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Expreso de Hogwarts por LalaDigon

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Harry corrió sujetando su carrito, corrió escuchando las risas de Ron y Hermione acomodados justo tras él.

Su sonrisa se ensanchó y saltando luego de tomar envión, se subió a la parte trasera del carro con los ojos cerrados y un pequeño vértigo.

El aire fresco y con un ligero olor a humo lo golpeó al instante y volvió a poner los pies en el suelo una vez que su carrito frenó.

Bueno, poner los pies en el suelo... Era un contradictorio eufemismo. En aquel lugar no había quién pudiera evitar dejar sus sueños y anhelos volar.

Francamente Harry no había pensado volver. Una parte de él, demasiado dolorida y desesperada por olvidar todo lo allí vivido, quería cerrar esa faceta de su vida y continuar. Tenía a Teddy, tenía la Mansión de los Black y una flamante oferta para un soñado puesto de Auror. No academia, un puesto de trabajo.

Hermione le lanzó esa mirada suya de obvia reprobación y Harry pese a que ya era bastante habilidoso en no prestarle atención, Ron se encogió de hombros con un «¿Qué tal si volvemos?» cuando ella informó con aire de suficiencia que iría a cursar su último año y que "esperaba" con voz de «más les vale» ellos hicieran lo mismo.

El discurso sobre la responsabilidad de terminar sus estudios fue lo suficientemente largo para que Harry aceptara con un dolor de cabeza creciendo.

Un golpe en el hombro lo hizo golpearse contra el borde de su carrito y se enderezó para quejarse molesto cuando vio a todos sus excompañeros rodearlo.

Agradeció en silencio que todos lo rodearan y se empezó a relajar una vez que noto que lo escondían de los ojos curiosos que se fijaban en él. Accedió a subir al tren una vez que todos terminaron de ponerse al día y le sonrió a Ginny cuando esta lo ayudó a escurrirse de los brazos lloroso de la señora Weasley que había empezado a suplicarle que por favor aquel fuera un año tranquilo.

El aroma característico de aquellos vagones se empezó a filtrar por su nariz mientras caminaba distraídamente buscando un cubículo para ellos y pese a lo que creyó, recuerdos buenos y solo ligeramente agridulces lo sobrevivieron. Ron iba junto a Hermione y cualquier preocupación que él hubiera guardado sobre qué esperar de ellos ahora que eran pareja se disipó cuando empezaron a pelear acaloradamente luego de que Ron insinuara que por ser los salvadores del mundo mágico, debían otorgarles una habitación especial y acceso ilimitado al baño de prefectos.

Golpeándose suavemente contra los otros estudiantes, Harry abrió las puertas de uno de los compartimentos que antaño habían usado y antes de que pudiera decir nada, casi todos los que conocían en Hogwarts allí se aglomeraron.

El tren empezó a moverse, silbó con fuerza su despedida y Harry clavó la vista en las ventanas donde los Weasley y la abuela se Neville los saludaban. Esa dolorosa punzada lo golpeó y pese a que Harry ya casi no recordaba con dolor a todos los seres que perdió y aprendió a amar a la familia de su amigo como propia, no pudo evitar sentirse algo solo.

El alboroto general del pequeño espacio en el que estaban se sentía bien, no era muy afín al ser el centro de atención y agradecía cada día tener amigos que no lo hicieran sentir famoso y especial. Le gustaba ser corriente, le gustaba poder sentarse y recibir sus burlas. Siempre lo hacían sentir uno más del montón, solo un chico.

Harry apretó ligeramente los dedos de sus pies y sintió como la ansiedad se filtró desde su abdomen a todo su cuerpo. Miró con algo de anhelo la puerta abierta y con un ligero malestar la cantidad de cuerpos que debería atravesar si se le ocurría intentar salir.

—Harry, por qué no vas a buscar a la señora del carrito —protestó Ginny mirándolo con una mueca— Tengo hambre.

Su mirada se cruzó con sus ojos y pese a que ella solo lo miraba impasible, supo que ella lo sabía. Ginny era inteligente, ferozmente inteligente.

—¡Ginny! —protestó Ron justo cuando él estaba listo por enderezarse, forzándolo a quedarse quieto— ¡Ve tú! ¿Cómo lo vas a mandar a él?

Ginny lo miró aburrida y se encogió de hombros.

—¿Te molesta? —le preguntó con inocencia.

—Para nada, me vendría bien estirar las piernas —sonrió.

Ron meneó al cabeza y rápidamente mientras se paraba, le llovieron pedidos. Rechazó las monedas que intentaron darle y Hermione golpeó con el codo a Ron cuando este volvió a guardarlas en su bolsillo. Harry se escabulló golpeando ligeramente a Cho, Dean y Ernie para pasar. Sonrió a Hanna y a Neville cuando se ofrecieron ir con él y mentiría si no dijera que suspiró aliviado cuando el griterío empezó a filtrarse lejos.

—Hola Harry —dijo Luna topándose de frente con él a los pocos pasos que dio y Harry se esforzó por saludarla y frenar— Oh... No me quieres ver.

Harry la miró alarmado e intentó negar cuando ella agitó la mano como si no le importara en lo absoluto este hecho.

—Te entiendo —sonrió guiñándole un ojo— Te dejo seguir —sonrió con su voz cantarina de siempre— Espero que encuentres a la persona que estabas buscando. —añadió acariciando su brazo.

Harry no pudo evitar menear la cabeza y sonreír.

Continuó caminando, sus pies lo guiaban y por más que intentara decirse que era estúpido, se halló parado frente al vagón de los Slytherin mucho antes de pensarlo con claridad.

Sabía que no podía entrar allí. No era recomendable, Harry básicamente podía entrar donde le entrara la gana y eso era así mucho antes de ganar aquella Batalla. Fue así desde siempre porque Harry era bastante suicida.

Sopesó la idea de entrar a ese serpentario y por poco se desanimó. Molly le pidió que intentara tener un año en paz y hacer aquello iba a ir en contra de la promesa que hizo de intentarlo. Pero la tentación era inmensa. La sentía en sus dedos picar y sus pies agitarse.

Había solo otra persona, por la cual Harry se encaminó esa mañana con el baúl a cuentas. Solo una. Una que jamás pensó.

La ventana de la puerta estaba opaca y no le permitía ver al interior, pero nada más escuchar el movimiento tras esta Harry retrocedió sabedor de que no podría escapar.

Vio rápidamente sobre su hombro, no había nadie por allí y es que nadie quería estar cerca de aquella zona en particular. Los alumnos de Slytherin nunca habían sido bien vistos por el resto de la escuela, pero luego de la batalla fue simplemente peor.

Harry los vio agruparse y cubrir sus espaldas durante los juicios, los vio alegando unos por otros, culpándose entre ellos por las mismas acusaciones, volviendo imposible a cualquiera poder juzgarlos. Cuando diez alumnos se incriminan por la misma falta o se los castiga a todos o se los deja a todos impunes.

No es que Harry sintiera mucha empatía por ellos, pero al menos podía decir que respetaba la unión que demostraron. Muchos (Ron, Hermione y él en particular) habían esperado el escarnio público que se darían. Las acusaciones contra los alumnos por tortura eran muchas y pese a que Kingsley insistía en que solo querían descubrir la verdad, ninguno de ellos dio el brazo a torcer. Todos alegaron seguir las instrucciones de sus profesores y se negaron a dar los nombres de los alumnos que sabían habían hecho mucho más de lo que se les pedía.

Al principio le dio muchísima furia esto. Le molestaba, Harry jamás hubiera dudo en señalar a un compañero que cometiera cualquier acto de crueldad, pero lentamente vio como ellos mismos, pese a sus declaraciones, les hacían un aire a otros compañeros. Ron se negaba a verlo y Hermione se mostraba ligeramente reticente a creer que eran capaces de hacer justicia por mano propia, Harry pensaba que eso en realidad los definía.

El suave clic de la puerta al abrirse lo hizo moverse rápido y con fingida soltura, se recargó contra las paredes del vagón. Sintiendo que era un idiota por no poder obligar a sus pies a ir en otra dirección, Harry alzó la mano y empezó a estudiar con determinación sus uñas.

—Yo sabía que había olor a pobre. —se burló la afilada voz de Pansy— ¿Se te perdió algo Potty? —preguntó mirándolo de arriba abajo— Por qué aquí ya no queda a quien puedas enviar a Azkaban.

Harry sintió cómo una sonrisa se abría paso por su rostro y alzando ligeramente el rostro la miró con desdén.

—Cuidado Parkinson, aún hay por ahí mucha gente dispuesta a validar mi testimonio si decido acusarte de lanzarme una imperdonable.

La morocha sonrió con suficiencia y asintió apoyando el hombro en la puerta que había abierto. Harry vio que lejos de preocuarla, su amenaza no hizo sino sacarle un suspiro.

—Cuidado Potter, no sea cosa que yo misma te ayude a volver tus sueños realidad.

Harry ni siquiera se enervo. Soltando una suave risa, meneó la cabeza y asintió.

—Sigue buscándolo Potter y me encargaré de que te arrepientas de no haber dejado que Voldemort te matara.

—Sigue nombrándolo —dijo una voz tras ella tan fría y aburrida que Parkinson saltó ligeramente— Y yo me encargaré de que te olvides de su nombre.

Harry sintió esta vez que su cuerpo entero se revolucionara. Pensó una última vez en Molly y sintió el vestigio de la culpa acariciarlo antes de que la mirada dura como el acero se clavara en él.

—Piérdete Pasy, yo me encargo de él.

La morocha se recobró y Harry le sonrió con suficiencia cuando esta pasó junto a él golpeándolo. La vio irse y se aseguró de no quitar de ella sus ojos pese a que a su izquierda, Draco salió al pasillo donde él estaba parado y trabó la puerta.

Había pasado por tanto, por tanto, a lo largo de esos años, que resultaba completamente increíble que su sola presencia lo pusiera así de nervioso. Quiso encogerse en su lugar, quiso revolverse y echarse a correr.

Harry había hecho varías cosas ese verano, no solo presenciar los juicios y prestar testimonio. Harry había tenido que ponerse a trabajar en la Mansión Black, había tenido que reconciliarse con esa parte de su vida, pues pese a lo que Sirius pasó en ese lugar, una parte de él no quería despedirse. Las paredes de esa Mansión habían sido parte de su historia y cargaban parte de la historia de Teddy. La abuela de éste se había ofrecido a ayudarlo y de alguna forma que Harry jamás pensó, la propia Narcissa Malfoy terminó colaborando para sacar los encantamientos de sangre que allí pesaban.

Kreacher había vuelto de Hogwarts en la temporada de vacaciones y él mismo arrastró a "su señora" para ayudarlos. Con injustificada buena educación, dado que sus tíos jamás le enseñaron nada, Harry la vio entrar y asintió cuando esta le dijo que solo estaba allí para asegurarse de que nada de su familia se perdiera. Dado que ella misma boto muchas cosas, Harry supo que no era lo que estaba buscando. Con el correr de los días Harry notó que ambas hermanas buena parte del día se la pasaban sentadas en la cocina, en silencio, compartiendo el té. No iba a ser él el que les dijera que se consiguieran un café al que ir. Mientras ellas hacían eso, él solía jugar con Teddy y... con Draco.

La tercera vez que Narcissa pisó la casa, Draco fue con ella. Poco faltó para que él alzará su varita y lo echara a patadas. No le debía maldita mierda y pese a que a su madre parecía no deberle nada, Harry no olvidaba que ella lo cubrió. Sabía bien que solo intentaba que la guerra frenara el tiempo suficiente para ir por su hijo y sacarlo de allí, pero lo hizo. Pudo haberlo rematado, pudo haberle dicho que seguía vivo y el mismo Voldemort le hubiera lanzado unos mil Avada Kebadra hasta asegurarse que estuviera muerto e igual de rápido terminaría todo, pero ella lo protegió con su silencio y Harry en compensación le permitía usar su casa de aguantadero para reconstruir los lazos con su hermana.

Draco, era completamente otro maldito asunto. Pero Teddy se revolvió entre sus brazos y empezó a gorjear señalando al rubio con una sonrisa inmensa. Por algún motivo pensó que Draco lo intentaría apartar, pero no lo hizo. De hecho, el rubio se adelantó saludando a su tía con una inclinación de cabeza, con exquisita elegancia y volvió el rostro para verlo con una mueca de desdén. «Sujeta bien a ese niño Potter, tus torpes manos lo dejaran caer».

Harry vio con una mezcla de shock y horror como el rubio se adelantó y le arrebató al bebé, perdiéndose entre las paredes de la casa.

Sí, ese fue un verano lleno de cosas insospechables.

Por cuestiones que desconocía, jamás le confesó a Ron y a Hermione que el rubio empezó a frecuentar casi a diario su nueva casa, jamás les dijo que Teddy lo amaba ni les dijo que él era el que más ayudó a sacar las maldiciones o limpiar. Era bueno, muy bueno con los maleficios y los encantamientos. Harry descubrió que era naturalmente bueno con los niños y que no le gustaba el té. Descubrió que era capaz de lanzar maleficios con Teddy colgado de su cintura y que tenía una voz armoniosa cuando de tararear nanas se trataba. El día que lo vio cambiar un pañal poco faltó para que se cayera sobre su trasero.

No hablaban mucho, de hecho, casi parecía un perro de tanto que le gruñía o se reía cuando Teddy le arrebataba las gafas y jugaba con ellas picándole los ojos.

En una de esas tantas tardes, Narcissa no fue, no quería decir que se sintió ligeramente triste cuando Andromeda le avisó que su hermana se encontraba fuera de Londres arreglando unos asuntos que Lucius dejó inconclusos luego de morir, pero Harry tomó a Teddy y pasó gran parte del día jugando con él en la recamara que fue de su padrino.

El trabajo que restaba por hacer era muy poco, ya solo quedaba que Harry se decidiera con qué colores iba a pintar y qué muebles elegiría para cada una de las habitaciones. Sorpresa se llevó cuando la puerta sonó bruscamente y se abrió mucho antes de que pudiera decirle a Andromeda que pase.

—Llevo una hora abajo Potter, muévete holgazán. Y deja de ponerle esas cosas al chico —se quejó rodándole los ojos y robando a Tedd que se intentaba escurrir entre sus brazos intentando llegar al rubio— Es un Black, Potter, no nació para perdedor —se jactó alzando la varita.

Decía mucho de la confianza que le cogió en esas semanas, el hecho de que no le asustara ver que alzó la varita frente a Teddy y le apuntó a su ropa. La pequeña bufanda de Gryffindor se transformó frente a sus ojos y el traidor de su ahijado saltó feliz cuando esta se volvió verde y gris.

Harry no reparó porqué, pero la acción se le antojó tierna y necesitó unos segundos para darse cuenta de que se había quedado sentado en el piso, pese a que el rubio ya había bajado las escaleras, hablando seriamente con Tedd sobre los por qué no debería dejarse poner ropa de los perdedores de Gryffindor.

—Vas a quedarte mucho tiempo viendo el trasero de Pansy, o será que San Potter quería algo. —preguntó de golpe, haciendo que diera un respingo a la sola idea— Que sepas Potter, jamás tendrás oportunidad con ella.

Harry cogió aire y suspiró forzándose a girar el rostro.

—No me interesa su trasero. —le espetó seriamente.

—Bien. ¿Qué puede hacer un grupo de tiradores por el salvador del mundo mágico?

—Andromeda me mandó esta mañana una lechuza —dijo sin llevarle el apunte a su pulla— Tedd dijo su primera palabra.

El rubio alzó una ceja y lo miró impasible a la espera.

Harry sintió un ligero cosquilleo en la nuca y miró de malos modos al rubio. ¿Así iba a ser? ¿Iba a fingir que su ahijado no le importaba? ¿Se pasó todo el maldito verano hablándole pausadamente al pobre niño con la esperanzada de que repitiera alguna de las que le decía, para ahora fingir que le traía sin cuidad?

La vergüenza se entremezcló con la furia y se enderezó sintiéndose estúpido y molesto. Claro que ahora que el príncipe de Slytherin volvió a sus dominios, Tedd era irrelevante, una muestra de su debilidad. ¿Qué clase de reputación se labraría si admitía que estuvo todo el verano jugando con un bebé, hijo de dos traidores a la sangre? Obvio que no una que le interesara.

Sus dedos empezaron a hormiguear y las ganas de sujetar su rostro y darle un golpe lo colmaron. Sus hombros temblaron ligeramente cuando se enderezó y le lanzó al rubio una mirada desprecio.

—Bien, supongo que no te interesa —dijo sin más, forzándose a olvidar la mierda de verano que pasaron, odiándose internamente por haberse sentido tan ansioso esa mañana.

Ni siquiera sabía por qué, pero desde que llegó a la madriguera se había sentido ansioso sobre que le deparaba ese año, sobre qué haría y sobre todo, qué relación tendrían con Draco ahora. Se había dado cuenta que no tenían un tema del que hablar y sacando un saludo ocasional, no había motivos para pasar tiempo juntos o algo así.

Pensamientos que lo tenían un poco incómodo, pues en verdad, pese a sus gruñidos y sus mofas, Draco resultó ser un tipo ligeramente divertido y ocurrente. En esas horas de trabajo juntos algunas veces hablaron, no mucho, pero si... si en profundidad. Harry había sentido curiosidad porque usará mangas cortas y no se molestará en esconder la marca. «Todos saben que está ahí, ¿para qué molestarme en esconderla?» le dijo encogiéndose de hombros mientras paraba a Tedd sobre sus piernas y lo ayudaba a dar unos pocos pasos antes de sonreírle conforme cuando este volteó el rostro para verlo «¿Por eso te dejas las greñas así de largas?» se rio malvadamente, señalando con sorna su cabello largo y revuelto «Todos saben que la traes Potter, parecer un muggle de la calle no cambiará eso»

No es que Harry se cortara el cabello por ese comentario, no. Es que Molly le dijo que no podía verse su "bello" rostro por culpa del flequillo y se resignó.

Ahora se sentía como un maldito estúpido. Él sintiéndose ansioso por no saber cómo hablar con Draco, por no saber si eran algo parecido a amigos, si es que acaso eso era probable entre ellos.

Ahora veía que era un maldito idiota que, otra vez, solo esperó mucho de ese arrogante desconsiderado. No se merecía, para nada, que la primera palabra de Teddy fuera Draco. No se merecía para nada que Harry hubiera pasado despierto largas noches intentando convencerse de que no, de que no le caía bien Malfoy, de que no, no le gustaba y que no, para nada, Harry no empezaba a sentir deseos de tenerlo más cerca, de verlo más y por cualquier motivo.

Sin molestarse en dedicarle una sola palabra más, Harry se irguió y se dispuso a irse. Que se pudra ese maldito bueno para nada, que se pudra él y su jodida imagen.

Un fuerte golpe en la espalda lo hizo retroceder bruscamente y antes de que pudiera alcanzar su varita, Draco lo había empujado contra la misma pared que había usado de apoyo y se abalanzó sobre él.

Harry solo separó los labios para gemir sorprendido y algo adolorido, para nada lo hizo para recibir dentro de su boca la lengua de Draco cuando esta se metió bruscamente en ella. Para nada. Y, solo respondió a su exigente beso, porque, era un impulso natural de su cuerpo, no porque hubiera pasado buena parte de las malditas noches solo en su cama imaginándolo. Sus manos solo se enterraron en ese largo y sedoso cabello casi blanco porque...

Oh bueno, qué mierda, Harry era un jodido Gryffindor, no tenía que dar tantas explicaciones. Sacando fuerza desde adentro, sujetó con más fuerza al rubio y avanzó unos pasos para pegarlo a él contra la pared opuesta, imponiéndose en un beso feroz y lleno de una necesidad que llevaba semanas creciendo en su pecho y su abdomen. Semanas donde se perdía mirándolo, donde se perdía estudiando como jugaba con su ahijado, como levantaba a pulso algunos muebles pese a tener la varita en el bolsillo trasero de sus ajustados pantalones de vestir.

Lo oyó gemir, sintió sus manos aferrarse a su cintura y Harry no estaba malditamente seguro de hasta dónde hubiera llegado si los ruidos a arcadas no los hubieran sobresaltado. Lo soltó tan rápido que hasta mareado se sintió. Retrocedió maldiciéndose y se enderezó cuando Pansy pasó junto a él soltando quejidos y murmullos indignados.

Draco soltó una risita socarrona y empujó a Pansy por la puerta cuando esta se dispuso a decirles algo.

—Dije que te pierdas Parkinson —le recordó volviendo a cerrar la puerta, pese a que ella intentó quejarse.

Harry juró por lo bajo y se arregló las ropas. No sabía en que maldito momento las manos de Draco le habían alzado el suéter ni mucho menos en qué momento le desacomodó las gafas.

—Andromeda me mandó una lechuza esta mañana —dijo al fin, girándose para verlo— Estaba esperando en qué momento decías hacer uso de la "valentía" que ostentas —se explicó acercándose a él con una sonrisa gatuna en el rostro— Pero dado que tardabas mucho, tuve que hacerme cargo —sonrió— Ahora Potter, quieres seguir fingiendo que viniste hasta aquí para hablar de Tedd o ¿qué?

Harry lo miró lleno de odio y humillación. El bastardo se reía descaradamente de él, pero en lugar de hacer algo estúpido, solo se estiró sujetando su chaqueta negra y volvió a estamparlo contra la pared.

Una vez más sus miradas se cruzaron y Harry vio en sus ojos el desafió, volvió a ver como la rivalidad entre ellos crecía y se transformaba en algo mucho más profundo y carnal.

Si hace ocho años alguien le hubiera dicho que en el mismo Expreso que él rechazó la mano de ese maldito, ahora Harry se moriría por volver a probar sus labios, sin dudas se hubiera partido de la risa. Pero ese Expreso siempre representó para él comienzos, inicios de aventuras y aquella vez no parecía ser la excepción.

—¿Asustado, Potter? —se burló relamiendo su labio inferior con deliberada lentitud, estirando la mano para sujetarle el borde del suéter y acercarlo a su cuerpo.

—Ya quisieras, Malfoy —le espetó volviendo a unir sus bocas, clavando los dientes en su labio inferior, muriendo mil vidas al escucharlo gemir suavemente, de una forma sensual y adictiva.

Mil veces el primero de septiembre para Harry significó un nuevo comienzo, el volver a su hogar, pero nunca como ese día, donde por primera vez, Harry pudo ver un futuro para él, para ellos. 

 


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