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¿Quién eres? por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

Perdón por desaparecer, he estado teniendo dos semanas bastante malas. ¿Vieron cuando todo esta bien y de repente es una cosa mala tras otra y tras otra? Pues así fue toda la semana pasada y parte de esta. Pero bueno, ya fue hora de asumir que hay cosas que se arruinan y no se pueden arreglar, hay que sobrellevarlas y ya. 

Claramente no había estado con ganas de escribir, solo quería dormir y pretender que el mundo no existe mientras miraba anime y lamentaba mi existencia. Probablemente me hubiese tomado más tiempo si no me hubiesen escrito dos personas que me recordaron que hay gente esperando mi historia de la cual me siento muy orgullosa por suerte, y fue increíble que ambas personas me estuviesen leyendo por primera vez. 

Tonto, pero gracias porque al fin hay capítulo! Es sábado, lo sé, pero llevo los últimos tres días despierta hasta las cinco de la mañana escribiendo este cap, suelo perder la noción del tiempo cuando escribo. Y si no lo notaron, este cap es laaargo (17 hojas). Quien me conoce sabe que me cuesta parar y sé que a muchos no les gusta eso, pero bueno, este cap es súper especial porque lo llevo esperando tres años! Tenía que ser perfecto y tener todo lo que yo quería, me encantó y espero que a ustedes también.

Disfruten!

Seto había faltado a clase tanto el lunes como el martes, probablemente se debía a que el próximo evento sería ese fin de semana. Joey no sabía si alegrarse o no, porque había estado pensando en finalmente hablar con él desde su conversación con Malik.

Cuando el miércoles entró a clase y lo encontró sentado en su asiento tecleando a toda velocidad en su computadora, su entusiasmo se fue por el caño. Ya no quería hablar con él, simplemente no podía. No sabía ni cómo acercarse a él para hablarle, ni cómo sacar el tema.

Una bola de papel golpeó su cabeza y cayó sobre su escritorio. Lo abrió antes de que el profesor dejara de escribir en el pizarrón.

“Tienes que hablar con él”.

Miró a Yugi quien señaló con el índice a Seto. Asintió prometiendo que lo haría.

Planeó pedirle para hablar durante la hora del almuerzo. Se paró de su asiento y caminó hacia el frente, pero al encontrarse junto a él no pudo pronunciar ninguna palabra. Seto levantó la vista al notar a alguien a su lado y cuando ese par de ojos azules se fijaron en él perdió la valentía de inmediato. Disimuladamente siguió su camino hacia el baño pretendiendo que ese siempre había sido su objetivo. Desperdició casi toda su hora del almuerzo escondiéndose en el baño de la vergüenza y cuando regresó a clase la mirada de Seto lo persiguió hasta que tomó asiento junto a sus amigos para comer su bento. Estaba seguro de que estaba enrojecido.

-No sabía que eras un cobarde.

Fueron las únicas palabras que le dirigió Tristán cuando regresó y enseguida cambió de tema. Simple, pero era el combustible que le hacía falta, porque Joey Wheeler podía ser muchas cosas, pero nunca sería un cobarde o dejaría que alguien creyera que lo era. 

Cuando la campana de finalización de clases sonó Seto se paró enseguida, pronto para irse. Joey tuvo que guardar rápidamente todas sus cosas y corrió por el pasillo para poder alcanzar las largas zancadas del castaño. Lo vio a lo lejos dirigirse a la limusina estacionada en la calle mientras miraba su celular en una mano.

-¡Kaiba!

Se decidió por gritarle al ver que no lo alcanzaría y nuevamente se arrepintió. Seto se clavó de inmediato en el piso y volteó a verle sorprendido, probablemente él tampoco esperaba que le hablara. Corrió hasta estar frente a él y entonces sus piernas comenzaron a temblar, porque hacía mucho que no estaba tan cerca de Seto y ya había olvidado el efecto cautivador que le causaba su apariencia. Pocas personas podían presumir de lo bien que se veían con un uniforme escolar.

-Yo… me preguntaba si podría hablar contigo un momento –se sentía patético, más le valía a ese idiota decirle que sí.

La fría mirada azul lo recorrió por completo. Seto guardó su teléfono y se enfocó en él. -Puedes. ¿De qué quieres hablar?

Joey sintió alivió y nervios a la vez. -Quería hablar sobre lo que pasó en el Matsuri…

-¿Joey? ¿Eres tú? –la puerta de la limusina a su lado se abrió y el pequeño Mokuba apareció sonriente de verlo-. No te veo desde hace semanas, y eso que me prometiste que volverías a jugar conmigo. Romper promesas no es bueno, debes cumplirlo.

A Joey se le desconectaron completamente los circuitos en su cabeza y enseguida lo invadió la pena absoluta. Mokuba tenía razón, se había olvidado totalmente de él al tratar de ignorar a su hermano, y eso que se había prometido hacerle compañía. De todas formas Mokuba no debía de estar muy enojado porque con mucho entusiasmo se abrazó a él, y como siempre no pudo ignorar el afecto de un niño así que lo abrazó de vuelta dejando de lado a Seto.

-Lo siento mucho, he estado un poco distraído. Pero de verdad me alegro de volver a verte, chibi –Mokuba le dio una gran sonrisa-. Y claro que volveré a jugar contigo, tienes que enseñarme ese truco genial que hiciste la otra vez.

-Estoy seguro de que lo aprenderás rápido –Mokuba miró entre Joey y su hermano y no dudó en agregar-. ¿Sabes qué? Deberías de venir con nosotros ahora, iremos a Kaiba Corp. y ahí hay un trillón de juegos que podemos probar.

La cabeza de Joey comenzó a maquinar excusas para negarse, pero como siempre su cerebro trabajaba a velocidad de tortuga, contrario a la fugaz inteligencia de Mokuba.

-No sé, no tengo mucho tiempo libre –pensó en el trabajo-, además no creo que tu hermano esté de acuerdo.

Mokuba resopló con sarcasmo e hizo un movimiento con la mano hacia Seto, como ignorando su posible opinión. -A Seto no le importa.

El castaño se cruzó de brazos bufando. -Seto está acá. Es una persona y puede hablar por sí mismo –se quejó. Mokuba se rio y Joey no pudo evitar la sonrisa-. Me parece bien que vengas, Joey. Podemos hablar de lo que quieras cuando lleguemos.

A penas Seto dio su consentimiento, Mokuba tomó su mano para arrastrarlo hacia la limusina. Ahora era su turno para ser ignorado por el pequeño manipulador Kaiba. Calculó el tiempo que tenía antes de ir al trabajo y la urgencia de hablar con Seto de una buena vez. Antes de querer acordar ya estaba sentado en la limusina con Mokuba a su lado sin parar de parlotear sobre esto y aquello. Su mirada iba del adolescente a su hermano mayor, quien lo miraba fijamente sin decir nada pero escuchando atentamente, tal y como pasó en el avión.

-¿Participarás en el evento del sábado?

-Por supuesto –afirmó con suficiencia y miró a Seto, no había ninguna mueca en su cara-. ¿No hay ninguna decepción de tu parte? ¿Quizá sorpresa o un ‘despediré a alguien cuando llegue’?

Seto demoró en responderle, entonces dejó ver una disimulada sonrisa. -No.

-¿De verdad? ¿Te rendiste con eso de subestimarme?

-Pues sí, y hace bastante, por si te interesa saber.

Joey no pudo evitar sonreírle. Misión cumplida. Por alguna razón sintió su piel erizarse. Aunque admitía que extrañaría poder refregarle en la cara a Seto como se equivocaba en cuanto a él, se sentía orgulloso de solo verlo tragarse su orgullo.

Cuando llegaron al subsuelo de Kaiba Corp. había personas esperándolos, tomaron la mochila de Mokuba y el maletín de Seto, Joey decidió quedarse con sus pertenencias en caso de huida. Los persiguieron hasta que tomaron el ascensor, las cuestiones de seguridad de verdad lo ponían incómodo. Mokuba recordaba perfectamente el fanatismo que tenía con hacer misiones, por lo que el piso de “diseño de trampas” fue el primero que propuso para mostrarle. 

El ascensor subió hasta el piso diez y al salir se encontraron con un largo pasillo donde las paredes eran solo de vidrio y daban lugar a diferentes salas; algunas vacías y otras con personas trabajando en conjunto.

Seto los seguía detrás y se preguntó si lo hacía porque esperaba hablar con él.  

-Señor vicepresidente –un hombre joven, de casi su edad y de traje, apareció sosteniendo un portapapeles-, se estuvieron reportando varios fallos en el mapa del Pantano durante toda la mañana. Pensamos que la actualización de ayer tiene algo que ver, pero creemos que usted debería de revisarlo.

Mokuba hizo un ruido de lamento mientras le ponía ojitos de gatito a Joey. -Lo siento, tengo que ir a revisarlo o todo saldrá mal –entonces su cara cambió a una de decisión y apuntó a Joey con un dedo-. Pero sigue en pie que me debas un juego y no puedes escaparte a la próxima.

Mokuba se marchó solo cuando le prometió que un día de estos volverían a jugar juntos. Enseguida se hizo súper consciente de que había quedado solo con Seto y en un lugar desconocido, su pie comenzó a rebotar contra el suelo mientras pensaba en qué decir.

-¿Qué con eso de “señor vicepresidente”? -soltó con una risa tonta.

-Es una de esas cosas que se suman a la lista de ‘quiero ser mayor’ de Mokuba. Los empleados le siguen la corriente porque todos somos jóvenes y estoy seguro de que mueren de la risa por dentro cada vez que lo tienen que decir –Seto explicó negando.

Le hizo una seña para que lo siguiera, guiándolo por los pasillos de ese piso.

-Su entusiasmo por crecer sigue siendo adorable.

-Si tú lo dices… -Seto fue señalando varias puertas de vidrio y explicando la función de cada sitio, todo estaba conectado a la tarea de crear misiones-. Aquella es la oficina de Akefia, él es el jefe de esta sección. Ven, te enseñaré la sala de pruebas donde ensayamos las misiones antes de que se lancen al público.

Joey no dejaba de mirar hacia todos lados, el sitio era un paraíso y el vidrio le permitía contemplar todo a la perfección. Trabajar en ese sitio parecía un sueño y más al ver que la mayoría tenía su edad o unos cuantos años más. Se preguntó si el Sacerdote sería alguno de los chicos guapos que entusiastamente soltaban propuestas en una larga mesa de trabajo, donde en el centro flotaba una imagen aérea del mapa del Himalaya. Estaba seguro de que esa era la planta predilecta para que trabajara el Sacerdote, explicaría a la perfección por qué siempre sabía dónde estaban las misiones y los secretos que estas escondían.

Subieron por la escalera un piso más en donde ya no había tantas salas, es más, una resaltaba y se notaba que era la principal en ese lugar. La pared que la separaba del pasillo se extendía hasta su cintura y luego seguía un vidrio hacia el techo, la habitación estaba construida con elevación hacia la entrada lo que permitía que pudiese ver todo desde afuera. Había múltiples escritorios con computadoras y aquellas otras consolas donde se podía jugar a “Magic & Wizards”, y una gran pantalla estaba en el fondo. El lugar parecía moderno hasta la médula y decorado de forma juvenil; estaba pintado de colores brillantes y en una de las paredes internas alguien había hecho el espectacular trabajo de dibujar a “Diabound”, el monstruo más fuerte de la baraja del Ladrón.

-Apuesto a que Gozaburo Kaiba se revolcaría en su tumba si viera lo que has hecho con este lugar. Es asombroso.

Seto soltó una risa sincera y Joey le sonrió, su talento para hacer reír a las rocas era increíble, aunque él mismo lo dijera.

-Estoy seguro de que sí.

Iba a agregar algo cuando otra cosa llamó su atención, estuvo tan distraído que ni lo había notado. En uno de los escritorios de la esquina estaba sentado Akefia frente a una computadora y en el espacio libre junto a esta estaba Ryou riéndose mientras balanceaba sus pies de adelante hacia atrás.

-¿Qué hace Ryou aquí?

-Hace semanas que suele venir después de la escuela. ¿No lo sabias?

Joey negó con la cabeza, aturdido. Ryou no era de ocultar cosas a menos que sea importante, un secreto ajeno o le dieran vergüenza. Estaba por preguntar por más información cuando la pregunta se respondió por sí sola.

Akefia se paró de su asiento y se colocó frente a Ryou quien se sonrojó, aunque no se mostró ni por un segundo nervioso mientras que Akefia acercaba su rostro al suyo. Definitivamente esa no era la primera vez que sucedía. La mandíbula de Joey cayó al suelo al ver a Ryou y Akefia besarse como si nada, como si eso hicieran todos los días… probablemente hacían eso todos los días.

-¡¿Qué demonios?! ¿Desde cuándo…? ¿Por qué yo no sabía nada de esto? -no podía creer que Ryou haya ocultado algo como eso-. Cuando lo agarre…  

-Si te hace sentir mejor, yo tampoco lo sabía. Era consciente de que andaban en algo, pero no que habían llegado tan lejos.

Miró a Seto, quien seguía mirando a Akefia y Ryou besarse como si no hubiese nadie mirándolos a unos metros. Entonces Seto volteó a mirarlo nuevamente y a penas sus ojos se encontraron pudo sentir el calor en su rostro, se estaba sonrojando. Su mirada se enfocó en los labios de Seto y recordó la sensación de tenerlos sobre los suyos. Se obligó a mirarlo a los ojos y se dio cuenta de que él también se había distraído mirándole los labios.

Definitivamente ambos estaban pensando en el beso de hace semanas.

Se dio una bofetada mental para ignorar los pensamientos extraños que llegaban a su mente. Pensó en el Sacerdote, en las conversaciones que tuvieron todas las noches durante semanas, en la muy probable posibilidad de verse al fin en un par de días. Se concentró en la sensación que le producía el solo asimilar que el Sacerdote podía estar en ese mismo piso o en el de abajo, hoy podrían estar más cerca de lo que nunca habían estado. Debía ignorar las estúpidas sensaciones que su cuerpo producía cuando estaba cerca de Seto Kaiba.

-Creo que ahora es un buen momento para sacar el tema que quería hablar contigo.

-Me parece bien. Además no creo que ahora pueda mostrarte la sala de ensayos, quizá en otro momento –Seto señaló donde Akefia y Ryou seguían besándose-. Vayamos a otro lado. Sígueme, perro.

-Ya te dije que dejes de llamarme así.

-Cada vez que te enojas te pareces más a uno –Seto le sonrió sarcásticamente al pasar por su lado.

-Te juro que el único motivo por lo que no te daré la patada en el trasero que te mereces, es porque seguro uno de tus monos me echará a patadas a mí después.

-Probablemente.

Le echó una última mirada a Ryou y Akefia antes de irse. Ahora el egipcio acariciaba una de las piernas de Ryou, que curiosamente estaba envuelta en su cintura con entusiasmo. Era increíble que ese fuera el mismo Ryou que hace unas semanas le había pedido que ganara el peluche de conejo para él mientras le ponía ojitos de cachorro. Su amigo estaba perdiendo su inocencia… todo era culpa de Akefia… ya tendría una charla con él al respecto.

La próxima vez que entraron al ascensor, de por sí incómodo al ser solo ellos dos, subieron hasta casi el último piso. En la estancia había solo una sala de juntas en una esquina y al fondo pudo ver una puerta doble, Seto los guió hacia allí. Además de eso, solo había una pequeña oficina externa para un secretario, pero no había nadie allí.

-Pasa, perro –Seto abrió la puerta para él. 

Joey silbó con admiración. -Bonita oficina.

Solo porque sabía que le iba a molestar, comenzó a caminar por el lugar como perro por su casa. Se acercó a un ventanal y contempló la vista panorámica de la ciudad, sin duda estaba en uno de los edificios más altos de la zona y eso le permitía contemplar con claridad el paisaje de árboles de granito y vidrio. Fue hacia el escritorio sólido de madera, estaba lleno de papeles que tapaban una laptop de última generación, pero lo que más le llamó la atención fueron los dos portarretratos que había allí; en uno estaban Mokuba y Seto, quien apenas sonreía, y en la otra estaba Seto con sus tres mejores amigos, debía de ser de hace dos años o más.

Tomó la última foto en sus manos mientras se sentaba en la silla del escritorio y giraba.

-Claro, siéntate como en tu casa –Seto lo miró un poco mal y se apoyó en uno de los sofás frente al escritorio. No le sacaba los ojos de encima.

-Sé que no te molesta tanto como quieres hacerme creer –él no dijo nada en respuesta, así que Joey asumió que tenía razón-. ¿Qué tiene que hacer uno para conseguir que le traigan un café?

Seto bufó con burla. -Deja de creerte el jefe, no te sale tan bien como a mí. Además, ni siquiera te gusta el café.

-Es cierto. Aunque no sé cómo lo sabes –devolvió el portarretratos a su lugar-. Es aterrador.

-Soy observador.

-Como dije, aterrador –prácticamente estaba admitiendo que lo observaba-. Hablando de eso…

El sonido de alguien tocando la puerta volvió a interrumpirle, el mundo parecía conspirar para que no sacara el tema. Seto autorizó a que pasara y entró una mujer en sus treinta llevando una carpeta.

-Buenos días, señor Kaiba. El abogado ya revisó el contrato con la compañía Schroeder, solo hace falta su firma, la del vicepresidente y… –la mirada de la mujer cayó en él y detuvo su monólogo ante el desconcierto de ver a un joven desconocido tomando el asiento de su jefe-… la del señor Atem también. Mmh… ¿necesita algo más, señor Kaiba? –la mujer no dejaba de mirar de reojo hacia Joey mientras trataba de pensar en quién podría ser.

-No, así está bien –la mujer se dio la vuelta para marcharse y tuvo que intentar dos veces tomar el pomo de la puerta al estar distraída mirando a Joey. Una vez que se marchó Seto frunció el ceño-. ¿Tan raro es que traiga a alguien a mi oficina?

-Al parecer lo es –Joey se tragó la risa-. Consecuencia de ser un antisocial.

-Como sea. ¿Puedes alcanzarme una lapicera? –revisó  los papeles que le habían entregado. Joey rebuscó entre los papeles del escritorio pero no dio con ninguna, se elevó de hombros para demostrar que no la había encontrado-. Fíjate en el primer cajón de la derecha, siempre tengo algunas ahí.

Abrió el cajón que le dijo y comenzó a revisar entre las cosas que había allí; era extraño, pero el escritorio de Seto era un completo desorden en general, supuso que los genios no tenían tiempo para limpiar y eran demasiado desconfiados como para dejar que alguien más lo hiciera. Igual se decepcionó un poco de poder estar revisando cosas ajenas y aun así no descubrir ninguna cosa “sucia” de la que poder burlarse. Y es que vamos, sería genial encontrar algo que matara de la vergüenza a Seto a penas lo mencionara.

Tomo una lapicera que había allí y se la lanzó, él la atrapó con facilidad. Negándose a perder la oportunidad, siguió revisando disimuladamente para tratar de encontrar ‘algo’. Estaba por rendirse cuando bajo una carpeta alcanzó un atisbo de la esquina de una carta de duelo.

Joey sonrió ante la idea de qué podría tratarse. Seto era súper protector con sus Dragones blancos de Ojos Azules, por supuesto que los guardaría cerca de él. La emoción lo inundó de solo pensar en que vería por fin una verdadera carta del dragón blanco. Corrió la carpeta y se le cortó la respiración, lo que de verdad encontró solo lo dejó estupefacto a él.

Con cuidado sacó la carta de duelo que estaba resguardada en una protección de plástico. Su siempre fiel amigo. ¿Qué demonios hacía su Dragón Negro de Ojos Rojos allí?

-¿Por qué tienes mi dragón? –preguntó sin rodeos enseñando la carta-. Y no te atrevas a decirme que no es mío porque lo reconocería en cualquier parte.

Seto levantó la vista de los papeles que firmaba y lo miró estupefacto, al parecer era la primera vez que no sabía cómo responder a una pregunta. Se acercó al escritorio lentamente y Joey de inmediato se paró, no quería una desventaja de altura cuando se aprontaba para una pelea.

-Hasta ayer estaba seguro de que solo una persona tenía mi carta. ¿Qué hace aquí? ¿Qué no sabes que es mía? ¿A quién se la quitaste?

Seto dejó los papeles en el escritorio y se refregó el rostro con frustración, un poco de nerviosismo también. -Sé que es tuya, Joey, y no, no se la quité a nadie. Yo solo la estaba cuidando por ti.

-Claro que no, se supone que quien la estaba cuidando era…

-¿El Sacerdote? –los ojos de Joey se ampliaron al escuchar el apodo-. Sí, lo sé. Ese es el punto.

Joey frunció el ceño sin entender qué sucedía. Seto estaba a solo un metro, solo los separaba un escritorio desordenado, y no dejaba de mirarlo directo a los ojos. Se zambulló en ese par de aguas azules que trataban de transmitirle un mensaje sin palabras. No hizo falta preguntar, lo entendió de inmediato.

-No, no puede ser…

-Joey, escucha –Seto se estiró sobre el escritorio para tomar la mano de Joey de Joey en la superficie plana, pero a penas lo tocó Joey la retiró con brusquedad-. Déjame explicarme.

-¡Por supuesto que vas a explicarte ahora mismo! ¿Cómo demonios me has mentido todo este tiempo? -la cara de Joey estaba roja del enojo mientras apretaba los puños a sus lados-. ¡Hace semanas que sabes quién soy y ni siquiera te atreviste a decirme quién eras o que nos conocíamos! ¡Maldición! ¡Maldito idiota! Incluso te aprovechaste de que yo no supiera nada. ¡Me besaste! ¿Sabes lo confuso que he estado estas semanas debido a ti? ¡Debiste decírmelo! Debiste habérmelo dicho enseguida. ¿Acaso pensabas que te apuñalaría por la espalda? ¡Te conté toda mi jodida vida! Deberías de confiar más en mí.

Estaba ardiendo en cólera y se sentía tan humillado en ese momento, ni siquiera quería pensar en si le gustaba o no la identidad verdadera del Sacerdote, solo pensaba en lo estúpido que era por encontrarse con Seto todo este tiempo sin saber quién era. Él sí sabía. Él lo sabía cuando rieron a carcajadas en su habitación y durmieron juntos, cuando charlaron hasta tarde e intercambiaron teléfonos con la promesa de que Joey regresara, cuando lo invitó al Matsuri y convenientemente estuvieron siempre solos. Lo sabía cuando lo besó, ahora entendía por qué no hubo tanto lamento cuando lo rechazó por estar enamorado de alguien más.

Nunca hubo tres chicos en su corazón, ni siquiera dos. Siempre había sido Seto quien aceleraba sus pulsaciones. ¡Maldición! ¿Qué clase de juego tétrico era ese?   

-Joey, estás entrando en pánico. Necesitas tranquilizarte, respira -solo entonces notó que apenas estaba obteniendo aire por gritar tanto y comenzó a tomar grandes bocanadas. Seto lo miró preocupado pero sin acercarse, lo agradeció-. No quería mentirte, más bien ocultarte cosas. Es que todo se fue acumulando y cuando me di cuenta, había demasiadas cosas que explicar.

-Querrás decir que había demasiadas mentiras que confesar –Joey lo miró mal y negó con lamento mientras seguía tratando de tomar aire. Hizo una pausa-. Es que Seto, yo pensé que había ganado un lugar entre la gente cercana a ti, pero al final me engañaste todo este tiempo porque sabías quién era yo. Ese es el único motivo por el cual me has permito acercarme.

-No es así, no se trata de eso.

Joey no estaba satisfecho. Seto no confiaba en él, nunca lo había hecho y por eso ahora estaban enredados en esa situación.

-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te ocultaste?

-¡Porque no sé confiar en la gente! ¿Está bien? –Seto golpeó las manos en el escritorio-. ¡He confiado en muchas personas y me han apuñalado por la espalda siempre, incluso mi propia familia! A veces las cosas son más fáciles si vives pensando que todos quieren traicionarte o aprovecharse de ti. No era algo personal en tu contra, Joey. Yo no confío en nadie más que en mí mismo o en quienes se han ganado mi confianza.

-¡Hemos estado hablando casi todos los días durante meses! ¡Yo no sabía quién eras y aun así te dije que estaba enamorado de ti! ¿Qué más desinterés que el mío?

Seto suspiró observando los ojos de Joey enrojecerse. Él con mucha razón estaba enojado. Se había colocado en el centro de un laberinto del cual ahora no podía salir.

Se propuso bajar la voz para calmar a Joey. -Cuando estuvimos en Egipto y me contaste tu vida sin haberme ganado el derecho a escucharla, supe que probablemente eras de esas personas a las que uno le puede confiar la vida. Sé que puedo confiarte mis sentimientos, pero no sabía si se los podía confiar a Senshi.

-Pues claro que no lo sabías, porque nunca le diste una oportunidad a Senshi.

-No desde tu punto de vista. Pero para mí, la oportunidad se la di en Egipto. Escucha, volví a Japón con el mal recuerdo de una estropeada experiencia que me hizo dudar de Senshi, pero entonces me enteré de que Senshi eras tú y me di cuenta de que dudar era estúpido contigo porque sabía que podía confiar en ti.   

-¡Es que enredaste tanto las cosas que ahora ni sé quién eres tú o el Sacerdote, y menos sé de quién estoy enamorado! Creo que en este momento los odio a los dos y como tengo tanta suerte: ¡sorpresa! ¡Son lo mismo!

-No quería mentirte, pero cuando traté de arreglarlo a través del Sacerdote ya no me querías de vuelta –volvió a tomar una de las manos de Joey hechas puño sobre el escritorio, esta se aflojó en sus dedos-. Cuando supe que eras tú y el daño que te hice, no podía apartarme. Quería volver a verte sonreír como aquella vez junto a la fogata y te quería a mi lado.

-Al parecer tienes un talento para arruinar las cosas cuando te están saliendo bien –Joey quitó su mano con resentimiento.

-Por lo general se arruinan sin que tenga que intervenir. Pero esta vez es diferente, porque quiero hacer algo para remediarlo. No quiero perderte.

Joey volvió a sentir como le faltaba el aire y se sintió acorralado entre el escritorio y la pared. -Nunca me has tenido. Ni siquiera sé quién eres y no entiendo por qué has hecho todo esto –rodeó el mueble dispuesto a marcharse.

Seto alcanzó a tomar su mano al pasar por su lado y lo retuvo, como debió hacer aquella vez en el evento hace tanto tiempo.

-Te lo explicaré, te diré todo lo que quieras saber. Soy complicado y eso ya deberías entenderlo, ya sea por pasar tiempo conmigo o por hablar con el Sacerdote.

-Deja de hablar de ti mismo como si fueras dos personas diferentes –volvió a zafarse y suspiró mientras se masajeaba las sienes-. Me das dolor de cabeza.

Se arrimó a Joey y trató de acariciarle la mejilla. Con rápidos reflejos Joey se apartó, dejando de paso su brazo entre ellos marcando una sana distancia.

-Tengo que pensar sobre esto. No sé cómo hubiera reaccionado antes si me decías que eras tú, pero saber que has estado jugando conmigo con esa información durante casi dos meses…

-No estaba jugando contigo, era la única forma que encontré para que no me alejaras, para volver a ti.

-Ya cállate, me confundes más –gimió y como niño se tapó los oídos con sus manos.

Maldita sea. Joder. Él quería estar enojado y Seto no lo dejaba. ¡Solo quería enojarse un rato y empezar con su ciclo de sufrimiento de siempre! ¡¿Por qué tenía que empezar a ser lindo ahora?!

-Me iré. Tengo que… pensar en esto… a solas -vio que Seto pretendía decir algo-. Ni te atrevas a protestar. Eres inteligente, debiste haber previsto que un mes de engaños te saldría caro.

A paso firme se fue hacia la puerta de una vez por todas. Debía de marcharse y continuar con las cosas normales de un día normal mientras que su mente pensaba a toda máquina sobre lo sucedido. Necesitaba tiempo a solas.

Seto solo agregó una cosa: -Si te ayuda a pensar, este mes ha sido el más real de mi vida.

No, eso no ayudaba para nada. Le costó hasta abrir la puerta.

Afuera la secretaria ya había tomado su lugar y le dio una mirada rápida de curiosidad antes de pararse y ofrecerle una inclinación. Había quedado claro que había escuchado los gritos de la discusión y que no saldría a ninguna parte ni una sola palabra de ella.

Con su mochila cruzada en su pecho subió al ascensor y marcó el piso a la salida. Agradeció que nadie más entrara, de igual forma todos los empleados que se cruzó en el camino no dejaban de mirarle con curiosidad. Salió a la calle a paso firme y viajó hasta su casa en tren.

Se sentía abatido, cansado y decepcionado de alguna forma. Entró a su casa y miró la comida que su padre le había dejado en la mesa, por primera vez decidió ignorarla y simplemente se cambió al uniforme de trabajo. Solo tenía unos minutos antes de tener que irse y los usó para tirarse en la cama a lamentarse y pensar sobre lo ocurrido.

“¿Participarás en el evento?”

“Los empleados de Kaiba Corp. no estamos autorizados a hacerlo, pero el punto del evento es encontrar al mejor jugador de Duelo de Monstruos, por eso mismo si logras llegar a la final y ganar, tendrás la posibilidad de retar a cualquier administrador de la empresa”.

“¿No podría pedir para retarte a ti? Sería una forma interesante de por fin conocerte y no podrías salir corriendo tampoco”.

“Poder, podrías. El ganador elige a su último retador. Pero supongo que la gran mayoría de los participantes encontrarían más interesante enfrentarse a los administradores de los mapas. Eso también es lo que todos quieren ver”.

“Ya conozco al resto, preferiría poder conocerte a ti en caso de ganar”.

“Igual considero que sería mejor vernos antes y devolverte tu carta. La necesitas si pretendes llegar a la final”.

“Esa idea no suena nada mal. Pero te juro que si huyes otra vez, encontraré la forma de descubrir quién eres y te patearé el trasero”.

Era increíble que anoche estuvieran a hablando de encontrarse el sábado y sin haberlo pretendido ya sabía la extraña identidad del Sacerdote. Se revolcó en su cama mientras gemía y ahogó un grito contra la almohada. Seto y él no podían enamorarse del otro por medio de un videojuego, eso era cosa de películas románticas de niñas, no de la vida real. Ellos eran… muy diferentes… de mundos contrarios.

-Maldición –miró las manchas de humedad en el techo-. Hay tantas cosas que tienen sentido ahora.

Se levantó rendido y salió en busca de su bicicleta para ir al trabajo, le encantaría tomarse un día libre pero ya había faltado varias veces y su jefe no estaba para nada complacido con él, ya lo había amenazado con despedirlo hacía dos días. Parado en un semáforo saltó por el ruido de un relámpago y al mirar arriba se encontró con un montón de nubes grises. Como si su mal día no fuera lo suficientemente malo, ahora se mojaría por la lluvia.

+ - + - + - + - + - + 

Por otro lado, Seto no estaba seguro de si había tomado una buena decisión al dejar marchar a Joey. Quizá debió de obligarlo a quedarse y explicar cada punto que fuera necesario, a la mierda el trabajo que tenía que hacer ese día, Joey era más importante. Pero al ver el rostro prendido fuego de Joey, sus ojos que lanzaban cuchillos y su falta de aliento, su prioridad estaba en que él se mejorara. Si se quedaba, vaya a saber lo que era capaz de hacerle porque verle en ese estado le alteró los esquemas.

El perro se veía más atractivo a medida que se enojaba.

Después de estar hablando todas noches con Joey sin parar y encontrarlo por las mañanas en la escuela con cara de dormido pero sin dejar de sonreír, estaba a su límite de volver a lanzarse. Lo único que lo evitaba era que en el fondo sabía que era una mala idea. La vez que la besó había sido rechazado de inmediato, aun así moría por tener otra oportunidad.

-¿Joey ya se fue? –Mokuba entró a la oficina y se mostró decepcionado de encontrarlo solo-. ¿Al menos hablaste con él? ¿Le dijiste la verdad?

-Más o menos. Sí hablé con él, pero se enojó y se marchó –se quejó con frustración.

Su hermano pequeño lo miró de arriba abajo con pesadez. -¿Y qué esperabas? Era obvio que se iba a enojar. Yo me hubiera enojado.

-No estás ayudando –Seto ya se estaba cansando de ser avergonzado por su hermano menor.

-No estaba tratando de ayudarte –Mokuba elevó los hombros-. Pero si quieres un consejo, te lo daré. ¡Ve a buscarlo ahora mismo!

Mokuba se dio medio vuelta y se marchó dejándolo solo nuevamente. Miró la ciudad por el ventanal mientras reflexionaba. Joey no quería hablar con él porque necesitaba tiempo para pensar, para encontrar respuestas. Respuestas que no iba a encontrar por sí mismo. Estaba cansado de ser paciente, esta vez haría lo que quería para que Joey lo perdonara, le gustase a este o no.

Tomó del escritorio las llaves de su auto, no solía manejar a menos que fuese necesario y esta vez lo era, no quería miradas indiscretas hacia Joey y eso conseguiría si viajaba en limusina. Bajó al subsuelo y les pidió a los guardias que no lo siguieran, aunque sabía que alguno de ellos seguramente lo perseguiría. Marcó en el GPS la dirección de Joey y condujo hacia allí lo más rápido que pudo. Al bajarse del auto muchas personas del barrio se lo quedaron mirando. No era un barrio peligroso, más bien parecía ser uno enfocado en ancianos, quienes no estaban acostumbrados a ver un auto como el suyo por esos rumbos.

Ignoró las miradas y comenzó a buscar el apartamento de Joey. Sabía que contar con esa información algún día sería de utilidad. Toco el timbre varias veces pero nadie le atendió. Llegó a pensar que quizá no quería abrirle.

-¿Buscas a alguien de la familia Wheeler, joven? –le preguntó una señora vecina que cargaba con la compra. Ella le sonrió amablemente mientras abría la puerta de su propia casa.

-Estoy buscando a Joey. ¿Lo ha visto?

-No, pero a esta hora él suele salir para el trabajo. Es un muchacho muy trabajador y encantador, siempre está atento de que yo esté bien, es muy especial -la señora divagaba con una sonrisa-. Quizá puedas venir más  tarde cuando salga del trabajo.

-Sí, muchas gracias -le hizo una leve inclinación en agradecimiento-. Que tenga un buen día.

Mientras se marchaba escuchó como la señora volvía a divagar sobre Joey.

Volvió a la calle y se montó en el coche con una decisión clara; buscaría a Joey en el trabajo si hacía falta. No le importaba si tenía que humillarse frente a un montón de comensales pertenecientes a la clase alta, no esperaría ni un segundo más para hablar con Joey. Armaría un maldito alboroto si era necesario, pero ese tonto chico terco iba a escucharle de frente la maldita confesión amorosa que venía conteniendo durante semanas.    

Condujo el auto hasta el centro de la ciudad donde Joey trabajaba. Si la señora tenía razón y la suerte se ponía de su lado, quizá pudiese llegar antes que él. Agradeció a los dioses de Egipto cuando, a punto de estacionar, identificó la cabellera rubia de Joey dirigirse en su bicicleta al callejón junto al restaurante. Frenó junto al borde de la acera sin fijarse si podía y se bajó sin más.

Encontró a Joey colocando su bicicleta contra una de las paredes, se veía desanimado, un poco perdido. Su rostro fue de desconcierto cuando lo identificó finalmente.

-¿Qué haces aquí? -esta vez ya no estaba a la defensiva, más bien parecía deprimido.

-Sé que me pediste que no te siguiera. Quiero hablar contigo, ahora, a pesar de que sé que puedes terminar enojándote aún más conmigo, al parecer no soy tan inteligente como parece.

Joey lo miró fijamente mientras se mordía esos hermosos labios carnosos suyos. Se acercó un par de pasos, Joey no retrocedió esta vez.

-No estoy enojado, quizá lo estaba un poco antes, pero ahora… ya estoy mejor. Solo estoy confundido y me siento terriblemente humillado -fiel a sí mismo, miró mal a Seto responsabilizándolo de todo su mal sentir.

-Lo lamento. Tenías razón, oculté tantas cosas que al final todo se me fue de control -se plantó frente a él pudiendo ver a la perfección sus ojos amielados y la casi imperceptible cicatriz que tenía en la cien-. Sé que te he estado confundiendo, no era mi intención.

-Creo que más o menos lo entiendo ahora -Joey trató de sonreírle pero fracasó de inmediato cuando sus ojos se encontraron. Él lo miraba con expresión confusa-. Es tan extraño que seas tú. Digo, tiene mucho sentido y explica muchas cosas, pero ni en un millón de años pensé en la posibilidad de que alguien como tú se pusiese hacer amigos por internet y menos coquetear.

No pudo evitar reírse ligeramente. Después de tantas conversaciones entre el Sacerdote y Senshi, sabía que Joey creía que Seto Kaiba era algo así como una máquina, o al menos antes lo creía.

Sin resistirse se atrevió a acariciarle la mejilla, algo que se moría por hacer. Joey no se apartó, solo cerró los ojos ligeramente hasta que sintió la piel ajena y los volvió a abrir para encontrarse con un par de frías lagunas admirándolo, la piel de sus mejillas comenzó a calentarse un poco. Seto estaba muy cerca y olía maravillosamente bien, y por suerte para su cabeza, ya no tenía por qué sentirse tan confundido cuando su cuerpo respondía armoniosamente a él. Se dejó zambullir en lo que le producía el calor de la mano de Seto en su mejilla. Su estómago hacía cosquillas.

-¿Te decepciona que sea yo? -Seto preguntó acunando la mejilla de Joey y acercándose aún más.

-Claro que no –Joey ya se había acostumbrado a la increíble falta de confianza del Sacerdote cuando se trataba de amistad y romance-. Solo es… raro.   

Ambos saltaron y se separaron cuando una puerta de metal chillona a su lado se abrió. Un hombre gordo y con uniforme de chef salió con cara de muy pocos amigos. Identificó a Joey de inmediato y miró el reloj en su muñeca, su cara comenzó a tornarse roja.

-Wheeler, llegas tarde, otra vez –entonces su mirada fue de un chico a otro y al parecer entendió que no eran “solo amigos”-. ¡Demonios, Wheeler! ¡No te pago para que andes coqueteando indecorosamente con chicos en mi callejón! ¿Qué pasaría si alguien te viera y luego pensara que el resto de mis empleados o yo fuéramos como tú? ¡Eres un inconsciente!

Joey se sintió enrojecer de la vergüenza. ¿Acaso él estaba insinuando…? -¿Cómo yo?

-¡Sí! ¡Maricones, me refiero! –el hombre revoleó las manos con aire de ofendido-. No me interesa lo torcido que tú puedas llegar a estar, ese lamento se lo dejo a tu padre, pero no quiero que eso se relacione con mi restaurante.

La cara de Joey fue de rojez a palidez en un segundo. Jamás, nunca nadie le había dicho tal cosa sobre su sexualidad, nadie lo había tratado como una peste por eso. Ni siquiera sabía que gente así aún existía y se atrevía a dejar bien claro su opinión a cualquiera que quisiera escucharla. Miró a Seto de reojo y notó que estaba tan pasmado como él, lamentaba estar arrastrando a Seto a esto también.

Quería que la tierra lo tragara en ese momento, jamás había sentido tanta humillación en un solo día. Iba a decir algo cuando Seto se le adelantó, maldijo por dentro por no darse cuenta de que ese presumido diría algo seguro.

-¿No le parece que está exagerando un poco? Actúa como si le estuvieran ofendiendo directamente. Nada de esto tiene que ver usted y su pequeña mente cerrada.

Joey gimió con lamento y golpeó el brazo de Seto para pedirle que se callara de una buena vez. -Ya para –le rogó y luego miró al chef, a quien le empezaba a salir humo por la cabeza-. Lo lamento, jefe. No volverá a ocurrir.

-¿Por qué te disculpas, Joey? Él debería de ser el que se disculpara por estar diciendo estupideces –Seto lo miró enojado, como si no entendiera por qué no se defendía a sí mismo.

-Es mi jefe –se justificó Joey rechinando los dientes y fulminándole con la mirada para que dejara de hablar de una vez.

-Eso no le quita lo idiota –tranquilamente señaló al hombre con el índice.   

El hombre no aguantó ni un segundo más y reventó. -¿Idiota dices? ¡No tengo por qué escuchar los insultos de dos maricones en mi restaurante! Primero faltas o llegas tarde casi todos los días y ahora esto. No quiero volver a verte por aquí, Wheeler.

El alma de Joey terminó en el piso. -Pero…

-¡Pero nada! ¡Se acabó, estás despedido!

Necesitaba ese trabajo, no había muchos empleos para los cuales no necesitara mostrar un permiso de la escuela y solo le faltaba poco dinero para poder viajar a ver a Serenity. Como si el universo estuviera conspirando en su contra, un nuevo trueno se escuchó entre los edificios y entonces comenzó a llover de a poco. ¿Acaso su día no podía ir peor?

-Joey –Seto tomó su mano para llamar su atención, cuando lo miró se notaba casi arrepentido.

Quitó su mano y le dio un fuerte empujón con enojo. -Ya basta, Seto. ¡Solo tenías que callarte!

-¿Seto? –el hombre miró mejor al joven en uniforme escolar junto a su ex-empleado. El nombre era inusual, solo conocía a una persona en toda la ciudad en poseer ese nombre y tenía el placer de decir que varias veces había ido a su restaurante. No podía creer que no lo había identificado antes-. Señor Kaiba… -los ojos del hombre saltaron de sus cuencas al percatarse-… ay no.

Joey soltó una risa irónica al ver la cara del hombre para el que había trabajado por casi un año. Se merecía el miedo que estaba pasando en ese momento, por todos los malos tratos que se había bancado trabajando para él, pero era una mierda que no fuera por su causa que se estaba arrepintiendo.

-Como siempre la homofobia tiene sus límites en el dinero. Increíble.

Estaba cansado de ese día y más por los enojos que le había tocado pasar, porque sí, ahora estaba tan enojado como había estado hacía un par de horas. Estaba furioso consigo mismo, con Seto por actuar como idiota y con el tonto hombre que ahora parecía dispuesto a arrodillarse y pedir disculpas al ‘Gran Seto Kaiba’. Maldita sea el día que no nació rico e inteligente.

No estaba dispuesto a soportar ni un segundo más de humillación en ese lugar. Fue hacia su bicicleta y se montó en ella para marcharse de una buena vez y nunca tener que regresar si podía evitarlo. Escuchó a Seto llamarlo a su espalda pero lo ignoró completamente, algo en ese hombre lo hacía enojar en cuestión de segundos; si antes quería patearlo, ahora quería sencillamente asesinarlo.

Fue todo el camino a casa mojándose por la lluvia y maldiciendo en cada esquina.   

Cuando llegó a los edificios donde vivía se bajó de la bicicleta empapado, agradeció que al menos fuera verano. Un segundo después escuchó la frenada de un auto y no necesitó darse vuelta para saber quién era. La puerta del auto se abrió y cerró. Pasos sobre el agua de la lluvia se detuvieron a su espalda.

-Si continúas siguiéndome tendré que denunciarte por acoso.

-Pensé que ya habíamos dejado claro que solo te estaba acosando un poco.

La referencia a la conversación por chat de hace meses lo hizo sonreír sin poder evitarlo, por suerte le estaba dando la espalda.

-Pues hoy a has demostrado que no es solo un poco.

-En mi defensa, tú fuiste el que me pidió para hablar.

Joey comenzó a caminar hasta donde solía dejar su bicicleta. Seto le pisaba los talones.

-Sí, y mira cómo terminó –se agachó para ponerle el candado. Se paró y miró a Seto, llevaba un paraguas por lo que evitaba mojarse-. Y pensar que hace un par de horas estaba preocupado por ti, no sabía si te habías enamorado de mí y en ese caso me parecía pertinente rechazarte una vez más porque ya estoy enamorado de alguien. ¿Sabes? Cuando me pongo a pensarlo, me doy cuenta de lo enredado que se volvió todo.

-Es extraño lo fácil que es para ti admitir tu enamoramiento por el Sacerdote –Seto tomó su camisa mojada y lo atrajo hacia sí para refugiarlo de la lluvia bajo el paraguas.

-Ya deja de hablar del Sacerdote como si fuera tu gemelo o una persona que conocemos en común.

Estaban pegados casi junto al otro mientras el agua caía a su alrededor. Joey debía de mirar hacia arriba y algo en su estómago se sacudió al pensar que estaba experimentando la diferencia de altura por primera vez. Dios, amaba la altura de Seto y esos ojos que venían persiguiéndolo adonde fuera desde hacía semanas.

-Desde que el Sacerdote apareció, antes de siquiera crear el juego, he pensado que es la mejor versión de mí. Al menos es la versión que a la gente más suele gustarle -con total confianza volvió a acariciar la mejilla mojada de Joey.

-Realmente no logro notar la diferencia, Seto –reflexionó al respecto-. Yo diría que el Sacerdote es quien estuvo en el viaje a Egipto, con quien hablo por las noches, con quien me reí en tu habitación y fui al Matsuri, quien se preocupa más por su hermano que por sí mismo. El Sacerdote eres tú en todo momento fuera del trabajo, es decir, la mayor parte del tiempo eres el Sacerdote. Me parece que el Sacerdote no es el invento, el gran Seto Kaiba si lo es y aun así él también es bueno. No hay nada de malo en guardar lo mejor de ti para aquellos a quienes quieres, Seto. Creo que ya te lo había dicho con anterioridad.

Joey vio al chico a su lado cerrar los ojos por un momento y cuando los abrió eran cálidos y no fríos. Antes de darse cuenta Seto lo abrazó, importándole un pepino su ropa mojada.

-Joey, vayamos por un café o un chocolate caliente si lo prefieres. Deja que te explique todo como corresponde y si quieres darme la patada de la que tanto hablas después, lo aceptaré.

-No tienes idea las ganas que tengo de patearte, así que no me tientes…

Seto se separó para mirarle. -¿Eso es un sí?

-Está bien. Total, no tengo nada que hacer porque me despidieron -Joey lo miró mal-. Espero que seas consciente de que eso te saldrá muy caro. Como sea, iré a cambiarme y bajo.

-No tenía la intención de que te despidieran. Pero de nada, tu trabajo parecía horrible.

-Estas a cinco segundos de una patada, maldito niño rico.

Joey se dio la vuelta ofendido y dispuesto de ir a su casa a cambiarse, por otro lado Seto no quería que se fuera aun, a pesar de que volvería. Tomó su brazo y lo obligó a volver por segunda vez en ese día. El pecho de Joey chocó contra el suyo y este tuvo que sostenerse de sus hombros para evitar caerse por el tropiezo.

-Así es justo como te quiero –tomó la cintura de Joey con su mano libre y lo pegó a su cuerpo tanto como era posible.

Los ojos amielados le parpadearon un par de veces mientras las mejillas se tornaban de un bonito color rosado y en su frente se pegaba el brillante cabello rubio que lo volvía loco en sus sueños. Debía admitir que era un poco bastante egoísta de vez en cuando y ese era uno de esos momentos; quería besar a Joey y no pensaba pedir permiso, aceptaría feliz la patada que vendría después.

Acercó su rostro al de Joey y unió sus labios de una vez por todas. Los labios de Joey se sentían suaves y mojados por la lluvia, él sabía a lluvia y le encantaba. Se alegró de que a los pocos segundos le estuvieran correspondiendo con entusiasmo. Era un beso superficial y profundo a la vez, uno que habían esperado ambos por tanto tiempo que no querían parar ahora que se había dado. Mordió el labio inferior de Joey y escuchó escaparse un gemido mientras que las manos de Joey se hacían puños en su pecho. Diablos, quería meter su lengua en esa boca y llevarse al chico en sus brazos a otra parte donde estuvieran solo los dos para poder disfrutarse.

-Para… -la voz de Joey a penas se oyó y no parecía muy convencido de lo que decía. Con lentitud se apartó dejando una mano en su pecho y llevando la otra a sus labios que cosquilleaban con anhelo-. Estamos en la calle, cualquiera podría vernos.

-Está lloviendo a cántaros, no hay nadie afuera ahora mismo -tomó la mano en su pecho para envolverla con la suya.

-Ese no es el punto, no está bien hacer eso en la calle –el rostro de Joey enrojeció a más no poder.

-Mira quien se ha puesto tímido ahora –Seto aprovechó para burlarse y a consecuencia la mano de Joey se escapó y le propinó un empujón.

-Cállate –fingiendo estar ofendido marchó hacia las escaleras de su edificio, solo se volteó para agregar algo más-. Me cambio y bajo.

-Te esperaré en el auto.

Seto se le quedó mirando hasta que desapareció y entonces volvió al coche y entró. Tiró el paraguas mojado hacia la parte de atrás, de verdad agradecía a quien fuera que había puesto un paraguas en el maletero. Estaba un poco mojado así que se quitó la chaqueta, todavía seguía con el uniforme escolar, así que al menos no se vería tan raro si iban por alguna bebida. Sacó su teléfono y marcó el número de Roland.

-¿Todo se encuentra en orden, señor Kaiba?

-Sí, Roland. Solo llamo para pedirte que hagas algo por mí –sabía que haría hasta lo imposible para cumplirlo-. Se trata del restaurante en el centro donde Joey trabaja, quiero que esté cerrado para la próxima semana. Eso es todo.

No se molestó en despedirse, simplemente cortó.

Quizá la parte de sí que correspondía al Sacerdote era su mejor versión, pero no podía negar que disfrutaba de vez en cuando ser el Gran Seto Kaiba. Ese hombre era un idiota si creía que podía insultarlo y salir inmune, eso sin contar que había hecho sentir mal a una de las personas más importantes para él. Iba a pagarle caro haber angustiado a su cachorro.

Notas finales:

¿Les gustó?

Este capítulo lo tiene todo, mucho drama: confesiones, peleas, reconciliaciones, enojos, gritos, malos momentos y momentos románticos que todos estábamos esperando. Esperaba tanto por este capítulo porque algunas partes las tengo en la cabeza desde hace tres años cuando empecé a escribir la historia, por ejemplo se me metió la idea de ellos besándose por fin bajo la lluvia en el estacionamiento del edificio de Joey y por más que se me han ocurrido otras cosas, siempre vuelvo a la idea original. Es un cliché besarse bajo la lluvia después de una pelea, pero a la mierda, así lo imaginé y así lo obtuve, nunca falla.

Hace como un mes que escribí la discusión en la oficina y la forma en la que Joey descubre quién es el Sacerdote. Recuerdo que me encontraba muy inspirada y me encantó como quedó.

¿Qué me dicen de Ryou y Akefia? Es una pareja secundaria por lo que no me centraré mucho en ellos y me da la oportunidad de dar saltos asombros de esta magnitud. Ryou es un chico travieso cuando se trata de su oscuridad y se lo tiene bien guardado.

En fin, advierto que es posible de que ahora en adelante me ponga empalagosa, no sé qué escribiré pero me niego que termine con ellos formalizando su relación y ya. Además hay mucho que explicar, como Kisara por ejemplo.

Por último gracias enormes a las dos personas que me escribieron (por review y por mail), de verdad sacaron a flote la histria. Ya son las cinco de la mañana así que mañana prometo contestar los reviews atrasados por mi bajón.  

Gracias por leer!!

Nos vemos en el próximo capítulo!!


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