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~BuENA vida ~ por Paxito

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Notas del fanfic:

Lo subi por primera vez en el foro sts YAOI. 

Los personajes no me pertenecen sino a Kurumada sensei. Creditos correspondientes .

Notas del capitulo:

^^u espero que guste. El primer capitulo es dramático y luego ya no XD

Capitulo I.
Estoy muy jodido para fingir ser normal

 

- El amor es un castigo. Somos castigados por no haber podido quedarnos solos.
 - Marguerite Yourcenar


****


La guerra ha terminado.

Eso dicen .

Son tiempos de paz.

Repiten.

¿De paz? Como si eso fuera posible. Lo piensa él,  mirando el piso donde su sombra se proyecta.  Amargo es su sentir, apagada su mirada. 
 
Los dioses se han reunido. Han deliberado. Su decisión: revivir a los jóvenes guerreros de todas las órdenes.  Buenos o malos, nobles o corruptos, fuertes o débiles. Volverían a la vida.

El obsequio que se les da -aparte -  la oportunidad de elegir su destino. 

¿Obsequio?. No lo ve así. Es un castigo, lo es. Han pisoteado su muerte y la de sus colegas, han escupido su intento de redención y ¿que obtiene?.

“Puedes elegir tu destino”.

!Como si fuera tan fácil¡.

¿Qué elegir? ¿qué camino tomar?: ¿Continuar sirviendo al santuario? o ¿retirarse para tener “una buena vida”?, una vida normal. Esa, la vida, que se les arrebató al hacerlos luchar tan jóvenes.

Lo más lógico sería pensar que todo elegirían retirarse, buscar la felicidad lejos de la guerra. Pero ellos son guerreros, simplemente, no conocen otro mundo. No saben que existen otras opciones.

La respuesta de Algol de Perseus es parecida a la de muchos de sus compañeros:

“Estoy muy jodido como para fingir ser alguien normal”.

Y lo dice con aquella sonrisa torcida, lo hace ver un tanto demoníaco. Sus amigos ya saben qué él es así, muy serio, sumamente irónico, por momentos engreído. Cuando sonríe nunca es algo agradable, pues por lo general una sonrisa debe transmitir algún tipo de alegría. Algol amenaza sonriendo, perversamente.

Siempre ha sido un guerrero, pero sobre todo un soldado. Incluso antes de llegar al santuario, en Arabia Saudita, lo entrenaban para la guerra. Un niño amaestrado para inmolarse si era necesario, que aprendió a disparar sin que el pulso le temblaba. Un niño criado por radicales religiosos.

“Una buena vida”

Ja.

Pero debía admitirlo, solo una vez contempló la posibilidad.

 A su lado.

Nunca se lo dijeron, lo soñaban avergonzados de ser tan cursis.

Incluso cuando sus manos estuvieran llenas de sangre, aún así  pensaban encontrar un momento, un instante para…¿ser felices?.

“Cuando esto acabe, nos iremos…”

“Un lugar sin ruido, porfavor, sin que los pensamientos de los demás me ahoguen”

Ahora que ÉL no está, esa posibilidad se ve remota, ajena, difusa. Sin él, no le queda nada más que la guerra.

Asterión no revivió la primera vez durante la guerra contra Hades. Su tumba estaba junto a la suya, pero nunca salió de ella. La tumba vacía de Asterión, olvidada y descuidada, como la mayoría.

En el segundo llamado, Asterión el sabueso, tampoco despertó. Tras la capucha oscura de los espectros, Algol miró fijamente el suelo donde yacia Asterión. No hubo respuesta.

Se sintió traicionado y herido.

Se sintió estúpido.

“No existe eso de “La Buena Vida”, para gente jodida, la gente rota”

 Por eso se queda en el santuario. No para lavar sus culpas, como muchos, sino para no sentir que desperdició su vida en una pantomima que el usurpador dirigió por años. Se ha quedado para no sentir que ha entrenado en vano, se queda por que no “hay buena vida”  sino está ÉL. No lo merece.

El no merece una buena vida.

Así lo acepta, sin protestas. Siempre al frente, por años, entre guerra y guerra, interviniendo antes de que los conflictos se agranden. Como espía, infiltrado, como apoyo. Como asesino. Algol no teme ensuciarse las manos como esos nobles caballeritos pacifistas. Siempre está de un lado a otro, siempre activo y en servicio, sin descanso. Despedazandose

No parece querer detenerse nunca hasta agotarse la vida.

Sin embargo fue en una de esas misiones en que, precisamente eso sucedió.

Algol se detuvo. Se-petrificó.

Solía decirse que las casualidades eran las cicatrices del destino .

 Y ha de haber tenido una gran cicatriz la suya como para explicar tal situación.

 Algol desapareció.

Tras de siete años de luchas sin fin,  ha dejado a su dama, a Medusa. Deja a Perseus.

 Nadie lo entiende.

 Athena Saori al ser notificada del paradero de uno de sus guerreros, preocupada, lo busca, pues teme que ha sido herido - o traicionado, como negarlo, está demasiado acostumbrada a las traiciones -. Le duele perder a Algol, pues es un guerrero que ella ha querido acercarse.
En la era del mito fue uno de los grandes héroes, siempre devoto a ella. Pero el chico árabe era escurridizo, es cerrado. Tiene una gran tristeza en su alma que evade luchando siempre.

Saori no tarda en encontrar su paradero. Y al encontrarlo, lo entiende.

Sabe que Algol, así como muchos de sus caballeros, era esclavo y prisionero de sus fantasmas. De sus demonios. 

Así que lo libera. Pues Saori es diferente a la Athena Mitológica que no perdona la deserción y que ama la devoción incondicional.

Solo espera que Algol encuentre la tan anhelada paz.

Una buena vida

*****

Notas finales:

continuará


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