Estaba muy seguro de que poseía un dato que únicamente él conocía. Tampoco es que tuviera mucha relevancia, pero le gustaba sentirse cercano con el heleno. Seguramente ni el sobrino de este sabía del humor que el amable y sonriente caballero de Sagitario manejaba por las mañanas. Incluso podía apostar a que muchos aspirantes y los mismos compañeros de armas, creían que Sísifo era de las personas que despertaban temprano para aprovechar bien el día o que disfrutaba del sol mañanero. No podía culpar a nadie, pues su compañero de misiones solía mostrarse sereno y raramente ponía mala cara.
Ninguna de las cosas positivas que pudieran pensar era correcta, todo lo contrario. Sísifo pasaba gran parte de la noche leyendo, con muchas velas por la mesa y en una postura que luego le provocaba dolores de espalda. Siempre procuraba que la información que poco a poco iban consiguiendo, fuera verdadera y confiable. Dudaba mucho de las cosas que obtenía por boca de las personas de los pueblos que visitaban. Tenía un mal hábito cuando estaban de misión. Muchas veces tuvo que quitarle el libro de las manos para obligarlo a dormir, no discutía y simplemente esperaba a que se durmiera para poder dejar el libro en la mesa.
Nadie conocía la manera en que el mayor cerraba las cortinas de la habitación para que el sol no pegara en su rostro al amanecer, ni como refunfuñaba durante el desayuno en un griego que no alcanzaba a entender por lo arrastrado de las palabras. Solía conseguir el desayuno para ambos pues dudaba que fuera una buena idea dejar al castaño tratar con personas con ese ánimo. Caminaba de una forma pesada cuando conseguía levantarlo de la cama, medio dormido y con los ojos hinchados se vestía. Los días que debían partir eran los más difíciles para el heleno, porque siempre debían hacerlo muy temprano para no perder ningún rayo de sol.
Igual tenía muchos factores a su favor, siendo él una persona muy seria y callada, no molestaba a su compañero con platicas mañaneras. Tampoco le molestaba ayudarlo a buscar sus cosas o cerrar las cortinas cuando lo olvidaba. A diferencia de Sísifo, solía despertar temprano, más por su sueño ligero que por costumbre. Normalmente pueblos estaban vivos desde antes que saliera el sol, por lo que el ruido los acompañaba y eso le provocaba despertar sin necesidad del sol. Le gustaba ducharse con agua fría y era la mejor hora para aprovechar. Para cuando las quejas del castaño se hacían presentes, él ya estaba listo e incluso ya había leído lo que este tenía en sus anotaciones.
Realmente atesoraba esos momentos, porque nadie conocía ese malhumor en la persona que siempre se mostraba agradable ante todos. Se sentía especial por ser quien lograba que ese humor poco a poco fuera cediendo y nuevamente el Sísifo que todos conocían estuviera presente. El Cid incluso ya había planeado una rutina para que la mañana fuera más amena para el contrario, eso y que debía cuidar las horas de sueño. No le molestaba estar pendiente de él pues ya se había hecho una costumbre, una que sólo reforzaba esa relación que ambos tenían.