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Punto y Aparte por Mascayeta

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La Directora de Hogwarts aceptó la petición de su exalumno, pero al igual que Draco sabía que en la solicitud de Scorpius se ocultaba una razón adicional al dolor de la muerte de Lucius.

Nunca había sido de conversar los problemas de su familia, pero la actitud de su hijo lo tenía preocupado, aunque en la casa seguía comportándose como siempre, amable, atento y bastante considerado con su abuela, con él y con la servidumbre, cada vez que llegaba una comunicación de Albus Severus Potter, su cuerpo se tensaba y el humor se trastornaba.

—¿Qué piensas de su relación Draco?

—Minerva con tal de que mi hijo sea feliz, aceptaré cualquiera de sus decisiones —respondió el rubio sabiendo que la pregunta era de doble sentido—. Scorpius está dolido por lo que pasó con la hija de Hermione y Ron, creo que fue su primer amor.

Los ojos de la maga lo siguieron hasta el cuadro de Dumbledore, todos conocían la historia del joven aliado de Voldemort que trató de matar al respetado director; las intenciones se aclararon, pero los comentarios desagradables nunca desaparecieron.

—Te pido que lo protejas de él mismo, como en algún momento lo hizo Severus conmigo.

—Sabes que no puedo intervenir a menos que atente físicamente contra uno de sus compañeros —respondió la anciana logrando un bufido triste del rubio—. Draco lo amas demasiado, y amar significa dejar libre. Tu hijo debe crecer, cometer sus propios errores, y reconocer cuando se equivocó.

—Es fácil decirlo para alguien que no tiene hijos —de inmediato se arrepintió de esa frase—. Es la segunda vez que te lo digo e igual que en la anterior es por culpa de mi enfado al saber que tienes la razón.

Minerva exhaló cansada, la afirmación no la hería, lo hacía el saberse impotente ante lo que le esperaba a los Malfoy.

—¿Dónde se encuentra Scorpius? —dijo cambiando de tema.

Minutos después el platinado ingresó a la oficina haciendo que la mujer casi muriera de un infarto, era ver el vivo retrato de Lucius cuando llegó a Hogwarts. Reponiéndose de la impresión preguntó las razones de querer una habitación privada y el aumento de sus horas de clases en algunas de las asignaturas. La repuesta le demostró a McGonagall que frente a ella no tenía el niño que quince días atrás abandonó el colegio para celebrar un cumpleaños. Escuchó los motivos expuestos por su alumno, al final aceptó imponiendo algunas condiciones, entre esas, no ingresar a nadie a su habitación bajo cualquier motivo, y convertirse en uno de los preceptos de Slytherin.

Lo último más que un castigo por su petición fue darle un premio porque seguiría los pasos de su abuelo y de su padre, ambos ostentaron ese título.

—Agradezco el ofrecimiento, pero siempre han sido cuatro por casa, ¿no sería yo el quinto en la mía?

—Los hermanos Connor se marcharon a Francia por el trabajo de su padre, ahora una de las plazas la ocupará usted.

Cuando la Directora utilizaba ese tono, era que la decisión ya fue tomada, así que agradeció por el nombramiento para pedir le fuese entregada la llave de su habitación.

—Tendrá la misma que ocupó su abuelo años atrás, en este momento la están limpiando y adecuando, le aconsejó que vaya a clase mientras tanto.

Scorpius se despidió de Draco para comenzar su nueva etapa en Hogwarts, en esas dos semanas pensó mucho como actuar frente a Potter y a Granger, ambos se habían burlado de él durante cinco años, aprovechándose de su fortuna y amistad, de repente se detuvo. En su papel de prefecto tenía muchas ventajas, pero debía también guardar muchas reglas, era el momento para saber cómo utilizarlas.

Por su parte Albus tan pronto supo del regreso del rubio corrió a la recámara para recibirlo y darle sus condolencias, a diferencia de muchos y del pasado que cargaban, él admiraba a la familia Malfoy, poco son capaces de recuperarse de las habladurías y del estigma de ser mortífagos.

Tan pronto como entró a la alcoba quedó sin palabras, en esta se encontraba Tadeo Kingston y no el platinado. No le gustó pensar en la posibilidad que debido a su broma Scorpius lo viese como un acosador, sin embargo, en esos días su silencio le hacía creer que tal vez por un tonto impulso rompió la amistad de años.

Cogiendo el único objeto que parecía haber olvidado Malfoy cuando hizo el cambio, caminó rumbo al sitio donde su amigo pasaba la mayor parte del tiempo, tal como lo imaginó estaba revisando la colección de libros de pociones avanzadas, el ceño fruncido le dio una idea de que buscaba el libro que llevaba en las manos.

—Toma, lo dejaste en nuestro cuarto.

—Gracias Potter, pero ese libro y cualquier cosa que venga de tu familia no me interesa tenerla.

La respuesta despectiva le sorprendió al pelinegro, eso y el gesto de repugnancia que le acompañó. De todas formas, asumió que Scorpius se comportaba de esa manera por la situación acontecida en su casa, el dolor de perder a alguien importante, y siendo la segunda vez en su caso, podía generar diferentes reacciones durante el duelo.

—Quiero disculparme por la broma de hace días, yo no quiero que pienses l…

—No hay necesidad de disculparse, si para ti y para tu prima soy un perro callejero, considero que debemos alejarnos —Albus abrió los ojos cuando notó que Scorpius estaba disgustado por la frase de Rose y no por su acción.

—¡Yo no pienso eso de ti! —negó de inmediato, pero Malfoy con un simple ademán desestimó la frase recogiendo lo que parecía necesitaba de la estantería.

Guardó el libro y con la varita organizó lo que sacó previamente, salió sin volver el rostro al desconcertado ojiverde que parecía no dar crédito a la actitud de su único amigo.

En cuestión de segundos salió detrás de él para enfrentarlo, lo obligaría a escucharlo si era el caso, lástima que en el corredor se encontró con la escena que borró cualquier valentía que pudiese tener.

Rose dejó a su séquito para correr al encuentro del rubio gritándole lo feliz que estaba de volver a verlo, además de colocar una cara de puchero por no haberla llamado en todo ese tiempo.

La risa de burla heló la expresión de la pelirroja, Scorpius la observó con total asco, Albus confirmó que su prima estaba tan sumergida en su propio ego que no fue capaz de leer el ambiente.

—Si no te llamé es porque una “sangre sucia” como tú no merece mi tiempo —la expresión de Rose se convirtió en una de confusión.

—Amor ¿por qué me hablas así?

—Rose Granger-Weasley, la hija de la impoluta Ministra de Magia y Hechicería junto a un vendedor de artilugios de broma, ¡vean con atención a quien cree que soy un perro callejero menos cuando gastó mi fortuna en ella! —gritó Scorpius llamando la atención de los que iban pasando por el corredor, luego bajó la voz para amenazarla—. Ten presente que este “can” muerde, y tú y los de tu calaña desearan no haber venido a Hogwarts.

La pelirroja quedó sin palabras, su cuerpo temblaba en una mezcla de ira y miedo a partes iguales, giró para ver como los demás se apartaban del lado del rubio que parecía otro, pero que definitivamente no podía haber perdido su amor por ella en tan poco tiempo.

«Una pelea de pareja es común en una relación» pensó restándole importancia, ella lo volvería a tener rogándole como siempre desde que se conocieron.

Albus recuperó sus fuerzas y dio un paso para buscarlo, la mano del profesor Longbottom en su hombro informándole que la Directora requería su presencia, modificaron el recorrido que tenía planeado.

Fue detrás del docente en silencio, luego vería como hablar con Scorpius, quien diría que cuando volvieron a encontrarse en la clase de Artes Oscuras la declaración de Malfoy sellaría lo que para muchos fue el final de su amistad.

—Te lo dije Granger, no te me acerques jamás —exclamó soltándose del agarre de la chica—. Soy el Rey Scorpius Malfoy y nunca volveré a juntarme con un mestizo, así sea el mismísimo hijo de Harry Potter.


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