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¿Quién eres? por Bloomx

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Notas del capitulo:

YU-GI-OH no me pertenece, yo solo utilizo sus personajes para crear nuevas historias.

Sí, es un lunes con atraso, pero es lunes! Jamás dejaría de escribir esta historia con el buen recibimiento que tuvo y con lo poco o nada que le faltaba. Pero bueno, pasaron muchas cosas: problemas de salud, estudio de inglés durante el verano, aprendía a conducir y comencé a trabajar sin un horario fijo y a veces hasta las 4 de la mañana! 

No estaba muy inspirada y cuando lo estaba, no tenía tiempo.

Sin embargo, ya está prontooo!! Y me encanta de que este capítulo tenga tanto misterio sostenido en un par de notas desde hace un año.

Ahora solo nos queda un epílogo. Disfruten este capítulo, no existiría sin su apoyo!

Capítulo 25:

Joey arrojó su mochila sobre la cama con fuerza, esta rebotó y cayó al suelo. La miró por tres segundos sospesando la idea de levantarla o no, al final la dejó allí y solo le dio una patada para apartarla del camino. Estaba completamente irritado, decepcionado y con ganas enormes de golpear algo.

¡Seis vacantes! ¡Seis! Había pasado toda la mañana del sábado recorriendo el centro de la ciudad en busca de un nuevo empleo, si podía ser parecido al anterior mejor (no quería despedirse de las propinas), pero no había tenido mucha suerte. Ya estaba harto de escuchar la frase “lo siento, chico” o “suerte para la próxima”. Y para peor no podía echarles la culpa, entendía que a pesar de su experiencia cualquiera de esos lugares se la estaban jugando si lo contrataban sin un permiso formal de la escuela.

¡Malditas reglas! Siempre estaban ahí para sacarle lo bueno al mundo.

Con su padre ganando un mejor sueldo y sus notas en la cuerda floja, no venía el modo en que el director decidiera firmar ese tonto papel. En fin, conseguir un trabajo nuevo parece que sería toda una odisea. Si no hubiera sido por…

–Ya deja de pensar en él, Joey.

Su enojo era una bomba nuclear que venía hinchándose durante la última semana y no quería más que explotar. Seto y él no se habían dirigido la palabra ni una sola vez, solo un par de miradas que demostraban lo desesperados que estaban por hablar con el otro.

¡Pero Joey no iba a hablarle a ese maldito! ¡No después de haberle prácticamente echado de su casa! ¡Se podía ir yendo derechito al infierno acompañado de sus ojos azules y su sonrisa egocéntrica que lo volvía loco!

– ¡Ah! Basta, basta, basta…

Lamentándose se tiró a la cama y miró el techo con un profundo rubor expandiéndose por su rostro. ¿Cómo era posible que las cosas hayan salido tan mal? Se suponía que ya todos los problemas estaban solucionados, solo les quedaba quererse y repetir un millón de veces lo que hicieron aquella noche. Algo en la parte baja de Joey se retorció al recordar eso.

Sin embargo, todo parecía haberse ido por el caño y Joey no pensaba dar el brazo a torcer y arrepentirse. Estaba claro que Seto tenía un problema con las relaciones amorosas y que ese problema surgía de lo que había sucedido con esa chica Kisara. Joey no creía que su relación pudiera avanzar mientras Seto se guardase lo sucedido y viviera con el miedo de que Joey hiciera lo mismo.

¿Acaso era un pecado querer saber lo que había pasado? ¿Había cruzado la raya de lo personal?

Joey no lo sabía. No quería arrepentirse de haberle preguntado, pero ya estaba cansado de no hablarle. Y más teniendo en cuenta el día. Tomó su celular y volvió a mirar el mensaje que Atem le había enviado ayer en la noche:

“Sé que Seto y tú no están muy bien ahora mismo. Pero también sé que ambos se van a arrepentir si no vienes a su cumpleaños. No haremos nada grande, solo seremos nosotros. Por favor ven.”

Todavía no estaba seguro de qué eran con Seto. ¿Estaban intentándolo? ¿O eran novios que pasaban un mal momento? De cualquier forma, no estar ahí para él el día de hoy… seguro era terrible. Aun así, se reafirmó que no iría.

No pensaba ser él quien se disculpara.

+ - + - + - + - + - +   

En medio de la ciudad de Dominó se encuentran las oficinas de Kaiba Corp., por supuesto que el egocéntrico CEO y también quienes lo habían prescindido, optaron por hacer del último piso su gran oficina. Seto siempre había justificado el tamaño y la ubicación afirmando que debía de estar cómodo para que surgieran las ideas, además pasaba más tiempo allí que en su casa para su lamento. Pasaba tanto tiempo en ese sitio, que incluso en la mañana de su propio decimoctavo cumpleaños se encontraba allí antes que nadie.

–No puedo creer que te hayas ido. ¡Estábamos esperándote para desayunar todos juntos! –la voz de su hermano menor salía del alta voz del teléfono–. ¿Sabes lo que nos costó coordinar para que Marik y Malik pudieran llegar a tiempo?

–Ya dije que lo lamento Mokuba, pero tenía trabajo que hacer.

–Sí, tú siempre tienes trabajo que hacer… –el tono rencoroso de Mokuba le hizo apartar la vista de la pantalla y de verdad se arrepintió de lo que había hecho.

–Lo sient…

–Sí, sí, ya lo sé –Mokuba lo cortó con enfado–. Al menos trata de llegar a tiempo a tu propia fiesta.

Mokuba terminó la llamada y Seto no pudo hacer más que soltar un pesado y angustioso suspiro. Tenía la mala costumbre de aislarse cuando su humor iba en decadencia, pero pensar en estar rodeado de personas felices porque sobrevivió un año más de vida parecía simplemente patético. ¿Qué se suponía que debía de hacer? ¿Pegar una sonrisa a su cara y decir gracias mientras ellos realmente estaban felices? Si ellos eran sus amigos deberían de haber sabido que no querría hacer nada ese día.

Aunque si lo pensaba, porque eran sus amigos es que trataban de animarlo ese día en particular. Pero como siempre, lo había arruinado al huir de la mansión en la madrugada antes de que uno de ellos se levantara y se escondió en su oficina tras su trabajo. De todas formas, no era como si hubiese dormido mucho la noche anterior o cualquiera de esa semana para el caso.

Volvió a centrarse en su trabajo, buscando distraerse de su culpabilidad. En el buscador aparecieron los medios que mencionaban a la empresa:

“La Compañía Kaiba explora nuevos horizontes: qué es lo que hace a la tecnología Kaiba tan especial y moderna”

“¿Tecnología Kaiba pronta para usar en armamento? La descendencia que dejó Gozaburo Kaiba”

 

Prefirió saltarse los periódicos, con intensas ganas de rodar los ojos como su hermano, ninguno de ellos le daría la información que realmente estaba investigando. Seto quería la ponencia de expertos en videojuegos o de fanáticos popularmente famosos en redes que pudieran elevar la comercialización de su juego, las visitas a las arenas y la compra de los duelodisc.

“La derrota de los cuatro administradores ante un don nadie. El secreto tras el éxito de Yugi Muto, alias: ‘Hikari’”

“¿Realmente es posible que Seto Kaiba perdiera? Te explicamos los cinco errores que lo llevaron a la derrota”

“Lo que podemos esperar de Kaiba Corp. a continuación”

 

Estaba a punto de un calvario de solo leer los títulos de los artículos en blogs populares y no tan populares. ¡¿Qué era eso de errores?! Era increíble que existieran personas lo suficientemente creídas para afirmar que ellos no hubieran cometido esos errores. ¿Dónde había quedado la humildad de la gente en estos días?

Siguió revisando y frenó ante tantas referencias comunes: ‘chico normal’, ‘profesionalidad’…

Al parecer, haber perdido por lo menos una vez le daba de alguna forma más credibilidad al juego; ya no había una misión imposible de pasar. En adición, no haber hecho un acto ante su fracaso otorgaba seriedad a la empresa. Leyendo las conclusiones y comentarios de lectores, Kaiba Corp. podía esperar un aumento en ventas en las próximas semanas sin ninguna duda.

–Señor Kaiba, el señor Marik está por entrar a su oficina.

Antes de poder responder a su secretaria, su mejor amigo recién llegado de Egipto entró en la habitación y por su cara Seto podía confirmar que solo venía a regañarle y a tomarle el pelo ya que estaba.

–Es increíble que a este punto no me dejen hacer una entrada dramática –dijo en voz lo suficientemente audible para que la mujer escuchara.

–Su trabajo es evitar que los idiotas entren a esta oficina.

– ¿Y entonces que haces tú aquí?

Marik lo miró con toda la inocencia y seriedad del mundo. Cruzaron miradas un par de segundos y dieron por concluido un empate. El egipcio se acercó al escritorio y dejó una cajita de cartón, Seto la abrió sin ganas y se encontró con una sola magdalena decorada con merengue azul.

–Volviste a huir –Marik continuó mirándolo serio, demasiado para tratarse de él, y tomó asiento del otro lado del escritorio–. ¿Sabes? Atem me dijo que no me metiera, que las cosas se terminarían por resolver tarde o temprano. Él confía en que Joey vendrá esta noche y simplemente ambos se pedirán perdón. Pero yo no creo eso, creo que te enamoraste de una persona que podría competir contigo en orgullo.

Seto no contestó nada. Marik y él eran mejores amigos sin duda ninguna, pero su amistad siempre había sido de alguna forma ‘peculiar’. Mientras que Seto era la mente cuadrada del grupo, Marik era un círculo andante. Razón más que suficiente para ser la última persona a la que recurrir por un consejo.

– ¿Viniste hasta aquí a decirme eso?

Marik sonrió ligeramente.

–No. En realidad vine a devolverte un favor. Hace dos años estaba a punto de darme por vencido con el amor de vida, pero entonces tú me hiciste traer los pies a la tierra de nuevo y demostrarle a Malik que yo valía la pena el intento. Desde entonces no puedo creer lo… increíble que es mi vida teniendo a Malik. Y sinceramente no puedo tolerar que ahora seas tú el que se da por vencido, no es justo.

Seto volvió al recuerdo del trato ya roto con Malik, constantemente se preguntaba si algún día Marik se enteraría y qué sucedería si. Pero claramente ahora no era tiempo para eso. Los ojos lavanda de Marik se clavaban en los suyos con una seriedad atípica de él.

–Por favor, no nos compares a Joey y a mí con ustedes. No es la misma situación y no creo que puedas ayudar.

Con gran entereza Marik se estiró y tomó la magdalena, se recostó en la silla colocando un pie en su rodilla. Su autoridad se expandió por la oficina a la vez que se reía.

– ¿No puedo? Tú siempre estás subestimándome, lo reconozco –Marik no lo estaba atacando y Seto lo sabía–. Pero, soy tu único amigo que tiene una relación de años con la misma persona, y vaya que nosotros discutimos –una sonrisa se expandió en el rostro de Marik ante los recuerdos–. Pero no porque discutamos voy a terminar mi relación con Malik o voy a dejar de amarle. Somos personas, no podemos esperar que esas cosas no pasen porque pasarán, lo importante es qué vamos a hacer al respecto.

Mordió la magdalena en medio de su filosofía casi por completo.

– ¿Ahora intentas aconsejarme debido a tu ‘gran’ experiencia?

Seto no quería creer que esto estuviera sucediendo.

–Tú búrlate, pero ya lo apreciarás –tragó el último pedazo del postre–. Mira, Malik solía enojarse fácilmente y como a veces no sabía qué hacer con esos sentimientos solo tomaba sus cosas y se iba a su casa a encerrarse en su cuarto –a Seto eso le sonaba a Mokuba–. Yo como su novio podía simplemente hacer lo mismo y ya, no hablarnos durante días hasta que uno se rinda o terminemos, pero decidía que lo mejor era ir a buscarle. Incluso cuando él no quería hablarme o cuando la culpa podría decirse que no era mía. Nos ha pasado tantas veces que ahora solo nos tomamos un respiro cada uno por su lado el tiempo que sea necesario, y volvemos a hablar sobre el tema antes de terminar el día. Ninguno de los dos huye.

Marik terminó su charla y se quedó en silencio mirando a Seto, este estaba seguro de que Marik pretendía que la idea clave cayera frente a sus ojos como un milagro. Se masajeó la frente tratando de volver a un equilibrio mental que lo relajara.

– ¿Cuál es tu punto?      

Marik rodó los ojos con frustración, se paró de golpe sosteniéndose de la mesa y con la otra mano apuntó hacia la puerta.

–Lo que estoy diciendo es que vayas por él. Ahora mismo y aunque no le hayas preguntado si quiere verte. Estás actuando como un cobarde porque sabes lo que tienes que hacer y no quieres hacerlo.

Seto, más que un poco ofendido, se levantó de su asiento también.

–No estoy actuando como cobarde.

– ¡Entonces demuéstralo! –Marik golpeó la mesa con la palma para dejar claro su punto–. ¡Ve tras él y contesta cada maldita pregunta que él quiera hacerte!

–Lo que él quiere saber es algo personal –un poco de rencor se escapó de Seto a través de su voz–. Él no tenía derecho a saberlo. Ni siquiera sé por qué o cómo lo sabe.

Marik se dio cuenta de que esa duda venía persiguiendo a Seto toda la semana y por supuesto que sabía cómo se enteró Joey; Malik le había confesado su charla con Joey. Sabía que Seto era como un perro con un hueso cuando quería descubrir algo y por alguna razón que todavía no descubría, Malik tenía miedo de que Seto se enterara de que fue él quien abrió la bocota.

–Está bien, yo fui quien se lo contó –la cara de rencor en Seto no le hizo ni pestañar. Estaba protegiendo a Malik. No dejó que Seto dijera nada–. Él se dio cuenta de algunas cosas, estaba seguro de que alguien había formado parte de tu vida y lo estabas escondiendo.

–No puedo creer que me hayas traicionado de esa forma –los ojos de Seto lo miraban con frialdad–. Si no fuera por ti Joey no sabría nada y esto no hubiera ocurrido…

– ¡Deja de mentirte a ti mismo, Seto! Joey dijo que le habías mencionado una chica una vez, en algún momento te preguntaría sobre ella y si no contestabas nada podrías haber terminado en un enredo mayor. Joey me preguntó sobre quién era ella así que le dije el nombre de Kisara, pero no fue más que eso.

Seto frunció el ceño y lo miró con desconfianza, la misma desconfianza que tenía en sus ojos cuanto lo conoció por primera vez. No hacía falta decir que eso le desagradó y casi le hace dar un paso atrás por el bien de su amistad.

– ¿Nada más?

–Eso y que era un tema delicado. Claramente eso disparó la curiosidad de Joey y decidió que era hora de hacerte las preguntas a ti. No puedes culparlo por querer tener respuestas.

Seto volvió a sentarse en su silla, ahora cansado y sintiéndose doblemente traicionado. Se giró en su silla y contempló la ciudad por la ventana lateral, estar allí arriba siempre le daba la sensación de poder hacer cualquier cosa en la vida; era Seto Kaiba, el gran CEO de una gran empresa, no había nadie que pudiese contra eso. Ni siquiera su propia cobardía.

La realidad era que no podía enfrentarse a lo que había sucedido dos años atrás, había confiado en la persona equivocada, se había enojado hasta enloquecer, casi había caído en la locura. Se había encerrado en una burbuja protegiéndose de muchas cosas y guardando sentimientos, temores y secretos. Ahora se suponía que debía explotar esa burbuja y permitir que todas esas cosas salieran, no solo para que él las viera, sino para que Joey las comprendiera finalmente.

Tenía miedo, y ese miedo le estaba ganando por primera vez en su vida.

No quería perder a Joey. No podía permitir perderlo por eso.

– ¿Qué haces ahí sentado? ¿Acaso tus súper neuronas hicieron sus valijas y se marcharon? ¡Ya párate y ve con él! Y no importa si él no quiere verte, echa abajo su puerta de ser necesario.

Diez minutos más tarde se encontraba en auto camino al apartamento de Joey. Roland iba al frente manejando, no se veía capaz de hacerlo él mismo.

Se bajó del auto deseando que se encontrara en casa y a paso firme subió las escaleras negándose a echarse a atrás. Frenó frente a la despintada puerta de entrada, tocó el timbre y esperó. A los segundos se escucharon pisadas acercándose y la puerta se abrió de un tirón.

–Hola.

Joey estaba en todo su esplendor vestido con ropa de casa, holgada y cómoda. Su rostro expresaba la total sorpresa de habérselo encontrado allí, y es que de verdad Joey no esperaba que Seto diera el brazo a torcer, al menos no viniendo personalmente.

– ¿Q-qué haces aquí? –abrió la puerta un poco más, permitiéndole a Seto pasar si quería y se alivió cuando sí pasó.

–Necesito hablar contigo, cachorro –el apodo envió todo tipo de colores al rostro de Joey, quien dio un par de pasos atrás luego de cerrar la puerta–. No quiero que las cosas queden así.

–No pareció importante cuando te fuiste y me echaste de tu casa… –con voz rencorosa aunque casi inaudible. Joey lo esquivó y comenzó a andar hacia su cuarto.

Cuando vio a Seto parado en la puerta su sorpresa fue grata y quería saltarle encima y treparle. Ahora, pasado el efecto instantáneo, recordaba su dolor y su enojo.

Seto lo siguió sintiendo su nerviosismo elevarse.

–Sé que estuve mal y que difícilmente vas a perdonarme por eso. Pero me tomaste completamente por sorpresa, me sentí increíblemente engañado, no solo por ti, sino por quien te contó sobre Kisara.

Joey recogió con enojo ropa de su cama y la arrojó en el armario. Extrañamente era su forma de invitarlo a sentarse si quería. Tomó un respiro y tras un segundo lo miró a los ojos. –Dime una cosa, ¿por qué ella es un tema tan complicado si dices que nunca llegaron a salir? ¿Y por qué demonios su existencia tiene que interponerse en lo que yo tengo contigo?

–Ella traicionó mi confianza, será poco, pero Mokuba pudo haber salido muy herido por eso.

Joey observó la forma en la que estaba parado en medio de su habitación, más transparente que nunca, ese Seto que estaba ahí estaba dispuesto a contarlo todo, muy diferente a la semana pasada. Se preguntó qué o quién lo hizo cambiar de opinión. Los puños a los lados de Seto se apretaban, no estaba seguro de si era una rebeldía de su cuerpo pidiéndole que se callara o si era el enojo de recordar el pasado, quizá ambas.

–Mokuba cree que es su culpa que hayan terminado, al parecer el sí cree que tenían algo –los labios de Seto se separaron con sorpresa y enseguida una de sus manos subió a masajearle las sienes–. Me lo dijo el otro día, en la mansión.

–De alguna forma ya me imaginaba que Mokuba pensaba eso, las dos cosas. Que nosotros salíamos; era un niño, no entendía la diferencia. Y que era su culpa lo que pasó  –los ojos de Seto se desconectaron de los suyos con incomodidad y en un arrebato se fue a sentar en su cama. Desde ahí Seto rozó sus dedos con los de Joey parado a su lado–. Claramente no fue su culpa, la de nadie en realidad, no había forma de prever lo que sucedió. ¿Te dijo algo más?

–Mmm sí, aunque no sobre eso –se sentó junto a Seto en la cama dejando un espacio entre ellos y evitando la mano de Seto–. En el evento Mokuba mencionó a Kisara, aunque no como una chica, sino como tus dragones de Ojos Azules. Yo… admito que me sentí un poco celoso de que les pusieras a tus cartas favoritas el nombre de la chica que te gustaba.

Joey clavó la vista en el piso negándose a que Seto notara como su cara iba adquiriendo el color de un tomate maduro. No sabía qué le diría el chico a su lado, pero definitivamente no esperaba la gran carcajada que Seto soltó libremente. Se sintió humillado, sus celos no tenían por qué ser motivo de burla. Con enojo tomó un almohadón a su lado y lo estrelló contra la cabeza de Seto, este igual siguió riendo.

–No puedo creerlo, de verdad necesitábamos hablar… –se inclinó hacia un lado corriendo su gabardina y del cinturón descolgó un estuche de cartas. Joey nunca había podido ver todas las cartas de Seto en el mundo real así que su pulso se aceleró. Seto sostuvo una carta frente a Joey–. Esta es una de mis Kisaras. ¿Recuerdas cuando te dije que el Duelo de Monstruos sí había existido? Cada monstruo de duelo era un espíritu oscuro atrapado en un cuerpo. El Dragón Blanco de Ojos Azules estaba aprisionado en el cuerpo de una chica llamada Kisara.    

Joey estiró la mano dudoso, no estando seguro de si Seto le dejaría sostener la preciada carta. La tomó con cuidado entre sus dedos y la observó cuidadosamente. Era asombrosa, única y poderosa.

– ¿El nombre solo es una coincidencia? –Joey frunció el ceño, se sentía estúpido de solo decirlo en voz alta–.Por favor dime que Kisara es un nombre común en Egipto.

Seto se rio suavemente. –En realidad no, lo lamento. Después de la muerte de Gozaburo habré pasado unos dos meses en Egipto. Un día nos escapamos con los chicos y entramos a una tienda a comprar dulces, allí fue donde la conocí, ella era muy hermosa y peculiar, parecía haber salido de un lugar muy lejos de Egipto. Y entonces escuché a su madre llamarla por el nombre Kisara, un nombre que solo había escuchado una vez en mi vida y que para mí no significaba nada más que mis preciados dragones.

–Eso suena como el destino…

A Joey le dolió el pecho y la garganta se le hizo un nudo. No le gustaba para nada pensar en eso, pero admitía que parecía algo destinado a ser. Jamás había pensado que Seto y él eran el uno para el otro, al contrario, parecían destinados a odiarse.

–Lo sé, comencé a perseguirla principalmente por eso, parecía una coincidencia increíble. Me di cuenta de que vivía cerca de nosotros e inventaba excusas para escaparnos y poder cruzarme con ella –A Joey le hirvió la sangre. Reconocía que él había insistido en saber, pero le dolía profundamente oírlo–. Me preguntaba si ella sabría de los antepasados que llevaban su nombre y fue de mis primeras preguntas cuando nos hicimos amigos.

– ¿Y lo sabía? ¿Había una conexión? ¿Estabas enamorado de ella? –la voz de Joey salía cada vez más fina a medida que interrumpía a Seto con más preguntas.

Volvió a sentir como lo invadía el calor. Seto le sonrió suavemente y con ganas desesperadas Joey dejó que el chico a su lado le acariciara la mejilla. Al parecer a Seto le gustaba hacer eso y Joey estaba descubriendo que le traía mucha tranquilidad y placer.

–Al final ella no lo sabía, pero le encantó conocer que estaba de alguna forma unida a una criatura ancestral y mítica. Después de saberlo siempre me pedía que le contara de Kisara, que le mostrara los bocetos de su figura y esas cosas –a Joey no le sorprendía de que Seto se entusiasmara con alguien que quería oírlo hablar de su tema favorito–. Y a mí simplemente me gustaba verla sonreír. Está claro ahora que mal interpreté muchas cosas entre nosotros.

– ¿Lo hiciste? ¿Qué cosa?

–Bueno la última vez que la vi ella me aseguró que solo éramos amigos y que nunca podría amar a alguien como yo, a pesar de que le dije que estaba comenzando a amarla. Teníamos dieciséis, exactamente hace dos años.

A pesar de que a Joey le agradaba saber que la relación de Seto y Kisara nunca llegó ni llegaría a nada, escuchar sobre un corazón roto le llegaba profundo. Más tratándose sobre Seto. Había costado meses que Seto se admitiera que lo amaba, meses para que fueran solo amigos y todavía ni siquiera se lo habían dicho el uno al otro. Y pensar que hubo un tiempo donde con solo dos meses había admitido un sentimiento tan grande frente a una chica…

–Pensé que estarían comenzando algo, por lo que me dijeron y me dijiste, pensé que así era.

–Creo que yo sí le gustaba, pero terminé asustándola y ya no quería saber más de mí. Ella hizo algo que no me gustó y yo no me pude contener de decirle lo que pensaba.

Joey tomó la mano de su compañero en señal de apoyo, conocía esa cara en Seto, la misma que le había dado aquel día en la piscina.

–Seto, ¿qué fue lo qué pasó?

–La noticia de la muerte de Gozaburo estaba en todos sitios, al igual que el anuncio de que solo yo heredaría la empresa a pesar de mi edad. Mi cara y la de Mokuba estaban por todos los medios japoneses e incluso internacionales, por eso estuvimos en Egipto un tiempo. Volví a Japón para mi cumpleaños dieciséis con los chicos e invité a Kisara con la esperanza de que se acoplara y le gustara venir seguido a visitarme. Apenas volvimos recibí una llamada de alguien de quien no había escuchado en prácticamente años, era el hermano de mi madre –Joey se sorprendió, no sabía que Seto tenía familiares vivos–. Mi familia materna luchó por nuestra custodia cuando quedamos huérfanos, pero cuando nuestra otra familia nos adoptó, robó nuestra herencia y nos abandonó nuevamente, ellos ni siquiera aparecieron. Entonces ocho años después, mi cara aparece como heredero de una gran fortuna y ellos vuelven a aparecer.

–No eres tonto, Seto. No pudiste haber creído que tenían buenas intenciones, ¿verdad?

–Por supuesto que no, todos ellos se podían ir al infierno y esa fue la única respuesta que obtuvieron de mí. Sin embargo, ellos no se iban a rendir tan fácilmente. Dos días más tarde Mokuba sale con que quiere conocer a nuestra familia, que sabe cómo contactarlos y que ya había hablado con ellos. Habían buscado a Mokuba en una red social, en ese momento no pensé que podrían ser peligrosas, y lo convencieron de que ellos no sabían que nuestra otra familia nos había abandonado, dijeron que ellos afirmaban que estábamos bien pero no querían que nos juntáramos, y bueno, que nos extrañaban. Mokuba lo creyó fácilmente.

– ¿Y qué hiciste?

–Cerré su cuenta luego de que Akefia les dejara un bonito mensajito de muerte y comenzamos a vigilar a Mokuba para que no tratara de ponerse en contacto con ellos –Seto soltó un suspiro de estrés, como si lo sucedido todavía lo persiguiera–. Mokuba se enojó conmigo, no estaba de acuerdo, quería verlos. Lo difícil fue el hecho de que Kisara también estaba de parte de Mokuba, ella creía todo era un mal entendido y que yo debía de darles una oportunidad, que yo estaba actuando como un completo egoísta. Ese día me enojé con ella, le dije que no tenía derecho a meterse en ese asunto y que ella no podía saber qué era mejor para mi hermano.

– ¿Por eso ella te abandonó?

–Ojalá me hubiese gritado y abandonado en ese mismo instante, pero no –Seto se sentó más cerca y tomó su mano apretándola–. Ella estaba convencida de que tenía razón y estaba dispuesta a demostrármelo. Mi familia seguía llamando todos los días, nosotros colgábamos todas las veces y los chicos se entretenían mandándolos a la mierda tan poéticamente como podían. Ella tomó una de las llamadas, les aseguró que yo no querría verlos pero que Mokuba lo deseaba, así que los ayudó a ponerse en contacto con él diciéndoles la dirección de la escuela en la que había comenzado esa misma semana y la hora de salida.

Los ojos de Joey salieron de sus órbitas y su mandíbula fue a parar al piso. Esa perra había… ella había… ¡¿es que acaso estaba loca?!

– ¿Cómo se le ocurrió hacer tal cosa? ¡¿Qué no tenía sentido común?! ¿En qué demonios pensaba?

–Supongo que pensaba en su propia experiencia, nunca se imaginó que tu propia familia pudiera ser tan despreciable –soltó una risa burlesca–. Al otro día cuando Mokuba salía de la escuela se encontró con nuestros dos tíos maternos, quienes le habían escrito anteriormente así que los reconoció. Ellos le llevaron fotos de nuestra madre y le aseguraron que tenían más en el coche, lo convencieron fácilmente de que fuera con ellos. De paso le dejaron una carta al tonto portero para que lo entregara a Roland cuando fuera a buscarlo, supuestamente decía que yo los autorizaba a llevárselo.

–Pero Mokuba está bien –Joey frunció el ceño sintiendo ansiedad–. ¿Supongo que al final no pasó nada? ¿O sí pasó?

Seto lo miró seriamente y negó lamentándose.

–Oh sí que pasó. En menos de un minuto Roland se encontró en la portería esperando por Mokuba y el portero le dio la carta como si nada. Dentro afirmaban que se trataba de un secuestro y aseguraban que devolverían a Mokuba solo por el intercambio de dos millones de Yenes en efectivo en un lugar que ellos definirían en una futura llamada. El portero de inmediato informó a la policía, por suerte los secuestros de niños se toman en serio así que se movieron rápido. Pero Roland no se quedó sin hacer nada, volvió al auto y enseguida me llamó mientras conducía buscando un auto igual al que le describieron padres que vieron irse a Mokuba.

–Me imagino lo preocupado que debiste estar cuando te llamó, yo no sabría qué hacer si un día me pasara –Joey no se contuvo y se pegó a Seto dándole un abrazo y sosteniendo fuertemente su mano a la que sentía temblar. Seto evitaba mirarlo a pesar de que correspondía el abrazo–. ¿Pudieron atraparlos o tuviste que pagar el rescate?

–La verdad que no eran muy listos, no eran para nada disimulados al conducir y Mokuba se dio cuenta enseguida de lo que sucedía, no se los dejó fácil. Roland se colocó frente a ellos en un semáforo acorralándolos. Fue un escándalo que apareció en las noticias, porque entonces sacaron un arma y empezaron a disparar contra Roland cuando se bajó del auto, tenían mala puntería pero una bala le dio en el brazo. Igual no se dio por vencido, tenía que distraerlos mientras llegaba la policía. Fue en medio del centro de la ciudad, había mucha gente gritando y huyendo. Al final Mokuba aprovechó la distracción para intentar salirse del coche y entre tanto forcejeo entre los dos, uno de mis tíos le disparó al otro.

– Pues que suerte que no heredaste la inteligencia de ese lado de la familia –trató de traer una chispa de gracia–. ¿Qué pasó con ellos?

–Cuando la policía llegó Roland había perdido bastante sangre, pero no tanto como mi tío. Falleció sobre la mesa en el quirófano, la bala se había movido hiriendo varios órganos internos. El otro enfrentó cargos graves de secuestro y asesinato, el padre de Atem se encargó de que pasara tantos años en la cárcel como se pudiera. Creo que sigue ahí o se habrá muerto, sinceramente no me interesa.

– ¿Cómo te enteraste que había sido Kisara? ¿Ella te lo confesó? Si hubiese sido yo, la hubiera echado a patadas de mi casa, ni siquiera necesitaría un avión para llegar a Egipto.

–Lo sé, sé que te encanta dar patadas a la gente –Joey le dio un golpe cariñoso y ambos se sonrieron–. Me enteré por la policía, mi tío confesó todo. Los dos estaban en la quiebra total luego de haber malgastado el dinero que mis abuelos les habían dejado al morir, estaban desesperados. Enseguida enfrenté a Kisara y yo le grité como un loco que había sido una ilusa y una idiota por no prever el peligro en el que había involucrado a mi hermano. Estaba sacado de quicio y Atem tuvo que detenerme para que no me acercara tanto a ella.

– ¿Y ella que dijo? Supongo que se dio cuenta de la idiotez que hizo.

–Recuerdo que ella no podía dejar de llorar, pero cada vez que se justificaba con “solo quería ayudar” juro que me ardía más la sangre. Al final dijo que no podía creer que yo me estuviera comportando así con ella, que claramente no había pensado que algo así podía suceder, que yo debía de entenderlo. Yo seguí diciéndole un par de cosas crueles y entonces ella dijo que era despreciable, que era tan malo como mis tíos, que me creía superior, que era un insoportable…

– ¿Cómo se atreve…? –Joey se enojó en nombre de su hombre–. Después de lo que te hizo, ella no tiene el derecho de decirte ni tus verdades ni mentiras sobre ti.

–Sí, bueno, ella no pensaba lo mismo. En ese momento de locura, le dije que no podía creer que haya empezado a enamorarme de ella. Kisara respondió que estaba loco, que como siempre quería tenerlo todo, inclusive a ella. Afirmó que nunca había querido nada más que amistad conmigo, ignorando todo el coqueteo de los últimos dos meses e incluso el primer beso de ambos que compartimos.

–Está bien, definitivamente era una perra. ¿Dónde puedo encontrarla? Hay un par de cositas que me gustaría poder decirle –Joey se paró con enojo tomándose lo que había pasado hace años como una cosa personal.

Seto lo imitó, solo que él estaba tranquilo. Se sentía aliviado ahora que ya se había sacado el peso de guardase todos esos miedos que estaban contenidos en una historia. No podía creer que aun desconfiara de Joey cuando se trataba de contarle cosas serias, al final siempre se sentía mejor al saber que tenía su apoyo tan sincero y diferente al de sus otros amigos.

 –Ella no me habló en el resto de los días que se quedó, tampoco se despidió cuando se fue de regreso a Egipto. Escuché a los chicos una vez decir que se había mudado. Así que ya nunca más supe de ella –estiró el brazo y tomó de la cintura a Joey atrayéndole hacia él, el peso de Joey era de algodón ante la falta de resistencia–. ¿Hay algo más que quieras saber?

Joey miró hacia el piso mordiéndose los labios con nerviosismo, sus pies estaban tocándose a medida que se movían despacio, casi como si bailaran. La pregunta de hace meses le perseguía y le rogaba salir de una vez por todas.

–Kisara… tiene que ver con que me hayas rechazado antes, en el segundo evento.

La falta de pregunta no sorprendió a Seto, Joey no era tonto, no era difícil entenderlo una vez que conocías la historia.

–En el cumpleaños de Atem los chicos se enteraron de que hablaba contigo, supongo que estaban felices por mí, pero sentí que invadieron mi privacidad y me empujaban a tomar decisiones que esta vez quería tomar con calma. Quería hacerlo bien. Pero entonces pensé en cuánto decías que me odiabas y pensé que si sabías que era yo te enojarías, te decepcionarías y hasta que te haría llorar. Aunque de todas formas te hice llorar…

Joey asintió con entendimiento suavemente. Se sentía más tranquilo de tener todas las respuestas correctas y necesarias. Ya no había una línea divisoria entre Seto y él, ya no más mentiras, o confusiones, o secretos que se interpusieran en su relación. Ahora solo eran dos libros abiertos dispuestos a que el otro escribiera en sus páginas su nombre.

Acercándose aún más, Joey se acurrucó contra Seto descansando sobre su clavícula y respirando el delicioso aroma a colonia cara. Seto envolvió a Joey apretándolo contra su cuerpo y disfrutando de su calor.

–Feliz cumpleaños, Seto.

–Gracias, cachorro  –lo apretó un poco más contra sí–. Me alegro de haber venido por ti.

Joey se apoyó en un pecho para poner un poco de espacio entre ellos y miró hacia arriba para encontrarse con la profunda mirada azul. Tomó por el cuello a Seto y antes de siquiera pestañar unió sus labios en un beso apasionado y desesperado. Joey gimió cuando mordieron su labio y pronto se vio invadido por una lengua ajena que lo llevó a un bezo fogoso.

El calor recorriéndole el cuerpo le hizo ser consciente de la privacidad que tenían en su casa. No se lo pensó, empujó a Seto y lo obligó a sentarse nuevamente en su cama. Pronto estaba sobre él a horcajadas disfrutando de deliciosos besos en su cuello y masajes que subían por sus muslos acercándose peligrosamente a su trasero. Entonces el ruido de una nalgada  retumbó en la habitación y el ardor vergonzosamente lo excitó.

– ¡Oye!

Seto solo se rio suavemente antes de morderle el cuello. Joey le agradeció el gesto con un movimiento de caderas que los llevó al cielo a ambos. Seto le gruñó apretando sus glúteos y subió por las caderas ascendiendo debajo de su remera, sus pulgares rodearon su ombligo y sus palmas apretaron su cintura.

Joey solo quería quitarse la ropa.

Quería sentir sus manos en cada rincón de su piel.

– ¡Joey, ya estoy en casa! ¡Otra vez olvidaste cerrar la puerta con llave!

A los dos la voz de su padre los trajo a la realidad. Joey entró en pánico mientras trataba de bajarse de Seto de mala gana y con tropiezo, cayó al suelo de espaldas con un gran golpe. Esperaba que su padre no haya oído eso, aunque se veía difícil. Mirando hacia arriba se encontró a Seto ligeramente enrojecido en las mejillas y extendiéndole una mano para levantarlo, la aceptó y enseguida se hallaba en sus dos pies y envuelto en los brazos del chico.

–El último.

Con ese único aviso, otra vez lo besó. Joey comenzó a preocuparse de que su padre entrara a su cuarto y cuando sintió el cuerpo de Seto junto al suyo, sumó la pregunta de si su padre notaría el problema entre sus piernas.

–Si no voy, vendrá él. No quiero que te conozca como el chico que besuquea a su hijo –le susurró.

–Está bien, pero te vienes conmigo después –besó a Joey en la mejilla.

Joey le sonrió asintiendo tímidamente. Tomó su mano y entrelazó sus dedos disfrutando de la sensación. Lo soltó y comenzó a caminar hacia la cocina donde sabía que su padre estaría haciéndose un café. No estaba listo para muestras de afecto frente a su padre, por más mínimas que fueran.

–Hijo, ¿qué fue ese ruido hace un momento?

Su padre no le prestó mucha atención al verle así que se centró en el café, hasta que vertiginosamente lo volvió a ver al notar al chico que venía tranquilamente detrás. Casi se quema poniendo agua caliente a la taza.

– ¿Joey? –trató de obtener respuestas mientras sacudía su mano.

– ¿Eh? ¡Ah! ¡Sí! Papá, él es mi amigo Seto

Joey aceptaba que no tenía los mejores modales del mundo. Para su suerte, Seto podía presumir de lo contrario. Con un inclinación justa, Seto saludó a su padre.

–Es un placer conocerlo, Señor Wheeler. Me llamo Seto Kaiba. Estudio en la misma clase que Joey –la mandíbula de Joey amenazaba con irse directo al suelo.

–El-el placer es mío –el señor Wheeler miró a su hijo con las cejas elevadas, Joey quería que se lo tragara la tierra y negó suavemente–. Amm… ¿alguno quiere un té o café?

– ¡No, gracias! –respondió por ambos Joey–. Nosotros ya nos íbamos a un cumpleaños.

–No me habías comentado nada. ¿De quién es el cumpleaños? –su padre tomó de la taza con clara curiosidad.

–Es el mío, señor –Seto respondió con tranquilidad.

Joey tuvo que aguantarse la risa al ver las ganas que tenía su padre de escupir el café. Enseguida se disculpó y felicitó a Seto. Media hora después, Joey se había cambiado y junto a Seto salieron de su apartamento rumbo a la mansión donde los estaban esperando los chicos. Todavía Seto no les había avisado que Joey estaba yendo con él.

–Espero que mi padre no te haya aburrido con su charla al dejarlos solos– Joey se acurrucó junto a Seto en el asiento trasero del auto.

–En realidad no, se parece mucho a ti. O mejor dicho, tú te pareces a él. Completos charlatanes…

–Es cosa de familia.

Seto le sonrió y le besó la coronilla. Joey se inclinó y le robó un beso en los labios.

Se bajaron frente a la entrada de la mansión. Al mirar hacia la gran estructura, Joey no pudo evitar recordar la semana pasada cuando salió corriendo del lugar más humillado que nunca. Apretó la mano de Seto entrelazada con la suya. Era confuso, por momentos parecían confiar tanto en el otro, y luego la desconfianza aparecía en cada recuerdo de ellos dos.

– ¿Está todo bien, cachorro? –Seto lo miraba preocupado mientras caminaba. Al parecer había quedado plantado en el lugar.

Miró a Seto y se lo imaginó de diez subiendo esas mismas escaleras detrás de Gozaburo y con Mokuba a su espalda. Un Seto igual de brillante y con la mitad de altura, fingiendo ser valiente y pidiendo a gritos un poco de piedad al universo. Ese Seto no hubiera confiado en él. Pero este Seto lo estaba intentando, tanto como podía.

Y él no podía estar más orgulloso de merecer su confianza.

–Nada, solo me alegro de que hayas hablado conmigo –Seto asintió levemente–. Puedes hablar conmigo siempre que quieras, yo no te juzgaré.

–Lo sé. Tú también puedes contar conmigo.

Joey le sonrió con las ganas resguardadas de una semana y finalmente se colocó a su lado. Subieron juntos escalón tras escalón. Ya en la entrada de la mansión, donde los recibieron con pantuflas y toallas calentitas, escuchaban los gritos y risas de los chicos en la sala (más bien una de muchas). Fueron juntos hacia allí y enseguida que vieron a Seto todos le festejaron hasta que vieron a Joey y sus sonrisas de felicidad pasaron a la de sorpresa.

–No estabas bromeado, de verdad lo convenciste –Atem miraba estupefacto a Marik, entre ambos traían bandejas de comida a la mesa–. Juré que solo exagerabas.

–Eso pasa porque crees que eres el psicólogo del grupo –le recriminó con orgullo.

–Admito que yo también tenía mis dudas cuando mencionaste “charla seria” –Malik compartió mientras mordía una magdalena que Ryou acomodaba en la mesa.

–Podrías esperar a que al menos yo llegue –se quejó Seto acercándose a los demás.

–Pensé que demorarían más, ya sabes, la conciliación y eso –Malik hizo bailar sus cejas varias veces para hacerse entender.

–Por segunda vez en el día, tú y tu novio deben de dejar de tratar de compararnos con ustedes…

– ¿Ah? –Malik miró confundido a su novio.

Antes de que Joey pudiese preguntar algo, Mokuba apareció de la nada y se prendió a él. Curiosamente no dijo nada, pero estaba firmemente apretado a su lado. Joey no necesitó palabras, lo entendió. Le devolvió el abrazo.

– ¿Ahora sí están saliendo? ¿Son novios?

Joey sintió sonrojarse ante la pregunta de Mokuba que lo miraba con ojos brillantes de esperanza. Buscó los ojos de Seto buscando él también la respuesta a esa pregunta que se hacía cinco veces al día. Seto solo pestaño al mirarlo, eso puso de los nervios a Joey, luego mordió sus labios mientras fruncía el ceño. Joey entendió que estaba sopesando la idea y soltó un suspiro una vez que obtuvo la respuesta.

–Por supuesto que sí, Mokuba.

Notas finales:

¿Les gustó?

Muchísimas ganas por leer!!

Finalmente sabemos lo que pasó con Kisara y Seto, la razón por la que Seto desconfía tanto de tener una relación, de abrirse ante alguien más que no sean sus amigos y su hermano.

Bueno, me gustaría saber que opinan, tanto en general sobre toooda la historia como sobre este capítulo en particular. Y por supuesto, muchas gracias por los que aun entran todos los lunes a fijarse si hay alguna actualización en esta historia y a los que me escriben recordándome de que siguen allí.

Todavía nos queda un epílogo muy necesario para dar por finalizada esta historia y también prometo un lemmon, no importa cuanto lo intenté, no me sentí inspirada para escribirlo en este capítulo. También espero subir el epílgo el lunes que viene, ya tengo parte escrita junto a un par de resúmenes sobre las dos historias que estoy preparando una vez que termine estas dos.

Nos leemos en el próximo cap-epílogo!


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