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El voto de Parcas por yaoiana

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por su apoyo. Sé que la actualización de la página no deja subir comentarios a menos de que te registres, eso lo hace un poco complejo, por lo que esperamos que aunque no comenten, estén disfrutando la lectura.

 

Es importante que sepan que actualizaremos quincenalmente, algunas ocasiones un poco antes. Esto debido a que debemos indagar en datos hitóricos para la escritura y eso nos lleva algo de tiempo.  

 

Sin más, a leer. 

 

NOTA: HISTORIA TAMBIÉN REGISTRADA EN WATTPAD BAJO EL SEUDÓNIMO NEZUMIEE.

 

 

 

CAPÍTULO 2: REVELACIÓN

 

El Pegaso no podía evitar mirarlo con odio y desconfianza, aquel que hasta hace nada lo había apuñalado venía con el afán de salvarle… era algo poco creíble, solo podía pensar en que el al interponerse entre su espada y la diosa Atenea, su plan seguía siendo llegar a ella y matarla.

 

−       ¿Qué maldición?–  Al caer inconsciente tras ser atravesado, desconocía a qué maldición se refería, sin embargo, no tardó en entenderlo pues una fuerte punzada invadió su corazón, sentía como si una espada estuviese atravesándolo sin siquiera estar ahí físicamente, por lo que no pudo evitar mirar a Hades con asombro y dolor. ¿Acaso había dicho que lo amaba? Ahora sí estaba completamente confundido por qué las palabras eran contrario a lo que pasaba ¿Decía amarlo pero a la vez intentaba matarlo atravesándole él corazón?

 

−       ¿Qué me hiciste?

 

“Indefenso”, esa era la palabra que le asentaba en este momento al joven.  Un ser débil, inocente e indefenso ante los siglos de pecados y radicales emociones de los dioses.  ¿Terminaría Seiya mancillado como Medusa?, ¿sería objeto de rencores, envidias y odios por los seres que se creían superiores?... no lo dudaba, en este mismo momento lo era y si decidía unirse a su estirpe, lo sería mucho más.

 

−       La maldición que los dioses nos pusieron a ti y a mí, por amarnos− dijo con simpleza, si algo le caracterizaba, era que decía las cosas sin parafernalia− me tomará un tiempo más retirarte la maldición, es un proceso algo complejo que involucra también mi cosmos y en este momento no fluye con normalidad, es por eso que estamos en otra dimensión, mientras me recupero.  En este tiempo, te pido que estés muy abierto de mente, que analices todo lo que te digo y si me crees… quédate a mi lado.

 

Intentó disimular las ansias de que Seiya aceptara pronto su papel, él era el único que había recobrado sus recuerdos y con ellos, todas las emociones y sentimientos que nunca creyó tener al ser un dios.  La lujuria, pasión, ansiedad, sufrimiento, dolor… todo lo había experimentado con aquel humano que estaba en frente.  Lo deseaba… lo necesitaba, quería poseerlo una y mil veces de las cuales le fueron arrebatadas.

 

En ese momento sus miradas se cruzaron y el Pegaso no hizo nada por apartar la mirada, algo en su interior le decía que debía confiar.  Quería creer que él no era tan malo como todos decían… pero ¿cómo?, si hasta hacía poco se lo había demostrado al apuñalarlo sin piedad y sin una pizca de remordimiento. Por alguna razón, la mirada que el mayor le dirigía en ese momento era diferente, sentía una especie de calidez en ella. Sin pensarlo,  tocó la mejilla del peli negro; aunque no podía describirlo sentía una especie de necesidad de estar a su lado.

 

−       ¿Amor?… como esperas que acepte un sentimiento tan complejo de ti, una parte de mí quiere creer pero otra teme.

 

Estando un poco más consciente el castaño miró a su alrededor, en efecto estaban en otra dimensión, donde al parecer el tiempo corría más lento de lo que lo hacía en la tierra, aunque era un sitio algo sombrío y hasta cierto punto desolado.

 

−       ¿Este es… el inframundo? ¿Estoy muerto?

 

−       No estás muerto y este no es mi reino, estamos en una dimensión intermedia… como una especie de limbo − comentó sereno mientras le extendía la mano al menor.  Sonrió al ver que aceptaba y comenzaba con dificultad a caminar.  Lo sujetó de la cintura para ayudarle a su equilibrio e iniciaron su camino.

 

−       Al igual que a ti, también me rescataron− dijo ante la sorprendida mirada castaña−  Deméter me ha salvado, mi enemiga jurada ha metido sus manos al fuego para protegerme, y mi hermano − dijo con recelo− a quien siempre guardé fidelidad, me ha traicionado… Tu diosa ha hecho algo similar contigo y cuando te recuperes de mi maldición, te enseñaré la verdad, te mostraré de lo que nos han privado y será tu decisión luchar en el bando que quieras.  Esa es mi más grande muestra de amor por ti, no seré como los demás dioses que imponen su voluntad sobre el ser humano, yo te daré libre albedrío… Seiya.

 

 

El castaño no pudo evitar sonrojarse al sentir la manera en que Hades lo tomaba, sin embargo, no se alejó e intentó ponerse de pie. Su cuerpo aún estaba muy debilitado por lo que necesitaba de su ayuda. Al escuchar donde se encontraban se limitó a guardar silencio, de todos modos no es como si pudiese huir.

 

−       Entonces… ¿dices que todos en los que alguna vez creímos nos mintieron y que ahora nuestro aliado más confiable son los que algún día fueron nuestros enemigos?–no podía creer que Saori, por quien arriesgó su vida, fuese capaz de traicionarlo. Aunque tampoco era creíble que el que lo había casi matado, ahora era su salvador y quien se estaba encargando de sus cuidados.  Prefirió  no opinar, ya decidiría en quien creer cuando esa verdad que Hades alegaba, fuese revelada.

 

−       ¿Entonces tu plan es tenerme aquí,  hasta que esa verdad me sea revelada?

 

−       ….

 

El castaño no pudo evitar suspirar, en ese momento su mente y corazón eran un lio y no tenía las ganas ni las fuerzas de contradecir a Hades o siquiera de intentar escapar.

 

−       ¿No es más sencillo que me la cuentes?

 

−       No, es incluso más complicado − sonrió amargamente mientras seguían caminando.  Transitaron algunos minutos hasta llegar a un elegante comedor. Allí acomodó al caballero en un acolchonado sillón.  

 

−       También es necesario que estés aquí por tu seguridad, te han enviado a asesinar.  Ha sido mi juez el que te ha salvado la vida−  espetó mientras a lo lejos observaba a Hécate acercarse.  La mujer entró y se sintió muy satisfecha al ver al caballero de Atenea lucido.  Se acercó a Hades y se sintió muy cálida al ver como este le besaba las manos fraternalmente.

 

−       Mi señor, veo que el caballero está más recuperado, pero a usted lo veo fatigado.

 

−       He usado mi cosmos para intentar retirar la maldición.

 

−       Aún está muy débil, hace poco fue liberado, permítame ayudarle a recuperarse.

 

Los ojos azul índigo se posaron en los avellanas, Seiya miraba cohibido y con algo de recelo la escena entre los dioses.  El mayor sonrió cansinamente, no quería malos entendidos.

 

−       Ella es la diosa Hécate, uno de los pocos seres en quién confío.  Fue quien me informó que Calisto había enviado a matarte… podemos confiar plenamente en ella.

 

−       Un gusto joven Seiya, hace mucho nos conocemos, pero usted no me recuerda − dijo la diosa sin ninguna expresión en su rostro− una de mis virtudes es la hechicería y la verdad, cualquier pregunta o duda que tenga, la responderé con solemnidad, así como a mi señor.

 

Le era difícil creer que Calisto había enviado a matarle, sabía que se trataba de una de las sirvientas de Artemisa hermana de Atenea, aunque nunca había tenido el placer de conocerle. Sabía que aun siendo hermanas la diosa de la luna y la de la guerra, nunca habían sido muy allegadas pero nunca imaginó que él sería un objetivo de Artemisa.

Por alguna razón la escena que frente a él se estaba suscitando le hizo sentir muy incómodo; ver como Hécate quien apenas conocía, se acercaba tan confiadamente a Hades, no es que sintiera algo por él, pero le incomodaba verlos tan cercanos.

 

−       Diría que es un gusto conocerte pero no me gustaría mentirte, no me es grato conocerte aunque agradezco el que ayudarás a salvarme.

 

No pudo evitar dirigirle una mirada de molestia al dios del inframundo, el cual al notarlo no pudo evitar sonreír, como si el verle así le causara algún tipo de satisfacción.

 

−       Bien ya que responderías cualquier pregunta que haga… dices que te conozco pero no te recuerdo ¿Que quisiste decir con eso?

 

La diosa con heterocromía, se acercó al joven y posó una mano en su pecho.  El flujo del cosmos era muy débil aún para lo que tenía planeado.

 

−       Tus recuerdos han sido borrados por la maldición, no recuerdas nada de lo que has vivido junto a mi señor en tus vidas pasadas. Pero yo si lo recuerdo.  Los demás dioses lo sabemos, pero la profecía nos llevó a realizar un voto de Parcas, es por eso que no pude auxiliar a mi señor en aquel entonces.

 

El rey del averno observó la duda en Seiya, por lo cual agregó: − El voto de Parcas consiste en un fenómeno o profecía que pueda cambiar el flujo de lo existente, si la mayoría de dioses votan en pro o en contra, la minoría debe aceptar y sumarse a la decisión mayor. Dependiendo de la decisión, se toma acción.

 

-        Así es mi señor− dijo apenada− esa votación se dio a raíz de una profecía y por ende, al votar, usted y mi rey fueron maldecidos.  Quiero enseñarle todo de una forma en que usted lo compruebe, pero aún está muy débil para hacerlo, joven.

 

Dejó que la diosa lo tocara esperando obtener respuestas, pero el saber que lo que los detenía de obtenerlas era su propio cosmos, lo frustraba. Hasta hace no mucho él no era más que un joven que aspiraba a ser uno de los mejores caballeros del santuario, con la finalidad de poder encontrar a su hermana, y ahora, era el amante de vidas pasadas del dios del inframundo, la vida sí que daba giros inesperados.

 

−       ¿Y qué debo hacer si deseo recuperar mi cosmos lo antes posible? No planeo quedarme sentado hasta que Hades se recupere para poder hacer algo, si él no me dirá que sucedió en nuestras vidas pasadas yo debo esforzarme para recuperar mis memorias– se había exaltado un poco y por ello sintió un ligero mareo por lo que se volvió a sentar a un lado del pelinegro, no podía evitar mirarlo algo avergonzado mientras veía a su mente las palabras de Hécate respecto a sus vidas pasadas con Hades.

 

−       ¿E...entonces tu y yo… éramos amantes?– al no tener recuerdos, no podía evitar que le invadiera la curiosidad, así que preguntó  mientras desviaba la mirada apenado.

El dios mayor sonrió con ternura ante la reacción, ese era el rostro dulce e inocente que lo había conquistado.  Los dioses al vivir tantos siglos habían olvidado las fugaces emociones… tal vez el único que lo recordaba era Zeus y por eso se involucraba con tantos humanos en sus amoríos.

−       Hades… − se escuchó una voz femenina interrumpiendo la estancia.  Deméter entró sin considerar al humano en la sala, para ella no era digno  que un humano y un dios se aliaran. No obstante, era el ser que podía liberar a su hija del capricho de su hermano.  – Debo marcharme al Olimpo, no quiero levantar sospechas− espetó.  Con su poder, creó una daga de madera de roble y cortó la palma de su mano.   El otro dios de inmediato supo que ofrecía la dama… un pacto de sangre. La sangre constituye una de las posesiones del hombre más valoradas a lo largo de la historia y él bien lo sabía.  Ha sido transmisora de linajes, motivo de guerras, dadora de vida, excusa para mil y un cambios que se han producido a lo largo de la humanidad. Y cómo no, la sangre ha servido como muestra del honor a la hora de realizar un pacto, como símbolo de la entrega de la vida en una promesa y garantía del cumplimiento del más mínimo juramento.

Sacó a Sheol, su espada y con un corte fino en su palma, estrechó su mano con Deméter.

−        Me estás jurando Hades, que dejarás en paz a mi hija, sea cual sea el resultado de romper los votos de Parcas. Y yo te juro, alianza y luchar a tu lado contra el Olimpo.

Ambos dioses se miraron y asintieron en silencio. Los pactos de sangre eran una cadena interminable, una maldición o bendición de por vida. La diosa de la hechicería guardó su comentario, aquel pacto daba un giro peligroso y misterioso para todo el desenlace de la nueva guerra santa.   En un parpadeo, la reina de la naturaleza desapareció, dejando un silencio sepulcral en la morada. 

El castaño no pudo hacer nada más que mirar toda la escena, sintiendo un poco de temor ante la presencia de Deméter, debía admitir que era una mujer imponente, aunque no esperaba que Hades aceptara tan tranquilo aquel pacto. No entendía muy bien la situación, solo que los dioses no eran para nada amigos, simplemente se aliaron por un bien común. Al desaparecer del lugar por fin pudo sentirse un poco aliviado. Sin darse cuenta, había tomado la mano que hasta hace un momento había usado el peli negro para hacer el pacto.

–       ¿No… te duele?– se inclinó mirando la herida la cual ya no sangraba, únicamente se podía vislumbrar un pequeño corte el cual parecía no tardaría en sanar. – Vaya es grandioso ser un dios, las heridas no son nada para ustedes.

 

Un silencio incómodo invadió el lugar, él nunca había sido bueno en ese tipo de situaciones y a veces  solía romper el hielo haciendo algún comentario gracioso, pero algo le decía que Hécate y Hades no eran ese tipo de persona.

 

-        ¿Y qué hacen por aquí para no morir de aburrimiento? ¿Acaso comen? Porque yo muero de hambre.

La dama presente soltó una pequeña risa ante la ocurrencia del humano.  Era tan auténtico y sabía que eso era lo que había conquistado a su majestad. No obstante, miró con preocupación a su señor, no se veía con buen semblante.

−        Joven Seiya, si me permite, agradezco tenga un poco de paciencia.  Podría inyectar un poco de mi cosmos en mi rey, pero eso levantaría sospechas de los demás, es por eso que con mis saberes crearé algunas pociones para que la recuperación de mi señor sea más rápida.  Además, una maldición o hechizo solo se rompen en tres estancias: primero, solo puede romperla  quien las ha lanzado; segundo, se puede romper si desaparece el ser que la ha lanzado y tercero, cuando se cumpla la cláusula o parámetro con la que fue lanzada.

−        Es por eso que debo destruir el Olimpo− intervino Hades.

Miró fijamente a Hades el cual parecía estar cansado, de inmediato el castaño recordó todo el cosmos que había ocupado en él para poderlo despertar, esto lo hizo sentir un poco culpable pues de no ser por él quizá  estaría mejor.

 

−       Entiendo Hécate… tendré paciencia, aunque entiendan que es complicado para mí, lo único que conozco es a un dios que intentó matarme e intentó destruir lo que hasta ahora había sido mi hogar, de repente eso cambia… solo no es fácil asimilarlo.

 

Sin más recargo su cabeza sobre el hombro de Hades, le avergonzaba pensar que habían sido amantes y que quizá el mayor recordaba cosas que él no… y más si eran vergonzosas.

El dios se sintió a gusto con esa pequeña muestra de cariño, sin embargo, se sentía exhausto. Sus ojos se encontraron con los de la diosa y ella entendió.

 

−       Joven Seiya hace poco me dijo que tenía hambre, acompáñame a la cocina para servirle.

 

–       Ve con ella− dijo Hades animándolo. La diosa lo llevó hasta la cocina y allí dio la orden a  los sirvientes que atendieran al caballero. Luego  fue hasta donde su señor y lo ayudó a incorporar hasta su habitación.

 

−       Su Majestad, ¿cómo se encuentra?

 

−       Creo que tardaré un poco en recuperar mi cosmos.

 

−       Su sirvienta hará lo posible por atenderlo y que recupere su cosmos prontamente.

 

−       Hécate... ¿Cuántos no firmaron los votos de Parcas?

 

La hermosa mujer de mitad de cabello blanco y la otra mitad negro, giro su cabeza apenada. Ella intentó persuadir a los demás dioses pero la mayoría odiaban al rey del inframundo.

 

−       Sólo dos no firmaron.

−       ¿Quién? − preguntó sólo por un sujeto, puesto que ya sabía que la otra persona que no había firmado, era quién lo estaba atendiendo en ese momento.

−       Hefestos

−       Lo imaginaba− dijo mientras se recostaba en las mullidas almohadas de la cama− él y yo somos parecidos. Incomprendidos y neutros ante toda la pantomima de los dioses.

−       Su majestad, si bien fueron dos los que no firmaron, son tres dioses a su favor.

−       Deméter es una mujer demasiado astuta, es por eso que me hizo sellar el pacto de sangre. Con él no podría hacerle daño y queda por fuera de los votos de Parcas.

−       Descanse mí señor yo me ocuparé del caballero.

 

Los sirvientes le habían servido todo un festín, incluso cosas que nunca había probado en su vida, por lo que no pudo evitar emocionarse. No se preocupó por conservar modales, además, estaba solo él en el comedor o eso creía hasta que escucho como alguien aclaraba su garganta para llamar su atención.

 

−       Veo que volviste ¿no ibas a atender a Hades?

 

−       Eso hacía, está descansando pero  me dijo que te cuidara.

 

−       Mmm… lo agradezco pero se defenderme, además, él me dijo que estando en este lugar estaremos seguros, no es necesario que me sigas a todas partes.

 

−       Este lugar es seguro pero no es impenetrable, otros dioses conocen bien los lugares que nuestro señor del inframundo frecuenta, a estas alturas Calisto debe estarte buscando por doquier, así que no podemos bajar la guardia.

 

−       ¿Por qué yo?– miró a Hécate en espera de una respuesta. Hasta donde  sabia, solo había sido un adolescente que aspiraba a ser caballero y de repente era el amante del dios del inframundo. – ¿Por qué de todos los humanos tenía que ser yo quien fuese elegido para cargar con esta maldición?

 

La Hechicera guardó silencio un momento, sentía la angustia en la voz del castaño. Para todos los dioses e incluso los mortales caballeros, era irrisorio como el Dios del inframundo, había quedado prendido de un mortal. Realmente esos detalles de cómo empezó su amor y cómo se fortaleció, sólo la sabían ambos amantes.

 

−       No tengo una respuesta para eso. Cuando recuperes tus recuerdos, la hallarás. No obstante, si puedo recitarte la profecía y con eso entenderás la magnitud de esta nueva guerra. “Del fruto del amor del averno,  los demás dioses sufrirán el elixir del destierro. Cuernos y trompetas cantarán el final, de la era de oro, que bajo el manto negro se extinguirá. Una traición de sangre se derramará, y con ella el apocalipsis iniciará. Rezad y pedid piedad, pecadores que confunden justicia con falsa paz. El nuevo rey les mostrará, que el camino de la gloria, debe pasar por la horca. No temáis, los puros de corazón, que el dios oscuro, es realmente amor, más temblad malditos, que hacen daño pues el Tártaro será triste, para quien labró en pecado.” ¿Qué opinas ahora que la conoces?

 

 

−       Debo admitir que suena algo trágica y dramática, aunque es sorprendente que nuestro lazo haga temblar al Olimpo– sin más se puso de pie dejando lo que no pudo comer, se paró frente a ella y le dio una ligera sonrisa. –En este momento no sé de qué lado estoy, solo sé que tú me ayudarás,  aunque sabemos que no nos caemos exactamente bien.  Esa profecía me deja mucho por pensar, me pregunto si Saori la conoce porque tenía que ocultármelo.

 

−       Todos en el Olimpo, principalmente Zeus, temen por lo que nuestro seños Hades y tu puedan hacer si recuperan sus memorias.

 

−       Bueno… agradecería si me llevaras  donde dormiré, estoy algo cansado

 

En el fondo deseaba lo llevara a la habitación del mayor,  pero otra parte pedía a gritos salir de ahí, pues sentía que traicionaba a su diosa. Esa enorme incertidumbre no podría desaparecer hasta que todo lo que giraba en torno a esa dichosa profecía se aclarara y en ese momento parecía no sería pronto.

 

Hades tenía sus ojos cerrados, reposaba y a su mente le llegaban pequeños fragmentos de lo vivido con su castaño.  Recordaba el día que lo había conocido. En esa fecha estaban todos los dioses en el Olimpo con un guarda personal. Si bien Pandora era la más elocuente y manejaba un mejor discurso de política, entendía muy bien porque su sirvienta no quería ver a los dioses.  Pandora era otra víctima del recelo y venganza.  Zeus ordenó su creación a  Hefestos. Su allegado camarada, con reticencia moldeó  una imagen con arcilla con una  figura encantadora de una doncella, semejante en belleza a las inmortales, y le infundió vida.   Afrodita le  otorgó gracia y sensualidad,  Atenea le concedió  el dominio de las artes relacionadas con el telar. Hermes le encargó sembrar en su ánimo mentiras, seducción y un carácter inconstante. Luego de crear a Pandora, la presentaron y casaron con Epimeteo, el hermano de Prometeo.  La obligaron a abrir la tinaja que contenía todos los males del mundo, como venganza a Prometeo por compartir el fuego con los humanos.

Después de eso, fue un objeto desechado por los otros dioses, no tenía un lugar ni como creación de una deidad ni como mortal.  Aquel acto de injusticia lo conmovió tanto, que la invitó a hacer parte de su ejército. Allí inició a comandar a su lado y a ser una de sus guerreras de confianza.  La lealtad de Pandora era ejemplo para los demás espectros.

Finalmente fue Aiacos quien lo asistió, Radamantis era muy agresivo y Minos muy parco.  Si bien Aiacos era quien mejor se comportaba, no pudo evitar tener una riña con el guardián de la diosa de la sabiduría.  El Pegaso  estaba dispuesto a combatir con su espectro, por lo cual tuvo que intervenir.

 

−       Aiacos, creo que estás en la altura para comportarte en el Olimpo, recuerda tu lugar.

−       Sí mi señor− espetó con una inclinación para retirarse estrujando al otro caballero.

−       Espero que esta minucia no forme malas expectativas  en relación al Inframundo− sonrió levemente al castaño.

 

La forma en que le sonrió aquel peli negro le sorprendió, aunque ya sabía todo sobre él, no era algo que le importará realmente. Solo estaba ahí por órdenes, no es como que le gustará estar mirando las riñas que en el Olimpo se presentaban, pero si debía pelear lo haría sin dudarlo. De un momento a otro sus ojos se cruzaron con los del dios de inframundo, algo le resultaba tranquilizante en aquella mirada.

 

−       Bueno… no podría tener peores expectativas de las que ya tengo respecto al inframundo– comentó sin dejar de mirarle a los ojos, aún dispuesto a pelear si era necesario con aquel espectro que no sabía comportarse– aunque es bueno saber que puedes controlar a esa mascota tuya.

−       Me excuso, joven Pegaso,  aunque creo que tampoco es bueno provocarlo, él es solo un aliado mío, no es ninguna mascota.

 

El castaño no pudo evitar reírse ante tal aclaración, debía admitir que Hades le agradaba, tenía una forma de ser poco común y no temía por el “qué dirán” de los demás dioses, además, de ser uno de los más renombrados y fuertes, no por nada el inframundo era uno de los reinos más temidos.

−       Aunque me sorprende que tengas esa idea del inframundo, sabiendo que nunca has puesto un pie en él− argumentó− no creo que tu apariencia y heroísmo sean como las de los seres superfluos de por aquí que hablan sin pensar − añadió− sería para mí un honor que vengas como invitado a mi reino y así poder demostrarte que todo es diferente a lo que hablan.

−       Si algún día no tengo nada más interesante por hacer, te visitaré.

 

Con la propuesta en el aire, Hades siguió su camino hasta llegar al lado de su querido hermano menor. El odiaba aquellas festividades y subir al Olimpo, no era bueno asociándose aunque era un gran anfitrión en sus tierras. Tan solo hacía acto de presencia por satisfacer a Zeus.

Las festividades habían durado 5 días y en ese transcurso de tiempo buscaba toparse con aquel caballero de cabello marrón.

 

−       Acaso estás tan aburrido como yo, ¿cómo para estarme buscando cada que puedes?–dijo mientras se paraba frente a él mirándolo fijamente a los ojos, debía admitir que le resultaba interesante la forma de actuar del dios del inframundo.

 

−       −La verdad es que sí, creo que no es de tu desconocimiento que la mayoría aquí presentes me aborrecen.  Solo  hago acto de presencia por Zeus, sino, en este momento estaría en mi reino jugando con Cerberos − dijo con sinceridad. Si había algo que distinguía a Hades, era su maldita manía por la verdad; tanto así, que por eso era la manzana de la discordia entre los dioses. No media su discurso.

 

−       ¿Por qué no hablamos un rato? Puedo hablarte sobre el averno y quisiera escuchar de primera mano las hazañas que cantan en el mundo terrenal acerca de ti.

 

−       Bueno tampoco soy fan de este tipo de celebraciones, estoy aquí a petición de mi padre, será interesante saber un poco más del inframundo y de su gobernante.

 

En ese entonces, ambos habían entablado una relación cordial. El menor era muy divertido y el mayor siempre tenía respuesta a todo. Pegaso había perdido la desconfianza en el parco dios y Hades estaba sumamente interesado en el guerrero.

Finalmente había aceptado la invitación a bajar al averno, fue el mismo Dios quien lo recibió en la entrada.

 

−       Bienvenido te esperaba con ansias− dijo mientras le tomaba de la mano y lo incitaba caminar a su lado− ¿Qué es lo primero que quieres conocer?

 

−       Vaya ¿estabas esperando por mí? Que sorpresa…– el joven castaño lo miro con una enorme sonrisa para después tomar su mano. – Bien, ¿qué es lo que el grandioso dios del inframundo desea mostrarme?

 

−       Hay muchos lugares agradables y otros, no tanto− aclaró. Lo primero, quiero que conozcas a Cerberos.


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