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97. Pareja del Millón de Dólares (11) por dayanstyle

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El olor de la sangre mantuvo a Hong Seok en el borde. La herida del humano se había cerrado, y el sangrado se había detenido, pero el poderoso aroma le hacía sentir ganas de beber del hombre. No estaba muy hambriento, pero tenía hambre y podía saborear a éste, en el aire.

Sentado en una silla en la cocina, el humano continuamente miraba a su alrededor, mientras se lamía los labios. El deslizamiento de la lengua del hombre, atrajo sus ojos.

Por un segundo, se perdió en la mirada del humano. Era fascinante, y casi se olvidó de sí mismo. Dio un paso hacia él y luego se detuvo. No iba a permitir que un par de hermosos ojos, lo distrajeran.

Tampoco iba a dejar que el esbelto cuerpo, que estaba sentado de forma tan rígida en la silla, lo hiciera.

—Tienes que tener mucha sed. —Hong Seok se llevó el vaso, a los labios, pero no bebió. Después de todo, era un vampiro y sólo bebía sangre. Era una táctica, para que el humano le dijera por qué estaba allí. Quería saber qué lo había motivado a cumplir las órdenes de Jaycee Chan.

Muchos vampiros creían que los humanos, no eran más que ovejas. No sólo estos. No. Había cambiaformas y demonios que tenían esa misma opinión. Sin duda, Jaycee Chan había pensado eso mismo, al emplear al hombre y deshacerse de él.

 

Él no compartía esas opiniones. Su padre, Jaehyo, le había enseñado que toda vida era preciosa, y sólo porque los humanos eran mundanos en el mejor de los casos, no significaba que sus vidas no tuvieran valor.

Lo que quería saber, era cómo Jaycee Chan había convencido a este humano para que espiara. Extraerle la información, habría sido un juego de niños. Solo tenía que sondear su mente, hallar el recuerdo correcto, y habría obtenido lo que buscaba. Pero no se apresuró a invadir los recuerdos del hombre. No estaba seguro de por qué dudaba, por qué había recurrido a tácticas humanas para conseguir lo que quería.

No, eso era una mentira. Sabía muy bien por qué no lo había sondeado. El humano era su pareja, y estaba teniendo dificultades para ver en la cabeza del hombre. La primera razón era, que había una especie de bloqueo natural que no podía pasar, lo que impedía coaccionarlo. Era la manera que tenía el destino de impedir que las parejas usaran sus dones, uno contra el otro.

¿La segunda razón? El hombre parecía... inocente. Demasiado inocente para ser el espía de un delincuente de los bajos fondos, como Jaycee Chan. El motociclista criminal que había usado a su pareja, y quería saber, cómo el lobo había influido en el humano.

—Tienes que responderme. Sino las cosas sólo se pondrán más difíciles.

—No sé nada, —graznó el ser humano, pero podía oler la mentira por el agudo olor de la transpiración y el aumento del pulso en su cuello.

Sumergiendo el dedo en el agua, deslizó la almohadilla de su dedo índice sobre el labio inferior del humano. El chico movió su lengua, lamiendo el líquido. Hong Seok habría usado tácticas más duras, pero el tipo era su pareja, después de todo. No estaba tratando de herir al hombre, sólo de obtener información.

 

Pero el ser humano no necesitaba saberlo.

—¿Sabes lo que soy?

El tipo arqueó las cejas. —¿No quieres decir quién?

Esa sola pregunta, le dijo que el humano no tenía ni idea. Para poner a prueba su teoría, le preguntó: —¿Crees en el Coco?

El hombre se rió, un poco. —No.

—¿Seres que no son humanos?

—No. —El humano lo miró, como si acabara de decir que el cielo era morado.

Colocando el vaso sobre la mesa de madera, Hong Seok agarró una silla, la giró y luego se sentó a horcajadas sobre el asiento. Apoyó los brazos en el respaldo, observando cómo el ser humano intentaba evitar mirarlo.

—¿Entonces, me estás diciendo que no crees en hadas, hombres lobo o incluso en vampiros?

El hombre sonrió, y maldita sea, esa sonrisa era hermosa. —Te diré lo que quieres oír, si eso me saca de aquí, vivo. Sí, creo en duendes. De hecho, encontré una vasija de oro, el otro día.

A pesar de la necesidad de parecer intimidante, se rió entre dientes. No pudo detener la suave risa. —¿Y dónde dejaste esta vasija de oro?

 

—En el fondo de esa botella de tequila, que me acabé. —La sonrisa de su pareja, se ensanchó—. ¿Ahora, me puedo ir?

La sonrisa de Hong Seok, desapareció. —No, hasta que respondas a mi pregunta.

La sonrisa de su pareja se desvaneció, como si alguien hubiera golpeado un interruptor de luz. —Aún no sé de lo que estás hablando. No conozco a nadie con el nombre de Jaycee Chan.

Sonrió. —Nunca mencioné su nombre.

El humano frunció el ceño. —Si lo hiciste.

Hong Seok había tenido cuidado de no pronunciar el nombre de Jaycee Chan. Él estaba seguro de ello. Si el humano hubiera sido alguien que no fuera su pareja, usaría tácticas más dolorosas. Por otra parte, si el hombre sentado frente a él, hubiese sido cualquier otra persona, pero no su pareja, Hong Seok habría cavado profundamente en su mente, para obtener las respuestas.

Como eso no era una opción, decidió cambiar de tema. —¿Cómo está tu cabeza? El hombre se encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior. —Late.

—¿Dolor de cabeza?

Asintió. —También un poco mareado.

¿El hombre tenía una conmoción? Eso lo preocupaba. Los seres humanos eran frágiles, susceptibles a tantas cosas que podían matarlos.

 

La culpa superaba su necesidad de respuestas. Esta era su pareja, maldita sea. Debería reclamar al hombre, no interrogarlo.

Levantándose, le entregó el vaso de agua antes de ir al lavabo y mojar algunas toallas de papel. Las heridas en la cabeza siempre sangraban como locas, independientemente del tamaño del corte. Con tierno cuidado, limpió la herida, empujando hacia atrás su propia sed mientras limpiaba la sangre seca, ignorando cómo su piel hormigueaba ante la cercanía. Apartó el pelo húmedo, que se aferraba a la sudorosa piel del humano. Había un pequeño corte, pero no estaba seguro de si la herida requeriría puntadas. Mientras limpiaba la cabeza del hombre, notó que su pareja había bebido todo el vaso.

—¿Más?

Su pareja miraba hacia adelante, su miedo era tangible, su voz baja y temblorosa. —Sí por favor.

Cuando volvió a llenar el vaso, consideró llamar al Dr. Jaejoong. Dado que no sabía nada sobre los humanos y lo que podría matarlos –aparte de cosas obvias como balas o enfermedades–, quería que su pareja fuese examinado. La herida parecía algo menor, pero de nuevo, los seres humanos eran criaturas delicadas.

Después de entregarle el vaso a su pareja, se puso en cuclillas frente al hombre. El humano sujetó el vaso con fuerza en sus manos, pero no bebió.

—¿Cuál es tu nombre?

El hombre pareció considerar la pregunta y luego sumisamente respondió, —Me llamo Hyo Jong, pero me dicen EDawn.

—Soy Hong Seok. —limpió la herida de EDawn, de nuevo, y su pareja se estremeció, pero no   dijo una palabra. —¿Te duele algo más, EDawn?

Su pareja asintió rápidamente, y luego curvó los labios antes de golpear suavemente su codo izquierdo. —Lo golpeé en el suelo, con bastante fuerza.

Con cuidado, le examinó el codo. Había algunos rasguños, pero no vio nada sangre o alguna decoloración. —¿Sólo sientes dolor?

De nuevo, EDawn asintió.

Caminando al otro lado de la cocina, llamó al Dr. Jaejoong. La conversación fue corta, pero al punto. Unos minutos más tarde, el médico fue brillado en la cocina por el elfo, Tao. Habría llamado al médico vampiro, pero como EDawn era humano, el Dr. Jaejoong había sido la mejor opción, viendo como el doctor era también un humano.

El vaso de agua cayó de la mano de EDawn, que se rompió en el suelo mientras sus ojos se disparaban desde el médico al elfo, y luego a Hong Seok. EDawn parecía que se desmayaría en cualquier momento. Su pareja se tocó la herida de su cabeza y siseó. —Debo haberme golpeado la cabeza más fuerte de lo que pensé.

—Vamos a echar un vistazo, —dijo Jaejoong. Se acercó a EDawn, pero el humano se precipitó fuera de la silla y empezó a retroceder, con una mirada de ciervo encandilado, en su rostro.

—Estoy bien. Realmente, estoy bien. —alzó las manos, como para alejar al médico. —Solo quiero irme a casa. Por favor, déjame ir a casa.

 

EDawn parecía a punto de llorar, y eso sacó a la luz los instintos protectores de Hong Seok.

—No va a hacerte daño —dijo suavemente, con calma.

—Yo-yo realmente necesito irme. —EDawn giró, pero la puerta de atrás, estaba bloqueada por Hong Seok y la de la entrada a la sala de estar por el médico. EDawn se retorció las manos, mientras sus ojos se movían alrededor. —Por favor déjame ir.

El doctor Jaejoong miró a Hong Seok. —¿Él es…?

—Sí —dijo Hong Seok. No quería que el médico dijera pareja, en voz alta. Un problema a la vez, por favor. —Se golpeó la cabeza con una roca. Dijo que está mareado y tiene dolor de cabeza.

—Todo lo que quiero hacer, es echar un vistazo, —dijo el médico, usando una voz reservada para un niño pequeño. —Lo prometo. Eso es todo.

El dedo de EDawn trazó sobre el corte. Miró a Hong Seok, como si no estuviera seguro de qué hacer. Cerró los ojos y luego los abrió. ¿Los mareos empeoraban? El humano se veía pálido por el dolor.

Hong Seok dio un paso hacia su pareja, con las palmas hacia fuera. —Solo deja que te mire la cabeza, ¿de acuerdo? Te prometo, que no es un truco.

—P-pero querías hacerme daño —dijo EDawn, dando un paso atrás.

Hong Seok sacudió la cabeza. —Ese nunca fue mi plan. Sólo quería saber, por qué cumpliste las órdenes de Jaycee Chan.

EDawn se rascó la cabeza, mientras un ceño fruncido se formó entre sus ojos azules.       

—¿Por qué hiciste lo que Jaycee Chan quería? —le preguntó Hong Seok. Su cólera se reavivó por el hecho de que el lobo había usado a EDawn. ¿Y si no hubiera sido Hong Seok quien había atrapado a EDawn espiando? ¿Y si hubiera sido uno de los hermanos Remus? ¿O Ki Ho? Había presenciado a los hermanos Remus interrogando al otro hombre que habían atrapado espiando. Lo habían maltratado, golpeando con sus puños, el intestino del chico.

La idea de que alguien lastimara a EDawn hizo que sus muelas se molieran. Este era delgado, demasiado delgado en su opinión, y la parte superior de su cabeza, sólo alcanzaba el pecho de Hong Seok. EDawn no habría sobrevivido al primer golpe.

EDawn no le respondió. En todo caso, el ser humano parecía aún más alterado. Su temor se sentía como si fuera áspero y picante, casi lo estaba ahogando.

A pesar de que este era impulsivo a veces, no era un matón. Había planeado interrogar al humano, pero nunca se le había ocurrido pensar en herirlo. Había sido criado, para hacer algo mejor que eso. Min Hyuk, uno de sus padres, lo encadenaría si creyera que su hijo había herido a alguien más pequeño que él.

Tenía grandes padres, que lo habían criado con amor y un hermano menor que simplemente adoraba. De hecho, la estatura de EDawn le recordaba a Sun, y odiaba el hecho de que su pareja le temiera.

Los ojos de EDawn, se dispararon nuevamente, hacia el médico. Parecía confundido, como si tratara de averiguar cómo el médico simplemente había aparecido de la nada. Tal vez por eso se negó que lo tratara.

 

 

—Creo que necesito sentarme. —La voz de EDawn sonaba somnolienta. Dio un paso y luego se tambaleó. Hong Seok estaba en el lado de su pareja en un latido, estabilizando al hombre, mientras lo guiaba hasta una silla. El Dr. Jaejoong no esperó una invitación. Se acercó, examinando a EDawn mientras Tao estaba junto a la puerta de la cocina, observándolos.

Mientras el doctor miraba a EDawn, el celular de Hong Seok sonó. Empezó a alejarse para poder atender la llamada, pero EDawn alzó rápidamente su mano, agarrándolo del brazo.

Hong Seok miró a su pareja, a esos conmovedores ojos azul eléctrico.

—N-no me dejes.

—No voy a ninguna parte —le aseguró a su pareja. De pie junto a EDawn, contestó a su teléfono.

—Las cosas aquí, ya están resueltas —dijo Taehyung. El alfa sonaba cansado, como si lo que hubiera pasado en la casa de los Lee lo hubiera agotado. Hong Seok sabía que Jongin y unos treinta hombres habían aparecido en la casa de Ki Ho, para una inminente pelea con la banda de moteros conocida como los Diablos Rojos. Pero los hombres habían ido a casa de Taehyung, y Hong Seok no tenía ni idea de lo que había sucedido después de eso. Había elegido quedarse con EDawn, y se alegró de esa decisión.

Dejar escapar al pequeño espía no había sido una opción, pero se negó a llevar a EDawn a casa de Taehyung, cuando todos habían salido de la casa de Ki Ho.

—Me alegra oír eso —dijo. —¿Algunas bajas?

Se quedó allí y escuchó a Taehyung decirle sobre cómo Jaycee Chan había muerto, junto con casi todos sus hombres. Se alegró de que nadie que él conociera, resultara herido.

Taehyung suspiró, y el cansancio se percibió aún más en su voz. —Ahora tenemos la tarea de disponer de más de treinta malditos cuerpos. Sólo llamaba para ver cómo estás. Oí que capturaste a uno de los hombres de Jaycee Chan.

—No es uno de los hombres de Jaycee Chan —dijo Hong Seok. La cabeza de EDawn se elevó bruscamente, se miraron fijamente, uno al otro. —Era un peón.

Sin pensarlo, Hong Seok pasó la mano por el cabello oscuro de EDawn. El humano se apoyó en su toque, lo que lo sorprendió.

—No te muevas, —dijo el Dr. Jaejoong. EDawn se tensó y luego se enderezó.

—Tus padres ya se han ido —dijo Taehyung. —Sun está bien. Él y Ki Ho están descansando.

Se sintió aliviado, porque Sun no hubiese sido herido. Desde que recordaba, había cuidado de su hermano menor, lo protegía, y no le sentaba bien que tuviera que entregarle ese trabajo a la pareja de Sun. Lo había hecho durante tanto tiempo, que dejar que alguien protegiera a su hermanito, era algo difícil de hacer.

—Gracias por avisarme —dijo Hong Seok.

—No es un problema —dijo Taehyung, antes de colgar.

Deslizó su teléfono, en el estuche enganchado en su costado. —¿Y bien? —Le preguntó al médico.

 

—Debería ir al hospital —dijo el médico. —Necesita una tomografía computarizada.

—No—EDawn meneó la cabeza y luego se estremeció. —No voy a ir al hospital.

—Si el médico piensa que tienes que ir... —Hong Seok empezó, pero EDawn lo interrumpió.

—Yo no voy—EDawn le apretó el brazo, hasta que las uñas se le clavaron en la piel.

—Bueno, nadie va a obligarte a ir a un hospital. —Se preguntó por qué el solo pensar en ir hasta allí, aterrorizó a su pareja, pero no le preguntó. No estaban solos, y tenía la sensación de que su pareja no se lo diría, aunque lo estuvieran. El humano estaba demostrando ser muy terco.

El doctor no  pareció  feliz  ante  la  negativa  de  EDawn.  —Entonces,  vigílalo.  Revísalo cada pocas horas. Asegúrate de que sabe su nombre, dónde está y qué día es. También de que sus pupilas sean iguales. Quiero que me llames si algo cambia. —Él se quedó allí y le dijo a Hong Seok qué señales buscar, lo que justificaría que obligara a EDawn ir al hospital. —Me gustaría que lo trajeras a mi oficina, mañana por la noche, para poder revisarlo de nuevo.

EDawn se sentó en silencio, con las manos entrelazadas en su regazo. Se movió nervioHo Seokente, pero no dijo otra palabra.

Hong Seok le agradeció al doctor, antes de que este y Tao entraran en la sala de estar. Hong Seok estaba agradecido de que el Dr. Jaejoong hubiera percibido el estado de aturdimiento de EDawn. Desaparecieron, sin que EDawn tuviera que ser testigo de ello otra vez. Por ahora, Hong Seok dejaría que este pensara, que se imaginó la aparición repentina del elfo y el médico.              

—¿Por qué no salimos a tomar aire fresco? —Hong Seok le tendió la mano. De nuevo, su pareja lo sorprendió. El chico se puso de pie, le tomó la mano, y lo siguió por la puerta trasera.

El aire se sentía más fresco, que dentro de la casa. La luna se derramaba sobre el patio trasero, creando sombras. Todo lo que Hong Seok había conocido era la oscuridad. Nunca había sentido el sol en la cara, tampoco pasó un día en la playa, o fue testigo de una tormenta durante las horas del día. Había visto esas cosas en Internet y en la televisión, pero no eran más que fotos para él.

La noche. Eso era real. Eso era tangible. Y siempre se sentía tan vivo para él. Quería que el miedo de su pareja desapareciera, reemplazado por la paz que siempre encontraba cada vez que caminaba fuera.

Tomando asiento, en uno de los tres peldaños, palmeó el espacio a su lado. EDawn vaciló.

—Realmente necesito llegar a casa.

—Lo harás —le dijo Hong Seok. —Sólo pasa un tiempo, aquí conmigo, bajo las estrellas. EDawn asintió. —Me gustan las estrellas.

Hong Seok puso los brazos sobre sus rodillas dobladas, simplemente disfrutando del hecho de que había encontrado a su pareja y el hombre estaba sentado a su lado.

—¿Qué más te gusta?

EDawn pareció pensar en eso durante unos instantes. Mordisqueó su labio inferior y luego sonrió. —El olor de las galletas, recién horneadas.

 

Hong Seok lo reconocía, pero nunca le había atraído. El que sí parecía atraer a EDawn, dado la serena mirada en su rostro. Sin pensarlo, rozó los nudillos de la mejilla de su pareja.

Este se sonrojó, y luego sus ojos se abrieron, antes de que saltara. —¿Está bien si me voy?

—Dime dónde vives, —dijo Hong Seok.

—En una casa.

Hong Seok frunció el ceño. —¿Puedes ser más específico?

—Es azul.

El tipo parecía sincero. Eso lo desconcertó. —¿Podrías ser un poco más específico? — preguntó. —Y por favor, no me digas que tiene un buzón en frente de ella.

EDawn sonrió, como si finalmente hubiera entendido lo que le estaba pidiendo. —Sugar Creek.

De acuerdo, tal vez no.

—Es una ciudad bastante grande. ¿Puedes reducirla?

—El lado sur de la ciudad —respondió EDawn. Comenzó a caminar hacia atrás, tropezó una vez y se enderezó. Comenzó a insistirle para que EDawn se quedara hasta estar seguro de que encontraba bien, pero la mirada decidida en la cara del hombre, decía que no estaría de acuerdo.

 

Hong Seok siempre podía obligar a su pareja a quedarse, pero ya había asustado al hombre lo suficiente, por una noche. No era así como quería que empezara su apareamiento. Quería que EDawn confiara en él.

Levantándose, siguió a EDawn hasta el final de la calzada. —¿Cómo está tu cabeza? Su pareja tocó la herida y asintió. —Creo que viviré.

Cogiéndole la mano, Hong Seok tiró de su pareja hacia él. —¿Y cómo llegaras a casa?

—Aparqué a una milla, de la carretera —confesó EDawn.

Hong Seok no había obtenido las respuestas que había estado buscando, pero no iba a intentarlo, no ahora, de todos modos. Una vez que EDawn se sitiera cómodo a su alrededor, volvería a preguntar.

—Al menos deja que te lleve a tu auto, —le ofreció. Una milla, era una distancia demasiado larga para ir a pie, aunque fuera a las seis de la mañana. El cielo todavía estaba oscuro. También era demasiado lejos para caminar cuando su pareja podría tener una conmoción cerebral. No le gustaba dejar a EDawn fuera de su vista, punto. Pero de nuevo, no iba a aceptar quedarse, y él no obligaría al hombre.

EDawn no dijo una palabra, por un buen minuto. Se quedó allí, mirando a Hong Seok como si tratara de entenderlo. EDawn se sacudió, parpadeó y asintió. —Está bien.

La mano de su compañero, seguía entrelazada en la suya, rozó sus labios sobre los nudillos de EDawn... y mordió al hombre, extrayendo una pequeña cantidad de sangre.

—¡Ay! —EDawn tiró de su mano, liberándola y examinó donde Hong Seok lo había cortado.

 

—Lo siento—Hong Seok frotó un dedo pulgar, sobre la pequeña gota de sangre en el dedo de su pareja, luchando contra el olor, resistiendo el impulso de tomar más. —Un accidente.

Lamentaba haberle causado molestias a EDawn, pero no lamentaba haber tomado esa pequeña cantidad de sangre. Ahora sería capaz de rastrear a su pareja, en cualquier parte del mundo.

—Deberías ver a un dentista sobre eso. —EDawn retrocedió hacia el auto prestado de Hong Seok. El Lexus estaba aparcado frente a la casa de Ki Ho, en la hierba, ya que había sido el único lugar disponible.

Sostuvo la puerta para su pareja y luego la cerró. Hong Seok tomó una respiración larga y profunda, antes de hacer su camino alrededor del auto y llevar a EDawn a una milla por el camino.

Tan pronto como su pareja había desaparecido de la vista, Hong Seok lo siguió.

 

continuara...


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