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Entrelazamiento cuántico. por anomnilerr

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Notas del fanfic:

Como siempre, los personajes son de Togashi pero yo los case, los separe y los hice reencontrarse de nuevo porque si. No culpemos a nadie.

Kurapika dió un sorbo a su café, el lugar era un bar techado molesto. Tenía mesas de madera y algunas sillas de plástico. Un lugar modesto y reducido con Can't hardly stand it de Charlie Feathers rebotando entre las paredes azul claro mal pintadas. Sus lentes de sol se deslizaron con el debido cuidado, Ruecosma era un país caluroso después de todo y le había obligado a  adoptar una vestimenta más ligera, motivada por el bordado de los tribales kurtas que no parecían destacar dentro de la creciente cultura hinduísta y musulmana del lugar. Aquí parecía poder integrarse a la homogéneidad, y aún así, sabía que era el único diferente. No obstante el país le gustaba realmente, cierta escencia espiritual tragada por grandes metrópolis capitalizadas como la de York Shin lo hacían olvidar parte fundamental de su espíritu. Aquel lugar le presentaba una conexión, incluso si no sabía lo que era. 

Elevó los ojos por sobre el borde de sus lentes para mirar a su pequeña amiga, quién había venido de lejos para saludar.

 

-Ruecosma es una ciudad encantadora- había dicho ella- Un lugar muy místico. Puedo oír la cultura resonar entre las paredes- Senritzu sonrió. 

-¿Planeas quedarte?- Kurapika pensó que era un buen momento para empezar a hablar. 

-Es probable, se adapta bastante bien a mis 

necesidades.

 

Senritzu sonrió, podía escuchar el pequeño berrinche en los latidos de Kurapika. Si bien la lógica aseguraba que el lugar era estupendo para pasar el resto de una vida enfocada en la tranquilidad y el estudio de formas de ayuda para los demás en su posición de cazador, había algo que volteaba todo lo establecido, algo pequeño que frenaba con creces a la organización mental de los puntos positivos de aquel lugar. 

-¿Leorio no está aquí? 

 

Kurapika suspiró, siempre prefería contar con Senritzu en estos casos. Se atrevería a decir que era su amiga más íntima, la mujer podía abordar sus problemáticas de forma discreta y certera, al mismo tiempo que las acunaba con una gran paciencia y sabiduría. También le venía bien que su habilidad le permitiera enterarse de los hechos antes de que el dijera algo, ya que a Kurapika no le sentaba el ser muy extrovertido, entonces tener a alguien que notará lo que sucedía cuando su interlocutor poseia una capacidad de comunicación tan reducida, era bastante conveniente. 

 

-El aún está en Sahiory city- Contestó apoyando su barbilla en una de sus manos mientras miraba hacia otra dirección- Está trabajando en un proyecto médico en el hospital de allá. 

-Ya veo, por eso no estás seguro- Hubo un pequeño minuto de silencio antes de que la joven arrugará su nariz dejando salir una pequeña risa que llamó la atención del rubio. 

-¿Qué es lo gracioso? 

-Bueno, siempre me ha parecido curioso que vivan separados, sin ser capaces de vivir sin el otro. 

 

Kurapika miró a su compañera por un momento, finalmente elevó tenuemente una de sus comisuras.

-Si, suena a algo que harían un par de idiotas- Repuso con tranquilidad cerrando levemente los ojos mientras daba otro sorbo a su café.

Se habían casado hace dos años y llevaban uno y medio viviendo separados, era, por lo bajo, poco convencional. Aunque Kurapika pensó que eran cazadores, su boda después del naufragio no había sido convencional, menos la propuesta en mar abierto sin comida ni agua, y a decir verdad, ser convencional no era algo que gente como ellos pudiese hacer. El problema era, que pese a ser una pareja acostumbrada a la distancia, Leorio había representado un océano de agua dulce y él, ahora mismo, parecía haber estado vagando en un desierto por años. Kurapika deseaba ver a Leorio.

 

-De todas formas planeaba viajar a Sahiory el próximo mes. 

-Ya veo. Sin embargo, si tanta angustia tienes respecto a su ausencia y además tú posición de quedarte es tan marcada ¿Porque no le has propuesto una residencia estable acá? Ruecosma es un país con buenas referencias en el campo de la medicina, podría trasladar su investigación aquí si quisiera. 

-No me interesa ser otro factor de presión en su vida- El rubio finalizó con el tema.

 

Kurapika estába conciente de todo esto, solo había una explicación para aquello. Vergüenza. 

En primer lugar él había huido, después de su medio año juntos una misión demandó su presencia en el país, primero fueron unos días, un par de semanas, tres meses. Los libros se acumularon, las plantas se regaron y las raíces crecieron. La música sonaba y la cultura parecía mágica, era casi poesía todo en aquel lugar. Kurapika solo se había dejado absorber por algo que no entendía, una fuerza demasiado ambigua para ser analizada. Entonces al inicio del cuarto mes le había avisado a Leorio, este sonrió. Había dicho algo como:

"Como si mantenerte quieto fuera sencillo. Ese lugar debe ser realmente fantástico si al final has desidido calmarte y pegar el culo a una residencia"

"¿No estás molesto?" 

"¿Porqué lo estaría? Creo que es genial lo que encontraste, además cuando te propuse matrimonio, por muy extraño que suene, nunca nos visualice viviendo juntos. No es como que me hayas decepcionado o algo así" 

"Bueno, solías ser muy insistente con saber sobre mi y mi posición en el mapa, hace algunos años" 

"Era diferente. En esa época estabas actuando como un idiota…

"Si, olvidaba que habló contigo, la definición de la sensatez y la no impulsividad" 

"Sabes a lo que me refiero, no se trataba de distancia física…" 

 

Kurapika suspiró "Lo sé" 

 

Hubo un minuto de silencio. 

 

"¿Haz oído la teoría de las partículas entrelazadas?" 

"Mmm ¿Te refieres al entrelazamiento cuántico"

"Exacto" 

"La he oído" A Kurapika le tomó un poco de tiempo, pero entendió a lo que Leorio quería llegar, una sonrisa se escapó de sus labios. 

"Es tan…" Lo considero, no estaba seguro si debía decirlo "...Eres tan, Encantador"

 

Pudo sentir a Leorio tragar aire. 

 

"Aún no me acostumbro a esto, lo estás haciendo a propósito" 

"Lo dices como si yo no estuviera avergonzado al respecto" 

"Oh ¿Lo estás Kurapika? Eso es tan encantador" 

"Cállate" 

 

Y allí estaba, él se había quedado, Leorio le había visitado en una ocasión, no obstante, un par de noches después había tenido que retirarse porque se requería su ayuda en el departamento médico de la asociación. Así ambos se hundieron en sus proyectos y misiones, no obstante. A diferencia de cualquier otra época, Kurapika contestaba la mayoría de las veces e incluso, algunas era más especiales, porque era el él que marcaba. 

Ese fue el caso de cuando el rubio volvió de su cita con Senritzu, subía con cuidado las escaleras de las calles, recordando algunas palabras de su amiga. 

 

"No deberías preocuparte. Sus corazones laten casi al unisono cuando se trata del otro. Ante tal sinfonía, no puedo pensar en su amor como algo desechable que colapsara por motivos de distancia. De cualquier forma, ya se lo han puesto difícil al tiempo ¿No?"

 

Claro que lo han hecho. Kurapika amaba a Leorio, no había nada más que decir sobre eso. 

 

Las montañas de libros se alumbraron levemente por la luz amarillenta de la lámpara de noche de Kurapika, estos crecían desde el piso como musgo y se elevaban como enredaderas. La casa era modesta, había varias cosas pese a ser muy pequeña. Kurapika había amontonado libros y vinilos, plantas y un par de cuchillos.

Suspiró al cerrar la puerta y ponerle llave, algunas manchas de humedad en el techo le recordaban al invierno en su clan, el olor a pergamino y la luz débil y rojiza. 

El rubio hirvio una infusión de flores y plantas medicinales típica Kurtas, posicionó un vinilo con cuidado sobre el viejo tocadiscos. A penas la aguja se clavó Kurapika pudo escuchar la interferencia estatica, para después, llenar el ambiente con una melodía, a simple vista hipnótica. 

Kurapika ladeó la cabeza con cuidado, y casi moviéndose con gracia se deslizo a revisar la infusión. La canción era Teenage Lust de Les Demoniaques. Kurapika tenía algunas bandas que le gustaban más que otras, pero en base a música y libros, se sentía como un explorador. Nunca estaba seguro de lo que quería porque nunca quería nada en específico, cualquier cosa estaba bien si eso significaba leerla o escucharla, su colección era tan caótica como completa. Con los vinilos en específico, solo tomaba unos diez cuando iba a la tienda y los pagaba, ni siquiera revisaba de que eran o cuál era el nombre las bandas en estos, más tarde lo sabría de todas formas, así que en realidad, le daba igual. 

 

Deslizó la cuchara de madera ligeramente por el agua, revolviendo las plantas hervidas. El sabor dulce inundó su boca cuando se dispuso a probarla. Se sirvió un poco en una taza de fresa y se dispuso a subir a su recámara, está constaba como era obvio, de libros, plantas, una foto de el con Gon, Killua y Leorio bastante vieja y una cama de dos plazas con una marquesa superior que cubría los bordes de esytás con cortinas. Kurapika se dejó caer en las sábanas de seda bordadas y respiro. El té reposaba al lado en la mesa de noche, miró el techo unos segundo, luego con cuidado extrajo su teléfono de su bolsillo trasero y marco. 

 

En el otro lado del mundo, Leorio contesto. 

 

-Hey- Dijo este. 

-Hey- Contestó Kurapika suavemente- ¿Cómo va todo? 

-Bueno, estaba dormido sobre unos informes. Así que gracias por despertarme ¿Qué tal estás tú? 

 

Kurapika se revolvió un poco entre las sábanas. 

 

-Bastante bien, hoy tuve la visita de Senritzu. 

-¿Viajó hasta allá?

-Si, estuvimos bebiendo un poco de café y vino. Sin embargo, solo vino por el día. Probablemente su avión ya haya traspasado los límites del país.

-Ya veo, fue una estancia muy corta para un viaje tan largo. 

-Al parecer tenía unas pistas sobre un instrumento ancestral. 

-Eso suena muy mágico para mí gusto. 

-Es lo que pensé. Sea como sea, debía pasar por Ruecosma en su casería, por eso el motivo de la visita. Te envió saludos, de todas formas. 

-Espero que tenga suerte, Senritzu es realmente agradable. Me gustaría poder devolverle el saludo de forma personal la próxima vez. 

-Probablemente este encantada. 

-No la culpo, es obvio que debe ser más divertido salir a beber conmigo que contigo- Kurapika puso los ojos en blanco- De todas formas ¿Cuáles son las novedades del techo?- Continúo Leorio. 

 

Kurapika dejó escapar una pequeña risa. 

 

-La mancha número trece ha crecido, por lo cual empezó a absorber la catorce. 

-Es increíble, cuando fui esa mancha era algo así como un pequeño punto.

-Ahora es más como una nebulosa. 

-Eso suena interesante...y demasiado ostentoso para una mancha de humedad, Kurapika. 

-Leorio, nada es más ostentoso que tú. 

-¿Eso es un cumplido o un insulto? 

-Dejare que tú lo desidas- Leorio rio levemente. 

-Idiota.

 

Hubo un minuto de silencio. 

 

-Quiero verte- Dejo salir Paladinknight, en un susurro que pareció tan empañador como una pareja de amantes dentro de un auto. Kurapika lo supo, lo supo porque su piel se erizo y la temperatura pareció ascender casi de golpe. 

 

Se aclaró la garganta dejando salir un ruido. 

 

-Lo sé...Yo también lo quiero. 

-Me lo imaginé, después de todo eres una partícula odiosamente caprichosa. Te sentí a kilómetros. 

-¿Me estás culpando? Si se trata de eso, déjame decir que perfectamente yo pude ser quien te sintió a kilómetros. 

-¿Esto se volverá una pelea de quién extraño al otro primero? Porque si es así, podría estar una hora diciendo porque yo fui el primero. 

-¿Confiesas Leorio, así de sencillo? 

-Si, bueno, no es cómo que pueda ocultarlo ¡Te extraño con un demonio! ¿Cuál es el maldito problema? 

 

Kurapika sonrió levemente. 

 

-Leorio…

-Dime. 

-¿Podrías contarme sobre el entrelazamiento cuántico? 

-¿Estás seguro? De todas formas, creo que tú sabes más del tema que yo. 

-Es probable, sin embargo, me agrada cuando tú eres el que lo explica. 

-Bien, bien…-Leorio hizo una pausa dramática, lo cual hizo al rubio voltear los ojos- Entonces, están estas dos partículas en lados opuestos del universo. Dios, están malditamente lejos la una de la otra, según lo que se sabe, a esa distancia los eventos que rodean a cada partícula debería ser agenos para la otra ¿No? 

-Correcto…

-Sin embargo, el universo hace lo que quiere.

Y estás dos partículas están conectadas, por lo tanto, lo que sucede con una inmediatamente afecta a la otra, sin importar cuan grande sea la distancia entre ellas. 

 

Hubo un minuto de silencio, la respiración se agitaba entre ambos teléfonos. 

 

-Es eso…-Dejo salir Leorio, casi en un susurro- ¿Estuvo bien, no? 

-Lo estuvo…

-Kurapika…

-No lo menciones, supongo que es justo que está vez sea yo. Saldré esta misma noche. 

-Bien, solo….-Leorio trago saliva- Lo lamento, soy una partícula bastante sentimental…

-Cariño…

-¿Quieres que pase por ti al aeropuerto? 

-No es necesario, puedo hacerlo por mi mismo.

-Bien, entonces. Te veo pronto.

-Claro. 

 

Kurapika llamó enseguida para solicitar su embarco de noche, en un par de horas había seleccionado los libros (Que conformaban un 95 por ciento de su equipaje) encontró uno de estos en la nevera, se recriminó el leer hasta la madrugada y asaltar la nevera con la claridad mental de un zombie. 

Luego de organizar todo lo necesario en su maleta y vertir lo que quedaba de su infusión en un pequeño termo, se encontró tomando un taxi, camino al aeropuerto. El siguiente viaje sería de 19 horas. Pero eso no era nada en comparación al universo, así que estaba bien. Por Leorio, siempre estuvo bien. 

 

Era de noche en Sahiory City, Kurapika perdía su vista en el ventanal del taxi. Admirando como este se movía desde el centro iluminado en anuncios y edificios, hasta adentrarse a las periferias y los suburbios. Leorio estaba viviendo en un viejo edificio al otro lado del canal de la ciudad, aquel lugar era viejo pero alto, de al menos diez pisos. Kurapika miró hacia arriba, preguntándose en qué ventana de las muchas que estaban iluminadas, Leorio reposaba tranquilo, leyendo algún libro de medicina o analizando nuevas posibilidades médicas, armando maquetas, amparado por alguna cerveza, probablemente. Kurapika adoraba ese olor a cebada fermentada, chocando con sus sentidos, adormeciendo sus labios. 

 

El taxista bajo sus malestar, Kurapika le agradeció y le pago con algo de propina extra. El hubiese podido levantar esto con facilidad, sin embargo, estaba absorto después de tanto tiempo y la vista del hogar de su esposo lo distrajo. Pasando el canal, se podía apreciar en el horizonte el centro de la ciudad de donde él había venido, era casi como un mundo aparte, separado por un puente y un par de kilómetros. 

 

Elevó sus maletas y se dispuso a entrar. El edificio no contaba con concerjeria, solo daba paso a una interminable escalera que sustituía la falta de un ascensor. El rubio elevó su teléfono y le envío un mensaje a Leorio. 

 

"Voy subiendo, sería un buen momento para que me dijeras el número de tu departamento" 

 

Mientras subía, si bien podía escuchar en los distintos pisos algunas risas o sentir el olor de una que otra cena, la verdad era, qué el trayecto era muy oscuro y solitario. Al lado de la escalera, un ventanal constante y gastado dejaba ver el paisaje del canal y la ciudad reflejándose en este. Kurapika se había detenido a observar aquella panorámica, cuando los pies revoltosos de Leorio se hicieron presentes desde la parte superior de la escalera. 

 

El tiempo pareció detenerse, Kurapika miró a Leorio de una forma indecifrable, sus ojos chispearon en un pequeño rosa, esporádico y juguetón. Leorio bajó con cuidado, probablemente había avanzado rápido, su mirada también absorta en Kurapika. Todo pareció eterno, pero la verdad de las cosas, Leorio solo había tratado 16 segundos en bajar y posicionarse frente a Kurapika. Sin romper el contacto visual, el más alto deslizó su mano por sobre la del rubio, aquella que sujetaba la pesada maleta. La intención de este gesto fue retirarla de las manos frías del más joven, Leorio así lo hizo y la dejó a su lado. 

Había pasado un año y medio, y allí estaban. Leorio tenía el cabello más largo y una barba más o menos frondosa había crecido en su mandíbula. Se veía descuidado, más no poco saludable, eso estaba bien, pensó Kurapika. 

 

No supo cómo, pero Leorio ya se las había arreglado para sujetar con ambas manos su cara y entregarle un suave beso. Kurapika subió sus manos hacia las de Leorio una vez terminado este acto y las cubrió con sus dedos, miró ligeramente hacia abajo al momento de tirar de ellas. 

-Me preocupaba haberme pasado de piso. 

-Pudiste esperarme abajo. 

-No me agrada ser poco práctico. 

-O solo me extrañabas demasiado como para esperar. 

-No seas ridículo. 

-¿Lo soy? Bien, te daré ese punto. Ahora cierra la boca, idiota, estoy tratando de besarte. 

 

El departamento de Leorio no era muy diferente a su casa, por lo menos no en temas de organización literaria. Los libros también parecían haber dominado todo, eso y las diversas maquetas del cuerpo humano. Un cenicero descansaba sobre la pequeña mesa de la sala con dos filtros aplastados, Kurapika asumió que Leorio había limpiado, después de todo, esperaba envases de cerveza y cajas de pizza. El moreno llevó la maleta del rubio a la recamara que compartirían, está tenía una cama sencilla de dos plazas contra la ventana. De esa forma, el paisaje podía disfrutarse. Leorio hizo unas bromas respecto a la cantidad de libros vs la de ropa que Kurapika había optado por traer, el rubio sonrió. De pronto estaban juntos, y aquello lo lleno de algo parecido a la plenitud. 

 

Kurapika descansaba su cabeza sobre las piernas de Leorio mientras este ordenaba su cabello, ambos se encontraban en el sofá, Leorio sentada con pereza, Kurapika recostado, con los pies colgando de uno de los brazos del sillón.  Leorio no tenía un tocadiscos, pero tenía una radio vieja que funcionaba bastante bien. Está se encontraba encendida, tocando Sunday Morning de The Velvet Underground. 

La música llenaba el aire y Kurapika deslizaba unas fresas dentro de su boca, mientras Leorio le contaba historias. Para ese entonces el rubio había reclamado una de sus camisas como pijama oficial. Leorio por otro lado descansaba con un pantalón y una polera demasiado holgada. Su cabello desordenado y algo grasoso estaba muy largo, tanto, que estaba cayendo por su rostro. 

-Sabes, podría cortarlo mañana. 

-¿Qué? ¿No crees que es atractivo?

-Parece que no has tomado una ducha en años. 

-¿Pero qué demonios? Para tu información me duche antes de que llegaras. 

-Eso implica que sin mi aparición, probablemente no lo hubieses ni considerado. 

-¡Oh vamos! Estoy seguro que tú no te duchas todos los días. 

-No todos, pero si lo suficiente. 

-Tambien dejas crecer tu cabello. 

-Es diferente, lo prefiero medianamente largo. 

-Recuerdo que en el examen lo tenías bastante corto. 

-¿Recuerdas eso? Siendo sincero, ni yo mismo recuerdo mucho como era mi apariencia en ese entonces. 

-No hay mucho que decir, tienes la misma cara de sabelotodo. 

 

Kurapika sonrió, en la radio empezaba a sonar Wish You Were Here de Pink Floyd. Al Kurta le gustaba esa canción, era una buena forma de describir aunque fuese un poco lo que sentía estando al lado de Leorio. Bostezo levemente. 

 

-Me gusta cuando estás de buen humor- Confesó Paladinknight. 

-¿Cómo puedes saber que estoy de buen humor? 

-Tus ojos hacen esa cosa, ya sabes. 

 

Kurapika suspiró. 

 

-¿Están rojos? 

-No, es como cuando a veces tienes pequeñas manchas rosas intermitentes. Es bastante adorable. 

-Ya basta, lo estás diciendo para molestarme. 

-Mierda, me descubriste. 

Kurapika aplastó un cogin contra la cara de Leorio y se levantó. Pudo escuchar las maldiciones de Leorio tras él. 

-Ire a dormir- Declaró. 



Los labios de Kurapika devoraban lo que podían de la cara de Leorio, sus mejillas ardían por la barba, sin embargo valía la pena, el sabor a cebada y perfume, hipnotizaban sus sentidos. Leorio también, bebía de lo que podía del cuerpo de su amante, el sabor a fresas, la piel suave. Suspiraban cada aliento del otro. Kurapika clavó sus uñas, Leorio tomó su cabello. Kurapika musitó en Kurta una frase, despacio, susurrante y febril. 

"Yo también" respondió Leorio "Como no tienes maldita idea…" 



Kurapika descansaba, sus ropas derramadas por el piso de la habitación deban indicios de los acontecimientos previos. En ese momento, el sé encontraba recostado derecho, Leorio por otro lado, había recostado su cabeza en el abdomen del rubio, ambos a medios cubrir por la colcha miraban el techo con un nivel de paz que solo el orgasmo puede entregar a un par de enamorados. Kurapika aprovechó su desordenada posición para acariciar el cabello de Leorio. Su vista se fijó en un punto en el techo, sus ojos se entrecerraron ¿Acaso estaba viendo bien? Elevó un poco su torso consiguiendo una queja de Leorio, quién había tenido que levantas su frente de aquella suave y cálida almohada. 

-Pika ¿Qué sucede? 

-Leorio ¿Vez lo mismo que yo?- El moreno se reincorporo al lado de Kurapika, siguiendo con somnolencia el dedo que apuntaba hacia su techo. Observó por un par de segundos sin tener mucha idea de lo que Kurapika quería decir, entonces el asombro surco su rostro. 

 

-Esa no es…¡Dios, es número trece!

-Exacto, tiene la misma forma que tenía en un inicio antes de hacerse más grande, y si pones la suficiente atención, número catorce está apuntó de brotar a su lado. 

 

Leorio no dijo nada, no dijo que era imposible que en aquella parte hubiese un problema de humedad ya que estaban en una época calurosa, no mencionó que su departamento estaba en el penúltimo piso y que por ende, las lluvias y demás factores meteorológicos solo eran problema de los del piso de arriba. Leorio no mencionó que según los planos, por allí no pasaba ninguna cañería, Leorio solo pudo juntar sus labios y preguntar.

 

-¿Vendrás tú o tendré que ir yo? 

 

Kurapika lo entendió entonces. 

 

-Desidamoslo mañana, después de todo vine por una semana. Habrá tiempo para considerarlo. 

-Bien- Leorio sonrió- Esto es escalofriante. 

-Estoy de acuerdo- Ambos sonrieron. 

 

El resto de la semana fue casi lo mismo Kurapika corto el cabello de Leorio, el ajedrez, la música, el olor a café, el baile, el tacto, el vino, las risas, el sexo, las manchas crecieron y se hicieron innegablemente iguales. Descartaron el Nen como un medio sustentable para aquel extraño fenómeno, y junto a este, a toda explicación medianamente razonable después de muchas vueltas. Simplemente fue algo que no pudieron justificar con nada.

Aquella semana fue inigualable, todo era tan íntimo, tan dulce, tan suyo. Como un viaje adicto al Edén. Junto a Leorio, Kurapika por primera vez en mucho tiempo, había encontrado un nuevo paraíso. Ya estaba tan lejos del dolor, e inclusive si este lo alcanzaba de alguna forma, en algunas pesadillas ocasionales o algunos malos recuerdos, sabía que estaba allí. Y eso le gustaba, le gustaba amar y ser amado, además, si no se estaba equivocando, ambos habían Sido creados para aquel momento. Dos partículas iguales, separadas por años luz de diferencia. 

 

El día que Paladinknight movió sus cosas para seguir a su esposo a Ruecosma, reviso el techo antes de cerrar con llave solo por mera curiosidad. Las manchas habían desaparecido misteriosamente. 

 

-¿Pasa algo?

-No es nada. Es hora de irnos. 

 

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