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Aún más afrodisíaco que el dulce (Pet shop of horrors) por madamechan2-0

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Notas del fanfic:

Cuando escribí más afrodisiáco que el dulce, estaba recién empezando a leer Shin pet shop the horrors, ahora que lo eh finalizado me animo a realizar una segunda versión de este fic.

Para quienes no han leido la versión anterior aquí dejo en enlace. Penosamente no podré leer los comentarios que dejen en esa versión ya que perdí los datos de esa cuenta T T

https://www.amor-yaoi.com/viewuser.php?uid=32146

Notas del capitulo:

Capitulo introductorio de los personajes.

El Conde nuevamente consigue escapar de León, quien casi logra encontrarlo en Kabukichou. La verdad es que por más que lo niegue, no es capaz de verle a la cara. Pero aun así la magia que trae Kabukichou lo atrae, lo llama y le hace regresar a Japón después de tres años.

Lau Wu Fei por otro lado ya estaba al tanto de las acciones del Conde debido a la explicación que León le dio antes de volver a tomar vuelo a rumbo desconocido en busca de D. Antes de que este escapara, el joven gerente había decidido hacer de D un aliado importante de negocios debido a las influencias que este podía poseer, el camino en estos tres años había sido tortuoso, puesto que al rechazar los compromisos impuestos por su padre había ocasionado un cierto rechazo, sumado a los secretos que salieron a la luz sobre su Chun Li habría significado el quiebre familiar.  Tras aquello, Wu Fei logra hacerse de Kabukichou con mucho esfuerzo, mientras su padre en Shanghái lo observaba y cuestionaba frecuentemente esperando que Taizu cometiera un error que implicara arrebatarle su parte en la Corporación Lau.

-          Taizu, ¿cuántas veces tendré que decirle que no me interesa ser partícipe de su guerra familiar?

-          Pone un porcentaje, Chin dile que los planes que se vienen pueden ser favorables para ambos.

Chin titubea, pues sabe que el Conde suele ponerse de mal humor ante ciertas presiones. 

-          No tendrías que pagar arriendo. - Taizu hace oferta.

-          No recuerdo que tenga tales gastos, recuerde que nuestros abuelos tenían un contrato. -Sonríe.

-          Al menos trata de ayudarme en algo. Sabes que mi padre me tiene el ojo encima.

El Conde había aprendido y decidido no volver a involucrarse en los asuntos humanos, pero a veces no podía negarse. Tras el receso, Taizu había podido establecerse con un imperio comercial que hace unos meses había estado en la baja, rematando con la partida de muchos locatarios a Shanghái. Necesitaba un impulso fuerte, algo que repuntara la economía en el área y que atrajera a los locatarios a continuar en Kabukichou.

-          Podría ampliar el rango de arriendo a otro tipo de comercio, ofrecer esta alternativa no solo a chinos, sino que a otros extranjeros.

-          Con eso estaría dando pie a que mi padre gustosamente me ponga la soga al cuello.

-          No le digo que admita a la Yakuza japonesa, sólo le digo que este lugar es característico por sus luces, colores y distintas creencias, pero solo se limita a aquellos de origen chino, imagine ampliarse a los de origen latino, americanos entre otros.

-          Traer a los latinos sería traer hienas a los cachorros. ¿Quieres ampliar mi competencia?

-          No necesariamente debe admitir a cualquiera, yo puedo recomendarle a algunos clientes de la tienda que podrían invertir en algún local. Algunos de ellos pertenecen a grandes corporaciones, ¿acaso no quería que me asociara por mis nexos?

El joven gerente traga saliva, es verdad que necesita los nexos que el Conde D posee y esta es una buena oportunidad de demostrarle que se puede trabajar de manera colaborativa entre ellos.

-          Quien admita será netamente responsabilidad suya. para que vea que puedo estar dispuesto a correr ciertos riesgos en vez de escapar de ellos.

El gerente era consciente de que el propietario de la tienda de mascotas suele evadir ciertos problemas, como aquella vez que decide huir de la tienda cuando cierto americano casi lo atrapa. Taizu muchas veces quiso tocar el tema, hablar de lo que el ex detective necesitaba entregarle, pero el oriental de ojos bicolor se rehusaba a escuchar y cambiaba el rumbo de la charla. 

-          En fin, verá que le traeré no a un simple locatario, sino a un fuerte aliado comercial. A cambio no quiero volver a oír mencionar ciertos sucesos. - Sentencia mientras da un sorbo a su té.

-          Sólo si lo que me estás prometiendo es cierto. Por lo que tenemos un trato. Chin se hará cargo de los trámites y locales que necesites.

Pasaba la tarde y la campana de la tienda daba aviso a un nuevo cliente.

-          Bienvenido a la tienda de mascotas del Conde D, donde poseemos desde animales domésticos como perros y gatos hasta aquellas bestias salvajes que apenas pasaron el tratado de Washington.

-          Buenas tardes, me dicen que aquí puedo encontrar lo que busco.

-          Tenemos unos hermosos reptiles, majestuosos felinos y unos—

-          No son lo que busco.

-          Bueno, si gusta podría indicarme que es lo que necesita para poder cumplir sus exigencias.

-          Quiero que los hombres se arrodillen ante mí. Que me deseen.

-          Oh, una dama de ideas bien claras. Creo que tengo algo para usted, acompáñeme a trastienda.

Tras una serie de pasillos, con ese característico olor a incienso que bloquea tus sentidos, el Conde finalmente se detiene frente a una habitación.

-          Por favor, pase.

-          ¿No estará pensando en hacerme algo verdad?

-          Por supuesto que no, la mascota que cumplirá sus deseos es bastante sensible y es por eso que acá en este cuarto poseo las condiciones necesarias para su hábitat.

Ante la vista de la joven, aparece un pequeño de ojos dorados.

-          ¿Qué clase de broma es esta?

-          No se equivoque, mírelo bien. Lo que tengo a su disposición es un ave.

-          ¿Un ave?

El pequeño se descubre la polera mostrando unas pequeñas alas amarillas.

-          Es un canario, uno que sólo habita en África y que se caracteriza por su canto afrodisiaco. Le aseguro que, en unos días, todo hombre que se cruce en su camino caerá rendido ante usted. Llévelo, y si ve que le ha sido útil, venga a darme el pago por él.

-          Esta bien, es mejor que regresar con las manos vacías.

-          Debo dejarle claro que debe firmar este documento que acredita la adquisición de la especie, y sus requerimientos.

-          ¿requerimientos?

-          1° Jamás debe mostrarlo. Nadie más salvo usted lo puede ver y por lo tanto alimentar, 2° jamás deberá producir su voz ya que su canto es exclusivo para usted y 3° Nunca debe dejar que sus alas dejen su color, siempre deben mantenerse amarillas: para ello, debe lavarlas con infusiones a base de miel natural y cepillarlas cada dos días. Como ve, no es algo difícil de cumplir para usted.

Habían pasado tres días, la joven cumplía lo estipulado cuidando del canario que todas las mañanas cantaba para ella, a cambio cada vez que salía, no podía evitar la mirada de algunos jóvenes que la invitaban a cenar o le ofrecían su número de teléfono. Esto es lo que ella siempre había deseado, pero todos esos pretendientes no significaban nada en comparación a su objetivo. Su cuñado, aquel que fue su primer verdadero amor y que luego le rechazara para comprometerse con su hermana menor.

Mientras en otro lugar:

-          Taizu, estos son los papeles firmados por el nuevo inquilino.

-          ¿Quién arrendaría dos locales y pagaría por adelantado tres meses? No cave duda que el Conde sabía lo que hacía.

-          Quizás debería ir a presentarse Taizu.

-          Claro, un nuevo inversionista no es algo que deba tomarse a la ligera, iremos más tarde. – Mira a través de los enormes ventanales. Todo bien hasta que nota la presencia de maestros, maquinarias y muchas herramientas ingresando al sector. - Chin. Pero, ¿qué es esto?

-          Taizu, verá. Desea unir ambos locales puesto que dijo que necesitaría de gran espacio, además de los permisos para implementar la publicidad respectiva.

-          Aún así, espero que el se haga responsable de las reparaciones después. Hay que hacerlo firmar un compromiso.

Se acerca la hora del té, la favorita del Conde en el cuál puede sentarse a meditar junto al sabor de tal brebaje acompañado de alguna delicia azucarada. Se detiene, y prepara una segunda taza como si supiera que alguien viene a visitarlo.

-          Supuse que estaría bebiendo té. - sonríe.

-          Siempre tan certero, tome asiento.

-          ¡Thank you! Dígame ¿dónde está Pon-chan?

-          Debe andar en los pasillos, ya regresará. Dudo que no sienta el buen olor de las galletas recién horneadas que usted le trae.

-          Para usted también traje algo, no se queje. – Sonríe mientras le acerca al Conde una cajita.

-          No me diga…  Oh Dios que habré hecho para merecer tal presente. – Para el oriental los dulces de la pastelería Tokio son de los favoritos, pero se encuentran en un sector lejano a Kabukichou y cada vez que decide ir debe lidiar con una enorme fila.

-          Usted sabe que siempre quise establecerme en un lugar con tanto color, luces y variedad, jamás lo habría logrado sin su ayuda. La sucursal del centro no atrae a la gente de aquí.

-          Verdaderamente conseguir que un americano se establezca en Kabukichou es complejo, tuvo suerte de que Taizu necesitara de alguien como usted.

Quien está sentado frente al Conde no es más que el nuevo inquilino. Marcos D´Ademar, diseñador de nacionalidad estadounidense, pero que tiene ciertos aires físicos o rasgos europeos. Dedicado hace más de veinte años al negocio de la moda y el espectáculo, fue cliente del Conde años atrás cuando la tienda se encontraba en Los Ángeles. Lo que hubiera provocado que el oriental aceptara tal amistad con un humano antes de la aparición de León Orcot fueron ciertas características que el hombre poseía. Aunque sea de nacionalidad estadounidense, no existían registros familiares de éste (huérfano), sumado a ciertos rasgos físicos pocos comunes.

El diseñador posee una contextura similar a la del Conde con rasgos bastante finos también, una larga cabellera rubia donde cada hebra parecía ser de oro, una tes un poco menos pálida que la del mismo D y unos ojos que no eran de un azul normal, esos ojos a veces parecían ser de cristal. Marcos solía responder que tal vez su madre o su padre fueron de algún país con tales características, y que sumados a su profesión de ser diseñador y estilista hacían que el se viera como lo describirían en las revistas. Pero el Conde siempre tuvo la idea de que el rubio tenía que tener en sus genes algo extraño. Quizás el cruce de alguna especie y un humano podría haber sido un antepasado, sumado a que los animales nunca parecían rechazarlo.

-          Supongo que vendrá a la inauguración Conde. – manifiesta mientras bebe un sorbo de té. – no conozco a nadie, y más de alguien me va a juzgar por estar aquí.

-          Realmente es una gran apuesta, pero ya verá que usted se ganará a la gente, no en vano usted es la reina. The Queen.

-          Aún no entiendo por qué me llama así, pero no evada mi pregunta. ¿va a asistir?

-          Claro que asistiré. – sonríe.

En ese lapso, lentamente subiendo a los brazos del rubio aparece Pon-chan para abrazarlo y luego juntar sus patas delanteras como si esperara algo.

-          ¿Qué modales son esos Pon-chan? – el Conde le reprocha.

-          Déjela, ella sabe que esto es para ella. – extiende una bolsita con 4 galletas en ella.

-          Usted la malcría demasiado, en realidad los malcría. – el Conde observa a T-chan a los pies del rubio.

-          Es que los veo demasiado poco. – extiende una bolsa que pareciera traer un enorme trozo de carne. – Lamento lo poco T-chan.

-          Puedo creerlo de Pon-chan, pero a T-chan lo conoce hace poco.

-          Quizás porque en el hay algo distinto de las cabras comunes… como yo lo soy de la gente de aquí. – Marcos pareciese sentir un poco de inseguridad, pero el mapache le abraza nuevamente.  Bueno, es hora de ir a ver como van los trabajos, me pregunto si ya habrán derribado el muro. No vemos Conde.

Mientras en el último piso del edificio, el joven gerente y su asistente revisan unos papeles. En eso suena el teléfono de Chin, quien contesta rápidamente:

-          ¿Sí?, ah es usted. Deme un minuto… Taizu, es él.

-          Pásamelo… Si, soy yo… Finalmente has leído lo que te envié… idiota… Si vienes ahora lo único que harás es hacer que escape nuevamente… En este momento mis negocios dependen de los nexos que provoca… ¿Qué?... ¿vienes viajando?... ¿Dónde estás haciendo escala? – Suspira. – No hay mucho que hacer, entre tú y el Conde desbancan mis tarjetas… Te transferiré, pero deberás venir en cuanto sienta que ese idiota no escapará antes de cumplir el trato que tiene conmigo.

Suspira tras colgar el teléfono. – no debí avisarle tan pronto sobre el Conde.

-          Taizu, ¿está seguro que esto será buena idea?

-          Espero Chin, eso espero.

 

 

Notas finales:

Espero que les esté gustando, esperaré comentarios y posibles teorías.

¡Gracias por leer!


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