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Oblivión. por RLangdon

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Ya había oscurecido cuando el avión descendió a la pista de aterrizaje. El firmamento estaba revestido de un denso tono añil, producto de las nubes grises que surcaban el manto.

El fuerte vendaval nocturno alborotaba su cabello ébano a medida que avanzaba hacia su destino. Por fin estaba en casa. Tras un año de ausencia, Sasuke Uchiha retornaba a su ciudad natal: Tokio.

Habían sido meses difíciles. Y es que luego de que su padre descubriera aquel idilio que sostenía con su "mejor amigo", todo, absolutamente todo, se había ido al demonio.

Fugaku Uchiha era un ser estricto en el amplio sentido de la palabra. Homofóbico, de costumbre elitista y carácter inflexible. Desde que Sasuke tenía memoria, había sido así. Especialmente con su hermano mayor Itachi, a quien elogiaba en toda ocasión. Porque Itachi era perfecto, inteligente, aplicado, un modelo a seguir. Y él, Sasuke, se había convertido en una triste sombra con el paso de los años. El no estaba, ni de lejos, al nivel de su hermano. Empero, Fugaku no lo aceptaba. Así pues que no dudara en castigarlo por cualquier nimiedad en su infancia.

Llegada la adolescencia, las cosas no hicieron más que empeorar. Uchiha Sasuke había dejado de obedecer ciegamente, se había resignado a ser una pieza desperdigada dentro del círculo familiar.

No más trajes de etiqueta, no más puntualidad en clases, no más cordialidad y, sobre todas las cosas, no más hipocresía. Poco a poco se fue alejando del estereotipo de hijo perfecto que su padre había dictaminado en un comienzo.

Eventualmente se ganó la indiferencia de su madre, y el odio de su padre. Se volvió invisible ante los ojos de sus progenitores.

Fue así como se enamoró de Naruto Uzumaki. El idiota (y bufón) de la clase. El caprichoso chico de sonrisa radiante e incipiente mirada celeste. Aquel ingenuo que forzadamente conseguía aprobar las materias, compensando la carencia intelectual con la física. Sobresaliente en todo momento en los deportes impuestos dentro del colegio. Nadie, ni siquiera el inexpugnable de Sasuke Uchiha era capaz de derrotar al torbellino naranja (apodo ganado por su increíble agilidad y astucia).

Huelga decir que la relación de ambos era meramente competitiva. Sasuke odiaba a Naruto, así como este detestaba al frívolo, guapo y egocéntrico que gustaba de humillarlo y pavonearse con sus altas notas en clases.

Tuvieron que transcurrir varios meses antes de que el actuar conflictivo e infantil de ambas partes se viera afectado por un sentimiento que escapaba a la comprensión de los dos.

Y Sasuke nunca olvidaría la sonrisa burlesca de su hermano aquella tarde de verano en que decidió exponerle el problema que lo aquejaba.

"No, Sasuke, no estás enfermo"

Pero.... ¿Cómo no iba a estarlo si sentía un horrible malestar en el estomago cuando veía a aquel imbécil?

"Solo estás..."

—…noche y gracias por su preferencia— la voz lo devolvió abruptamente a la realidad. De pie en medio del pasillo que conducía a la cinta transportadora, Sasuke Uchiha desvió la mirada de la uniformada fémina, se hizo con su equipaje y siguió su camino fuera del aeropuerto.

"Lo que sientes es pecado, Sasuke. Deberías avergonzarte. Aún estás a tiempo, todavía puedes reivindicarte

¿Es que no lo ves, maldita sea?

Hasta los animales saben con quienes deben estar"

Recuerdos. Malditos y hermosos recuerdos. Corrosivos y tormentosos recuerdos...
***

La árida desazón se presentó minutos más tarde. No fue sino hasta que abordó el auto de sitio que las remembranzas acudieron de nueva cuenta.

Allí estaba él un año atrás, despidiéndose de un triste Naruto que con lágrimas en los ojos se rehusaba a dejarlo marchar. Aquel abrazo había sido tan cálido, como él. Así era Naruto, un sol.

Distraídamente miró por la ventana, sumergiéndose una vez más en el día de la despedida. Porque Fugaku se había salido con la suya al inscribirle en un colegio de paga en el extranjero. Su padre se había empeñado en romper ese lazo cuando lo había pillado besándose con Naruto fuera del salón de clase.

Un error, un fútil y estúpido error. Ello fue el causante de la separación de ambos.

Una sonrisa amarga jugueteó por unos instantes en los labios de Sasuke. Aún tenía muy presente la estúpida promesa hecha a Naruto. Se suponía que se mantendrían en contacto. Que si, joder, él se encargaría de escribirle todos los malditos días. Le enviaría cartas relatándole anécdotas de lo más triviales y ridículas, lo mantendría al tanto de su monótona rutina y así ambos albergarían la pueril esperanza de volverse a ver finalizado el año.

Doce meses, tan solo ese lapso hacía falta que aguardaran para reencontrarse de una manera absurda y retomar su relación. Un año exacto para que finalmente él pudiera deslindarse de órdenes baladíes. Y...lo había conseguido. El año había acabado. Sin embargo, ya no tenía la certeza de que Naruto lo aceptaría.

Tal pensamiento agrio se había alojado en su psiquis cinco meses después de que dejara de recibir una respuesta a sus elaboradas cartas, a su patético intento por mantener el interés del revoltoso chiquillo de deslumbrante sonrisa y cálida mirada.

Es que... ¿había hecho algo mal?

Por más que meditaba al respecto, Sasuke no hallaba una respuesta concreta. Durante cinco meses, Naruto había respondido sin falta. No había una sola jodida misiva en la que Uzumaki no mencionara lo mucho que lo extrañaba, lo mucho que deseaba volver a verlo y tener una de esas citas cursis en Ichiraku, donde hablaría hasta por los codos y comería ramen como si no hubiera un mañana, mientras que él escuchaba en un perpetuo silencio todas las estupideces que tuviera para decirle. Al menos hasta que la paciencia se extinguiera. Entonces Sasuke tendría un molesto tic en el parpado derecho, le golpearía con cualquier objeto al alcance y terminarían huyendo de las reprimendas del viejo Teuchi en pos de mantener el orden dentro del restaurante.

Pronto el ruido del motor se fue apaciguando. Con la mirada levemente entornada hacia la ventana, y la mente obnubilada a causa de las cavilaciones banales, Sasuke Uchiha se dispuso a abandonar el vehículo.

***

Frenó sus pasos al hallarse próximo a la entrada. Ni bien inspiró una buena cantidad de aire, atravesó con paso firme el establecimiento. Lo primero que notó fue el radical cambio en la infraestructura. Hasta hacía un año Sasuke había catalogado el restaurante como uno de los más humildes de la zona céntrica de la urbe. Y no obstante ahora lucía diferente. Ya no estaba la barra que yacía adherida cerca de la cocina. No, ahora había mesas de caoba distribuidas a lo largo y ancho del lugar. Asimismo los taburetes habían sido reemplazados con sillas y banquillos de acabado contemporáneo. Ornamentos, manteles y papel tapiz a juego con la alfombrilla tinta que abarcaba desde la entrada hasta el área central del restaurante.

"¿Qué diablos?"

Recorrió con la mirada a los múltiples comensales que ocupaban las mesas. El ambiente era demasiado apacible de como Sasuke lo recordaba.

Genuinamente desorientado, retrocedió un paso. En su fuero interno se había repetido infinidad de veces que nada cambiaría con su temporal partida, y sin embargo cuán equivocado estaba.

Al cabo de largos y angustiantes segundos de indecisión y, sabiéndose firmemente observado, optó por tomar asiento. De todas formas ya era muy tarde para buscar a Naruto. Mañana acudiría a su departamento, hablaría con él, le exigiría explicaciones, le increparía por lo de las cartas y...

— ¿Puedo tomar su orden?

Ante la conocida voz, Sasuke levantó de golpe la mirada. Sus labios se entreabrieron, pero de ellos no salió palabra alguna. Frente a él, ataviado en un sobrio uniforme gris, estaba Naruto, sosteniendo una libreta frente a su rostro y tamborileando un bolígrafo sobre ella. No lo miraba, tenía la vista fija en el objeto, posiblemente acostumbrado a tomar las órdenes de ese modo tan inusual y despistado.

El constante golpeteo en el pecho le impidió a Sasuke hablar rápido. Parpadeó una, dos, tres veces antes de tomar el menú y dar una fugaz repasada visual. Pese a todo y de soslayo, solo lo veía él. Solo podía centrarse en los rebeldes mechones rubios, en las marcas simétricas que se extendían por las bronceadas mejillas, en los movimientos irregulares y ansiosos que Uzumaki efectuaba al frotarse un pie con el otro, como si estuviera agotado, como si solo deseara terminar de una vez por todas e irse a casa.

—Na…Naruto— bisbiseó, sin siquiera imaginar lo que acontecería.

Con los ojos abiertos de par en par, Naruto dejó caer la libreta. Tras ello se produjo un suave pero audible tintineo, producto del bolígrafo. La tez de Uzumaki se tornó pálida, sus labios descoloridos. Visiblemente aturdido, intercambió una desconcertante mirada de dolo con su interlocutor. Entonces su cuerpo perdió el equilibrio.

— ¿Naruto?

Y se desmayó, presa de una extraña agitación.
***

Pasada media hora le permitieron entrar a verle. Naruto yacía recostado en la camilla, le habían colocado un suero intravenoso. En ese momento dormía, y lucía terriblemente frágil. Si, ahora que Sasuke podía observarlo detenidamente, lo primero en lo que reparó fue en lo delgado que el rubio se encontraba.

Pausadamente se acercó a la camilla. No quería hacer el menor ruido para evitar despertarlo. El médico le había avisado de buenas a primeras que el desmayo había derivado de una descompensación alimenticia, posiblemente aunada al exceso de estrés.

"Pero aquella expresión..."

Con mucho cuidado tomó la mano de Naruto entre las suyas. Estaba fría.

— ¿Sasuke kun?

De súbito la puerta se cerró de golpe a sus espaldas. Y Sasuke maldijo en su fuero interno a la recién llegada.

—Sakura... — paladeó con sequedad, apartándose inmediatamente de la camilla, centrando su atención en la muchacha que aguardaba boquiabierta junto a la puerta.

Impertérrito, Sasuke la vio temblar. Nunca había considerado a Sakura como una amistad, pero si como una compañera. Habían asistido juntos al mismo colegio, y Sakura era muy unida al Uzumaki.

Las lágrimas llegaron sin previo aviso. Aunque a Sasuke no le sorprendió en lo más mínimo. Ella era igual de sentimental que Naruto.

—Infeliz...

El golpe llegó de la nada. Tan rápido y certero que no le dio tiempo a esquivarlo o detenerlo. En apenas unos segundos Sakura se había precipitado en su dirección para arremeter una potente bofetada que consiguió ladearle el rostro.

"Joder"

La mejilla empezó a punzarle en cuestión de segundos. Sin duda habría marca pero era lo de menos.

Entre confundido y furioso, Sasuke decidió encararla. Tuvo que sostener las manos de Haruno al entrever las intenciones de ella por repetir la acción de antaño.

— ¿Por qué...? — moduló el tono lo mejor que le fue posible. Sakura aun temblaba, pero esta vez Sasuke sabía que era de rabia. Sus ojos la delataban, toda ella la delataba. Tan malditamente transparente.

— ¿Qué has hecho tú por Naruto? — poco a poco Sasuke la fue soltando. Sus ojos ónices ensombrecieron repentinamente, sus labios se comprimieron en una fina línea. Sakura hipó un par de veces, se limpió los ojos con el antebrazo y le dio la espalda para continuar. — ¿A qué has venido, Sasuke kun?

Visiblemente afectado por lo recién dicho, Sasuke se mordió el interior de las mejillas.

—Yo...

—Vete— le interrumpió Haruno, posando el dorso de su mano en la mejilla de Naruto.

Resoplando una diatriba y dando por infructuosa su presencia, Sasuke hizo lo más prudente en esos momentos...retirarse.
***

La llegada de un nuevo día y primordialmente los tibios rayos que habían traspasado las persianas para situarse en sus sensibles parpados, lo obligaron a abandonar la cama.

Como venía haciendo hace unos días, se encaminó a la cocina para preparar una taza con café. Tenía un par de días de haberse instalado en la casa de su hermano. Itachi le había permitido alojarse el tiempo que fuera necesario. Le había entregado las llaves con una gran sonrisa el mismo día de su regreso a Japón. El no la necesitaría hasta dentro de varios meses. Además, Izumi (amiga de su hermano) se había hecho cargo de la limpieza, y a sabiendas de su regreso y por pedido de Itachi, había surtido la alacena y la nevera. Todo estaba en perfecto orden.

Tomó asiento, e inexpresivo, se hizo con la cuchara. Añadió un poco de azúcar y observó las ondas humeantes escapar de la taza de cerámica. Quería mantener su mente ocupada, lo necesitaba con urgencia. Debía entretenerse para evitar que la culpa lo carcomiera de nueva cuenta.

¿Para qué había regresado?

Era una buena pregunta. Aparentemente su presencia era dañina para terceros. Su padre, Naruto, Sakura.

Era como si estuviera destinado a herir de manera inconsciente a las personas que lo rodeaban. Quizá por ello gustaba tanto de la soledad y el mutismo.

Dos firmes golpes se suscitaron en la puerta de entrada. Sasuke se levantó, supuso que se trataría de Sakura, empero, al abrir la puerta, notó que no había nadie.

Taciturno, salió y miró en derredor. No había demorado nada en atender al llamado. Tal vez...tal vez lo había imaginado.
***

Naruto amaba las flores. Las encontraba visualmente hermosas, coloridas, de aromas característicos y formas variadas. Todo el tiempo gustaba de observarlas, en los prados, en los jardines de las casas y las floristerías. Las miraba, pero rara vez había cortado alguna. Sabía que no valía la pena, se marchitarían en un par de días y entonces morirían irremediablemente. Por eso prefería contemplarlas.

Sin embargo, los dos días que permaneció en el hospital, los arreglos no cesaban de llegarle. Las había de Sakura, de Ino, de Gaara, de Hinata. Y también estaban aquellos arreglos exóticos que no tenían tarjeta. Las diminutas flores, dispuestas en racimos de espigas que constituían el arreglo, eran de una suave tonalidad rosa.

Sakura le había comentado que nunca antes había visto ese tipo de flores, que tal vez Ino supiera al respecto. Pero Naruto le había restado importancia. Porque en el fondo estaba al tanto de quién las había enviado y no quería verse vinculado a esa persona de modo alguno. Ya no le concernía.

Así que los obsequió a algunos pacientes, deslindándose así de sus sentimientos.

O eso creía.
***

Decididamente mañana se presentaría al departamento de Naruto y trataría de explicarse. En efecto, había regresado para volver con él, y lo haría, no podía evadirse todo el tiempo, tampoco pretendía hacerle daño, solo necesitaba verlo, hablar como en los viejos tiempos, cuando su mayor preocupación era el ser descubiertos por el homofóbico de su padre o ser pillados tomados de la mano en la terraza de la cafetería por alguno de los profesores.

Era de noche. El cielo estaba despejado y las estrellas titilaban de una forma increíblemente bella. Apoyado en el barandal del balcón del tercer piso, Sasuke contemplaba el firmamento. No recordaba haber presenciado una noche tan hermosa. Y sin embargo la situación lo hacía experimentar un horrible malestar en el pecho.

"Eres un enfermo... ¿cómo puede gustarte un hombre?"

Las palabras de su padre permanecían ocultas en su memoria, pero ocasionalmente lo martirizaban.

Ensimismado, contempló la parafernalia que se desarrollaba en el exterior. Personas desplazándose de un lugar a otro, el sonido esporádico de un claxon, maullidos de gatos en el techo, discusiones triviales, alguna que otra risa de niño, y una suave salmodia proveniente del piso aledaño.

Poco a poco fue bajando la mirada, sus dedos rozaron el tubo metálico del barandal.

"No debiste regresar"

Pasó una pierna del otro lado. Durante todo un año había lidiado con todo tipo de debates mentales. Se había perdido a sí mismo en el proceso de agradar a su familia. Había renunciado a quien era para satisfacerles.

Pasó la otra pierna, sosteniéndose firmemente sobre sus talones. Por unos instantes sintió deseos de reír con fuerza. Su padre había contratado a varios pseudo psiquiatras para "curar" su homosexualidad. Horas y horas dialogando a la nada, soportando las críticas hacia su persona por un sentimiento que no debería existir...

"Los impulsos eléctricos ayudarán a reorganizar tus ideas, Sasuke"

...y sin embargo allí estaba.

Tensó fuertemente la mandíbula mientras se preguntaba qué tan doloroso sería el golpe, sopesando las probabilidades de que realmente consiguiera su cometido.

Dolería, indudablemente. Pero... ¿no era más doloroso no tener un propósito en la vida?

Ni siquiera había estado para Naruto cuando más lo necesitaba.

Inconscientemente tocó sus sienes.

"Procura tener los ojos cerrados en todo momento. El dolor es solo temporal. Puedes aferrarte al apoyabrazos si lo deseas"

—No— susurró, retornando al otro lado del barandal.

Finalmente ingresó a su alcoba, se recostó en la cama, cerró los ojos y aguardó por la llegada del sueño. Este no tardó en aparecer, no obstante, el insistente golpeteo en la puerta lo despertaría horas más tarde. Exactamente a la una de la mañana Sasuke se levantó, echó un fugaz vistazo al reloj digital de la mesita de noche y se extrañó de que alguien acudiera.

Afuera llovía, pero no lo supo hasta abrir la puerta y encontrarse con la última persona que esperaba ver en esos momentos.

—Naruto.

—Vine.... — empapado, jadeando y sosteniéndose las rodillas en un intento frustrado de normalizar su respiración, Naruto lo observó. —Por mi prima.

Confundido, Sasuke se hizo a un lado, instándolo a pasar.

—Tu prima... ¿Karin?

—Fui a casa de tus padres antes de venir aquí— comentó el rubio desde las escaleras. Sasuke solo atinó a observarle ir y venir apresuradamente de un pasillo a otro, azotando las puertas tras de sí. —Ella pensaba venir a verte.

—No está aquí— dijo cuando Naruto se dio por vencido de buscar en la planta alta para repetir el proceso en las habitaciones restantes, haciendo caso omiso a sus palabras. —Naruto— le siguió hasta el jardín y apresó su brazo con la muñeca. Naruto se apartó enseguida, dirigiéndole una mirada de desprecio.

—Ya lo he notado— farfulló a duras penas. Y Sasuke supo que hacía un esfuerzo sobrehumano para no romperse frente a él, así que lo soltó.

— ¿Por qué dejaste de responder? — Inquirió con voz neutra, aparentando calma en todo momento.

Los ojos de Naruto se entrecerraron, hizo un mohín antes de romper a reír con dolorosa ironía.

— ¿Querías acaso que suplicara, bastardo?

—No entiendo— tajó con seriedad el Uchiha. — ¿Suplicar qué cosa?, te escribí todos los malditos días hasta que dejaste de responderme.

Los ojos azules centellearon en rabia. Sin embargo, Sasuke no se inmutó en lo más mínimo, estaba acostumbrado a tales arrebatos de Uzumaki, aunque en esta ocasión era diferente, todo parecía serlo.

Sin mediar palabra, y deshaciendo los puños que inconscientemente había hecho, Naruto alzó la vista.

—Ya me has dicho todo en la última carta— siseó en tono melancólico. —No tiene caso que...solo vine a buscar a mi prima. Seguro esta con Sakura chan.

Sasuke entornó los ojos con molestia por las constantes evasivas y respuestas cortantes.

— ¿Qué carta? — insistió en saber, bloqueándole el paso al situarse delante del rubio. —Muéstramela — exigió, convenciéndose de algún fatídico malentendido al vislumbrar el alicaimiento en el rostro de Naruto. Este, terriblemente abatido, se encogió de hombros.

—No la tengo conmigo— poco a poco una sonrisa se delineó en sus labios. No era el gesto desinhibido, brioso y puro que Sasuke recordaba, sino uno falso, forzado y hueco. No habían emociones en ella, fuera porque la sonrisa era más bien sintética o porque Naruto era demasiado obvio, y él, Sasuke, sabía leer muy bien a las personas, tanto más a quienes apreciaba.

—Quédate— alzó el mentón y apartó la mirada, tornándose su expresión en una más férrea. No quería exteriorizar lo mucho que le dolía el actual rechazo de Naruto, y tampoco estaba dispuesto a ceder tan rápido. —Es tarde— añadió poco después para llenar el incomodo silencio.

Naruto atinó a boquear dos veces, bajó la mirada, arrugó la nariz, torció los labios y se frotó los brazos con nerviosismo mal disimulado.

—Pero Karin...

— ¿No has dicho que estaría con Sakura? — indagó el Uchiha, respondiendo con astucia a la preocupación del otro.

Naruto solo pudo afirmar con la cabeza en silente acuerdo.
***
La mortecina luz blanca proveniente de la lámpara de buró apenas si le permitía a Sasuke ver los muebles de la habitación. Naruto que yacía recostado bajo su cuerpo suspiraba su nombre una y otra vez a medida que terminaba de entrar en él.

Apoyó ambas manos a los costados del rubio para empezar a moverse lentamente. Mordió sus labios, sintiendo la exquisita presión en su hombría, misma que lo incitaba a moverse más rápido, a marcarlo…a someterlo.

La oscuridad del cuarto se le antojó altamente placentera en ese momento. Pudo apreciar el suave movimiento de las manos de Naruto sobre las sabanas. Optó por interpretarlo como una señal de que continuara, y por supuesto que lo haría. Aun a sabiendas de que no debía pasar. Ya era muy tarde para arrepentirse. Apenas se habían quedado solos en la habitación, la chispa de deseo los consumió por entero. Aquella vorágine de emociones reservadas a lo largo de un año había quedado reducida a cenizas cuando los labios de ambos se encontraron en un apasionado y desesperado beso.

Y ya nada los detuvo…
***

Se observaron largamente el uno al otro, sin pronunciar palabra alguna. Naruto, que usualmente hubiera terminado la merienda en cuestión de unos minutos, no había tocado siquiera una tostada, no había probado tampoco el café, ni siquiera un trozo de fruta. Solo lo miraba a él, y su expresión resultaba a ojos de Sasuke tan neutra como dolorosa. Parecía que le recriminara por lo sucedido anoche, como si sopesara el hecho de que él hubiese previamente calculado que la situación tomara ese rumbo. Nada más lejano a la realidad.

—No debiste enviarme flores— musitó Naruto, apartando bruscamente la mirada para dar un sorbo al (ya frío) café.

— ¿Cómo? — pese a que intentó sonar indiferente, el desconcierto traspasó su voz. —No envié nada— alzó una ceja cuando el rubio dio un respingo de incredulidad.

—Ya debería irme. Tengo que buscar a Sakura chan— hizo la silla hacia atrás, pero al ver que el Uchiha no hacía el menor esfuerzo por detenerlo, estalló. — ¿Por qué volviste? —sus pupilas se opacaron y su voz se tornó más aguda. Había esperado que la respuesta llegara sola, sin embargo, Sasuke estaba demasiado ensimismado para darse cuenta de nada.

El silencio secundó a la pregunta. Terriblemente doloroso, angustiosamente prolongado.

Inclinado sobre la mesa, apretando fuertemente los puños y la mandíbula, Naruto reparó en lo precipitado y absurdamente infantil de su actuar. Retrocedió poco a poco bajo el severo escrutinio del Uchiha.

—Uhn— una sonrisa cínica se extendió en sus labios. —Que pregunta tan estúpida— Naruto reprimió trabajosamente las ganas de golpearlo. —No rompo mis promesas, Naruto.

—Entonces... — el interpelado rió con amargura. — ¿Por qué me pediste que buscara a alguien más?

Sasuke negó en ademán. Le resultaba inverosímil discernir el yerro cometido.

—Nunca hice tal cosa— se humedeció los labios, su mirada se tornó incisiva. — ¿Qué decía exactamente la última carta que recibiste?

Inflando los mofletes con disgusto, Naruto se dejó caer en la silla.

—Tú debes saberlo, después de todo fuiste tú quien... — calló al notar el semblante impávido de Uchiha. Por lo visto tenía que ser más directo. —Decía que no pensabas regresar porque tu vida no estaba aquí. Me pediste buscar a alguien más y que dejará de pensar en ti ya que no valía la pena.

Exasperado, Sasuke bufó.

—No escribí eso— contradijo, frunciendo el entrecejo. —Quiero ver esa carta.

— ¡Era tu maldita letra, de veras! —exclamó Naruto, fuera de sí. — Finge todo lo que quieras— bajó la voz y se levantó de la silla, dispuesto a dar por finalizada la ridícula charla que no conducía a ningun lado.

— ¿Puedo ver esa carta? — sin perder los estribos, Sasuke hizo un último intento. Siguió al Uzumaki hasta la entrada y vaciló un segundo cuando su mirada se cruzó con la del rubio. Había tanto dolor en sus ojos que no pudo...por primera vez en años, no pudo sostener el contacto visual.

—Te la enviaré de vuelta cuando la encuentre. — giró la perilla y abrió la puerta, pero Sasuke uso el pie para cerrarla.

— ¿Me crees capaz de haber escrito algo así?

Naruto se dio vuelta. El rostro de Sasuke ya no reflejaba serenidad en absoluto, parecía inquieto, desesperado por demostrar su inocencia. Sus ojos negros brillaban a la expectativa de una respuesta.

"No"

—Adiós, Sasuke— reunió fuerzas para empujarlo fuertemente del pecho. Sasuke trastabilló. Lo siguiente que supo fue que Naruto no estaba más.
***

Se revolvió entre las sábanas una y otra vez, sudando copiosamente, presa de un terror indescriptible. El desasosiego volvía cada vez más rígidas sus articulaciones. Fue al cabo de media hora de interminable sopor que pudo despertar de tan grotesca pesadilla.

Se sentó con desmedida rapidez, apoyando los brazos en la cabecera de la cama para, posteriormente, tantear con la yema de los dedos a lo largo del muro, dando con el interruptor a los pocos segundos de su frenética búsqueda. La luz se cernió sobre la habitación, iluminando cada recoveco de la pieza, proporcionándole cierto alivio, pese a no estar al tanto del trasfondo de tan hórrido sueño.

Generalmente ocurría así. Sasuke tendía a olvidar lo que soñaba. Tan solo permanecía en él la sensación desagradable de lo que su subconsciente había proyectado. Una pesadilla que se repetiría en lo sucesivo.

Visiblemente agitado, se puso de pie, se mesó los oscuros cabellos con los dedos y comenzó a pasear por la habitación, guiado esta vez por un sentimiento desconocido. La ansiedad y la incertidumbre también lo mortificaban. Y de qué manera.

No había resuelto nada con Naruto. Lo que era peor, lo había empeorado al no saber abordar aquello que escapaba de su comprensión.

Y ahí estaba. Roto por dentro, deshecho, abatido. Su mente, un autentico mar de contradicciones. Bien podía buscar a Naruto, pero el resultado no variaría un ápice a no ser que descifrara el asunto relacionado a la carta.

Repentinamente cesó de caminar. A escasos centímetros de dónde se encontraba, había dos diminutos pétalos rosas. Sasuke pestañeó ante el descubrimiento, se puso se cuclillas y los tomó para examinarlos de cerca, recordando inmediatamente lo dicho por Naruto horas antes.

"¿Flores?" Pensó, confundido. El no había comprado flores.

Sin terminar de procesar lo ocurrido, y movido más por curiosidad que por lógica, se acercó a la cama, alargó el brazo y bajo la misma sus dedos rozaron algo que no debería estar allí. Todavía tenso, Sasuke tomó el objeto. Se trataba de un ramo de exóticas flores. Atónito, las miró largamente. No estaban frescas pero tampoco marchitas. Fuera lo peor del caso desconocer el hecho de cómo habían llegado allí.
***

Tras tomar una prolongada ducha con agua tibia, sus ideas estaban más claras. Su mente se había despejado por completo, empero, la opresión en su pecho continuaba lacerándolo.

Habían pasado dos días desde la inesperada visita de Naruto. Las pesadillas seguían suscitándose, cada vez eran peores, aunque trataba de restarle importancia. En primera instancia porque no las recordaba, y en segunda porque su psiquis era todo un lío para encima atormentarse con tonterías.

Esa mañana debía acudir a la empresa de su padre a realizar un sencillo papeleo. Agendar citas, archivar documentos y...

En ese momento llamaron a la puerta. Sasuke, impasible, terminó de secarse el cabello, se abotonó la camisa y fue a abrir la puerta. Del otro lado estaba Naruto, tenía la nariz roja, los labios le temblaban y había residuos de lágrimas en sus pestañas.

— ¿Naruto?

El aludido gimoteó una palabra incoherente a oídos del Uchiha, quien prontamente le permitió entrar, notando en su vulnerable estado la urgencia de entablar una charla. Más sin embargo, Naruto estuvo casi un cuarto de hora sumido en el más profundo de los silencios, se había sentado en el sofá del recibidor, tenía la mirada ausente y su rostro denotaba un trance reflexivo de los que rara vez Sasuke había sido testigo.

— ¿Qué ocurre? — quiso saber, sentándose a su lado. Naruto sacudió la cabeza, se mordió el labio y finalmente relató lo sucedido.

Karin estaba desaparecida. Su prima y único familiar que quedaba con vida había desaparecido y nadie tenía noticias suyas. La policía ya había sido alertada, pero hasta entonces nadie sabía nada.

—De modo— retomó Sasuke la palabra. —Que has venido con la esperanza de que yo tuviera alguna primicia suya. En el mejor de los casos, creíste otra vez que estaría aquí.

Nervioso, Naruto se retorció los dedos. La pena apareció en sus tensas facciones cuando Sasuke negó reprobatoriamente.

—Es mi única familia— dijo en voz apenas audible, hundiendo su rostro entre sus manos, consumido por la desesperación.

Sasuke no supo cuanto tiempo permanecieron allí. Había abrazado a Naruto en un intento de tranquilizarlo. Uchiha no era para nada adepto a las muestras de afecto, solía repelerlas desde que tenía memoria. Luego de que su padre le confundiera vergonzosamente con Itachi una mañana de otoño en que llegó ebrio. Lo había abrazado, por primera vez en años Fugaku Uchiha lo había envuelto en un cálido y protector abrazo paterno, le había susurrado al oído que estaba orgulloso de él. Y Sasuke se había quedado inmóvil y destrozado cuando el nombre de Itachi brotó de los labios de su padre. Solo había sido una equivocación.

Tuvo que aplazar forzosamente su visita a la empresa. Naruto había accedido a duras penas quedarse a la merienda.

—Yo los lavo— se ofreció Uzumaki al ver como Sasuke recogía los utensilios de la mesa.

—Olvídalo— objetó Sasuke, yendo al fregadero. —Tienes dedos de mantequilla— apenas volvió la mirada hacia el frente, los platos se le resbalaron de las manos, haciéndose añicos al instante.

Naruto dejó escapar una queda risa que, en otras circunstancias, habrían alegrado el corazón oprimido de Sasuke Uchiha.

Su rostro, antaño impávido, se deformó en un rictus de escepticismo mezclado con miedo.

—Naruto... — llamó en tono dogmatico, con la vista fija en la gruesa mancha de sangre seca que opacaba el vitral de la puerta corrediza del jardín. — ¿Podrías sacar la vajilla de porcelana?

—Claro.

Oyó los pasos alejarse e inmediatamente se hizo con el paño de cocina, el cual humedeció vigorosamente. Talló con fuerza sobre la mancha, y un espantoso nudo se instaló en su estomago al oír la voz de Naruto a su lado.

— ¿Qué haces?

Las manos le temblaban convulsivamente. Tenía la boca reseca.

—Yo... —volvió la vista al vitral. Estaba limpio, no había rastro alguno de suciedad, no se diga por tanto de sangre seca. El paño estaba en iguales condiciones, limpio. —Nada— llenó sus pulmones de oxígeno, soltó el paño y se apartó de la puerta.

— ¿Es ese un columpio? —exclamó Naruto, totalmente ajeno a la expresión estupefacta de su acompañante.

A Sasuke no le dio tiempo de responder. En cuestión de segundos Naruto salió al jardín. En efecto, Izumi había improvisado un columpio usando una cuerda para la ropa y un cojín. Había atado la cuerda en una de las gruesas ramas del ciprés. Naruto no tardó en tomar asiento. Y Sasuke lo observó mecerse como un niño pequeño. Las manos aún le temblaban.

¿Había sido una alucinación?

"Tranquilízate"

Relajó los músculos faciales, siendo momentáneamente enceguecido por el resplandor proveniente de las raíces del ciprés. Avanzó lentamente hacia allí, ignorando la perorata de Uzumaki para presenciar de cerca el objeto que despedía aquel brillo.

"¿Son...?"

Tragó grueso, hundió los dedos en el hierbajo y extrajo las gafas rotas. Un vacío se apoderó de su ser. Sus articulaciones se habían vuelto de hielo. Así y todo, Sasuke supo mantener la calma. Guardó silenciosamente las gafas en el bolsillo de su pantalón y notó a continuación que Naruto lo miraba con extrañeza.

—Tienes... —el rubio pestañeó. —Tienes sangre en los dedos.

En efecto, se había cortado con los anteojos.
***

Esa noche Sasuke tuvo fiebre. Los escalofríos trepidaban constantemente por su cuerpo y, cuando el sueño lo hubo vencido, las pesadillas no tardaron en presentarse. Esta vez todo el entorno era muy nítido. Se veía a sí mismo adentrándose en el bosque, todo en derredor estaba oscuro, pero él seguía internándose más y más, como si una fuerza invisible lo dominara, instándolo a acudir a un punto en específico. A lo lejos se oía un débil chapoteo.

Despertó terriblemente agitado. La habitación estaba en penumbras. Encendió rápidamente la luz y una idea difusa se hizo presente en tanto espabilaba.

Lo primero que hizo al levantarse fue empujar la cama hacia la pared aledaña. Lo hizo con torpeza y lentitud dado el extraño cansancio que padecía en aquel momento.

Una sonrisa histérica se dibujó en sus labios. Solo estaban sus zapatos, pero al tomarlos su cuerpo entero se paralizó. Las suelas estaban cubiertas de lodo, y en el interior del zapato derecho había un sobre doblado a la mitad. Se trataba de una carta...


"No había dado el primer sorbo al café cuando llamaron a la puerta. Suponiendo que se trataría de Sakura, decidió abrir, cual fue la sorpresa al ver a la conocida pelirroja aguardando impaciente en el descansillo, tamborileando los dedos en el suelo.

—Karin— nombró, confundido de verla allí.

Levantándose de un salto, la susodicha se sacudió la falda, esbozó una sonrisa maliciosa y sin decir palabra alguna se dirigió al interior de la vivienda. Sumamente desconcertado, Sasuke la siguió de cerca. Conocía muy poco a Karin, pero lo suficiente para saber que su visita no auguraba nada bueno. Ella lo quería, y él lo sabía, no en vano la había rechazado infinidad de veces en el pasado, cuando Naruto había pasado de ser "un perdedor" a volverse su mejor amigo.

—Mi primo no quiere nada contigo— empezó diciendo ella mientras tomaba asiento en el comedor.

Sasuke siguió cada uno de sus movimientos con la mirada. Tenía un mal presentimiento pero no lograba dilucidar correctamente las intenciones de la Uzumaki.

—Naruto es un idiota, Sasuke kun— rió en tanto rebuscaba en su billetera. — Pero me pregunto qué le habrás hecho para que te odiará tanto. Incluso rompió la fotografía que guardaba con tanto recelo bajo su almohada. He de suponer que estás enterado de que cayó enfermo meses después de tu partida— se levantó, dejó la billetera sobre la mesa y se aproximó a Sasuke. Este entornó la mirada con molestia, empezando a atar cabos rápidamente.

— ¿Qué es lo que quieres? — inquirió con brusquedad. Ella lo miró con cierta coquetería.

— ¿Cuántas veces me rechazaste, Sasuke kun? ¿Cuántas me humillaste? — susurró cerca de su oído. — ¿Quién crees que recibía las cartas cuando mi primo enfermó?... — hizo una pausa, atenta a la expresión estoica del Uchiha. —Debiste ver su cara de idiota cuando leyó "esa" carta— rió jocosa y se ajustó las gafas.

A pesar de que intentaba controlarse, Sasuke experimentó una llamarada interna, sentía hervirle la sangre con cada venenosa palabra de la pelirroja. Por supuesto, solo ella era capaz de adaptar su caligrafía. Ella y nadie más.

Lentamente deshizo los puños para pasar a mirarla de forma despectiva. Karin se había acercado a la mesa en su descuido y mantenía la carta en alto con una mano.

— ¿Quieres que la lea para ti? — no esperó respuesta para proseguir. Sasuke frunció el ceño. —Naruto, no puedo seguir aparentando algo que ya no siento. Han sido unos meses tranquilos, disfruto mi nueva vida...

Sasuke dio un paso hacia ella, dominado por la furia.

—Basta— exigió. Sin embargo, Karin no se detuvo, y antes bien ensanchó una displicente sonrisa, retomando la lectura poco después.

—Me saltaré algunas partes. Veamos...eres un idiota que vive encerrado en una burbuja. Te falta madurar, quiero que comprendas que no tienes lo necesario para estar conmigo. Ahora es que me he dado cuenta de ello. No esperes un solo día más por mí. Busca a alguien más y...

En ese momento Sasuke acababa de rodear la mesa, dispuesto la arrebatarle la hiriente carta, sin percatarse de aquello que Karin mantenía oculto bajo la mesa, viéndose forzado a retroceder cuando la pelirroja blandió firmemente el cuchillo.

—No, Sasuke kun. No vas a humillarme de nuevo— colocó la carta en la mesa sin apartar la mirada del Uchiha. Entonces dio un paso al frente. — ¿Sabes qué es lo peor de todo? — los cristales de las gafas se empañaron. Una lágrima resbaló por su mejilla. —Que aún te amo. Y no voy a permitir que nadie más este contigo.

Las vacilaciones de Sasuke concluyeron cuando Karin intentó arremeter el primer golpe que difícilmente pudo esquivar. Lo siguiente que hizo fue posicionarse a espaldas de Karin, inmovilizándola de los brazos, forzándola a soltar el arma.

Karin chilló, se removió hacia ambos lados, pataleó y, en medio de su paranoico frenesí, pudo acertar un golpe en el muslo izquierdo con el tacón, logrando así que Sasuke la soltara.

El golpe sordo que se produjo después no abandonaría los pensamientos del Uchiha en mucho tiempo. Karin se había golpeado la nuca contra la encimera, su cuerpo se convulsionó en burdos movimientos arrítmicos, dislocados. Su respiración sibilante se tornó en un débil estertor con el paso de los segundos. La sangre le inundó la boca y las energías pronto abandonaron su cuerpo, dejándolo inerte.

Poco a poco Sasuke palideció. Su rostro sombrío se descompuso en un paroxismo de terror puro.

***


El alba comenzaba a insinuarse en el horizonte cuando Sasuke abandonó el edificio. El bullicio externo no lo distrajo de su objetivo cuando, a lo lejos, vislumbró la cabellera dorada. Naruto corría hacia él, sonriente.

Sin perder la apostura, Sasuke aguardó su llegada. Lo vio esquivar a un par de individuos, con una agilidad impresionante. No le cabía la menor duda de que Naruto tenía el corazón y la gracia de un niño.

—Sasuke.

Llegó a su encuentro jadeante y exhausto, pero eso no le impidió abrazarlo. Sasuke apenas se movió. Y Naruto hizo su siguiente movimiento. Lo sujetó con firmeza de la corbata, lo atrajo hacia él y lo besó. Fue un fino roce de labios, pero aquel simple gesto desencadenó un genuino cosquilleo en ambos.

Cuando Naruto se apartó (de pronto cohibiéndose ante las miradas de extraños) Sasuke le tendió el ramo, lo hizo sin miramiento alguno, observando en todo momento los ojos celestes de quien fuera nuevamente su pareja.

Ya había transcurrido un mes desde lo acontecido.

—Que predecible— rió Naruto, aceptando de buena gana el exótico ramo de flores Tamarisco. Al menos una vez por semana Sasuke solía obsequiárselas.

— ¿A dónde quieres ir esta vez? — interrogó Uchiha, entrelazando su mano con la de Naruto. Tenía la esperanza de que algún día Naruto se diera cuenta de todo. Algún día indagaría sobre el significado de las flores.

"Soy un asesino"

—A Ichiraku. Escuche que el viejo Teuchi agregó una nueva receta al menú.

Pero hasta entonces...

Los labios de Sasuke se curvaron en una inexpresiva sonrisa.

—Me parece bien.

…podían vivir una dulce mentira.


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