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Emboscada triunfal por 1827kratSN

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—Odiar a alguien tan profundamente no parece concordar con tu personalidad.

—Usted ni siquiera me conoce bien —Canadá miró a URSS con curiosidad—. Llevo aquí menos de un mes y es imposible que usted…

—Me bastó con verte una sola vez para saberlo.

—No me convence.

Lo miró fijamente, enfrentando al monarca y desobedeciendo a una de las tantas órdenes y normas que le inculcaron desde pequeño… Le encantaba que URSS le permitiera tanta libertad.

—México me contó mucho de ti —confesó con una ligera sonrisa.

—Usted es su amigo, ¿verdad?

—Sí.

—Entonces es preferible que no tengamos interacción, señor URSS.

—¿Te refieres a: “El amigo de mi enemigo es mi enemigo”?

—Exacto —sacudió ligeramente los dedos de su mano derecha—. Así que, si me permite... —dio un paso para alejarse.

—Canadá, puedo ayudarte.

—Ayudarme —susurró.

Porque no le creía, así como no creyó a los anteriores que ofrecieron algo tan valioso como “ayuda”. Porque la ayuda dada entre monarquías solo significaba beneficio para una de las partes.

Canadá sabía que nunca formaba parte de las partes beneficiadas.

—¿Traicionará a su amigo? —intentó que su voz no sonara irónica.

—No.

—¿Entonces?

—Les haré un favor a los dos —lo miró a los ojos.

—¿De qué habla?

URSS se acercó al pelirrojo, casi invadiendo el espacio personal de este, para inclinarse un poquito y así disminuir el tono de voz. Porque no quería que aquella propuesta resonara entre esas paredes que a veces tenían oídos.

—Quédate conmigo.

Canadá elevó una de sus cejas, no entendiendo aquello.

—Quédate en este reino, y México no podrá tocarte... Nadie podrá obligarte al matrimonio que no deseas concretar.

Era una mentira.

La más grande de las falacias.

O era un sueño casi divino.

Engaño o promesa. No había razón de ser. No había justificación válida para que un monarca de esa talla le ofreciera protección casi total a un simple príncipe usado como moneda de cambio.

Pero le dieron esperanzas, aquellas perdidas desde hace tantos años.

Y era peligroso.

Porque las esperanzas hacían tu mente divagar en decenas de escenarios afortunados, formando sueños que no se cumplirían, y te vendaban los ojos. Porque las esperanzas eran la perdición para un condenado.

Fue tal su conmoción que no respondió. Solo miró al azabache durante un rato y después dio un paso hacia atrás, como si viera una amenaza mortal. Se dio la vuelta y a paso presuroso se alejó de URSS para escapar al cuarto que compartía con su hermano.

Ignoró la sonrisa del rey.

.

.

—Elegir entre casarme con un idiota, amante de las guerras, troglodita agresivo, depredador de doncellas, gestor de un harem exclusivo, aparte de mentiroso, y sobre todo… el ser que ilusionó a mi hermano con un bello futuro juntos.

Porque no podía olvidar ni por un momento, el dolor que su hermano estrellitas pasó cuando se le rebeló aquella mentira.

Daría todo para proteger a su hermano mayor, todo, incluso guardarse para sí mismo el dolor.

Aun así, no podía olvidar todo lo demás.

—Can, de nuevo tienes esa cara de asesino.

—Lo siento... —suspiró antes de revolver sus cabellos—. Es horrible tener esa sensación de odio dentro de mí.

—Entiendo tu punto, hermano, pero no respondes mi pregunta.

USA caminó por el cuarto y de nuevo regresó sobre sus pasos para sentarse frente al pelirrojo confundido que estaba pidiéndole consejos.

Le dio un golpecito en la frente, le sonrió, y volvió a insistir para que le dieran una respuesta.

—Elegir entre casarme con México —Canadá miró su mano izquierda— o desobedecer a papá y quedarme a vivir aquí... ¿Qué crees que debo elegir?

—No sé... Pero elige pronto porque me estoy calzando el traje de bodas. El tiempo no se detiene, Can.

—Hermano, ayúdame.

—Yo necesito ayuda, Can.

USA soltó una risita antes de mirar el pulcro traje de blanco que debería usar muy pronto. Estaba tan enojado con todo, pero a la vez, tan resignado a todo eso.

Ya no tenía ganas de pelear.

—Voy a casarme y ni siquiera puedo mentalizarme que deberé ponerme a servicio de un monarca enorme y que parece un monstruo de cuento infantil.

—¿Crees que URSS planea algo como para haberme ofrecido esto? —suspiró antes de sentarse junto a USA.

—Sí... —juntó sus cabezas—. Pero sinceramente me aliviaría tenerte por aquí un tiempo… Así podemos conspirar juntos.

—¿Quieres que me quede? —susurró.

—El asunto es: ¿quieres quedarte?

—Lo que tengo en claro es que no quiero casarme… y que México siempre se salva de mis intentos por asesinarlo.

—Entonces quédate —le dio un golpecito.

—Voy a tener muchos problemas, Ame... Así que espero valga la pena.

—¡Así se habla! Por fin te estás pareciendo a mí.

Canadá solo rio divertido por la emoción de su hermano.

Por el momento, olvidaría todo lo demás.

Iba a ser feliz con su hermano cerca.


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