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Los amantes del tren matinal por Asuka Yagami

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Notas del fanfic:

Este fanfic se sitúa en el universo alternativo del capítulo 26 donde:

-Asuka y Shinji son amigos de la infancia
-Rei era la nueva estudiante de la escuela
-Yui sigue viva
-Misato es la profesora de la clase de Shinji

Y un largo etcétera. En esta historia, Shinji y todos los demás tienen ya dieciséis años y Kaworu 17. Diría que tiene también relación con el universo de Girlfriend of Steel 2/Angelic Days, pero realmente no lo tiene. Aquí no hay EVAs, no hay NERV (como tal al menos), sólo se conserva el plot del capítulo 26 y los personajes.

Ni siquiera lo conocía, pero allá iba él. Sentado en frente suyo en el tren de camino a la escuela. Con la vista fija en el viejo walkman —le parecía en serio extravagante, pues esas cosas dejaron de usarse hace tantos años—, colocando una mano en el auricular derecho. Aquel castaño era simplemente lindo.

Kaworu Nagisa fue transferido recientemente a la preparatoria de Tokio-3, después de que su familia decidiera mudarse a la nueva capital tras un traslado laboral de su madre. Si tenía que ser sincero, la ciudad le parecía un desastre andante, siempre en crecimiento, con tráfico a todas horas. Simplemente no le agradaba estar ahí.

Llegaron a la mitad de las vacaciones. El verano estaba en su máximo apogeo, siendo esa la peor época para la cual una mudanza era la peor actividad para realizar. El calor se volvía insoportable mientras su madre y él descargaban cajas y ordenaban todas sus pertenencias. Tokio-3 resultaba más calurosa, con más personas, tan diferente de lo que era su ciudad natal Kawagoe; y odiaba eso.

Kaworu no era alguien que recibiera el cambio de manera abierta. Quería creer que el cambio es bueno, y debe ser aceptado, pero se forzaba tanto por aceptarlo que le resultaba hasta repulsivo el tener que cambiar algo tan drástico como su entorno. Por ello, iba aquella mañana en el tren sin mucha expectativa de encontrar algo positivo en su nuevo entorno… hasta que lo vio a él.

Debía estar escuchando algo realmente bueno, puesto que no se daba cuenta de lo mucho que el albino lo miraba. Aunque no es como si alguien se diera cuenta una mañana normal, con el vagón del tren lo suficientemente lleno como para notar que tenía encima una mirada extraña.

¿Quién era? Se preguntaba durante todo el camino, hasta que lo vio levantarse después de escuchar el anuncio de la parada siguiente. Kaworu pudo sentirse triste al no poder verlo más… hasta que se dio cuenta que esa era también su bajada. Se sentía ahora con suerte de poder seguir viendo a ese castaño tan enigmático durante su mañana. Quiso seguirlo por un momento, pero temiendo el llegar tarde a clases por su repentino deseo de desviarse del camino, desistió, apresurándose entonces a llegar a la preparatoria.

Corrió entonces todo el camino de largo. Aunque tenía algo de tiempo todavía en sus manos, no podía solamente arriesgarse a llegar tarde en su primer día en la nueva escuela. ¿Qué diría su madre? Seguramente le iría a regañar por andar perdiendo el tiempo y descuidando sus estudios. Sonaba a un tipo de plática que ya habría tenido con anterioridad, una en especial que detestaba por diversas razones. Llegar a tiempo, incluso antes que la mayoría de los estudiantes, era lo mejor para él.

La primera parada era la oficina del director. Siempre era igual, y sin importar el pasar de los años, la rutina del alumno nuevo, por más trillada que se viera actualmente, iniciaba con una visita a la oficina del director, en donde se le indicaría su salón y se le daría su horario de clases. Esperaba con algo de impaciencia, siendo que le era molesto siempre quedarse sentado en un sitio sin hacer nada. Por lo menos, en clases puedes escribir, concentrarte en las lecturas y ejercicios, o simplemente hacer el tonto dibujando tonterías.

Aferrado a su mochila —una bastante vieja, cualquier imbécil seguramente preguntaría si es una reliquia familiar, pero él solamente es descuidado—, escuchaba a aquel hombre bastante mayor hablar sobre su expediente y su reputación como buen alumno. De nuevo, pláticas innecesarias que prefería saltarse. Sobre si es un buen alumno, con una excelente reputación, con un buen historial académico, impecables notas, una maestría para tocar música, en fin. Nagisa se limitaba únicamente a sonreír, asentir como halagado, y repetir un «sí, señor director» o un «no, señor director» según su conveniencia en la conversación.

Era un fastidio.

Finalmente, fue conducido hasta el aula, donde una mujer alta y de cabello negro azulado esperaba ya en la entrada. Esa era la profesora Katsuragi. Ajeno a la conversación que los dos adultos mantenían, se quedaba observando a la mujer. Era atractiva, sí, y se notaba que era de su gusto el llamar la atención. No por nada, una mujer tan linda usaría vestidos ajustados y zapatos de un tacón tan amplio. Sabía lo que tenía y no temía usarlo.

Fue interrumpido así por dicha mujer, quien le pidió entonces entrar a su lado. La clase apenas ella hizo presencia volvió a sus asientos, a la par en que ella colocaba una mano en el hombro del chico.

—¡Buenos días, muchachos! —Misato Katsuragi saludó a todo pulmón, sin ni siquiera permitir una respuesta propia de los alumnos—, les presento a su nuevo compañero de clases, ¡Kaworu Nagisa!

Muy ruidosa, no era del total agrado del muchacho, quien estaba acostumbrado a profesores serios y estrictos. Y ahora el silencio, era todo tan insoportable en esta nueva ciudad. Incluida la escuela.

—Mi nombre es Kaworu Nagisa. Tengo diecisiete años, y vengo de la ciudad de Kawagoe. Vinimos a Tokio-3 debido al trabajo de mi madre como analista laboratorista. Toco el piano y el violín en mis ratos libres. Será un placer ser su compañero de clases —dicho esto, hizo una ligera reverencia hacia los demás. El silencio se hizo presente nuevamente, mientras la profesora le asignaba un asiento.

—Puedes sentarte al lado de Shinji-kun, es ese chico de ahí —dijo la profesora, señalando el asiento vacío y al muchacho al que se refería quien, al escuchar su nombre, inmediatamente se levantó para ser reconocido con facilidad.

Era el mismo muchacho del tren.

Inmediatamente, aunque un poco nervioso por coincidir de esa manera con aquel muchacho enigmático, fue al asiento que le fue indicado. Por un momento no podía dejar de ver al castaño a su lado, pero por la ahora cercanía que tenían —mucho más cercana que en el tren de camino—, su mirada fija era inevitablemente advertida.

—Ah, siento molestarte. Es solamente que, me parece haberte visto en la mañana en el camino hacia aquí —dijo el albino, colocando su mochila en el gancho del pupitre, y sacando una libreta para poder anotar las clases.

—Oh, no me di cuenta en el camino aquí. De otro modo, te habría reconocido en cuanto entraste al salón. Mi nombre es Shinji Ikari —aquel castaño se presentó, dándole una sonrisa tranquila. Qué sonrisa tan bonita tenía.

—Kaworu Nagisa, es un placer conocerte.

Notas finales:

A pesar de que siento que el capítulo es algo corto, creo que como introducción sirve bastante bien.


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