En un futuro, donde el tiempo se ha detenido.
Un ambiente sumido en guerras, donde la tecnología se volvió lo más temible y las armas biológicas han liberado desastres.
Las tierras se han vuelto árida.
Cada nación, que ahora alguien del pasado jamás podría reconocer a su propio país, pues esas divisiones territoriales se han perdido, solo por la supervivencia de quienes aún tratan de traer miseria en unos y paz en otros.
Antes los soldados eran los más respetados en este ámbito, glorificados por haber traído el triunfo a sus tierras, victoriano sus nombres y siendo condecorados por sus grandes hazañas.
Pero eso ha quedado atrás, son los científicos en este nuevo mundo quiénes se llevan la victoria, siendo reconocidos por sus descubrimientos de mejores armas, y la tecnología más avanzada que manejan solo las mentes privilegiadas,
Reduciendo a los solados en seres que solo son portadores de un armamento más avanzado o que se han vuelto humanos alterados biológicamente para resistir cualquier situación, sin importa su salud o condición mental.
Es el nuevo mundo donde muchos ahora nacen y desde temprana edad, el saber que habilidades poseen, los dividen.
Entre los Salvadores y las Herramientas.
Eres inteligente, mayormente intelectual, con gusto a la investigación, descubrimiento y lectura, tú estarás dentro de los laboratorios aprendiendo desde apenas puedas hablar con quién se te asigne de mentor.
Eres fuerte, resistente, sabes combatir y defenderte de manera física, tú solo te volverás una maldita arma, que no tendrá salvación alguna, solo seguirás tu camino, y morirás a una muy temprana edad, pues es el camino de los súper soldados hoy en día.
La peor sentencia de muerte, pero eso si… Debías antes de consumirte por completo, dejar descendencia.
En este mundo, tanto hombres como mujeres podían dar a luz, se necesita mantener a los ejércitos poblados y siempre tener nuevas mentes.
Por lo cual, todos debían tener un hijo, salvo que las Herramientas, por su condición los obligan a engrandar mas rápido, que aquellos llamados Salvadores, ellos si podían enamorarse y llevar el proceso romántico que cuatro paredes blancas, llenas de instrumentos químicos, líquidos peligrosos y armas, podían dar.
Cuando una Herramienta es gravemente herida, se deja morir, no vale la pena siquiera intentar salvarla, pues alguien ya está en la fila para ocupar su lugar, pero…
Existe en secreto alguien, que protege a unos de estos súper soldados en una especie de capsula, que lo mantiene bajo un líquido medicinal, que lograba mantenerlo con vida, aun por sus heridas, y el oxígeno atreves de una máscara que logra hacer que respire.
Sabe que se meterá en problemas, lo entiende perfectamente, pero poco le importa.
Es un científico sumamente importante en ese laboratorio, si tuviera la condena de muerte, entonces todos los descubrimientos y nuevas armas que está realizando, se perderán.
Pues este joven científico, no comparte información con nadie, ni siquiera con quien está bajo su tutela, para así protegerlo, y todo lo que su mente contiene, se lo llevara a la tumba.
Cada mañana, al entrar a su laboratorio, ese preciado lugar que solo dejaba entrar al rubio niño, el cual es su aprendiz, el único que sabe que esconde el de cabellos aguamarinos y ojos violetas.
Conoce el gran riesgo que corrió su mentor, al no importarle las restricciones que tienen de puestos, fue por él, sabiendo que sería desechado como vil basura, no le importo llevarse algunas heridas por salvarlo.
Poseía una habitación aparte, en donde tiene su mayor secreto a salvo, no dejaba que nadie entrara, solo él lo hacía.
Para aun con el cristal de por medio, dedicarle un beso, y derramar sus lágrimas de esos orbes violetas, mantenerse firme en su palabra.
-Milo, encontraré una solución. Te voy a traer de vuelta, solo espera un poco más- Le dedica esas palabras a un joven de cabellos alborotados, aun con el líquido empapándolo, de una tonalidad cerúlea, aunque ahora toda su piel posea una tonalidad azulada, por lo que rodea su cuerpo, sus ojos cerrados, y aquellas heridas que se curan, pero… Por dentro…
Los daños han sido tantos, mentalmente ese joven soldado está bien, aun después de ver tanta crueldad, pero su cuerpo… Internamente ha colapsado, su corazón es el único órgano que está funcionando por sí solo, pero es ayudado por aquellos cables que debe conectar al cilindro que lo contiene, para darle menos peso a ese palpitar.
Le prometió, le juro, antes de haber partido a esa guerra que le ha arrebatado su conciencia, que no lloraría, que ni un día derramaría lágrimas, hasta que volviera… Estuviera con él y pudieran al fin hacer su deseo realidad.
Conquistar a un Salvador, es una tarea sumamente difícil, usualmente quienes están en esta mayor jerarquía no se fija en las Herramientas, pero ese soldado, logro ese milagro al enamorar el solitario corazón de Camus, uno de los mejores pensantes en esta facción, que debían mantener a salvo.
Lo que quedaba de lo que alguna vez fue Grecia.
Deseaban con todas sus fuerzas formar parte de aquellos que tienen un pequeño descendiente de ambos, una nueva vida que se formaría de lo que realmente es su amor.
Pero… Ha pasado un pequeño lapos, y este científico no encuentra la forma de traer a quien ama de vuelta.
No podía dejarlo irse así como así, debía tratar hasta las últimas consecuencias que su vida se recupere.
Sin embargo, solo vea dos posibilidades de esto, trasplantar su mente y corazón a un cuerpo artificial, pero eso no le garantizaba una mejor vida a su amado Milo, su bichito como le dice por su fascinación con los escorpiones.
Al contrario, siendo de esta forma, lo mandarían a guerras interminables, pues nunca se cansaría seguiría luchando hasta cumplir su misión, eso no era algo que quería para él.
La otra manera… No lo traería de vuelta, pero podría cumplir su sueño con quien ama.
Más aun no quiere llegar a eso, extraer parte de su semilla, para él mismo lograr procrear un hijo de ambos, pero… No podía hacerlo, no lo haría… No aun.
Aprieta sus puños, cerrando sus ojos, mostrando sus dientes, por la enorme impotencia que corre por sus venas, ya ni sangre le decía pues le hierve por ser tan inútil.
No lloraría, no lo haría, soportaría en silencio este corazón destrozado por la maldita guerra que en este mundo terrible no se puede erradicar.
Su mente egoísta y codiciosa, incluso pensaba en una arma definitiva, una donde diera la muerta a todo ser vivo en este mundo, para de esa forma acabar con las guerras.
Si a esto se le pudiera llamar así.
Mas sabe perfectamente que condenaría a varios inocentes, principalmente niños, que no tenían la culpa y aun creían en esos cuentos de hadas, en donde algún día la vida sería mejor.
-Milo… Debo irme, seguir con estas estupideces y encontrar que tu vida vuelva- Sonríe tenuemente, mostrando unas ojeras debajo de sus ojos violetas que reflejan la tristeza de su vida –Volveré en la tarde, te contare mi día e… Iremos a descansar…- Su corazón duele, su juramento parece que se romperá, pero es fuerte, aún tiene esa fortaleza –Como siempre quisimos-
Toca el cristal de aquella capsula que aún mantiene con vida a ese pobre soldado, sus labios tocan el nivel más cercanos del contrario, como si con ellos pudiera darle el beso de buenos días, que siempre disfrutaban de los cálidos de él.
Una sonrisa más y debe dar media vuelta, para salir de ese punto secreto de su laboratorio y mantenerlo cerrado, hasta que de nuevo vaya a visitarlo.
Cada paso que da, es uno que lo aleja de quien ama, pero a la vez lo conduce más cerca de Milo, pues no descansará hasta que lo salve o la vida se le vaya en ello.
Pues ha jurado a sus vivos latidos regresar a quien ama, y lo cumplirá.
Es la promesa de amor que Camus le dedica a Milo.