Capitulo X.
Lyall se bajó del auto corriendo, cuando este se estacionó en la calle donde su hijo Remus compraba sus golosinas desde los seis años, entró directo a la dulcería pensando que el vendedor pudo haber visto a su hijo antes de que desapareciera. El sonido de la campana, avisó su llegada, el vendedor salió con una sonrisa a recibir a su supuesto comprador. Lyall se acercó a él impaciente.
El vendedor concentró su mirada en la puerta al escuchar el sonido por segunda vez, Edward entró jadeando y se acercó al mostrador igual de impaciente que el otro. Los miró pidiendo aquella pregunta que les tenía en aquella situación.
— ¿Ha visto a Remus, mi hijo?—preguntó Lyall inquieto.
—No he visto a su hijo en casi una semana—comentó con una sonrisa alegre.
—Lo sé, me refiero a ¿Qué si has visto a mi hijo la semana pasada?—volvió a preguntar inquieto.
—La única vez que lo vi la semana pasada fue junto a su madre, ella dijo que Remus quería llevar unos dulces a su amiga—habló con una sonrisa alegre.
— ¿No le vio, ni siquiera fuera de la tienda? Por favor trate de recordar—pidió con paciencia.
—No, señor Lupin— contestó con una sonrisa alegre. —Pero, escuché a un vagabundo, que dijo que los vio en los casilleros del callejón. Tenía esta llave en su bolsillo
Edward miró como su amigo Lyall suspiraba frustrado. Para luego salir de la tienda y fue en dirección al callejón, divisó los casilleros y fue hacia ellos. Edward tomó la llave que el hombre le tendía y fue detrás de su amigo, lo alcanzó. Lyall buscó el número de la llave en el casillero y lo abrió impaciente. Era la primera pista que su hijo Remus le había dejado sobre su posible paradero y no quería esperar más tiempo.
Sonrió al ver una foto de su familia antes de que su hijo se trasformara en un Licántropo, seguida del único amigo que había logrado hacer Remus, antes de mudarse a este pueblo y volverse un solitario, antes de que el miedo se apoderara de su condición por completo. Retiro ambas fotos con cuidado, Edward le observo preocupado al ver sus ojos enrojecidos.
Fijó su mirada en el interior del casillero, reconociendo su mochila negra, la sacó y la abrió viendo la varita y un pergamino con su huella mágica. Revisó nuevamente sintiéndose frustrado.
— ¿Cómo debo interpretar esto?—preguntó Lyall a Edward. —Esto no es una pista de su paradero.
—Lyall—nombró Edward, tratando de contener a su amigo—Remus, tuvo que tener sus razones. Vamos a almorzar y tratemos de pensar en lo que hablaba Remus, para saber su paradero.
— ¿Crees que tengo ánimo de comer cuando mi hijo está desaparecido?—le recordó enfadado a su amigo.
—Sé cómo te sientes, pero debes comer—recalcó Edward—Además Remus es inteligente, molestó y muchas veces dan ganas de matarlo con lo testarudo que puede llegar a ser—habló, sorprendiendo a su amigo—Pero estoy seguro, que Remus se estaría alimentando.
—Oye, es mi hijo de quien estás hablando—reclamó Lyall con una sonrisa alegre. —Pero le prometí a mi esposa, encontrarlo y a él cuando nació, protegerlo—comentó angustiado.
—Lo sé y estoy seguro de que Remus lo sabe perfectamente, pero a veces hasta la persona más solitaria necesita una aventura que le recuerde para qué vive Lyall y creo que Remus, busca eso—comentó comprensivo, viendo como su amigo le miraba pensativo.
—Tienes razón, es mejor comer algo para renovar fuerzas y seguir buscándolo— se animó a sí mismo. Porque aunque no le gustara, Edward tenía razón su hijo era inteligente.
Se levantó, guardando las fotos en la mochila. Y acompañó a Edward al auto para ir a comer algo a algún lugar, puso la mochila entre sus piernas cuando se sentó y miró al frente viendo la moneda Muggle que colgaba del espejo retrovisor. Abrió sus ojos sorprendido, Remus le había pedido ir al banco para cambiar el dinero que le daba por dinero Muggle.
—Edward—llamó a su amigo a mitad de camino. Este le hizo una seña para que entendiera que tenía toda su atención—Remus quería dinero Muggle, mucho dinero de ese tipo. A nuestro elfo doméstico le pidió cambiar sus ahorros de diez años.
—No sé cuánto dinero tenía juntado, pero por la cantidad de años debe ser mucho—murmuró pensativo—El único lugar donde puedes utilizar todo ese dinero, es el aeropuerto que queda entre ambos pueblos. —comentó desinteresado.
—Llévame al aeropuerto—ordenó a Edward. —Comeremos allá.
Edward se quedó callado y solo obedeció. Su compañero comenzaba a utilizar la cabeza, conocía muy poco a Remus, pero sabía a la perfección que ese chico no dejaba pistas físicas, pero si verbales. Lyall, sacó un espejo y se comunicó con su esposa, ya había pasado un día sin escuchar su voz.
— ¿Encontraste a Remus?—preguntó la señora Lupin, en cuanto contesto la llamada.
—Aún no, amor—susurró Lyall cansado, no le gustaba dar ese tipo de noticias a su esposa—Amor, necesito que recuerdes algo.
—Sí, claro. ¿Qué necesitas que recuerde?—preguntó extrañada.
— ¿Qué hizo Remus con los ahorros que tenía?—consultó Lyall, preocupado.
—Lo convirtió en dinero Muggle, dijo que lo quería para comprar cámaras muggle—comentó su esposa con una sonrisa. — ¿Estás buscándolo, verdad?
—Sí, te llamaré en la noche para volver a saber de ti— comunicó con una sonrisa, alegre.
Lyall cortó la llamada para mirar a Edward. Su hijo era un verdadero genio, ahora solo faltaba encontrar en que había gastado todo su dinero y sabría donde poder encontrarlo de una vez por todas.
— ¿Antes de seguir buscando a tu hijo, podemos comer?—pidió Edward hambriento.
—Está bien, comemos y luego nos vamos a buscar a mi hijo—concedió Lyall antes de que su amigo lo asesinara por no comer nada durante todo el día.
Lyall, negó la cabeza y volvió su cabeza a la carretera, antes de que su mejor amigo lo matara por tenerlo muerto de hambre.