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Cuento de Navidad por RLangdon

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Sasuke odiaba la navidad. Aquella festividad que había sido transformada a lo largo de los años en una tradición estrechamente ligada al consumismo y capitalismo. La eterna celebración que anunciaba el nacimiento del Mesías dentro de una sociedad (antaño) cristiano/feudal que, había trasmutado con el paso de los años, deformandose hasta el grado de que la susodicha memoria del salvador había quedado prácticamente en el olvido.
 
¿A quién rayos le importaba el significado de la navidad?
 
A Sasuke no, por supuesto. Había una probabilidad altísima de que el mismisimo "Grinch" poseyera más espiritu navideño que aquel corazon frío que se había llenado de oscuridad, de odio y de tristeza, de rencor y egoísmo.
 
Todo lo que estuviese ligado con dichas fechas, provocaban el repudio del joven Uchiha que había nacido en un círculo familiar ausente. Un hermano que jamás llegó a conocer por haber fallecido un par de años antes de su nacimiento y que, casualmente, había perecido en la víspera de navidad, propiciando que el escaso buen genio de Fugaku Uchiha (el patriarca de tan solemne familia), se extinguiera para siempre.
 
Desde que tenía memoria, Sasuke no había recibido un solo obsequio por esas fechas. Nada de adornos ridiculos o villancicos superfluos que afectaran el timbre auditivo de su circunspecto padre. Por años Sasuke solo fue espectador de lo que ocurría del otro lado de la ventana escarchada que se cubría con el vapor de su aliento mientras estaba de rodillas sobre uno de los cojines altos, vislumbrando maravillado a los niños reuniendose en torno a las casas para proferir toda clase de canticos acordes a la epoca. Pero ni una sola vez pudo unirseles. Ni una mísera ocasión supo lo que se ocultaba tras las alegres risas del otro lado del vitral.
 
Fue en la víspera de navidad que sus padres se divorciaron. Y en la misma temporada, años más tarde, su madre tambien falleció, dejándolo a merced de su tirano padre que no hacía otra cosa más que increparle por todas las desgracias acaecidas por su nacimiento.
 
"Es todo culpa tuya, mocoso de porquería"
 
No haces nada bien.
 
¡Maldita sea, deja de estorbar!
 
Y la más famosa:
 
"Si no hubieras nacido, esto no habría...."
 
De más esta decir cómo se vio afectada la psiquis del pequeño Sasuke Uchiha, quien navidad tras navidad no hacía más que aborrecer la blanca nieve que se acumulaba a las afueras de la mansión que fungía como su vivienda. Detestaba con todas sus fuerzas la publicidad descarada en los centros comerciales, los escaparates anunciando toda una gama de juguetes y ornamentos propios para la ocasión.
 
O cómo él mismo les llamaba:
 
Simple y llana basura...
 
A sus veintitres años su vida solo había girado bajo el protocolo estípulado por su estricto padre. El estudio y desenvolvimiento empresarial era lo único por (y para) lo que Sasuke vivía.
 
No amigos, no pareja. Tenía que estar totalmente centrado si quería destacar y ser superficialmente perfecto. El joven recatado, el prodigio y unico heredero de una fortuna equiparable a su excelente físico y falta de carisma.
 
Asocial, era palabra idonea que describía al joven heredero que gustaba de sobresalir en toda actividad propia de su rama, más no asi de entablar amistades (que él tachaba de hipocritas y oportunistas).
 
Al igual que cientos de admiradoras. Todas frívolas, caprichosas y huecas.
 
Ah, pero esa mañana Sasuke se había hecho la firme promesa de no salir del inmueble. Habría preferido mil veces permanecer absuelto en labores empresariales que enfrentar el mal trago que le traía la víspera decembrina.
 
Sin embargo, todo pintaba para marchar contrario a sus deseos cuando padre entró en el estudio para exigirle que saldara en su nombre una deuda que tenía pendiente con una mujer vividora y traicionera. A Sasuke no le sorprendió en lo más minímo el nimio encargo, ya fuera por haber sido espectador por años del sucio vicio de su padre...
 
Las apuestas.
 
Fugaku se negaba todo el tiempo a donar un solo yen para actos caritativos, no obstante, era capaz de apostar una cifra considerable en pos de ser remunerado de alguna manera (poco probable, dicho sea de paso).
 
Echando un rápido vistazo al carnet entregado por su padre, Sasuke arrugó el ceño. Tsunade Senju, había oído hablar un par de veces de esa mujer. Laboraba en un hospital del centro de la ciudad y además contaba con varios sectores de ayuda para niños huerfanos y/o enfermos.
 
-Te mostrará una de esas sucias madrigueras- decía Fugaku mientras caminaba de izquierda a derecha por la habitación, reticente a manchar su perenne orgullo al presentarse directamente. -Es una harpía, estoy seguro de que hizo trampa...
 
-¿Es todo?- lo interrumpió Sasuke con impaciencia latente en el tono. Suficiente tenía con salir de la cómodidad de su hogar para ir a un orfelinato y hacerla de intermediario en una asquerosa apuesta.
 
-No lo entregues de una- recuperando la compostura, Fugaku fijó su mirada severa en la de su hijo. -Juega un rato. Finge que quieres saber cada detalle de su inversión. Hazle perder el tiempo de cualquier manera.
 
Sasuke bufó una maldición por lo bajo. Conocía la jugarreta.
 
-Pero igual vas a darselos...voy- se corrigió.
 
-Lo que en teoría significa que quien perderá el tiempo, seré yo.
 
Por largos segundos, Fugaku hizo sonar las articulaciones de ambas manos en señal de advertencia. Y Sasuke casi tuvo ganas de sonreír en jactanciosa ironía, adivinandole el pensamiento.
 
"Te crees muy listo, ¿verdad, geniecillo?, pues ya veremos que tan inteligente eres cuando te rompa la cara...¿es eso lo que quieres?"
 
Y él negando con la cabeza, temeroso. Año tras año...
 
-Iré- dijo, volviendo la vista al computador pórtatil sobre sus piernas, presto a concretar una visita en el orfanato. Entre más rápido lo hiciera, mucho mejor...¿o no?
***
 
-¡Ouuuch!
 
La habitación se inundó del fuerte quejido que profirió aquel chico al ser despojado de su último diente de leche. Naruto Uzumaki sonrió en medio de una mueca de dolo al agacharse para recoger el objeto que le haría acreedor de un grande tesoro.
 
-¡Eh!...¡Mira, Shikamaru. Lo hice!- exclamó en son de victoria, agitando su puñito en alto y dando vueltas sin parar.
 
Shikamaru, que se encontraba cerca de la puerta, le devolvió el gesto, con menor entusiasmo. Cabe destacar que tan estrafalaria idea había sido maquinada por el Nara en pos de ayudar a su mejor amigo a deshacerse de las molestias molares. Tan sencillo como anudar un trozo largo de hilo en el diente flojo y atar el extremo del cordel restante en el pomo de la puerta.
 
-Bien, viejo- lo felicitó Shikamaru, ahogando un bostezo contra la palma de su mano. Naruto seguía brincando con alegría aqui y allá, deseoso de que cayerá pronto la noche para introducir su diente bajo la almohada. Quizá, si tenía suerte, y se quedaba despierto, pillaría a la bella hada colandose por la ventana del pabellón, cargando su diminuto costal con la moneda que entregaría a cambio del valioso molar.
 
-Oye, Oye, Shikamaru. Cuando el hada  me dejé el botín, podríamos comprar las galletas de mantequilla para Santa- juntando las manitas, Naruto hizo un mohín de ilusión que provocó un estallido de risas de parte de otro de los niños que cruzaban el pasillo rumbo al comedor.
 
-Me parece una estupenda idea, Naruto- colocandose el índice sobre los labios, Shikamaru instó a Kiba a guardar silencio. Y es que, a sus diez años, Naruto seguía creyendo firmemente en toda clase de fantasías propias de cuentos infantiles. Si llegaba a encontrar alguna rama, no tardaba en jugar a los piratas en el jardín. Asimismo, evocaba toda clase de travesuras para ver si podía pillar algún duende robandose las golosinas de los otros niños.
 
Pero sin duda alguna, el juego predilecto de Naruto, era el de los ninjas. Pasaba horas enteras imaginandose a sí mismo como uno, inventando toda clase de técnicas ilusorias que le proveían diversos tipos de poder según el movimiento de sus manos. O "sellos", como él solía llamarles.
 
-¿Crees que Santa venga este año, Shikamaru?- de pronto, la felicidad se desvaneció en el semblante iluminado del pequeño rubio, dejando en su lugar una expresión de incertidumbre y decepción en su acanelada carita.
 
Shikamaru chasqueó la lengua, metió las manos en los bolsillos de su raído pantalon y se debatió en si debería ser sincero con él o continuar con aquel mistíco juego. Cada año, Tsunade les proveía de juguetes y golosinas con motivo de navidad, la mayoría de los niños del orfelinato lo sabían, pero no Naruto. Asi como tampoco sabía que el año pasado Tsunade no pudo comprar los obsequios por haberse gastado las donaciones en la bebida.
 
-Supongo- dijo despues de meditarlo un rato. -¿Por qué no vamos a buscar la bandeja para las galletas?, aún no he hecho mi lista de regalos.
 
La sonrisa de ilusión retornó al angelical rostro del Uzumaki.
 
Ambos niños estaban por ir al comedor cuando notaron que el ventanal estaba siendo obstruído por sus compañeros. Y fue uno de ellos (más tarde, Shikamaru se enteraría que había sido Chouji), que exclamó en tono energico un anuncio que inquietó a todos.
 
-¡Ya viene!....¡Santa ya viene!
 
Naruto no tardó en derrapar hacia el cristal empañado, vertió un poco de su aliento para realizar un circulo con el puño y poder mirar al exterior.
 
-¡Si es, dattebayo!...Santa está aqui- su boquita se abrió en una mezcla de emoción y perplejidad al ver la figura roja avanzando por el caminillo de piedra hacia el portón. -Tengo que buscar mi lista- bajó corriendo por las escaleras hasta situarse en la planta baja. Y, se dirigió velozmente hacia el arbolito ubicado en medio del salon, aquel que había sido tapizado de cartas con todo tipo de peticiones.
 
Naruto no tardó en encontrar su carta, y agradeció mentalmente el haberla escrita en papel naranja.
 
-Por favor que suene el timbre- repitiendo la misma frase como si se tratara de un mantra, Naruto cruzó los dedos en su espalda. Sabía que Santa tenía que entrar por la chimenea, pero tal vez haría una excepcion este año para disculparse y entregar los regalos a tiempo.
 
El sonido del timbre propició un alboroto generalizado. Los niños corrieron por las escaleras, otros tantos ya se hallaban en la entrada, llenando el lugar con el bullicio de sus voces, exclamaciones, risas de entusiasmo y nerviosismo.
 
Naruto de precipitó a la puerta para abrir, pero fue tarde. Shizune, que venía dando vuelta por el corredor, se le adelantó
 
-Niños- les hizo una seña de silencio y lo siguiente que inundó la sala fueron los goznes de la puerta al emitir el suave rechinido.
 
-Ese no es Santa- dijo uno de los niños, desilusionado. A él se le unieron varias vocecillas más. Uno a uno los chicos se apartaron para permitir el paso al joven de penetrante mirada negra que vestía playera roja (al igual que sus caras zapatillas deportivas) y pantalones negros de vestir.
 
-¡Santa!- Naruto hizo caso omiso de las advertencias y corrió hasta él para abrazarlo de las piernas, propiciando que el Uchiha se desestabilizara y cayera de espaldas cuán largo era.
 
-¡Naruto kun!- el rostro de Shizune se tornó palido al ver al joven empresario en el suelo. Sin embargo, Naruto se subió a horcajadas sobre su regazo y extendió la larga lista con los presentes, empezando a enumerar.
 
-Quiero un costal de ramen instantaneo, un trineo con dos renos, un trenecito, dos ositos de felpa- tomó aire y prosiguió. -Dos kilos de golosinas, un dinosaurio de a mentiras, un traje de ninja y un zorrito de verdad.
 
Sobándose detrás de la cabeza, Sasuke trató de incorporarse. Todavía aturdido, miró con desconcierto y despues con odio al responsable de su caída.
 
-Apartate- lo empujó a un lado y sin aceptar la ayuda de Shizune, se puso de pie.
 
Las largas pestañas del niño se agitaron en confusión por el trato hostil hacia su persona.
 
-¿Santa...?
 
"¿Lo hice enojar?"
 

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