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DRAGONES por yukihime200

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Notas del capitulo:

Doble capítulo!! ¿Por qué? porque este fin de semana largo que se viene en mi país quiero utilizarlo para escribir mi otra historia (no bl) que tengo en wattpad y de seguro me pasaré todo el día ahí sin recordar subir el capítulo. Pero no importa, porque esta mini novela (si se le puede llamar así) está avanzada hasta el capítulo 11 jajá.

 

 

 

Les dejo el capítulo y espero que disfruten su lectura.

6. Muy bueno para este mundo


Tuvo tiempo con Lía, el suficiente en todo ese mes como para decir que es una buena amiga, una excelente amiga. Pasó tiempo con los muchachos entrenando, bastante como para incluso nombrar algunos ahora como buenos compañeros de batalla, como Theo, Liam –quien al final aceptó la habilidad del chico– o Zack, el beta que era casi tan hábil como él. Simpático muchacho, que le demostró que toda esa basura de las habilidades clasistas y sexistas entre alfas, betas y omegas era pura tontería, o al menos entre alfas y betas. Todos se preguntaban cómo es que él siendo un omega podía ser tan diestro, que si no fuera por el olor que desprendía –aunque no fuera dulce como el resto de su género– perfectamente podría pasar por alfa.


Por increíble que suene también pasó tiempo con el patriarca de la familia Nova, algunas veces se sentaban ambos en la biblioteca mientras con toda la paciencia del mundo le enseñaba a leer los caracteres de esas tierras cuando le mintió al decirle que jamás le habían enseñado a leer, o le ayudaba con algunas palabras coloquiales que no podía reconocer en ese lugar y le contaba una que otra historia increíble de su juventud, esa en donde era mil veces más guapo que su hijo y cien mil veces más hábil por supuesto.


Con la única persona con la que no había pasado su rato después de su última salida era con Leon, al que de manera extraña veía pasar como un fantasma por aquí y por allá y encerrarse en una de sus habitaciones hasta la tarde. Eso no podía ser, después de todo iban a casarse, y él no pensaba pasar su vida al lado de una persona que no conocía en realidad. Con esa idea en mente, Río tomó una decisión agresiva: “acosar” al grandísimo señor Nova. Y con acosar quería decir específicamente no separarse de su lado en ningún momento, tal vez ni para ir al baño, pero eso lo pensaría después.


Una traviesa sonrisa se asomó por sus labios, jamás pensó que su verdadera personalidad podía ser tan despreocupada y desordenada, pero eso se debía a que en su vida pasada no tenía permitido serlo, ahora todo era distinto dado que estaba más relajado, y dando pasos ligeros que simulaban ser saltitos irrumpió en la habitación de Leon, sujeto que por cierto estaba terminando de vestirse.


—¿Dónde vas tan arreglado? —el jefe de la casa lo miró interrogante por la extraña confianza que se había atribuido hacia él en tan poco tiempo pero sin reprocharle nada.


—Al pueblo. Debo hacer rondas.


—Perfecto. Iré contigo —y así como vino se marchó por las escaleras a esperarlo en la entrada, no fuera que el gran señor saliera sin decirle.


No podía decir que el silencio que les envolvía era incómodo mientras viajaban, pero su intención era conocer más del hombre con el que vivía, algo más que su personalidad callada cuando no se encontraban discutiendo, sin embargo no insistió en crearle conversación.


Se movieron a paso lento por las calles de la ciudad luego de que el carruaje los dejara en la entrada de esta y Río se tomó su tiempo para inspirar un poco del aire citadino. Leon se acercaba con cuidado a los puestos de algunos feriantes a pesar de que estos le rehuían o trataba de hablar con alguien sin éxito porque le esquivaban con pánico o enojo tan pronto él trataba de tocar sus hombros para conversar. Las acciones del mayor le parecían muy intrigantes.


Con el paso de las horas Río fue entendiendo poco a poco que era lo que sucedía, se lo confirmó aquella acción inocente que hizo su acompañante. Caminando por entre el gentío vio rodar en los pies de las personas una linda pelota amarilla y así como en cualquier mundo, esta venía secundada por un niño que no se veía de más de 6 años. El objeto rodó hasta llegar a los pies de Leon -que ahora que se fijaba bien no inspiraba mucha confianza vestido totalmente de negro y su rostro concentrado-, quien recogió la pelota con sus dos manos y se agachó hasta la altura del pequeño que venía corriendo para evitar que su tan preciado juguete no llegase a parar más lejos, pero que comenzó a retroceder asustado al ver quién era su salvador. Río pudo observar como la expresión de su acompañante se entristecía y casi podía jurar ver un par de orejas de cachorro caídas en su cabeza por el desaire. Una sonrisa diminuta se formó en su rostro, porque comprendió algo muy importante en aquella persona con la que compartiría su vida en un futuro no muy lejano, él era demasiado bueno para este mundo, y muy torpe para expresarse.


***


—Tal vez el problema sea tu ropa —Un día le soltó de sopetón cuando entró nuevamente a su dormitorio sin permiso y observaba como se cambiaba.


—¿A qué te refieres? —Leon, ya acostumbrado a esa acción en poco tiempo, ni siquiera se molestó.


—¿Siempre vistes de negro para ir a la ciudad?


—Es lo más formal que tengo para este trabajo.


—¿Y Lía lo permite? —la expresión de molestia en su rostro le transmitió con claridad su respuesta “¿Por qué dejaría que mi hermana me vistiera?”, y le hizo soltar una carcajada— Solo quítate el saco y reemplaza tu camisa por una blanca. Como cuando fuimos a nuestra cita.


El mayor sopesó la idea durante unos instantes y luego accedió dándole la razón. Recordó que ese día en particular, a pesar de estar rodeado de tanta gente, nadie había huido de él. También podía suponer que este hecho se debía a que con probabilidad muchos de los ahí presentes ya se encontraban ebrios en el momento en que ellos arribaron, pero prefirió callar ese pensamiento ya que su compañero trataba de ayudarlo.


Se dejó arrastrar como siempre por aquél joven que había comprado. “Esclavo”. La palabra atravesó su cerebro como un mal recuerdo y una terrible culpa lo asoló, por esa razón evitaba siempre hablar del tema y lo trataba como alguien más de su hogar. Quería olvidar que había marcado a ese muchacho de forma imperdonable, pero era imposible, puesto que sus ojos siempre se dirigían a su cuello, ahí donde la cola de dragón que representaba su dominio ya había dejado de ser visible otra vez pero el recuerdo siempre estaba presente en su mente. De seguro ese jovencito no tenía idea del tormento que le causaba el lastimar a alguien, peor aún si este era el objeto de su interés desde el momento en que puso sus ojos en él.


El joven Nova siempre había sido así, y en el fondo esperaba que su futuro esposo no lo notara porque sería muy vergonzoso, pero bajo esa máscara de frialdad que siempre se ponía al no saber cómo iniciar una conversación se escondía un tímido hombre que no era capaz ni de dañar a una flor si no era estrictamente necesario. Por eso odiaba su trabajo.


El chiquillo de ojos dorados, que por supuesto lo había notado, encontraba esto fascinante, es decir, toda su presencia y estructura corporal gritaban que Leon Nova era un hombre despiadado, con ese cuerpo robusto y su ceño fruncido, y por esa misma razón quería ayudarlo. Si el alfa quería acercarse a las personas ¿quién mejor que él, que era un experto en fingir que el mundo le agradaba?


Estando en la ciudad tomó su mano en un acto inconsciente para transmitirle tranquilidad, y así paso a paso comenzaron su recorrido de vigilancia.


—¿Por qué no envías a Liam o a los demás para hacer esto?


—Porque cuando hay situaciones peligrosas aquí el caos puede surgir de improviso y se necesitan guerreros experimentados. Primero tienen que entrenar en la ciudad de bestias —es decir “no quiero que los muchachos enfrenten una situación en que pongan en riesgo su vida y la de otros, todos deben estar seguros. Puedo hacer el trabajo por mientras”, o al menos eso fue lo que interpretó Río.


Esta vez la caminata fue más pacífica, la gente no se alejaba o algunos ni siquiera se daban cuenta que era el gran alfa Nova quien les hablaba.


—¿Tal vez sí era la ropa? —el menor puso una mano en su mentón mientras procesaba la maravilla que hacía un buen conjunto, aunque claro, eso pasaba en todos los mundos. Recordó entonces una vez cuando venía saliendo de una extenuante lucha y terminó lleno de polvo, las personas huían de él pensando que era un delincuente o peor, un indigente delincuente. Soltó una carcajada al aire por esa remembranza.


Al contrario de Río, que estaba perdido en sus pensamientos, Leon creó otra teoría en su mente de lo que podría ser la causa de que no le rehuyeran, tal vez, solo tal vez, aquella mano que sujetaba con suavidad le hacía sentir como otra persona y eso era lo que el resto veía.


Pero no todo podía ser tan perfecto, y eso el gran alfa lo tenía claro. Es por eso que no se molestó cuando un par de betas unos cuantos años mayores pasaron a su lado y le dijeron algo en un susurro con ser de intención escuchado.


—Puedes cambiar mucho tu ropa, pero no dejarás de ser un monstruo.


—Asesino.


Él lo sabía y lo entendía, la gente le temía por ciertas misiones en su pasado que no eran bien vistas. Lo recordaba muy bien. El desprecio de la gente había comenzado a crecer desde aquella vez en la que le fue asignado un trabajo de control, su primer trabajo.


En ese entonces su padre ya había comenzado a pasarle el liderazgo de la familia, y en ese mismo día un alfa había vuelto a sus orígenes. Sus ojos miraron suplicantes a su padre, rogando porque no tuviera que hacer lo que decía en aquella carta que le fue entregada; pero las órdenes eran absolutas, y con su cuerpo tembloroso se dirigió en su caballo al centro de la conmoción. Ahí la bestia había atacado ya a muchas personas, no le quedaba de otra más que actuar.


Luchar contra el lobo no era el problema, era que la esposa se interponía en su camino, suplicando que le perdonara la vida a su amado, ese que por su nuevo descuido se había lanzado a por un niño. El pánico hizo de las suyas en su cuerpo, y sin pensarlo acabó con la vida de un ciudadano que solo se había dejado dominar por sus emociones mientras eran observados por la multitud.


Las reacciones de todos fueron muy distintas, pero todas tenían algo en común, fueron muy injustas. A gritos pedían que alguien detuviera al sujeto que estaba causando daño, aún si ellos podían hacer algo tan simple como evacuar para minimizar los daños, pero nadie había hecho nada, y cuando él cumplió con su misión los ojos que se dirigían hacia él fueron acusadores. El miedo siempre podía causar esas reacciones en la gente, puede volverlos irracionales, no los culpaba, más bien lo entendía.


Sí, lo entendía, pero eso no quitaba que doliera. Quien no lo entendía era Río, que tan pronto escuchó al par de betas reaccionó como una madre defendiendo a su cría.


—¡¿Dijiste algo imbécil?! Ven aquí, dilo más fuerte, hijo de…


—Río. Es suficiente, está bien.


—¡No está bien! Debe existir alguien en esta ridícula ciudad de cobardes que te entienda y sepa lo importante que eres para todos. No es tu culpa, y tampoco debería ser tu responsabilidad protegerlos.


—Esa persona existe. Está justo aquí.


—¿Ah sí? ¿Quién?


—Tú.


El enojo que le carcomía fue calmándose mientras ambos se miraban a los ojos. Río pensó muchas cosas en unos pocos segundos. Que tal vez fue el momento, o tal vez fue el extraño silencio que había pese a que sabía que la gente continuaba gritando por los alrededores. Tal vez fue su mano, sí, tal vez fue esa mano, seguro fue esa mano con la que estaba entrelazando sus dedos, porque no había forma de explicar cómo es que sentía que un tímido calor iba reptando por su cuerpo hasta llegar a su pecho, y se enrolló ahí, en su corazón, mientras veía por primera vez como una hermosa sonrisa se posaba en ese rostro tallado por ángeles. Y por un segundo se le ocurrió que tal vez sería muy feliz si pudiera verla por siempre.


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