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Errores duraderos por 1827kratSN

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—Papá, ¿quieres ir hoy al teatro conmigo?

Canadá sonrió animado mientras balanceaba sus boletos como para tentar a un pecador.

—¿Puede ser mañana? —UK se vio incómodo y se rascó la mejilla—. Tengo planes para hoy.

Para nadie era secreto el cariño inmenso y especial que sentía por Canadá, su retoño que permaneció a su lado a pesar de los tiempos difíciles. Y si bien amaba a todos sus hijos, herederos de un amor incalculable, con Canadá era un poco más atento que con los demás.

Por eso le era tan difícil rechazar la oferta, pero pudo más su promesa.

—¿Una cita? —Canadá sonrió emocionado—. Me alegro que hayas empezado una nueva relación. Mereces ser feliz.

Canadá vio el desastre que fue su padre inglés durante muchos años, y vio como aquella sonriente figura se transformó en una estatua infeliz. Así que cada oportunidad para su padre, la sentía como propia.

—En realidad… —hizo una mueca sutil— iré con Francia a cenar.

—¿Volvieron a salir? ¿Van a regresar?

Canadá amaba a sus dos padres, a pesar de todo, lo hacía. La posibilidad de verlos juntos era maravillosa, pero a la vez dolorosa.

—No —UK tomó la seriedad común.

—Entonces...

—Es difícil de explicar.

—Si siguen saliendo juntos... y se hablan... y se ríen... ¿por qué siguen divorciados?

—Es mejor así.

UK evitaba el tema de Francia desde hace años, lo hacía por autoprotección, porque en verdad era un tema complicado y confuso hasta para él mismo.

Porque, así como sucedió el divorcio, también vinieron muchos reencuentros entre pláticas y salidas que volvían a transformarse en una nueva separación.

Era un ciclo horrible en la que el inglés aceptó participar.

Salía con aquel francés, aunque se sintiera culpable después.

Y lo evitaba por meses, para que Francia sintiera la misma culpa que él.

Se hacía daño por gusto y lo sabía… Pero no lo evitaba.

.

.

.

A veces tenían roces muy marcados con su hijo estadounidense, en parte siempre los tuvo porque no pasaron el demasiado tiempo juntos en la infancia del menor. Llegaban al punto de pelear por tonterías, como en ese día, en el que se encontraron por casualidad en las calles de una capital hermosa y diferenciaron en su gusto por el color de un pastel.

Sonaría gracioso y en parte lo era, pero para ellos era un asunto serio.

—¡¿Cómo te va a gustar el rojo sangre en un pastel?!

—¡¿Cómo puedes decir que el azul eléctrico quedaría mejor?!

Sin importarles estar en media calle, con las personas mirando, a riesgo de que algún paparazzi los filmara y demostrara lo infantiles que las representaciones podían ser… Aun con todo eso, ahí estaban, peleando por algo tan estúpido.

Y de pronto… se estaban atacando con temas más allá del postre.

—¡Soy más próspero que tú!

—¡Tengo mejores gustos que tú, USA!

Llegaban a un punto de herirse verdaderamente.

—¡Papá UK no va a casarse contigo de nuevo!

Y después el silencio.

—Fuiste muy lejos, fils... —hasta su postura perdió fuerza—. Mi señor tecito es un tema delicado.

Arrepentimiento basado en el conocimiento de aquel dolor.

—Lo siento… —se sintió mal por Francia—. No quise...

Francia de verdad parecía querer llorar, hasta sacó un pañuelo blanco y con él se limpió las mejillas todavía secas. Por eso USA se acercó y le dio palmaditas para intentar confortarlo, disculparse también…

Y después venía la ira.

¡Porque era una estupidez!

—Pero si se siguen frecuentando, ¡¿por qué no se casan otra vez!?

—No lo sé... —sollozó bajito—. UK no quiere... —limpió una lágrima traicionera—. Solo tenemos citas y a veces dormimos juntos…, pero nada más.

USA no quería otra escena, así que respirando profundo y llenándose de paciencia, tomó la mano de su padre francés y sonrió.

—¿Quieres un chocolate caliente? Yo invito.

—Sí, por favor.

En la privacidad que tenían en una mesa apartada del resto de la clientela, con las humeantes tacitas de porcelana que acunaban el dulce manjar, volvieron a tener esa plática fea sobre la relación que empezó hace tanto y que acabó hace otro poco más.

Porque, aunque no le gustara a USA, se quedaba callado a escuchar de nuevo todas las protestas de su padre francés sobre aquella relación que no avanzaba y que debería hacerlo.

Porque llevaban décadas así. Con un Francia que le coqueteaba abiertamente a un inglés neutro y gruñón, quien demostraba su enamoramiento casi estúpido por alguien que lo rechazaba ocho de cada diez invitaciones… Y con un inglés que parecía complacerse con el dolor de Francia, pero que muchas veces parecía ceder ante las muestras de afecto y que de pronto cambiaba de actitud antes de escapar.

Hasta ONU ya se había resignado a ver eso después de las reuniones.

Y hasta las potencias hacían caso omiso de aquel espectáculo.

Porque todos sabían que esos dos tenían su pasado… y que de alguna forma se aferraban a él.

Era triste… tanto como patético.

Ninguno estaba avanzando.

Aunque había años en los que parecía que esos dos al fin tomaban noción de lo que pasaba.

.

—¿Por qué no quieres volver conmigo? —Francia suspiró—. Ya sabes... —habló ilusionado—. Volveríamos a tener nuestra casita con un jardín de rosas blancas y rojas, nuestros hijos irían de visita, tendríamos la hora del té como te gusta y...

—No me arriesgaré a que me engañes de nuevo.

Voz firme y neutra mientras mecía delicadamente el contenido de su taza. Ni una sola mirada mientras desfrutaba de aquel liquido glorioso. Fingiendo una tranquilidad que no sentía.

—Señor tecito…

La mano aventurera del francés que buscaba la ajena, una sonrisa triste pero llena de esperanza, y una negativa casi furiosa.

—No soy tu juguete, Francia.

—Yo no...

—Y ni siquiera sé por qué sigo saliendo contigo después de lo que me hiciste.

Estaban divorciados por ley.

Pero tenían encuentros por debilidad.

Se peleaban cada vez.

Y volvían a ceder ante una sonrisa llena de dulzura.

El uno buscaba una relación que lo sacara de ese vaivén tortuoso.

El otro se resignaba por un tiempo, en respeto de la decisión ajena.

Pero no funcionaba y volvían a buscarse, casi como si fuera rutinario antes que romántico.

Se hacían daño una y otra vez…

Y no había razón para seguir así.

—¿Con quién vas a salir después?

—Contigo si me lo permites.

—Escuché que ya tenías a un prospecto.

—Bueno… —suspiraba derrotado al ser atrapado—, salí unos días con Grecia, pero…

—Ahí tienes… Una nueva relación y ni siquiera esperaste a un mes de la última vez que te rechacé —UK no mostraba tristeza o ira, nada.

—¡Tú hiciste lo mismo muchas veces! —estaba tan triste—. Saliste con alguien y te olvidaste de mí.

—Yo te avisé… Esperé tres meses y medio antes de siquiera plantearme la idea de aceptar una cita… Y tú te acostaste en la que fue la primera tuya.

—¿Eso qué tiene que ver?

—Eres y jamás dejarás de ser un ser promiscuo y lujurioso… y yo no puedo corresponder a todo eso… No pude antes y mucho menos ahora.

—Señor tecito, puedo ser todo lo que dices… Pero sabes perfectamente que a quien le entregué mi corazón fue a ti.

—¿Y de qué me sirve algo tan idealizado? … Si no vas a respetar el ritmo en el que tomo las relaciones, ni en la forma tan osca con la que me expreso ahora.

—Pero tú no eras así… Sonreías cual criatura de ensueño, cantabas en las mañanas, demostrabas tu afecto con caricias y besos…

—Eso se acabó hace mucho.

—Pero puede volver…

—Tal vez… Pero no será a tu lado, Francia… Nunca más.


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