Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lose You to Love Me por Aifoss

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

"De pronto, algo pasó  y la pasión faltaba".

 

 

Como dije, nunca fallaste a tus palabras... al menos no al inicio. 

 

Efectivamente, venías a recogerme temprano a casa cuando salías a correr por las mañanas. Yo te esperaba en el portal, listo y con el bolso rumbo a la Preparatoria. Te veía llegar, solías retrasarte siempre tres minutos, no sabía por qué, y al preguntarte alegabas que el primer rostro que deseabas ver al doblar la intersección sea el mío, te encantaba verme esperar por ti en la puerta porque era una especie de meta para ti. 

 

Decías que yo, alegraba tu mañana. 

 

 

Era la razón por la que salías a correr...tu motivación.  

 

 

Yo siempre esperaba por ti, Bokuto-san; aun si tu no vinieras hacia mí. 

 

Verte sin el uniforme escolar me generaba cierto vacío e insatisfacción; recordaba nostálgico un tiempo que jamás retornaría a nosotros; una época que éramos felices sin saberlo, aquella donde nos conocimos, donde nos enamoramos, entregándonos a ese inmensurable amor adolescente, creciente como un plenilunio. Aunque seguías haciendo las mismas bromas y dibujando la misma hermosa sonrisa que tanto me encantaba, entonces toda preocupación anterior se evaporaba fácil en el aire, siendo reemplazada por la luminosidad de tus ojos felices. 

 

Más tu promesa se vio interrumpida. 

 

Una mañana me vi esperándote doblar la intersección sin que tu silueta apareciera a la distancia, y a los usuales tres minutos se le sumaron treinta más. Nunca llegaste. Teoricé que alguna circunstancia ajena a mí había detenido tu recorrido o impedido en hacerlo, tanto como para no contestar mis llamadas preocupadas o vieras mis mensajes si te encontrabas bien. 

 

Resignado, con el corazón latiéndome fuerte me tragué la preocupación. En solitario, recorrí el camino y tomé el tren cuyo viaje se me hizo mucho más largo de lo habitual. Aquel día me anotaron por inconducta debido a la tardanza. 

 

Pasadas las horas finalizando el jornal fuiste a recogerme, quizá como enmienda por tu desaparición matutina. Entonces al preguntarte el porqué de tu desplante, dijiste que el sueño te venció, quedándote profundamente dormido sin ganas de salir. 

 

 

 

¿También eran ganas de no verme?

 

 

Siendo honesto, no imaginaba tal posibilidad. Creía, cual todo inocente enamorado, que algo de gravedad te sucedió como para faltar a tu promesa conmigo. Si bien una parte mía estaba tranquila que no fuera así, otra muy distinta se sintió algo resentida. Que la pereza de madrugar terminaría venciéndote en vez de preferirme; el no avisarme ni consideraras que yo estaba esperándote como un triste cachorro, y en consecuencia tuviera problemas de tardanza.

Esa bola de reproche se quedó atascada en mi garganta incapaz de salir, ardiéndome desde dentro, con las palabras bailándome en la punta de la lengua. Mas, nuevamente, tu sonrisa boba y tu mirada coqueta ahuyentaron mis molestias, y el roce de tus labios con los míos hicieron que mi mente se impregnara únicamente de ti, nada más. Encendiendo mis mejillas, deseando más de tu boca, y pronto el calor nos incitaba a quitarnos la ropa.  

 

- Lo siento 'Kaaashii, te lo compensaré ¿Sí? No te  enojes. 

 

¿Cómo enojarme? ¿Cómo hacerlo? Si olvidaba mi propio nombre al estar contigo. Mi funcionalidad mental fallaba a tu tacto, dejándome como un títere de cuerda y tú, mi titiritero 

Así, no consideré relevante el manifestarte mi disgusto ¿Para qué? Tú hiciste que lo olvidara, tu compensabas cualquier vacío bastando tu sola presencia a mi lado, acompañándome, eso era suficiente y sobrante para mi pequeño corazón. Y finalmente, dejé pasar la situación. 

Probablemente yo exageraba ¿verdad? Tú siempre cumpliste con acompañarme todas las mañanas cuando no tenías obligación en hacerlo, nacía de ti, de tu propia voluntad, y el hecho de que faltaras un solo día no era para armar un problema mayúsculo por tan esporádica ocasión. Además, un Club de vóley profesional te reclutó, comenzaste tus entrenamientos siendo mucho más intensivos que en Preparatoria y con una alto nivel de competencia entre el resto de jugadores. 

 

Estabas exhausto, querías un tiempo extra de descanso por las mañanas antes del entrenamiento, en vez de importunar tu sueño con acompañar a un colegial a su escuela.   

 

Como aquellas palabras que comentó Konoha-san. "Yo ocasionaba tus reacciones". 

 

Quizá...estaba acaparándote, sobre exigiendo tu atención a mí en lugar del vóley. El molestarme solo haría que tu te sintieras responsable o culpable para conmigo, y lo menos que quería era desviarte del mayor de tus sueños solo por mis caprichos juveniles.  

 

Por ende, priorizando tu bienestar y tu futuro como jugador nacional, te dije que no debías venir todos los días a llevarme, que primero velaras por ti, por tus entrenamientos, ya después, si te alcanzaba el tiempo encontraríamos espacio para vernos. Asimismo, en cuestión de meses yo culminaría las clases, postulando a la universidad y los planes que trazamos, como el de vivir juntos, pronto se verían materializados en realidad. 

 

Tu te mostraste reacio a dejar nuestra bonita costumbre mañanera, alegando que activarías tu alarma despertando más temprano, que no dejarías de verme... que yo era tu prioridad. 

 

Volviste a a besarme, volvimos a reír, y mi corazón volvió a encogerse emocionado por tu afecto.

 

 

Sin embargo, cuando parecíamos haber dejado el tema atrás, finalmente, tomaste muy en serio mis palabras. 

 

Al inicio faltabas una vez por semana. El mismo pretexto con ciertas variaciones y las mismas disculpas avergonzadas. Después fueron dos días, le siguieron los tres. Preferías trotar cerca a tu casa, pues venir a la mía y luego desde la Preparatoria te tomaba mucho tiempo en regresar. A esos días se le sumaron los fines de semana, ocupando todo el día, mañana - tarde entrenando sin reparos, y en la noche caías inconsciente en sueño profundo. La temporada de partidos arribaron, entonces tus visitas matutinas se hicieron casi un milagro. Finalmente nulas.   

Sabía que estos días se presentarían, cada quien construyéndose un futuro próspero, ocupados por aquellos propósitos que soñábamos alcanzar. Tu entrenando para el equipo; yo estudiando para mi examen universitario. 

Confieso el haber abandonado mi responsabilidad estudiantil para encerrarme en mi habitación a llorar varias veces, con unos demonios llamados "inseguridades" y una oscuridad fría llamada "soledad". Te extrañaba, y era muy doloroso. 

Creía en mi ingenuidad que yo había perdido valor para ti; que mis interminables horas estudiando nos quitó el escaso tiempo dedicado a nosotros, y que las distracciones de la nueva vida dadas por tu Club fueron más interesantes que el colegial con quien andabas... que ya no me "amabas". 

 

En ese entonces poseía razones suficientes para creer semejante hipótesis... nuestra falta de comunicación por la disparidad de nuestros horarios; semanas seguidas sin vernos; tu demora en responder mis mensajes; conversaciones monosilábicas, y las nuevas amistades -especialmente femeninas- que te rodearon, pues ahora aquella luz tuya que me enamoró en un gimnasio de Preparatoria... todos la veían...todos querían parte de esa luz.  

 

 

¿Celoso? Sí, y mucho. ¿Molesto? Diría... frustrado. 

 

 

Me sentía de atado de manos. Vivíamos esa insufrible "crisis" de pareja, poniendo a prueba la determinación para sacar a flote lo nuestro. Pero tú, que constantemente me hacías traer el corazón en la garganta; no me mostrabas ninguna señal. 

 

Las veces cuando hallábamos el tiempo, o mejor dicho, tu conseguías el tiempo - porque yo me decidí a estar  siempre disponible si se trataba de ti-  es allí donde recién podía apreciar que, esa calcinante frustración mía, solo era producto de mi imaginación insegura.

 

 Me regalabas besos apurados, sedientos; besos sabor a romanceNuestros cuerpos se llamaban como la fuerza de dos magnetos, para luego sumirnos en ese vaivén de caderas y manos ansiosas explorando pieles calientes.   

 

 

Y así, mis demonios desaparecieron, y la oscuridad fría se iluminó de fuegos artificiales. 

 

 

Entendí que mi ingenuidad me había llevado a dramatizar demasiado nuestra "crisis"; polaricé distintos factores hasta generar una bola de nieve en mi cabeza, por poco matándome de angustia, la cual, fue totalmente innecesaria. 

 

Si alguien cometió un error, fui yo. Por haber exagerado las cosas, por dudar de mi enamorado... por tambalear mi confianza hacia a ti.  

 

 Tu me amabas y yo a ti, entonces me lo demostraste de la manera más inesperada posible...  terminando por rendirme a que tú eras la persona con quien yo quería vivir el resto de mi vida. 

 

En mi último día de clases de Preparatoria en marzo, es decir, la graduación, tu asististe haciendo un hueco en tu apretado horario acompañando a mi padres y hermana. Vestías traje, tu cabello perfectamente peinado hacia atrás haciéndote ver solemne e importante - más de lo que ya eras-.    

 

 Después de las formalidades y las sesiones de fotos familiares, en un determinado momento me halaste del brazo apartándonos del conglomerado de gente. Entonces, en silencio, sacaste una hoja de tu saco doblado en cuatro entregándomela; y yo, sin entender, la desdoble leyendo su contenido. Era un contrato de alquiler de un departamento cuya cuota mensual ya estaba cubierta dos meses, localizado estratégicamente cerca a la Universidad de Tokio y a tu centro de entrenamiento. 

 

El corazón me retumbó; mi centro se vio sacudido y la respiración se me suspendió en un jadeo. Pero antes de siquiera poder decir media palabra, al alzar mi mirada encontrándome con la tuya... tú sostenías unas llaves, meciéndolas graciosamente delante mío. 

 

 

- Ya conseguí nuestro hogar Akaashi, y está esperando por nosotros. 

 

 

Hogar. 

 

 

 

Nosotros...

 

 

Y mi amor, que ya era incondicional hacia ti, se volvió ciego.

 

 

 

 

Desde ese día, creí que lo nuestro sería eterno.

 

 

 

 

"Nuestras noches se alargaban".

 

 

 

Las palabras no alcanzan para describir cuánto amaba ese pequeño departamento. Nuestro hogar. 

 

 

Olía a madera y a tu perfume. 

 

Fue una de las épocas más felices de mi vida. No teníamos muchos muebles y el espacio era bastante reducido; un futón donde pasábamos la mayor parte del tiempo; un ropero que generosamente nos prestó la casera del condominio al vernos jóvenes y temerarios; la cocina con dos hornillas; un kotatsu como comedor, y  un escritorio dando a la ventana donde hacía mis deberes universitarios. Por las noches podía verte llegar mientras yo hacía alguna tarea; tu gritabas mi nombre desde la calle alzando tu brazo, una forma muy sutil de anunciarte casi volviéndose un hábito, pues sabías que yo, inconscientemente, esperaba tu llamado.   

 

 Lo habíamos adecuado de manera muy hogareña en la medida de nuestras posibilidades, no había rincón ni trozo de pared que no narrara alguna escena de nuestra vida. Mandamos a enmarcar nuestras camisetas de Fukurodani, colgándolas juntas como siempre habían estado, y alrededor de ellas, diversos cuadros con fotografías de nosotros, con el equipo, la graduación, incluso una con Kuroo y Kenma la vez que visitamos el Monte Fuji.

 

Ahora viene a mi memoria una fotografía en particular; éramos nosotros, un 24 de diciembre en casa de Yuki-san... la vez que me confesaste tus sentimientos, cuando nos regalamos nuestros primeros besos con la luna siendo un discreto testigo. Aquella foto la tomó Konoha-san clandestinamente - que pensándolo bien, también fue otro testigo -  y no fue meses después, cuando entendió que íbamos enserio, en que nos la reveló.   

 

Al igual que las demás, y por considerarla, secretamente, mi favorita entre todas quería colgarla en el "muro del recuerdo" - así los llamaste- . Mas tu te opusiste, alegando que esa foto no era un simple recuerdo vivido, sino, era nuestro presente y próximo futuro, para siempre. Entonces dijiste esa frase chantajista que solo terminó matándome de amor por ti. 

 

 

"La colgaré cuando te bese en un lugar donde nunca te he besado Akaashii...en un altar cuando me digas que sí". 

 

 

 

Años después me enteraría que el crédito de tal frase se lo robaste a Kuroo.

 

 

A fin de darnos un mejor estilo de vida tomé un trabajo de medio tiempo ayudando a un editor literario, y tu empezaste a ganar ingresos con los partidos que realizaban tu Club viajando fuera del país. 

 

El primer partido que jugaste proyectado por televisión, cuando finalizó con tu equipo ganador y los reporteros se arremolinaban como moscas pidiendo algún comentario, tu ignoraste olímpicamente sus preguntas - las cuales eran en otro idioma.- y en un fluido japonés mandaste saludos para mí, dedicándome la victoria y las futuras por venir.  

 

Lo meses pasaron, convirtiéndose en un año. Solías pasar semanas fuera de casa, jugando los partidos exhibiendo tus remates, y yo esperándote mientras te observaba en televisión. 

 

Esas noches se me hacían largas y tediosas, cargando con el peso del silencio y una casa vacía. Sin el calor de tu cuerpo a mi lado; sin tu voz diciendo te amo

 

 

 Y, pensándolo bien, hacía mucho tu voz no modulaba esas palabras. 

 

Volví a hundirme en mis demonios interiores, manteniéndome sin sueño, a la expectativa. Al estar en diferentes países con grades diferencias horarias, gastaba muchas horas aferrado al celular, como si fuera una cuestión de azar el hallarte conectado o con disponibilidad. Yo aguardaba a que tu llamaras, no quería ser el novio posesivo y controlador que traía a raya tus horarios. Y cuando finalmente reunía el valor para hacerlo, no llegábamos al minuto pues siempre tenías algo que hacer, cosas más importantes que yo, aun cuando tu mismo me entregaste tus horarios, y esas horas serían tu supuesto tiempo de descanso. Después de todo, eras un deportista de liga internacional; yo un simple chico universitario con mucha suerte. 

 

La fama y el reconocimiento publicitario empezó a llegarte. Solicitudes para que tu imagen patrocinara distintas marcas comerciales al consumidor; desde productor deportivos hasta líneas de belleza. 

 

Te abriste a un nuevo mundo, conociste nuevas personas, nuevas culturas, visitaste distintas ciudades y rendiste cuenta que tu vida había estado reducida por mucho tiempo a solo Tokio y un pequeño departamento. 

 

 

Al parecer...esa nueva vida de gustó, y la antigua comenzaba a aburrirte.

 

 

 

Tras regresar de una temporada y hacer distintas campañas de marketing, arribando nuestro cuarto aniversario de noviazgo, y recuperando la vieja costumbre de sorprenderme con tus impulsos cuando menos lo imaginaba, volviste a hacerlo. Pero esta vez, más que emoción o satisfacción... me hiciste llorar. 

 

 Fuimos a cenar a un elegante restaurante ubicado en el corazón de Tokio en un veinteavo piso - quizá más alto - desdeñando la esmerada comida navideña que te preparé y dejándola enfriar. 

 

Allí no parabas de hablar sobre las maravillas de tus viajes, los nuevos chicos que se integraron al equipo el cual incluía extranjeros. Usabas modismos lingüísticos que en otra vida nunca hubieras empleado. Tu postura, tus ademanes, la forma ensayada en que forzaste la voz al hacer nuestros pedidos al mozo. Todo en ti cambiaba, y yo no podía más que mirarte hacerlo, pues al comentarlo en sutiles bromas te ponías a la defensiva, argumentando que yo exageraba por el tiempo pasado a distancia...que yo no te conocía bien

 

 Para ese momento la conversación se tornó incómoda y la comida insípida. Entonces, seguro en afán de calmar el ambiente, como un Deja vú, tu sacaste un sobre del saco poniéndolo en la mesa y deslizándolo hacia mi con dos dedos. Con un fuerte presentimiento negativo, rebobinando a aquel día de mi graduación, y al abrir el sobre, nuevamente, un papel con muchas letras cuyo título rezaba "Contrato Inmobiliario". 

  

 

Habías finalizado el contrato de alquiler donde vivíamos porque compraste un departamento completo. 

 

 

Sin consultarme. 

 

 

 

Sin considerar lo que pensaba. 

 

 

Sin escuchar mi opinión.  

 

Sobra decir que la velada se arruinó. Si bien no armamos ningún escándalo, discutimos severamente entre susurros, me miraste con frío en los ojos, y me llamaste malagradecido

 

Me genera nostalgia recordar cuando dejamos esa lujosa comida también enfriar y tomamos el ascensor de salida. La incomodidad era demoledora y asfixiante bajando esos veinte pisos,  ambos parados en las esquinas opuestas de tan minúsculo espacio cuadrado. Tu atendiendo una inoportuna llamada de negocios, atreviéndote a reír con quien sea al otro lado de la llamada y diciendo que te encontrabas "libre"; mientras yo, dominado por las decepción e impotencia, sin darte cara, dejaba en silencio una a una mis lágrimas resbalar. 

 

 

 

Malagradecido... 

 

 

Una palabra resonando como eco en un acantilado hueco y profundo. Resonando en mí. 

 

¿En verdad lo era? Lo hiciste con la mejor de las intenciones, para darnos esa vida que queríamos, esa prosperidad, darme la tranquilidad de poder estudiar correctamente sin tener que dividir mi día trabajando para pagar las cuentas a fin de mes, y así dedicarme a escribir, cumplir mi sueño de algún día ser escritor en vez de editar el trabajo de otros. Me ayudabas a lograr ese sueño ¿Cierto? Y esa era tu forma de demostrarlo.

 

 

 

Aunque nunca te interesó qué escribía al verme hacerlo. 

 

 

 

Me despachaste en un taxi diciéndome que una urgencia se presentó y después me alcanzarías. Apenas asentí, no quería causarte más molestias de las que ya te di. Aun cuando quería gritarte y aferrarme a ti, pedirte perdón por ser malagradecido, por mostrarme inconforme con esa cena elegante e irritable con la mudanza. Perdón por arruinar nuestro aniversario. 

 

Mas al momento que mi boca se abrió, tu cerraste la puerta del auto dándome la espalda; un furtivo grupo de admiradores robaron tu total atención al reconocerte como jugador de MSBY, entonces el taxi partió lejos de ti.

 

Lloré el resto de la noche, y pasé la medianoche  lamentándome por mis reacciones exageradas, culpándome por como terminó nuestro supuesto "día favorito" del año. 

 

 

Mencioné anteriormente que tú te llevaste muchas de mis primeras veces, por no decir todas.

 

Entre ellas, la primera grieta de mi corazón... la primera de muchas más.

 

 

A la madrugada llegaste, tus pasos torpes y el olor a alcohol. 

 

 

Yo seguía sin cambiarme el traje por haberme ocupado en llorar, entonces tu decidiste hacerlo por mí. 

 

 

Me besaste, me tocaste, e hicimos el amor mientras susurrabas mi nombre al oído, endulzando mis sentidos y calmando mi corazón.  

 

 

Pero nunca me pediste perdón, y yo a ti sí. 

 

 

 

Desde ese día, creí verdad que yo era malagradecido.

 

 

 

 

 

"Jamás pensé sentirme solo y frío y tonto aun estando acompañado".

 

 

 

Jamás había oído un silencio tan escandaloso. 

 

 

 

Antes, al volver a casa, aquel pequeño y barato departamento, siempre tenía ruido. 

 

Tu risa y la mía junto a alguna canción radial del momento llenaban los espacios, y el silencio se volvió un extraño lujo, un ruido desconocido, muy atípico. Incluso por las noches cuando la ciudad dormía, nosotros hacíamos ruido, narrando nuestro amor en un lenguaje más corporal e íntimo; a veces ruborizando a los vecinos, quienes gentilmente tocaban nuestra puerta pidiendo un poco de silencio porque necesitaban descansar. 

 

 

Eso era antes.

 

Antes de mudarnos y que el calor de un pequeño hogar sea reemplazado por la amplitud que da la riqueza. Paredes en matices blancos y grises; mobiliario sofisticado, minimalista, tanto espacio que compramos muebles nuevos, pues los antiguos no llenaban el ambiente ni quedaban con la "estética" del lugar, a palabras de la diseñadora interiores que contrataste. 

 

Sin embargo, con todos esos muebles, tapizados y lujo ornamental, dando la sensación de un departamento de revista para marketing...había mucho eco. Pero no el de nuestras voces felices o tu risa escandalosa. Sino el de mi corazón. Lo escuchaba tan claramente como un gotero pero con la fuerza de un tambor. Solo mi corazón hacía ruido, sobretodo en mis oídos, y mi respiración quedaba contenida, cuidando que no escapara ningún suspiro demás que pudiese ser malinterpretado.   

 

Porque, después de todo ese cambio de vivienda, o quizá mejor llamarlo...ese "cambio de vida"... cuando yo entraba a la habitación, tú no hacías ningún sonido aun estando presente.

 

 

 

Y yo, me sentía pequeño. 

 

 

Había noches donde el frío se mezclaba con mi angustia, y yo buscaba tu calor aferrándome a ti en un abrazo, buscando tu protección; tus fuertes brazos en los que antes rematabas para mi o me cargabas dándome vueltas al ganar un set. Te rodeaba debajo las sábanas, tus cabellos lacios picando mi nariz mientras respiraba tu nuca, mi mano podía sentir el latido tranquilo de tu corazón sin emoción rebotando en mi palma, y yo acercaba mi pecho a tu espalda esperando contagiarte un poquito de mi pulso veloz...porque tu empezaste a dormir de espaldas a mi.

Entonces, tras unos segundo de confusión, reparabas en mi presencia abrazándote, como si recién tomaras nota que yo dormía a tu lado, que estaba contigo compartiendo una cama...como si te hubieras olvidado que estábamos juntos.  

Durante la noche, las buenas, correspondías a mi abrazo, besabas mi coronilla y retomábamos el sueño juntos...solo por unos minutos, porque interpretabas mi acercamiento como una señal y terminábamos teniendo sexo. Algunas noches, las malas, decías balbuceos de reproche con un "Akaashi, estoy cansado", para luego desenredar mis brazos de ti y volver a tomar distancia, construyendo un muro con solo tu espalda dándome cara. 

Y otras noches, las horribles, apenas chistabas lengua y, sin mirarme, te levantabas de la cama para irte a dormir a la habitación de visitas. Dejabas tu perfume en el aire junto a una extraña sensación que me helaba la piel, incapaz de conciliar el sueño nuevamente, con el perenne pensamiento de culpabilidad clavado en mi y la frustración anudada en la garganta.

 

 

 

"Malagradecido". 

 

 

 

A tal palabra le añadiste una más en una de esas noches horribles. 

 

 

 

"Fastidio" 

 

 

 

Yo te era un fastidio.

 

 

 

Cuando solamente quería algo de tu cercanía o tus ojos mirándome. Pero, eso era mucho pedir para ti. 

 

 

A la mañana siguiente no me dabas tiempo de disculparme, pues salías muy temprano, volviendo al departamento cuando el sueño ya me había vencido y arreglando el asunto en el único lenguaje donde no incluía disculpas ni mirarnos a los ojos. Sexo.  

 

Aunque mermada a causa del éxtasis, mi inconformidad seguía presente. Retomé el tema de la manera más suave pero decidida; tu eras demasiado sensible a mi tono de voz o las palabras que usara, y yo trataba de modularlo de la manera más dócil posible. En el pasado, sobrevalorabas mucho mi opinión - lo cual me parecía innecesario -, como si recargara o alimentara tu energía, sacarte una sonrisa cuando te entristecías o lograr secar tus lágrimas. 

 

Ahora mis palabras eran llanas a tus oídos, y mis cumplidos, en vez de construirte o alentarte, tú los tomabas para alimentar tu ego y enaltecer tu vanidad. 

 

Corrijo. Sí había momentos donde eras sensible a lo que yo decía y sobrevalorabas mi opinión... pero únicamente escuchabas para enojarte conmigo. 

 

Buscabas desperfectos en mis oraciones o adjetivos con afán de reproche y queja. Y pronto nuestras conversaciones ya no podían dialogarse sin que terminara en una discusión, con un portazo de la puerta contigo de salida , y conmigo en media sala con la ilusión despezada. 

 

 

 

Desde ese día, creí que yo era el del error. 

 

 

 


"Después todo se volvió monotonía".

 

 

Otro año pasó llegando al quinto de noviazgo. 

 

Solía creer que lo más grave en un relación eran los insultos o las agresiones. Y efectivamente, lo son. Pero, para mí, tales cosas fueron lo de menos, llegando al punto de normalizarlas. 

Rectifico, nunca me levantaste la mano ni yo a ti; la agresión física era una línea que jamás cruzamos ¿Cómo herir a alguien a quien amas? No más por el sentido romántico, sino por el principio moral de respeto a nuestra dignidad. Aunque, no obstante, producto de tu frustración al perder un partido, rompiste una mesa de una sola patada...y pensar que antes tu te escondías bajo ellas. 

Sin embargo, existían otras maneras de faltar a dicha dignidad, con agresiones más dolorosas que el mero dolor físico de un golpe.

 

Y ése era tu estilo, Bokuto -san. 

 

 No tanto por tus palabras, sino por tus acciones...por las decisiones que tomaste.

 

Es curioso ver cuánto habían cambiado las cosas para ti, el significado que les dabas antes y el que les diste después. Aquellas cosas que considerabas fundamentales y llamaban tu atención años atrás; luego las percibías irrelevantes, hasta al punto de obviarlas o quitarlas de tu vida. 

 

 

Como yo, por ejemplo. 

 

 

Que solo captaba tu atención cuando me quitaba la ropa. 

 

 

Ya no había abrazos al dormir, besos en la coronilla ni en los labios. Tu tacto se volvió frío y tu mirada mucho más. Tomabas mi mano cuando una cámara te apuntaba o tu equipo rondaba cerca. Las sonrisas abandonaron su naturalidad, y palabras como "te amo" eran vagos recuerdos. 

 

La amargura comenzó a invadirme, y tu desdén a lastimarme. 

 

Nuestras discusiones se volvieron frecuentes, tus desplantes muy seguidos; huías de nuestros conflictos de pareja porque se te hacía tedioso cargar con algo así de molesto cuando tu vida como estrella deportiva estaba en pleno apogeo. 

 

Me repetías que yo era un completo exagerado, celoso empedernido y desconfiado. Que las "otras" parejas de tus compañeros no eran así con ellos, que los dejaban vivir en paz. Continuamente comparabas nuestra  relación; me comparabas a mí como un ser conflictivo y desperfecto, el eje de todos tus problemas.

 

 

Comparaste mi preocupación por ti con la que tenía Iwaizumi por Oikawa. 

 

Comparaste mi ánimo alegre con el de Hinata por Atsumu. 

 

Comparaste mi confianza con la de Yaku por Lev.

 

Comparaste toda nuestra relación con la de Kuroo y Kenma. 

 

 

 

Me comparaste, y yo te di la razón. 

 

 

Empecé a replantearme toda mi vida, mi manera de ser, cayendo a la conclusión que, efectivamente, yo era el errado. Me hiciste ver muchas aristas de mi personalidad, sacaste a flote mis defectos, mis miedos, mis inseguridades y demonios internos, que ellos eran los responsables que nuestra relación se fuera por la borda. 

Sin embargo, conociendo toda esa parte podrida y desagradable de mí, tú decidías quedarte conmigo, me aceptabas a tu lado, tomabas mi mano... me amabas. 

 

Y yo me aferré a esa idea... que nadie más en el mundo me amaría como tú. Que motivado por ese "amor" me decías mis defectos directamente, a fin que los corrigiera, a fin que yo fuera alguien mejor.  Me persuadí a que me lo decías por mi bien... tu manera de demostrar tu amor.  

 

 

Más a esas comparaciones, le agregaste culpas. 

 


Con mi semestre acabando, los exámenes en puerta y mi trabajo parcial no había tenido tiempo de presenciar tus partidos. Aquel año Hinata se sumó a tu equipo de MSBY, junto a Miya Atsumu y Sakusa Kiyoomi quienes ya me los presentaste con anterioridad. Solías comentar que Atsumu y Hinata se llevaban muy bien, y a mis ojos, cuando los vi interactuar juntos, me recordó a nosotros en Preparatoria, ese amor fresco, prematuro y entregado. Por otro lado, te quejabas mucho de Sakusa, decías que era aburrido, quisquillosos y siempre te "miraba mal".  

 

 

Fue el mismo tiempo quien me esclareció el porqué de esas "miradas malas". La razón de tu cinismo. 

 

 

Prometiendo a mi empleador compensar con horas extras; fui con Tsukishima a ver unos de tus partidos encontrándonos casualmente con ex compañeros de Fukurodani. Ocupamos los asientos en primera fila frente a la cancha y grité tu nombre mientras calentabas. Me miraste muy sorprendido, a mi y al resto de visitantes, te acercaste a la barda, saludaste con buen ánimo a los espectadores y me besaste frente todos, prometiéndome la victoria de esa noche, gesto que no hacías hace mucho. 

 

Sin embargo el resultado fue desfavorable. 

 

 

Despidiéndome del resto, Tsukishima y yo fuimos a los vestidores, él se quedó conversando afuera con Kuroo a fin de darme privacidad contigo. Atsumu consolaba las lágrimas de Hinata, Sakusa estaba silente a un lateral, y tú cabizbajo sentado en el suelo. Tan solo verme te abalanzaste sobre mí, preguntaste si lo demás se fueron cosa que asentí, y pediste que nos fuéramos al departamento   

 

Al principio creí que, al igual que Hinata, querías desahogar tu frustración en privacidad y la verguenza de ser visto te inhibía, después de todo, ya no eras el adolecente lloroso de antaño.  

 

 

 En efecto, te desahogaste conmigo...pero no de la manera que imaginaba. 

 

 

 

Me culpaste por la pérdida de tu equipo, en el partido que asistí para sorprenderte.

 

 

Me culpaste por fallar tus remates. 

 

Me culpaste por mi presencia posesiva que te distrajo.

 

Me culpaste por llevar a gente ajena y dejarte en ridículo. 

 

Me culpaste por no entrenar correctamente en preparatoria. 

 

 

 

Finalmente, me culpaste por ser quien yo era. 

 

 

 

Fue la primera vez que planteaste la idea de terminarme. 

 

 

 

Y vi todo mi existencia tambalearse desde su núcleo. 

 

 

 

Sin ti... ¿A dónde iría mi vida sin ti? Si yo me había construido alrededor tuyo; un planeta orbitando el sol. 

 

Me decidí y te prometí que cambiaría, por nuestra relación. 

 

 

 

 

Desde ese día, creí que moriría sin ti. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).