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Somebody Save Me por JennVilla

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El auto giró bruscamente y Pansy buscó la mano de Hermione con un terror creciente en su pecho. Hermione le miró y se mordió el labio con incomodidad para luego apretar el agarre en su mano.

—Lo siento, Parkinson. Mi padre es un poco acelerado.

La chica en cuestión sólo le dio una mirada de reojo y sostuvo su varita con la otra mano, mientras intentaba sujetarse de su asiento.

— ¡Oh Joseph eres un desconsiderado! —regañó la señora Granger a su esposo— ¡Estás asustando a Pansy! Deja de conducir como un loco.

El señor Granger miró con culpabilidad por el retrovisor y disminuyó la velocidad.

—Lo siento, Pansy.

Pansy sólo asintió y trató de relajarse.

—Hoy tenemos muchos planes, chicas —dijo la mujer mayor con una sonrisa amable—, iremos a un centro comercial y buscaremos un local para nuestro consultorio. Luego haremos unas compras y volveremos a casa a cenar.

—No te emociones tanto, Clare; ellas deben estar exhaustas. Es mejor que-

—No te preocupes papá —se apresuró a decir Hermione—, no hay necesidad de que atrasen más lo del consultorio. Parkinson y yo estaremos bien. —concluyó mirando a la Slytherin. Ella asintió.

Pansy en realidad tenía mucha curiosidad sobre el Mundo Muggle, aunque no lo admitiera a los demás; una de sus clases favoritas en sus primeros años en Hogwarts había sido Estudios Muggles. Más que todo porque allí había aprendido a maquillarse al estilo muggle, -con ayuda de chicas de quinto y sexto- y así había atraído la atención de Blaise sobre ella.

— ¿Compraremos ropa? —preguntó.

—Si traes tu dinero, sí. —dijo Hermione cruelmente, a sabiendas que ella no tenía nada.

— ¡Hermione Jane Granger! —censuró su madre— Es nuestra invitada así que no tiene que preocuparse por eso. A propósito, cariño, ¿por qué la directora no dejó que te quedaras en el colegio?

—Después de la batalla, Hogwarts no quedó en condiciones para que alguien se quedara todo el verano, señora Granger.

—Ah... es una pena. Pero no te preocupes, Pansy. En nuestra casa eres bienvenida. Y por favor llámame Clare.

Pansy asintió y mientras Clare no miraba, sonrió maliciosamente a Hermione y le guiñó un ojo.

—Muchas gracias, Clare.

Hermione abrió la boca para censurarle su osadía, pero su madre se adelantó.

—No hay de que, Pansy. Y gracias por hacerme sentir joven, ¿eh? En el consultorio sólo soy doctora y en casa soy cariño o mamá.

— ¿Te quejas de que te llame cariño? —dijo Joseph sonriendo y girando el volante para llegar a un edificio enorme.

—No, para nada, Jos. Sólo que no es lo mismo, ya sabes-

— ¡Mamá! —gimió Hermione con vergüenza.

Sus padres rieron y una suave sonrisa se le escapó a Pansy.

Su madre había muerto al traerla al mundo y su padre, aunque fue uno amoroso en en la infancia de Pansy, con el pasar del tiempo no le había brindado ese tipo de camaradería que ella genuinamente había anhelado. Envidiaba a Granger y su vida perfecta, pero recordó que se había dicho a si misma que no iba a perder el tiempo con tonterías. Tendría una casa y comida por vacaciones, y además, nadie en el Londres Muggle la reconocería como hija de un Mortífago.


El auto de los Granger por fin llegó a destino; el edificio se alzaba casi amenazante, pero de alguna manera, para Pansy resultaba fascinante que los Muggles pudieran construir algo como eso.

Ya dentro, los padres de Hermione decidieron que era mejor separarse para hacer las compras.

—Aquí tienes para que compres lo que necesites, Hermione —sonriéndole a su hija mientras le entregaba una tarjeta de crédito—. Y si tu amiga se antoja de algo, sé buena chica y dáselo.

— ¡Ella no es mi amiga mamá!

—Pero, ¿qué dices Mione? —dijo Pansy con voz melosa antes que Clare respondiera— ¿Te acuerdas que prometiste llevarme a esa tienda donde venden pociones aromatizadas?

Los señores Granger rieron y Hermione le lanzó una mirada mortífera. Despidiéndose ligeramente de sus padres, haló de Pansy por un brazo y la llevó lejos.

— ¿Te das cuenta que es el dinero de mis padres del cual estamos hablando? ¿Cómo crees que lo voy a gastar en ti?

—No me importa Granger. Tú has sido la de la idea de traerme aquí y separarme de mis amigos, así que ahora te aguantas y me llevas a esa tienda que te dije antes. Y a todas estas ¿cómo sacarás los galeones de esa cosa?

—No voy a gastar ni un galeón en ti; en este caso, ni una libra.

— ¿Libra? —preguntó Pansy.

—Ajá. Y ahora que recuerdo, no se llaman "pociones aromatizadas", se les llama colonias. ¿Es que acaso tú nunca has utilizado una?

—Obvio que sí, Sabelotodo Insufrible —siseó Pansy perdiendo la paciencia—. ¿Me vas a decir que las colonias muggles son lo mismo que las mágicas? ¡Ah! Ya veo... si es que alguna vez has utilizado alguna, debió haber sido Muggle. No me extraña, si te soy sincera.

Mientras discutían, las dos chicas iban en dirección a la sección infantil del centro comercial, sin darse mucha cuenta de ello. Bueno, fue así hasta que una niña pequeña y regordeta chocó contra ellas cayendo al instante, lanzando una especie de aullido que Pansy creyó no poder soportar.

— ¡Granger! ¿Qué le pasa a esta niña? ¡Cállala! ¡Parece una mandrágora!

Hermione se inclinó y ayudó a la niña a levantarse mientras reía por las ocurrencias de la Slytherin.

—Se ha caído y ahora está llorando, Parkinson. No es nada del otro mundo —y mirando a la niña con la mejor cara que pudo hacer, dijo: —. Vamos, pequeña. No te ha pasado nada, ¿ves? Sólo te has asustado... cálmate.

— ¡Hechízala!

—No le prestes atención a esa bruja mala, ¿eh? ¿Por qué no me dices donde están tus padres?

La niña cesó su llanto e hipando suavemente, señaló en dirección a una inmensa piscina de pelotas. A un lado, varios adultos se encontraban charlando entretenidamente entre ellos.

—Parkinson, llevaré a la niña con sus padres. Es allí en la piscina de pelotas, así que quédate aquí y no te muevas.

Hermione no esperó respuesta, y se fue con la niña. Pansy la ignoró y más bien, se dedicó a mirar con curiosidad a la supuesta "piscina de pelotas". Decidiendo que no tenía nada que perder, aprovechó que Hermione estaba distraída y se acercó al inflable observando a varios niños que saltaban y se hundían entre las pelotas multicolores.

El espíritu infantil que nunca la había abandonado -ni aún con la presión de su padre para que se convirtiera en mortífaga-, le incitó a quitarse las zapatillas y soltarse el cabello, a buscar por dónde meterse a la atracción, a gatear con sus rodillas lastimadas sobre las inofensivas pelotas, a jugar con ellas al tiempo que se movían rodeando todo su cuerpo, a esquivar alegremente las que otros niños le lanzaban, a dejarse llevar y a disfrutar esa libertad que había logrado conseguir; fuera de los duros modos de su padre y de las exigencias que se le imponían para ser una excelente bruja Sangrepura... Su niña interior y la sensación de libertad la llevaron a cerrar los ojos y sonreír, a estar tranquila sin amenazas y miradas recriminatorias, a ser simplemente Pansy. Y a disfrutar de lo que tanto tiempo se le privó, y que ahora podía experimentar, sin que nadie se lo prohibiera o reclamara.

Y sí que se dejó llevar; Pansy sintió una leve opresión en el pecho y abrió los ojos encontrándose con que todo estaba oscuro. Se había hundido en la piscina de pelotas y en un pequeño resquicio de lucidez, antes de empezar a boquear por aire, pudo darse cuenta que en realidad aquella cosa que parecía tan inofensiva, era tan profunda como lo sería el Lago Negro en Hogwarts.

El terror la invadió y trató de sacar la varita del bolsillo de su falda; era consciente de que no le serviría de nada, pero quería aferrarse a algo conocido para no entrar en pánico. Era sólo una piscina de pelotas, sería absurdo pensar en la muerte en una situación así.

Mientras aferraba su varita, extendió el otro brazo y trató de empujar las pelotas que le cubrían el rostro. Definitivamente estaba muy abajo, una sola brazada no fue suficiente para permitirle tomar el preciado aire de afuera.

— ¡Parkinson!

A la voz chillona le siguió un tirón en uno de sus pies y luego la vista del cabello revuelto de Hermione Granger; quien lucía muy preocupada.

— ¡Gracias a Mer- a Dios! Pensé que te habías perdido o que te habían secuestrado.

Pansy sólo pudo reír al saberse reñida de esa manera, y por la persona menos esperada. ¿En serio esa era la chica que ella tantas veces insultó en el colegio?

— ¿Y ahora de que te ríes? Estuve a punto de meterme en un problema por tu culpa, Parkinson.

—No hay necesidad de fingir, Granger. ¿Qué mejor para ti, que deshacerte de alguien como yo, en el mundo Muggle?

Hermione suspiró fastidiada y se inclinó para recoger las zapatillas de Pansy.

—No soy como los demás, Parkinson. No deseo tu muerte ni te deseo miseria.

Pansy no contestó y se puso su calzado en silencio mientras pensaba en cómo quitar la tensión del ambiente. No quería que Hermione se enojara con ella y que no quisiera llevarla a más partes de ese edificio.

Y pensándolo mejor, la Gryffindor nunca le había atacado ni insultado. Antes bien, ella junto con sus dos amigos había tratado de ser lo más cordial con los Slytherin.

—Bueno, Granger, no es para tanto, ¿eh? Fue un chiste.

—No importa. Vámonos de aquí, mis padres deben estar buscándonos.

—No lo creo. Tenemos la tarde para nosotras, así que sé buena bruja y llévame a esa tienda de colonias muggle.

—No.

—Anda, ¿no quieres ayudar a esta pobre purista de sangre caída en desgracia? ¿No quieres mostrarme las maravillas de los muggles?

—No.

Pansy bufó. Hermione Granger era bien terca; pero más lo era Pansy Parkinson. La Slytherin sonrió y se prendió de un brazo de la castaña.

— ¡Hey! ¡Suéltame!

—No. Vamos, diviérteme y llévame a conocer todo lo que haya aquí. Me la pasé muy bien en esa piscina de pelotas.

Hermione suspiró derrotada. Quiso pensar que Pansy estaba diciendo la verdad, así que dejándose llevar por una alegre pelinegra, sonrió suavemente al pensar en todas las cosas que podría mostrarle. Seguramente serían unas vacaciones mucho más aceptables que dormir en una posada.


La tarde transcurrió en medio de risas y una extraña, pero cómoda camaradería entre las dos chicas. Pansy daba saltitos mientras subía por las escaleras eléctricas y se emocionaba con los comerciales que se transmitían por una pantalla grande en una de las dependencias del centro comercial.

Aunque no compraron ninguna colonia -pues ninguna resultó ser del gusto de Pansy- compraron muchas golosinas y algunas prendas de ropa que Pansy le recomendó a Hermione; claro que ella misma se encargó de 'comprarse' con dinero de los Granger, algunas cosas para ella y sus amigos. Hermione tuvo que resignarse y no decir nada.


— ¿Cómo la pasaron chicas? ¿Te divertiste Pansy? —preguntó la señora Granger mientras iban camino a casa, de nuevo en el auto.

—Ajá. —respondió ella muy ocupada saboreando un algodón de azúcar.

Clare sonrió divertida.

—Es una lástima que Mione no pueda probar esos dulces. Sus dientes se afectarían mucho por el azúcar.

Hermione se sonrojó y Pansy la miró de reojo maliciosamente. Claramente la Gryffindor no había tomado esas precauciones.

Cuando llegaron a la pequeña pero confortable casa de los Granger, Pansy no pudo dejar de envidiar el ambiente hogareño que se respiraba. Muchas fotos familiares estaban colgadas en la pared y la sorprendió que no se movieran, pero pronto se entretuvo observando a unos pequeños y coloridos peces en un acuario sobre algo que parecía ser una chimenea.

—Voy a llevarte a tu habitación, Parkinson, por si quieres descansar ya.

Pansy dejó su maleta en el suelo y se sentó en un mullido sofá.

—No estoy cansada. Quiero ver la tevelisión.

Hermione sonrió y alzó una ceja.

—Entonces vamos a mi habitación. Veremos la televisión —dijo haciendo énfasis en la palabra y poniéndose de pie—, y luego bajaremos a cenar.

Pansy se encogió de hombros y la siguió por las escaleras. No tuvieron que andar mucho para llegar a la habitación de Hermione. Pansy pudo apreciar que, aunque la habitación pareciera simple, al menos no contaba con el mal gusto que solían lucir todos los Gryffindor. Sin pedir permiso, se adentró en la habitación y se acostó en la cama disfrutando de la suavidad del colchón y del leve aroma a fresas.

—Si quieres, te acomodas en mi cama. No hay problema. —dijo Hermione sarcásticamente mientras buscaba el control remoto de la televisión.

—Está bien. ¿Qué es eso que tienes ahí?

—El control remoto para la tele.

Pansy no pudo disimular el asombro al saber que, con una cosa insignificante como esas, pudiese encender un artefacto como los que vio en el centro comercial.

—Déjame encenderlo.

Hermione pudo ver cómo los ojos de Pansy brillaban un poco y conteniendo una sonrisa, le entregó el control explicándole cómo funcionaba.

Pansy aprendía muy rápido, y un rato después ya se encontraba pasando canales desinteresadamente buscando algo entretenido.

— ¿Segura que quieres ver televisión? No te veo muy por la labor.

—No es mi culpa que no haya nada interesante, Granger.

Hermione se encogió de hombros y decidió hacer una siesta. Por un momento le pareció extraño que se sintiera un poco cómoda con la presencia de Pansy en su cama; pero no quiso pensar más en eso y cerró sus ojos para descansar.

Mientras tanto, Pansy seguía pasando canales y llegó a uno donde al parecer estaban haciendo magia. Era algo así como un show donde un ridículo muggle con un estúpido sombrero negro, sacaba de la manga de su túnica una tela larga de varios colores. Tiraba y tiraba de la tela y parecía no terminar; Pansy bufó y pasó el canal.

En el siguiente estaban maquillando a una chica y ese sí que le interesó, se acomodó mejor en la cama y giró la cabeza para ver cómo Hermione dormía. La Slytherin nunca habría pensado estar en una situación como esta; pero parecía no ser tan malo después de todo. Muchas cosas habían cambiado y ella misma había cambiado. Además, Hermione era aceptable, lo que si no podía imaginar, era cómo Blaise y Draco se aguantarían a los otros Gryffindor.

Bueno, por lo menos para Draco no sería tan difícil.

Un suave quejido la sacó de sus pensamientos; Hermione, en medio de su sueño, estaba balbuceando y frunciendo el ceño como si sintiera un gran dolor.

Pesadillas.

Pansy las conocía y las aborrecía, pero sabía cómo lidiar con ellas. A base de pociones para dormir sin sueños, de noches en vela leyendo una revista o de las palabras dulces de amigas como Daphne y Millicent o Draco y Blaise cuando podían.

Hermione soltó otro quejido, pero con la diferencia de que se movió y se tomó su antebrazo izquierdo mientras negaba enérgicamente con la cabeza.

Pansy movió casi imperceptiblemente la manga del suéter de Hermione y vio cómo en su antebrazo estaban cicatrizadas las palabras "Sangre Sucia".

Un estremecimiento llenó el pecho de Pansy, jamás habría pensado que Hermione tuviera una marca tan abominable como esa. Ella misma había despreciado a los hijos de muggles en años anteriores, pero jamás se le hubiera ocurrido hacer algo como eso en ellos.

Hermione gruñó y empezó a rasguñarse la piel del antebrazo.

— ¡No! ¡Déjame! ¡No me hagas daño! —murmuraba la castaña mientras giraba bruscamente su cabeza.

Los labios de Pansy temblaron.

—Granger —llamó suavemente, moviéndole un hombro—. Despierta, Granger, es una pesadilla solamente. No te dejes llevar por ella.

— ¡No! ¡No quiero! No voy a decírtelo, suéltame por favor.

Pansy tragó seco y trató de no dejarse llevar. Movió un poco más fuerte el hombro de la chica.

—Granger, despierta. Estás en casa. Con tus padres... estás a salvo, nadie te hará daño.

La varita de Hermione estaba en una mesa de noche, pero Pansy sabía que lo mejor era despertarla sin magia. Lanzándole un hechizo, sólo haría más daño.

Pansy se inclinó sobre el cuerpo de la chica y la zarandeó.

Hermione, despierta. No hay nadie aquí que quiera hacerte daño.

Hermione dejó de quejarse, pero no despertó. Su mano derecha seguía en la cicatriz, pero ya no la rasguñaba.

Buena señal.

—Hermione —dijo Pansy palmeando la cara de la castaña—, despierta dormilona. ¿Quién me dará de cenar?

Hermione frunció un poco el ceño y abrió un ojo.

— ¿Eh?

Pansy sonrió sin poder evitarlo y le pellizcó juguetonamente una oreja.

—Que levantes tu culo perezoso de la cama y me traigas algo de cenar.

Hermione despertó totalmente y miró a Pansy con incredulidad.

— ¿En serio me estás pidiendo eso, Parkinson?

—Para ti, soy Pansy. No tengo más de treinta años. Y no, no te lo estoy pidiendo.

Hermione la miró fijamente y luego suspiró.

—Tú me despertaste... de mi pesadilla.

—Ajá. —dijo Pansy evadiendo la mirada de Hermione.

—Y me llamaste Hermione y quieres que yo te llame Pansy. —dijo tontamente

— ¿Acaso crees que voy a aguantar que me llames Parkinson todo el verano? ¡No soy ninguna señora vieja!

Hermione sonrió y se inclinó para abrazar brevemente a una sorprendida Slytherin.

—Gracias, Pansy. En Hogwarts es Parvati quien me ayuda con eso.

—Da igual. ¿Vamos a bajar a cenar?

—Aún no es hora, apenas y anochece —rio Hermione—. Mejor me cuentas por qué me despertaste.

— ¿Y quién te aguanta gimiendo y no dejando escuchar la tevelisión?

Hermione se aguantó las ganas de corregirla y más bien le envió una mirada llena de intención. Pansy suspiró y miró hacia abajo y empezó a juguetear con el ruedo de su falda.

—Sólo que no quería que sufrieras más con la pesadilla. Sé cómo se siente y cuando me pasa, agradezco que me despierten o distraigan con algo.

Pansy hizo una pausa y luego continuó:

—Además de que tú has sido muy buena conmigo, y con mis amigos. Me estás hospedando en tu casa desinteresadamente sólo porque dije que iba a pasar las vacaciones en una posada.

Hermione asintió.

—No te preocupes por eso. Y gracias por ayudarme, se me olvidó tomarme la poción de nuevo y-

—Yo puedo ayudarte con eso. Puedo entretenerte con otras cosas para que no siempre tengas que tomar esa poción. —sugirió Pansy.

— ¿Y qué haríamos?

Pansy en ese momento no se le ocurría nada.

—No lo sé, pero algo haremos. Y tú mientras tanto puedes llevarme a más cosas muggles.

Hermione rio, viendo el brillo de ilusión en los ojos de Pansy.

—Está bien. Tendré que hacer un cronograma de actividades y-

— ¡Oh no te pongas de Sabelotodo en vacaciones! Todo será improvisado y mucho más divertido.

Hermione pasó por alto el apodo y sonrió altivamente.

— ¿Y ese entusiasmo tuyo de dónde vino?

Pansy dejó de sonreír y miró fijamente a Hermione. Ya no le valían más excusas con la cerebrito de Hogwarts.

—Porque quiero que tú me salves de tantos años de etiquetas y lista de insultos a personas "inferiores" a mí. Que me ayudes a ver más allá de todo lo que un muggle pueda aparentar. Que me enseñes muchas cosas sobre las que tú sabes. Que me salves de esos prejuicios con los que mi forma de actuar se vio tan afectada en todos estos años.

Hermione sintió nacer en su pecho un caluroso afecto hacia la chica que se abría ante ella. Se dio cuenta que la decisión que había tomado en la mañana había sido una de las mejores que podría haber pensado.

— ¿Y tú me salvarás de las pesadillas? —preguntó sin mala intención.

Pansy sonrió y asintió con el fuerte propósito de hacerlo.


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