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Deathaura por Brenna_Matsu

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Al día siguiente Akira se preparó para hacer su ronda como guardia del pueblo, le tocaba verificar que las calles estuvieran en orden. Al parecer había llegado a parar al clásico pueblo de las cordilleras donde lo único malo que ocurre es cuando un niño hace una travesura y lo tiene que reprender uno de sus padres, la mañana había estado sumamente tranquila.

Se paro en una esquina de la plaza mientras veía a los comerciantes del pueblo ofrecer sus mercancías por trueque o monedas, aguanto un bostezo mientras movía un poco su cuello para desperezarse; fue en ese momento donde lo volvió a ver: el mismo chico pelinegro que había visto el ayer estaba sentado tranquilamente mirando las nubes mientras esperaba a que alguien se detuviera frente a él para comprar algo de lo que vendía. Akira no lo pensó ni dos segundos y cruzo la plaza completa para ir a hablar con el chico.

Cuando estaba a unos diez pasos del pelinegro un grupo de chicos de aproximadamente la misma edad que ellos rodearon al chico. El pelinegro bajo la mirada hacia los recién llegados y suspiro con resignación.

- Hola Matsumoto ¿Qué porquería traes esta vez?

- ¿no tienen nada más interesante o mejor que hacer que venir a joderme?

- Agh, tan tosco como siempre el rarito – dijo otro de los chicos mientras miraba la mercancía de Takanori – queso y… ohhh ¿qué tenemos aquí?

El chico de cabellos grises tomo la tarta de fresas que tenía el chico sobre uno de los cajones de madera en los que exhibía los pequeños quesos y aquel dulce.

- Takeru… te pido de la mejor forma que dejes esa tarta donde estaba– dijo con voz firme Takanori pero en sus ojos se reflejaba cierta suplica- es la única que mi madre logro hacer…

- ¿Tanto esfuerzo por esta porquería? De seguro esta envenenada por esa bruja o por ti – se rio uno de los chicos.

- le estamos haciendo un favor a la comunidad evitando que vendas tus mierdas embrujadas – el peligris miro con desprecio la tarta y sin pensarlo dos veces la lanzo contra el pecho del más bajo, haciendo que el postre se rompiera en pedazos y manchara la ropa del pelinegro.

Akira ya había visto suficiente, dando grandes zancadas y con su mano en su espada de acerco a los chicos.

- ¡Hey! ¡¿Qué mierda sucede con ustedes?!

- ¡Mierda un guardia!

El grupo de chicos corrió despavoridos del lugar, por un momento Akira pensó en seguirlos y al menos agarrar a uno para darle la reprimenda de su vida pero desistió de eso y centrar su atención en el chico que resignado limpiaba su ropa.

- Lamento haber llegado tarde – se disculpó el rubio mientras buscaba el pañuelo que siempre cargaba con él.

- No se preocupe, siempre es lo mismo con esos sujetos- dijo sin levantar la mirada de sus ropas estropeadas, tendría que irse del lugar a lavarlas lo más pronto posible o el olor del relleno dulce atraería a demasiadas moscas y no vendería nada en esas condiciones.

- Al menos déjame ayudarte- se agacho estirando su pañuelo hacia el chico, el cual tras pensarlo un poco lo acepto y lo utilizo para limpiar las pequeñas esferas de queso.

- Muchas gracias…- se mordió los labios antes de que el nombre del guardia se escapara de sus labios, no sería bueno para su ya dañada primera imagen que el hombre frente a él se enterara que por metiche sabia su nombre de pila.

- Mi nombre es Akira Suzuki, un placer – se presentó el rubio con una pequeña sonrisa mientras tomaba uno de los quesos para limpiarlo con el otro pañuelo que guardaba para limpiar su armadura, que debido a la hora, estaba completamente limpio.

- Un gusto, Takanori Matsumoto a su servicio.

- ¿Son quesos de cabra los que vendes?

- Correcto, los hacemos con mi madre con la leche de nuestras cabras.

- Es un producto difícil de hacer, en la gran ciudad son un producto muy caro y apreciado – Takanori soltó una pequeña risa tras las palabras de Akira.

- Aquí la gente cree que la leche solo sirve para beberla antes de que se ponga rancia y pocos se atreven a probar este producto. Hoy no ha sido mi día de suerte vendiendo la verdad.

- Pff campesinos, no saben de lo que se pierden. Te los compro todos.

Por primera vez el chico de los ojos grises levanto su mirada asombrada al escuchar las palabras de Akira, sus ojos conectaron y ambos trataron de silenciar el fuerte latido que retumbo en sus pechos.

- ¿Cómo?

- Que me los llevo todos, las diez piezas de queso te las compro – las palabras sinceras del de ojos oscuros fueron acompañadas con una amplia sonrisa mientras buscaba entre su armadura su saco con monedas.

- No tienes que…

- ¡Que va! ¡Este es un manjar al que no puedo decirle que no! Aparte, mis compañeros de guardia estarán encantados – busco en la bolsa y saco unas monedas de plata las cuales se las estiro al chico – ¿Alcanza?

El pelinegro abrió los ojos como plato, nunca había visto tanto dinero en su vida. Apenas alcanzo a balbucear un si mientras buscaba su propio saco de monedas pensando que ni trabajando en un mes tendría para el cambio que debería entregarle al sujeto de dulce sonrisa.

- ¡Perfecto! – dejo ambas monedas en el cajón de madera mientras se quitaba del hombro el morral que traía y empezaba a echar cada queso en su interior – ¡El general va a estar muy feliz por esto! – Vio que el más bajo sacaba su roído saquito de monedas – tranquilo, quédate con el cambio, si hay algo que hace bien el nuevo alcalde es pagar bien por la seguridad.

La sonrisa contagiosa del rubio llego a las comisuras de los labios de Takanori, haciendo que estas se elevaran en una pequeña sonrisa avergonzada mientras tomaba las dos monedas de plata y las metía dentro del saco.

Ya sin mercancía que vender, el pelinegro ordeno todo para retirarse temprano a su casa, en parte para poder limpiar sus ya pegajosas ropas que se adherían molestamente a su fina figura. Akira se ofreció a acompañarle hasta su morada, por si los matones volvían a aparecer y Takanori acepto la ayuda de buena gana, los cajones no eran pesados pero no quería ensuciarlos al apegarlos a su ropa sucia.

- Disculpa que lo pregunte ahora, pero ¿Por qué esos chicos se meten contigo?

- Son sujetos insignificantes – dijo sin emoción en su voz- sus familias están pasando por pésimos momentos y para no hundirse en su miseria buscan a gente con la cual meterse y de alguna patética forma sentir algo de poder o bien estar.

- wow, eso fue rudo.

- la sinceridad muchas veces no es amable – Dijo levantando los hombros en señal de inocencia.

Akira rio ante las palabras de Takanori mientras le daba la razón entre risas. Cuando ambos divisaron la pequeña cabaña en la que afuera descansaba en una pequeña banca una mujer de edad, el pelinegro le dio las gracias por todo al rubio y con una pequeña reverencia se despidió del guardia, el cual sonrió y agito su mano en señal de despedida hasta que la figura del joven de largos cabellos llego a la puerta de su hogar.

Aquel día fue el primero de muchos días en los cuales ambos jóvenes se vieron reunidos en la plaza, cada día en el cual Takanori venia con alguna mercancía de su huerta o de sus animales Akira estaba a su lado para evitar nuevos ataques hacia el chico de oscuros cabellos. Poco a poco ambos fueron rompiendo el hielo entre ellos, comenzando con pequeñas conversaciones triviales hasta alguna que otra charla profunda cuando Akira acompañaba a Takanori hasta su casa; incluso en algunas ocasiones la madre del más bajo invito al guardia a pasar a su humilde morada para compartir alguna tarta o simplemente una infusión de hierbas de la huerta.

Akira noto rápidamente que el pueblo en general no era un pueblo muy rico, sus habitantes apenas si lograban entre todos conseguir la paga que pedía el rey una vez cada tres meses, la cual normalmente no era pagada en monedas si no que usualmente en productos o animales. Eran en estas colectas que siempre veía que por alguna razón las cosechas o los animales que ofrecía la familia de Takanori eran más abundantes o en mejor estado que las de los demás campesinos y dicho detalle no solo había sido evidenciado por el de ojos negros.

Tras un año de conocerse, era el cumpleaños número diecisiete de Akira. El jefe de la guardia le dio libre al soldado para que fuera hiciera lo que quisiese, a la noche seria festejado por sus compañeros en el bar del pueblo con abundante cerveza y con estofado de cordero, generosamente ofrecido al posadero por cierto chico de ojos grises. El mismo chico que había utilizado su mañana en preparar con ayuda de su madre una tarta especial de frutos rojos de la última cosecha que habían conseguido y habían hecho mermelada con estos, la cual casualmente era la favorita del rubio.

Ya para cuando el cumpleañero llego a la apartada cabaña era esperado ansiosamente por la pelinegra ya con largos mechones blancos por su edad y por el hijo de esta.

- ¡oh, cariño! Entra, entra, que el frio está comenzando a caer fuerte en estas fechas.

- Muchas gracias por la invitación señora Matsumoto – agradeció a la mujer mientras se sacaba la chaqueta y la doblaba bajo su brazo.

- Takanori está en su habitación, debe venir en un momento.

Akira asintió, ayudo a la mujer a cerrar bien la puerta y la acompaño hasta la mecedora de esta, donde ya había una infusión de hierbas secas recién servida en las tres tazas humeantes.

Por su parte, Takanori había escuchado la puerta abriéndose y un nerviosismo desconocido para él nació en el fondo de su estómago ¿Por qué estaba tan nervioso? Tal vez la respuesta se encontraba en aquel pequeño paquete que con esfuerzo había tratado de armar. Se dio unas últimas palabras de aliento para dispersar esa incomoda sensación, tomo el paquete escondiéndolo en el morral que siempre cargaba en su costado y salió de la habitación.

- Akira, llegaste – dijo con una pequeña sonrisa.

- ¡Takanori! – se levantó de la banca y dejo la taza de infusión sobre la pequeña mesita – te dije que vendría ¿no?

El pelinegro se acercó al cumpleañero y le estiro la mano para saludarlo a lo que el mayor rio, tomo la mano que le ofrecieron pero en un rápido tirón atrajo al arisco pelinegro y le envolvió en un cálido y apretado abrazo.

- ¡Akira! – se quejó el sorprendido y levemente sonrojado Takanori

- Haz una excepción por mi cumpleaños y solo abrázame – se escuso riendo el mayor.

A regañadientes Takanori envolvió al rubio entre sus brazos en un abrazo que Akira disfruto completamente. La señora Matsumoto por su parte trato de aguantar una pequeña risa, sabía que su pequeño no era de grandes muestras de afecto físicas pero sabía que estaba dando lo mejor de sí por aquel extrovertido rubio.

Comieron y conversaron en un grato ambiente, Akira no podía pedir más tras ser recibido en aquella acogedora casa como uno más de ellos. Takanori se revolvía nervioso mientras trataba de encontrar un momento adecuado en el cual entregarle el presente que había preparado a Akira, pero entre la charla y la comida no lograba encontrar un momento en el cual hacerlo.

Pronto se hizo tarde y el rubio anuncio que debía marcharse, a lo que el menor le pidió acompañarlo hasta la mitad del camino. Se despidieron de la madre de Takanori y caminaron lentamente por el sendero sin separarse mucho el uno del otro. Estaban por llegar a la intersección donde tomarían caminos separados y por ende el último momento en el cual Takanori tendría una oportunidad de entregarle el regalo a Akira.

- Takanori, está comenzando a caer la noche no crees que…- el nombrado se detuvo abruptamente y desvío la mirada mordiendo su labio inferior- ¿Sucede algo?

- No, solo que soy pésimo con estas cosas.

- ¿De qué me perdí? No es la primera vez que hacemos este recorrido juntos – rio el rubio sin entender que pasaba por la mente del menor.

Takanori suspiro con algo de frustración, ahora o nunca. Ante la curiosa mirada de Akira, el menor saco de su morral un paquete cuidadosamente envuelto y lo estiro hacia él.

- Es para ti, feliz cumpleaños Akira.

El rubio parpadeo unas cuantas veces incrédulo para luego lentamente acercarse y tomar el paquete. Al abrirlo descubrió en el interior de este un hermoso par de guantes de cuero negros, los cuales al tomarlos en sus manos noto que por dentro estaban forrados internamente por una mullida y cálida lana de oveja.

- Takanori… ¿Tú?

- Los hice yo mismo, recuerdo que hace unos meses me dijiste que sufrías mucho en invierno con el frio en tus manos así que los hice para ti. Son de cuero y lana de las ovejas de nosotros, el tinte negro debería hacerlos impermeables al agua así que no tendrás problemas cuando nieve – explico mientras se rascaba la nuca nervioso – espero que sean de tu agrado.

- ¿De mi agrado? Taka, ¡me encantan! – se acercó y volvió a abrazar al pelinegro con fuerza – ¡Son perfectos! De verdad mil gracias.

El corazón de ambos latía rápido, ese abrazo se sentía distinto a los abrazos que antes habrían compartido, casi como si ambos estuvieran conectados por alguna fuerza más allá de su comprensión. Un suspiro escapo de los labios del mayor, se sentía completo teniendo al pelinegro entre sus brazos, mientras que Takanori sentía en su interior un gran calor que comenzaba a inundarle desde el fondo de su pecho y se extendía lentamente al resto de su cuerpo. Un corto jadeo escapo de los labios del menor, asustando al rubio.

- ¿Estas bien Takanori? – alejo un poco el cuerpo del menor y noto que este estaba con la respiración agitada y con un notorio sonrojo en sus mejillas, por lo que coloco una de sus manos en la frente de Takanori notando que este estaba con mayor temperatura que la que debería tener- Estas iniciando fiebre Taka…

- Agh… me pasa a veces

- No te había pasado desde que te conozco – respondió mientras fruncia el ceño- te llevare de vuelta a tu casa.

- ¡No! Vas a llegar tarde a tu junta – se negó el pelinegro separándose del abrazo del mayor mientras acariciaba su frente con su mano.

- Pero…

- Tranquilo, iré con cuidado a mi casa y acostare inmediatamente. 

No muy convencido de las palabras o el estado de Takanori, el rubio decidió confiar en él. Se despidieron rápidamente para que el pelinegro pudiera emprender la vuelta a su hogar.

Cuando la figura del soldado se perdió en la lejanía, el joven finalmente pudo quejarse y maldecir a ese arranque de calor en su interior, hace meses no le sucedía y no pudo ser en el peor momento, pero bueno, él sabía que eso podía suceder cuando una emoción fuerte naciera de él.

Trato de no jadear mientras sus pasos se dirigieron al bosque, esperando llegar a aquel punto conocido y secreto. Casi tuvo que ahogar el grito de alegría cuando vio frente a sus ojos aquel árbol antiguo de grandes raíces, sus piernas fallaron y tuvo que gatear los metros que le quedaban antes de poder sentir con las puntas de sus dedos las firmes raíces de aquel árbol.

Takanori tuvo que morder su labio inferior para evitar soltar un fuerte grito el momento que una aura luminosa comenzó a rodearle y por un momento sus ojos grises pasaron a ser de un potente amarillo; un fuerte viento le envolvió mientras las raíces del árbol también comenzaron a brillar, como si estas estuvieran en resonancia con el pelinegro. El aura luminosa se mantuvo brillante por unos segundos, los cuales para el chico fueron eternos; y poco a poco estos fueron disminuyendo en intensidad hasta que finalmente la luz se extinguió por completo.

Takanori se trató de levantar mientras sentía su cuerpo bañado en una capa de sudor frio, se sentía débil y el ligero temblor de su cuerpo lo evidenciaba pero su temperatura corporal ya se había estabilizado. Se abrazo a si mismo mientras levantaba su mirada, que había vuelto a ser gris, en dirección al gran árbol que ahora lucia una gran cantidad de retoños nuevos y estaba completamente rodeado de hermosas flores blancas.

- Las flores son algo nuevo… - rio ante sus propias palabras y con cuidado volvió a dirigir sus pasos hacia su hogar.

Notas finales:

Hola!! tantos siglos!! No es que me haya olvidado de ustedes, solo digamos que en estos meses con suerte he tenido tiempo para poder dormir tranquila.

empece a retomar esta historia y tengo pensadas muchas ideas, tratare de actualizar esta historia corta mas seguido y poder continuar con Gotas de sangre. Solo les pido paciencia y su apoyo c:

 

los adoro <3


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