Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

A Halloween Tale por VinsmokeDSil

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Buenas! 

Primero de todo, quiero agradecer a Ash_Ashford y Ne chan por sus reviews en el primer capítulo y a Kumasawa por su review en el seguno! (Sorry, en el anterior se me pasaron los agradecimientos y aprovecho aquí). 

Parece ser que éste cuento de Halloween va a durar un poco más todavía. 

Estoy por aquí antes de lo que esperaba y, tengo que decir, que el fic se ha vuelto a alargar más de lo que esperaba. Más o menos, creo que tendrá cinco capítulos, seis como mucho. 

Como habéis podido leer al final del anterior capítulo, Zoro se convirtió en mujer. Follón que tendrán que arreglar de alguna manera. 

Éste se trata de mi primer genderbend, y realmente me encantaría ver a una mujer con la personalidad de Zoro en el anime, por lo que me pareció buena idea. 

No estoy segura que os haya gustado demasiado este giro... pero sinceramente, yo estoy contenta con el resutlado. 

Por cierto, si tenéis curiosidad por ver el aspecto de Zoro como mujer, me he inspirado en una cosplayer que sigo, sammyscosplay, que hizo un fem Zoro alucinante!

Solo tenemos una noche para acercarnos a ese mundo fascinante. Solo tenemos una noche para vivir el verdadero hechizo de Halloween


 


La mujer se incorporó cansadamente, quedando sentada en el suelo, mirando al chico rubio que la miraba con horror.


– ¿Qué coño haces? –preguntó, esperando una respuesta que no iba a llegar. –Joder… me duele todo el cuerpo… –dijo, dejándose caer de nuevo, en un golpe seco al suelo.


Respiraba con algo de dificultad, intentando recuperarse de… lo que fuera que acababa de pasarle. Hubiera jurado que, en vez de sangre, tenía magma por las venas. Nunca había sentido un dolor como ese, y eso había acabado con sus energías.


–Creo que me he resfriado… mi voz suena algo rara –dijo tocándose el cuello con una de sus manos. De normal le sonaba todavía más grave, pero hoy parecía algo aguda.


No le dio más importancia.


–Esa loca ya se ha ido. Tío, vaya currada de efectos especiales. Realmente parecía que había empezado a volar. ¿Y qué me dices de sus ojos? Deberías haberte conseguido unas lentillas como esas, y no las rojas y todo ese maquillaje. Era tan real.


Sanji seguía mirando su perfecta silueta femenina tumbada sin ningún tipo de elegancia, totalmente incapaz de soltar ningún sonido.


–Puedes hablarme si quieres. –dijo la chica, cansada del silencio que la rodeaba. Odiaba sentirse ignorada de esa forma.


Porque, obviamente, Sanji seguía en shock.


–A ver, estaba buena, ¿pero tanto como para quedarte sin habla? –se giró la peliverde, mirándole con una sonrisa cansada, todavía tumbada.


Eso perturbó todavía más el cerebro traumatizado del vampiro.


Sí… pero... pero… joder.


Empezó un intenso debate contra él mismo.


Tú también estas buena.


Mierda no, es el Marimo.


¿Pero cómo va a ser el Marimo? Si es una chica preciosa…


Pero yo estaba encima de él mientras se transformaba… bueno de ella… estaba sentado encima de ella… de una mujer muy atractiva, con el cabello verde y el mismo mal genio…


¿Robin tendría droga en los labios y estoy alucinando?


Estaba perdiendo.


Al cabo de un par de minutos, cuando Zoro se sintió capaz de mantenerse sentada, volvió a incorporarse. Dio por perdido a su amigo, sabía que cuando se trataba de chicas guapas su cociente intelectual se volvía mucho más bajo que el de Luffy.


– ¿Zo… Zoro? –preguntó con un hilo de voz, pero la mujer pudo oírle.


Por fin podía hablar. Debía comprobarlo. Debía asegurarse.


– ¿Qué? –preguntó con su habitual bordería.


–Eh… eres… ¿eres tú? –preguntó, mirándole con terror. Estaba realmente acojonado por una respuesta que ya sabía.


– ¿Y quién voy a ser sino, cejas de sushi? –dijo ella, mirándole de nuevo, con aburrimiento.


No hay duda, es él. Pensó Sanji.


Éste es tonto, pensó Zoro.


Zoro cerró los ojos al notar otra punzada en la sien. Todavía no se había recuperado del todo del dolor de cabeza. Estaba con la cabeza agachada en una mueca de dolor.


–Joder, mi cabeza… –dijo llevando una mano a su frente, que se encontró con un mechón de pelo de más de un palmo.


¿Qué coño?


Pensó que algo se le había puesto encima de la cabeza, pero cuando lo agarró con el puño y fue a apartarlo, notó un fuerte tirón en la cabeza. Abrió los ojos, observando los cabellos lisos y largos entre sus dedos.


– ¿Pero qué…? –se preguntó en voz alta, visiblemente sorprendida.


Fue entonces cuando empezó a fijarse mejor. Vio las uñas de sus manos un poco más largas, sus dedos mucho más finos, sus manos más pequeñas, sus muñecas más delgadas.


Se miró ambas manos. Esas no eran sus manos. Pero sí que lo eran.


– ¿Qué es esto? –preguntó en voz alta, su tono algo alterado. ¿Por qué su cuerpo no se parecía nada al suyo?


Su vista siguió subiendo por sus brazos, hasta que llegó a esos bultos que asomaban bajo su camiseta.


Con los ojos como platos, sin ser capaz de creerse lo que veía, fue a tocar su pecho.


– ¡AAAAAAAAH! –gritó en cuanto notó que, en vez de sus pectorales musculados, había dos pechos muy agradables al tacto.


El grito pareció sacar del aturdimiento a Sanji que, poco a poco, empezó a acercarse a ella, mirándosela todavía con asombro. Quedó a gatas a su lado, que seguía sentada en el suelo.


La chica se tocaba la cara, los pechos, el cuello, los pechos, los brazos, los pechos, el pelo, los pechos, la cintura, los pechos.


–Zoro… –susurró Sanji a su lado.


– ¡TENGO TETAS! –gritó una Zoro muy histérica, tocándose los pechos.


–Eh… sí… eso parece… –dijo sin poder evitar la mirada al escote por el que asomaban los pechos de Zoro.


– ¡¿POR QUÉ TENGO TETAS?! –volvió a gritar la chica, en una exclamación más que una interrogación. 


–Yo… –el rubio no tenía ni idea de qué decir. Entendía tan poco como la mujer lo que estaba pasando.


Lo único que podía decir seguro era que él seguía siendo un hombre. Lo había comprobado. Un par de veces. Por si acaso.


–¿¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?? –decía sin quitar en ningún momento las manos de su anatomía ahora femenina.


Esos ojos castaños le miraban realmente aterrados. Necesitaba algo, alguna explicación, algo que le ayudara a entender lo que estaba pasando. Buscaba su salvación en su mejor amigo, pero éste era incapaz de dársela.


–No…


–¡¡NO QUÉ!! –exigía ella, suplicante.


–No lo sé… –dijo él, rendido, apartando la mirada de la de ella.


Era incapaz de sostenerle la mirada a una mujer a la que no podía ayudar. Como hombre, se sentía totalmente avergonzado.


Pero es el Marimo…


– ¿Cómo que no? ¿No eras un entendido de estos temas? –dijo ella, pasando del miedo a la ira. Ira que iba cien por cien enfocada a Sanji.


Zoro se incorporó ligeramente hasta quedar a la altura de Sanji, quedando los dos de rodillas. Le cogió por el cuello de la camisa, zarandeándole, exigiéndole que encontrara la solución a los dos problemas que le habían salido en su torso.


Sanji quería apartársela de encima, que dejara de moverle de esa forma. Con Zoro lo haría, le insultaría y luego intentaría darle una patada. Sin embargo, ahora, mirando esa cara tan dulce y decidida…


No es una chica, es Zoro. Eso. Z.O.R.O.


Solo el envoltorio había cambiado. Por dentro seguía siendo el mismo gilipollas de siempre. Entonces, ¿por qué era incapaz de hacerlo?


Con toda la suavidad que pudo, tomó las muñecas de la chica, que le agarraban con fuerza, e hizo que lo soltarla. Seguía sin atreverse a mirarla a los ojos.


–Lo que sé es lo que he leído por Wikipedia, de días que me aburría. Y siempre había creído que eran mitos y leyendas. Nunca hubiera imaginado que fuera… real. –dijo, todavía con sus muñecas entre sus manos.


Su piel era realmente suave, y estaba fría. En un impulso inconsciente, empezó a acariciarla con sus pulgares, en un intento de ayudarla a entrar en calor.


Zoro, de rodillas enfrente de Sanji, también miraba al suelo, con los labios entreabiertos, respirando con fuerza e intentando contener el llanto. Esto era demasiado fuerte. Poco a poco, fue dejando caer su trasero encima de sus pies, quedando sentada encima de ellos.  


No podía creerse lo que estaba pasando. No podía ser real. Había algún error, eso no podía ser cierto.


Se fijó en como Sanji seguía cogiéndole las muñecas, cálidas alrededor de sus brazos, en el frío que sentía y con la delicadeza que Sanji le estaba tratando.


Era agradable, realmente agradable. El chico que le gustaba, al que amaba con locura, mucho más de lo que quería admitir, por fin la tocaba. No para pelearse con Zoro, sino para preocuparse por Zoro.


Un torrente de ira brotó de su interior. Le apartó de golpe, apartándolo de ella lo máximo que pudo.


–Maldita sea, ¿qué coño haces? –preguntó mirándole con rabia. 


– ¿Yo? ¿Qué he hecho?


De normal, si Zoro tuviera frío, Sanji para calentarlo le ofrecería una paliza, no caricias.


–Sigo siendo yo, capullo. Pobre de ti que me trates como a una de tus damas. –dijo con rencor en su voz.


Estaba frustrada, muy frustrada.


– ¿Qué dices? Yo no…


–Y una mierda. Ahórrate la palabrería, que nos conocemos. –dijo levantándose e intentando acomodarse la ropa.


Por lo que podía comprobar, su tamaño no había cambiado demasiado. Su ropa le iba algo ancha, donde antes había músculo hinchado ahora estaba tonificado.


Menos en los pechos. Esa zona apretaba un poco, pero no llegaba a molestarle.


–Joder entiéndeme, Zoro. Esto es lo más loco que me ha pasado en mi vida. –dijo Sanji, levantándose también, rascándose la parte de atrás de la cabeza.


Quizá, lo que más le dolió, fue darse cuenta que ahora era algo más baja que Sanji. Antes le sacaba un par de dedos, pero ahora era al revés. ¿Por qué diablos tenía que haberse encogido encima?


– ¿Te crees que yo me levanto una vez por semana teniendo tetas? –dijo Zoro, volviendo a tocárselos.


Si sigue metiéndose mano me pondré cachondo.


Espera…


–Eh… esto… –dijo Sanji, a quien se le acababa de cruzar un pensamiento que, de ser cierto, pondría todavía de peor humor a Zoro. 


–Qué quieres ahora. –preguntó ella, intentando apartarse el pelo de la frente.


–Zoro… –dijo Sanji, sin atreverse a iniciar la frase.


–Que. –preguntó mirándole con enfado.


–Has… has… has… –titubeaba él. Era imposible. Las palabras no salían.


– ¿Quieres hablar de una vez? Me estás poniendo de los nervios. Más. –dijo la chica, que seguía luchando contra su propio pelo.


Sanji no sabía cómo decir eso. Era difícil hacerlo, y no había una forma suave de soltarlo. Así que, cerrando los ojos, lo dijo sin más.


– ¿Has comprobado si sigues siendo un hombre… en todos los sentidos? –preguntó Sanji, enfatizando la palabra.


–Tengo tetas, ¿qué más quieres que compruebe? –pregunto Zoro, mirándole como si fuera tonto.


–Bueno… ya sabes qué… –decía Sanji, mirándola, intentando que le entendiera.


Será una mujer, pero su mente es igual de lenta. No hay duda que es él.


Zoro, que finalmente había conseguido peinarse un poco, con algo parecido a una raya al lado y el pelo detrás de las orejas, le miraba interrogante, sin entenderle.


Estuvieron unos segundos más con ese juego, hasta que Sanji decidió ser algo más directo. Con los ojos y la cabeza, visiblemente nervioso, señalaba al cuerpo de la chica, que seguía sin entenderle.


Zoro negaba con la cabeza, pidiéndole alguna que otra explicación en silencio. Sanji, más descarado, con su mirada, seguía señalando al mismo punto de su anatomía. Extrañada, Zoro miró hacia abajo, intentando encontrarle sentido a la pregunta de Sanji.


Miraba hacia sus rodillas, donde le parecía que el rubio señalaba y volvía a mirarle, preguntándole con la mirada.


Hasta que por fin su expresión cambió a una de total asombro y lo entendió.


Sus manos bajaron muy lentamente, mirando todavía a Sanji, que la miraba expectante. Se miraban fijamente a los ojos, uno con inseguridad y la otra con terror.


Poco a poco, sus manos descendieron hasta su entrepierna, llegando a ella con mucho miedo, y empezó a tocarse por encima del pantalón. Suave primero, más fuerte después.


Zoro murmuró algo que Sanji no llegó a oír.


– ¿Qué? –preguntó el rubio, parando mejor la oreja.


–No está –dijo Zoro, con un hilo de voz.


– ¿Cómo que no está? –preguntó Sanji. Sabía que, en esa situación era lo que tenía más sentido, pero era igualmente de película de miedo.


–No… no está… no… no la encuentro… –decía Zoro, tocándose la entrepierna por todos lados, por encima de su ropa. Parecía a punto de echarse a llorar.


– ¿Has mirado bien? –preguntó Sanji, que seguía sin creérselo.


Zoro apartó la mirada de Sanji para dirigirla a su entrepierna, desabrochándose los vaqueros y metiendo la mano por debajo de los calzoncillos, tocando toda la zona para confirmar su mayor temor.


Podría acostumbrarme a esto… Pensó Sanji, viendo como un Zoro versión mujer no paraba de tocarse ahí abajo.


–No está –volvió a decir ella, en un grito muy bajo y agudo.


Lo comprobó una y otra vez. Más para adelante, más para atrás. A un lado, a otro. Nada.


–No… no está, no está, no está, NO ESTÁ, ¡¡¡NO ESTÁ!!!!


Zoro explotó.


Se sacó la mano del pantalón y empezó a correr por el cementerio, dando vueltas por la zona en la que Robin había alzado el vuelo, gritando como una loca.


– ¡HIJA DE PUTA! ¡DEVUELVEME MI PENE! ¡DEVUELVEMELO, ES MIO! ¡VEN AQUÍ SI TIENES COJONES, DEMONIO MALDITO! ¡TRAE TU CULO ESCAMOSO HASTA AQUÍ PARA QUE TE DE UNA PALIZA!


Sanji la miraba correr y gritarle al cielo.


– ¡VUELVE! ¿QUÉ TE PASA, GALLINA? ¡VUELVE AQUÍ, MALDITA LAGARTIJA ALADA!


Se sentó a disfrutar del espectáculo.


– ¡SI QUIERES UN PENE CAMBIATE A TI DE SEXO, PERO DEVUELVEME EL MIO! ¡NO PUEDO USARLO EN ESTE ESTADO, Y ME GUSTA HACERLO!


Está empezando a divagar.


Se dio cuenta que a su lado estaba la diadema con el cuchillo de plástico de Zoro y la cogió.


– ¡DEVUELVEME MI CUERPO! ¡NO QUIERO TETAS, NUNCA ME HAN GUSTADO! ¡POR MUY BLANDITAS QUE SEAN, QUIERO MI CUERPO DE VUELTA!


¿Dice que no le gustan los pechos?


– ¡MUEVE ESAS ALAS DE MUERCIELAGO Y VUELVE DE UNA MALDITA VEZ! ¡COMO NO ESTÉS AQUÍ EN CINCO SEGUNDOS VOY A REVENTARTE LA PUTA CABEZA! ¿ME OYES? ¡VOY A MATARTE COMO NO TE PRESENTES AQUÍ AHORA MISMO CON TUS PUTOS OJOS, ME DES OTRO PUTO BESO, Y ME DEVUELVAS MI PUTO CUERPO!


Zoro, de normal, era muy malhablado, más cuando se enfadaba. Y nunca había estado tan enfadado como lo estaba ahora.


Sanji debía admitir que no le importaría verlas besándose. Sería una imagen para el recuerdo.


Tuvo que sacudirse un poco la cabeza para que su imaginación hiperactiva dejara de funcionar, y recordarse que era en Zoro en quien pensaba. Su mejor amigo. Un hombre.


–Zoro, no le mientas al demonio. La ibas a matar igual. –dijo Sanji, interviniendo en el monólogo a gritos de la chica.


–Pero eso ella no lo sabe. ¡CÁLLATE! –le respondió ella. – ¡CINCO!


La verdad era que Sanji estaba muy entretenido con ése espectáculo.


No sabía si era por lo surrealista de lo que estaban viviendo, pero ya se había hecho a la idea. Y, estaba claro, que si como mínimo uno de los dos tenía que mantener la cabeza fría, este iba a ser él.


– ¡CUATRO!


Porque Zoro estaba demasiado exaltada y nerviosa en esos momentos.


– ¡TRES!


Está muy mona cuando se enfada.


– ¡DOS!


Pero sigue dando miedo.


Sanji no pudo evitar soltar una carcajada, tanto por sus propios pensamientos como por las reacciones de la chica. 


– ¿Y TU DE QUÉ TE RÍES, CAPULLO? –dijo Zoro, mirándole con su mejor cara de odio.


–Nada, nada, lo siento. –dijo él, intentando parar su risa.


– ¿Te parece gracioso esto? –dijo ella, volviendo a tocarse los pechos por enésima vez.


No me hagas decir lo que me parece, por favor…


–No, no. Para nada. –respondió, acallando de nuevo sus pensamientos e intentando borrar esa sonrisilla de su cara.


–Más te vale. ¡UNO! –volvió a gritar al aire.


Zoro estaba quieta, en medio del cementerio. Mirando muy decidida al cielo, esperando una reacción que no llegaba.


No bajaba sus ojos de la luna. Estaba segura que aparecería, que todo se solucionaría. Porque tenía que hacerlo. Él era un hombre. No era una chica.


Sanji la miraba, tan decidida. Su mirada era la misma, su determinación en no fallar. Eso era algo que siempre le había fascinado de su amigo. Ese valor de enfrentarse él solo contra el mundo.


Y, aun en una situación como ésta, seguía conservándolo.


Realmente le admiraba.


–Zoro… creo que no va a venir. –dijo el rubio después de unos segundos donde lo único que se oía era el sonido del viendo entre los árboles.


–Claro que vendrá. ¡¡¡UUUUNOOOO!!! –gritó más alto, como si realmente eso fuera a funcionar.


Era algo en ella, pero no era físico. Era su aura. Algo en su actitud. Parecía tan fuerte…


Sanji volvió a ver a Zoro, a su amigo, eso que tanto envidiaba de él, pero que a la vez tanto le gustaba. No había dudas, Zoro seguía dentro del cuerpo de esa chica.


–Usa la cabeza, Marimo. –dijo justo cuando volvía a colocarle la diadema, haciendo que volviera a disfrazarse de “Zoro con cuchillo” –No va a venir. –le fue fácil volver a hablarle como siempre, viéndola actuar como siempre.


– ¿Por qué lo dices? –dijo con brusquedad, mirándolo. Aprovechó la diadema para lograr dominar su nuevo pelo largo.


Zoro sabía que Sanji era más listo que ella, así que seguro debía haber visto algo que ella no. Pero eso iba a ser algo que nunca, NUNCA, admitiría en voz alta.


– ¿Te acuerdas de lo último que ha dicho, antes de irse?


–Lo siento, estaba demasiado ocupado con una operación de cambio de sexo sin anestesia como para prestarle atención a esa puta loca. –de normal, Sanji le hubiera respondido algún improperio por insultar a una dama.


Pero hoy, entre que Zoro también lo era, y lo cierto era que él también estaba un poco enfadado con Robin, lo pasó por alto.


–Ha dicho que teníamos tiempo hasta el amanecer. –dijo Sanji, poniendo la mano de su bolsillo y sacando un paquete de tabaco y el mechero.


Empezaba a necesitar un cigarrillo muy urgentemente.


–Ya veo. ¿Ha dicho algo más? –dijo ella, sentándose a su lado.


Sanji dio una larga calada y exhaló antes de soltar el discurso.


–“Dos almas alejadas. Dos almas predestinadas. Dos almas encontradas, una criatura que ya las codicia. Vuestros oscuros deseos, satisfechos por un precio. Joven vampiro, deberás ser el guía de la mujer, su cuerpo perdido entre éste mundo y el otro.


“Uno desea amar, el otro ser amado. Uno desea pasión, otro aceptación. Dos envidian lo que no tienen: he aquí vuestros deseos cumplidos.


“Uno cumplirá cuando se exponga, el otro cuando cuando lo salve.


“Al amanecer acabará vuestro plazo para cumplir el contrato, o vuestras almas me pertenecerán para toda la eternidad. De ti depende su destino. Un alma. Dos cuerpos. Un final.


Repitió Sanji palabra por palabra. No se equivocó ni siquiera en una coma. Y no dio otra calada hasta que no acabó de hablar.


–Joder. ¿Te acuerdas de todo lo que ha dicho el demonio? –preguntó Zoro, mirándole con escepticismo.


–Claro. Intento acordarme de lo máximo posible cuando me lanzan una maldición. –inspiró del cigarrillo.


–Ya. ¿Y no será porque llevaba un escote hasta debajo del ombligo? –soltó el humo.


–También ayuda. Aunque creo que iba desnuda. Lo que parecía un mono de cuero era su piel cubierta con escamas.


Zoro le miró, girando un poco el rostro, con sus ojos curiosos. Podía ver a Sanji, fumando tranquilamente, mientras recordaba el cuerpo de ese demonio.


Podía leerle como un libro abierto.


–Estás enfermo. –dijo, volviendo a echar la mirada hacia adelante.


La chica se abrazó las rodillas y apoyó su cara entre sus brazos, volviéndose a preguntar por qué diablos estaba tan enamorada de ese idiota.


–Puede. Pero mi memoria selectiva puede ayudarnos mucho. –dijo, echando la ceniza al suelo. Casi se había acabado el cigarrillo, y sentía que necesitaba más.


Zoro se negó en rotundo a darle la razón. Pensó en las palabras que había dicho el rubio, la maldición del demonio.


–“Dos almas alejadas. Dos almas predestinadas. Dos almas encontradas, una criatura que ya las codicia.” ¿Qué significará eso? –preguntó ella, mirando a Sanji, que se estaba encendiendo otro cigarrillo.


Zoro iba a hacer como siempre. Aguantarse las ganas de echarse a llorar y cambiar de tema. Ahora tenían algo más importante con lo que lidiar.


–Parece que hable de un demonio que quiere tentar a dos almas. ¿Seremos nosotros? –dijo Sanji, dando otra larga calada, que le pareció realmente satisfactoria.


Zoro le observó. Su rostro parecía destensarse al soltar el humo, mirando a la luna, con los ojos cerrados.


Con esa luz, blanco como estaba, e incluso maquillado con ojeras, seguía siendo realmente guapo. Y parecía relajado. Por un momento, se planteó robarle en cigarro que descansaba en su mano y probar si tenía el mismo efecto en ella.


– ¿Y lo de alejadas, predestinadas y encontradas? –preguntó Zoro, volviendo a mirar al frente y concentrándose en la maldición. Esa parte no había por dónde cogerla.


Sanji volvió a abrir los ojos, y volvió a acercarse el pitillo a sus labios, dejándolo descansar ahí.


–Eh… vamos a lo siguiente mejor. “Vuestros oscuros deseos, satisfechos por un precio.” –dijo todavía con el cigarro entre sus labios.


Zoro intentó no pensar en lo mucho que envidiaba ese maldito tubo de tabaco enrollado.


– ¿Qué deseos? Yo no he pedido nada. –dijo ella, algo molesta.


–Piensa. Ha dicho que uno de sus muchos nombres era Asmodeo. –dijo Sanji, como si eso fuera suficiente para ella.


– ¿Y? –esos enormes ojos castaños lo miraban con expectación. Sanji los veía mucho más claros de lo que eran gracias a la luz de la luna.


Sanji intentó no pensar en lo tierna que le parecía su expresión en esos momentos.


–Asmodeo es uno de los príncipes de los demonios. Bueno, princesa demonio por lo que hemos visto. –por fin aspiró el humo del cigarro, intentando olvidarse de las estupideces que rondaban su mente.


Sobre todo porque esa era una expresión muy característica de Zoro cuando le pedía ayuda con algo.


–Sí, la niña demonio, eso está muy bien. ¿Y nos importa por…? –Sanji tuvo que desviar la mirada de ella para seguir con su explicación. Esos ojos grandes le desconcentraban demasiado.


–Asmodeo en algunos textos es conocido como un demonio que se alimenta del deseo de los mortales. –explicó.


Eso no pareció convencer a Zoro.


–Ah. ¿Y yo cuando representa que he deseado convertirme en mujer? ¿Y por qué tú estás igual? –replicó ella, que no acababa de entender cómo funcionaba esa dinámica.


–Yo que sé, Zoro. Ya te he dicho que solo sé lo que he leído por internet. –dijo Sanji, algo cansado.


Y encima ya se había acabado el otro cigarrillo.


–Pensaba que solo leías sobre demonios cachondos. –dijo Zoro, con una pequeña risilla irónica al final.


–Bueno, Asmodeo se alimenta del deseo carnal, lo cual todavía me cuadra menos. –respondió Sanji, agarrándose el pelo con una mano y tirando un poco, en un intento de sacar algo más de información de su cabeza.


Debía haber algo más, algo que no veía.


Era un demonio, cumplía sus deseos más profundos de la forma más retorcida posible, y el pago era sus almas. Eso lo tenía claro. El resto no le cuadraba por ningún lado.


Él se sentía igual, prácticamente. Y era Zoro el que se había convertido en mujer. Sanji era un mujeriego, y Zoro su mejor amigo. ¿Cómo se resolvía esa ecuación? Porque él no veía como relacionar los dos conceptos.


Y dudaba mucho que Zoro quisiera cambiar. No tenía sentido.


Por suerte, estaba tan enfocado en lo suyo que no vió el evidente sonrojo en las mejillas de Zoro. Ahora entendía algunas de las cosas que le había dicho el demonio antes de besarle.


Esa criatura había mirado en su interior, y había visto lo mucho que deseaba al chico rubio que tenía a su lado, tan terriblemente heterosexual.


Pero, pero, peeeero…


Quería tirárselo como hombre. No como mujer.


¿Por qué le había cambiado? ¿Era alguna clase de broma? ¿Quería decir que solo estaría con él si era “ella”?


Empezó a salir humo de la cabeza de los dos jóvenes.


Y Zoro, como buen joven adulto con problemas emocionales y dificultad para expresar sus sentimientos, solo sabía hacer una cosa.


–Me voy al hotel. –dijo levantándose y expulsando el polvo del suelo que podía quedar en sus pantalones. Concretamente en el trasero, al que Sanji no pudo evitar desviar la mirada.


– ¿Qué? –preguntó el rubio a su lado, levantándose y yendo tras ella.


Zoro se dirigía a paso decidido hacia la salida del cementerio, tenía una idea en mente y no permitiría que nadie la detuviera. Y Sanji tuvo que correr un poco para poder alcanzarla.


La manera que tenía de mover el culo al caminar era realmente sexy.


Concéntrate.


–Necesito whiskey –dijo ella, ignorándole.


– ¿Pero qué dices, Zoro? ¿En serio? ¿Vas a irte a beber ahora? –preguntó Sanji un tanto incrédulo, a su lado.


Zoro seguía avanzando, yendo en la dirección que suponía iba a estar el alcohol.


–Lo que has oído, cejillas. –y no iba a detenerse.


–Zoro, son las diez de la noche. Tenemos hasta las siete de la mañana más o menos para arreglar este follón. Y dudo que te apetezca ir al infierno.


–Ni tú ni yo sacamos nada en claro de esa maldición. Si voy a morir, quiero estar borracha, muy borracha. Quien sabe, quizá tengo suerte y me tiro toda la eternidad como una cuba.


Si moría siendo una mujer, quería enterarse de lo menos posible. Ya le daba miedo darse cuenta que empezaba a hablar en primera persona del femenino.


Las penas, con alcohol son mejor.


–Oh vamos, eso no tiene ningún sentido.  –dijo Sanji, intentando detenerla.


–Ya, y que me salgan tetas y me la corten sí que lo tiene. –dijo intentando acelerar el paso.


Si seguía con Sanji intentando pararla, acabaría pegándole un puñetazo en la boca del estómago. El chico caminaba a su lado, preocupado por ella.


Teniendo en cuenta el estado de nervios en el que se encontraba, era mejor no dejarla sola.


–Zoro. –dijo Sanji, temiendo un poco la respuesta de la mujer a la afirmación que todavía no había formulado.


–Que quieres ahora. –preguntó ella, con su habitual mal humor.


–El hotel no está por ahí. –respondió el vampiro.


Zoro notó una vena hincharse en su frente y unas ganas irrefrenables de estamparle la cara a su amigo contra el árbol más cercano.


– ¿Y tú como lo sabes, cejas de caracol? –se habían perdido después de coincidir con la cabra, y ahora Zoro estaba deshaciendo el camino para llegar ahí.


Como Sanji tuviera los cojones de decirle que sabía perfectamente el camino de vuelta, y no hubiera hecho nada para evitar perderse, le mataba ahí mismo.


–Porque hemos dado una vuelta entera al cementerio. –respondió él, mirándola con cuidado.


Zoro enrojeció de la rabia.


–Eso no es cierto. –dijo ella, mirándole muy mal.


Eran los ojos de Zoro. La expresión de asco de Zoro. Las ganas de pelearse con él de Zoro. Y aun así, le encantaba verlo.


Es realmente guapa.


–Zoro… volvemos a estar en la puerta. Mira los barrotes. –dijo, volviendo a alejar esos extraños pensamientos de su cabeza.


Y Zoro, con su cara de circunstancias al darse cuenta que el rubio tenía razón, no podía estar más hermosa.


¿Qué mierdas le pasaba esa noche, que no paraba de fijarse en Zoro, comparándola todo el rato a cuando era un hombre?


–Guía tú, si eres tan listo –dijo ella, encarándole.


Sanji volvió a pasarse la mano por el pelo, muy confundido. No solo por lo que pasaba con su mejor amigo, sino por sus propios pensamientos.


Porque si Zoro seguía mirándole así, se lanzaría a besarla sin poder evitarlo.


Es porque lo han puesto en el cuerpo de una tía buena. Relájate, llevas mucho tiempo a pan y agua.


– ¿De verdad quieres ir al hotel, y que todos te vean así? –preguntó Sanji, mirándola a los ojos.


Por la expresión que puso Zoro, claramente no había pensado en eso, a lo que Sanji solo pudo reírse de ella interiormente. No quería que se enfadara con él. Más. Porque tenía claro que esta noche iba a ser su saco de boxeo personal.


Bueno… se puede decir que incluso me gusta que una chica guapa me utilice para desfogarse…


Sanji, para. Frena.


–No… –dijo ella, girando un poco la mirada, intentando conservar su orgullo. Tan Zoro.


–A parte… no creo que el demonio lo quiera. –dijo Sanji, recordando una parte importante de la maldición.


– ¿Y a mí qué más me da lo que quiera la niña demonio? Tampoco no es como que me pidiera permiso a mí para… esto –dijo señalando su cuerpo.


–Escúchame. Según su lógica, ella nos ha concedido un deseo a cada uno, y nosotros debemos cumplir los términos del contrato o se llevará nuestra alma.


– ¿Qué contrato? Yo no he firmado nada. –dijo ella, ahora sin entenderle. ¿No era una maldición? ¿Ahora resulta que habían hecho un trato con el diablo? ¿Cuándo?


–Bueno, nos ha besado. –respondió Sanji, como si fuera lo más normal del mundo.


Zoro volvió a notar como la rabia se apoderaba de ella al darse cuenta que quizá, y solo quizá, el vampiro tenía razón. Lo que no significaba que le gustara.


– ¡PERO YO NO QUERÍA, SE ME TIRÓ ENCIMA! Que se lleve tu alma, que tú te abalanzaste sobre ella –dijo la chica, recordando como Sanji había perdido el culo por ella en cuanto había aparecido de la nada.


–Ya, eso díselo a ella. Es un demonio, idiota. ¿Te esperabas juego limpio? –Sanji se sorprendió a si mismo hablándole con toda la naturalidad del mundo a Zoro, no como solía hacerlo con otras mujeres.


– ¡PUES AL MENOS UN AVISO! “NO BESAR, PELIGRO DE MUERTE”


–Claro, y de paso un cartel de “cuidado con el demonio”. –dijo Sanji, con ironía.


– ¡Pues hubiera sido un detalle! –dijo Zoro, volviéndose a sentar en el suelo. Ya estaba hasta las pelotas de todo. –Va, dilo de una vez. ¿Por qué tenemos que ser solo tú y yo?


Esto le parecía una broma de mal gusto. Ese demonio se había quedado muy a gusto cebándose con él.


–“Joven vampiro, deberás ser el guía de la mujer, su cuerpo perdido entre éste mundo y el otro”.  Creo que está claro que se refiere a que debo ayudarte a volver a tu cuerpo.


Los dos jóvenes se quedaron un rato en silencio, pensando en las palabras que acababa de decir el rubio. Quizá era la parte que más clara quedaba del contrato.


–Tiene sentido. –respondió ella. – ¿alguna pista sobre cómo conseguirlo? –preguntó, mirándole, con los ojos cansados y con algo de esperanza en ellos.


–“Uno desea amar, el otro ser amado. Uno desea pasión, otro aceptación. Dos envidian lo que no tienen: he aquí vuestros deseos cumplidos. Uno cumplirá cuando se exponga, el otro cuando cuando lo salve.”


Silencio.


Más silencio.


Las palabras flotando entre ellos, intentando encontrar el significado oculto tras ellas. Podía significar tantas cosas…


¿La aceptación de Zoro por su homosexualidad? Era algo que no le había dicho a nadie. ¿La pasión de Sanji por las mujeres? Le parecía demasiado superficial, pero quien sabe. Él ahora era una mujer.


¿Exponerse a qué? Porque más de lo que se habían expuesto esa noche, con el demonio, no lo habían hecho. Y salvarse, debían salvarse los dos si no querían morir.


– ¿Los demonios tienen que ser siempre tan jodidamente metafóricos? –preguntó Zoro, frustrada.


–Es parte de su encanto –respondió Sanji, sacando otro cigarrillo del paquete.


–Encanto mis cojones. –dijo Zoro, más frustrada todavía. Siempre se la habían traído floja los demonios, pero ahora que conocía a uno, ya les odiaba a todos.


–Bueno, de eso ya no tienes. –respondió Sanji, sarcástico.


No podía evitarlo, cuando se ponía demasiado nervioso y no sabía ni hacia donde girarse, le salía el cinismo de dentro. Era algo que nunca mostraba a ninguna chica, pero era Zoro. Puso el pitillo entre sus labios y lo encendió.


Ya era el tercero en menos de dos horas, normalmente no fumaba tanto.


–Otra bromita como esta y te salto los dientes con una piedra –dijo ésta, mirándole con su característica rabia.


Deja de mirarme así…


¿Por qué le gustaba tanto su cara cuando ésta se enfadaba?


–Estás picada porque yo tengo mi vicio y tú no –dijo él, moviendo un poco el cigarro con los dientes, con una sonrisa tierna en sus labios.


–No soy una alcohólica –respondió ella, apartando los ojos de los de Sanji.


Le era imposible seguir mirándole cuando sonreía, tan tranquilo y relajado. Y más si ella era el centro de su atención.


Deja de mirarme así…


Zoro notaba como si un ambiente de extraña complicidad se hubiera formado entre ellos. Algo a lo que, para nada, estaba acostumbrada. Ese silencio insólito y cómodo no era para nada algo típico de ellos.


O se ignoraban o se insultaban. Algún golpe con cariño de vez en cuando y amenazas que nunca llegaban a realizarse, pero nunca se quedaban sentados uno al lado del otro, sencillamente disfrutando de su compañía.


Zoro tuvo la necesidad de romper ese momento.


–Y bueno, oh mi gran guía vampiro travesti, ¿por dónde empezamos? –dijo volviendo a mirarle, esperando que a su amigo se le ocurriera alguna idea de qué era lo que tenían que hacer.


– ¿Podrías dejar estar de una vez lo de travesti? Es caracterización, no maquillaje de belleza. –puntualizó Sanji, intentando demostrarle que él NO se maquillaba –al menos ya no, Reiju por fin le había dejado en paz– solo se caracterizaba para darle más realismo a su disfraz.


Si hasta llevaba unas malditas lentillas rojas que picaban y unos colmillos que molestaban.


–Lo que me da miedo es que los diferencies. ¿Por qué me ha convertido a mí en mujer si claramente tú eres mucho más femenino? –dijo ella, que seguía sin querer aceptar su condición actual.


–Tener sensibilidad no significa ser femenino. –respondió Sanji, picado.


–Oye, yo soy un tío sensible. –respondió ella, mirándole de nuevo.


Era irónico que un heterosexual le dijera algo así a un homosexual, representa que era al revés. Malditos tópicos.


–Ya, sí, claro. Tienes la misma sensibilidad que ése árbol de ahí –dijo Sanji, señalando a algún punto del bosque.


– ¿Y tú qué sabes? ¿Te has molestado en conocerlo? –preguntó Zoro, mirándole con fingida seriedad.


Tan fingida que sus comisuras se doblaban hacia arriba sin casi poder evitarlo, algo que Sanji veía claramente.


– ¿Al árbol? –preguntó, algo sorprendido, con otra sonrisa sincera.


–Tiene pinta de tener un mundo interior muy robusto. Algo astilloso, pero con una profundidad muy frondosa. Tiene los pies en el suelo, y es de echar raíces. Parece un buen tipo.


Se quedaron mirando unos segundos antes de estallar en carcajadas. Se reían por reírse, para desfogarse, porque estaban a gusto el uno con el otro y porque tampoco sabían qué podían hacer.


Sanji se alegró que Zoro por fin fuera capaz de hacer bromas, significaba que empezaba a calmarse un poco. Así ya no sería el único en intentar salir de este lío mientras hacía de canguro de la Marimo histérica.


–Estás loca… –dijo el rubio, cuando empezó a relajarse.


–Creo que por ésta noche puedo permitírmelo. –respondió ella, echando su espalda hacia atrás, quedando apoyada en la pared.


–La verdad es que sí –dijo Sanji, ofreciéndole un cigarrillo de su cajetilla.


Ella le miró, sorprendida. Sanji nunca compartía su tabaco con nadie, estaba demasiado enganchado como para perder uno de sus queridos cigarros.


Ella lo tomó y se lo puso en sus labios, como tantas veces había visto hacer al rubio.


–No fumo. –dijo, alargando la mano para pedirle el mechero.


–Ya, pero no hay whiskey. Quizá te valga –dijo el, acercándoselo y esperando a que ella lo tomara con su mano.


La chica encendió el cigarro, en cuanto vió que se iluminaba, dio una profunda calada, aspirando el humo.


Asqueroso.


– ¿Cómo puede gustarte tanto esta mierda? –preguntó, tomando el pitillo con sus dedos y expulsando el humo tan dignamente como pudo.


–A ti te gusta el whiskey y no te digo nada –replicó el otro, algo ofendido.


–Es que tampoco entiendo cómo puedes beber vodka. –respondió, observando como el tabaco se iba consumiendo entre sus dedos.


La verdad era que no tenían nada en común. Absolutamente nada. Eran como la noche y el día, el agua y el aceite.


Era totalmente imposible que Sanji llegara fijarse en Zoro algún día. Imposible. Nunca lo haría, lo tenía aceptado des de hacía tiempo. Y convertirlo en mujer, había sido algo demasiado cruel, porque solo lo hacía más real.


Porque cuando volviera a ser como era antes, todo seguiría igual. Había visto un par de detalles en Sanji, le conocía demasiado para saber cuándo le gustaba una mujer, y sabía que su aspecto actual le había entrado por la vista.


Las caricias de antes, las miradas a su escote, esas sonrisas… lo notaba.


Lo sabía, lo tenía asumido pero, aun así, dolía demasiado.


–Si no vas a fumar, devuélvemelo –dijo Sanji, intentando quitarle el cigarrillo de su mano, pero Zoro fue más rápida.


–Quita, bicho. Esto es mío. –dijo ella, mirándole, escondiendo sus sentimientos como tan bien sabía hacer y llevando su mano derecha hacia el lado izquierdo, al contrario de Sanji.


–Si no le estás haciendo ni caso, solo dejas que se queme. Va, dámelo –dijo él, alargando el brazo hacia donde ella lo había llevado.


Zoro intentó alejar más el brazo, impidiendo que, desde su postura, Sanji llegara a él.


–Que no. Es mío. Déjame fumarme mi cáncer de pulmón tranquila –dijo ella, sin poder evitar ese sentimiento de diversión ante el juego que estaba teniendo con Sanji.


Alargando el cuello, consiguió darle otra calada sin dejar que el rubio llegara a ella. De ésta forma, pudo coger el cigarro con la mano izquierda e intentar empujar a Sanji con la derecha, que seguía intentando llegar hasta el tabaco.


–Antes la palmas de cirrosis, así que dámelo. –dijo él, que no pudo evitar sorprenderse por la terrible cantidad de fuerza que seguía teniendo Zoro, aunque su masa muscular hubiera bajado muchísimo.


Siguieron jugando un rato, relajándose en el proceso, sin pensar que el tiempo pasaba y en la situación en la que estaban.


Por un momento, volvieron a ser niños, que antes de empezar a discutir por todo, también se reían juntos. ¿Cuánto hacía que no se reían de esa forma? Demasiado.


Zoro estaba demasiado frustrado con su amor no correspondido y Sanji demasiado enfocado con las chicas y los celos que sentía de su mejor amigo.


Sin saber cómo, siguiendo el juego de forma totalmente inocente, Sanji acabó con medio cuerpo encima de Zoro, aprisionándola contra la pared, con una de sus muñecas agarrada e intentando coger la otra, cuya mano sostenía el tabaco.


Al final, Zoro dio otra calada más, solo para molestar a Sanji, para acabarse ella el cigarrillo. En el momento que llevó el cigarrillo a su boca y aspiró el humo, fue cuando el rubio se dio cuenta de la proximidad que tenían.


No pudo evitar detenerse por completo, mirando el rostro relajado de Zoro mientras tragaba el humo, con los ojos cerrados.


Es… es preciosa…


Está tan cerca…


Miró ese cigarro que tenía la suerte de ser sujetado por los labios carnosos de la chica.


Maldita sea, quiero besarla…


Pero es Zoro. Es mi mejor amigo.


Zoro, al notar a Sanji parado, volvió a tomar el cigarrillo y abrió los ojos para mirarle, sonriendo, todavía tranquila.


Sintió su corazón detenerse al darse cuenta de lo cerca que estaba, al ver como la miraba. Sabía lo que pensaba, porque ella pensaba exactamente lo mismo.


Tan solo que se agachara… tan solo que alargara el cuello hacia él… era tan poca la distancia que le separaba de él… estaba tan cerca de conseguir besarle… al chico que llevaba amando tanto tiempo en secreto…


Por fin la miraba como siempre había querido, por fin la veía. Por fin le estaba haciendo caso.


Y era una jodida mierda.


Zoro volvió a ponerse la máscara y expulsó el humo descaradamente hacia su cara, soplando con fuerza para molestarle y apartarle, empujándole con esa misma mano. Necesitaba sacárselo de encima.


–Anda sal de aquí, que no soy Nami –dijo ella, intentando contener las lágrimas con su sonrisa orgullosa.


Sanji no quería besarle a él, sino a ella. No se estaba fijando en él, sino en ella. Él no le parecía atractivo, era ella. No estaba siendo amable con él, lo era con ella. No jugaba con él, jugaba con ella.


No le deseaba a él, deseaba a la mujer en que le habían convertido.


Y eso le rompía el corazón en más pedazos de los que nunca hubiera esperado.


Sanji estaba muy confundido. ¿Qué diablos había sido eso? ¿Había querido besar al Marimo? Aunque ahora era la Marimo… ahí había habido una conexión. Algo electrizante. Y seguramente, si Zoro no le hubiera apartado, se hubiera lanzado.


Menos mal que no… joder, sería un error.


Un puto error.


Es una belleza, sí, pero es Zoro.


Sería muy raro. Se complicaría todo.


Me gusta porque es una chica y porque es muy guapa. Solo eso.


No puedo cagarla con Zoro de esa forma.


A parte, seguramente me pegaría un puñetazo.


Zoro se levantó del suelo, restregando la colilla para apagarla contra la pared y tirándola al suelo. Estaba muy desanimada. Anhelaba ese contacto, estaba realmente ansiosa por besarle, pero le dolía demasiado saber que sería solo porque era una chica.


Cuando todo esto acabara, Sanji no querría saber nada más de él. Y no estaba preparado para ese rechazo.


¿Por qué ese demonio era tan cruel? Ahora lo veía… le permitiría tener eso que tanto había deseado, pero le mataría por ello. Porque si no moría al amanecer, lo haría al volver a la normalidad.


Lo mejor era enfocarse en lo importante.


–Bueno, oh gran guía. ¿Alguna idea? –preguntó ella, de pie, empezando a caminar.


Sanji se sacudió el pelo de nuevo, como tantas otras veces lo había hecho esa noche. Esto era demasiado raro, y lo mejor sería volver a la normalidad. Hacer como si eso no acabara de pasar. Sí, eso sería lo mejor para los dos.


El vampiro empezó a seguirla, dispuesto a seguir su paseo. Total, ya se habían perdido hasta llegar a la guarida de un demonio, no creía que la cosa pudiera ir mucho a peor.


–Creo que el truco está en nuestros deseos. –dijo poniéndose a su lado, guardando sus manos en los bolsillos. –no sé por qué, no sé cómo, pero debe de estar relacionado de alguna forma.


Zoro en el fondo sabía que tenía razón, pero claramente no estaba preparada para decirlo en voz alta.


–No tiene sentido. Yo nunca desearía ser una tía. –fue lo único que dijo.


–Ya, conociéndote, seguro que desearías estar dentro de algún videojuego de samuráis o algo por el estilo –dijo Sanji, soltando una carcajada irónica.


Otra punzada de dolor en el pecho de Zoro. Era imposible que Sanji se imaginara que él era su deseo. Y totalmente inútil decirlo en voz alta.


– ¿Y tú qué? Seguro que hubieras deseado vivir en la mansión Playboy. –dijo, con su tono de pelea.


–Y siendo su cocinero. Cada día, fiesta en la piscina mientras las chicas en bikini devoran los helados que haya preparado para ellas. –dijo Sanji, soñando despierto.


–Joder… es que eres demasiado básico. –respondió ella, frustrada.


Sanji tampoco estaba listo para decir qué era lo que Robin había visto dentro de él. Había visto la soledad, la decepción, el auto desprecio, su complejo de inferioridad. Estaba hablando con Zoro, el tío más seguro de sí mismo que conocía.


No podía decirle a nadie lo mucho que necesitaba ser aceptado por alguien, lo mucho que daría por la gente que le importa, pero mucho menos a Zoro. Él era el prototipo perfecto de hombre. Seguro que si él fuera más como Zoro, su padre le hubiera aceptado.


No podía decirle a Zoro que su deseo era ser amado por cómo era, y darlo todo por esa persona.


–Por ahora tenemos videojuegos y mujeres en bikini. –dijo Zoro, siguiéndole el rollo.


–Puedes ponerte un bikini mientras juegas a algo. Quien sabe, quizá sirve. –respondió Sanji, en tono juguetón.


–Sí, claro, para ponerte cachondo. –le contestó Zoro, de quien le salió de dentro.


Sanji, a través de su base blanca, se puso completamente rojo.


– ¿Eh? ¿Que… qué dices? –preguntó, sin saber muy bien cómo salir de ésta.


Zoro no sabía por qué había dicho aquello. Bueno, sí. Para empezar con otra de sus discusiones, que empezaba a echarlas de menos. Le molestaba ese Sanji tan atento. Bueno, no, lo adoraba. Pero le molestaba el motivo.


Y lo peor era que, viéndole quedarse sin habla, se había dado la razón. Como maestro de la autoflagelación, siguió hablando, de forma casual.


–Disimula, como si no llevaras mirándome el escote durante toda la noche –dijo con una sonrisa muy bien fingida.


Sabía que era cierto, pero, aun así, de alguna manera, necesitaba oírlo. Llevarse el golpe de una vez y dejar de confundirse.


–Bueno, es que tu jersey te va ancho y se te baja un poco y…


–Y que te gustan mis tetas. –dijo ella, picándole, diciéndole como si no tuviera ninguna importancia.


Era capaz de transmitir una seguridad alucinante, aunque estuviera temblando por dentro.


No lo digas. Por favor no lo digas.


–Joder Zoro, es que estás muy buena, no soy de piedra. –dijo Sanji desviando la mirada lo máximo que pudo de ella y volviendo a rascarse la cabeza. Esto era demasiado incómodo.


Y ya lo ha dicho…


A Zoro le sorprendió lo rápido que fue capaz de asumir esas palabras.


–Pues claro, gilipollas. Estoy buenísimo como hombre, ¿cómo no iba a estarlo de tía? –ahora debía empezar a discutir como siempre.


Porque así era como estaban, como siempre.


–Eres un chulo. –dijo Sanji, sin darse cuenta que le había hablado en masculino.


–Y tú un baboso.


–Marimo.


–Cejas de sushi.


–Cabeza de alga.


–Cocinero pervertido.


Los dos se insultaban, intentando crear ese ambiente de discusión tan conocido. Su zona de confort. Solo que parecían más palabras de complicidad, ya que toda la rabia era fingida, y no había enfado alguno.


–Imbécil.


–Capullo.


Solo complicidad, un extraño ambiente de intimidad.


Sanji estaba muy confuso. Era la primera vez que se sentía tan cómodo hablando con una chica, aunque ésta fuera su amigo. No era que fingiera ser otra persona, solo que, de normal, con una chica le salía su vena más caballerosa.


No solo para acostarse con ella, sino porque era su forma de tratar a todas las mujeres. Eran sus damas.


Pero en cambio, con Zoro, no tenía esa necesidad, se sentía más él mismo. Podía hablar mal, podía molestarse y podía enfadarse, incluso quedarse callado. Se sentía mejor hablando con ella que con cualquiera de sus novias anteriores.


Y eso, a la vez, le aterraba. Porque solo su aspecto había cambiado, él seguía siendo el mismo. Porque se estaba dando cuenta que, más que su físico, lo que le gustaba de verdad era su carácter.


Y su carácter era cien por cien Zoro.

Notas finales:

Bueno, bueno... ¿qué os ha parecido? Empieza a haber un acercamiento más que evidente entre estos dos! 

Claramente tienen un problema de comunicación, pero con temas tan sensibles como estos, ¿quién no los tendría?

Esperaré con mucha ilusión vuestras reviews, ¡de verdad me encantaría saber vuestra opinión sobre esto! 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).