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Cat talks por Sabaku No Ferchis

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Notas del fanfic:

Hola nwn


Este es un pequeño intento de one-shot navideño de mis OTP supremas y mis demás OTP, aunque lamentablemente no las abarqué todas, así que mi corazón shiita tendrá que perdonarme por ahora. 


Esto va, también, para mi Sempai, quien hizo divertidos mis momentos de cuarentena con rol y pláticas de nuestras OTP rojinegras uwu.

 

~ Cat talks ~

 

¡Feliz navidad!

 

SasuGaa & ItaSaso

 

サス‘愛 と イタサソ

 

La vejiga llena fue lo único que lo impulsó a levantarse de la cama. Sus neuronas estaban desconectadas, los párpados caídos y el cuerpo lánguido. Metió los pies en las pantuflas casi por instinto antes de salir de la habitación.

 

Entre el sopor del sueño, Sasuke se cubrió los brazos desnudos; no importaba cuánto gastara Fugaku en los mejores calefactores del mercado, la residencia Uchiha siempre fue un lugar helado durante las épocas decembrinas.

 

El Uchiha trazó su camino hasta el baño sin prestar demasiada atención (se había vuelto un evaluador minucioso de cada centímetro en esa casa gracias a sus días de infancia, jugando a las escondidas con Itachi, Shisui y Obito), hizo sus necesidades y tiró de la palanca.

 

Tras la ventana seguía nevando, las series navideñas acompañando el fulgor de la luna con destellos parpadeantes y coloridos.

 

Había sido una nochebuena especialmente maravillosa porque al fin Gaara se unió al club de “¡Sácale canas verdes a Fugaku y formaliza con tu novio Uchiha”. Y el moreno estaba más que complacido.

 

Aunque, en realidad, ese título era algo dramático hoy en día. Hacía poco que Fugaku, un hombre tallado a la antigua, aceptó que Kagami y él eran los únicos varones heterosexuales en la familia. Pero no fue fácil: hizo un escándalo cuando sus hermanos pequeños, Madara e Izuna, llegaron a la cena de navidad acompañados de dos Senju que definitivamente cargaban algo entre las piernas.

 

Dos años después (dos sillas extra para Hashirama y Tobirama), el pobre pasó la nochebuena en el jardín, fumándose media cajetilla de cigarros mientras trataba de entender por qué durante el intercambio familiar, Shisui le regaló a Obito un gran almohadón con el rostro impreso de ese tal Hatake Kakashi, a quien Obito había presentado como un amigo muy, muy especial.

 

El año siguiente la vida le sonrió un poco a Fugaku: Shisui entró a la casa con uno de sus terribles suéteres navideños y una linda chica tomada de la mano. Solo bastó con que hiciera el comentario sobre lo bonita que era la novia de su sobrino para que la vida le diera la misma bofetada en la cara («Querrá decir que soy bonito señor. Y tiene razón. Gracias, hum»).

 

Como si eso no fuera suficiente (¿a quién, además de él le importaban las preferencias sexuales de los Uchiha?), su situación fue cuesta abajo con la siguiente persona que reclamó su lugar en la cena de navidad, especialmente porque el chico en cuestión se presentó como novio de su primogénito.

 

Y quizá fue sólo por eso que Akasuna no Sasori se llevó la peor experiencia entre todos aquellos que habían escogido a un Uchiha de novio: Fugaku se enfureció tanto con Itachi que terminó en una clínica con la presión alta.

 

Eso, finalmente, fue tocar fondo. Para cuando Sasuke entró a la casa, escondiéndose tras su máscara rebelde mientras sostenía la mano de su lindo y huraño pelirrojo, las únicas palabras de Fugaku fueron: «Dale una silla extra y que se siente junto a los otros.»

 

Un aire cálido golpeó el rostro de Sasuke al salir al pasillo. Como seguía adormilado, lo habría pasado por algo de no ser por el ruido y el delicioso aroma a galleta que llegaba desde la planta baja.

 

«¿Pero quién…? ¿Y a esta hora?» Pensó en Obito comiéndose las sobras de la cena. ¿Pero qué con el extraño olor a galletas?

 

Abajo, el arbolito brillaba con todas sus luces, potenciando la belleza de las esferas y la gran estrella dorada en la cresta. Por alguna extraña razón se miraba más mágico que las navidades anteriores. Sasuke levantó una ceja al percatarse de quién era la persona que estaba en el centro de la sala.

 

— ¿Akasuna-san? —El novio de su hermano se giró hacia él con un gesto similar—. ¿Qué estás haciendo aquí?

 

—Lo mismo podría preguntarte yo, mocoso— la voz de Sasori se escuchaba ligeramente arrastrada, como aguantando un bostezo—. ¿No deberías estar durmiendo?

 

—Me levanté para ir al baño y oí ruido acá abajo. ¿Tú? — Insistió Sasuke—. ¿De dónde viene ese olor a galletas?

 

— ¿Yo qué voy a saber? Es la casa de tu familia— Sasori metió las manos en las bolsas del pijama. Le quedaba tan gigantesca que pisaba la orilla con sus talones. Sasuke lo supo de inmediato: esa prenda le pertenecía a Itachi—. No podía dormir, y como no quería despertar a tu hermano… no sé, salí al pasillo y luego olí las galletas.

 

—Bueno— Sasuke atravesó la sala hasta quedar frente a su cuñado—. Todos en esta casa son un desastre para la cocina a excepción de mi madre, y ella no es de las que recurren a la repostería para combatir el insomnio. Así que… ¿qué? — un sonrojo trepó a su rostro. Los penetrantes ojos de Sasori estaban fijos bajo su cadera—. ¿¡Qué!? ¿Qué tanto me miras?

 

Sasori resopló una risa.

 

—No sabía que duermes con boxers de Bob Esponja— su sonrisa quisquillosa hizo que el Uchiha abriera la boca. Era sorprendente que el amargado novio de Itachi se atreviera a burlarse de él. Akasuna hizo ademán, restándole importancia—. Lo siento, mocoso. Anda, vamos a la cocina y averigüemos quién es nuestro misterioso repostero.

 

Sasuke apretó los labios en una fina línea, tentado en hacer algún comentario sobre lo enano que se veía Sasori usando la ropa de Itachi, pero decidió guardárselo para después.

 

—De acuerdo.

 

Ambos se llevaron una tremenda sorpresa al ver la cocina completamente desierta. Todavía aturdido, Sasuke se acercó al horno (obviamente apagado) solo para encontrarlo lleno de los trastes que Mikoto había utilizado para hacer la cena navideña, ya limpios y bien ordenados en su lugar.

 

—No hay nada—informó el moreno.

 

— ¿Entonces qué…?

 

Sasori y Sasuke pegaron un salto. Algo se escuchó desde la sala, algo arrastrándose y mordisqueando. El taheño se colocó a un lado de su cuñado, disimulando el susto.

 

Se miraron a la cara y tragaron saliva. Despacio, salieron de la cocina, siguiendo aquel extraño ruido, cruzando la sala hasta llegar al árbol de Navidad. Bajo éste y entre todos los reglados, había una enorme caja que ninguno de los dos recordaba. Era completamente roja, con un enorme moño blanco en la tapa.

 

Tanto Sasori como Sasuke supieron que ese era el origen del ruido y el olor a galletas.

 

—No tiene nota— apuntó Sasori.

 

—Entonces nadie se molestará si la abrimos, ¿verdad?

 

Con cuidado, Sasuke se inclinó para abrir la caja. Sasori se tensó a su lado, listo para cualquier cosa («¿Un ladrón haciéndose pasar por Santa Claus? ¿O quizá Jack Skellington?»). Pero nada, absolutamente nada, los preparó para lidiar con lo que había dentro.

 

Dos gatos. Dos pequeñas, redondas y esponjosas bolitas de pelo mordisqueando un enorme galletón. ¿De dónde salieron? Quien sabe. Pero el Uchiha, impulsado por un repentino golpe de ternura, sacó a uno de los gatos y lo alzó sobre su cabeza.

 

Era obvio que debía preocuparse por cómo llegaron esos gatos a la casa de sus padres. Sin embargo, lo único que pudo decir fue:

 

—Mira lo adorable que es— El minino observaba a Sasuke con sus grandes ojos aguamarina llenos de aturdimiento—. Es tan esponjoso, ¡y esos ojos!

 

Para entonces, Sasori ya tenía entre sus brazos al otro gato.

 

—Este también es lindo—espetó el marionetista, quien jamás había mostrado interés por los animales—. Tienes un pelo tan suave como las plumas de un cuervo— le dijo al gato.

 

—Hum, sí— Sasuke observó un segundo a la criatura que Sasori cargaba, para luego regresar su atención a la suya—. Pero es mucho más bonito este.

 

Sasori frunció el ceño, marcando de nuevo su sonrisa traviesa.

 

—Sé muy bien por qué lo dices—El Uchiha levantó una ceja ante la insinuación de su cuñado—. Ojos aguamarina, pelaje rojizo, esa mancha en su frente que parece un corazón. Es obvio que se parece a Gaara—Aquella tremenda acusación pintó de rojo la cara de Sasuke, fácilmente podrían confundirlo con una esfera de navidad. Sasori ensanchó la sonrisa triunfante—. ¿Me equivoco?

 

El otro parpadeó, acunando al gatito rojizo, quien parecía muy incómodo entre sus brazos.

 

—No, no te equivocas—admitió (porque vamos, era la maldita verdad) —. Pero tampoco puedes negar que tu admiración por ese gato negro tiene que ver con el ojeroso de mi nii-san.

 

El marionetista tensó los omóplatos y luego encogió los hombros. Se sentó sobre el sillón junto a su minino, éste levantó la cabeza cuando Sasori comenzó a hacerle pequeñas caricias en el cuello, con su dedo índice.

 

—Soy un artista, mocoso—declaró con simpleza—. Conozco y alabo la belleza cuando la veo.

 

Sasuke estaba a punto de replicar, pero su gato logró zafarse de su agarre y saltó dentro de la caja. Sasori rio por lo bajo, disfrutando la corriente eléctrica que lo asaltó desde que el felino negro comenzó a ronronear.

 

—Parece que a él no le agradas tanto.

 

—Cállate— siseó Sasuke (infantil como solo él lo era, pensó el Akasuna).

 

Se asomó dentro de la caja. El gatito rojizo volvía hacia la galleta mordisqueada, meneando su esponjosa cola.

 

—En todo caso, ¿de dónde salieron? — Preguntó Sasori—. ¿Alguien de tu familia pidió de regalo una mascota?

 

—Obito es alérgico a los gatos, Shisui prefiere los perros, los animales son alérgicos a Madara e Izuna ya tiene un hurón—informó Sasuke, alcanzando la galleta antes de que el gatito pelirrojo llegara a ella.

 

—Quizá es una broma de Kakashi a Obito— sugirió el marionetista.

 

—Nah, Kakashi-sensei es demasiado flojo para eso. ¿Tener que ponerle ungüento a la hinchazón del llorón de Obito? Dudo que se tome tanta molestia— El Uchiha sonrió al ver al minino estirarse, moviendo las patitas en su intento por atrapar la galleta—. Ahora sí quieres que te cargue, ¿verdad? —dijo al tiempo que volvía a levantar a la criatura.

 

Luego fue a sentarse junto a Sasori, dejó la galleta sobre sus piernas y la pequeña bola rojiza se acomodó ahí para mordisquear su alimento.

 

—Y veas por donde lo veas, mi gato es más bonito que el tuyo—completó.

 

El Akasuna chistó.

 

—Se me ocurren mil maneras para demostrarte lo contario, pero no voy a discutir con un mocoso de… ¿cuántos? ¿Dieciocho?

 

—Veinte.

 

—Veinte—repitió.

 

—Dime una. Una sola razón por la que el tuyo es mejor.

 

Sasori observó a su gato y luego al de Sasuke. La bolita negra estaba acolchando las piernas del artista con sus patas. Su ronroneo era encantador.

 

—Sus ojos, por supuesto. Brillan igual que rubíes.

 

—Es mejor el color aguamarina, mira— Sasuke señaló al minino rojizo, cuyos ojos estaban entrecerrados mientras masticaba la galleta—. Parece que hay una laguna dentro de ellos.

 

—Sí, pero no lo encuentro tan impresionante.

 

El Uchiha hizo una mueca.

 

—Al menos este no es ciego.

 

— ¿Qué dijiste?

 

—Oh, mira—desvió Sasuke y extendió la mano hacia la mesita de centro, tomando un par de anteojos—. Itachi-nii olvidó sus lentes aquí. Qué descuidado. Llévaselos cuando regreses al cuarto.

 

Los ojos del marionetista se entrecerraron, pero tomó los anteojos.

 

—Creí que hablábamos de gatos.

 

—Y de eso hablamos.

 

—Okay, mi gato parece tener mejor humor que el tuyo—siguió el ojigris—. Ya sabes, se sentó en mis piernas sin necesidad de que lo sobornara con una galleta, me ronronea, es dulce, cálido y siempre tiene una sonrisa amable para todos.

 

Sasuke hizo de sus labios una fina línea, aceptando el reto («¿qué reto?»).

 

—Lo que fácil se consigue, fácil se va. Tu gato podría ronronear en brazos de cualquiera, en cambio, el mío es más selectivo. Y estoy seguro de que solo lo haría conmigo.

 

Sasori sintió un tic temblando en su ojo derecho.

 

— ¿Siquiera te está ronroneado?

 

—Lo hará—aseguró el Uchiha, acariciando el lomo del minino—. Te lo aseguro.

 

—El mío es más grande.

 

—Es fácil decirlo para alguien de tu altura.

 

—Oye, mocoso…—exclamó Sasori, exasperado y a punto de explotar contra su cuñado. Pero entonces el maullido del gato negro lo hizo detenerse. El animalito lucía tan preocupado que Sasori lanzó un suspiro.

 

—Mi gato tiene la terrible tendencia de ser un hermano sobreprotector—resopló—. Ese es su único defecto.

 

—El mío no tiene defectos.

 

—Le cuesta trabajo decirte que te quiere, ¿huh? Eso es algo.

 

—Tú no sabes cómo es cuando estamos a solas—dijo Sasuke, sonriendo. Sasori se quedó en silencio por casi un minuto.

 

— ¿Seguimos hablando de gatos?

 

—Claro, de gatos.

 

El ojigris reposó la mano sobre el lomo de su gato negro, que respiraba profundamente. Había adoptado una posición cómoda, la cabeza sobre sus patitas, pegado contra el regazo del Akasuna y ronroneando como si las piernas del muchacho fuesen el mejor lugar del mundo.

 

—Mi gato me defendió cuando mi suegro me dijo que un varón, “artista mediocre”, nunca sería suficientemente bueno para él.

 

El Uchiha y el minino de ojos aguamarina alzaron el rostro. La chispa de altanería (inherente en el pequeño Sasuke, decía Shisui) se esfumó, no así sus deseos de ganarle al taheño.

 

—Mi gato sabía muy bien a qué se arriesgaba si pasaba la navidad con mi familia y aun así está aquí.

 

—El mío intentó besarme bajo el muérdago cuando llegamos, con su padre a solo unos metros de nosotros.

 

Una curva trazó los labios de Sasuke. Llevó una mano detrás de la oreja del gatito rojizo, que había dejado media galleta intacta. El felino ébano de pronto se estiró sobre las piernas de Sasori y se acercó a la galleta, adivinando que la otra criatura la estaba compartiendo con él.

 

—Este pequeño me apretó la mano bajo la mesa cuando papá comenzó a interrogarlo usando esa voz de verdugo despiadado—dijo Sasuke.

 

(«¿A qué te dedicas? ¿Cuántos años tienes? ¿Cómo diste con mi hijo?»).

 

—Uh, y le fue bien. No pasó ni la mitad del infierno que yo viví—la risa de Sasori fue tan relajada como amarga. Qué paradoja.

 

Sasuke, en cambio, se relajó al exhalar una risa.

 

—Al menos no te confundió con una mujer.

 

— ¿Y cómo es que eso es tan malo?

 

Sasuke alzó los hombros. El gato color ébano comía el resto de la galleta con la mitad del cuerpo sobre el sillón y la otra mitad sobre el pelirrojo; el rojizo, en cambio, dormitaba encima del Uchiha.

 

—Bueno, eso no es tan malo. Mi padre vetó de la casa a los gatos de Madara e Izuna por casi medio año. Desistió un mes después de enterarse que de todas maneras entraban a escondidas.

 

—Mi gato me pidió que viviéramos juntos— reveló Sasori, de pronto. Sasuke abrió los ojos como platos, pausando las caricias al minino de pelo rojizo—. Lo hizo hoy, cuando fue a recogerme a mi casa. No sé... no sé qué pensar.

 

En realidad, Sasuke tampoco sabía. No se esperaba eso, pese al rumbo que estaba tomando la conversación (conversación de gatos, por supuesto. ¿De qué otra cosa podría hablar con el amargado artista?). Se quedó pensando unos segundos, la mirada fija en la bola de pelos roja, tan suave como la melena del chico que dormía allá arriba, en la habitación que le perteneció al moreno cuando aún vivía en casa de sus padres.

 

—¿Cómo fue con ustedes? —inquirió Sasori—. Quiero decir, contigo y tu gato.

 

Sasuke cuadró los hombros.

 

—Al principio, sentí mucha adrenalina—comenzó. No sabía si eran los gatos en sus regazos, el ambiente navideño, o que eran más de las tres de la mañana, pero se sintió animado a contarle esa experiencia a su cuñado—. No le dije a mi padre que me mudaría con mi gato. Él pensaba, ya sabes, que era un gato común y corriente. Y yo estaba tan exaltado que ni siquiera preví varias cosas. La convivencia es difícil, íbamos de compras y mi gato prefería el atún mientras que yo iba por la sopa de tomates (uh, odio el atún, ¿lo sabías?).

 

» A él le encantan las plantas en el balcón, más que las bolas de estambre. Se recuesta y las contempla por horas. Los cactus son sus favoritos. Me araña la cara cuando olvido meterlos durante los días lluviosos. Y… —Sasuke resopló una sonrisa—, también lo hace si pateo mucho al dormir. Él no lo tolera, siempre duerme muy recto.

 

» Y peleamos. Muchas veces pensé en regresar aquí. Mi gato es… más huraño que los gatos comunes. No es que yo tenga mucha paciencia tampoco. Si vamos a pasear, yo no le acaricio y él tampoco me ronronea. Parece el gato de otra persona, o quizá un gato callejero, y yo un chico sin gatos.  Pero si un humano se acerca a él u otro gato se acerca a mí, entonces nos enojamos y discutimos en casa.

 

» Es difícil vivir con un gato.

 

—Aun así…— dijo Sasori, la voz ligeramente ronca. Su gato de ojos carmín lo observaba atentamente—, parece que no escogerías a ningún otro gato. Incluso lo trajiste a casa de tus padres.

 

—Ni loco escogeré otro gato—exclamó Sasuke. El minino rojizo estiró la cola—. Me costó trabajo quitarle lo huraño. Se recuesta en mi regazo, lame mi mejilla y me lleva regalos a la puerta de mi habitación. ¿Por qué querría otro?

 

—Sé que no te refieres a insectos o pobres ratones degollados, ¿verdad? —bromeó Sasori.

 

Ambos rieron, todo rastro de incomodidad era imperceptible a los ojos del otro.

 

—Tú tienes suerte—señaló el Uchiha—. Tu gato puede dejarse querer por cualquiera, pero a ti te adora. No tiene remedio en demostrártelo, ¿o sí? —señaló al gato negro, que ahora estaba boca arriba en las piernas del pelirrojo, sus ojos como dos canicas luminosas, contemplándolo—. No me sorprende le sacara las garras a mi padre por ti. Y, francamente, dudo que otro gato pueda soportar tu mal humor.

 

— ¿Gracias? —La mueca de Sasori se mezcló con una risa extraña—. Hum, ¿se supone que ahora debo decirte algo lindo? — se llevó la mano a la barbilla—: Tu gato solo ronronea cuando está contigo— Sasuke alzó una ceja—. Lo sé porque es mi primo. No sabes lo mucho que batallan sus hermanos por hacerlo ronronear.

 

El Uchiha sintió un flechazo de fascinación, pero decidió que ya se había abierto demasiado con su cuñado, y ambos estarían de acuerdo en que no querían saber demasiado de la intimidad del otro con sus gatos. Así que decidió relajar un poco las cosas.

 

—Seguimos hablando de gatos, ¿verdad? —inquirió, simulando que se rascaba la oreja para ocultar el rubor de su rostro.

 

—Claro, gatos.

 

—Por cierto, ¿qué vamos a hacer con ellos? No pueden quedarse aquí.

 

Sasuke levantó al minino rojizo y cuando lo miró, el corazón se le fue al estómago. Los ojitos de la criatura, esos colores aguamarina, eran los ojos de Gaara. Igual que tenerlo frente a frente, como aquel brillo que tuvo cuando el Uchiha le regaló su primer cactus. La mancha carmín en su pelaje formaba un corazón, era lo más similar al kanji que el verdadero Gaara tenía tatuado en la frente.

 

¿Y Sasori? ¿Qué podía decir de esos ojos rojos, la mirada de Itachi cargada de ternura cada que se inclinaba a besarlo? («Amo que seas más bajito que yo, ¿te lo he dicho, Sasori?») Sus dedos también reconocían la larga melena lacia de Itachi en el pelaje del gato, se sintió tan enternecido que deseó apachurrar a la criatura contra él.

 

—Gaara… — mustió Sasuke justo antes de que el gato rojizo maullara y presionara su pata contra la nariz del chico.

 

El gato ébano hizo lo mismo con Sasori, solo que, en lugar de la nariz, su pata fue a parar en la frente del taheño.

 

 

Por la mañana, Sasuke despertó en una cama vacía y los rayos blanquizcos del sol pegándole en la cara. Se levantó, se puso las pantuflas y salió precipitadamente al pasillo.

 

Experimentó un déjà vu al toparse casi de frente con su cuñado.

 

Se miraron por largos segundos hasta que Sasori bajó la mirada a la entrepierna de Sasuke.

 

—Boxers de Bob Esponja—dijo, con una sonrisa.

 

Abajo, se escuchaba la risa de Obito y Shisui, una exclamación del novio del rizado (un tipo con tendencias pirómanas, según tenía entendido Sasuke), una carcajada de Hashirama y un quejido de Madara.

 

— ¿Dijiste algo? —Contraatacó el Uchiha, señalando el pijama que Sasori pisaba con sus talones—. No te escucho desde acá arriba.

 

El taheño frunció el ceño, pero no borró su sonrisa.

 

—Anda, nos deben estar esperando para desayunar.

 

Ambos se dirigieron a la escalera, el silencio se mantuvo mientras intentaban procesar sus pensamientos, los sueños lúcidos de la madrugada. Sasori no recordaba más que un intenso olor a galletas y la corazonada de que su pequeño cuñado era bastante competitivo, mientras que Sasuke tenía flotando en la cabeza la idea de que pronto su hermano se mudaría con ese enano artista pelirrojo.

 

¿De dónde había salido todo eso? Quién sabe.

 

— ¿Le vas a dar tu respuesta hoy? A Itachi— preguntó Sasuke, de repente.

 

Sasori sintió su corazón hundirse, se detuvo por un segundo en el escalón y observó al menor (de edad, claro).

 

—Sí—respondió, al fin, retomando el camino—. Aunque no frente a tu padre. No queremos que le dé un paro cardiaco, ¿verdad?

 

Cuando llegado al pie de las escaleras, se encontraron con toda la familia. Cada miembro del club de los novios estaba con su respectivo Uchiha, a excepción de Itachi y Gaara. Ellos estaban al extremo del sillón, comiendo una galleta de chocolate.

 

Shisui fue el primero el verlos bajar.

 

— ¡Vaya, hasta que se dignan a aparecer! — Dijo el muchacho con su sonrisa luminosa, extendiendo una mano mientras pasaba la otra por los delgados hombros de su novio rubio—. Se perdieron el desayuno, Obito se comió sus porciones.

 

—El que se fue a la villa… —Obito dejó al aire el dicho, estaba más interesado en jugar con el hilo que colgaba del suéter de Kakashi.

 

—Danna, del mini Uchiha bastardo me lo esperaba, pero no es propio de ti que te levantes a esta hora, hum—Deidara señaló acusatoriamente al pelirrojo con su dedo.

 

—Se quedaron dormidos— dijo Itachi, sonriéndole a las dos personas que más amaba en el mundo.

 

Sasuke fue directo hacia Gaara, se sentó a su lado y entrelazó sus manos.

 

—Intenté despertarte— murmuró el taheño—. Pero me pateaste y dijiste que no querías soltar a tu gato.

 

— ¿De dónde sacaste esa galleta? —quiso saber el moreno.

 

—Hashirama-san trajo un paquete para todos—respondió Gaara, como si nada.

 

Qué explicación tan más simple. Sasori y Sasuke compartieron una mirada.

 

—Y ya que Sasu-chan y Pinocho-chan y están aquí—comenzó Izuna, quien abrazaba a Tobirama despreocupadamente a un lado de Fugaku (el hombre no estaba sonriendo, eso era claro, pero al menos se miraba tranquilo) —. ¿Podemos abrir los regalos de una vez?

 

—Bueno, creo que ya no tenemos qué esperar—prorrumpió una sonriente Mikoto, y seguido de eso, se escucharon las exclamaciones de los demás miembros de la familia.

 

Entre la algarabía, Itachi se volvió hacia su hermano y su novio. Gaara, recargado en el hombro de Sasuke, también prestó atención.

 

— ¿De qué hablaban ustedes dos allá arriba? —preguntó, curioso.

 

—Hablábamos…—comenzó Sasuke.

 

El pelirrojo artista y el más joven de todos los Uchiha intercambiaron una mirada cómplice.

 

—De gatos— siguió Sasori.

 

La duda bailó en los ojos aguamarina y carmesí.

 

—Claro—confirmó Sasuke—. De gatos.

 

FIN

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿me saqué de la manga el shidei? claro que sí. 

Muchas gracias por leer nwn

Por cierto, este fic tiene un faaaanart que hice con mucho cariño. Lo pueden ver en mi Tumblr copiando el siguiente enlace https://ferxisakasuna.tumblr.com/post/638403858944671744/sasuke-and-sasori-received-an-unusual-gift-for

 


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