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Cuento de Navidad por RLangdon

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Sentado en un banquillo alto, mientras se retorcía con desespero las manos, estaba Naruto. Ocasionalmente dirigía su resplandeciente mirada azulina a la puerta del despacho por la que había entrado Santa.
 
Furioso, Santa se había molestado horrores con él por haberle tirado accidentalmente. Y aunque Naruto intentó disculparse, no le había servido de nada, pues Tsunade llegó poco después del turbio incidente para pedir hablar a solas con Santa claus sobre un asunto pendiente.
 
Pero...
 
¿Y si no lo perdonaba ya?
 
¿Qué tal que lo anotara en la lista negra de los niños malos por ese pequeñisimo error que tuvo?
 
Más frustrado que antes, Naruto se mordió el labio inferior, sintiendo un repentino cosquilleo en el hueco que había dejado la ausencia de su dientecillo de leche. No quería arruinar la navidad por haber molestado a un personaje tan importante en esas fechas. Y menos deseaba quedarse sin sus obsequios.
 
-Eres tonto- farfulló un niño castaño junto a él, exhibiendo una sonrisa maliciosa al notar la angustia del pequeño ojiazul. -Ese hombre no es Santa Claus, ¿es que no lo ves?
 
Contrariado, Naruto arrugó la nariz.
 
-Pero...
 
-Santa Claus es grande y barrigon- lo interrumpió el Inuzuka con orgullo. -Además tiene barba blanca porque es viejo. Los libros dicen que tiene siglos de edad, pero claro, como a ti no te gusta leer...
 
-Tal vez es hijo de Santa- opinó Naruto, llevandose los dedos a los hoyuelos de las mejillas en actitud pensativa. -O uno de sus ayudantes. Yo sé que algo tiene que ver con Santa- y lo sabía. De alguna manera extraña, Naruto había experimentado una alegría desbordante al ver a ese individuo cruzar el marco de la puerta. Era una sensación conocida, como cuando les daban golosinas en el comedor de postre, o cuando los llevaban de paseo al parque en recompensa por sus buenas conductas.
 
-Sigo pensando que es un impostor- tajó Kiba con los ojos a medio cerrar. Señaló firmemente la ventana y ambos se aproximaron hacia ella al escuchar un ruido estruendoso en el interior de la improvisada oficina.
 
Para nadie era novedad los frecuentes arranques de ira de la encargada del orfanato. Tsunade se caracterizaba por su escasa paciencia, pero era una buena persona de cualquier forma.
 
-Creo que la hizo enojar- comentó el castaño al acercar el banquillo y retreparse para mirar por el cristal. Inmediatamente despues, Naruto se le unió. Ambos pudieron ver por unos instantes lo que sucedía allí dentro. Tsunade tenía los labios apretados en una mueca de incomprensible desprecio hacia el imponente joven que recién se erguía, impavido, de la silla frente al escritorio.
 
De repente, Naruto sintió el impulso de entrar corriendo, sin importarle las normas que tan bien conocía. Abrió la puerta y, agitado, se precipitó hacia el muchacho de playera roja para inclinarse totalmente en posición de disculpas, juntando las manitas en desesperada suplica.
 
-¡Siento haberte tirado, dattebayo!- exclamó con brío. -Si quieres no me traigas el trineo ni los renos, pero por favor no dejes a mis amigos sin regalos.
 
-Naruto...- deshaciendo su pose amenazadora, Tsunade miró al pequeño con desconcierto.
 
Fue Sasuke quien no se vio afectado por tan sincera muestra de admiración y respeto. Y antes bien frunció el ceño con hastío.
 
-¿De qué diablos estas hablando?- le increpó con fastidio.
 
Naruto levantó poco a poco la mirada, sus orbes celestes conectaron con la oscura mirada que destelleaba odio hacia él, y por un segundo, si bien efimero, sintió miedo, temor de aquel rostro de alabastro que acentuaba las finas facciones del joven, se sintió intimidado por esos ojos negros tan profundos, sin embargo la emoción duró poco, apenas lo suficiente para que Naruto retrocediera un paso de manera inconsciente, mecanica.
 
-Naruto, sal- murmuró la fémina en tanto se incorporaba. Sasuke separó los labios para hablar, pero se encontró, por vez primera, con la sorpresa de no tener nada para decir.
 
***
 
El comedor se hallaba totalmente lleno. Los niños ocupaban la mayor parte del mobiliario, varios conversaban sobre la visita del extraño hombre que permanecía impasible en otra de las tantas mesas del fondo de la infraestructura, otros niños cantaban con alegría los villancicos que les habían enseñado mientras que la minoría esperaba expectante por la merienda que prometía ser deliciosa
 
Y en tanto se desarrollaba aquel bullicio infantil, Sasuke Uchiha trataba de serenar su alterado estado de ánimo. Sentía que la cabeza le punzaba continuamente con el ir y venir de las decenas de chiquillos huerfanos que habían cimentado parte significativa de su vida en el orfanato Konohagakure no sato.
 
Risas. Canciones. Gritos. Todo, absolutamente todo le fastidiaba.
 
Por un mísero segundo intentó concentrarse en algo más que no fuera su entorno, y fue de esta manera que acabó agachando la cabeza para observar el maldito mantel dorado con estampado de bastones navideños. Cualquier sitio al que Sasuke mirase estaba cubierto de rojo y verde. Pequeñas esferillas pendían de las ventanas, atadas en hilillos transparentes que surcaban la superficie metalica de los cristales.
 
Y pensar que podría haberse ido, largado para siempre de ese detestable lugar impregnado de risas y dicha. Sin embargo la poca suerte que conservaba se fue de su lado en el momento justo que abordó su vehículo y se dio cuenta (con fatalidad) de que los neumaticos delanteros estaban bajos, los traseros se habían atascado en la nieve, y Sasuke había escuchado perfectamente por la radio (minutos antes de llegar al orfanato) que se avecinaba una ventisca sin igual.
 
Bueno, eso ocurría cuando le seguía el juego al mezquino de su padre. La próxima vez...
 
Momento...¿Qué próxima vez?
 
El no estaba pensando en regresar. Diablos, no. De hecho tendría que estar llamando al cabroncete de su padre para que solicitara una grua.
 
Lentamente sacó el celular de su bolsillo delantero de la playera, se lo colocó en el regazo y la decepción no tardó en acudir a su semblante al notar la ausencia de señal. El mal tiempo seguramente estaba afectando los medios de comunicación.
 
¡Era el colmo!
 
-¿Ahí tienes la lista de niños buenos?
 
En fracciones de segundo, Sasuke apartó bruscamente la mirada de la pantalla para encontrarse con que el revoltoso niño rubio de había subido a la mesa para mirar con curiosidad el móvil. Mechones rubios obstruían el campo de vision de Sasuke, pero, aun con todo, fue capaz de reprimir un bufido de irritación. Naruto estaba arrodillado frente a él mientras acercaba más y más el rostro a la pantalla del telefono.
 
-Te lo diré una vez más- soltó el Uchiha con desdén, pensando en el crudo infortunio que le hubo llevado precisamente allí. -No soy...
 
-¿Puedes hacer que me crezca el diente de nuevo?- sin oír nada más, Naruto cuestionó su preocupación más grande, confrontó la seria expresión del otro y se convenció de que Sasuke tenía que ser alguna clase de deidad navideña. No había manera de que no lo fuera, era muy bello. -Si no lo haces se burlaran de mi como se burlarón los amigos de Rodolfo.
 
-¿Qué?- visiblemente aturdido por la información, Sasuke se obligó a prestar atención a lo dicho por el ingenuo niño. Ya le daba lo mismo perder su tiempo con nimiedades, de cualquier forma estaba condenado a quedarse en el orfanato hasta pasada la ventisca.
 
Emocionado por la pregunta, Naruto se bajó de la mesa para sentarse en las piernas del muchacho, omitiendo el gesto de disgusto de este para comenzar a explicarse.
 
-Rodolfo el reno- sonrió. -El de la nariz roja- Sasuke entornó los ojos, cada vez más fuera de sí, pero al mismo tiempo prendado de la inocencia del lindo infante. -Sus amigos no lo querían y se burlaban de él por su nariz. Pero entonces hubo una tormenta de nieve y Rodolfo iluminó el camino, quedandose adelante del trineo para guiar a Santa por la oscuridad del cielo.
 
Naruto finalizó su relato lleno de regocijo.
 
-Que estúpidez- dijo Sasuke sin ápice de emoción en su rígido semblante.
 
-Entonces eres uno de esos duendes malhumorados que castigó Santa por no hacer bien su trabajo- reflexionó el pequeño, sintiendo una enorme decepción de que asi fuera.
 
-¿Es que crees todo lo que te dicen?- vociferó más furioso el Uchiha. Empezaba a cansarse de la imaginación excesiva del niño. No era posible que estuviera tan cegado por la rídicula festividad.
 
Encogiendose entre los brazos del mayor, Naruto ahogó un respingo que evidenció ofensa.
 
-No todo, dattebayo- hizo un puchero, sintiendose repentinamente incomprendido, no entendía del todo qué había de malo en lo que estaba diciendo. -¿Conoces al ratón de las nieves?, de seguro fue él quien estropeó tu coche.
 
Las cejas de Sasuke se contrajeron en un rictus de enojo. Asi que ese niño tonto había sido el causante de todo...
 
-¿Quieres saber una cosa?
 
Pero antes de que el Uchiha diera inicio a su hiriente perorata, Shizune irrumpió en el comedor, arrastrando el carrito metalico de los alimentos.
 
-¡La cena esta servida!
 
Naruto sonrió ampliamente y se sentó a la mesa, al lado del extraño, con las manos juntas para comenzar una oración en agradecimiento.
 
Resoplando una y mil pestes, Sasuke Uchiha se irguió en la silla.
 

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