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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

¡¡Celebrando las más de 2.3k lecturas!!

 

Confieso que la cantidad de lvisitas en cada capítulo era algo que no esperaba, me alegra mucho saber que hay fieles lectores. 

 

Estamos a 1 capítulo de llegar a la mitad de la historia, espero mantenerlas entretenidas. ^^

19. Asesino

 

Leon necesitaba una explicación de lo que había ocurrido, aunque no se lo había expresado al lambda con palabras porque no quería presionarlo, pero las dudas y los miedos estaban ahí. Pero no tenía que pedirlo, el pelirrojo quería contarle de una vez y destrabar esa espina que se clavaba en su pecho causándole angustia desde que sintió sus manos golpear de manera brutal a ese sujeto. Aún podía recordar la extraña sensación de euforia.

 

Cuando bajaron del coche fueron recibidos por una feliz Lía que los esperaba en el umbral de la puerta junto a su esposo y corrió a abrazar a sus conocidos con cariño, como si esos tres días afuera hubiesen sido una eternidad. El viento frío tenía sus mejillas heladas, pero a ella no le importó mientras se quedó haciendo la guardia hasta que volvieran.

 

Fueron arrastrados hasta el comedor entre empujones ansiosos, donde sentados todos a la mesa comenzaron a relatar lo sucedido mientras eran observados por un par de ojos que brillaban como estrellas de la emoción y sus pies la acompañaban balanceándose bajo la silla, ella nunca se cansaba de escuchar las historias.

 

Le contaron todo mientras tomaban un poco de comida dispuesta para ellos, incluso el secuestro de Río pero omitiendo los detalles morbosos, y justo cuando iba a comenzar a soltar la verborrea interrogándolo la tranquilizaron en el momento asegurando que en realidad se había rescatado solo causando la risa de todos. Pero el pelirrojo era el único que no compartía su alegría, ni siquiera podía probar bocado mientras los escuchaba porque su estómago se revolvía de solo pensarlo. Las palabras escondidas en sus cuerdas vocales le picaban los labios y la lengua como un millar de agujas, queriendo salir impacientes, sus dedos se movían inquietos y sudorosos bajo las mangas de su ropa y su mirada se perdía de tanto en tanto en alguna fruta o en el reflejo de una taza de porcelana sobre la mesa.

 

Esperó a que los ajenos a la familia se retiraran después de terminar de comer con excusas poco creíbles pero que eran cordiales, y bajo la atenta mirada de su ahora familia soltó un largo suspiro mientras ponía en orden sus pensamientos. Todos esperaron con calma a que abriera la boca y dijera lo que tenía en mente, puesto que habían notado su ansiedad, aguardaron tranquilos incluso cuando los minutos pasaban y veían gruesas gotas de sudor correr por su frente y su cuello debido al nerviosismo empapando un poco el inicio de sus ropas.

 

Para Río no era algo fácil. Ese percance en la Ciudad de bestias hizo resurgir en él recuerdos que pensó podía enterrar y olvidar, pero solo le reafirmaron que aún tenía cierto apego por su mundo, porque esa violencia era lo único que se mantuvo en él, lo único que le recordaba su vida.

 

Sus delgados labios rosas temblaron y al abrirse quedaron unidos por un fino hilo de saliva residual de tantas veces que los humedecía con su lengua, pero luego este se cortó cuando la distancia entre ambos aumentó al salir la primera palabra.

 

—Sé que lo que vieron ahí fue extraño —su postura se encogió, como un niño que cuenta una travesura realizada con un desenlace catastrófico y está dispuesto a recibir un regaño de su madre. Como un cachorro que rompió la basura y trata de fingirle a sus dueños que no fue él. Se sentía un poco intimidado por las miradas gentiles.

 

—Río, fue algo perfectamente normal en este mundo. Además estabas en una situación de emergencia —Lía no sabía bien de qué estaban hablando, pero dada la expresión de su amigo podía hacerse una idea.

 

—Lo sé. Es solo, que me recordó algunas cosas que había creído olvidar —su mirada triste se dejó caer al suelo, perdida en una mancha de café que no había sido limpiada correctamente por el personal, como si fuera culpable de un gran pecado que ahora estaba confesando para al fin recibir su sentencia—. Asesinar fue una de las primeras cosas en las que supe que era bueno en mi vida —. La frase salió como un murmullo muerto, tan bajo que los más alejados en la mesa se preguntaron si en realidad la habían escuchado.

 

Cuando continuó su relato los demás supieron que no se encontraba ahí con ellos, estaba perdido entre sus recuerdos, hablando de su infancia y trabajos crudos que se vio en la obligación de cumplir.

 

***

 

El tipo robusto y anciano que tenía por jefe en ese entonces, parecido a los que mostraban en los dibujos animados que a veces veía de casualidad, lo mandó de un empujón dentro de la habitación llena de cuadros enmarcados en donde sus empleados más antiguos esperaban apostados uno al lado del otro a lo largo de las paredes formando un perfecto cuadrado negro, que resaltaba de una forma ridícula debido a los trajes de color sobrio contra las paredes claras de damasco.

 

Su cuerpo dio un tiritón al sentirse observado por todos ellos. Nunca había tenido tantos ojos sobre él, por lo general siempre era ignorado por el mundo, como un animal callejero.

 

Dio un salto cuando a la fuerza colocaron en su mano un arma blanca y el frío del mango metálico reptó desde su la punta de sus dedos por su brazo. La navaja brillaba a medida que él la giraba con curiosidad e interesado y la luz alumbraba ciertas partes de ella. Sus nuevos compañeros lo miraban burlescos desde una distancia cercana, algunos apostando, otros solo riendo y otros con ganas de irse a dormir porque los ritos de iniciación les parecían una tontería.

 

—Solo tiene catorce, un dólar a que no puede.

 

—Cinco a que sí, y me debes una botella de vino.

 

—Trato.

 

—Ya, niño. Decide rápido si lo harás o no —un tipo gruñón y de feo rostro con cicatrices escupió junto con sus palabras el humo del cigarro que se había tragado y lo miró impaciente mientras le indicaba con su cabeza que se moviera hacia delante.

 

En el centro de la habitación, hecho un ovillo tembloroso, se encontraba un viejo sujeto escuálido, estaba seguro que era uno de los tantos que pedía dinero y nunca lo devolvía –en uno de los variados ‘servicios’ que prestaba la ‘compañía’–. Balbuceaba tanto y tan bajo que no era entendible ninguna de sus súplicas, pero Río sabía que siempre eran las mismas, “por favor, no”, “prometo que esta vez pagaré”, “solo denme otra oportunidad”. Miró aburrido a todo el mundo, mientras más rápido acabara más rápido podría volver con Marie, o al menos eso le dijeron.

 

Acercándose decidido bajo la atenta mirada escrutadora de los hombres ahí presentes, sujetó al adulto por su cabello gris con un poco de dificultad debido a que era muy corto, y de un certero y rápido golpe realizado con la navaja en su mano un chorro de sangre saltó de un lateral de su cuello, ahí donde estaba su arteria carótida. Sus compañeros se quedaron en silencio un instante para luego soltar algunos aplausos y comenzar a cobrar apuestas, indiferentes ante el hombre que gemía desangrándose frente a ellos y volvía oscura la ya roja alfombra en medio de la habitación.

 

Recibió un par de palmadas en la espalda a modo de felicitación, por primera vez alguien fuera de su familia lo reconocía, y a partir de ese momento fue entrenado como uno de los luchadores principales de la organización en la que se había integrado de pura casualidad.

 

No sentía nada especial cuando sus manos se manchaban, era uno de los mejores del lugar, muy rápido y despiadado. En el mundo cruel en el que vivían, era comer o ser comido, y él a base de muchos golpes aprendió a masticar muy bien.

 

Fue expulsado un día cuando en un arranque de furia asesinó a uno de sus colegas por una riña que ya ni siquiera podía recordar bien, pero estaba seguro de que fue algo estúpido, en ese entonces su madurez era tan alta como la de un bebé descubriendo el mundo.

 

Había terminado con un par de heridas luego de que algunos intentaran detenerlo con uñas y dientes, pero no fue nada grave dado que logró escapar gracias a su gran agilidad y habilidad, le habían enseñado bien. Terminó corriendo por todos lados durante un buen tiempo, por si se les ocurría consumar la venganza, tomando trabajos esporádicos con bandas pequeñas y de mala muerte porque era lo único que sabía hacer y tenía miedo de arruinarlo para siempre si intentaba hacer otra cosa.

 

A los diecisiete ingresó bajo el mando enemigo de su antiguo jefe, era una medida de protección que había tomado cansado de estar ocultándose de sus ex colegas, y le habían prometido protección siempre y cuando no volviera a cometer el mismo error que en el otro lado.

 

Bajo su mando se terminó acostumbrando de manera definitiva al tipo de trabajo sucio, al asesinato, al robo, a veces secuestro, tortura, y los golpes que venían cuando a veces desobedecía una orden.

 

No le gustaba lo que hacía, a su querida Marie tampoco. Pero aun así, la voz que le decía que era perfecto para ese tipo de trabajos lo alababa de vez en cuando arraigando ese pensamiento en su mente, y las posibilidades de aspirar a algo mejor siempre quedaban en el olvido.

 

***

 

—Lo disfruté. No tienes idea de cuánto —el omega miró sus manos, como si fueran la cosa más asquerosa que pudiera existir en el mundo. Sentía tanta repulsión hacia él mismo en esos momentos que incluso el resto podía sentirlo.

 

Nada bueno llegó a su vida por culpa de esas estúpidas decisiones, al contrario, terminó muerto, tal vez olvidado, y con seguridad odiado por muchos, en un rincón junto a la basura, del mismo lugar de donde vino.

 

—¿Qué sientes ahora? —Leon, quien estaba sentado a su lado, se giró con cuidado en la silla hasta quedar frente a frente y tomó sus manos con delicadeza, transmitiendo con sus acciones lo que no podía con sus palabras.

 

—Tengo miedo. Miedo de que tal vez pueda lastimarlos —una única lágrima cayó furtiva desde su ojo derecho sin alcanzar a llegar a la mitad de su rostro gracias a la rápida intervención del alfa.

 

—¿Sabes qué pienso, Río? —sus ojos dorados más brillantes de lo normal a causa de la tristeza se dirigieron al padre de la familia, que le sonreía amable aún después de saber que tenía en su casa a un asesino— Pienso que es natural que sintieras euforia en ese tipo de situaciones. Creciste en una realidad deformada, Río. En realidad me sorprende más que tus pensamientos estén cambiando a que sigas siendo la misma persona, porque esto me demuestra que en verdad no eras un sujeto desalmado como piensas de ti mismo.

 

—Estas habilidades que tienes —el delta comenzó dubitativo—, estoy agradecido de ellas. Porque nos has defendido a todos en cada oportunidad que se presentó, y creo que tu pasado no importa siempre que forjes un buen futuro con tus acciones en el presente.

 

—Además, no te creas tan importante, Río. Todos aquí hemos cometido ‘asesinato’, si lo quieres denominar así —Liam revolvió sus cabellos de forma un poco agresiva para quitarle la tensión al ambiente—. Si hay algo en lo que ambos mundos se parecen es que debes atacar para esperar que no te ataquen. Solo que aquí parece menos horrible porque ellos son prácticamente bestias. No eres el único con sus manos manchadas.

 

Las sonrisas de apoyo que todos le dedicaron en ese lugar le brindaron paz a su desconsolada alma. No estaba solo, en este lado del mundo todos pasaron por algo similar adentrándose en la crueldad, pero ahora compartían la carga alivianando sus hombros.

 

Se sentía liberado. Es por eso que volvió a la carga en los entrenamientos sin ya ninguna duda, dispuesto a continuar luchando por su familia como algo que quería hacer desde el fondo de su corazón, no como una misión despiadada que le había sido impuesta porque a alguien se le dio la gana.

 

Leon lo miraba embelesado cada vez que podía, como si viera a una mariposa estar emergiendo de su capullo después de haber madurado todo lo que pudo en su estado larval. Ahora ese joven brillaba para él con más intensidad que antes, solo para él, solo para ellos, para su familia.

 

Mihail apareció a su lado con su blanca y pulcra túnica, puso su mano en el hombro de su hijo y le sonrió suavemente mientras le daba un leve apretón.

 

—Es un buen muchacho. Un excelente muchacho. Estoy feliz de que esté con nosotros. No dejes que se aparte de tu lado, hijo —el anciano colocó sus manos frente a él y las escondió dentro de las largas mangas de su ropa, quedándose en silencio y observando junto al alfa como la sonrisa de ese muchacho parecía alegrar los corazones de todos ahí como nunca antes se había visto en la casa Nova.

 

El delta entendió también el segundo significado de aquél monólogo y la mirada obvia que su padre le dedicó.

 

En el primer celo de Río…el mordería su cuello.

 

Haría suyo a ese omega.


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