"Vas a quedarte completamente solo. Solo, y con todo el tiempo del mundo para compartirlo contigo mismo." Taichi Yagami, jugador innato de futbol y brillante estudiante de leyes en la Universidad de Tokio, solía repetirse esa frase como si fuera un mantra. Y sabía que tenía razón. Debido a que la Universidad le ofreció una beca deportiva completa, tuvo que separarse del amoroso hogar de sus padres y de su hermana Hikari, mudándose a una ciudad desconocida para él. Todos los días, al llegar a su pequeño departamento después de los entrenamientos, se dedicaba a mirar detenidamente el paso de las horas en el reloj, mientras esa soledad desesperante lo abrazaba con tanta fuerza que a veces lo lastimaba e incluso lo hacía derramar lágrimas de tristeza. No tenía más que un pequeño televisor con radio incluido, una parrilla eléctrica para realizar sus comidas y su laptop de la escuela. Aunque ni siquiera contaba con una línea telefónica o internet.
Si necesitaba realizar alguna investigación se quedaba hasta tarde en la biblioteca escolar. De todas maneras, nadie lo estaría esperando. Algunos creerían que, al ser reconocido como la estrella más grande del futbol de la Universidad, sería tan popular que tendría cientos de admiradoras -y uno que otro admirador- a sus pies. Y los tenía. Pero a pesar de ser bastante amigable, con un aspecto poco ordinario pero muy atractivo -piel morena bronceada, alborotado cabello castaño obscuro y una sonrisa brillante y franca, -nadie podía mantener una conversación de más de 2 minutos con él. Todo por una pequeña maldición en su vida. Siempre que hablaba con alguien le miraba fijamente a los ojos, tratando de ver la sinceridad en sus palabras. Sin embargo, el poder inquisitivo de esa profunda y cálida mirada color chocolate hacían que a menudo las personas desviaran la vista y se alejaran ofreciendo disculpas. Por esta razón jamás había podido tener una novia.
La única persona con la que había podido charlar más de una hora, fue con Koushiro Izumi estudiante de la carrera de Sistemas. Hablaron sin parar sobre videojuegos y alguna serie de antaño que ambos conocían. Desde ese primer día se volvieron amigos y trataban de pasar el mayor tiempo juntos para no sentir tan profundamente esa soledad que los envolvía -su amigo también tuvo que separarse de sus padres por una beca-. Aunque no hablaban mucho que digamos. Generalmente Koushiro se encontraba en su dormitorio trabajando con la mirada fija en circuitos o programas digitales, mientras que Taichi se sumergía en enormes libros y cuestionarios interminables. Algunas veces pasaban horas hasta que alguno de los dos rompía el silencio. Comían cualquier cosa que pudieran recibir a domicilio e incluso llegaban a quedarse dormidos cada uno en el lugar en el que se encontrara estudiando. También habían repetido ese ritual en el cuarto de Taichi. Sacaban las mejores notas, aunque créanme, eso no lo es todo en la vida.
Después del primer año transcurrido, la rutina de ambos chicos cambiaría drásticamente. Por extraño que parezca, Koushiro consiguió una novia -Mimi Tachikawa, del departamento de Gastronomía- y comenzó a trabajar desde casa en alguna empresa de nueva formación por Internet. El tiempo que tenía libre -si es que había alguno - lo pasaba con Taichi, aunque éste se daba cuenta de que no era lo mismo. Después de la cuarta o quinta vez que su amigo cancelaba algún compromiso, se dio a la tarea de seguir el mismo camino que él: conseguir un empleo y una pareja.