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Criminal - [Ereri] por L_inverse

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Notas del capitulo:

¡Hola! Es un placer tenerles de nuevo leyendo por aquí.

 

¡Que disfruten tu lectura! <3

 

 

Eran cerca de las diez de la noche, ya estaba bañado y su traje oscuro le esperaba colgado en uno de los ganchos del armario, aguardando para que se lo pusiera de una vez.


"Que siga esperando", pensó el chico, mientras cerraba la puerta de la habitación donde su ropa se encontraba.


Estaba de mal humor porque su padre tenía desde hace cinco minutos una limusina esperándolo para llevarlo a la fiesta del padre de su amiga, pero Eren no tenía realmente ánimos de asistir a dicha velada; de hecho, hace tiempo que se estaba negando a participar de esas reuniones con los círculos de su padre y la élite de la ciudad, razón por la cual su progenitor había empleado con severidad todas las medidas para que él se presentara esa noche; comprándole el traje que había dejado en el departamento donde se estaba quedando, encargándose de su transporte y también advirtiéndole, usando ese tono de voz glaciar, que se encontraran en el lugar.


No sabía el motivo por el cual terminaba cediendo ante esas órdenes del mayor. Ya no era un niño y tampoco es que le molestara demasiado que su padre lo desheredara o algo por el estilo; sin embargo, cuando este le daba ese tipo de advertencias, él perdía valor y terminaba por hacer lo que le decía.


Gruñó por lo bajo, reprochándose esa infantil necesidad de querer complacer a su exigente progenitor y esperar su reconocimiento, aceptación y aprobación de manera casi inconsciente. Se puso de pie y miró su cuerpo en el espejo ubicado junto a la puerta del armario estilo walk in closet. Había salido de la ducha hace varios minutos, pero aún portaba la toalla sujeta en su cadera, dejando su torso al completo desnudo pese al frío que hacía y, con esto, logrando que la fea cicatriz de la puñalada en su abdomen tomara un tono más violeta y oscuro. Siguió con su largo dedo la línea donde los puntos ya eran cosa del pasado y sólo quedaban los vestigios del prolijo cuidado que había hecho el detective Ackerman dos semanas atrás. 


Recordarlo hizo que se le apretara el estómago y enervar una ansiedad con la cual se había familiarizado los últimos días. Armin tenía razón, que el detective conociera su rostro podía ser un peligro... y, aun así, él había logrado concretar otro atraco el fin de semana recién pasado.


Revolvió su cabello castaño, que llevaba suelto debido a que todavía se encontraba mojado, y lanzó un suspiro largo, mirando hacia el techo de la habitación y esperando que esa sensación desapareciera. Nunca había temido ser atrapado antes, tenía claro que la policía jamás podría dar con él, ya que lo había planeado todo para que eso no ocurriera... Pero tenía que encontrarse en esa desventajosa ocasión justo con el mejor detective de la ciudad, con el temido Levi Ackerman.


Era una ironía, absolutamente. No podía negar que uno de sus grandes anhelos había sido conocer oficialmente al detective y poder charlar con él, preguntarle las mil preguntas que se había hecho desde hace muchos años, desde la primera vez que lo vio ejerciendo su labor con la maestría propia de la cual nacía su fama; sin embargo, su encuentro, definitivamente, no lo había planeado así. No podía creer lo irresponsable que había sido en ese momento al confesarle que era el Espectro.


Su teléfono sonó estridentemente sobre el velador junto a su cama y volteó a verlo desganado. Seguramente era el chofer que lo estaba presionando – por orden de su padre – para que bajara de una vez.


Necesitaba distraerse, necesitaba volver a reunir la confianza con la que había llevado a cabo cada uno de sus robos los últimos años; y, por supuesto, el mejor lugar para recopilar información era una fiesta de políticos y millonarios.


 


~*~~~*~~~*~


 


Apoyado sobre la pared y cruzando sus brazos sobre el pecho, Levi observaba a la multitud de aquel gran salón moverse con delicadeza fingida, riendo entre el tintineo de copas y el olor a la variedad de comida que repartían los mozos en bandejas de plata. Grandes empresarios, políticos y mercaderes junto a sus esposos y esposas se paseaban por aquella fiesta en honor al cumpleaños número cincuenta y cinco de uno de los líderes políticos más importantes de la ciudad: Rod Reiss.


El millonario hombre había solicitado a importantes agentes de la policía de Stohess que fueran a vigilar el evento, esperando que no hubiesen altercados ni robos. Era un lujo que tenía la clase adinerada de pagarle a la policía para que los cuidara, como si fuesen sus guardaespaldas personales; y, como Levi y su escuadrón eran simples detectives y oficiales de policía, debían acudir a esos llamados poco importantes, mientras en las calles la gente era asesinada, violaban mujeres, maltrataban niños... cuánto odiaba a esos millonarios asquerosos jactarse de su trabajo deshonesto, cuando afuera en las calles la gente moría de hambre.


Suspiró por millonésima vez en aquella noche, paseando su mirada grisácea por el salón, intentando estar atento a cualquier eventualidad o actitud sospechosa en los invitados. No había que ser un genio para saber que ningún ladrón se acercaría a robar a plena vista de un montón de invitados, ni siquiera el temido Espectro; incluso, pese a que no conocían en detalle el modus operandi de sus robos, podía decir que aparecer en una fiesta y causar un revuelo no era muy propio de él. Y, aun así, la familia Reiss había insistido con autoridad en que la policía resguardara el lugar y a sus invitados, obligando a su equipo a estar ahí vigilando por si aparecía el ladrón.


De cierta manera, Levi esperaba que lo hiciera... porque no había podido dejar de pensar en ese mocoso malherido que había profesado ser el Espectro. Podía recordar con claridad sus ojos verdeazulados y su rostro moreno perfilado con pómulos altos, pendiente de reconocerlo en las calles o en cualquier lugar...


Y, de pronto, su mirada quedó atrapada en la entrada de aquel salón, cuando un par de ojos esmeralda – idénticos a la imagen que guardaba en sus recuerdos de la noche en que salvó a un chiquillo apuñalado en un edificio en ruinas –, se asomó con seriedad y elegancia.


Tuvo que entornar los ojos con incredulidad para corroborar que su mente no le estaba jugando una mala broma. Ahí, de pie con un elegante frac negro y su cabello marrón atado en una pulcra coleta que dejaba su frente al total descubierto, agudizando la curvatura fina de su quijada y aquellos pómulos altos, estaba el mocoso de tez morena que había ayudado semanas atrás; su mirada parecía ajena a lo que pasaba a su alrededor, manteniendo facciones serias que recorrían la estancia apenas moviendo su rostro.


Se veía completamente distinto ahora que no estaba bañado en sangre o sudor, con el cabello tomado y vestido tan elegante; incluso su actitud desinteresada le daba un aspecto totalmente diferente al que recordaba de él, un chiquillo malherido que pretendía coquetearle descaradamente, intentando que no lo metiera preso al descubrir que era el ladrón fantasma de la élite.


Durante esas dos semanas tras su encuentro, el azabache había estado dedicándole mucho tiempo a la investigación sobre el Espectro, sobre todo porque su jefe estaba empecinado en que se quitara de la cabeza la supuesta teoría de que el ladrón fantasma pertenecía el distinguido círculo de la élite de Stohess... Cuánto le hubiese encantado decirle a ese hombre que estaba equivocado. Todo tenía sentido en ese momento al ver al moreno tan cómodamente de pie en ese salón ostentoso.


Entonces, al lado de su pequeño ladrón, apareció un hombre ligeramente más alto que él, con el mismo color de sus ojos, pero cuyo rostro se veía más pálido bajo aquella barba de candado tan pulcramente formada. El hombre le sonrió al chico del frac mientras le decía algo, a lo que el muchacho simplemente le respondió con un asentimiento de cabeza para seguirlo mientras se adentraban más al lugar.


Sus pensamientos convergieron en la inevitable conclusión. Su Espectro sí pertenecía a la clase adinerada, por eso su aspecto estaba tan bien cuidado y poseía esos rasgos finos y destacables junto a su alto porte, todo perfectamente resaltado por las vestimentas de esa noche. Su intuición había sido acertada, no podía estar más seguro de que el mocoso que caminaba entre los vestidos costosos de las damas del salón y los trajes oscuros de los caballeros, era el mismo que semanas atrás había curado de una profunda puñalada – de la cual claramente no parecía haber estragos –.


Levi no lo podía creer. Por más que lo miraba más se convencía de que era verdad y más se reprochaba no haberse dado cuenta de quien era ese descarado mocoso herido; no lo había reconocido anteriormente porque no estaba junto al hombre de la barba – ilógico, pues eran prácticamente iguales – ; pero su famoso Espectro, el odiado y amado ladrón de Stohess era nada más y nada menos que el hijo del dueño de la clínica más lujosa y grande de toda la ciudad: Eren Jaeger.


 


~*~~~*~~~*~


 


Estar en ese lugar era una de las peores cosas que le podía pasar. Su padre siempre lo obligaba a ir a aquellas fiestas y reuniones con gente importante, para lucirlo frente a sus supuestos colegas y amigos adinerados. De por sí ya era suficientemente malo haber accedido a estudiar medicina en esa ciudad como para que también lo arrastrara a esas fiestas extravagantemente costosas, ataviado en aquel traje tan ostentoso.


Como era bien ensayado, él sonreía con amabilidad ante los comentarios de la gente que le decían lo orgullosos que se sentían sobre su elección profesional y el prometedor futuro que se le venía encima una vez heredara la clínica de su padre.


Sin embargo, no es que estudiar la carrera fuese de su total desagrado; en realidad, secretamente a Eren le llamaba mucho la atención la idea de verse como un médico. Pero las razones para hacerlo eran completamente diferentes a las que tenía su padre y su grupo de amigos, pues él, en realidad, estaba interesado en ayudar a las personas enfermas, queriendo trabajar en un futuro en algún centro de salud pública y no en la clínica que dirigía su progenitor.


Tras varios saludos a distintos grupos de personas, Eren se alejó lo suficiente para ir hasta un rincón del salón, donde la mesa de bebestibles se encontraba. Le daba mucho calor usar ese traje y más aún tener que fingir que estaba disfrutando aquella velada, rodeado de las personas a las que les había robado en alguna ocasión.


Ese único pensamiento logró sacarle una sonrisa ladina, satisfecho con su trabajo, debido a que gracias a su asistencia constante a esas reuniones es que había logrado obtener información valiosa sobre sus objetivos para luego realizar sus ataques.


Entonces, otra persona se para junto a él y decide servirse un vaso con agua. Sin interés real en saber quién era, levantó la vista y terminó por atragantarse con el sorbo de agua que se había metido a la boca.


– Joven Jaeger, ¿se encuentra bien? – las palabras del azabache venían cargadas de una sorna disimulada, mientras su mirada acerada se mantenía fija en él, extendiéndole una servilleta para limpiar los restos de agua de sus labios.


– Detective Ackerman. – murmuró completamente exaltado. Sintió que el aire se quedaba sin oxígeno para abastecerlo y que el sudor se acentuaba en su nuca.


No lo había vuelto a ver tras aquel incidente en su escondite y, en ese entonces, se había percatado de que el detective no lo había reconocido. Sin embargo, ahora era distinto. La mirada de Levi le decía que sabía quién era y eso había activado todas las alarmas en su mente y cuerpo. Lo miró con pavor de lo que fuese a pasar ahora que sabía su identidad – la identidad del ladrón de Stohess –, sobre todo porque había vuelto a robar otra mansión después de su encuentro y el detective le había advertido que lo metería preso en caso de topárselo otra vez.


Y ahora estaba ahí, usando un traje negro también, con una camisa blanca, aunque sin corbata le quitaba todo el formalismo a su atuendo. Traía la placa de policía colgando visiblemente de su cuello y se podía notar la funda de la pistola en el costado derecho de su cadera. Como era de esperarse, su cabello caía lacio y peinado en medio para evitar que le molestara en los ojos.


La verdad es que la apariencia del policía siempre había sido sutilmente elegante, ataviado en sus trajes, camisas blancas y mocasines negros, típico de un detective. Pero era su presencia, su forma de moverse tan segura y aquellos gestos inmutables que lo hacían encajar en un ambiente tan diferente al que solía verlo... cuando lo espiaba, claramente.


– ¿Qué ocurre, joven Jaeger? Parece que vio un fantasma. – le cuestionó, mientras llevaba a sus labios el vaso de agua recién servido, para tomar un sorbo y luego dejar la copa sobre el inmaculado mantel.


– ¿Qué hace aquí, detective? – preguntó él, tratando de mostrarse firme y guardar las apariencias. No iba a dejar que lo intimidara.


– La familia Reiss teme que le roben algo durante la fiesta, así que le pidió a la policía resguardar el lugar. – le comentó, mientras metía sus manos a los bolsillos de su traje oscuro y volteando su rostro para darle un vistazo al salón. – Casi no te reconozco tan arreglado, mocoso. – le dijo entonces, alzando una de sus delgadas cejas mientras lo veía de reojo.


– No creí que me reconociera en ese momento, capitán. – respondió él, tratando de relajar la tensión de su cuerpo, soltando el aire que mantenía retenido en sus pulmones. – Como nunca me llamó por mi nombre, temí que no lo supiera. – señaló con un encogimiento de hombros para restarle importancia al tema.


– No lo supe hasta que te vi llegar, mocoso. – soltó con brusquedad el detective y, enseguida, su mirada color tormenta se volvió una fina línea al entrecerrar sus ojos, cambiando su semblante a uno más autoritario, parecido al que le había dedicado la última vez que se habían visto. – Volviste a infringir la ley. Te había dado una advertencia. – le reclamó, esta vez su ceño fruncido se marcó con más fuerza.


– Creí que me advertía que no volvería a cuidar de mí. – le respondió con confianza esta vez; algo dentro del moreno le decía que Levi no pretendía arrestarlo. – ¿Piensa arrestarme aquí? No tiene pruebas de que soy su Espectro. – argumentó, sin dejar de sonreírle. Sin embargo, el azabache le sonrió de vuelta, con la misma confianza que él. Su estómago volvió a contraerse por el nuevo arrebato de ansiedad que le provocaba la presencia del azabache en ese salón, precisamente frente él y volviendo realidad sus peores miedos.


– Nunca dije que venía a arrestarte, sólo que ahora sé sobre tu pequeño secreto, Eren. Así que será mejor que te cuides la espalda si no quieres que termine capturándote. –


– Vaya, detective Ackerman, me gusta ese lado pervertido que tiene. No dejo de pensar en que me tenía esposado en una cama. – lanzó una carcajada al ver que el otro se sonrojaba levemente. No se iba a dejar intimidar, si permitía que Levi lo viera con dudas o pavor por su presencia, le daría la oportunidad al más bajo de sacarle más información, de intimidarlo y provocar que cometería alguna estupidez. 


– Tch, ya sabía que no eras cualquier ladrón. Sólo eres un crío aburrido de su vida de rico y que tiene que infringir la ley para sentirse vivo. Qué básico. – ese comentario le dolió. Levi no sabía nada sobre los motivos que lo habían llevado a convertirse en el famoso Espectro. Se sentía tan molesto que había fruncido los labios con fuerza para evitar comenzar a gritarle al oficial, teniendo en cuenta que la gente del salón seguía preocupada en sus asuntos y todavía no les prestaba atención; y el chico quería que eso se mantuviera así.


– No sabe nada, detective Ackerman. – le gruñó, aquel sonido había salido gutural desde su pecho, ahogando la rabia que sentía.


– ¿Te ofendí, mocoso? No esperes una disculpa. – justo cuando iba a decirle algo al oficial, siente que alguien toma su brazo izquierdo delicadamente. Enseguida volteó su rostro, aún con el semblante molesto, pero lo cambió de inmediato para ver a la dueña de aquellas manos pequeñas que se aferraban a la chaqueta de su frac.


– Eren, te estaba buscando. – le dijo ella con una sonrisa cálida.


Historia Reiss era la hija menor del anfitrión de esa noche. La conocía desde que eran niños, pese a que ella era dos años menor que él. Ahora que ya tenía diecinueve años, se había vuelto una hermosa mujer de envidiable figura – aunque no sobrepasaba el metro y medio de estatura –, con una tez de porcelana, enrojecida en las mejillas debido al maquillaje sutil que hacía que su rostro se viera más maduro, enfocando toda la atención en aquellos preciosos ojos azules. Su cabello rubio estaba atado en una media cola, de la cual colgaban algunos mechones rizados, que le daban un toque especial a su vestido color turquesa, ajustado en su cintura y que caía largo hasta sus tobillos.


– ¿Está todo bien, oficial? – la escuchó preguntarle a Levi, mientras lo miraba con serenidad.


– Por supuesto, señorita. Sólo vine a saludar al joven Jaeger. – respondió el azabache, haciendo una ligera inclinación con su cabeza, como si Historia fuese una princesa.


– Estoy muy agradecida de que la policía haya acudido para cuidar el lugar. Mi padre se sentía muy nervioso de realizar la fiesta y que apareciera el Espectro, o algo así. – cuando la rubia dijo eso entre risitas, no pudo evitar tensarse al sentir la mirada de Levi posarse sobre él.


– No se preocupe. Me encargaré de vigilar que el Espectro no haga de las suyas. – sentenció el oficial con completa seguridad; no obstante, el moreno pudo identificar un poco de burla en su tono de voz, algo que terminó por molestarlo más.


– Muchas gracias, detective Ackerman. Y, con su permiso, me llevaré a Eren para bailar un rato. – afirmó la chica con una sonrisa cordial, comenzando a jalar su brazo hacia el centro del salón.


Mientras era arrastrado por su amiga de la infancia, no pudo quitarle la vista al detective que se había quedado con una expresión divertida mirándolo atentamente. Un sudor frío le recorrió la espalda, sabiendo que, desde ese momento, tendría la atención de Levi puesta sobre él en todo momento.


Armin tenía razón. Una de las peores cosas que podía pasar era que el detective se diera cuenta de su identidad, sobre todo porque él mismo le había revelado que era el ladrón fantasma. Pero... ¿acaso no era eso conveniente? Si hacía las cosas bien, podría lograr finalmente su cometido y hacer que el detective confiara en él.


Aun así, no tenía idea de cómo hacerlo.


– ¿Estás bien, Eren? – le preguntó la rubia, sólo para notar que se habían quedado quietos en medio de la pista mientras sostenía su mano.


– Lo siento, Historia. La universidad me tiene agotado. – mintió. La chica lo miró entre cerrando los ojos.


– Sabes que se te ponen las orejas rojas cuando mientes, ¿no? – mencionó ella, logrando que el moreno llevara su mano hasta sus propias orejas para notar lo calientes que se habían puesto. – ¿Pasó algo con el detective? – quiso saber, ahora con un gesto de preocupación.


– No, en serio, está todo bien. Sólo tenía asuntos pendientes con él... – murmuró distraído, sintiendo aún la mirada grisácea del detective sobre su espalda, incluso cuando se había negado a mirarlo nuevamente una vez que se fue con Historia.


– ¿Qué asuntos? – siguió preguntando la rubia, y Eren lanzó una carcajada para luego sostener la cintura de su amiga y comenzar a bailar lentamente con ella.


– ¿Qué pasa, Historia? ¿Por qué tan inquisitiva? – le dijo, tratando de desviar el tema.


– Estás demasiado misterioso, Eren. – señaló la chica con seriedad. En seguida, estiró su pequeña mano para acariciar suavemente la mejilla morena de su alto amigo. – Prométeme que no harás locuras. Sabes que siempre me preocupo por ti. –


– Lo sé. – respondió él con una sonrisa cálida, tomando la mano de ella y besando su dorso con suavidad. – Gracias, Historia. –


Era complejo describir su relación con la rubia. De niños, la chica siempre lo seguía a todas partes y, con la personalidad tan fuerte que tenía, solían discutir un poco cuando se ponía entrometida; sin embargo, con el paso del tiempo, se volvió su más fuerte confidente, porque Historia no dejaba que su estatus social le impidiera ser una maravillosa persona, incluso tenían ideas parecidas de lo absurda que era la vida para la gente adinerada.


Claramente, ante esta química tan cómoda que se desarrolló entre ellos a través de los años, sus familias no han dudado en hablar de matrimonio. Y, sinceramente, hasta hace un par de años, Eren creyó que Historia era la mujer ideal para él; alguien que lo comprendía y apoyaba en sus decisiones, como también sabía aconsejarlo y contenerlo cuando no encontraba consuelo.


Mientras bailaba y reía junto a ella en el salón, se dio cuenta de que las cosas ahora eran distintas entre ambos y, pese a que sus familias todavía mantenían la idea de unión entre los dos, ellos sabían muy bien lo que querían en la vida y estaban dispuestos a apoyarse en todo el trayecto.


De cierta forma, este último pensamiento le hizo desviar su atención de su querida amiga para llevarla a recorrer el salón en busca de unos ojos grises, sólo para darse cuenta de que el detective se estaba marchando de aquella fiesta.


 


~*~~~*~~~*~


 


Ya era alrededor de media noche y la fiesta seguía en su máximo esplendor. Levi había terminado por patrullar por el patio trasero de la mansión, dejando a dos de sus subordinados vigilando el interior del salón. Sabía que no tenía mucha importancia vigilar otros lados de la vivienda, ya que su ladrón se encontraba bailando con la hermosa hija de Rod Reiss.


Por alguna extraña razón, tras un par de minutos observando atentamente los movimientos del moreno y la cálida familiaridad que emanaba con la pequeña rubia, terminó por hastiarse y querer salir a tomar aire; excusándose bajo el hecho de que todo parecía bajo control dentro de la mansión.


La mirada iracunda de Eren seguía muy nítida en su memoria cuando lo trató como un crío aburrido de su vida acomodada. Una parte de él no lo creía realmente. Ningún niño malcriado de la alta sociedad de esa ciudad estaría soportando esconderse en un lugar tan deplorable como el edificio en el que lo encontró malherido. De hecho, le sorprendía bastante que esa noche el muchacho no fuera directamente hacia un hospital a que le trataran su herida, sabiendo que, con las influencias de su padre, podría ser atendido rápida y eficazmente.


Le molestaba no comprender al moreno y sus motivos ocultos para convertirse en un buscado ladrón, que se especializaba en robarle a millonarios mercaderes y políticos, sabiendo que su padre era otro millonario en la ciudad. No obstante, lo que más le molestaba, era no comprenderse a sí mismo.


Si bien era cierto que no tenía más pruebas de que Eren era su Espectro, aún se cuestionaba su propio actuar con el mocoso. Porque durante los últimos días se había obsesionado con el caso nuevamente, revisando con detalle los informes de las grabaciones de seguridad donde detallaban sus huidas de las casas de sus víctimas, los perfiles de sus objetivos, los lapsos entre cada ataque... todo; incluso, había buscado su rostro moreno por las calles cuando deambulaba por la ciudad, tratando de toparse con sus ojos verdes y esperando la oportunidad para preguntarle todo lo que no le preguntó esa mañana en que lo dejó en la habitación del edificio.


Chasqueó la lengua. Estaba molesto sí mismo por no dejar de pensar en el muchacho, en sus ojos verdeazulado, en su descaro al coquetearle. Puso los ojos en blanco ante sus erráticos pensamientos mientras seguía caminando entre las sombras, sin estar atento realmente a lo que pasaba en la casa o por sus alrededores; hasta que un sutil movimiento es captado por el rabillo de su ojo, volteando rápidamente para encontrarse con una silueta alta, escondida en el umbral de una bodega anexada a la mansión. 


Si no fuera porque los ojos verdes de Eren destallaban en aquella oscuridad, habría sacado su arma apuntando en su dirección al no reconocer la figura que lo llamaba disimuladamente para que se acercara; y así lo hizo. Al pasar dicho umbral, el porte del muchacho hizo sombra sobre él y terminó por abrir la puerta de la bodega, pidiéndole silenciosamente que lo siguiera. Y, una vez dentro de lo que parecía ser el lugar donde almacenaban los licores, algunas mallas con vegetales y cajas cerradas, se percató de la inusual confianza que le había tenido al chico, sabiendo que era un criminal y que estaba jugando con él para que no lo metiera preso.


Eren lucía más misterioso de lo usual. Su sonrisa petulante había sido reemplazada por una expresión de total seriedad que se veía acentuada por la casi nula luminosidad de esa bodega, bañada por los destellos de las lejanas luces de la mansión, apartados de los ruidos de la fiesta.


– Me debes una disculpa. – le soltó, en un murmullo, el más alto, provocando que Levi enarcara una ceja y fingiera perfectamente que el tono grave que había usado el moreno no lo había afectado en nada.


– ¿Por qué? – cuestionó el azabache confundido y, siendo honesto, algo nervioso de estar escondido ahí con el chiquillo. Curiosamente, la presencia del ladrón lo estaba inquietando de una manera incomprensible. No era la misma situación que había dejado atrás tras el último encuentro entre ambos; sino que, ahora, el chico presente a él tenía nombre y apellido; su ladrón tenía un rostro y eso estaba provocando extrañas emociones en el interior del detective.


– Los motivos que tengo para hacer lo que hago no tienen nada que ver con tus prejuicios hacia la clase alta. – argumentó el moreno, todavía con ese semblante serio y actitud relajada.


– Tch, no me vengas con tus berrinches, niño. No estoy de humor para estupideces. – masculló él, dispuesto a salir de ese lugar donde ya se sentía un poco atrapado. No obstante, la mano de Eren lo empuja contra la puerta, evitando que la abriera, y, además, dejándolo frente a él, muy cerca el uno del otro, mirándose con intensidad y un montón de emociones escondiéndose tras el gris de la mirada de Levi y el verde de la mirada del muchacho.


– Levi. – su voz fue apenas un susurro, sorprendiéndolo pues nunca lo había tuteado anteriormente. – Me gustaría que me entendieras. No soy tu enemigo. –


– Si eres un criminal, entonces sí lo eres, Eren. – respondió él, usando el mismo volumen de voz que el mocoso frente a él. Su cuerpo parecía envolverlo de tan cerca que se encontraba, haciendo que el perfume varonil del chico bailara bajo su nariz, como hipnotizándolo. Podría fácilmente haberlo apartado con apenas dos movimientos, podría haberle dado un golpe que lo hubiese alejado al menos dos metros de él; sin embargo, se quedó bajo la sombra del alto moreno, grabándose el color de sus preciosos ojos y la manera tan determinada que tenía de hacerle ver que no era su enemigo.


– Por favor, no me veas de esa forma. – le pidió, alzando aquella mano de dedos largos hacia él para rozar suavemente la mejilla del azabache. Él se asustó ante este gesto, reaccionando inmediatamente y sosteniendo con fuerza la muñeca contraria.


– ¿Qué mierda haces? – contrario a lo que esperaba, el muchacho le sonrió de manera ladina, bajando su mano nuevamente y poniendo un paso más de distancia entre ambos.


– Quizá apresurándome. – mencionó Eren, con una sonrisa melancólica. – Levi, no miento al decir que tengo información que podría servirte. Tenemos algo en común. – declaró, lleno de convicción.


– Te dije que no negociaría contigo. – señaló Levi, cruzándose de brazos.


– Entonces, déjame ganar tu confianza. – pidió el otro sin dejar de sonreír tranquilamente. El policía estaba contrariado al ver aquel desplante del chiquillo. – Pon un precio. – 


– Deja de robar. – sentenció sin miramientos. 


Trató de mantener el ceño fruncido, pero le estaba costando más de lo que quería admitir, porque Eren no lo hacía sentirse amenazado y tampoco le parecía peligroso; sin embargo, era cierto que estaba infringiendo la ley y como policía no podía permitirlo, ni siquiera por el hecho de que a él no le disgustaba para nada que esos sucios millonarios se quedaran sin dinero. 


Frente a él, el muchacho puso un gesto pensativo mientras afirmaba su propia barbilla, como sopesando la opción que le había dado.


– ¿Te has preguntado lo que hago con el dinero que robo? – preguntó el mocoso.


– Me importa una mierda si te lo metes por el culo o te los comes con tu ensalada. – Eren lanzó una carcajada, divertido tras su respuesta, haciendo que él se sonrojara un poco.


– Ninguna de las dos. – respondió el moreno mientras llevaba ambas manos a los bolsillos de su pantalón. – Lo deposito en varias cuentas. – Levi puso los ojos en blanco tras chasquear la lengua. – ¿Qué? No dije que fuesen mías. Son de personas que lo necesitan. – señaló, encogiéndose de hombros.


– ¿En serio? – preguntó el azabache incrédulo. – ¿Estás esperando que te crea? – el chico volvió a lanzar una carcajada y se acercó nuevamente hacia él, haciendo que Levi retrocediera hasta chocar con la pared.


– Detective Ackerman. – murmuró el más alto, con voz más grave y elocuente, manteniéndolo expectante a sus palabras. – ¿Sabe usted quién es el hombre más rico en toda la ciudad? – su pregunta lo sacó un poco de lugar, pero, honestamente, al policía le daba igual. Todos los ricos eran iguales y eso no iba a cambiar. Incluso si aquel muchacho podía jurar por su vida que el dinero que robaba se lo daba a personas más pobres. – Uno de estos días voy a necesitar su ayuda, detective. Y me voy a asegurar de que, para ese entonces, confíe plenamente en mí. – nuevamente, la mano del chico fue a parar a su mejilla y, para su sorpresa, esta vez no se molestó en detenerlo, sino que lo dejó acariciar su piel con la suavidad de esos dedos largos hasta llegar a su barbilla, alzándola ligeramente para que sus miradas chocaran. – ¿Quién sabe? Puede que tenga suerte y termine hasta ganándome su corazón, capitán. –


– Ni con todo el dinero del mundo, Jaeger. – sentenció él, pese a que sus piernas temblaban un poco la sentir al aliento del más alto acariciar su nariz de tan cerca que estaban.


– No me rompa el corazón tan pronto, detective. Ya le dije, podría impresionarlo. – anunció, alejándose de él, aparentemente satisfecho con él mismo, y abriendo la puerta para salir de aquella bodega.


– No te escaparás tan fácil de mí, Jaeger. Recuerda que conozco tu secreto, no te será sencillo deambular en tu trabajo clandestino. – le advirtió, ligeramente avergonzado por haberse dejado seducir por ese mocoso, aunque hubiese sido por unos breves segundos.


– ¿Quién dijo que estoy escapando de usted, detective? – le dijo el moreno desde el umbral de la bodega, permitiendo que el viento golpeara su rostro y calmando sus emociones. – Es usted el que no escapará tan fácil de mí. –


Con el estómago revuelto de tantas emociones que era incapaz de procesar al mismo tiempo, observó al joven caminar por los jardines que conectaban con la gran mansión, donde aún se escuchaba el ruido de la música y las lámparas de lágrimas emitían la cálida luz que iba perdiendo intensidad por los alrededores de la residencia. 


Eren volteó un par de veces a mirarlo mientras se marchaba, sólo para mostrar su sonrisa ancha, completamente victorioso de ese encuentro entre ellos; hasta que simplemente ser perdió entre las sombras y, por fin, el detective se dio el tiempo de respirar con normalidad.


No comprendía absolutamente nada de lo que había pasado minutos antes; ni el comportamiento del mocoso ni el propio, porque estaba ahí, todavía sintiendo la calidez de esos dedos que acariciaron su rostro y la mirada profunda de un mocoso que quería ganarse su confianza.


Eren Jaeger evidentemente tenía algo magnético, no sólo por sus ojos verdeazulados, sus facciones marcadas o su sonrisa cálida cuando reía sin sorna, sino que era la manera tan determinada que tenía de hacer las cosas, esa obstinación que había adoptado en hacerle ver que no era su enemigo pese a ser un ladrón y él, un policía.


Tenía que espabilar. No podía dejarse dominar por un estúpido joven que se creía una especie de Robin Hood y que juraba no ser enemigo de la policía, sino de la élite; irónico, pues él pertenecía a esa élite, siendo el hijo del millonario doctor Grisha Jaeger. No era tiempo para estar pensando en la extraña química que sentía cuando lo miraba, sino que debía ejercer su rol como policía y serle fiel al juramento que había hecho al momento de seguir la carrera que lo había llevado a ser el mejor detective de la ciudad.


Era la oportunidad de atrapar al ladrón que alteraba tanto a la clase adinerada y debía armar un plan para lograrlo, aunque tuviese que enfrentarse a la élite de Stohess.

Notas finales:

¡Muchas gracias por haber llegado hasta aquí! Espero que les haya gustado mucho.

Como ya he dicho antes, me gustaría mucho saber sus comentarios y esperar sus votos para saber si les está gustando lo poco y nada que lleva la historia; y, por otro lado, recordarles que son libres de mencionarme si es que ven algún error en la redacción del capítulo para proceder a corregirlo.

Pueden seguir la historia en mi cuenta de Wattpad : L_inverse

Bajo el mismo nombre: "Criminal- [Ereri]"

¡Nos vemos en el próximo!

 


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