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AMANDO A MI JEFE by LoShiPu por MaRiA-SaMa_076

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Notas del capitulo:

Los que ya conocen la historia espero y disfruten su regreso, recuerden la obra no me pertenece y la re-subo por que fue eliminada y la cuenta de su autora original.

Capítulo 1. ¡OH KAMI SAMA... ME ENAMORE!

 

Ocurrió el día de San Valentín. En realidad solo fue una coincidencia, una ironía. Un accidente del tiempo que lo hacía todo aún más doloroso.

Era el día de San Valentín, miércoles a las 9:15 am en la Executive Tower del Casino y Hotel High Uchiha.

Deidara estaba recibiendo instrucciones sobre los correos electrónicos que debía enviar. Su jefe, Itachi Uchiha nunca redactaba los correos para los directores y subdirectores que tenía por debajo. Le decía a Deidara lo que quería comunicar y Deidara, su secretario personal, le daba forma con las palabras apropiadas.

- Tenemos que hacer algo con el maldito descenso del río en balsa… - decía Itachi.

Deidara sonreía y lo apuntaba en su cuaderno. High Uchiha tenía río propio, incluso con rápidos para practicar rafting. Las bajadas por el río eran un gran atractivo para los turistas, tanto que siempre había largas colas, justamente por la carretera que llevaba al casino. Y en High Uchiha como en casi todos los complejos hoteleros de juego y apuestas, nada podía interponerse en el camino hacia el casino.

Todo el mundo lo llamaba primero “hotel” y después “casino”, pero todos sabían que era al revés.

- Mándale un correo a Kisame

Kisame era el vicepresidente.

- Dile que ponga en su sitio a Hidan.

Hidan era el director en el área de actividades de aventura.

- Hay demasiada gente formando una cola para los rápidos cuando deberían estar jugando en las mesas y a las máquinas. Hidan debería saberlo. Dile que suba el precio de la bajada hasta que nadie quiera pagarlo, que cierre la atracción. Lo que sea. La cola está en medio y quiero que desaparezca.

Ocurrió en aquel mismo momento. Deidara levantó la vista de los documentos que estaba hojeando, todavía sonriendo ante la idea de que una inocente bajada por los rápidos de un río pudiera hacerle sombra a las todo poderosas mesas de juego.

- Y antes de la reunión con la comisión de planificación, necesito que compruebes…

Deidara no asimiló el resto de la frase. Sintió que el mundo se paraba a su alrededor, como en una película de ciencia ficción, en la que él continuaba andando y hablando y todo el mundo al que conocía estaba petrificado.

Si, el mundo se quedó paralizado. Completamente. Incluyendo a Itachi.

Estaba sentado en su sillón de suave cuero negro, en su escritorio, y tras él un enorme ventanal. Bajo él se extendía la ciudad de Tokoi, una tierra de torretas y torres. Tenía un brillo mágico. Pero no era la ciudad lo que Deidara estaba mirando totalmente absorto. Miraba a Itachi. Al fijarse en él y en cada uno de sus rasgos físicos, todo le parecía dolorosamente claro.

Alto, con hombros anchos, cara preciosa, con hermosos ojos negros y unas muy sexis ojeras. Cabello negro lacio largo el cual llevaba sujeto con una coleta baja. Traje a la medida y camisa de seda.

Estaba frente a su ordenador moviendo el ratón mientras hablaba, con los ojos fijos en la pantalla. ¿Qué estaría observando con tanta atención? Probablemente sus correos, los que acabaría contestando Deidara. Y también era posible que estuviera mirando previsiones del mercado. Itachi rara vez hacía una sola cosa al mismo tiempo.

Era un hombre emprendedor. Con solo 34 años era copropietario mayoritario y presidente del consejo de administración de uno de los casinos más importantes de Tokio.

En aquel momento, mientras su imagen le atravesaba el cerebro, Deidara lo comprendió… lo quería. Y de alguna forma, entender aquello, admitirlo, le devolvió la vida al mundo.

Oyó el ruido de una sirena que venía de la ciudad, vio un avión plateado que cruzaba el cielo y en la oficina Itachi estaba manejando el ordenador y mirando la pantalla con el ceño fruncido y dándole instrucciones al mismo tiempo.

Sin embargo Deidara no era capaz de asimilar nada de lo que le estaba diciendo. Pero no importaba. Tenía la grabadora encendida, como siempre. Tendría que escuchar la cinta más tarde.

Se sentía… tan extraño, confuso, alterado, avergonzado… tenía un desarreglo emocional agudo. Todo lo que podía pensar era: “¿Cómo puede ser cierto?”.

Él e Itachi tenían una relación estrictamente profesional. Itachi solo se había preocupado por el trabajo del pelirrubio las veces que no había podido llevarlo a cabo. Y en dos años y medio aquello no había ocurrido casi nunca. A Deidara nunca le había preocupado que su jefe no le prestara atención.

Era un jefe justo, si. Hacía que trabajara muy duro, casi nunca tenía un fin de semana libre. Pero también le daba muy buen sueldo, recibía bonos y acciones de la empresa. Y le encantaba su trabajo. Pero no estaba enamorado de su jefe, o al menos no lo había estado hasta hacía 40 segundos.

Podría ser que no se hubiera dado cuenta hasta ese momento, o quizá hubiera estado enamorándose durante mucho tiempo, lentamente.

Contuvo un gemido. Aquello era ridículo. Era cierto que ha medida que pasaba el tiempo se había encariñado más y más con Itachi Uchiha. Era un hombre mucho más agradable de lo que la gente pensaba.

¿Y aquellos rumores de que tenía conexiones con la mafia? Totalmente falsos. Deidara estaba seguro de aquello después de 3 años trabajando para él. No era ningún personaje misterioso, si no un hombre de negocios honrado y con mucha suerte. Había hecho algunas inversiones arriesgadas con las que había ganado dinero y con eso se había hecho un hueco en la industria del juego.

Deidara había estado muy nervioso cuando empezó a trabajar para él, pues habían crecido juntos en Konoha, una pequeña ciudad cerca de Japón, a 3 edificios de distancia. Dei era 8 años más joven que él, pero conocía todas las historias sobre la famosa Mikoto Uchiha y sus 3 salvajes hijos.

Los 3 a su manera habían tenido éxito en su campo.

Quizá Itachi tuviera cierto aire de peligro, pero era parte de su encanto. Era un hombre duro e inflexible. Tenía que ser así. Pero en el fondo Deidara sabía que también era justo y amable. Y estaba orgulloso de trabajar para él. Durante los dos últimos años le había tomado cariño. ¿Pero amor? ¿Cómo podía estar sucediéndole aquello?

- ¿Dei? ¿Estás bien?

Deidara parpadeó. Itachi lo estaba mirando fijamente.

- Oh si, perfectamente. De verdad.

- ¿Estas seguro? Parece que estas un poco…

- De verdad Itachi, no pasa nada. Estoy bien.

Era una gran mentira ¿pero qué otra cosa podía decirle? En aquel momento sonó el teléfono.

“Salvado” pensó con un suspiro de alivio. Itachi respondió la llamada y volvió a colgar. Dei se aclaró la garganta.

- ¿Dónde estábamos?

Sin embargo, a partir de aquel momento, nada volvió a ser lo mismo para él.

Las siguientes horas fueron tristes. Una vez hubo reconocido y asimilado ese sentimiento, se hizo más fuerte a cada minuto que pasaba. Le dolí incluso estar a su lado, mirar con él el resto de la agenda y que no levantara ni una vez los ojos de los papeles para mirarle la cara. ¿Y por qué debería molestarle aquello? Nuca antes lo había hecho. Pero de repente estaba ansioso por sentir cualquier tipo de contacto.

Por ejemplo sus manos rozándolo… aquello ocurría todo el tiempo aunque nunca lo hubiera notado antes. Si Itachi le pedía algo… un café o un expediente Dei se acercaba para dárselo, él le tocaba el dorso de la mano o quizá la muñeca, o el antebrazo. Era solo una caricia de agradecimiento sin palabras, un pequeño “gracias”.

- ¿Dónde están las cifras estimativas de la remodelación del South Tower?

En High Uchiha, las habitaciones del hotel, las instalaciones de las actividades y las del casino estaban continuamente en remodelación. Las cosas tenían que refrescarse y ser atractivas para los turistas.

Deidara le explicó donde debía mirar.

- No lo veo.

Dejó la carpeta a un lado y rodeó el escritorio hacia su silla, para enseñárselo. Oh Kami sama, olía muy bien. Tan limpio, fresco y masculino… a él siempre le había gustado la loción que Itachi usaba. Le gustaba su cabello largo y sedoso.

El pelinegro miró hacia atrás con una ceja arqueada. A Deidara le dio un vuelco el corazón y le mandó instrucciones al cerebro para que su cara no se ruborizara.

- Mmm… veamos…

Movió el ratón y presionó dos veces hasta que apareció la información que necesitaba.

- Bien. Gracias.

Itachi le tocó suavemente el dorso en señal de agradecimiento y el pelirrubio estuvo a punto de dejar escapar un grito pero logró contenerse. Volvió a la silla y tomó de nuevo la carpeta de los documentos.

Durante 10 minutos la situación fue soportable. Estudiaron la agenda del día. Itachi le dio instrucciones para redactar las cartas que necesitaría y le enumeró los informes que iban a usar en las reuniones con los directores. Estaban terminando cuando el pelinegro dijo sin dar importancia…

- Oye ¿te importaría comprarle algo bonito a Sakura? Hoy es San Valentín…

Deidara sintió como si le estuvieran atravesando el corazón con un cuchillo al oír aquello.

Sakura Haruno tenía un número en la obra “Cats” que se presentaba todas las noches en el teatro del hotel. Sakura era medio japonesa y medio italiana, espectacular y agradable. La primera vez que la actriz había ido de visita a la oficina, había pasado a saludarlo.

- Hola, encantada de conocerte.

Sakura alargó la mano y le dedicó una sonrisa resplandeciente.

- Itachi me ha dicho que lo cuidas muy bien.

- Hago lo mejor que puedo.

Respondió el pelirrubio mientras se estrechaban las manos.

- Eres el mejor. Él me lo ha dicho.

Contestó con aquella sonrisa que cortaba la respiración, amplia y amistosa. Sakura se apartó la melena rosada de los hombros y se dio la vuelta para marcharse. Deidara se miró a si mismo mirándola anonadado.

Itachi Uchiha disfrutaba con las mujeres, y un hombre de su posición tenía la posibilidad de elegir a quien quisiera, pero ninguna había dudado. Itachi siempre les regalaba diamantes como una pulsera o un collar. Al final Deidara sabía que acabaría comprando diamantes para Sakura. Realmente Itachi estaba casado con su trabajo y no había tiempo para nimiedades como comprar personalmente un regalo.

- Algo bonito para Sakura – repitió Deidara con voz ahogada.

- ¿Estas seguro de que no te pasa nada? – Frunció el ceño de nuevo.

- Si. No hay problema. De verdad.

 

***** ITADEI *****

 

Una hora después Deidara se marchaba del High Uchiha a comprarle a Sakura un broche con rubí en forma de corazón en una de las joyerías de Yamanaka’s shop.

En High Uchiha había muchas tiendas exclusivas pero el rubio nunca compraba los regalos de su jefe ahí. Le parecía más personal ir fuera del reino de Itachi para conseguir los tesoros de sus amantes.

En realidad aquello no era un buen razonamiento. El Uchiha ni siquiera elegía los regalos ¿Cómo iban a ser personales?

Compró el broche, regresó al hotel y se lo enseñó orgulloso a Itachi para que supiera el bonito regalo que iba a hacerle a Sakura.

- Estupendo Dei. Le va a encantar.

El pelirrubio sintió un nudo en la garganta en lo que envolvía el broche de nuevo. Para entonces hacía más de 6 horas que se había dado cuenta que estaba enamorado. No podía darse el lujo de lloriquear… quizá aquella pasión repentina se consumiría por si sola… pronto.

“Oh si por favor Kami sama. Deja que termine pronto”.

Pero aquella plegaria no fue respondida. Los días pasaban y aquel deseo no se desvaneció. Se las arregló para no llorar e Itachi nunca se imaginó nada, Deidara se aseguro de ello por orgullo. No quería que el pelinegro supiera que estaba desesperadamente enamorado de él.

Algunas veces Itachi le dirigía una mirada algo confusa, como si intuyera que a su secretario le pasaba algo, pero Deidara trabajaba como siempre por lo que no volvió a preguntarle qué le ocurría.

Entonces empezó a sentir nuevos tormentos. Cosas sencillas y cotidianas como rozarse con él, seguirlo a la sala de reuniones mientras le daba instrucciones de última hora o de que se quedaba desnudo de la cintura para arriba al cambiarse la camisa por otra limpia… intentó no mirar sus musculosos brazos ni imaginarse como se sentiría el ser abrazados contra aquellos pectorales tan anchos mientras bajaba la cabeza para cubrirle la boca con los labios. Era horrible, lo había visto cambiarse al menos 50 veces. Nunca había pensado que una camisa limpia pudiera resultar una tortura. Hasta ese momento.

En realidad sus vidas estaban tan… entrelazadas.

Ambos vivían en el mismo lugar donde trabajaban. Itachi tenía una suite en el ático. La habitación de Dei era más pequeña, por supuesto y estaba varias plantas más abajo. Pero al rubio siempre le había encantado vivir ahí.

Adoraba el glamur y las emociones de su vida en High Uchiha. Ahí se podía comer, dormir, hacer la compra, trabajar y divertirse. Todos los días había fiesta.

Deidara no era precisamente la persona más aficionada a las fiestas, pero al trabajar para Itachi sentía como caía bajo el brillo de la atmosfera.

Cuando era adolecente era un poco tímido y no había tenido mucho éxito. No es que no fuera atractivo pero no era espectacular. Provenía de una familia numerosa y era el cuarto de seis hermanos. Sus padres habían sido buenos pero tenían muchos hijos y desviaban completamente su atención de uno a otro. Él se sentía más cercano a sus 2 mejores amigos Gaara y Naruto, que a sus propios hermanos y hermanas.

Se había licenciado en contabilidad en la Universidad de Konoha y había trabajado como contable para una gestoría antes de tropezarse con aquel trabajo de secretario y ayudante de uno de los clientes de su empresa.

Deidara adoraba aquel trabajo. Tenía que ser muy organizado y saber desenvolverse en el mundo de los negocios y estar preparado para todo. Llevaba la correspondencia y agenda personal de su jefe, hacia sus compras y lo acompañaba a cenas y fiestas. Sus cometidos y responsabilidades rara vez eran iguales 2 días seguidos.

Deidara había entrevistado a Itachi para sus gestorías y él recordó a su vecino de infancia. Dos meses después había recibido una llamada del Departamento de Recursos Humanos de Itachi. Fue en avión a verlo a Tokio y el pelinegro lo contrató en aquel mismo instante.

- Eres exactamente lo que estaba buscando Deidara. Eres eficiente, con las ideas claras. Discreto e inteligente. Y alguien de casa, de mi ciudad. Me gusta eso. Realmente me gusta.

Fue una relación profesional exitosa desde el principio. Impersonalmente íntima, era lo que Deidara solía pensar. Él era un verdadero “esposo de oficina” y con eso estaba satisfecho. Era muy bueno en lo que hacia, disfrutaba con su trabajo y su jefe conocía su valor.

Le había subido el sueldo varias veces desde que empezó a trabajar en High Uchiha. De forma que ganaba el doble que al comienzo. Ya no se sentía tímido. Se veía a si mismo como reservado y sereno. Mantenía la calma en todo momento. Itachi contaba con él para todo y el rubio lo hacía con habilidad y gracia. Era un hombre feliz con un futuro profesional brillante que había cometido el error de enamorarse de su jefe y estropearlo.

Todo había cambiado. Deidara estaba viviendo al mismo tiempo la agonía y el éxtasis.

Para el cuarto día estaba tan desesperado como para sopesar la posibilidad de hablar de sus sentimientos ¿pero para qué? ¿Para empeorarlo todo? ¿Para hacer que su humillación fuera completa? Además Itachi era totalmente heterosexual, por lo que no le dijo nada.

Para el sexto día se vio a si mismo planteándose lo imposible: presentar su renuncia, pues casi se le había olvidado lo mucho que le gustaba su trabajo. En aquel momento trabajar era más bien una tortura. Quizá debería renunciar… pero no lo hizo. No hizo nada, solamente intento pasar la jornada lo mejor posible. Esperaba fervientemente que las cosas mejoraran, de un modo u otro.

En el octavo día Deidara tuvo una llamada de su amigo Gaara.

 

***** ITADEI *****

 

Fue después de la medianoche. Deidara acababa de llegar a su habitación. Aquella tarde había llegado un grupo de hombres de negocios estadounidenses, de aquellos a los que no les importaba gastarse un millón de dólares en una noche en las mesas de juego. Itachi iba a acompañar al grupo durante la cena y le había pedido a Deidara que lo acompañara.

El teléfono estaba sonando cuando entro a su habitación y se apresuro a contestar. Entonces escuchó la voz de su querido amigo.

- ¿nunca devuelves las llamadas?

Deidara sujetó el teléfono con el hombro y la mejilla en lo que se descalzaba.

- Lo siento – se dejó caer en el sofá. – Esto ha sido de locos.

- Siempre dices lo mismo.

- Bueno, es que siempre es de locos jajaja.

- Pero te encanta.

- Es cierto, me encanta – dijo viendo a Itachi mentalmente.

- Muy bien. ¿Qué es lo que pasa?

- Nada en absoluto.

- Lo has dicho muy deprisa.

- Gaara, me encanta mi trabajo. Eso no es nuevo – “pero desgraciadamente también me encanta mi jefe, que no me quiere”. - ¿Qué pasa?

El pelirrojo se quedó dudativo. Deidara podía verlo sentado en su cama con dosel en la maravillosa casa victoriana que había heredado de su querido tío Baki. Seguramente estaría apoyado en el cabecero, con la almohada en la espalda y su indomable cabello rojo totalmente despeinado. Y tendría el ceño fruncido mientras consideraba si dirigir la conversación hacia el tema por el que había llamado o si ahondar más en la extraña actitud de Deidara hacia su trabajo, finalmente dijo…

- Ven a casa el fin de semana.

Deidara se apoyó contra los almohadones del sofá y miró al techo de la habitación.

- No puedo. Sabes que no puedo.

Gaara dejó escapar un sonido que expresaba claramente su molestia.

- No sé nada de eso. Trabajas demasiado. Nunca te tomas un respiro.

- Es jueves y estoy a muchas millas de casa.

- Para eso se inventaron los aviones. Te recogeré en el aeropuerto mañana, solo dime la hora.

- Oh Gaara…

- Habrá vino y un buen festejo en la chimenea. Y Naruto también va a venir.

Naruto Uzumaki era el otro mejor amigo de Deidara, vivía en Hong Kong y volvía a casa tan poco como Deidara.

- Además voy a cocinar – Gaara era un excelente cocinero. – Vamos Dei… hace demasiado tiempo que no te veo y lo sabes. Te extraño.

Deidara subió las piernas al sofá y se cambió el teléfono al otro oído. “¿Por qué no?” pensó.

Hacia meses que no tenía un fin de semana para él. Y realmente necesitaba un descanso. Si, un tiempo alejado de Itachi era lo que más anhelaba.

- ¿Deidara?

- Estoy aquí. Y voy a ir.

Gaara dejó escapar un gritito de alegría.

- ¿De verdad? ¿Lo dices en serio?

- Voy a reservar un billete ahora mismo. Después te mandaré un correo para decirte a qué hora llego pero no te preocupes en ir por mí.

- No me importa.

- No es necesario. Alquilare un coche.

- Espero que cumplas tu palabra – le advirtió con seriedad. – No te permito que te eches atrás esta vez.

- No te preocupes. Iré. Espera mi correo por la mañana.

- Lo haré.

Deidara colgó y subió los escalones hacia la oficina que tenia en su habitación. Reservó un vuelo por internet, antes de tener tiempo para pensar si su repentina ausencia sería inconveniente para Itachi. Después le mandó a Gaara los datos del vuelo.

Gaara respondió: “Ya que vas a venir en coche me quedaré en la tienda hasta las 6”.

Su pelirrojo amigo tenía una librería llamada “EL MUNDO DE SHUKAKU” en el centro de Konoha. Estaba junto al lado del Sharingan, un establecimiento que era al mismo tiempo cafetería, bar y tienda de regalos que Mikoto Uchiha había regenteado por más de 30 años.

Deidara se quedó mirando fijamente la pantalla del ordenador recordando…

Itachi y sus hermanos solían estar casi siempre en el centro. Los 3 trabajaban en el Sharingan, en la cafetería o en la tienda de regalos, donde se ocupaban de las mesas y del mostrador o hacían las hamburguesas en la parrilla.

Pero eran una familia volátil. La gente decía que aquellos chicos necesitaban la influencia de una figura paterna estable y aquello era algo que nunca iban a conseguir con Mikoto Uchiha como madre.

Siempre se estaban metiendo en problemas, o no aparecían cuando era su hora de trabajar. Mikoto se ponía furiosa y los despedía. Entonces ellos se iban por ahí con otros chicos salvajes, hasta que se metían en un lío serio. Mikoto les gritaba y los ponía a trabajar de nuevo.

Una vez, cuando tenía 8 años, Deidara estaba montando la bicicleta de su hermana mayor pro la calle principal. Era una bicicleta muy alta para él, con unas ruedas muy finas y se la había tomado a su hermana sin permiso. Pero creía que no tendría problemas. Yumiko estaba en el instituto en un ensayo de animadoras. Para cuando su hermana llegara a casa, la bicicleta estaría otra vez en la cochera de su casa, donde la había dejado.

Deidara tenía que estirar mucho las piernas para llegar a los pedales, como se bamboleaba mucho, perdió el equilibrio justo enfrente del Sharingan. La bicicleta cayó y Deidara con ella. Se arañó las rodillas y las palmas de las manos en el asfalto de la calle al intentar parar la caída.

Estaba a punto de olvidarse de su dignidad de 8 años y ponerse a aullar como bebé. Pero entonces aparecieron un par de tenis polvosos. Miró hacia arriba siguiendo las largas piernas cubiertas por unos jeans desgastados, llegó a una camiseta negra y después hasta la cara del mayor de los Uchiha.

Itachi se arrodilló a su lado.

- Eh ¿estas bien?

No supo que decirle. Apretó los labios y lo miró fijamente para demostrarle que no tenía miedo y que no iba a llorar.

- Voy a ayudarte.

Dijo el pelinegro y suavemente lo tomó bajo los brazos y lo ayudó a deslizarse de debajo de la bicicleta. Estaba de pie antes de que le diera tiempo de gritarle que lo dejara en paz. En eso, volvió a arrodillarse para levantar la bicicleta.

- Aquí tienes.

Deidara sentía la lengua como un trozo de madera dentro de la boca. Sabía que si intentaba responder solo emitiría algún sonido extraño y feo. Así que se las arregló para asentir con la cabeza.

El pelinegro frunció el ceño.

- ¿Estas seguro de que estas bien?

Deidara asintió de nuevo.

- Quizá sería mejor que consigas una bicicleta más pequeña…

 

***** ITADEI *****

 

El cursor del ordenador parpadeaba ante él. Deidara ordenó a su mente que volviera al presente y leyó el resto de la nota de Gaara.

“La llave estará donde siempre.

Gaara”.

El pelirrubio contestó: “Estoy impaciente por llegar. Hasta mañana”. Y lo envió.

Después cerró el ordenador y se fue a la cama. No durmió muy bien. Estaba obsesionado por lo que podría decir Itachi cuando le comunicara que se iba al aeropuerto a las 4 de la tarde. Probablemente se enfadaría porque se iba por 2 días avisándole con tan poca antelación.

Bueno… si Itachi le decía que lo necesitaba, tendría que cancelar el viaje, llamar a Gaara y…

Deidara se sentó en la cama.

- ¿Qué es lo que me pasa? – volvió a acostarse.

Por supuesto que no cancelaría el viaje. ¿Qué derecho tenía Itachi a enfadarse? Se iba. No importaba lo que pensara el Uchiha.x

CONTINUARA... 


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