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Un ángel me besó por Ina Laufeyson

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Peter trataba de llegar a tiempo a clases, como también a casa y para ello siempre tomaba un callejón lleno de basura. Basura que se oxidaba con el pasar de los días. Era extraño ver un vagabundo ahí, ni los delincuentes se atrevían a delinquir ahí puesto que el callejón estaba dividida por dos edificios del que as personas siempre sacaban las cabezas por sus ventanas y hablar con el vecino del enfrente.

Peter era conocido por todos ahí, y si podían, se saludaban con un simple hola. A veces, algunos bromeaban con que Peter corriera a prisa.

Así que Peter no esperaba volver a encontrar al pobre hombre ahí. Imaginó que estaría con otros vagabundos, bajo el puente o en otros callejones donde se les era permitido, a estas personas, armar sus propias carpas como viviendas.

Así que por una semana, Peter no vio al hombre. Ni le sorprendía, no hasta el octavo día en que lo encontró en ese callejón, otra vez. Se quedaron quietos, mirándose con confusión, al menos Peter, ya que en la mirada del hombre Peter juraría que pudo notar algo de alivio, como si esperara verlo, como si hubiese regresado al lugar por él. Y eso incomodó en algo a Peter.

Ideas tuyas.

—¿Cómo has estado? —preguntó el hombre.

—Muchas tareas, ya sabe —contestó Peter y de inmediato se disculpó, sabiendo que quizá el hombre nunca pisó una escuela. —No es que no sepa, pero aquí el estudio es difícil. Ya sabe… ¿no quiere una hamburguesa, señor…?

—Tony. Dime Tony. —sonrió el hombre mostrando unos dientes bastante limpios y perfectos, haciendo que Peter otra vez observara todo en él: a diferencia de la última vez, Tony, tenía el pelo un poquito más corto, incluso la barba estaba un poquito más corta, y la ropa era vieja con agujeros y parches por todos lados, y no estaba sucio.

Tal vez no bebió, se dijo Peter.

—Yo soy… —y entonces recordó las lecciones de vida que su hermosa tía le enseñó, como la más importante: no dar datos personales a personas extrañas y menos a un vagabundo. Y más ahora que Peter notaba algo extraño en el hombre, como si algo en él le gritara peligro, como si a la tercera vez que volviera a encontrarlo el vagabundo se volviera más guapo.

—¿Olvidaste tu nombre, niño?

—No soy un niño —se quejó, odiaba que lo trataran como uno por su apariencia. —Soy un hombre, tengo ya los dieciocho años. Y soy Peter. —levantó la barbilla con orgullo, qué perdía con dar solo su nombre.

—¿Sólo Peter?

Peter bajó la barbilla, sintiendo algo de miedo.

—¿Va a querer la hamburguesa o no?

Tony rió divertido y se acercó a Peter lo suficiente para ver el tamaño del mayor. Antes de que el chico dijera algo, Tony hizo un ademán con su mano derecha indicándole que podían marchar por las hamburguesas.

La ciudad de Queens era grande, y tranquila, para Peter lo era, y ver a un chico con un vagabundo siguiéndolo no parecía importarle a nadie. Y Peter lo agradecía.

Mientras no se dirigieran a un motel o un bar, nadie levantaría su teléfono para llamar a la policía.

—La anterior vez se veía muy sucio, y ahora no —soltó Peter, sin darse cuenta. —Ah, perdón, ¿lo dije en voz alta?

—Sí, lo hiciste. —Tony rodó los ojos. —Y estaba devastado, triste porque mi novia… ex novia, me dejó y se llevó mi Lamb… lámpara.

—Una novia…—repitió Peter, sorprendido que un vagabundo tuviera una, no es como si se les prohibiera pero… seguro su ex novia era una vagabunda bonita.

—Sí, y también se llevó mis cartones, ya sabes esos que usamos nosotros para dormir en las calles, las conseguimos en las basuras o en las calles donde hay tiendas,  también se llevó mis platos esos que obvio encuentro en las basuras o la gente me da comida  en esos platos que los guardo. También se llevó a nuestro perro, obvio esos que son abandonados y yo los adopto…

Peter frunció el ceño, tratando de comprender todo lo que Tony decía muy rápido, como si temiera a ser descubierto de que se robó las cosas.

—Ahora entiendo —dijo Peter, sincero.

Llegaron a un puesto de hamburguesas y Peter pidió dos. Una vez servidos, le entregó ambas hamburguesas a Tony. Y solo por hacerle un poco de compañía, se sentó en unas escaleras de una casa.

—¿Y tú tienes novia o alguna ex?

Peter lo pensó bastante. Tenía apenas dieciocho y apenas había dado el primer beso solo porque MJ necesitaba practicar cómo besarse con su novio. Y nunca más había vuelto a besar a una chica, o un chico. Tampoco tuvo una novia. Lamentable para Peter cuando todos los de su edad estaban disfrutando del amor adolescente. Pero Tony no lo sabía.

—Sí, tengo una novia. De ex no quiero hablar, siempre las olvido por mi bien—mintió.

—¿Ah sí? ¿Y cómo se llama tu novia?

Esa mirada tan profunda que le decía  “no te creo”, hizo que Peter luchara con sus palabras.

—S-su nomb… él… ELLA se lla… no tengo por qué decirlo. Eres un extraño —se quejó poniéndose de pie y marchándose del lugar sin siquiera despedirse.

Agradeció que no lo siguiera, porque estaba seguro que estaba tan rojo de la vergüenza porque su rostro dolía del calor.

Cuando llegó al piso en el que vivía con su tía May, Peter tuvo que explicar por qué tenía la cara tan roja, y mencionó poca verdad, diciendo que le compró churros a un vagabundo, pero que éste se lo negó mientras le decía que prefería las hamburguesas. Y que Peter se sintió tonto.

May le dijo que no lo era, que el hombre era un loco como todos los vagabundos y que ese acto tan lindo de Peter era lo que todos deberían hacer. Le dio un beso en la frente repitiéndole que era el mejor sobrino que tenía.

—Eres un ángel, Peter. Pero ten cuidado con hacerte amigo de ellos.

Al día siguiente, Peter tomó el callejón, como de costumbre y se encontró a Tony; acostado boca arriba con las manos bajo su nuca. Parecía bastante cómodo en esa posición, y Peter dio marcha atrás, y cuando pudo escapó a toda prisa por las calles antes de que lo viera, y antes de llegar tarde a clases.

Y al día que seguía, Peter quiso pasar de largo el callejón, pero quería ver si Tony seguiría ahí. Y efectivamente, ahí estaba. Esta vez, Tony estaba hablando con otro vagabundo, pero parecía mirar en su dirección de vez en cuando hablaba con el otro hombre. Peter agradeció que no lo viera y así pudo volver a huir feliz de ver que Tony estuvo días sin emborracharse.

Al día siguiente, Peter ya no volvió a buscar a Tony.


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