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Destino compartido por mei yuuki

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Abrazo

 

     Cuando Sherlock Holmes lo abrazó durante el descenso hacia la muerte, experimentó arrepentimiento y alivio a partes iguales. Había anhelado su compañía, de esa manera la amargura del final se tornaría dulce y podría otorgarle el mérito por detenerle a ojos de la sociedad. Sin embargo, no esperaba en ningún caso que arrojara su propia vida por la borda. Tendría que haberlo anticipado; aunque formara parte de sus planes, él era también un elemento caótico que no podía controlar. De ahí surgía el remordimiento por arrastrarle hacia el abismo.

     Estaba cansado, pero no pudo permanecer quieto. William se encontró con que todavía podía sentir algo de calor, con que la inconciencia se desvanecía como el agua que le escurría por todo el cuerpo y que el suelo debajo de sus rodillas era inconfundiblemente firme. Sherlock le abrazaba de nuevo; le aferraba contra el asedio del desfallecimiento y que todavía le nublaba la mente. El dolor se expandía a través de sus articulaciones.

     ―Vamos a salir de aquí. ―El apremio en la voz de Sherlock contra su cuello era tangible como los temblores que recorrían sus propios miembros ateridos. A pesar de esto, sus dedos asieron la tela empapada de su chaqueta. Había aceptado entonces su ofrecimiento, la promesa de respirar un día más.

     Como se lo dijo aquella noche, Sherlock le había atrapado y el tiempo demostraría que no tenía intenciones de dejarle ir. Antes su amante que su rival; su refugio en vez de su carcelero. Estuvo dispuesto a compartir la carga de unos pecados que no le correspondían, sacrificio que William aún no terminaba de comprender. El costo era demasiado alto.

     Incluso así, Sherlock continuaba trayéndole de regreso cada vez que se hundía. Cuando la sangre que derramó empapaba sus sueños, él le recibía entre sus brazos al despertar. Le sostenía y acariciaba su cabeza hasta que el horror terminaba por retroceder; hasta que solo podía escuchar el apodo, que se había convertido en su nombre, salir de sus labios con dulzura y no el insoportable golpeteo de su corazón. Besarlo en esas circunstancias le sabía igual que la primera bocanada de aire que tomó tras salir del Támesis.

     En otras ocasiones, prefería alejarse. Le molestaba necesitarlo hasta para deshacerse de sus propios fantasmas. ¿Qué ocurriría cuando lo perdiera? Una vez que el amor se agotara, volvería a estar vacío.

     ―Estoy bien, vuelve a dormir ―le dijo con la calma que era experto en aparentar. Estaba sentado al borde de la cama y sus manos temblaban bajo la luz del amanecer que se colaba entre las cortinas. Las manchas apenas le permitían distinguir la palidez de su piel. El rojo resbalaba entre sus dedos provocándole nauseas, aunque tal cosa jamás le afectó en el pasado.

     Por supuesto, Sherlock a esas alturas podía ver a través de él. Lo sintió incorporarse sobre el colchón, y de pronto una de sus manos se deslizó sobre la suya extendida delante sus ojos. Entrelazó sus dedos y la ilusión se quebró.

     ―Se están congelando ―le susurró y apoyó el mentón contra su hombro, el pecho contra su espalda encorvada― ¿Qué fue esta vez?

     ―No fue nada, simplemente se me quitó el sueño ―contestó con una pequeña sonrisa. Solo en algunas oportunidades Sherlock le preguntaba respecto al contenido de sus pesadillas, pero William nunca entraba en detalles. Escuchó un gruñido escapar de su garganta, y entonces su brazo libre le rodeó la cintura.

     ―Es muy temprano; intenta dormir de nuevo antes de que te resfríes.

     ―¿No serás tú el que tiene frío? ―Giró el rostro hacia el otro lado― Solo quieres arrastrarme contigo para calentarte.

     ―Es una de las razones. ―Le besó la mandíbula a medida que lo dijo, lo que le causó cosquillas―. Una muy buena.

      Suspiró, aunque su estado anímico acababa de mejorar. Se dejó envolver por él, tanto en un sentido literal como metafórico. Quizá podía creer un poco más en que aquello no terminaría, por mucha oscuridad que hubiese en su interior. Sonrió con los ojos cerrados. Después de transgredir cada límite y saltar de un puente detrás de él, no parecía haber algo que hiciera a Sherlock desistir.


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