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Captive por rivaida

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son única y exclusivamente autoría de Hajime Isayama. 

 

**La historia tendrá algunos cambios a medida que se va redactando, esto ya que iré perfeccionando los detalles conforme todo vaya tomando una forma más clara. **

Notas del capitulo:

Hola, hola, mis queridxs lectorxs, les traigo esta humilde historia, espero que les guste y le den mucho amor si logro colarme en sus corazones. Sin más que decir, a disfrutar.

Abrió los ojos para encontrarse con el impoluto techo blanco, de inmediato el aroma a desinfectante se hizo paso por su olfato, llevándole a arrugar la nariz ante la intensidad del mismo. Intentó llevarse una mano al rostro para cubrirse la boca ante las intensas náuseas que le amenazaron de un momento a otro, como si el solo hecho de parpadear hubiera detonado aquel sentir subyacente. Sin embargo, se percató de que no podía moverse, ninguna de sus extremidades podía moverse con libertad, lo cual le hizo fruncir el ceño y forcejear contra lo que le detenía, mientras intentaba no vomitar en el proceso.


- Ugh, mierda... ¡Ayuda! –. Gritó.


¿Qué había pasado?


No recordaba nada del cómo había llegado a un lugar aparentemente vacío de no ser por la cama en la que se encontraba atado, con lo que había descubierto al dar un rápido vistazo, eran esposas ajustadas a sus muñecas y tobillos. Se rindió del forcejeo una vez sintió el martilleante dolor en las sienes. Si lo pensaba bien, todos los síntomas podían deberse a una resaca, no obstante ¿Por qué estaba inmovilizado de esa forma? ¿Acaso había encontrado algún ligue la noche anterior y tenía fetiches de ese tipo?


No, no podía ser esa opción, aunque deseaba que esa fuera, por más descabellada que se planteara. No quería pensar en ser secuestrado.


Apenas esa idea cruzó sus pensamientos, de inmediato se paralizó en su lugar, los músculos tensos y la respiración acelerada. Estaba a punto de hiperventilar.


Una ráfaga de imágenes se hicieron presentes en sus memorias, llevándole rápidamente a situar los hechos que habían sucedido para llevarlo a ese momento puntual.


Eren tembló y su respiración le siguió, trémulo hasta los latidos del corazón, se mordió la lengua con fuerza, castigándose por el desliz que había tenido minutos antes al delatar su estado consciente pidiendo ayuda a gritos.


En cuanto escuchó los pasos provenientes de fuera del cuarto, contuvo el aliento para observar a su captor, o más bien dicho, captora: Mikasa Ackerman.


– M-Mikasa... –. Tartamudeó con la voz que pudo formular en ese momento.


– Ah, Eren, ya me preguntaba cuándo despertarías, no recuerdo haberte noqueado tan fuerte. ¿Te encuentras bien? ¿Quieres agua?


– Yo... ¿Qué hago aquí? –. Tragó saliva en seco, intentando formar una sonrisa estable en su rostro para verse amigable ante la contraria, aunque claro estaba que no se encontraba ni de cerca haciendo una expresión tranquila. Su expresión facial denotada el miedo en su estado más puro.


¿Que si era un cobarde? Para nada, a excepción de cuando se topaba con dos personas, ambas peculiares que compartían el mismo apellido Ackerman: Mikasa y Levi. ¿La razón? Se remontaba a una década. Pero esa es una historia para otro momento, puesto que nuestro personaje principal se encuentra en tal situación que apenas puede ordenar sus ideas lo suficientemente para relatarnos lo ocurrido.


El miedo le invadió de pies a cabeza, y los temblores que había logrado dejar atrás, ocultos en las cenizas del pasado que se incendió, volvían a invadirle en el presente, dejándole segado ante su secuestradora.


Cerró los ojos con fuerza y sintió el picor de las lágrimas atenazarle tras los párpados, por lo que la miró con determinación, aun cuando todo su cuerpo temblaba, y la desafió en silencio. En alguna parte en su interior, sabía que no podría escapar, siempre lo supo.


Había vivido todos esos años en una falsa "libertad", porque siempre tuvo el grillete de las cadenas fielmente atado a su tobillo, impidiéndole hacer una vida de verdad, siempre mirando tras su hombro en busca de la mano que le volvería a atar y ahogar bajo el manto de oscuridad.


Ese momento había llegado. Pero aun no era suficiente, tenía muchas cosas que hacer, muchos sueños que cumplir, muchos deseos y metas propuestos, muchas personas que conocer, lugares que visitar, y sobre todo, enamorarse. Experimentar el amor de verdad, aquel sano y sin heridas.


– Sé que debes de estar abrumado, Eren, pero te sugiero acostumbrarte a esto de momento, al menos hasta que logres calmarte y aceptar la realidad –. Ella tomó asiento en el borde de la cama y extendió una mano a la adversa para acariciarla e inclinarse a besar el dorso de la misma.


Eren no pudo sentir nada más que repulsiónasco odio. Por lo que simplemente se quedó quieto observándola, sabiendo que no podía escapar ni tampoco apartarse, estaba completamente expuesto a ella de ese modo.


Agradeció con todas sus fuerzas el poseer sus ropas completamente intactas.


Mikasa se levantó nuevamente y se encaminó a la puerta, suspirando en el camino. Le dio una última mirada a su recluso y le dio una sonrisa tranquilizadora, sus ojos completamente tranquilos, como si no lo tuviera allí en contra de su voluntad.


– Volveré cuando estés calmado... –. Estaba a punto de abandonar por completo la habitación cuando se volvió–. Y no creas que gritar te va a llevar a algo bueno, este cuarto es insonorizado –.


Dejándole con todas las esperanzas en el suelo, Eren permitió que las lágrimas de impotencia y miedo se adueñaran de la situación, mirando al techo con la vista nublada.


– Mierda, por qué no tuve más cuidado –.


 


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