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Querido diario por Cat_Game

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Notas del fanfic:

¡Hola a todos de por aquí!

Hace poco tuve un sueño relacionado a esta idea, además de que una de mis mejores amigas es una persona de "género fluído" por lo que tuve el impuslo de escribir una historia con algunas temáticas de este tipo.

Espero que la disfruten. Estaré subiéndola en conjunto con la otra historia que todavía está en proceso de edición.

¡Nos seguimos leyendo!

Día 1, fecha: 10 de Febrero

 

Para papá fue una noticia devastadora y para mamá creo…creo que también. Los únicos comentarios que hicieron fueron frases negativas como: “ya no eres un niño pequeño”, “debes comportarte como un varón”, “¿es eso, quieres ser una mujer?” No, papá, no mamá, no quiero ser una mujer; así como soy me gusta ser. Pero también me gusta usar ropa de mujer, porque me gusta sentirme como mejor me veo.

 

Comencé a usar ropa de chica desde joven, desde que eran un niño de ocho años; primero probé las prendas y vestidos de mi mamá, y para ellos fue como “una etapa”. Pero a los trece años me detuve, porque hubo un incidente con un chico de la escuela que se dio cuenta y propagó una especie de campaña contra mí. Fue terrible, y también cansado. Durante la secundaria pasé por tres escuelas distintas y no pude hacer ningún amigo.

 

Sin embargo, ahora, a los dieciséis años, estoy cansado de tener que fingir y privarme de la expresión de mi persona. Así como la gente que le gusta el fútbol y que usa las playeras de sus deportistas favoritos, y que van a los estadios para cantar porras y apoyar a sus equipos como en una especie de ritual especial…así como ellos yo quiero expresar mi gusto al vestir una falda en lugar de un pantalón. ¿A quién le hago daño con eso? No es como si fuera a buscara a un chico y a engañarle. Lo único que quiero es sentirme bien y disfrutar de esos momentos en los que al verme al espejo me siento bonito, agradable y seguro.

 

Por esa razón, hoy me vestí de vuelta como una mujer. Conseguí un vestido de flores sencillo, unas medias de gatito, un moño negro y unas botas elegantes. Como tengo el cabello largo y negro, lo único que hice fue recogerlo en una media coleta, maquillar un poco mis ojos con tonos azules pasteles para resaltar su tonalidad verdosa y usar un labial tenue. Soy muy delgado, y la estructura ósea fina de mi cuerpo no ayuda mucho a mi lado “masculino”, así que el vestido quedó a la perfección. Me acerqué al espejo y me contemplé todo lo que pude hasta satisfacer a mi vista; aunque tenía ideas diferentes, era un buen comienzo.

 

Por supuesto, cuando bajé las escaleras para acompañar en la comida a mis padres y hermano menor, lo primero que recibí fueron miradas de reproche y disgusto. Mamá inició con la pregunta de: “¿qué estás haciendo?”, y papá contrarrestó con: “¿por qué estás vestido así, David? Ya habíamos hablado de esto”. En la otra mano, mi hermano menor, que tenemos dos años de diferencia, no dijo nada.

 

La discusión comenzó e intenté explicar a mis padres la situación, pero sus reproches eran como bombardeos de sonidos estridentes; como esas veces que escuchas ruidos de derrumbes o de metales chocando, que van de la izquierda a la derecha, desde el frente y hasta atrás. No pude ni hablar; lo único que hice fue agachar el rostro y contar del uno al cien en mi cabeza para protegerme.

 

Cuando ya no pude más, subí hasta mi habitación y me encerré. Las lágrimas salían y arruinaban el maquillaje. Caminé hacia el espejo junto al armario y visualicé mi imagen; ya no lucía radiante ni perfecta, ahora estaba manchada y sucia. ¿Por qué dolía tanto que mis padres no pudieran aceptarme?, ¿cuál era el verdadero problema?

 

Sequé las lágrimas, me dirigí hasta el baño y me desnudé. Abrí el grifo de agua fría de la regadera y entré. Lloré, sollocé hasta que mis ojos se sintieron hinchados incluso con el agua, hasta que mi garganta se quedó ronca y que mi cuerpo temblaba por la temperatura constante. Y, cuando abandoné la ducha, me tumbé en la cama y seguí con el llanto.

 

Me quedé dormido; eso lo sé porque desperté en la madrugada. Me puse de pie y miré en la oscuridad los alrededores. Busqué la maleta negra de mano que guardaban en el clóset, y comencé a meter la ropa que más me gustaba; ya estaba harto de que mis padres me rechazaran, así que…huí. Esa noche abandoné la casa de la gente que decía ser mi familia.

 

Tomé el camión, en la central de transportes, que conducía al norte del país, hacia la ciudad de Zaragoza. Sabía que mi tío Louis vivía ahí, y que él también había abandonado a la familia por problemas que no me eran muy claros.

 

Quizá nunca debí dejar la casa de mis padres, y tal vez debí haber dejado una nota, pero…para ellos yo era un error. Entonces si era un error, ¿por qué debía seguir con ellos? Ya no era un niño indefenso, y sabía que ellos tampoco estaban muy contentos con mi sexualidad, ya que jamás tocaban el tema de los novios conmigo como lo hacían con mi hermano y las chicas con las que él salía.

 

Bien, papá, mamá, el mensaje está más que claro. Así que no se preocupen, no tendrán que “avergonzarse” de un “desviado” como yo en su familia.


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