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Reino Místico por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Marvel no me pertenecen, sino a Marvel Estudios, Disney y a Stan Lee. Este fanfic lo hice solo y únicamente como diversión.

Personajes: Dr. Strange/Tony Stark.

Aclaraciones y advertencia: Romance, algo de Ooc, omegaverse y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

Beta Reader:

 

Resumen: Historias cortas que pertenecen al universo de Te odio te amo, en la que conoceremos el pasado antes de la llegada de Tony al reino Místico.

 

—f

 

 OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Reino Místico

 

 

Wakanda

 

 

Wakanda era uno de los reinos antiguos de Egos. Conformado por cinco tribus que se unieron gracias a un hombre llamado Bashenga quien se convirtió en el primer rey; había sido elegido e instruido por Bast a quien terminaron rindiéndole culto.

 

Stephen no la conoció, sin embargo, sabía de Bast. Miembro de una pequeña tribu casi extinta. Eran animales antropomórficos con vidas tan largas como la de la mayoría de los habitantes en el reino Místico, después de todo ellos eran en cierta manera sus descendientes.

Bast era una pantera. una guerrera hábil, versada en la magia y gran intelecto. Ella, al igual que los místicos, siempre se sintió atraída por los habitantes de Egos a quienes veía como una oportunidad de crear una civilización con una mentalidad más amplía, más avanzada, diferente a la de sus congéneres.

 

Al proyecto de Bast se unió Ghekre y Ngi (gorilas), la leona Sekhmet y el cocodrilo Sobek, aunque solo al inicio dejándola después de doscientos años, lo que hizo que decidiera unir las tribus.

 

Con los años y la guía de Bast, Bashenga logró crear un reino próspero, por desgracia, tanto ella como casi toda su especie perecieron a manos de Dormammu.

 

Stephen se detuvo al ver a un joven alfa pasar montado en un vehículo de dos ruedas que se movía a base de pedales: una bicicleta, aquel artefacto era muy extraño fuera de Ether, aunque solo la gente común, otra influencia más de Best.

 

El príncipe caminó entre los puestos del mercado, sorteando a la bulliciosa gente que no le prestaba atención o si quiera podía verlo pues usaba un hechizo de invisibilidad. se dirigió hasta la zona más pobre, se detuvo en una choza de barro que tenía una cortina de tela raída como puerta y un anuncio con letras a penas visibles.

Stephen suspiró con cierta molestia e ingresó al local. Había hierbas y partes de animales colgadas del techo. Olía a descompuesto y medicina, una mezcla rara. El lugar estaba desierto; frunció el ceño, ¿para qué le había llamado con tanta urgencia si lo pensaba dejar plantado?

 

Escuchó un ruido en la entrada, que lo hizo poner en alerta. Un hombre alto se dejó ver, musculoso; su cabello negro estaba peinado en rastas, algunas de ellas mostraban canas. Sus ojos eran completamente blancos y aunque la gente común podría pensar que estaba ciego no lo era. Su piel oscura como la de todos los wakandianos.

 

—Es bueno verlo, Alteza —el hombre era un alfa llamado Jericho, un hechicero que se auto desterró al conocer a una hermosa omega a quien amó, por desgracia ella era humana quien murió de vejez hace más de 60 años. —Agradezco a los Vishanti que haya crecido bien y sano.

 

Tal era el cariño de Jericho que decidió permanecer entre los mortales para cuidar de aquellos que no podían defenderse.

En el reino Místico fue uno de los profesores de Stephen, enseñándole sobre medicina y la sabiduría de las plantas.

 

—Le agradezco, maestro —dijo haciendo una leve inclinación de cabeza a modo de respeto —. ¿Qué era lo que necesita de mí? —el hombre se acercó a Stephen; era más alto que el príncipe, al menos veinte centímetros. Jericho se permitió una pequeña sonrisa.

 

Conocía a Stephen desde que nació, lo vio convertirse en un joven inteligente, fuerte y, sobre todo, compasivo y benevolente. Estaba seguro que algún día sería un excelente monarca.

 

—Acompáñame —Jericho condujo al príncipe a la trastienda que, a juzgar por el tamaño del local, debía ser una bodega sin gran espacio para moverse, pero gracias a la magia, el lugar era amplio y confortable.

 

Había diez camastros libres pues sus ocupantes se encontraban en la esquina más alejada tan cerca los unos de los otros con la pared que parecía que quisieran fundirse. Stephen les miró con atención; eran alrededor de 15 chicos donde el mayor no debía superar los 17 años y el más pequeño quizás tendría diez. Estaban tan desnutridos que la mayoría no era más que piel y hueso.

El príncipe frunció el ceño, mirando a su maestro, demandando una explicación. Jericho suspiró, cansado. Esos niños eran tan solo una muestra de lo que los alfas hacían en los países barbaros.

 

—Estos son omegas, al menos los más jóvenes. La reina Nanali me dio al sanar a su heredero —Jericho gruño. Aun le molestaba el recuerdo de esa arrogante alfa ordenarle sanar a su horripilante engendro.

 

Si no hubiese ayudado ese hombre en la sabana que resultó ser un miembro importante de la corte de Nanali, no habría terminado en la mira de esa arpía. Suspiró. Ahora tendría que mudarse en unos años para no levantar sospechas al no envejecer.

 

—Se ven muy mal —comentó Stephen sin saber en verdad qué decir. Jericho asintió con la cabeza. Era probable que no tuvieran una comida decente en mucho tiempo, sin mencionar que su salud era precaria en los más jóvenes.

—Lo están. Esa mujer dijo que eran prisioneros de guerra, todos menos aquel —agregó señalando a la esquina contraria donde se encontraba un niño sentado en el suelo. Usaba ropas pertenecientes a la alta jerarquía wakandiana, sus brazos estaban adornados con joyas y se le veía bastante sano, aunque un poco sucio.

—¿Quién es él? —preguntó Strange en su lengua natal. Jericho le contó que el niño se llamaba M’buko, el cuarto hijo del hermano de la reina que fue acusado por lo sucedido al príncipe. —¿Por qué te dio tantos?, ¿qué piensa esa mujer que ibas a hacer con ellos?

—Según ella me los dio para que pudiera matarlos y hacer pociones con sus restos —Jericho frunció el ceño e hizo una mueca de asco. —Sé que es imposible salvar a cada omega en este asqueroso continente…

 

Strange asintió, dándole la razón a su maestro. Mira de nuevo a los niños; se veían tan desolados.

 

—Escuchen. Les doy la oportunidad de elegir —dijo con voz potente pero amable. Usaba un hechizo traductor para poder entablar una comunicación con los asustados infantes. —Pueden venir conmigo, a mi mundo donde los omegas viven sin temor o les llevaré a un lugar seguro y me encargaré de que aprendan a valerse por ustedes mismos.

 

Los jóvenes se miraron confundidos. Nunca en sus vidas se les había dado a escoger. ¿Ese hombre era alguna clase de mensajero de alguna deidad?

 

—No se preocupen, no tienen que decidir ahora —habló el príncipe. Hizo un movimiento con su mano y al instante apareció todo un banquete frente a los asombrados infantes. —Por ahora coman, se piensa mejor con el estómago lleno.

 

Los niños miraron con asombro la comida. No se parecía en nada a los alimentos tradicionales de sus tribus ni de ninguna otra que ellos conocieran, pero su olor era exquisito y tenían tanta hambre que no lo pensaron mucho antes de abalanzarse a devorar todo a su alcance.

Stephen observó a los infantes comer, aunque llamó su atención que el pequeño solitario no se movió de su sitio. Tomó una hogaza de pan y se acercó a él.

 

—Debes tener hambre —dijo Strange ofreciendo la pieza de alimento. El menor jamás había visto algo así, después de todo el trigo no existía en todo el territorio y no tenían lazos con los reinos exteriores.

—No necesito nada de un asqueroso alfa —gruñó mostrando sus dientes. Pensó que sería golpeado, pero en lugar de eso, el hombre le sonrió.

—Si quieres vengarte, tienes que ser fuerte. Un simple omega que encima tiene un cuerpo desnutrido no logrará más que causar lástima.

 

El niño frunció el ceño y le arrebató la hogaza y la comió con desesperación; tenía hambre y quería hacer pagar a quienes dañaron a su familia. Strange sonrió.

Jericho atestiguo la interacción de su príncipe con ese pequeño humano. Quizás ese humano fuese aquello que Stephen tanto buscaba, lo que todos ellos necesitaban: su soulmate.

 

 

 

 

Dos días después, partieron al reino Místico, Jericho había decidido ir con ellos, pues la reina Nanali comenzaba a hostigarlo para que se uniera a su corte.

Tal como Stephen y su maestro creyeron, solo M’buko demostró tener talento mágico, fue adoptado por una pareja anciana que lo acogió con tanto amor, aunque no eran hechiceros, hicieron todo lo posible para ayudarle a crecer.

Los años no borraron sus deseos de venganza, muy por el contrario, solo lograron avivar el fuego. Era la única razón por la que entrenaba desde antes del Alva y finalizaba al oscurecer. Tuvo que pasar una década antes de que pudiera consumarla. Usando su magia provocó la muerte de su tía por ahogamiento causado por un trozo de comida.

Puede que para muchos aquello fuese una venganza muy infantil, pero para una mujer, una alfa guerrera fallecer por algo tan tonto y no en el campo de batalla significaba una gran humillación y le dejaba fuera del paraíso.

 

Después vino la tragedia. Sus amorosos padres no pudieron vencer al tiempo y murieron.

 

—Lo lamento, M’buko —dijo Stephen con voz solemne. Los funerales de la pareja ya habían concluido y los familiares y amigos ya se habían retirado, solo quedaban ellos dos.

—Ya no soy M’buku. Él murió junto con su venganza —habló mirando a la nada —. Desde hoy y hasta el día de mi muerte seré Karl Mordo.

 

Stephen asintió con la cabeza. Ese niño estaba honrando a las dos personas que le amaron como a un hijo, usando sus nombres, dándoles la inmortalidad que no podían tener al no ser hechiceros.

 

—Estoy seguro que ellos estarán orgullosos de ti. Yo lo estoy —Mordo lo miró tan conmovido, contuvo sus ganas de llorar. Se abrazó a él como si quisiera fundirse.

 

Stephen era su amigo, su príncipe azul que lo rescató del demonio. Quería estar con él para siempre.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Bueno, espero les guste estos capítulos de relleno. Gracias.


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