—¿Que has invitado a QUIÉN?
Lizzy, terminando de retocar la sombra de ojos negra que cubre los ojos de Jordan ignora mis gritos. Intento asomarme por la parte de atrás del escenario, desde el cual un grupo de rock indie hace retumbar todo el bar. El local hace tiempo que se llenó, el publico se dedica a saltar de un lado para otro, cantan a grito las canciones, salpican a todo el mundo con su cerveza, hay incluso algún vaso reventado en el suelo. Habría supuesto que entre tanto pelo teñido y ropas de pinchos el angelito destacaría, pero me es imposible localizarle entre el barullo.
Chasqueo la lengua, de mal humor.
—¿Por qué has invitado a ese gilipollas a nuestro concierto?
Lo que me faltaba, además de tener que soportarle todas las noches en mi habitación encontrármelo en el único sitio dónde puedo tener un poco de paz.
—Porque ese gilipollas es mi amigo, Ben. ¡Y nuestro concierto es tan mío como tuyo!
Suelto una carcajada sin humor.
—Solo te cae bien porque está bueno.
La chica se gira a mirarme, claramente cabreada. Me agarra del brazo y de un tirón me obliga a sentarme en la silla dónde estaba Jordan. Comienza a maquillarme.
—Dado que no te has molestado en verlo por ti mismo. Matt es muy simpático y me cae genial.
Oculto la mueca que me produce la brusquedad de sus pinceles contra mi piel. Tal vez no debería haberla cabreado mientras manejaba cosas puntiagudas cerca de mi ojo.
—y sí, ¡Matt está bueno y me lo quiero tirar! Te lo dije desde el principio.
—¡Pues tíratelo de una vez y deja de joder!
Antes de que Lizzy me clave el pincel en el ojo Anthony viene al rescate.
—¡Chicos! No os cabreéis antes de un concierto. Es lo menos que necesitamos ahora mismo.
Los dos nos miramos unos instantes, inspiramos con fuerza y asentimos. Se sienten los nervios en el ambiente, los pelos de punta, los sentidos agudizados. Mi corazón retumba al ritmo del bombo que suena en el escenario. Cinco minutos después ya es nuestro turno. Nada más subir el calor humano del local me golpea. Intercambio unas sonrisas con la batera que me cede su puesto en el instrumento. A mi lado Lizzy y Jordan hacen ajustes en los amplificadores. Tony ya se encuentra con su guitarra frente al micro, diciendo al público algo que no logro entender. Un cruce de miradas, cuatro golpes con la baqueta marcando el ritmo y el show comienza con el rift de guitarra. La voz de Anthony es buena para hacer justicia a Kurt Cobain.
...Load up on guns, bring your friends
It's fun to lose and to pretend...
La gente se sabe la canción, lo sé por el grito colectivo al reconocerla. Cuando llega el estribillo todo el mundo corea al unísono.
...With the lights out, it's less dangerous
Here we are now, entertain us
I feel stupid and contagious
Here we are now, entertain us...
Y mientras el público nos exige que les entretengamos irónicamente ellos se transforman en nuestro entretenimiento personal. Contagiándonos su energía. Por solo unos instantes en aquella sala mugrienta se puede sentir el espíritu de la juventud.
...I'm worse at what I do best
And for this gift I feel blessed...
Me siento bien, puedo ver de reojo a Jordan dar saltos por todo el escenario durante el solo de guitarra, Lizzy no tarda en seguirle y aquello provoca en mí una sonrisa. Ha merecido la pena habernos tenido al pelirrojo y a mí una hora entera ayudándola para conseguir darle un aspecto salvaje y alocado a su afro porque se ha convertido en la encarnación de la rebeldía femenina. Antes de ser consciente la canción ha acabado, silencio seguido de los gritos de euforia y aplausos. Suspiro y por fin alzo la mirada, inmediatamente veo su rostro entre el público.
Todos los músculos se tensan, sobretodo al sentir su mirada ámbar puesta en mí. No tengo tiempo para reaccionar, Lizzy ya ha comenzado con el riff de bajo de "Hysteria", por poco no me paso mi entrada. De nuevo la música toma todo el protagonismo en mis pensamientos, y la sensación de estar en otro mundo fabricado solo para las personas de aquel bar vuelve a invadirme. Aquella noche rompo más baquetas de las usuales. Al bajar del escenario rodeo con los brazos a Lizzy, nos fundimos en un abrazo que termina de borrar cualquier rencor acumulado. Jordan no tarda en unirse, Tony se lanza hacia nosotros con tanta fuerza que nos hace caer.
—-— —-- — --— —-—
—Habéis tocado muy bien.
Intento ignorar su voz mientras me aferro al botellín de cerveza que nos han dado en la barra nada más salir. A mi lado Lizzy sonríe.
—¿De verdad? No sabía si te gustaría o no este tipo de música.
Matthew parece dudar.
—Bueno, tengo que admitir que no es mi estilo usual...pero ha sido...interesante.
Suelto un gruñido.
—Simplemente di que eres demasiado pijo para el rock y ahórranos la palabrería.
Murmuro. Lizzy me pega un codazo con disimulo.
—Creo que no me he presentado correctamente. Soy Matthew.
Continua el angelito mirando a mis otros dos amigos. Jordan y Tony le miran desinteresados. Intento contener la sonrisa de orgullo que eso me produce.
—Este es mi primo. Anthony —dice Lizzy, al ver que ninguno de los dos parecía interesado en hablar. El angelito vuelve a sonreír.
—Encantado, y tu eres Jordan ¿verdad?
—Paul —Le corrige el pelirrojo—. Jordan es mi apellido.
Afortunadamente Johnny y los suyos comienzan a tocar y acaban con aquella tortura de falsas cordialidades. Intento distraerme con la música punky folky que invade la sala, pero no puedo evitar notar como Lizzy se pega más de lo que debiese al brazo del semirubio y él se inclina para decirle algo al oído. Me aguanto las ganas de empujarle cuando noto como él pasa la mano alrededor de su cintura y algo en mi interior se retuerce de ira, porque ese gilipollas con mi mejor amiga es algo que no puedo soportar.
Tony me agarra de los hombros y emocionado empieza a gritarme al oído la letra de la canción, por raro que suene ese gesto me ayuda a mejorar algo mi humor. Me uno con Jordan y Tony a corear el estribillo de Drunken Lullabies a todo pulmón, da igual que desafinemos como unos malnacidos. Apenas giro la cabeza cuando siento como Matthew y mi amiga se alejan, perdiéndose entre la gente de camino a la salida. Inconscientemente me encojo de hombros, admitiendo lo inevitable, habría pasado de una manera u otra. Jordan se lanza al pogo que se ha formado en mitad de la pista de baile y me arrastra con él. La gente salta y se golpean los unos a los otros a ritmo de la música. Aquello parece ser el remedio para olvidarme del mundo exterior, porque estoy en mis 22 años de vida, joder, y si no voy a ignorar todos mis problemas y disfrutar de la noche a esta edad ¿Cuándo lo voy a hacer?
...Cause we find ourselves in the same old mess.
Singin' drunken lullabies...
Borrachos, eso es lo que el viejo verde habría visto si hubiese tenido la audacia de mirar por su ventana a las 5 de la mañana de aquel sábado. Tres borrachos agarrándose los unos a los otros, aguantándose la risa para no despertar a nadie mientras entrabamos en los terrenos de la universidad. Yo sujetaba dos skates bajo el brazo, porque Tony había tenido la pésima idea de intentar hacer un kickflip en su estado de embriagadez y habíamos decidido confiscarlo antes de que de reventase la cabeza contra el bordillo.
—Eres idiota, tronco —murmura Anthony, lleva diciendo lo mismo durante todo el trayecto, desde que al salir del pub Johnny me propuso irme a su casa y yo me negué—, idiota perdido.
—Déjame en paz.
—Si yo tuviese con una tía lo que tú tienes con Johnny no habría noche que no mojase.
—Sigue soñando, mamonazo.
Debemos estar de suerte, porque nadie parece notar el ruido que hacemos al caminar por los pasillos de los dormitorios. Al llegar a mi puerta me detengo, mi mano quieta sobre el pomo. Me cuesta unos segundos comprender el por qué de mi reticencia a abrir.
—Paul —susurro. No sé muy bien por qué susurro, pero al menos mi amigo me alcanza a oír, ya que se vuelve hacía mí, curioso—. ¿Puedo dormir en vuestra habitación?
El pelirrojo sonríe con amabilidad. No sé si es que entiende la situación o simplemente está demasiado borracho para importarle.
—No hace falta ni que preguntes, tío.
De esa manera la noche acaba y yo consigo una vez más escapar de lo que llevo ya unos días intentando negar.
Despertar al día siguiente con el pie de Jordan a dos centímetros de tu boca parecía ser una señal del cielo avisándome de que aquel no sería mi gran día. La cabeza me iba a estallar, el estomago no paraba de retorcerse y habría vomitado de no ser porque Tony ya se estaba encargando de ocupar el váter del baño con el mismo cometido.
—Nunca más voy a emborracharme —mentira, no me lo creo ni yo mientras estoy pronunciando las palabras, pero parece que si no digo esa frase el ciclo no se completa. Tony y Jordan me echan de su habitación a eso de las 6 de la tarde, porque querían irse a desayunar y temían que me quedase inconsciente en su suelo. Sus palabras textuales "Para quedarte muerto en nuestra habitación vete a morirte a la tuya", vaya par de capullos.
De nuevo dudo unos instantes antes de abrir la puerta que da a mi dormitorio, pero sé que no lo puedo alargar mucho más. Tomando aire con fuerza abro y entro en mi habitación la cual, como ya me imaginaba, no estaba vacía.