-Vamos posa Camus- Un joven de cabellos castaños y una cámara, señala al mencionado para que siga las indicaciones.
-Basta Aldebarán, no me gustan esas cosas- Bufo molestó, girándose para otro lado.
-Tengo que tomar una foto individual de todos los del salón, así que coopera de una vez- El Brasileño, le sonrió para que le hiciera caso por fin.
Suspiro cansado, cruzado de brazos, sabiendo que su compañero de clases no se iría, hasta que cumpliera su cometido.
-Bien, pero que sea rápido- Se paró serio, con los brazos de lado, una mueca de frialdad y sus ojos fijos al frente, demostrando que no está cómodo con esto y realizar dicha sesión bajo protesta.
-Muy bien- Sonríe, enfocando la cámara antigua, ajustándola para que logre salir lo mejor y clara posible.
Rápido fue, dejando ver un pequeño flash, obviamente evidenciando que la foto se ha tomado.
-Gracias, eres el único que hacía falta- Sonrió, el joven corpulento, dedicándole una sonrisa bastante amplia –Entonces me iré de inmediato a revelar este rollo-
-¿No era mejor con una digital?- Se pregunta esto, mientras recoge sus objetos personales.
-¿Cómo te atrevas a decir eso?- Ahora el rostro del latino se volvió en uno bastante aterrador –Las fotos tradicionales son mejores, mucho más elegantes y tienen un toque único- Sin duda está enamorado de esas actividades de su club, para defenderlo.
Giro sus ojos violetas, en señal de que esta conversación en verdad no quería tenerla.
-Como digas, yo me retiro- Sujetando la mochila azul, salió del salón, con paso firme.
-Que te valla bien de regreso a casa- Aldebarán, cortes como siempre y amigable aunque hace unos segundos estuviera enojado, por la desvalorización.
Dicho esto, se fue directo a su club, para revelar el royo que le hacía falta para completa el anuario del último año.
Junto a su compañero Kanon, que este era el supervisor del club antes de graduarse.
Ambos trabajan bien juntos y haciendo sus deberes finales por este día.
Cuando por fin ese royo se revelo, destacando los alumnos que verían su último año.
Obviamente el peli azul, noto algunos rostros extraños.
-Oye Aldebarán- Llamo la atención del castaño, con algo de molestia.
-¿Qué pasa?- Se notó nervioso, pues sabía exactamente a que se refiere.
-¿Qué es esto?- Señalo varias fotos, que se encontraban colgadas, para secarlas del líquido encargado de hacer que la imagen quede intacta.
-Es que… No… Veo… Está muy oscuro- Sonrió, ante su única excusa valida.
-Sabes de que hablas, estas temblando como gelatina, así que dime de una maldita vez- El mayor se desespera con facilidad y desea una explicación de inmediato.
-Son solo algunos compañeros de mi clase- Sonrió, señalando cada uno –Este es Mu, Aioria y Camus-
-Y ¿Cómo porque están en el royo que debiste haber utilizado exclusivamente para los del último año?- Cruzado de brazos, mirando fijamente al Latino.
-Es que… Debía terminar el royo y solo debía tomar tres más y los escogí a ellos… Ja, ja, ja, ¿Qué tiene de malo?- Rio nervioso, rascando su nuca.
-Más te vale que sea solo eso y no vendas las fotos de esos tres- Prosiguió a sumergió el papel especial para fotos en aquel líquido.
-Jamás haría algo como eso- Desvió la mirada, para seguir con los negativos y preparar todo para mañana.
-Si no, te enfrentarías a una suspensión- Agrego a la conversación con una ligera risita burlona y expulsión del club de fotografía.
Casi se le salía el alma al pobre de Aldebarán al escuchar aquello.
---Al día siguiente, en la escuela---
-¿Tienes lo que te pedí?- Un joven de cabellos cerúleos, algo esponjosos, con una chaqueta negra en vez del saco correspondiente de su grado.
-Baja la voz Milo- Le señalo posando un dedo sobre sus labios.
-¿Por qué?- Confundido bastante el joven, pues no entendía ¿Desde cuándo debían ser discretos con eso?
-No hagas preguntas, pero tampoco digas nada- Mirando para todos lados, entregándole una pequeña fotografía, de una manera discreta.
Al ver el rostro que estaba en ese objetó, solo suspiro, perdiéndose en esos ojos violetas, su porte elegante y serio, que lo logró cautivar desde el primer momento en que se conocieron.
-Es hermoso…- Entre suspiros, dedicando suaves miradas al papel, pareciendo que miles de corazones flotaran de un lado a otro.
Un claro ejemplo de que ese jovencito esta perdidamente enamorado del peliaguamarino.
-Recuerda, yo no te di esto y jamás tuvimos esta conversación- Le decía, mientras se aleja del chico, que poco caso le hizo al decir aquellas palabras.
Solo tenía ojos para ese joven Francés, que admiraba la belleza en cada parte de esa impresión.
Sin duda no le hacía justicia al original, pero por el momento debía conformarse con una simple foto, pero obviamente desearía estar acariciando las mejillas de ese chico, sujetar sus manos, y robarle miles de besos.
Aquello parecía ser un sueño tan lejano, hasta loco, pues en cada ocasión que le dirigía la palabra, solo lo arruinaba.
Suspiro su mala suerte, que se volvería tan torpe estando a lado de quien roba sus sueños cada noche.
-Camus… ¿Por qué eres tan hermoso?- Pregunta como si la foto le fuera a responder -¿Qué tengo que hacer para que me mires?-
Recargo parte de su cuerpo en el marco de la ventana del segundo piso.
-Solo quiero que me des una oportunidad para hablar, dejarme expresarte mis sentimientos- Observa con una mirada tan cálida, y nostálgica, deseando que sus esperanzas logre alcanzar al Francés.
-Si me permitieras decirte, que… Yo Milo Escorpiory, quisiera estar a tu lado por el resto de nuestras vidas, dejar que limpie tus lágrimas cuando algo te duele, ser parte de tu mundo en todo momento, disfrutar tus alegrías, abrazarte en todo momento, robarte miles de besos cada instante- Suspiro, con las mejillas rojas, ilusionado, estando ya en su mundo.
-Pedirte que seas mi novio, después ir juntos a alguna universidad, pedirte matrimonio, casarnos, tener todos los hijos que quieras- Cerró sus ojos, sosteniendo la foto con una mano, sonriendo de manera tontamente.
-Te amo Camus- Dejo salir aquellas palabras, tan confiado de que no había ni un alma a su alrededor.
-¡¡¡¿QUÉ?!!!- Un pequeño grito se dejó escuchar, envolviendo el pasillo.
La sangre se le helo al peli cerúleo, girándose con nervios hacia el dueño de aquella dulce voz, que siempre lo ha hecho suspirar en clases, al dar alguna respuesta o recitar algún párrafo de un libro.
El color se le fue a los pies, sujetando con fuerza la foto contra su pecho, obviamente no debía verla.
-¡¡¡MILO!!! ¡¡¡¿QUÉ SIGNIFICA LO QUE ACABAS DE DECIR?!!!- Le grito el peliaguamarino, el cual se cruzó de brazos, caminando con paso firma hacia el contrario.
-Camus… Yo… Lo que dije… Fue…- Esta tan nervioso, que sus manos comenzaron a temblar que su preciado tesoro, se escapó.
Parando justo a los pies del Francés.
Este fijo primero en el rostro de Milo, con el ceño fruncido, hasta que noto ese trozo de papel, lo recogió de inmediato, y en ese momento su cólera subió más.
-¡¡¡¿DE DÓNDE SACASTE ESO?!!!- Le grito inmediatamente.
-Camus, escucha eso… No, no es lo que parece, lo que dije, esa foto… Bueno…- Los nervios, no le ayudan en lo más mínimo, pues no es capaz de formar alguna buena excusa.
Pero no le costó mucho para el peliaguamarino, atar cabos.
-¡¡¡TE LA DOY ALDEBARÁN!!! ¡¡¡¿NO?!!!- Le grito, acercándose a su rostro, frunciendo el ceño.
Milo no podía delatar a su amigo, pues si no le haría mal, pero verlo tan cerca le provocó que sus mejillas se volvieran rojas como un tomate.
-Voy a acabar con él- Paso de largo, apretando sus puños, llevándose la foto en sus manos.
-Espera… Camus…- Se giró para tratar de alcanzarlo, fue inútil, nunca antes había visto así de enojado al Francés.
Al final, el pobre Aldebarán, término con un puñetazo de Camus en la mejilla, enfrente de todo el salón, una actitud que nadie creyó de ese joven tan educado y reservado.
Obviamente esto no paso desapercibido, tanto el Latino como el Griego, terminaron con un castigo, por andar vendiendo y comprando fotos de sus compañeros, sin su consentimiento.
Sin embargo y aun con todo en contra, esto sirvió para de que alguna forma Milo fuera capaz de revelar sus sentimientos, y por extraño que parezca esto logro unirlos un poco.
Aunque aún falta mucho para que su joven amor logre florecer, pues a Camus no le molestó del todo esas dulces palabras que Milo le dedico aunque fuera en privacidad que brinda la soledad de los pasillos escolares.