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That Thing You Do (Ueki Ryou/Itaya Shougo) por BombayLove

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Notas del capitulo:

Sin ser capaz de sacarse las palabras de Mafuyu de la cabeza, Shougo le pregunta a Ryou al respecto.
No conforme con la respuesta, tendrá que conformarse con un amor que el cree no le es correspondido.

Shougo se dio cuenta que de un día para el otro, Ryou, uno de sus amigos y compañero de curso, dejó de hablarle. No era bueno para encontrar la razón y no era como si él hubiera hecho algo malo tampoco, al menos desde su perspectiva no entendía que había sucedido. Ritsuka no podría ayudarlo a despejar sus dudas ya que él iba y venía entre la música y Mafuyu. Y ni hablar de Mafuyu, que sólo compartía tiempo con ellos a la hora del almuerzo y durante los descansos.


Cierto día, un antiguo maestro que Shougo había tenido durante la primaria fue a una entrevista laboral a la secundaria. Llegó en compañía de su hija, que había sido compañera de Shougo cuando ambos eran más pequeños. Como su llegada coincidió con el descanso, la llevó a ver un partido de básquet en el que él estaba participando.


—No has cambiado en nada, Itaya-kun.


—¿Eso crees?


El muchacho le preguntó mientras se rascaba la nuca. No le molestaba que lo elogiaran, pero sí le incomodaba que lo dijera una chica. Un repentino golpe sobre el suelo llamó la atención de ambos. Cuando dirigieron su mirada al centro de la cancha, vieron a los equipos que habían estado jugando formando un círculo.


—¿Habrá sucedido algo?


—Iré a ver. Quédate aquí, por favor —Shougo se acercó al tumulto para ver a Ritsuka ayudando a Ryou a ponerse de pie, y se acercó a Mafuyu—. ¿Qué le sucedió? Mira que hay que estar distraído en medio de un partido.


—Eso suele suceder cuando estás celoso de alguien —ante sus palabras, Shougo miró a Mafuyu con una expresión de confusión en el rostro—. Quizás sea mi imaginación, pero, ¿Será posible que él sienta algo por ti?


—¿Qué? ¿Ueki?


Shougo no recibió una respuesta a su pregunta, pero si Mafuyu tenía razón tan sólo en una cuarta parte de su suposición, eso explicaría el comportamiento de Ryou los últimos días. Probablemente. No estaba del todo seguro. Intentando conectar lo que había oído con los sucesos de la última semana, Shougo regresó con su antigua compañera.


—¿Por qué no vas a ver a tu amigo? Mi padre me envió un mensaje avisándome que ya salió de la entrevista y me está esperando en la entrada.


—Te acompaño.


—Está bien, Itaya-kun. Tu amigo es más importante, ¿no?


A falta de palabras, el aludido le respondió con una sonrisa. Camino a la enfermería, se puso a pensar sobre lo que Mafuyu le dijo. Ryou no era particularmente demostrativo respecto a lo que sentía, a diferencia de Shougo, que no mostraba reparos en eso. Lo que tenía que decir, lo decía, y si habían consecuencias, pensaría luego en ellas. Ryou, en cambio, era mucho más reservado. Quizás por esa razón había muchas cosas que no conocía de él. De pronto sintió algo de arrepentimiento. Si las palabras de Mafuyu fueran ciertas, él había sido un idiota por no haberse percatado de los sentimientos de su amigo. La pregunta era qué sentía Shougo por él.


Había llegado a la enfermería, pero la puerta que estaba frente suyo parecía demasiado lejana.


 




 


Ritsuka bajó la pantalla de su teléfono y volvió su atención hacia Ryou que miraba el techo. Se había ganado una bolsa de hielo sobre la nariz que era difícil de mantener en su lugar a causa de sus dimensiones.


—¿Te sientes mejor?


—Sí.


No había pensado demasiado en su respuesta. La verdad era que se sentía un idiota al haber recibido un golpe de esa manera. Aunque lo que lo hacía sentir peor era la razón por la que había recibido dicho golpe.


—Las clases van a empezar.


—Ve. Yo me quedaré aquí un poco más.


—No te esfuerces demasiado. Regresa cuando te sientas mejor —Ritsuka se despidió de la doctora con una reverencia y al abrir la puerta de la enfermería se encontró con un concentrado Shougo—. Ueki está adentro —el aludido pareció sorprenderse aunque sabía que él estaría acompañando a su amigo—. Viniste a verlo, ¿no es así?


Shougo balbuceó unos instantes, hasta que respondió también con un movimiento de cabeza.


—Eh… Sí —intercambiaron lugares y entró a la enfermería, donde fue recibido por la doctora—. Buenas tardes. Vengo a visitar a un amigo.


—¿Eres amigo de Ueki-kun?


—Así es.


—¿No deberías estar en clase?


—Sólo será un momento, quiero saber cómo se encuentra.


—Puedes pasar, pero, por favor, no te demores demasiado.


—Muchas gracias.


El muchacho cruzó la habitación hasta llegar al biombo detrás del cual estaba la camilla donde se encontraba Ryou. Miró hacia sus espaldas, la doctora estaba prestando atención a su armario de medicamentos. Tomando aire, Shougo caminó la distancia que lo separaba de la camilla y Ryou lo miró.


—Hola.


—¿Cómo estás?


—No me duele la nariz, pero ahora tengo toda esta zona congelada.


A modo de reflejo, Shougo rió. Quería transmitirle de esa manera que todo estaba bien. Quería preguntarle qué había ocasionado su distracción en medio de un partido, pero las palabras de Mafuyu seguían rondando en su mente y la posible respuesta que fuera a recibir le hacían sentir algo que no comprendía.


—¿Puedo sentarme? —Ryou se hizo a un costado para hacerle un lugar en la camilla. Shougo se sentó y miró el suelo—. ¿Sabes? Mafuyu me dijo algo. No creo que sea cierto, pero, quiero saberlo de todos modos. Ueki, ¿será posible que por mi culpa te haya sucedido esto?


Shougo sentía su corazón latiendo con tanta fuerza en sus oídos que temía que Ryou fuera a oírlo también.


—¿A qué te refieres?


—A… ¿Que a qué me refiero? Tú sabes a qué me refiero —inconscientemente sus manos se aferraron a la camilla. Tenía la sensación de que caería en cualquier momento de allí—. Me refiero a que es imposible que tú gustes de mí, ¿no?


No podía mirarlo. Y aunque su cabeza estaba hacia otro lado, igual cerró los ojos con fuerza. Y de pronto se preguntó qué es lo que quería que Ryou le respondiera.


—Por supuesto que no.


Una carcajada nerviosa se escapó finalmente de entre los labios de Shougo. Se puso de pie y arregló su ropa.


—Claro. Tienes razón. Oye, no te quites eso de la cara, ¿de acuerdo? Tengo que regresar a clase o seré regañado.


—Itaya…


—Nos vemos luego.


Su corazón jamás dejó de latir en sus oídos. Cuando prestó un poco más de atención, sintió que todo su cuerpo latía, que su voz latía. Salió de la enfermería, pero no pudo llegar al salón de clases. Se desplomó sobre la pared en medio del pasillo y se mordió el labio inferior mientras escondía su cabeza entre sus piernas. Había sido un imbécil por haber esperado una respuesta distinta. ¿Por qué quería eso? ¿Por qué quería que Ryou lo quisiera más? Al hacerse esas preguntas se dio cuenta de que había una sola conclusión. Y haberla encontrado, dolía demasiado porque reconocer eso, significaba también darse cuenta de que había sido rechazado.


 




 


Durante esa semana, nadie fue más rápido en la estrategia del escape que Itaya Shougo. Sabía que a la primera persona que le preguntara sobre su estado de ánimo, se le lanzaría a llorar desconsoladamente sobre el hombro, así que hizo todo lo posible por superar cada uno de los obstáculos que se le presentaban. Cuando algunos de los integrantes del club de básquet se quejaron porque los había abandonado, él sólo respondió que no se sentía con ganas de jugar al básquet, pero que regresaría en algún momento. Cuando superara su decepción amorosa, por supuesto, y el proceso apenas estaba comenzando. Había ignorado los mensajes que sus amigos le habían mandado, respondiendo esporádicamente y echándole la culpa a su compañía telefónica. Ritsuka le dijo que cambiara su equipo, Mafuyu le envió sitios web con el detalle del plan que él había contratado. Shougo les agradeció a ambos.


Había pensado en tener un fin de semana tranquilo, pero el repentino mensaje de Mafuyu a media mañana lo sorprendió. Le pedía que lo acompañara a recorrer algunas tiendas de instrumentos musicales para comparar precios. Cuando le preguntó por qué no le pidió a Ritsuka que lo acompañara, él le respondió que estaría todo el día ocupado. Sin un mejor plan que ese, Shougo aceptó ser su acompañante. El horario tampoco era malo, estaría regresando para la hora de la cena. El lugar de encuentro fue uno de los varios festivales que había en la ciudad. Mafuyu le dijo que lo esperara en la entrada al templo que estaba enfrente, pero llegó un momento en que Shougo no recibió respuesta ni a sus mensajes ni a sus llamadas.


—Qué extraño… ¿Sabrá algo Uenoyama?


—¿Itaya?


Reconoció la voz de la persona que lo había llamado y sintió que le habían jugado una mala broma. Eso sí, nunca se le hubiera cruzado por la mente que Mafuyu fuera tan cruel. Guardó su teléfono y se giró para ver a esa persona.


—Ueki…


—¿Qué estás haciendo aquí?


—Satou me pidió que lo acompañara a ver unas tiendas de música.


—No me digas. Y apuesto a que te dijo que Uenoyama estaría ocupado a esta hora.


—Justamente…


—Ahora entiendo por qué no atiende mis llamadas —reconoció Ryou mientras suspiraba. No era la primera vez que Shougo lo veía con ropa distinta del uniforme, pero él siempre lo sorprendía, y su rostro parecía estar brillando de una forma especial gracias a la luz del atardecer. Cuando él giró su cabeza para mirarlo, Shougo desvió la mirada—. ¿Qué te parece si vemos qué hay en el festival? Ya que estamos aquí, no tenemos nada mejor que hacer, ¿no?


Shougo no entendía cómo podía actuar como si nada hubiera sucedido entre ellos. Y es que, por supuesto, nada había sucedido, salvo que lo había rechazado sin siquiera darle una explicación. Y no era como si Shougo hubiera estado dispuesto a oírlas. Era suficiente con saber que su amor no había sido correspondido. Ah, eso era. Sus pasos se detuvieron al darse cuenta. Estaba enamorado de Ryou. Él se giró para mirarlo al notar que estaba unos pasos detrás suyo, pero Shougo volvió a caminar a su lado, y cada paso, dolía.


—Si no tienes apuro en llegar un poco más tarde a casa, van a haber unos fuegos artificiales que cerrarán el festival.


—Podemos quedarnos a ver el principio.


Aunque fuera un amor no correspondido, por lo menos una vez, quería engañarse a sí mismo y fantasear con que eran una pareja que fueron juntos a un festival para ver los fuegos artificiales. Ya habría tiempo para seguir llorando al darse cuenta que todo era producto de su imaginación. Los mejores puestos habían sido ocupados, pero el espectáculo se vería en realidad desde cualquier punto de la ciudad. Ambos subieron las escaleras hasta el templo y comieron algo de lo que habían comprado. El sonido estridente de los fuegos artificiales los sorprendió y sus miradas se posaron sobre el espectáculo de colores que dibujaban formas en el cielo. De pronto, Shougo sintió un leve roce sobre una de sus manos. Miró de reojo hacia abajo y vio cómo tímidamente, Ryou había posado un dedo sobre el dorso de su mano. Al no recibir ninguna reacción negativa, uno a uno, sus dedos se posaron sobre los suyos hasta que su palma terminó sobre su dorso y su mano se cerró en torno a ella. Shougo podía sentir que su rostro estaba por explotar como esos fuegos artificiales. Aunque trataba de recapitular todo lo que había sucedido, ya no le importaba haber sido rechazado, ese momento no era comparable con ninguna otra cosa que hubiera experimentado. Y, sin embargo, abrió la boca y habló.


—¿Por qué? —al oírlo, Ryou lo miró—. ¿Por qué me dijiste esas cosas en la enfermería?


—¿Qué te dije?


—Dijiste que lo que había dicho Satou era mentira.


—En parte, lo era.


—¿Eh?


Ryou se quedó en silencio unos momentos, su vista se posó sobre los escalones mientras su ceño estaba fruncido, como si estuviera buscando las palabras correctas en su mente para que la confusión no se hiciera más grande.


—Antes de responderte, ¿puedes decirme algo antes?


—¿Qué quieres saber?


—¿Quién era esa chica con la que estabas?


—¿Quién?


—Con la que estabas hablando ese mismo día.


Shougo tragó saliva en seco. Su cabeza no reaccionaba a la manera en que Ryou lo estaba mirando.


—Era una amiga de la primaria. Su papá va a ser profesor en nuestra escuela, y ella lo acompañó a una entrevista.


—¿Sólo era una amiga?


—Hace años que no la veo…


—Ya veo. Ahora, yo soy el que tiene que responderte —Ryou se inclinó un poco hacia adelante y Shougo lo hizo hacia atrás mientras sentía el nerviosismo materializándose en forma de sudor en todo su cuerpo—. Me gustas, Itaya. Me gustas mucho.


Los fuegos artificiales en algún momento se habían detenido, pero en ese preciso instante volvieron a iluminar el cielo. Shougo se percató del tono rojizo que había sobre las mejillas de Ryou y sonrió.


—¿Eso quiere decir que no me rechazaste?


—Si me hubieras dejado seguir hablando, lo habrías entendido —su mano acarició los cabellos del muchacho.


—¿Estabas celoso, Ueki?


—Por supuesto que estaba celoso. Pero, no podía decírtelo, ¿no?


—Supongo que no —murmuró Shougo mientras su mirada se posaba sobre su mano que giró sobre sí misma para pegar su palma a la de Ryou y entrelazar sus dedos a los suyos. Sonrió ante la sensación. Estaba feliz. Inmensamente feliz y cuando se volvió hacia él para gritarle sus sentimientos, se encontró con sus labios pegados a los suyos. Cerró los ojos con lentitud y mantuvo esa sensación un poco más. Ya tendría tiempo para decirle todo eso que sentía por él. 

Notas finales:

¡Gracias por leer! :)

 


 

No sé vos, pero yo no puedo evitar ver a este par así de bobos xD


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