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Punto y Aparte por Mascayeta

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Albus veía a su amigo feliz por la manera como Rose se divertía, se colgaba de su brazo o le ofrecía pequeños besos en los labios cuando lograba salirse con la suya con respecto a una nueva petición complacida por el rubio.

Con tanto tiempo de conocerse sabía que representaba un excelente papel para su prima, en el semblante de Scorpius había algo diferente, los ojos grises lucían opacos, similares a la bruma de las madrugadas de invierno, lo peor es que aun así se veían hermosos. Suspiró tratando de borrar la loca acción de la mañana. Al verlo dormido con los labios un poco abiertos se movió sin pensar, iba a disculparse, pero decidió dejarlo pasar como una broma. Entre ellos era mejor de esa manera.

Observó el lugar que indicó Rose, ingresó al bar muggle permitiendo que el grupo se acomodara para ser el último en sentarse mirando la puerta, una costumbre arraigada después de lo ocurrido con Delphini que le hacía sentir seguro. Transcurrió una hora para que el efecto de la cebada fermentada se manifestase en los jóvenes que se reían a alto volumen llamando la atención de las demás mesas.

En medio de la diversión Rose hizo una señal a quien consideraba su mejor amiga, la chica sonrió y al querer alcanzar una de las jarras de cerveza la volteó sobre el distraído Scorpius quien de inmediato se levantó para no quedar completamente mojado.

—¡Lo siento! —exclamó Salma Wood fingiendo preocupación.

Haciendo gala de su educación el joven le pidió no preocuparse dirigiéndose al baño.

Tan pronto como la puerta del lavabo se cerró, la tropa de Granger rió felicitándose por la broma realizada.

—¿Considero que no debes burlarte así de tu novio? —habló malhumorada Sindy Creevey, la estudiante de Ravenclaw que se encontraba allí por ser la cita de Albus Potter.

—¿Mi novio? Te equivocas, jamás me fijaría en alguien como Scorpius Malfoy —habló con seguridad la pelirroja—. Él es como… como esos perros callejeros necesitados de cariño que dan fidelidad por una simple caricia.

Al terminar la frase se fijó en su primo que se paró de la mesa haciendo una leve inclinación de la cabeza.

—¿Padre? —el platinado que salía del baño preguntó al encontrarse con Draco frente a la mesa de sus compañeros.

—Es necesario que volvamos a la mansión Malfoy, además no es bueno que un «perro callejero» se halle en un recinto como este.

Scorpius asintió, tomó su chaqueta y al querer dejar la tarjeta de crédito, Albus se negó diciendo que esa parte del regalo para Rose era por cuenta de ellos. Debido a la cantidad de personas, poco le importó a Draco utilizar el traslador en medio del lugar, se despidió de Potter desapareciendo.

—Creo que es bueno ir pidiendo la cuenta —dijo Creevey con una sonrisa, cuando el camarero leyó la suma, Granger miró con rabia al pelinegro que dividía en cinco el valor siendo su pareja la única que no tuvo que aportar.

La chica demostró satisfacción y con total seguridad pronunciar lo que para Rose significó una declaración de guerra.

—A eso se le denomina justicia divina Rossie.

Quiso reclamarle a la rubia, pero la cara de Asp no era la mejor y comprendió que por el momento debía aceptar lo ocurrido.

Esa noche en lo que se medía uno de los vestidos que Scorpius le compró, se puso a pensar que excusa le inventaría que fuese lo suficientemente buena para que su “amigo con derechos” no se le ocurriera homenajearla con alguna estupidez como una cena romántica o que por fin se atreviese a pedirle ser su novia oficial como le anunció meses atrás a Albus.

Se decidió por el traje negro que contrastaba con el rojo de su cabello, mencionó el Curluss Revivum, y aprobando la apariencia que mostró el espejo, se retiró a la Torre de Astronomía donde el Cazador del equipo de Quidditch de Hufflepuff David Summerby le esperaba. Al diablo con Malfoy, desde que salió del bar no la había llamado, así que —como siempre— haría que se sintiese culpable y le sacaría el dinero que necesitaba para devolverle a sus amigos lo que pagaron en el bar.

 

Lejos de Hogwarts ajeno a los pensamientos de Rose Granger-Weasley, Scorpius tomaba del té que su fiel elfo doméstico Mablung le sirvió para que su estómago se calmara. Lo ocurrido ese día fue demasiado para él, nunca imaginó que la vida de una persona cambiase tan rápido por eventos tan diversos y de alguna manera vinculados al sentimiento del amor.

Una vez Draco le recogió en el bar muggle, llegaron a la casa Malfoy siendo recibidos por Narcissa, la mujer de cabellos negros y blancos lucía tan estoica como siempre, pero en sus ojos la tristeza de perder al hombre que amaba se reflejaba.

Draco le transmitió la petición de Lucius de ir a su habitación para hablar de la herencia, no quería abogados ni la intervención de algún aprovechado que los dejará sin la valiosa fortuna que durante años logró forjar de manera honrada.

—El nuevo dueño de la mansión Malfoy —murmuró mirando el líquido naranja de la taza.

Draco era quien debía tenerla, pero le dijo que su legado superaba por mucho el valor de la casa tanto en lo material como en lo sentimental. No debía dudarlo, los artefactos oscuros que sus antecesores reunieron como hobbie ni siquiera el Ministerio podía dar cuenta de ellos.

Los pasos del hijo de Lucius Malfoy acercándose alertaron a Scorpius, se veía cansado por la crisis que Narcissa tuvo en el momento del deceso de su abuelo; sin embargo, como siempre su amado padre pensó primero en hacerlo feliz y complacerlo que en el bienestar propio.

—Si deseas invitar a alguno de tus amigos al entierro, puedes hacerlo.

La altivez de su casta se referenciaba con la insensibilidad que mostraban incluso cuando las emociones les embargaban, Scorpius se aproximó a su padre y lo abrazó. Él también escuchó a Rose decir que era un “perro callejero”, lo que le faltó a la pelirroja en la descripción fue recordar que cuando a estos animales los lastiman, se defienden.

Albus siempre tuvo razón, los ojos verdes de Potter y lo ocurrido en la mañana calentaron sus mejillas, percibía una sensación en su pecho que no le disgustaba, pero sí lo confundía. No obstante, él era familiar de Rose, hizo una mueca cuestionándose si su amigo lo sabía y estaban de acuerdo para aprovechar su buena fe.

¿Cuál buena fe?, se inquirió mentalmente.

La mejor definición del Rey Scorpius era “estúpido crédulo”, Lucius Malfoy se lo advirtió en más de una ocasión, en los sangre sucia no se podía confiar. Por eso, al liberar el abrazo, dijo lo que su corazón le dictaminó.

—El único amigo que necesito se encuentra parado al frente mío papá.

Draco sintió un mensaje negativo en el semblante de su hijo, quizás el sentido común le gritaba que escuchó a la hija de Ron Weasley.

No insistió, si así lo quería Scorpius, lo complacería.


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