarse.

¿Qué había sido eso?

¿Por qué ellos estaban ahí?

"Koji. Koichi", murmuró en la oscuridad.


Los cinco humanos elegidos por los digi-spirits de los diez guerreros se habían reunido después de mucho tiempo. La razón, el mensaje que habían recibido de los espíritus digitales.

Lucemon sigue con vida y ha puesto sus ojos en el Mundo de los Humanos.

Koji no podía olvidar esas palabras. Esperaba que todo hubiera sido una mala broma. Por el rostro de sus amigos, de su hermano, parecía que ese no era el caso.

"Por favor, díganme que no es cierto", Takuya Kambara apretaba sus puños con amargura. "Después de todo lo que luchamos, después de todo lo que sufrimos, el Mundo Digital aun sigue en peligro".

Koji, Koichi, Tommoky, Zoe y Jumpey lo miraron con expresiones cansadas y resignadas. Pero, entre ellos, los gemelos eran los que parecían mostrarse más afectados.

Koji aun podía recordar el día de la batalla final. Cuando creía que su hermano había muerto a manos de Lucemon, sintió que su propia vida se detenía por completo. La única motivación para luchar contra el enemigo había sido el sentimiento de venganza.

Siempre tenía esa pesadilla, ese recuerdo que aun le robaba el aliento hasta hoy en día.

"Realmente es preocupante que Lucemon quiera algo de nuestro mundo", Zoe reflexionó.

¿Qué era lo que podían hacer ante una situación como esta?

"Escuchen muchachos", Takuya, después de pensarlo un poco, dijo a sus amigos. "Sabemos gracias a los guerreros que las actividades de Lucemon están concentradas en nuestra ciudad. Debemos estar pendientes de cualquier acontecimiento que resulte extraño e inusual, adivinar cual es su plan y adelantarnos".

Por supuesto, gracias a complicados mecanismos que ninguno de ellos podía entender, Lucemon no era capaz de atravesar la puerta hacia el Mundo de los Humanos. Según palabras de Lobomon, él solo podía actuar bajo influencias. Sin embargo, eso no tranquilizaba a Koji.

"¿Y como planeas que hagamos eso?", preguntó con frustración.

"Podemos estar pendientes de las noticias de la televisión y los periódicos", Tommoky sugirió.

"¡¿Y luego de eso qué?!".

"¡Koji!", su hermano le reprendió. "No hace bien que te alteres de esa manera".

"¿Y cómo no quieres qué me altere?", Koji simplemente necesitaba sacarlo. "Estamos hablando de Lucemon. Quién sabe que horrible venganza este planeando contra nosotros. Además, no tenemos nuestros poderes. Él te asesinó"

Después de eso, se produjo un silencio incomodo entre los presentes. El ambiente se había puesto denso, tanto así que se podría cortar con un cuchillo de mantequilla, por no buscar una mejor analogía. Dicho ambiente que se vio interrumpido cuando escucharon el timbre de la puerta. Hasta entonces, todos se habían decidido reunir en la casa de Koji mientras sus padres se encontraban ocupados en el trabajo.

"Yo iré", Koji sintió que necesitaba alejarse un poco de toda esta situación. Abrió la puerta, y...

"Hola, Koji. ¿Puedo pasar?".

El aludido solo se hizo aun lado mientras no salía de la sorpresa que había recibido. Él entró, ayudándose de sus muletas.

"¿Tu hermano está contigo? Había visitado primero la casa de Koichi pero no había nadie, así que vine aquí".

"Si, está conmigo", Koji respondió.

"¿Es un mal momento?".

"No, como crees".

"Estás pálido. Pareciera que hubieras visto un fantasma".

Desde el segundo piso, lugar donde estaban los demás, se pudo escuchar claramente la voz de Takuya. "¿Quién es?".

"Ohh... veo que estás ocupado", Takato, el recién llegado, exclamó. "Creo que será mejor que vuelva en otro momento".

"No", sin embargo, Koji lo interrumpe.

No podía dejarlo irse. No mientras estuviese atravesando esos problemas emocionales. No mientras aún tuviese en su memoria la imagen vivida del pobre chico derrumbándose frente él y su hermano a causa de un ofrecimiento de amistad.

"No tienes porque irte, me alegra que hubieses venido de visita", dijo con la mejor sonrisa que podía ofrecer. "¿Quieres algo de beber?".

"¿Estás con tu novia?", Takuya, quién aun seguía siendo el mismo imprudente de siempre, no se le ocurrió una mejor manera de fastidiarlo desde el piso de arriba.

"¡Cállate, Takuya!", siempre tenía que avergonzarlo de alguna u otra forma.

Dios, a veces Takuya tendía a ser muy molesto.

Después de resoplar, volvió a enfocar su atención en Takato. Tuvo que reprimir una risa pues ahora era él quien parecía haber visto un fantasma. Supuso que el joven peli-castaño estaba replanteándose la visita que estaba realizando.

"¿Ese es uno de tus amigos?", Takato le pregunta.

"Si", Koji asiente. "Pero no le hagas caso. Tiende a hacer un poco cabeza hueca".

"¡Oye!", volvió a escucharse otro grito desde el segundo piso.

"Suena divertido", Koji pudo ver la sonrisa nostálgica en el rostro del joven Matsuda. "Me recuerda mucho a Hirokazu", y luego pudo ver como escondía la mirada.

Y entonces se le ocurrió una idea.

"¿Quieres conocer a mis amigos?", Koji extendió su mano, esperando que Takato la tomara.

Por favor, di que si, di que si.

"Esta bien", Takato dijo al final. "Pero creo que puedo subir las escaleras por mi cuenta".

"¿Qué? Mierda", Koji pensó apenas se dio cuenta que aun mantenía su mano extendida. Un poderoso carmín se apoderó de sus mejillas y agradeció que Takato no lo hubiese visto gracias que ya estaba de camino al segundo piso.

Koji, sin embargo, lo siguió de cerca. No es que tropezara en el trayecto y cayera, de nuevo.


"Él es Takato Matsuda, un compañero de clase de Koichi y nuestro amigo", Koji lo presentó frente a cuatro personas más. A Koichi, quien no le quitaba los ojos de encima y sonreía, ya lo conocía.

No pudo evitar sentirse invadido. Los amigos de Koji parecían juzgarlo con sus miradas inquisidoras de tal forma que se sintió fuera de lugar. Este no había sido su plan, Tenía que hablar con los gemelos a solas sobre sus sueños.

"Soy Takuya Kambara", se presentó uno de ellos, acercándose y ofreciendo su mano. "Es un gusto conocerte".

"El gusto es mío", Takato la tomó, no sin sentirse antes intimidado ante la invasión de su espacio personal.

Eso no impedía que las presentaciones continuaran. Siguió Jumpey, quién se mostraba a sí mismo como el hermano mayor del grupo, Tommoky, quién le recordaba a los pequeños gemelos Ai y Makoto de alguna manera, y Zoe, quién parecía ser el opuesto natural de Ruki. Con el pasar del tiempo, empezó a proyectar a sus antiguos amigos en los presentes.

Koji, por alguna razón, le recordó a Jenrya Lee Wong, su mejor amigo de la infancia. Aunque su actitud fría también tenía aire de Ruki.

Koichi, entre todos ellos, era el más difícil de descifrar. No había nadie con quien compararlo.

"¿Y? ¿Cómo conociste a Koichi y Koji?", Zoe le pregunta, mostrando interés en lo que tiene que decir.

"Por unos apuntes de matemáticas", Takato respondió con rapidez, esperando que dicha pregunta hubiese sido suficiente.

Al menos nadie preguntaba la razón por la cual llevaba muletas, gesto que agradeció profundamente.

Su rabillo del ojo notó como Koichi estaba deseoso de decir algo más.

Por otro lado, debía recordar la razón que lo había traído en primer lugar. Miró con detenimiento su mochila, dentro de la cual estaba lo que tenía que mostrar a Koji y Koichi.

Sus dedos pasaron por la cremallera cuando se detuvo a pensar. ¿Y los amigos de Koji?

Ellos seguramente no estarán muy familiarizados con el Mundo Digital. Solo los confundiría y lo mirarían como un bicho raro.

"Disculpen, muchachos", Takato dijo. "¿Pueden darme unos momentos a solas con Koji y Koichi?".

"Ehhh... ¿Por qué?", Jumpey preguntó.

Es importante para mí porque ellos aparecieron en uno de mis sueños...

Si, él no podía responder eso.

"Muchachos", Takuya le recriminó. "Creo que lo mejor es que les dejemos un espacio".

Pero gracias a Dios por Takuya Kambara.

Takato suspiró aliviado apenas todos hubieran abandonado el lugar. Habían quedado solo con Koichi y Koji, tal como lo había deseado en un principio.

"Muy bien, ahora...", Koichi comentó. "¿De qué quieres hablarnos?".

Tragó un poco de saliva y dirigió sus dedos a la cremallera de su mochila, aun sin estar seguro de lo que estaba a punto de hacer. Abrió el morral, puso su mano dentro y sacó un gran bloc de hojas blancas para dibujo. Koji y Koichi lo miraban con interés, lo cual lo ponía aun más nervioso. Peor era saber que los demás estarían espiando desde la distancia.

"Ellos no alcanzarán a ver mis dibujos, solo podrán verlo Koji y Koichi", tuvo que repetirse a si mismo. "Con estos será mucho más fácil explicarme...".

Takato, desde una edad temprana, había crecido con actitudes artísticas. Con el pasar de los años, su trazo sobre papel y creatividad no había hecho más que mejorar. Aunque había pasado mucho tiempo desde la última vez que había hecho un dibujo.

El primero después de varios años...

"Quiero que miren algo", dijo, abriendo el bloc justo en la página que tenía intensión de mostrar. "Este dibujo significa algo para ustedes".

Era una de las imágenes que había logrado retener de sus sueños.

La expresión de los gemelos era toda la respuesta que necesitaba. Sus caras habían adoptado un tono absolutamente pálido.

"¿Cómo es qué?", Koji preguntó anonadado. "¿Dónde viste esto? ¿Quién te habló sobre esto?".

"¡Nadie!", Takato respondió rápidamente. "Lo vi en uno de mis sueños. Vi esta imagen plasmada en mis sueños".

Luego, pasó la página. Debía mostrarles porque había acudido a ellos en primer lugar.

"¿Estos son ustedes, cierto?", necesitaba esa respuesta más que nada.

Mostraba su dibujo de dos guerreros combatiendo entre sí, en un claro choque de espadas. Uno de ellos era bañado por la luz y el otro era bañado por las sombras. Al lado, como una presencia fantasmal, el rostro de dos seres humanos idénticos.

"Takato, nosotros...".

"¿Son ustedes?", lo necesitaba. Necesitaba esa respuesta con desesperación.

Tenía que entender el significado de sus sueños. Todas esas conversaciones con Lucemon. Todas esas visiones que lo ponían en conflicto y amenazaban con quebrar su cabeza.

"Si, si lo somos", Koji admitió. "Pero, ¿Cómo es posible que tu lo sepas?".

"Ya te lo dije, los vi a los dos en mis sueños".

Este era el momento que había estado esperando.

"Esta bien, te lo contaremos todo".

Desde el pasillo, Takuya y los otros ingresaron al lugar. Los cabos sueltos pronto estarían atados.


Esto no podía ser. No tenía ninguna mierda de sentido.

Takato temblaba, era imposible no verlo. Todo debía ser mentira. No podían quitarle su infancia nuevamente, no podría soportarlo.

Koji contó toda la historia de como llegó al Mundo Digital, de como conoció a sus amigos y cómo se unió con el digi-spirit. Takato supo todo acerca de los combates, de los enemigos. Takato supo acerca del enemigo.

El aire comenzaba a sentirse pesado a su alrededor, cada vez se le hacia más difícil respirar.

Lucemon era...

Lucemon era...

Lucemon es el Digimon que buscaba destruir el Mundo Digital y conquistar el Mundo de los Humanos.

No, no podía conciliar esa idea en su mente.

Lucemon era su amigo, era la razón por la cual comenzaba a recuperarse de su tristeza. Lucemon era la esperanza de que el Mundo Digital no lo había abandonado. No le podían quitar eso.

"Takato", Koichi se acercó a él, con alarma en sus ojos.

No me miren. No me miren. No me miren.

"¡No me toquen!", gritó.

Que podían saber ellos. Ninguno de ellos compartió todos esos momentos con Lucemon. Lucemon era el único ser en todo el Universo que se preocupaba por él. No podía permitir que hablaran de él de esa manera.

Podía sentir las miradas reprobatorias sobre él.

Podía sentir las miradas juzgándolo.

Seguro ellos lo odian ahora por ser amigo de Lucemon.

No importa si lo decía o no, creía que sus emociones hablaban por si solas acerca del tema.

Quería huir, quería salir corriendo y más nunca volver atrás. Pero no podía tampoco, gracias a la lesión de su pierna. Como odió sentirse así de impotente, así de inútil.

Las emociones lo superaban. Su corazón simplemente latía demasiado rápido. El oxígeno ya no podía llegar a sus pulmones de manera adecuada. ¿Era esto lo que se sentía tener un ataque de pánico?

El mundo a su alrededor se volvió borroso, la luz se fue y solo quedó la más negra oscuridad.


Despertó nuevamente en aquel campo.

¿Por qué estaba aquí de nuevo?

"Tenías que hablar con ellos, ¿no es así?", Lucemon lo sobresaltó con el tono venenoso de su voz.

"¡Lucemon!", Takato exclamó con sorpresa.

Lucemon es el Digimon que busca destruir el Mundo Digital y conquistar el Mundo de los Humanos.

"Lucemon, dime que es mentira", pidió con desesperación.

Tan solo le debía que decir que no, y Takato le creería sin ninguna duda. Pero lo único que encontró fue un duro muro de hielo.

"Realmente eres muy ingenuo al pensar que nuestro sueño se realizaría sin hacer algunos sacrificios".

"¿Qué? ¿De qué estas hablando?", Takato preguntó exasperado.

"Es fácil de comprender", Lucemon respondió con frialdad. "La verdad es que el Mundo Digital no permitirá que sea gobernado por mí, de modo que no podré hacer de el la utopía que tu y yo hemos soñado. El único curso de acción lógico es destruir el Mundo Digital y construir uno nuevo, uno en el cual todas las decisiones sean tomadas por nosotros".

Takato se sintió realmente estúpido.

¿Realmente, el Lucemon al que tanto le tenía aprecio era capaz de pensar de esa manera tan déspota?

Además, si Lucemon destruía el Mundo Digital, qué sucedería con...

"¡No tienes derecho!", exclamó enfurecido. "El Mundo Digital es el hogar de muchos de mis amigos. Es el hogar de Guilmon".

"Todos ellos tendrán que morir", Lucemon arremetió con su despreció y frialdad. "Además, no tengo pensado compartirte con nadie. Eres mío".

Realmente había sido un estúpido al pensar que las cosas volverían a ser como antes.

"No puedo creerlo", exclamó derrotado. "No es lo que yo quiero".

"Es lo que necesitas", Lucemon dijo. "Sin embargo, aun no estás listo. Tu moral aun te retiene e impide que seas lo que siempre debiste ser. Eso no importa ahora, yo soy muy paciente y al final obtendré lo que yo deseo", se acercó y tomó el rostro de Takato con sus dos manos, obligando que viera sus ojos nuevamente.

Takato ya no pudo encontrar amor, solo una oscura e insana obsesión.

"Al final, cuando veas la porquería que es este mundo, vendrás a mí y pensarás igual a mí. Estaré esperando hasta entonces".

El sueño de regreso a su pasado acababa en un final amargo.

Ya no había un lugar al cual regresar.

Tal vez nunca lo hubo.


Parte III. Morphia.

"Takato, gracias a Dios que estás despierto", era la voz de Mie.

Takato supo que su madre había estado llorando, tan solo debía darse cuenta del tono de voz que ella manejaba. Genial, había logrado que su madre llorara. ¿Qué otra maldita cosa podría salir mal?

"Tu padre y yo estábamos muy preocupados. Fuimos por ti apenas recibimos la llamada del joven Minamoto".

Koji había llamado a sus padres para que lo recogieran.

Koji se deshizo de ti después de descubrir la verdad.

Takato se descubrió en su propio cuarto, en su cama. De seguro su padre lo había llevado hasta su cuarto mientras estaba inconsciente. Por cierto,

"¿Dónde está papá?".

"Tu padre salió a comprar algunas cosas para la cena, no demorará en llegar", respondió su madre con una sonrisa cansada.

Tu padre no quiere verte.

"Esta bien, dile que no le daré más problemas", Takato comentó, con un aspecto aun más cansado si eso era incluso posible.

Observó como varias lágrimas amenazaban con salir de los ojos de su madre antes de que fuera abrazado por ella. Takato no pudo corresponder el abrazo, sentía sus brazos demasiado pesados como para responder, incluso levantar su torso y dar un acceso más fácil.

Genial, lo hiciste de nuevo. Solo das problemas.

De todas formas, no deseaba moverse.

¿Cuál es el punto de todas formas? Estás sólo. Siempre estarás sólo.

Se sentía tan casado, lo único que deseaba era...

"Mamá, quiero dormir un poco".

Y no te atrevas a despertar.

"Esta bien, lo que tu quieras hijo", Mie se levantó cuidadosamente. Se dispuso a salir de la habitación de Takato, no sin antes posar su mano sobre su mejilla y darle un beso en la frente. Lamentablemente, ignorante del curso de pensamientos de su primogénito.


Takuya era el último en salir de la casa de Koji, habiendo pasado ya un par de horas desde que anocheció.

Koji lo miraba caminar hacia al acera, justo donde tenía la bicicleta en la cual había llegado. Aun pensando en todo lo que sucedió hoy, se vio a si mismo deteniendo a Takuya antes de que se marchara.

"Lamento que tuvieras que presenciar lo que viste hoy", Koji comentó. "Sabía que Takato tenía algunos problemas emocionales pero no me imaginaba que fueran así de graves. Nunca me imaginé que reaccionara de esa manera cuando le conté nuestra historia".

"No te preocupes. No fue tu culpa, Koji", Takuya respondió con una sonrisa genuina. "Pero tampoco fue su culpa, no pienso juzgarlo. Por algo decidiste que él sería tu amigo".

"Solo quería ayudarlo".

Koji lo observó derrumbarse dos veces. La primera había sido en el hospital, cuando le había pedido formar una amistad con él, y la segunda fue la del día de hoy. Sin duda, el colapso de hoy fue el peor de los dos.

Lo peor es que no lo había visto venir. Claro, Takato se notaba ansioso desde que llegó a su casa esa misma tarde, pero nada indicaba que su estado iba a evolucionar de esa manera. Todo ocurrió cuando mencionó a...

"Takuya, ¿notaste cuando fue que Takato colapsó?", lo tenía en la mente pero deseaba una confirmación.

"Ocurrió poco después de que habláramos de Lucemon", Takuya dijo pensativo. "¿Lo notaste?"

Koji asintió.

Ahí fue cuando la epifanía llegó. Un rayo de claridad que le permitió atar todos los cabos, aun sin tener todas las pistas. Una revelación sobrenatural, ni más ni menos. Takato conoce a Lucemon.

Koji, al saberlo, tomó el celular de su bolsillo y marcó un número. Él tenía que saberlo también.


Koichi había sido el primero en marcharse después de la chocante escena presenciada en la casa de su hermano. Apenas murmurando una despedida, salió corriendo directo a su propio cuarto.

Su madre no había regresado del trabajo aun, gracias a que debía realizar horas extras, situación que nunca le agradó pero que ahora agradecía de forma egoísta. Koichi necesitaba estar solo, necesitaba reflexionar y pensar sobre todo lo que era llenaba su mundo. Su mundo era Takato Matsuda.

Sin embargo, Koichi no sabía el porqué.

¿Cuál era la conexión que sentía que los enlazaba?

Tanto él como Takato habían viajado al Mundo Digital. Tenía algo que ver pero era un respuesta incompleta. Razón por la cual decidió observar a Takato durante el transcurso de todas sus clases juntos. Quería desentrañar al muchacho de mirada perdida en la melancolía.

En su interior, sabía que pronto la esencia de ambos colisionarían en cuanto cruzaran palabras el uno con el otro. En cuanto empezaran a pasar tiempo juntos, sin importar lo corto que este fuera.

Y, al final, lo supo.

Koichi vio lo que ninguno de sus amigos pudo ver, algo que lo aterró desde lo más profundo de su ser.

Había abierto los ojos con horror cuando esa sombra negra y monstruosa envolvía a su amigo con retorcidos y desconocidos apéndices. Koichi reconoció la amalgama de seres inmundos que ahora estaban por reclamar a Takato.

¿Por qué no hizo nada?

Él es como tú.

Esa es tu conexión.

Takato no era más que un alma atrapada en la oscuridad. Tal como él lo había sido, había estado perdido y angustiado, vulnerable a las manipulaciones de seres retorcidos que lo usaban para llevar a cabo su voluntad.

¿Por qué no hice nada?

' Él te lo mostró, ¿no es así?'.

A su mente vino la imagen de la batalla antigua, el dibujo realizado en el que se retrataba la rebelión de los Diez Guerreros Legendarios contra Lucemon.

Sus puños apretaban las sabanas de su cama expresando rabia e impotencia. Sentía miedo, desprecio, vergüenza. Debió haberlo acompañado, su cuerpo le exigía ahora que corriera directo a la panadería de los Matsuda y protegiera al chico de ese terrible mal.

Ese era el destino que los había unido.

'Contesta el teléfono'.

Una sensación le indicó. Pronto, el celular de su bolsillo empezaba a vibrar.

"Koji", Koichi respondió a la brevedad.

"Hermano, finalmente lo entiendo, se lo qué está sucediendo", Koji se escuchaba agitado.

"Lo se", admitió. "No podemos perder el tiempo, ¿en dónde quieres que nos veamos, hermano?".


La humanidad había sido asaltada por muchas preguntas existenciales desde que tuvo consciencia de si misma. La vida, la muerte, el Destino. ¿Cómo será el final de todas las cosas?

La ciencia ha mostrado múltiples y posibles destinos finales. Ha traído horrores como la bomba atómica y su increíble poder. Ha descubierto monstruosidades cósmicas que, para variar, son indiferentes hacia la vida sensible, aquel milagro improbable que surgió frente a un mar de dificultades, y las cuales podían amenazarla con borrarla de un tablazo y no dejar muestra alguna de su existencia.

La religión habla de propósito, la reunión final con el creador y la derrota definitiva del mal.

Su epifanía se mostraba como una incómoda mezcla de ambas visiones acerca del final de los Tiempos. El antiguo orden iba a ser destruido y uno nuevo iba a ser impuesto.

Vio su mano como la ejecutora.

Él traería el fin de todo. Él derramaría la sangre de incontables vidas y destruiría naciones enteras.

Como los anteriores, se había tratado de un sueño. Pero, más allá del sueño, se trataba de su amargo destino.

Por eso todos lo habían abandonado. Por eso se había conectado con Lucemon.

Takato despertó con frío en su pecho y con una claridad que no había tenido nunca antes. Takato, con una lágrima silenciosa recorriendo por su mejilla, se dio cuenta que el destruiría al mundo entero para crear su paraíso.

Esa verdad era su mayor tormento.

Estas mal, Takato. No traerás más que miseria si sigues viviendo.

Esa verdad le decía que siempre estaría atrapado en esa fría oscuridad.

Pero, y si pudieses dar fin...


"¡Koji!".

Ya era pasada la media noche cuando los hermanos se reunieron a la luz de las estrellas.

"Koichi".

Ambos se miraban con determinación, con la seguridad de que debían actuar ahora o nunca.

Eran impulsados por la fuerza de sus sentimientos, de su comprensión del mundo y sus experiencias. Perseguía un objetivo claro y tangible.

"¿Estás listo para esto?", Koichi preguntó.

"Claro, hermano", Koji respondió.

Pero antes debían afrontar la prueba final. Un último obstáculo.

"Niños Elegidos", ambos reconocieron esa voz fría retumbar en sus mentes. "Nos encontramos de nuevo".

La silueta de un ángel se manifestó ante ellos mediante la proyección de una sombra negra y espesa.

"¡Lucemon!", Koji y Koichi exclamaron al unísono.

"¿Acaso creyeron que sería tan fácil deshacerse de mi?", el ángel caído cuestionó con burla.

"Debiste haberte quedado muerto", Koji aseveró.

"Y así habría sido, de no ser por su llamada desesperada que me trajo de nuevo a la vida", Lucemon expresó con anhelo. "Nuestro querido niño es poseedor de un gran poder. Si quisiera, podría poner a este mundo de rodillas".

No hacia falta preguntar a quién se estaba refiriendo. Koji y Koichi conocían la respuesta, Takato.

"¿Qué buscas de Takato?", Koichi demandó al ángel.

Lucemon sonrió. "Poder. Amistad. Un compañero para toda la vida", sus respuestas eran increíblemente sinceras. "Él apenas es un niño que se arrastra a ciegas en la oscuridad, buscando una luz que pueda salvarlo. Su depresión no es más que el resultado de una lucha entre su pasado y su futuro, un futuro a mi lado".

Los gemelos observaron con seriedad en sus rostros.

"Quieres decir..."

"Él se convertirá en todo lo que yo soy, abandonando su humanidad, y destruirá este mundo y todo lo que lo habita. Ya ha obtenido la visión final de su destino y, sabiendo que no hay marcha atrás, ha tomado su decisión".

Takato no se había unido a Lucemon. Eso no era el mensaje que el ángel les entregaba.

"La única forma de detener lo que vendrá, es la muerte..."

Lucemon pudo captar sus expresiones y supo que los tenía en donde los quería.

"¿Entonces cuál será su elección? ¿Elegirán su mundo o elegirán a Takato?".

Para Koji y Koichi, el mensaje quedaba claro. Takato había elegido el suicidio. Su muerte lo haría un mártir, lo cual salvaría muchas vidas. Su muerte impediría el nacimiento de un mal aun más terrible que todo lo que se hubiese visto. Lucemon, por supuesto, no deseaba eso y haría todo lo posible para evitar que sucediese. Hasta ese punto, el ángel caído solo podía actuar mediante influencias: susurros y proyecciones en las mentes de las personas para que hicieran su voluntad.

Ambos se encontraban en una encrucijada ahora. Debían elegir, debían poner en la mesa todo lo que ellos eran y sopesar. Mientras, Lucemon los observaba con impaciencia. La sombra se agitaba y esperaba con ansía su respuesta.

Si decían no, la proyección de Lucemon se desvanecería y no se sabría de él nunca más.

Por el contrario, si decían sí, Lucemon les indicaría la forma de salvar a Takato pero el destino del mundo se encontraría sellado.

"¿Cuál será su decisión?", el ángel preguntó una última vez.


El viento acariciaba su rostro con gentileza esa noche, las estrellas y la luna daban su última despedida mientras brillaban en el firmamento. La antesala a la liberación de todo le era dulce. Sentía un enorme peso finalmente abandonarlo.

Esa noche, nada lo había interrumpido de hacer lo que era su última voluntad. Ni sus padres, quienes no imaginaban lo que su querido hijo estaba a punto de realizar en la azotea de un alto edificio de las cercanías mientras descansaban. Ni los vigilantes que estaban más ocupados escuchando la radio o viendo una pelicula porno que notando como un adolescente en muletas entraba en el interior de un recinto abandonado y seleccionado para su demolición en los días siguientes.

Takato se había tomado su tiempo, pero había llegado al último piso. Se acercó al borde y respiró hondo, aprovechando todo el oxígeno que pudieran captar sus pulmones en aquel momento.

¿Cómo sería la muerte?

¿Había algo más allá?

Se tomó su tiempo y se permitió realizar esas preguntas.

¿Había un Dios al otro lado dispuesto a darle la mano? ¿o lo condenaría al Infierno por desperdiciar su vida?

Recordó cuando encontró el portal del Mundo Digital por primera vez. Recordaba adentrarse dentro de este sin temor, junto a sus fieles amigos, para rescatar a Calumon de las garras de los Doce Devas. Irónicamente, se sentía igual que esa vez. La muerte casi parecía como una aventura, solo que esta sería la última.

Takato se dejó invadir por esa sensación y se aproximó un poco más al borde. Comenzó a balancearse, de adelante hacia atrás, mientras esperaba que la gravedad hiciera su inevitable cometido.

Pero la muerte tendría que esperar.

Dos manos lo halaron hacia atrás, alejándolo del precipicio. Se vio así mismo en el suelo, acostado de espaldas y con su mirada apuntando a la noche estrellada. Takato sintió lágrimas cálidas caer sobre su rostro, provenientes de dos fuentes diferentes: una de ellas le recordaba el sol y su calor abrasador, y la otra le recordaba la luna.

La luz y la sombra lo retendrían, y él se uniría a ellas en una danza que duraría hasta el final de los Tiempos.

Fin.

Notas finales:

* Jejejejej.. lo se, esta largo. Pero sentía que no era apropiado extender esta historia por varios capítulos. De antemano me disculpo si los temas que trato no los abordo de una manera correcta, mas que todo expresé en el personaje principal mi sentir acerca de la vida, el progreso ciego y la aparente falta de propósito en ella. Esta es una historia de como a veces quisiéramos retroceder el tiempo y regresar a épocas que nos parecen más felices. Eso y hablar de Lucemon y Takato, mis personajes favoritos de toda la franquicia.

* A pesar de ser historia de un capítulo, me gusta ver esto como un prólogo. Me gustaría escribir una saga de Fanfics de este estilo y pues ya tengo algunas ideas. El tiempo dirá si las concreto o no. Igualmente estaré revisando este fic en busca de errores de redacción y esas cosas.

* Espero que les haya gustado, mando saludos :D al que sea que lea esto.


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