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DRAGONES por yukihime200

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3. ¿A esto le llamas cita?


Lía se encargó de arreglarlo ese viernes. Aún se preguntaba cómo es que estaba sucediendo eso. Si era sincero, el chico esperaba cualquier cosa, menos que Leon se apareciera el día anterior en su puerta antes de ir a encerrarse a su oficina y le dijera “mañana iremos a una cita”. Es decir ¿de verdad? ¿no es muy pronto? Bueno, de todas formas iban a casarse y él lo había molestado hace un tiempo atrás desafiándolo al decir que no respetaba las palabras de su padre, además, mientras más rápido se acostumbraran a la presencia del otro mejor sería, o al menos no sería tan incómodo en el futuro.


Lo único que no cuadraba en todo eso –porque claro, una cita repentina con un sujeto que lo había comprado era muy común– era la imagen que observaba frente al gran espejo de cuerpo completo y le enseñaba la extraña ropa que llevaba encima.


—¿Lía? —preguntó dubitativo a la chica que se encontraba detrás de él dándole el último visto bueno a su elección.


—¿Si?


—¿Por qué me veo como si fuera un aventurero que se marchará en busca de monstruos? —y no era para menos. Esos pantalones holgados de color verde olivo con múltiples bolsillos en sus costados, la blusa blanca y muy cómoda junto a aquél bolso café que colgaba a un lado de su cadera, eran el típico conjunto de esos protagonistas de dibujos animados que se envalentonaban y se marchaban de casa en busca de aventuras excitantes sin fin que veía en la televisión de algunas tiendas cuando quería perder el tiempo en su infancia.


—Bueno, no es algo que yo pueda explicarte. Lo lamento.


Por supuesto, Río no quedó tranquilo con la respuesta, por no es como si fuera a obligar a esa delicada niña a que le contara más allá los raros planes que tenía su hermano, pero gracias a esto podría hacerse una idea de qué era lo que le esperaba.


Bajó las escaleras a paso lento, no importándole si el hombre que esperaba por él se molestaba un poco por hacerlo permanecer ahí más tiempo de lo debido para partir. Lía iba a su lado con su siempre agradable sonrisa para despedirse de su nuevo amigo en la puerta y ver si ocurría alguna otra discusión divertida que le alegrara ese día.


Leon aguardaba por él en el jardín de la casa conversando con dos personas más, suponía que eran parte de los muchos sirvientes que le seguían cuando llegaron, pero nunca los había visto dando vueltas por la casa.


—Se nos encomendó una misión en la Ciudad de Bestias —el mayor lo miró un instante aprobando en silencio la selección de ropa y luego sin dirigirle alguna frase más cordial caminó hasta el transporte. Río no dejó escapar ante sus ojos que el Nova de todas formas no dejó de ser caballeroso y sujetando su mano de manera delicada lo ayudó a subir de los primeros al carruaje bajo la mirada indignada de los otros dos.


—¿Ciudad de Bestias? —su curiosidad juvenil y sedienta de aventuras que siempre tuvo oculta le picó un poco y la pregunta salió de sus labios un tanto emocionada sin querer.


—Es la ciudad donde envían a los desterrados. Principalmente alfas y omegas que han perdido su humanidad y ceden a su parte animal atacando civiles, aunque claro, también hay personas normales que viven ahí retirados de manera voluntaria ya sea por motivos económicos o para acompañar a algún familiar.


—¿Es esta tu idea de una cita?


—¿No es eso llevar a una persona por ahí y ya?


—Supongo que sí. Será interesante —le restó importancia al asunto, pero estaba seguro que Marie le había hablado alguna vez en su vida de eso, y una voz diminuta y molesta en su cabeza le decía que una cita no tenía nada que ver con algo así. Pero como no tenía experiencia en absolutamente nada de eso, Río eliminó la voz imaginando en su mente que la aplastaba igual que a una mosca molesta.


Ambos escoltas que iban frente a ellos en el coche, alfas cabe decir, no miraron con buenos ojos aquella interacción entre su amo y la nueva adquisición de la familia. El chico era demasiado confianzudo con su señor y eso no les agradaba. No conocía su lugar, los recién llegados le debían respeto al gran alfa, arrastrarse por él y estar agradecidos de estar bajo su mando. Besar el piso por donde pasaba de ser necesario.


Río observó el paisaje ignorando aburrido las miradas hostiles del par, siendo observado cada cierto tiempo por Leon con intriga disimulada. El carruaje iba atravesando el bosque por un camino rudimentario y mal construido que lo hacía saltar de su asiento de tanto en tanto, nada que ver con el camino que llevaba a la ciudad donde fue subastado hace días.


Habían avanzado por un buen tramo ya cuando a lo lejos se comenzó a divisar la ciudad, que como esperaba, no se le podía denominar como tal. Casi todo estaba en ruinas en la entrada y una lucha se desataba en cada esquina.


—¿Qué haremos aquí?


—Eliminar a los problemáticos.


—Entiendo —si Leon se sorprendió con su respuesta no fue exteriorizado. Pensaba que ese chico tendría la típica respuesta sentimental esperada de un omega y le diría que es un acto cruel dado que ellos eran más emocionales, pero cada vez encontraba algo diferente a lo esperado que le gustaba bastante.


No hacía falta alejar el coche, lo dejaron ahí justo en medio del camino, Leon y sus sirvientes se bajaron de inmediato para comenzar a controlar la revuelta olvidando a Río, quien lejos de sentirse ofendido, sopesó la situación y determinó que seguirlos era más seguro que esperar por ellos. Pobre del chofer que temblaba con las riendas de los caballos en sus manos, rogando porque cualquier cosa se quedara bien lejos de él.


Lástima que por reaccionar tarde y bajar cuando la batalla ya se había desatado quedara cerca de uno de los agradables guardias que sentían poco aprecio por su persona.


—¿Asustado, omega? —le soltó irónica una voz juvenil arrogante. Lo hizo pensar un poco en él mismo.


—¿Tienes tiempo para preocuparte por mí? Wow. Supongo que debes tener mucha confianza en tus habilidades —Río soltó la frase y un intento de carcajada para molestar al otro tipo al que no se molestó en mirar.


Solo eran unas doce bestias ahí presentes. Aquél sujeto estaba tan molesto con el arrogante muchacho omega que sopesó por un instante la posibilidad de empujarlo a uno de sus enemigos. Supuso que su jefe no se molestaría, siempre podría encontrar a otro, y de todas formas se encontraba concentrado en la pelea que mantenía con tres hombres lobo que no le representaban gran problema.


Río podía ver que la piel de su comprador poco a poco comenzaba a brillar y a endurecerse, y comenzaba a moverse cada vez más rápido. Se desligó en su totalidad de la lucha que se desataba a su lado. Estaba tan concentrado en aquél hermoso fenómeno que no notó como una furiosa pantera bípeda se acercaba por detrás hasta que sintió el impacto del golpe y fue expulsado por éste a un árbol cercano. Los alfas que habían observado el suceso se regocijaron un poco; momento suficiente para que sus contrincantes volvieran a la carga.


El pelirrojo supo entonces que algo era extraño en su cuerpo cuando notó que todo el dolor que debería sentir por el daño sufrido no era ni la mitad. Supuso que ese mundo también le habría brindado buenas características aparte de un cuerpo sano. Por esa razón, se sintió más seguro y quiso participar de la pelea.


Si dejaba de lado a Leon, quien al parecer era un experto en combate aún si iba con sus manos desnudas, los otros no tenían nada destacable, les faltaba mucha experiencia. Se podía decir porque estaban siendo acorralados por cinco humanoides y estaban comenzando a agotarse. Y tan arrogantes que se mostraban, que vergüenza. Uno de ellos perdió el equilibro tratando de defenderse de los golpes que venían de todos lados y su arma –que quién sabe de dónde la había sacado– rodó con suavidad hasta los pies de Río.


El joven tomó la lanza entre sus manos complacido con el peso y grosor que se ajustaba perfecto a su cuerpo, y llamó la atención de las bestias en el lugar como si estuviera llamando a un perro para acariciarlo. El silbido resonó tan fuerte que no fue necesario hacer un segundo intento para que todas se giraran a él.


—¡No seas estúpido! ¡Solo eres un maldito omega! —el que gritó solo pudo deshacerse de un enemigo más a duras penas cuando el resto ya se encontraba cerca del omega. Leon, quien terminaba de atravesar el último pecho de sus enemigos con su mano se giró inquieto, dispuesto a ayudarlo tan pronto escuchó el grito y vio como los que quedaban se lanzaron a por su futuro esposo.


Pero no hacía falta preocuparse. Si Río era diestro solo con sus manos, con un arma era un peligro aún mayor. Solo hicieron falta tres giros del joven maestro en combate y lobos y panteras terminaron regados en el piso soltando quejidos de dolor que dejaron maravillado al alfa mayor.


—¿A quién llamas solo un maldito omega, eh? Estúpido alfa ¿Estás seguro de que no eres un simple beta? Me dijeron que ellos no tenían nada destacable, como tú.


Río se enfrentó al que le había gritado, en quien ahora recién reparaba en su físico porque antes no había tenido la intención de encararlo debido a que no le importaba. Mandíbula fuerte, cuerpo robusto, casi tan alto como Leon. Sí. Definitivamente era un alfa, o al menos eso pensaba al tener al Nova como su referencia. Reparó en la apariencia del otro, eran gemelos, solo que uno tenía el cabello negro completo y el otro tenía un mechón blanco acompañando su cabellera.


Le parecía ridículo que teniendo el género que ‘era bueno en todo’ fueran tan inútiles para algo tan sencillo como lo era una pelea.


—¿Qué dijiste, imbécil?


—Ya basta —Leon comenzó a exasperarse debido a la infantil discusión que presenciaba y porque en su pecho aún tenía una extraña sensación que no le dejaba en paz.


—Pero señor.


—Dije ya basta, Liam. Hemos terminado aquí. Vámonos.


—Sí, señor —al joven alfa no le quedó de otra más que apretar sus puños frustrado, prometiendo en su mente que le daría una lección a ese omega que le dirigió una sonrisa burlesca cuando pasó a su lado.


El ambiente dentro del carro era casi sofocante, entre la sonrisa petulante de Río y las palabras molestas a punto de explotar en la garganta del otro que eran retenidas a duras penas.


Nova no le dirigió la palabra a nadie al bajar del carruaje cuando volvieron y se encaminó de inmediato a su estudio para enviar su reporte al gobierno, que eran quienes le designaban el trabajo de control. Río y los demás se habían quedado en el gran jardín de la entrada dado que no tenían nada más que hacer después de eso.


“En una cita debes divertirte, es lo más importante”. Las palabras de Marie resonaron como si estuviera ahí a su lado. Estaba seguro que algo más acompañaba a esa frase cuando se lo explicaron, pero como en realidad lo disfrutó dejó pasar cualquier otra cosa que no se esforzaría por recordar.


—Conoce tu lugar —la voz del alfa cercano a su edad lo trajo de vuelta de sus pensamientos junto con un empujón en su hombro.


—¿Mi lugar? Ah, seguro te refieres a que me casaré con tu jefe ¿Debería ordenarte que lamas mi zapato entonces? Después de todo seré algo así como la señora de la casa.


—¿Casarte? No te confundas. Solo eres un sucio omega que fue comprado para tener a la descendencia. Esclavo.


—Pues este sucio esclavo omega podría patearte el culo a ti y a tu jefe.


Tan pronto como esa frase terminó de salir de su boca Liam se lanzó hacia él terminando ambos rodando por el piso y llamando la atención de los demás.


***


—¡Hermano! Hay una revuelta afuera. Los alfas están atacando a Río —Lía ingresó apresurada azotando las grandes puertas contra la pared cuando se abrieron. Su expresión de pánico le decía cuan grave era el asunto.


Muchos de los cuartos donde el adulto solía trabajar eran insonorizados, fue por esa razón que no había notado el gran griterío que había en su jardín donde alfas y betas se encontraban apoyando a uno de los dos sujetos que se estaban enfrentando dentro del gran círculo de personas.


Leon pasó corriendo a toda velocidad junto a su hermana para llegar con rapidez a la gran entrada gritando algo para llamar la atención, y al observar que el problema no se detenía empleó junto a su voz feromonas que dejaron estáticos por fin a muchos ahí.


—¡Dije deténganse!


Los alfas y betas solo habían caído de rodillas ante él cuando lo escucharon, pero a diferencia de ellos que solo se inclinaron para demostrar sumisión, el cuello de Río había comenzado a arder y apretarse de manera cruel cortándole la respiración logrando que cayera de rodillas y soltara un grito ahogado por el dolor. La prueba que había sido grabada en él al momento de ser comprado en una ridícula subasta se hizo presente en su cuerpo. La realidad nunca había golpeado tan fuerte a Río en su vida como en ese momento.


Era un esclavo. Realmente lo era.


Entonces Río conoció algo que jamás había sentido, ni siquiera cuando estuvo a punto de morir con un arma apuntando su frente.


Miedo.


***


Un sonoro “crack” se escuchó cuando un pie aplastó el cráneo de una de las bestias deformándolo de una manera perturbadora, y la colilla de cigarro cayó en el charco de sangre a punto de coagular en el suelo para morir dejando escapar su último hilo de humo gris.


—¿Me estás diciendo que un simple omega derrotó a estas cosas? —dirigió la pregunta a su acompañante.


—Sí, señor.


—Interesante. Lo quiero ¡Tráiganmelo!


—Como ordene. —el sujeto se inclinó un poco demostrando algo de respeto aunque no fuera visto por su jefe, y se encaminó a conseguir la información necesaria.


Ya no había vuelta atrás, había despertado su interés. El omega sería suyo a cualquier costo. Si resultaba ser lo que él creía entonces sus hijos heredarían el rasgo dominante y su familia tendría más poder.


Aquél sujeto pasó la lengua por sus labios, imaginando lo que haría en el momento en que estuviese en sus manos, y en su mente resonaba la frase que le hacía regocijarse “no podrás escapar de mí”.


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