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Los Cuatro Jinetes por Neo neru

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Notas del fanfic:

Advertencia: Este cómic tratará temas como el asesinato, posible violación, enfermedades mentales y situaciones de alto riesgo, con el propósito no de romantizar dichas acciones, sino de contar una historia. En ningún momento se aprobará lo que hagan nuestros protagonistas, porque el fin no justifica los medios. 

Espero disfruten esta historia, soy fan de las series policiacas, y aunque no podré extenderme tanto como deseo -talvez saque spin offs en la antología, los que me siguen saben de qué hablo- pero ojalá puedan disfrutar, reír, llorar y enojarse con esta historia
Neru

Notas del capitulo:

Esta historia es un reboot, borré el anterior y ahora sí, espero poder ir con todo

 

Advertencia:

La siguiente historia puede contener material y temas sensibles, basados en un mundo de ficción, donde las decisiones y formas de pensar de los personajes no van acorde a las ideologías ni forma de pensar del autor. Por ende, no se justifica ni se defiende los actos ilícitos de los protagonistas, ni mucho menos se romantiza para aplicarlas en el mundo real. No a la violencia ni a la justicia por mano propia.

“Miré, y vi un caballo bayo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía, y le fue dada protestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, hambre, con mortandad y con las fieras de las tierras”

Apocalipsis 6,7 -8

El fin del mundo, comandado por los cuatro jinetes del Apocalipsis. Seas creyente o no, hemos escuchado aquellas historias donde la tierra se convertirá en el mismo infierno, pero… ¿Y sí el infierno en realidad ya existe y está aquí? La humanidad es el verdadero inframundo.

No hay necesidad de movernos a tierras mágicas, ni tener un pacto con un falso príncipe de las tinieblas, sólo basta rascar un poco a la “Gran Ciudad”, nombre genérico para entender que cualquier lugar puede ser la “Gran Ciudad”, desde tu pequeño pueblo en las montañas, hasta el centro urbano más avanzado, puede ser testigo de los crímenes más comunes hasta los más despiadados; desde robos, secuestros, asesinatos y un sinfín de vulgares actos que son llevadas a cabo por simples mortales con nula imaginación. ¿Debería ser un alivio que los criminales no tengan creatividad para hacer mierda este mundo? Tal vez, no lo sé…es decir, es más probable que mueras por un atraco a mano armada donde tu vida no valió más que tu cartera vacía, a que fallezcas por algo más trascendental. Al final, somos pedazos de carne, excepto para nuestros protagonistas.

Los cuatro jinetes, así fueron apodaron a estos criminales, que aunque poético, estaban alejados de lo que convencionalmente se conoce como arte, pues lo único que te removerían, sería el asco.

Hambre, retrataba sus crímenes como la última cena. Siempre en mansiones lujosas que pertenecían a sus víctimas; él se sentaba a la cabeza de la mesa para disfrutar las entrañas del martirizado. Por otro lado, Guerra, gusta ver el dolor de quienes tortura, jugando con ellos como un gato con su presa, para observar sus ojos reventar o su rostro deshacerse; mientras que Muerte, sólo deseaba verlos sonreír, dándoles un momento divertido de juego para finalmente provocarles una mueca de felicidad con su cuchillo, ¿y por qué no? Llevarse su cabeza como recuerdo de que logró hacerlos regocijarse.

Ah, pero falta un cuarto miembro, el más misterioso de todos, el caballo blanco. Caballo blanco había sido visto por muchos, pero a la vez visto por nadie, pues sus víctimas eran gente opulenta que asistía a esas famosas casas de cita, por no llamarlos prostíbulos, haciéndolo el más peligroso de todos, no sólo por los lugares a los que iba, sino por el hecho de que nadie lograba recordar el rostro, sólo podían llamarlo alguien demasiado angelical y hermoso, con un aspecto que deslumbraba y te  hacía olvidarlo, ¿extraño, no? Supongo que cuando algo te parece demasiado bello, tu mente distorsiona la imagen y la cambia a un punto donde la expectativa supera la realidad. Pero eso no importa ahora, conocerán a mis bebés más adelante.

Era casi media noche, la lluvia azotaba las empedradas calles de una residencia lujosa, la cual era acordonada por cinta amarilla. Era una nueva escena del crimen, pero a estas alturas, eso era lo de menos, pues la cuestión era: ¿A quién pertenecía la víctima, sería Hambre, Guerra, Muerte o el Caballo Blanco?

Un coche negro llegó, del cual bajó un hombre grande y fornido de tez morena, cubierto de una gabardina forrado de lana, que le cubría del frío y húmedo invierno. Apenas plantó sus mocasines en el suelo, se acomodó sus ropas, haciendo sus quebrados y castaños cabellos hacia atrás,  pues el ligero viento y rocío, lo despeinaban. El nombre de aquel personaje, era Fernando Alejandro González Pérez, jefe de policías de la Gran Ciudad, el cual era respetado, admirado y temido por su fuerte porte, pues sus ojos negros resaltaban sus duras facciones.

Fernando se adentró a la lujosa mansión tras cruzar la glorieta privada que éste poseía, por la fachada, podía sospechar que Hambre había sido el causante de todo el desorden, y efectivamente; el observar cómo el pasillo de entrada estaba completamente limpio y ordenado, era para él un hecho que la cena había sido servida, sobre todo por el aroma de una “deliciosa” comida servida que consistía en carne asada y marinada en alguna salsa agridulce y especiada, al menos eso se podía distinguir por el aroma ahumado y picante que irritaba un poco las fosas nasales.

—Buenas noches, agente Egebe—entró Fernando, mientras dejaba su gabardina a uno de los oficiales, dejando ver su traje y corbata azul marino, que provocaba que su camisa se viese más blanca, y por ende, su bronceada piel destellara más.

Keita Egebe, un muchacho de 30 años de piel oscura cubierto de pies a cabeza por un overol desechable, cubre bocas, googles y guantes, recibió al mayor con una enorme sonrisa que se podía sentir a pesar de estar tapado.

—Buenas noches, Jefe—respondió Keita, el forense de la unidad, recibiendo con una mueca de felicidad a su jefe, mientras se quitaba la capucha y cubre bocas, dejando ver esa cabeza con los costados rapados, pero adornado de trenzas y rastas que sostenía en una media coleta.

—Uh, te ves feliz—arqueó Fernando una ceja.

—Lo siento—rió despreocupado, dejando que esa suave barba y bigote que formaba un candado y se extendía un poco por las mejillas, enmarcaran su blanca sonrisa—. Pero no sabes lo increíble que está la escena, de verdad tuve que abstenerme de tomar una foto de lo precioso que se ve.

— ¿Fue Hambre?—preguntó mientras caminaba con él.

—Definitivamente fue hambre, y él o ella, de verdad tiene un gusto de la estética y la perfección—empezó a hablar tan rápido que apenas se le entendía.

—Keita, ¿cuántos muertos?—achicó la mirada, pellizcando un poco sus labios, recordándole que estaban en una escena del crimen con alguien asesinado.

—Unu—logró decir, separándose para sobarse—. Sólo hubo una víctima, y por suerte estaba solo mientras su familia estaba de viaje.

—Por el domicilio se sabe que es la casa del diputado Charles Huang—comentó mientras llegaban al gran comedor, el cual lucía precioso.

El candelabro de cristal iluminaba perfectamente la platería de la alargada mesa, la cual era adornada por coloridas ensaladas, un par de pasteles, y uno que otro corte de carne que lucía jugoso y suave, sobre todo que el pedazo más grande parecía estar rebosando en su propio jugo junto con una salsa naranja y transparente con pepitas de chile.

— ¿Qué hay debajo de esa tapa?—señaló Fernando un plato con un domo de plata, el cual estaba en medio de la mesa frente a una enorme silla.

—Charles Huang—contestó el muchacho, acercando su mano aun con guante para elevar la tapa y dejar ver la cabeza decapitada del diputado, el cual en su boca tenía una manzana junto con una carta.

—Vaya…—gruñó Fernando, un tanto asqueado, sintiendo cómo la peste a carne cruda invadía sus fosas nasales, era un aroma agrio que penetraba.

—Sí, ya llevamos algunos pedazos de carne al laboratorio, sinceramente me extraña que haya cambiado un poco de modus operandi—dijo un poco pensativo—. Es decir, tengo la sospecha que la carne que cocinó son las extremidades del hombre, pero…

—Sabemos que hambre gusta de torturar a sus víctimas, esto no es común. Se tomó su tiempo con Charles Huang—completó la idea.

Hambre solía preparar una hermosa mesa en el comedor de sus víctimas, donde amarraba vivo a su merienda, y consciente le abría para cocinar en el momento sus entrañas; casi como sí se tratara de una parrillada coreana mezclada con una horrible clase de ciencias donde los asesinados eran similares a una rana disecada.

—Tengo la teoría de que la carne es posiblemente parte de sus extremidades, lo dejó vivo sólo con torso y cabeza, y antes de nuestra llegada fue cuando decidió decapitarlo.

— ¿Por qué la teoría?—cuestionó Fernando, creyendo que era un disparate.

—Los cortes se veían muy frescos, eso, y porque su cara se seguía moviendo—respondió Keita fascinado pero simplón.

—A veces me preocupas—refunfuñó al ver esas extrañas reacciones de su compañero—. Explícate, ¿cómo es eso posible?

—Bueno, en teoría el cerebro y sus funciones dejan de funcionar si deja de llegar oxígeno, y cuando decapitas una cabeza, obviamente se detiene el suministro de sangre que lleva dicho…

—Ve al grano, Keita—le reprendió suavemente pero sin quitar su mueca dura.

—Los nervios seguían funcionando, es como esos videos virales donde la carne se mueve o los pescados singuen vivos aun después de muerto, no es que esté vivo tal cual pero los nervios siguen llevando corrientes eléctricas— ambos se quedaron completamente callados por un rato—. Hablo de que sólo hizo un par de gestos y después nada, tampoco es como sí me hubiese recitado el ave maría—carraspeó mientras apegaba a su pecho su bloc de notas, sentía que Fernando le quitaba lo emocionante a todo.

—Entiendo—musitó pensativo, mientras tomaba un par de guantes para atreverse a tomar la carta con cuidado, y es que no era nuevo que le dejara notas de burla con mensajes como: “Límpialo” o “provecho”, pero en esta ocasión había algo más.

— ¿Qué es lo que dice, jefe?—musitó Keita, bastante curioso al ver cómo éste fruncía el ceño.

—Guárdalo en el sobre de evidencias, y revisen toda la casa. —se limitó a decir, entregándole la hoja, para darse la media vuelta y salir de ahí.

Keita ladeó confundido la cabeza, y observó la nota. Abrió los ojos un tanto sorprendido al leer, sintiendo un escalofrío recorrer su columna vertebral, ordenando de inmediato a sus compañeros que revisaran cada rincón del lugar tan rápido como pudieran.

“Noticias de última hora, nos encontramos fuera de la propiedad del diputado Charles Huang, afamado político reconocido por abogar por los derechos de los niños, creando no sólo leyes, sino recintos para el desarrollo integral de los niños y adolescentes, además de ser un amoroso padre de familia. En las últimas horas del presente miércoles, a las dos de la madrugada, se puede apreciar a través de la reja que cerca la zona, cómo elementos de la policía investigan el lugar, se sospecha que se ha atentado contra su vida, aún no hay declaraciones oficiales pero se cree que puede ser otro ataque de los cuatro jinetes, grupo criminal que suele atacar a grupos…esperen, esperen, está saliendo un coche. Es una patrulla, parece tener a un joven ahí, ¿será un sobreviviente?...”

—Apaga esa porquería—se escuchó una voz juvenil al entrar a una lujosa cocina.

La tele resonaba en una ostentosa mansión en las afueras de la Gran Ciudad, un tanto oculta tras gruesos muros y vegetación, dando la impresión de estar abandonado, sobre todo porque no existían caminos para llegar.

— ¿Fueron días largos?—respondió quien miraba el televisor.

Entró de lleno un muchacho de unos 28 años, quien portaba un delicado traje blanco, que resaltaba su larga y lacia cabellera pelirroja, junto con sus verdes ojos que remarcaban su pálida tez y pecas. Era Balaam, el líder de los cuatro jinetes, o mejor conocido como Hambre.

Sky, a quien llamaban Guerra, era un muchacho menor, de cabello largo y trenzado de color blanco, negro y planteado que casi se mezclaba con su pálida piel, la cual era adornada por espesas venas que se asomaban por su transparentoso cutis, que sólo hacía resaltar sus ojos azules con la pupila tan dilatada que parecía un tiburón que acechaba a Hambre.

—Sí, fue irritante escuchar estos días al tipo, pero…—Balaam se quedó callado.

El pelirrojo observaba cómo aquel chico  de mueca burlona, estaba no sólo desparramado en la silla con el control en mano, sino con un par de cadáveres sentados como invitados en la mesa. Eran un hombre y una mujer de aspecto maduro y seco, pues eran cuerpos que llevaban años en ese estado, casi como si los hubieran momificado.

—No me mires así, ya sabes cómo es Luke—se quejó el peliblanco, encogiéndose más—. Tienes suerte que no pusiera al Sr. Winchester en la mesa.

—Hablando de Luke. ¿Dónde está?—arqueó una ceja, mirando a todos lados.

—Fue a la tienda, quería hacernos una cena especial— se irguió Sky,  volteándose por completo, deteniéndose del respaldo de la silla.

—Y evidentemente lo dejaste ir solo—le reprendió suavemente, provocando un silencio apenado del menor—. Sky, ya hemos hablado de…

—Estará bien, estará bien—pujó a manera de queja, estirándose un poco para ponerse de pie, permitiendo que sus hippiosas ropas se acomodaran un poco—. Además, podemos aprovechar este tiempo, para nosotros— movió ambas cejas, acercándose para rodear sus brazos en su cuello, deseando sentir el dulce aroma de Balaam.

Balaam sin pensarlo, posó su mano en su cara para apartarlo, clavando un poco las yemas de los dedos en él sin soltarle, incluso zangoloteándolo un poco de un lado a otro de forma suave.

—Antes muerto que contigo—bufó el pelirrojo con desdén.

— ¿Ni siquiera unos quicos?— gimoteó de forma apenas entendible por cómo la palma de Balaam cubría su boca.

—Me iré a bañar, no molestes, Sky—le soltó, empujándolo un poco para estirar su saco—. Me avisas sí llega Luke y sí sabes noticias del otro.

—Está bien, está bien—rió juguetonamente, viendo con cariño a Balaam—. Lo hiciste muy bien hoy, aunque dejaste un testigo al parecer.

— Tranquilo, no lo olvidé, ni siquiera logró verme—dijo como último para retirarse.

Sky se quedó un poco sorprendido, indagando sobre el qué había ocurrido en aquella casa, es decir, había sido inusual que el jefe tardase días en una sola misión.

— ¡Ya llegué!—gritó Luke cual foca retrasada.

Luke, conocido como Muerte, entró con varias bolsas. Algunas provenientes de KFC y otras de Krispy Kreme para darles a sus amigos y padres una buena cena.

—Balaam llegó, no le hizo nada feliz que no estuvieras—dijo tranquilamente, mientras observaba cómo dejaba las bolsas en la mesa y abrazaba ambos cadáveres, dándoles besitos y saludándolos con dulzura.

—Para ti mami una dona rellena de fresa, para ti papi una dona de brownie—canturreó Luke mientras acomodaba los cadáveres, poniéndoles un babero.

El muchacho como habrán podido darse cuenta, era el más raro de la casa, pero era de esperarse por la apariencia que llevaba, la cual Sky describía como más fea que las enfermedades venéreas de caballo blanco. Luke era un muchacho de unos veinte años, que lucía siempre unos zapatos negros y viejos, con pantalones de vestir color caqui, una camisa que alguna vez fue blanca pero ahora lucía amarillenta y desarreglada, que sólo le medio ajustaba no sólo por el chaleco gris que tenía puesta, sino por la cangurera que traía donde llevaba una vieja cabeza humana que podía parecer de utilería, al menos nadie que la viese, creería que fuese real por el aspecto de tzantza que tenía, sin el rasgo de ser una cabeza reducida. Esa cabeza era su mejor amigo, cuyo nombre era el ya mencionado Sr. Winchester.

Por otro lado, la cara de Luke a diferencia de su compañero, era casi como una hoja de papel, que se rasgaba por la zona de la boca, pues tenía  dibujada una enorme sonrisa gracias a que la comisura de sus labios se encontraba reventada por el trabajo de una vieja navaja. Esta mueca acompañaba perfectamente a sus enormes ojos cuyo color era un intenso rojo, su mirada daba la sensación que se había inyectado más de una dosis de heroína, pero tranquilos, él es una persona limpia, sólo que su alegría siempre era tanta que sus pupilas se contraían como si de un estado natural se tratase. Sin embargo, no sólo su ropa, boca y ojos parecían un desastre, sino que también su cabello rubio con mechas rojas y negras, parecían haber sido masticados por un caballo.

— ¿A mi qué me trajiste?—sonrió Sky ladinamente, acercándose a su amigo para recargar su mentón en él.

— ¡TUM, TUM, TUM! — canturreó Luke tras poner al Sr. Winchester en una silla para niños, para voltearse y abrazar a Sky—. Te traje una dona con una carita feliz con relleno  frutos rojos, pollito picante y abrazos y besos—dijo restregándose a él de forma infantil—. Uh, Balaam no está realmente enojado conmigo, ¿verdad?—preguntó con un deje de timidez, al mismo tiempo que su sonrisa se volvía más exagerada.

—No, sabes que él sólo se preocupa por nosotros—respondió Sky, tirando un poco de la nariz del muchacho—. Es más, iré a avisarle que ya llegaste tal y como lo pidió—sonrió con picardía, esperando poder verlo desnudo en la ducha.

—No es necesario—contestó Balaam con elegancia, quien entraba a la cocina con una  camisa y un par de pantalones de algodón puestos junto con sus pantuflas—. Escuché que llegabas, así que pospuse la ducha—miró detenidamente a Sky, juzgándolo al saber sus intenciones de ir a avisarle.

— ¡¿Cómo lo supistes, eres adivino?!—gritó Luke tan sorprendido, escupiendo un poco al remarcar la última S.

—Tu angelical voz es difícil de ignorar— respondió el pelirrojo gentilmente de forma irónica, mientras se sentaba, haciendo un ademán para saludar a los padres de Luke.

—Siempre eres tan amable y genial—canturreó el rubio, mientras servía los platos para servir la comida.

Luke tenía la costumbre de siempre servirle plato aunque él no comiese, pues era obvio que vendría lleno después de su misión, sin embargo, esta ocasión les sorprendió al ver que se servía un pedazo de pollo picante.

Sky miró a Luke con extrañeza, esperando que él estuviese viendo lo mismo que él, y efectivamente, él se daba cuenta y tenía la boca muy abierta de estupefacción.

—Balaam, ¿de verdad todo estuvo bien con la misión?—se atrevió a preguntar el peliblanco.

—Sí, sólo que esta vez no me apeteció comer—dijo sinceramente, mientras usaba sus cubiertos para partir la carne.

—Entiendo—. Se limitó a decir Sky, sin dejarlo de mirar.

Luke tomó el control remoto,  subiendo el volumen de la televisión para buscar algo bueno que ver, sin embargo, éste comenzó a tener nieve e interferencia. El rubio extrañado siguió cambiando de canales, pensando que era cosa del canal, pero no,  todo se veía igual, aturdiendo a todos con el estridente ruido de sonido blanco, hasta que la pantalla se puso negra.

–Genial, la descompusiste–se quejó Sky.

—No hice nada—se quejó Luke, sonriendo mientras rechinaba sus dientes de la preocupación, al mismo tiempo que se acercaba para golpear el aparato, esperando que reaccionara.

El televisor aparentemente volvió a tener imágenes, pero lo que mostraba en pantalla era inquietante. Tanto que cada uno pudo sentir cómo la presión les subía para hacerlos sudar frío y tener nauseas. Las pupilas de cada uno temblaba por los nervios, a su vez que sus dedos se entumecían, clavando las uñas en la mesa.

– ¿Somos nosotros?–susurró Sky preocupado, mientras se levantaba de poco, observando que en el video también lo hacía.

– ¡Estamos en la tele!-chilló Luke, con una inocente emoción, saludando a donde sea que le estuvieran grabando.

–Dime por favor que esto no está en vivo a nivel nacional–habló Sky, ignorando a su amigo, para dirigirse a Balaam quien observaba su celular.

–No...– respondió, escuchando el suspiro de alivio de Sky–. Nos ven a nivel Internacional.

–Oh, mierda...–gimió Sky de forma temblorosa, casi jadeando por el aire que se le escapaba.

"Buenas noches televidentes, les presento a tres de los cuatro Jinetes...dos nacidos en cuna de oro, y dos nacidos en las calles. Estas personalidades han invadido las primeras planas de nuestros periódicos en el completo anonimato, así que presento sus rostros al mundo entero.

Hambre, Guerra y Muerte…saluden al mundo, yo los presento. ¿Quién soy yo?"

La voz que presentaba a los chicos, era gruesa y robótica, la cual tenía un tinte burlón lleno de cinismo y descaro. Los chicos se tensaban de solo oírlo.

–Balaam, hay que apagar esa cámara–chilló Sky asustado, mirando a su alrededor en pánico.

–Qué gran idea, no lo había pensado–respondió sarcásticamente, volteándose a la ventana, dispuesto a salir en busca de la cámara. Sin embargo, su mirada se cruzó con una fina línea de luz, era un rayo láser rojo apuntaba a su pecho, no teniendo otra opción más que alzar sus brazos–. Corran–masculló con cuidado el mayor de todos.

"Yo soy Dios, y  vengo a invadir sus casas..."

Tras las últimas palabras, al ritmo de la canción de La Alegría, comenzó un montaje de cada escena del crimen de los chico. Desde Luke colocándose su máscara de tela con la cara de un payaso dibujada, hasta Sky saltando y aplastando los globos oculares de sus víctimas. Era una cinta completamente detallada donde el mundo observaba al hambre devorar a sus víctimas convida, abriendo sus estómagos, picando sus lenguas con el tenedor e incluso quemando sus entrañas mientras están conscientes; igual mostraba a la guerra torturar a gente que parecía ser escogida al azar, con jóvenes arrastrándose con las piernas rotas, mientras Sky lanzaba navajas a su presa.

Muerte tampoco se salvaba de ser expuesto, ya que las grabaciones exponían cómo siempre organizaba fiestas del té o juegos del escondite o las traes, antes de mutilar las bocas y decapitar a hombres y mujeres que claramente vivían en los suburbios.

– ¡Corran!–gritó Balaam, apenas deslizó de su manga un cuchillo, lanzándolo a través del cristal para darle al francotirador, comenzando inevitablemente un tiroteo.

Las ventanas estallaron al igual que el televisor por culpa de las balas que ensordecían y hacían casi imposible escuchar cualquier grito del interior.

Luke se estremeció, logrando tomar al Sr. Winchester al mismo tiempo que trataba de correr con sus padres para protegerlos, pero Sky tomó con fuerza a Luke, impidiendo que tomara los cadáveres. Su prioridad en ese momento era correr a la salida, pero apenas tocó la perilla, los federales entraban con violencia.

 

 

— ¿Sky?–le llamó Luke, temblando en el suelo mientras recobraba la orientación. Su entrecejo se arrugaba mientras su sonrisa era más pronunciada, rechinando los dientes por el miedo que trataba de contener—. Sky—le llamó una vez más, acercándose a su amigo inconsciente, quien había recibido el golpe de la puerta, podía ver su frente sangrar.

El muchacho trató de tomarlo, pero sintió un fuerte jalón que no sólo le separaba de Sky, sino del Sr. Winchester.

— ¡No, déjenlo!—empezó a gritar Luke un tanto alterado, forcejeando realmente asustado. Evidentemente no comprendía qué pasaba, pero ver cómo tomaban a Balaam quien fue herido por una bala, además de recoger a sus padres y a Sky, le provocaba una completa histeria, que sólo hacía que dislocara sus hombros con tal de zafarse—. ¡Mamá, Papá!—gritó aun con esa mueca torcida.

–Capitán, tenemos a tres de los cuatro...la nota decía la verdad–logró escuchar Luke, mientras todo se ponía negro, pues tuvieron que darle un tranquilizante.

 

“Quien sea que logró escuchar mis mensajes, de nada. Ahora todo será más seguro”

Fue lo último que logró oír Luke de parte de la voz robótica.

Notas finales:

Ojalá les guste, recuerden que anunciaré las actualizaciones en mi página de face


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