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A Halloween Tale por VinsmokeDSil

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Notas del capitulo:

Hola!!

FELZ HALLOWEEN!!! 

Tengo que confesar una cosa, la verdad era que ésta histora estaba pensada para ser un one shot y colgarlo hoy. 

Pero a medida que iba escribiendo... bueno, se me fue la mano, y será bastante más largo de lo que creía, calculo que unos cuatro capítulos. 

Sinceramente, no sabía ni si me iba a dar tiempo de colgar el segundo para hoy, ¡y eso que le he dado mucha caña! Para los próximos seguramente tocará esperar un poco más. Los estudios me reclaman, y quería colgar todo lo que pudiera para hoy por la noche.

Bueno, dejo de enrollarme, que lo interesante de verdad viene ahora! 

¿preparados para adentraros en el miedo?

Los monstruos no duermen debajo de tu cama, sino dentro de tu cabeza


 


– ¡Shishishishishi! ¡Eso ha sido muy divertido! –dijo Luffy, arrastrando con él los cadáveres de Usopp y Nami.


El capitán se estaba divirtiendo, pero la bruja y el faraón lo estaban pasando realmente mal.


–Disculpa… porque… no… no me he enterado... Exactamente, ¿cuál ha sido la parte divertida? –preguntó Usopp, empezando a recuperar el habla.


–No lo sé, ¡todo! –respondió el otro, soñador.


– ¿Que tiene de divertido que intenten hervirme viva? –preguntó Nami, intentando darse aire. Seguía teniendo mucho calor, y eso que estaban a finales de octubre.


Y eso que tenía toda la ropa mojada.


–Oh vamos, era parte del espectáculo, ¡no iba a hacerlo!


– ¿QUE NO IBA A HACERLO? –gritó Nami, indignada, recordando cómo habían ido los hechos – ¡Me ha atado, me ha puesto dentro del caldero y ha encendido el fuego!


Al principio, Nami había creído que era de broma. Ya de por sí le sorprendía que una de las actrices les pusiera las manos encima, para eso normalmente pedían que firmaras un consentimiento.


Pero supo que esa mujer iba totalmente enserio cuando la vió con las cerillas, encendiendo papel de diario y un carboncito, para que prendiera la leña debajo del caldero. Y empezó a tener calor.


– ¡Eso ha sido bestial! –dijo Luffy, recordando el momento con asombro.


–No ha sido bestial, ¡ha sido por tu culpa! –le dijo Nami más enfadada todavía.


– ¿Mía? –preguntó el chiquillo, sin entender por qué lo decía. Él no le había hecho nada, solo la tomó del brazo junto con Usopp cuando se cansó de la casa de la bruja.


–Claro, por decirte que no querías ir con ella porque estás conmigo. –le dijo Nami.


La chica ya había visto que a la bruja loca le había sorprendido que Luffy fuera el único en no tenerle miedo, y pasó de intentar asustarle a intentar seducirle. Muy descaradamente.


Y como Luffy la ignoraba a más no poder, la otra imaginó que era por culpa de la pelirroja.


–Pero es que ahora estoy contigo. Y con Usopp. –dijo Luffy, avanzando.


– ¡PUES LA LOCA DE LAS SERPIENTES HA ENTENDIDO OTRA COSA, IMBECIL! –volvió a gritar Nami. Luffy conseguía estresarla demasiado –Menos mal que Usopp me ha salvado…  


Luffy la miró sorprendida antes de hablar.


–No te ha salvado. La bruja Hancock lo ha sacado de la jaula y lo ha metido dentro del caldero, y tú lo has usado para trepar y salir de ahí. –dijo recordando la situación.


–Mientras tú te retorcías de la risa en el suelo. –le recordó Usopp, con rencor hacia los dos: uno por usarlo y el otro por pasar de él.


– ¡Ha sido muy divertido! –volvió a decir Luffy, deteniéndose para echarse a reír otra vez.


Para Luffy, estaba siendo una noche alucinante. Se lo estaba pasando muy bien en ese pasaje, había actores muy buenos que le hacían mucha gracia.


Primero, la gente ensangrentada que se habían encontrado, mientras iban hacia la cueva del hombre lobo. Le había fascinado ese que estaba tirado en medio del camino, con los intestinos por fuera. Se había puesto a jugar con ellos, eran muy viscosos y blanditos.


No entendía por qué se había ganado una bronca por parte de Nami, Usopp y el destripado. Algo de romper el material, decían. Pero es que eran tan guays al tacto…


Luego por fin entraron en la cueva del hombre lobo. Y la verdad era que Luffy le tenía muchas ganas, nunca había comido carne de lobo y quería probarla.


A decir verdad, el lobo le decepcionó un poco. Se esperaba una bestia enorme con grandes garras y colmillos, que le diera un poco de lucha. Así se le abría el apetito, aunque siempre lo tuviera abierto.


En vez de eso, se encontraron con un lobezno. Claro que tampoco le pondría pegas, seguramente su carne sería mucho más tierna. Así que no perdió el tiempo y empezó sus preparativos para montarse una barbacoa.


Pero claro, el lobito se había puesto a aullar, Nami y Usopp se asustaron y le arrastraron con él… en ese caso, había sido Luffy quien les echó la bronca por hacerle perderse ese novedoso manjar. No entendía por qué Nami le había dado un golpe en la cabeza, tampoco decía nada que no tuviera sentido.


Al salir de ahí, habían entrado en el bosque encantado, que estaba gobernado por una bruja malvada y habitado por seres de las tinieblas –o almenos eso decía la guía.


Se habían encontrado con restos de aquelarres, cadáveres falsos ensangrentados, actores que fingían ser demonios y se acercaban a ellos. La mayoría solo corría y daba vueltas a su alrededor para volver a irse.


Luffy tenía la teoría que muchos de los monstruos iban a ellos por culpa de Nami y Usopp. Si se asustaban hasta con su propia sombra… normal que fueran a por ellos. Recordaba haber visto algunos de los excursionistas sin brazos que habían visto al principio del trayecto.


Con el que se lo pasó en grande fue con la cabra. Siempre había querido montar en cabra, y hoy había podido cumplir su sueño. Había sido alucinante…


– ¿Cuándo se acaba esto? –preguntaba Nami, llorando.


–Pues… creo que llevamos veinte minutos, faltaran otros cuarenta.


– ¿CUÁNTO? –preguntó con los ojos como platos. Solo hacía veinte minutos de esa tortura? Estaba empezando a pensar que hubiera sido mejor opción perder el dinero.


Claro que…


Almenos tenía excusa para ir muy pegada a Luffy. Porque con lo inocente que era, ni que se presentara desnuda en su habitación con un cartel luminoso que dijera “quiero acostarme contigo” se enteraría de lo que sentía por él.


Más bien, seguro que le decía “claro, si eso quieres” y literalmente se pondría a dormir en su misma cama. Solo a dormir.


–Cuarenta. –repitió un poco más alto Luffy, creyendo que la chica no le había escuchado bien.


–Ya te había oído. –dijo ella, frustrada.


– ¿Y por qué vuelves a preguntar? –dijo él, algo picado.


Los tres amigos estaban caminando en medio del camino. Luffy a la derecha, Nami en el centro y Usopp a la izquierda. A cada sonido que se oía, Nami pegaba un salto y se agarraba al brazo de Luffy, en parte por el miedo, en parte para aprovechar y tocar un poco.


Volvieron a oírse risas escandalosas de mujeres tenebrosas.


– ¡Kya! –gritó ella, enganchándose más.


– ¿Pero de qué te asustas? Si también eres una bruja –dijo Luffy, mirándola como si la chica fuera estúpida.


¿Por qué tenía que haberse enamorado de un tío tan idiota?


– ¡Quiero irme a casa! ¡Mamá, tengo miedo! –gritó Usopp, agarrándose al brazo izquierdo de Nami.


Peor. ¿Por qué tenía que estar Usopp con ellos? Maldita sea… por el favor que le hizo a Zoro. Si es que a veces, de buena, era tonta.


Ahora tendría que pensar una forma de deshacerse de él. Dejarlo tirado en medio del pasaje e irse con Luffy.


Algo grande se plantó en medio del camino.


Nami lo miraba con los ojos como platos. Con lágrimas a punto de saltar de puro terror.


Enfrente de ellos, una gran bestia, muy peluda, con cuernos, parecía querer atacarles. Tenía los ojos rojos, soltaba espuma por la boca. Su figura oscura contrastaba con la luz de la luna, que quedaba justo detrás de él, dándole un aspecto mucho más tétrico.


Tenía garras en las manos que parecían agrandarse con el paso de los segundos, pezuñas en vez de pies. Sus piernas también estaban cubiertas de pelo, al igual que su cuello, su cara y su cabeza. Esos cuernos parecían hacerse más altos, más grandes.


La figura entera iba creciendo y se volvía más amenazadora a medida que se acercaba a ellos con pasos decididos. Era lo más terrorífico que había visto.


– ¡Que guay, una cabra! –dijo Luffy, sonriendo con alegría. Tenía estrellitas en los ojos por la emoción.


–No soy una cabra, ¡Soy el Carnero del averno! ¡Soy Satán! ¡El diablo, el príncipe de las tinieblas! ¡Duque de los condenados! ¡Rey de los infiernos!


Nami quería morirse. Usopp ya lo había hecho, estaba desmayado a su lado.


Y Luffy quería montar encima de la cabra.


–Baja de aquí, ¡maldito crío! –decía el actor, intentando quitárselo de encima.


Porque Luffy tenía la agilidad de un mono, y ya lo tenía sentado encima de los hombros, agarrado a los cuernos de su máscara. Si seguía moviéndose de esa forma, conseguiría quitársela y, seguramente, romperla.


– ¡No soy un crío, soy el futuro Rey de los piratas! ¡Arre! –decía el chico, sin dejar de moverse, intentando cabalgar a la cabra.


–Luffy… es el diablo… ¡déjale o vamos a morir! –Le dijo Nami, entre gritos y llantos – ¡dejemos a Usopp como sacrificio y huyamos mientras podamos!


– ¡Pero soy el Rey de los Piratas! ¡Necesito una cabra! –Nami no iba a molestar en preguntarle qué tenía que ver una cosa con la otra, solo quería irse de ahí y, de paso, librarse de su otro amigo.


Interiormente, le hizo el juramento de que su sacrificio no sería en vano.


– ¡Que bajes de aquí! ¿No te han dicho que no toques a los actores? ¡Si sigues así hago que te echen!


Bien visto, quizá no era tan mala idea que Luffy fuera haciendo de las suyas. Si les echaban, se acababa su tortura.


Luffy se detuvo de golpe. Agarrado a los cuernos del actor, con las piernas alrededor de su cuello, le miró a los ojos con su mejor cara de inocencia y de niño bueno, esa que sabía hacer tan bien y que engañaba a quien la viera.


El carnero y el pirata se miraban a los ojos.


– ¿Pero luego puedo volver a entrar?


–No.


– ¿Ni para acabar el recorrido?


–No.


– ¡Entonces déjame montarte un poco!


–No.


– ¡Da un par de vueltas!


–No.


– ¡Salta mientras haces sonidos de cabra!


–Que soy un carnero, ¡no una cabra!


Luffy, todavía a los hombros del actor, hizo un adorable puchero. Ese que era capaz de derretir el corazón del hombre más frío. Nami se enamoró un poco más de él. Y al actor le dio pena el chaval.


Luffy solo quería montar en una cabra mientras era el Rey de los Piratas, era lo que le tocaba en su papel… no era tan malo tampoco… ¿por qué ese tipo no podía intentar cumplir su deseo?


El chicho estaba visiblemente triste, de verdad le había hecho ilusión ese encuentro, era la cereza del pastel en su disfraz.


El actor suspiró, arrepintiéndose ya de lo que iba a decir.


–Joder… de acuerdo, pero solo una vuelta. Luego te bajas y seguís el recorrido. –dijo el actor, intentando recolocarse la máscara como pudo.


– ¡Que guay! ¡Sabía que molabas, cabra!


–Si no me llamas Carnero o Diablo, almenos llámame Drake. –dijo el actor, presentándose.


– ¡Vamos, Cabra! ¡Encontremos juntos el One Piece! –dijo Luffy, volviéndose a mover como un loco encima del pobre hombre.


Viendo a Luffy sentado encima de ese tipo disfrazado de carnero mientras daban vueltas a su alrededor, a Nami ya no le daba miedo. Más bien le daba pena.


Había cometido el fatal error de seguirle el rollo a Luffy.


– ¿Qué diablos es eso? –preguntó el tal Drake.


–El tesoro pirata de una serie de dibujos –respondió ella. Luffy ni siquiera le escuchaba, solo se movía encima del tipo, tratándole como si fuera una especie de caballo.


Usopp se estaba perdiendo una escena bastante peculiar. Tardó todavía cinco minutos en despertar.


Los cinco minutos que estuvo Luffy torturando al pobre Drake.


Al final, para conseguir sacárselo de encima, hizo falta la ayuda de sus dos amigos, que tuvieron que tirar de él hasta que Luffy le arrancó la máscara, dejando al actor con la cara al descubierto.


 – ¿Qué? ¿No eres una cabra? –preguntó Luffy, indignado al ver un chico debajo de la máscara.


–Ya te he dicho que soy un carnero. –dijo Drake, que ni mucho menos se imaginaba que Luffy estaba hablando sobre él.


–Menuda estafa. –dijo mientras empezaba a avanzar, siguiendo el camino.


– ¡Luffy! ¡Discúlpate ahora mismo! –dijo Nami, persiguiéndole, que para nada le sorprendía que Luffy creyera que no eran actores.


– ¡Lo sentimos mucho, Drake! –dijo Usopp, arrodillándose y disculpándose por su amigo. Algo que, por desgracia, hacía muy a menudo – ¿Nos veremos en la fiesta del hotel? –preguntó.


Ahora que lo veía sin máscara, no le daba miedo, y por lo poco que había hablado con él, le parecía un buen tío. Sobre todo por haber aguantado a Luffy encima de sus hombros y no haberlo matado.


–Espero que no –respondió con honestidad.


Usopp volvió a disculparse y salió corriendo detrás de sus amigos, que ya habían avanzado bastante y no quería quedarse solo en el bosque encantado.


Si Usopp hubiera sabido lo que iba a pasar luego, se hubiera quedado con Drake. Almenos era un buena persona, pero… ¿la bruja? Esa mujer estaba loca. Como una puta cabra. De manicomio. Una maldita psicópata. Para encerrarla.


¿No representaba que los actores no podían tocarles?


Acababan de entrar a la cabaña, después de recibir múltiples avisos de parte de otros actores. Era una estancia oscura, con flechas que guiaban hasta otra habitación. Había actores encerrados en jaulas, pidiéndoles ayuda para salir de ahí.


Había múltiples papeles con recetas escritas y manchadas de sangre, todo platos de carne. Usopp no quería ser devorado por una bruja loca, y si alguien iba a cocinarle, prefería que fuera Sanji. Al menos sabía que lo haría delicioso.


La última puerta estaba cerrada, pero ponía que debían pasar por ahí.


–Luffy… quizá deberíamos… –“irnos de aquí”. Eso era lo que quería decir Usopp antes que Luffy abriera la puerta y entrara gritando.


– ¡Hola! ¿Está aquí la vieja bruja? –preguntó entrando como Pedro por su casa.


Era una habitación grande, algo oscura y tétrica, iluminada únicamente con velas. Había una mesa a la derecha, un gran caldero en el centro, con una especie de caldo dentro con extremidades humanas falsas.


Y, al fondo de todo, sentada en un balancín, una mujer cubierta con una capa y una capucha negra. Empezó a hablar, con voz dulce.


–Hola, niños… veo que habéis seguido el camino hasta… espera. ¿Cómo que vieja? ¡SOY HERMOSA! –dijo la mujer, saliendo de su papel.


Usopp alucinó. De hecho, era realmente hermosa. La mujer más guapa que había visto nunca.


Alta, morena, de piel pálida, vestida con un top negro que dejaba ver un gran escote y una falta larga con un corte hasta la cintura, por la que se podían apreciar sus firmes e interminables piernas.


Usopp se dio cuenta de un pequeño detalle que le hizo acojonarse vivo. O, más bien, no tan pequeño, porque debía medir dos metros.


Tenía una gran serpiente alrededor de su cuello que sacaba la lengua en dirección a los amigos. Y era real. Estaba viva. Muy viva.


El comedor estaba lleno de jaulas con más serpientes, más pequeñas.


–Pues a mí me parece más guapa Nami –dijo Luffy, mirando hacia la pelirroja.


La chica enrojeció al instante, sintiéndose terriblemente alagada que la comparara con semejante diosa de la belleza. Nunca hubiera pensado que el chico se fijara en su aspecto.


– ¿CÓMO HAS DICHO? ¡SOY LA MUJER MÁS HERMOSA DEL MUNDO! –dijo la bruja, perdiendo la paciencia.


Luffy, con su aplastante sinceridad, siguió ofendiendo a la bruja loca. La mujer intentó ir hacia Nami, pero la pelirroja era una maldita rata, agarró a Usopp del brazo y le cambió el sitio con ella, haciendo que la bruja le atrapara a él.


– ¡Luffy, huyamos! ¡Usopp dice que se sacrifica por nosotros! –dijo Nami, agarrando a Luffy por el brazo y tirando de él para huir de esa bruja de las serpientes.


– ¡Yo no he dicho eso! –dijo el chico, al que la mujer había atrapado y estaba atando.


– ¡Tú, a la jaula! ¡Serás un buen aperitivo para Salome! –dijo encerrando al chico, quitándose la serpiente del cuello y echándola dentro.


Salomé era una boa muy pacífica, solo se pasearía un poco por encima del chico. Pero eso ellos no lo sabían, y se merecían un castigo por las ofensas del pirata.


–Venga. ¡Siguiente! Tengo más clientes que comerme –dijo, mirando a los dos chicos. La pelirroja intentaba conseguir que se fueran, pero el chico parecía querer quedarse. Y se estaba riendo.


– ¡Shishishishi en verdad eres muy divertida! –dijo con una sonrisa sincera.


La bruja detuvo su avance.


–Te… ¿te parezco graciosa? –preguntó la bruja de las serpientes.


Siempre la habían alabado por su belleza, conseguía todo lo que quería gracias a ello, pero nunca nadie se había fijado en nada más.


– ¡Claro! ¡Mira a Usopp, le sale espuma en la boca de tanto reírse! –dijo señalando al chico, que se había desmayado por segunda vez.


–Luffy… no creo que sea por eso… –dijo Nami en un susurro. El chico volvió a ignorarla.


–Oye, nunca he probado la carne de serpiente. ¿Puedo comérmela? –preguntó Luffy, fijándose en la cantidad de serpientes que había por toda la sala.


Teniendo en cuenta el caldero, las recetar y las serpientes, ¿de qué podía tratarse sino?


– ¿Has dicho que quieres comerme? –preguntó la morena, emocionada.


–Bueno, a las serpientes, sí.


Nami fue testigo de cómo Luffy había encandilado a la hermosa bruja con su simpleza.


Y tampoco había sido mejor para Nami. Quizá ella fue la que más recibió por parte de esa bruja sexy chalada.


Después de eso, empezó el auténtico circo. Nami huyendo, dando vueltas alrededor del caldero, la bruja persiguiéndola y Luffy riéndose a un lado mientras ella pedía su ayuda.


Más tarde, cuando Nami consiguió salir del agua caliente –demasiado caliente –escalando por Usopp, ésta le pidió a Luffy que se fueran y dejaran al otro como sacrificio, pero Luffy tampoco quiso.


Nada, que no había forma.


Siguieron avanzando por el camino indicado por las flechas. Incluso en alguna ocasión, en cruces de caminos, aparecía algún actor para asustarles i guiarles por el camino correcto.


En medio del camino, encontraron una tienda, con luz dentro. Un hombre estaba sentado detrás de una mesa, removiendo una baraja de cartas. Tenían que hablar con él si querían seguir.


A parte de las cartas, había una gran bola de cristal en medio, diferentes tipos de hierbas y amuletos. Incluso huesos de pollo en un cuenco. Olía a incienso, que quemaba también encima de la mesa.


–Buenas noches, pobres almas en pena. La mala fortuna os ha traído por el camino de las desgracias.  Decidme, Rey de los Piratas, Burja y Tutankamón, ¿queréis saber qué será de vuestro destino? Yo, Basil Hawkins, seré vuestro guía del mundo espiritual. Tomad, estas toallas son para vosotros –preguntó el hombre en cuanto los chicos entraron a la tienda, y luego les ofreció las toallas a Usopp y a Nami.


Se trataba de un hombre extraño. Rubio, de pelo largo y muy liso, pálido y unos extraños dibujos encima de sus ojos.


–Co… ¿cómo sabes eso? –preguntó Usopp. Era fácil adivinar el de Nami, pero había especificado “rey de los piratas” y “Tutankamón” sin que ellos le dijeran nada.


Los dos amigos tomaron las y empezaron a secarse. Aunque les asustara, la verdad es que lo agradecían.


–Yo sé muchas cosas, Usopp. Todo está en las cartas. Y no sois las primeras víctimas de la bruja de las serpientes –dijo el hombre, repartiendo la baraja por encima de la mesa en un solo gesto.


–Ya. ¿Y el pinganillo que llevas en la oreja? –preguntó Nami, que nunca había sido muy creyente de ese tipo de cosas.


–También ayuda –respondió el hombre. –pero la mayor parte de información viene de las cartas.


–Ya, claro. –dijo Usopp, dejando de tener miedo.


–Éste tipo es un rollo. ¿Nos vamos? –dijo Luffy al ver que aquí no habría nada interesante para él.


–Antes de seguir avanzando –dijo el mago –hay cosas que deberíais saber.


–Oh vamos, lo tuyo es un guion estudiado. –dijo Nami, perdiendo la paciencia.


–Jovencita, puedo ver que algo perturba tu corazón. –dijo Hawkins, observándola con sus ojos que todo lo veían.


Por su expresión de total indiferencia permanente, no lo parecía, pero él era un mago profesional. Des de pequeño que podía tener contacto con los espíritus, y tenía una habilidad única por todo lo esotérico.


Le reventaba que una niña de dieciocho años pusiera en duda sus habilidades, pulidas tras años y años de práctica.


–Muchas cosas. Éste pasaje, la universidad… –dijo ella, pero él la interrumpió.


La chica se quedó prendada de esos ojos marrones que la observaban. Tan profundos, mirando a través de ella, leyéndola como un libro abierto.


–Algo mucho más profundo. El amor ha llamado a tu puerta, muchacha. Y tú quieres dejarle entrar, estás lista pasa aceptarlo.


– ¿Vas a jugar la de la chica enamorada? Veo que has arriesgado –dijo Nami, escondiendo un poco sus nervios.


–El monarca que ha conquistado tu corazón está demasiado ciego para darse cuenta del tesoro que hay en su barco.


Los dos chicos de lo quedaron mirando, y Nami se quedó estática. Había entendido demasiado bien la referencia al Rey de los Piratas.


– ¿Habla en clave? –preguntó Luffy, sujeto del que hablaban, sin entender nada.


–Joven rey, deberías abrir los ojos y darte cuenta de… –Nami le cortó.


– ¡Suficiente! Vale, vale, ¡te creo!


Luffy, para variar, no entendió absolutamente nada. Pero Usopp se quedó muy parado, mirando primero a Nami y luego a Luffy. Con la primera frase no le había quedado muy claro, pero con lo siguiente… lo había entendido perfectamente.


–De acuerdo. Bueno, vamos al grano. Tengo algo importante que deciros. –dijo él, volviendo a su papel.


– ¿Cómo que vamos a encontrarnos grandes peligros? –preguntó Luffy con ilusión y sin prestar atención a la anterior conversación.


–Según mi guion estudiado, –dijo mirando a Nami –debo deciros “los astros no están de vuestra parte esta noche. Habéis decidido recorrer el camino de la oscuridad, y debéis llegar hasta el final para encontrar vuestro destino”. Pero debo advertiros del algo. Cinco almas han llegado, cinco almas han entrado, dos almas se han separado.


Los chicos se quedaron pensando en esa revelación.


Nami y Usopp suponían que hablaban de Zoro y Sanji, que habían entrado luego. ¿Qué importancia tenía eso?


Luffy pensó que dos de los fantasmas del espectáculo se habían perdido.


–Hablas de… –empezó Usopp, formulando la pregunta que tenía en mente.


–Dos almas alejadas. Dos almas predestinadas. Dos almas encontradas, una criatura que ya las codicia. Sus oscuros deseos, satisfechos y retorcidos. Ésta noche un joven ser de la noche, sediento de sangre, deberá ser el guía de  una mujer perdida entre éste mundo y el otro, tiene tiempo hasta el amanecer si no quieren condenarse al fuego eterno. Un alma. Dos cuerpos. Un final.


Los tres se quedaron estáticos, pensando en la premonición del mago. ¿A qué se refería exactamente?


********


–Oye, Marimo. ¿Quieres decir que estamos en el bosque encantado? –preguntó Sanji, fijándose por fin en su alrededor.


Se habían tirado como veinte minutos discutiendo, sin mirar ni una vez el mapa, ni mirar si había alguna triste indicación.


–Claro. –En un despiste del cocinero, tomó el mapa –Mira, estamos aquí. Si vamos a la derecha, llegaremos a la cabaña de la bruja. –Sanji miró el punto indicado con Zoro, con una mueca.


– ¿Pero qué dices? si acabas de señalar la cueva del hombre lobo. –dijo volviendo a coger el mapa entre sus manos. Si lo tenía Zoro, podían acabar volviendo a casa a pie intentando llegar al hotel.


– ¿Ah sí? Pensaba que era la nave del ciborg. ¿Qué pinta un robot en todo esto? –preguntó el alga apuñalada.


–Y a mí que me cuentas.


Volvieron al silencio. A Sanji no le gustaba nada esto. No era capaz de ver ni una sola indicación, no había aparecido ni un solo actor des que se encontraron con el carnero.


Sabía que durante un rato habían estado caminando por medio del bosque, porque su capa no paraba de engancharse con las ramas, y ahora habían vuelto a un pequeño sendero lleno de piedras.


Miraba a su alrededor. Los arboles parecían mucho más altos y frondosos que antes, ni siquiera llegaba a ver la luna. Aun así, la luz de ésta era capaz de colarse entre las ramas y permitirle un mínimo de visión.


Podía ver las piedras en el camino y unos cuantos metros más adelante en el camino. Podía ver a Zoro caminando a su lado, su cuerpo musculado. Era algo más alto que él, no mucho más, pero tenía la espalda mucho más ancha y los músculos mucho más trabajados.


Recordó algunas situaciones en las que había intentado ligar con alguna chica, pero ésta le había rechazado amablemente porque les gustaba Zoro. Demasiadas veces lo mismo.


Zoro tenía mal carácter, pasaba de todo y todo el mundo, decía lo primero que le pasaba por la cabeza por muy hiriente que fuera, le faltaba cerebro y tenía el pelo verde. ¿Por qué tantas le preferían?


Reconocía que Zoro tenía un físico imponente, de ese que te hacía girarte dos veces al verlo pasar. Habría que ser ciego para negarlo. También era cierto que, debajo de toda esa fachada de tipo duro, había un chico con muy buen corazón, que se preocupaba por los suyos, al que le gustaba pasarlo bien…


– ¿Qué quieres? –preguntó el otro de golpe.


Supongo que es normal… él siempre fue mejor que yo.


La verdad era que Sanji tenía un profundo complejo de inferioridad. Des de pequeño, su padre y sus hermanos le humillaron, le trataban fatal. Solo tenía apoyo en su madre y su hermana, para el resto solo era el afeminado que se dejaba vestir de niña, que le gustaba cocinar, el llorica, el debilucho y el inútil de la familia.


Se llevó más de una paliza por parte de sus hermanos cuando no estaban ni sus padres ni su hermana. Siempre era el blanco de sus burlas. No tenía un solo recuerdo bueno de sus hermanos.


Nunca cumplió las expectativas que su padre tenía puestas en él. Era inteligente, pero no el que mejores notas sacaba en su clase. Era fuerte, pero no el más. Era hábil, pero no lo suficiente. Era rápido, pero casi siempre llegaba segundo.


Era bueno, pero no el mejor, y ése era su crimen.


Tanto su madre como su hermana le daban el amor que le faltaba por el otro lado, le animaban y le aceptaban, y su vida mejoró mucho cuando se fue a vivir con su madre, aunque todo el proceso del divorcio fuera un auténtico infierno.


Su padre le culpó a él de poner a su madre en su contra. Su desprecio se incrementó todavía más.


Puede que no fuera cierto todo lo que le dijeron de pequeño, pero siete años oyendo cada día lo mismo, hicieron mella en su autoestima. Era una de esas cicatrices que no sería capaz de quitarse.


Inconscientemente, seguía sintiendo que lo que sus hermanos y su padre le dijeron tantas veces era cierto. Él era un inútil, incapaz de poder hacer nunca nada bueno ni hacer nada por nadie.


Por eso, en su interior ardía el deseo de proteger, de querer. No quería que nadie sufriera lo que él, por lo que daría la vida por quien quería.


–Nada. –respondió, encerrando sus pensamientos negativos.


–Pues deja de mirarme, me das mal rollo. –respondió, con su voz temblando ligeramente.


Hacía frío, casi el mismo que cuando entraron en la casa encantada de Chopper. Sanji era capaz de ver su propia respiración a través de sus labios. Y, tenía la sensación que cuanto más avanzaban, más frío hacía.


Volvió a mirar el mapa, leyéndolo con dificultad, intentando ubicarse. Puede que se hubieran desviado, pero no podían estar tan lejos. Tenía que haber un algo, alguna roca, algún camino, cualquier cosa que le ayudara a ver dónde demonios estaban.


Se detuvo un momento, ya que enfrente de él, el camino se dividía en dos en forma de Y.


–Anda trae, que contigo no haremos más que dar vueltas en círculos. Mira que tienes mala orientación –dijo Zoro.


Sanji no cabía de su asombro. Estaba tan sorprendido que ni siquiera pudo reaccionar cuando Zoro lo cogió de nuevo el mapa, lo miró, y empezó a caminar de nuevo, girando por otro camino todavía más estrecho.


– ¿DISCULPA? ¿Y tú, precisamente tú, me dices eso? ¿Tú que te pierdes en tu propia casa? –empezó a gritarle Sanji.


–Eso no es cierto. –dijo Zoro, indignado, marcando el camino.


–Zoro. Más de una vez he tenido que acompañarte a tu casa. –dijo Sanji, colocándose por fin a su lado. Zoro caminaba demasiado rápido.


–No es mi culpa que las calles se muevan. –su excusa habitual era demasiado pobre.


El rubio pasó de responderle. No tenía remedio, y sabía que no había manera de pillarlo.


Un escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo. Notaba el ambiente enrarecido. Nada había cambiado, seguía siendo el mismo bosque tétrico de hacía cinco minutos, pero había algo distinto.


Era como si los árboles intentaran atraparle con sus ramas, como si algo les observara. Algo malvado que hacía saltar su sexto sentido y le daba muy mala espina.


¿Lo peor? Eso no fue lo que le dio más miedo.


–Zoro. –dijo el rubio con temor.


–Dime.


– ¿Oyes eso? –le preguntó, sin dejar de observar a su alrededor.


– ¿El qué?


–Nada.


– ¿Entonces para qué preguntas? –dijo Zoro, sin entender por qué le preguntaba algo y luego lo quería dejar estar.


–No es eso, gilipollas. Digo que no se oye nada. Absolutamente nada. Antes se oía el viento, búhos… ahora nada de nada.


Silencio. El más absoluto silencio. Parecía que todos los animales nocturnos se hubieran callado al mismo tiempo. Que el viento hubiera dejado de soplar y que ni siquiera la más fina de las hojas se atreviera a moverse.


Nada.


Y era absolutamente aterrador.


–No hay para tanto –dijo Zoro, quitándole importancia.


Era demasiado despreocupado. En ese sentido, igual que Luffy. No notaría nada raro ni aunque le diera en las narices.


–No lo sé… hay algo que no me gusta… –dijo Sanji, más para él mismo que para el otro.


– ¡Mira! ¡Hemos llegado! Te lo dije –dijo Zoro con alegría en su voz.


Enfrente de ellos, se alzaba una gran puerta de hierro, rodeada por muros de piedra de unos tres metros de alto.


Habían llegado al cementerio.


Ahora sí que Sanji estaba alucinando.


Estando perdidos, ¿Zoro había encontrado el camino? ¿Hacía falta estar perdidos para que Zoro pudiera seguir el rumbo correcto? No se lo podía creer. Lo único era que…


¿De verdad ese era el cementerio? Por las tumbas que podía ver a través de la puerta, claramente lo era. Lo que no tenía tan claro era que fuera el correcto. Ese sitio le daba todavía más escalofríos que el bosque, le hacía entrar ganas de salir corriendo de ahí.


No le parecía buena idea entrar.


– ¡Luffy! ¡Usopp! ¡Bruja usurera! –empezó a gritar Zoro, abriendo las puertas sin dificultad y adentrándose.


–Marimo, ¡espera! –dijo Sanji, volviendo a correr detrás de él intentando detenerle.


Solo travesar las puertas, lo sintió. Una especie de golpe en lo más profundo de su estómago. Una risa inocente. Susurros. La piel de gallina.


– ¿Luffy? –y Zoro sin enterarse de nada.


– ¡Espérate, joder! –volvió a gritar Sanji, siguiendo al cabeza de césped.


Observó todo a su alrededor, se podía observar con mucha claridad, ya que ningún árbol tapaba la luz de la luna. Había un montón de lápidas de piedra, algunas torcidas, todas desordenadas. En algunas había crecido hierba encima de ellas, y estaban cubiertas de moho. Del auténtico.


Eso no era un cementerio falso, era muy real. Y muy antiguo.


No había ni rastro de tumbas modernas. La mayoría incluso tenían las fechas borradas por el paso del tiempo, y de las pocas en que se podía leer, ponía que las personas que yacían ahí habían sido enterradas hacía más de cien años.


– ¿Usopp? –volvió a gritar Zoro, que había avanzado bastante. 


–Hola, Zoro –dijo una voz femenina con un toque de sensualidad y misterio.


Los sentidos de Sanji se pusieron alerta, pero por motivos muy distintos a los que había tenido hasta ahora. Se situó en un momento al lado del peliverde, intentando localizar la propietaria de esa voz tan hipnótica.


– ¿Nami? Por fin respondes. ¿Dónde está el cóctel? Necesito cantidades indecentes de alcohol después de aguantar el pasaje con el vampiro travesti… –empezó a decir Zoro.


–No, Zoro, no soy Nami. Y aquí no hay ningún cóctel –dijo la misma voz.


Sanji miraba para un lado y para el otro, pero no podía ver a la mujer que hablaba. Tenía que verla. Una mujer con una voz tan atrayente, tenía que ser realmente hermosa.


–Vamos, déjate de bromas. ¿Dónde estás? –preguntó Zoro, intentando encontrarla.


–Estoy aquí –dijo con un susurro, justo en la oreja de Zoro, detrás de él.


Ambos chicos pegaron un salto del susto.


Detrás de ellos, se encontraba una mujer morena, alta, y preciosa. Sus ojos azules, increíblemente pálidos y brillantes, les miraban con lujuria. Con deseo. Un deseo oscuro escondido tras esos ojos deslumbrantes.


Les miraba, sonriendo. Una sonrisa dulce que fingía inocencia.


Su aspecto era extraño. Iba vestida completamente de negro, con un mono que cubría todo su cuerpo, menos una franja que le iba des del cuello hasta el estómago, dejando el escote, parte de sus pechos y su ombligo al descubierto.


Solo que eso no parecía un mono, parecía su propia piel. En algunas zonas incluso se podían distinguir escamas oscuras y brillantes, con un ligero reflejo morado.


Ahora Zoro sí que estaba alerta.


– ¿Quién demonios eres? –preguntó, poniéndose ligeramente enfrente de Sanji, en un deseo inconsciente de protegerlo de la sensación de peligro que le venía de esa mujer.


–Fufufufu… no te equivocas, Zoro. Tengo muchos nombres, Asmodeo, Chasmoday, Sidonay… Nombres demasiado antiguos. Podéis llamarme Robin. –respondió la mujer, torciendo ligeramente su cadera, haciendo resaltar todavía más sus curvar perfectas.


–Que quieres. –dijo Zoro, encarándola y mirándola. No le gustaba nada esa mujer. –cejillas, mantente detrás de mí… –le dijo al rubio, en su intento de protegerle.


– ¡ROBIN! ¡Eres preciosa! ¡Eres como una princesa de las tinieblas, como una hermosa reina del infierno! –dijo el rubio, saliendo de su aturdimiento y corriendo hacia la mujer.


Éste es tonto, pensó Zoro.


Contrariamente a lo que pasaba la mayoría de veces, la mujer ni le apartó ni le rechazó. Contrariamente a eso, permitió que se acercara a ella tanto como quiso.


Cuando el chico estuvo lo suficientemente cerca, le tomó su cara con una de sus frías manos, acercándole más a su rostro, separados por unos diez centímetros de distancia.


Su mano, helada, y para nada suave, sino más bien áspera. Como si un reptil le estuviera agarrando, con sus uñas afiladas clavándose ligeramente en sus mejillas. En cuanto la mujer le miró a los ojos, Sanji quedó totalmente hechizado.


Esos ojos tan azules, mucho más blanquecinos que los suyos, que le atrapaban irremediablemente. En ese momento, se dio cuenta que sus pupilas no eran redondas, sino que eran una fina línea oscura.


Ese blanco azulado que eran su iris parpadeó en un brillante morado. Duro menos de un segundo, pero los ojos de esa mujer cambiaron de color. Estaba seguro de lo que había visto, porque algo le impedía desviar la mirada de esos ojos tan mágicos.


–Vaya, vaya… ya veo… –respondió la mujer con una sonrisa. –Tu deseo más oculto es ser aceptado. Ser necesario para alguien, ser amado por cómo eres y no por cómo deberías ser. Nada común en un ser humano. La mayoría quieren dinero, mujeres, poder.


Se lamió los labios, ansiando alimentarse del deseo del chico. Poco a poco, juntó sus labios con los de Sanji, un beso suave y delicado por el que era capaz de absorber ese ansiado manjar, saboreándolo lentamente.


Sabía tan bien como esperaba, le encantaban ese tipo de deseos. Se separó de él al cabo de unos segundos, sonriéndole una vez más y antes de soltarle.


Le había gustado verle. Era un chico complejo, con muchos deseos superficiales. Mujeres, sobretodo. Al demonio le encantaban los deseos carnales, eran de sus favoritos, pero esos eran demasiado poco intensos.


Sexo y mujeres, el sueño de ser cocinero, el deseo de vivir la vida, de disfrutar. De pasarlo bien con sus amigos, de proteger a su hermana. Pero luego, algo más profundo. Tristeza, desolación. Desesperación. Querer ayudar, entregarse por completo, dar lo que fuera por el bien de otra persona.


Tan amargo y delicioso como el chocolate negro.


El vampiro cayó al suelo, de rodillas, en cuanto la mujer le liberó de su hipnosis. El chico se sentía aturdido, ligeramente mareado, con el corazón en un puño. Tenía la sensación que algo afilado acababa de travesarle el alma, algo helado, cortante.


Algo que le había expuesto, mirado en su interior, removido todo y guardado para luego.


– ¡Sanji! –exclamó Zoro, viendo impotente el estado en que había quedado su amigo.


El demonio giró su rostro hacia el peliverde, que había sido testigo impotente de su magia oscura.


–Tranquilo, ahora te toca a ti –dijo en un susurro, llegando en menos de un segundo justo delante de él, estando tan cerca como lo había estado antes del chico rubio.


Con Sanji no le había hecho falta, pero podía ver que con Zoro no le sería tan fácil.


Robin le cogió del cuello y, con su increíble velocidad, le empotró hasta la pared de un pequeño mausoleo que se encontraba unos metros más atrás.


Zoro le cogió la mano, que la mujer tenía fuertemente agarrada al cuello del chico. Tenía una fuerza sobrehumana, le era imposible conseguir escapar. Ni usando toda su fuerza, que era mucha, pudo librarse de ella.


Agarraba sus dedos con las dos manos, intentando arañarla, hacer que aflojara su agarre de alguna forma, pero la piel de la mujer era demasiado dura y no consiguió hacerle ningún daño. Justo al contrario.


La mujer parecía divertirse viendo su desesperación, sus patéticos intentos para soltarse.


–Vamos, muéstramelo… ¿cuál es tu deseo más oscuro? –preguntó, acercando su cara a la del chico, iniciando su hechizo otra vez.


Zoro, por un impulso desconocido, cruzó su mirada con la de ella, y esa fue su perdición.


Esos ojos le hipnotizaron igual que lo hicieron con Sanji, mirando a través de él, hurgando en lo más profundo de su ser.


Esos ojos azules le absorbían la consciencia y entraban en su interior, destrozando cada muro que había formado durante años, derribando cada uno de ellos y viéndolo todo. Absolutamente todo.


Ni un rincón de su corazón quedó por exponer.


Ese maldito demonio le removió tanto como quiso.


– ¡Ah! –exclamó Robin, al llegar a esa parte que siempre había ocultado del mundo. Parecía completamente fascinada por lo que veía.


– ¡Oh! El otro chico ha sido realmente bueno, pero tú… oh, Zoro… pobre Zoro… sufriendo por un amor no correspondido. Un deseo tan profundo, tan real, tan lascivo. Tan carnal… oh, sí, Zoro. Me estoy excitando de verle como tú le ves a él.


Zoro sabía perfectamente de lo que estaba hablando el demonio. Juntó los rastros de su conciencia que quedaban intactos e hizo el mayor de sus esfuerzos para girar la cara, para cerrar los ojos. Algo.


Sacarla de ahí.


–Oh, cariño… no, no, no. Es demasiado bueno. Lo quiero… quiero devorar ese deseo… es tan puro… y tan erótico. No, Zoro, no te voy a soltar. Déjame alimentarme de tu deseo…


Zoro vió como esos ojos perversos se acercaban cada vez más a él. El demonio acercaba su rostro al de Zoro, sin soltar ni un poco el agarre en su cuello, mientras le miraba de una forma demasiado sensual.


Poco a poco, unió sus labios con los del chico, que no pudo hacer nada para evitar el contacto. Un beso profundo, húmedo, cargado de emociones. La mujer no se movía, no puso la lengua y no movió los labios, solo los juntó con los suyos de forma muy intensa. Era un beso mucho más intenso que el de antes, acorde con la pasión con la que Zoro anhelaba.


Le transmitía demasiado con tan poco, sin ni siquiera quererlo.


El demonio estuvo un minuto alimentándose del ansia del chico, era demasiado bueno y no quería que acabara.


Pero tenía que parar si no quería matar al chico. Fue apartándose lentamente, mirándole a los ojos, sintiendo por un momento lo mismo que Zoro sentía por Sanji. Esa sensación… la adoraba. Gracias a los humanos, el demonio era capaz de volver a sentirse vivo.


EL deseo de Zoro había sido el más delicioso que había catado en mucho tiempo. Era dulce, ácido, tan picante. Era una mezcla explosiva, notaba como se derretía en su boca y lo invadía todo, dándole esa vitalidad que tanto le gustaba.


Exquisito.


Mirándole todavía, a dos centímetros de su cara, lamió juguetonamente sus labios, saboreándole una última vez.


Lo soltó, e igual que Sanji, cayó al suelo, pálido, intentando recuperar su respiración. Su visión era borrosa, había perdido toda la fuerza, era incapaz de mantenerse en pie, solo podía retorcerse en el suelo.


Zoro y Sanji estaban totalmente exhaustos, con Zoro en un estado totalmente lamentable. El demonio había absorbido demasiado de él, y le iba a costar mucho volver a estar bien. Sanji podía notarlo, por lo que se arrastró, intentando llegar hacia él.


–Zo… Zoro… –decía, vocalizando como podía.


Pero Zoro no respondía, solo respiraba con mucha dificultad. Estaba muy mareado, tenía ganas de vomitar. Sentía un sudor frío recorriendo su espalda, sus latidos completamente desbocados. Esa sensación era mucho peor que cualquier resaca que hubiera tenido hasta ahora.


–No te preocupes, no va a morir –dijo la hembra de demonio. –Habéis pagado el precio, es mi turno ahora –dijo ella.


– ¿Qué… qué vas a hacernos? –preguntó el rubio, que ya había conseguido llegar hasta su amigo.


Débil como estaba, intentó interponerse en la visión de esa mujer y el chico, protegiendo con su cuerpo a Zoro. Era su mejor amigo, haría lo que fuera por él. Incluso si eso significaba tener que defenderle de una mujer hermosa algo psicópata que parecía interesada en intentar matarlos.


Y que los había besado a ambos.


Sanji estaría cachondo si no fuera porque se encontraba fatal y estaba medio acojonado. No por él, sino por Zoro. A él no le importaba lo que le pudiera pasar siempre y cuanto su mejor amigo estuviera bien.


–Voy a cumplir vuestros deliciosos deseos, obviamente. –dijo ella, con una sonrisa.


– ¿Dónde está el truco? –preguntó el vampiro. Era lo suficientemente listo, y había estudiado lo suficiente, como para saber que un pacto con un demonio nunca acababa bien para un humano.


Sí, esa mujer se había alimentado de una parte de su alma, pero estaba seguro que querría más.


 –Vaya, veo que eres un chico listo. Si te dijera que el pago era ese beso, no te lo creerías, ¿verdad? –dijo, cruzándose de brazos mientras se relamía los labios.


–Eres hermosa, normalmente no dudaría de tus palabras. Pero no me fío de ti –dijo el rubio.


–Ya ha empezado… –dijo ella, aspirando fuertemente por la nariz, captando el aroma del aire.


Zoro empezó a gritar.


Duele. Duele, duele, duele, duele, duele. ¡Duele! ¡DUELE!


– ¡Zoro! ¿Qué te pasa? –preguntó Sanji, girándose hacia él.


No le respondía, solo gritaba mientras se retorcía y se agitaba. Sudando, golpeándose.


Sentía un gran dolor en su pecho, como si algo le estuviera agarrando el corazón, apretando e intentara arrancárselo. Su cuerpo entero ardía. Como si en vez de sangre, tuviera lava en sus venas.


Convulsionaba. Sus músculos hacían espasmos aleatorios, sacudiéndole entero. Los golpes que se daba contra el suelo por su propia fuerza no eran nada comparado con todo lo que sentía. Era como si su cabeza fuera a explotar de un momento al otro.


Sentía el dolor de todos y cada uno de sus doscientos seis huesos deformarse y luego romperse, desgarrando la carne de su cuerpo.


Nunca en su vida había sentido tanto dolor.


– ¡Zoro por favor! –gritaba Sanji desesperado, pero Zoro era totalmente incapaz de responder. A penas le oía. Solo había dolor. – ¿Qué le has hecho? –preguntó ahora, mirando por primera vez en su vida a una mujer con odio.


–La pregunta correcta sería… ¿qué os he hecho? –preguntó antes de levantar sus brazos hacia el cielo.


– ¿De qué…? –no pudo acabar de preguntar.


Notó como su corazón se detenía, como si algo lo hubiera golpeado y lo hubiera parado. Le faltaba el aire, no podía respirar.


Miró una última vez al demonio, observando su sensual figura en contraste con la luna, situada justo detrás de ella.


Alzando los brazos, la vio abrir sus alas negras, monstruosas, llenas de escamas, iguales a las de un murciélago o un dragón. Habló de nuevo, varias voces parecían salir de ella.


Su propia voz, una voz muy aguda, otra muy grave. Parecía que muchos seres hablaran a través de ella.


–“Dos almas alejadas. Dos almas predestinadas. Dos almas encontradas, una criatura que ya las codicia. Vuestros oscuros deseos, satisfechos por un precio. Joven vampiro, deberás ser el guía de la mujer, su cuerpo perdido entre éste mundo y el otro.


“Uno desea amar, el otro ser amado. Uno desea pasión, otro aceptación. Dos envidian lo que no tienen: he aquí vuestros deseos cumplidos.


“Uno cumplirá cuando se exponga, el otro cuando cuando lo salve.


“Al amanecer acabará vuestro plazo para cumplir el contrato, o vuestras almas me pertenecerán para toda la eternidad. De ti depende su destino. Un alma. Dos cuerpos. Un final.


El viento empezó a arremolinarse alrededor de ella, moviendo su pelo.


Sanji la miraba con una mezcla de terror y fascinación. Con la misma que se observa una catástrofe natural, un incendio o una explosión. Esa visión le hacía tener la sensación que estaba al borde del cráter de un volcán en erupción.


Precioso y terrorífico a la vez.


La mujer sacudió sus alas, elevándose del suelo con delicadeza y decisión. Siguió elevándose hasta desaparecer en la oscuridad, sin dejar rastro.


Ese ambiente frío y tétrico desapareció al momento. Sanji volvió a escuchar los sonidos de la noche, el viento, las ramas de los árboles. Esa tensión había desaparecido por completo.


– ¡AAAAAH! –seguía chillando Zoro, a su lado.


Sanji todavía estaba algo aturdido, pero ya estaba mejor.


– ¡Zoro! –volvió a prestarle atención a su amigo, girándose hacia él, arrodillado a su lado. Le agarró de los hombros, intentando detener sus movimientos bruscos y evitar que se hiciera todavía más daño.


Pero algo le sorprendió.


En vez de sus anchos hombros musculados, tenía la sensación de estar sujetando unos mucho más finos.


No le dio importancia en ese momento, debía ir con cuidado, intentar ayudarle lo máximo posible en el ataque que le estaba dando, sujetarle con fuerza.


¿Tenía el pelo tan largo?


Pensó un momento, al ver los mechones de unos veinte centímetros tapar su cara por los movimientos bruscos de su cabeza. Se pegaba su rostro por culpa del sudor y el esfuerzo, mientras ésta se giraba a izquierda y derecha, se elevaba y se dejaba caer, picando con fuerza contra el suelo.


Sanji dio gracias a que estuvieran en la hierba. De ser de otra forma, su amigo seguro que estaría sangrando.


La diadema con el puñal estaba tirada a su derecha, un poco más arriba. Se le había caído cuando Robin le había atrapado.


–Por favor, por favor… vamos alga con patas, no me hagas esto… –decía Sanji, reteniéndole contra el suelo con su cuerpo.


Estaba sentado encima de él, en sus caderas, y seguía agarrando sus hombros con fuerza. No podía soltarle en ese estado, debía esperar que se acabara por sí solo.


Cerró los ojos, rezando para que acabara de una vez.


Sus súplicas por fin fueron escuchadas. Las convulsiones de Zoro parecían más débiles, algo menos frecuentes. Podía ver que empezaban a detenerse, poco a poco.


Solo por si acaso, estuvo un minuto más del necesario sujetándole, pero se relajó al ver que su amigo estaba completamente inmóvil. Podía oír su respiración, respiraba con fuerza. Se notaba que estaba agotado.


¿Qué diablos había sido eso? ¿Qué les había hecho esa mujer?


Ya habría tiempo de pensarlo, primero debía asegurarse que el Marimo estaba bien. Su respiración agitada también iba relajándose y volviendo a la normalidad.


Poco a poco, empezó a soltar sus hombros, sin fiarse demasiado, por si volvía a empezar. Tenía la cara girada a la izquierda, con el pelo cubriéndola totalmente. Qué raro… si siempre lo lleva muy corto, parece algo más largo que el mío, pensó Sanji.


–Eh, Zoro. ¿Estás bien? –qué pregunta más estúpida, pensó para sí.


Todavía sentado encima de él, llevó sus dedos hasta su rostro, apartando el suave cabello que impedía verle la cara.


–Pero qué… –exclamó Sanji, totalmente sorprendido, al verle la cara.


Su rostro varonil había desaparecido por completo, dando paso a unas facciones más finas. Sus pómulos eran algo más grandes, su nariz más pequeña y afilada y sus labios más carnosos.


Sanji tomó a Zoro por la barbilla, notando con sus fríos dedos la suavidad de su piel, y lo giró hacia él, mirándole por completo. Todavía tenía los ojos cerrados.


No puede ser. Esto es… no. Imposible. No.


Sanji estaba totalmente en shock, sin creer lo que sus ojos veían. Tocó con las manos el rostro de la persona que tenía debajo de él, sus mejillas, sus labios, su nariz, su frente sudada, sus ojos cerrados.


¿Pero qué significa esto?


Miró un poco por debajo de su cuello, ahora más largo y delgado. Ahí donde siempre habían estado los pectorales de Zoro, que tanto trabajaba con las pesas, había un par de pechos, muy bien formados.


Estoy soñando. Esto tiene que ser un sueño. O una pesadilla. O me he vuelto loco. O ambas.


Porque debajo de él ya no estaba el cuerpo de su amigo, sino el de una hermosa mujer de cabellos verdes.


Sanji la observaba muy quieto, alucinando. Literalmente, era totalmente incapaz de reaccionar. No entendía nada. Esto no podía ser real. Era superior a cualquier situación vivida hasta ese momento.


La mujer debajo de él empezó a abrir los ojos, mirando a su alrededor y a él mismo. Parecía terriblemente cansada, y algo confusa.


Pero, almenos de momento, no tanto como él.


Finalmente, la chica fijó sus ojos en el hombre que estaba sentado encima de sus caderas.


– ¿Sanji? –preguntó en un susurro, con una voz demasiado fina y para nada parecida a la habitual.


El rubio pegó tal salto que se alejó dos metros de ella, para luego seguir tirando para atrás un par de pasos todavía sentado. No podía hablar, solo podía mirarla con los ojos abiertos como platos.


No había equivocación posible: Zoro se había convertido en una mujer.

Notas finales:

De acuerdo... apuesto que no os esperabais esto! 

Estuve dudando mucho de cuál podía ser la maldición para estos dos, y sinceramente, ver a una versión femenina de Zoro dando caña me llamaba mucho la atención. 

Intenté dejar algunas pistas en el capítulo pasado: la envidia que sentía hacia Nami por ser una chica, porque Sanji se había fijado en ella. 

Personalmente, me encanta el genero sobrenatural y de terror, es de mis favoritos, y siento especial curiosidad por los demonios. No se porqué, me encantan. No solo lo que sale por la tele, sino la mitología en general. Y lo de alimentarse del deseo... Asmodeo es un demonio demasiado sexy. 

Seguro que a varios os resulta familiar este poder. Resulta que Asmodeo y Samael son dos nombres con los cuales se conoce tambien a Lucifer.

Ok vale, me encanta esa serie!!

¿qué os ha parecido? Esperaré vuestras reviews con mucha ilusión!!


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