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Juntos y Perfectos (Drarry) por LalaDigon

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Cuando Harry ve a Voldemort —parado frente a él— caer a sus pies, respira profundamente. Su cabeza es un hervidero, pero lentamente sus extremidades ceden al involuntario sosiego de saber instintivamente que al fin todo acabó para ellos. 

Toda la pelea en el gran comedor cesa de inmediato al ver cómo el Señor Tenebroso es vencido por el Elegido. Las últimas varitas que se resistieron al miedo, que se negaron a declinar en la batalla una vez que el Lord lo ordenó, se apagan presas del estupor generalizado. 

Es imposible, lo sabe, pero Harry puede sentir en sus oídos los corazones palpitar de formas agitadas; siente en su cuerpo como cada uno de esos latidos enviaba un torrente de esperanza e incredulidad. 

Através del zumbido que lo aturde los oye susurrar las preguntas que en sus mentes se forman: ¿Pasó? ¿De verdad pasó? ¿Cómo pasó? ¿Cómo pudo pasar?. 

Quizá Harry solo está escuchando las preguntas que su propia mente empieza a formular, quizá solo está en shock, visto que esa es la primera vez desde que tuvo consciencia del mundo mágico donde no temía porque alguien estuviera acechando a su espalda. 

Obviamente aún hay algunos pocos, ahí mismo, listos para matarlo, pero realmente no eran un peligro, no en comparación.  

Como fuere, el silencio reina en el gran comedor de Hogwarts por unos increíbles segundos que se hicieron —y serían por siempre— eternos. Una parte de él, una pequeña y escondida en lo más profundo de su mente, susurra unas ligeras palabras que su cuerpo pesado y agarrotado no pueden procesar, pero que sí dejan el rastro de un estremecimiento con ellas:  «La calma que antecede a la tormenta»

Harry parpadea intentando forzar la conciencia de lo que esas palabras implican y falla. Ve de nuevo a Voldemort en el frío suelo del comedor y pestañea una vez más sin poder creerlo, pero aceptándolo. 

Murió. Voldemort murió.  

Claro que eso no explica por qué, lentamente, como si recién se despertara de  un largo sueño, una parte de él se agita como si el peligro no hiciera más que empezar ahora que todo ha acabado.   

Se intenta decir que solo es la impresión, esa era la cuarta vez que le lanzaban la maldición asesina y sobrevivía. La sensación extraña que ese pensamiento salido de la nada le genera se disipa un poco cuando se dice que solo está tardando en digerir lo que pasó. 

Una mentira que suena genuinamente convincente. Pero mentira, al fin y al cabo.

Después de todo, insiste su mente en relativa desesperación, no era poca cosa, se preparó para morir. Siempre lo estuvo, es verdad. Implícitamente Harry siempre estuvo listo para que eso pasara, era una consecuencia, una opción; pero ese día, hace poco más de una hora, Harry verdaderamente aceptó y abrazó ese hecho caminando a ella sin dudas o esperanzas de sobrevivir. 

Buscando en su interior, Harry intenta hallar felicidad, dicha, calma, tranquilidad, algo. Ínfimo o infinito, da lo mismo, pero se siente como un contenedor vacío y olvidado. 

Algo en su interior bloqueaba el paso a las emociones. Algo que hacía que los ruidos de las respiraciones pesadas y los ligeros  gemidos de incredulidad que empezaron a rodearlo se sintieran lejanos y extraños. 

Podía sentir como su cabeza se iba aclarando poco a poco y a medida que aceptaba la idea de que todo había terminado. Pero poco más. Es conciente de sentir el cuerpo pesado y acabado. Siente como cada músculo en su cuerpo aun tenso palpitaba, pero no hay emociones, no hay nada.  Sigue sin hallar la sensación de victoria, de gratificación o al menos la de pena o tristeza por los cadáveres que en breves le tocaría ver y ayudar a trasladar. 

Por un designio incontrolable, lo único que le atraviesa la mente y el cuerpo es el hecho de que por primera vez desde que entró al mundo mágico no tenía que preocuparse por tener que volver a enfrentar esa experiencia y que pese a eso hay algo que necesitaba arreglarse y con urgencia.

Ha cruzado su varita a la Tom Riddle más veces de la que le hubiera gustado y por fin, todo ha concluido; reafirma su mente en círculos. En, sabía él, irritantes círculos que siguen sin llevarlo a ningún lado. 

La palabra, y el concepto en sí, se repite una y otra vez en su interior, como si la necesidad de decirlo de todas las formas habidas y por haber hicieran la diferencia y empujaran ese vacío que seguía extendiéndose dentro suyo, esa sensación que empieza a arrancarle un sentimiento extraño de incomodidad y ligero desasosiego. 

Pero algo, algo en esa aseveración no está bien, no es correcto o exacto. ¿Qué? Harry no lo sabe, pero en el fondo de sus entrañas, allí donde siempre supo que estaba destinado a vengar al asesino de sus padres sin importar las consecuencias, siente que algo en esa oración no esta bien y que sin importar cómo la dijera, no cuadraría. 

Por un segundo se pregunta si es que era la realidad de que ciertamente no había algo como una vida esperando por él en ese momento, fuera el por qué se negaba a aceptar el fin. 

Con frialdad podía aseverar que esto tenía lógica. 

Muchas personas que amaba quedaron en el camino de su lucha, ¿era él un hombre con un futuro? Sentía que no, sentía que enterró a cuantos alguna vez quiso y que solo un puñado de amigos le quedaba. No había algo previsto para el siguiente paso. Todos sus planes terminaban allí. 

Esperó a que el pensamiento acarreará una ola de dolor, que la sensación de pérdida hiciera que se encogiera y su boca se sintiera arenosa, pero nada llega y Harry vuelve a sentir como esta falta de emociones lo perturba alargando ese estado de semi-catatonia. 

Se esfuerza por recordar todas las personas que todavía conserva, pero el abismo en su interior se extiende, lo envuelve lentamente con unos tentáculos indetectables que se deslizan por su interior, haciendo que sienta la pulsión de agachar la mirada y ver si de verdad está siendo preso de un maleficio. Se contiene nada más porque sabe que no es nada de eso, sabe que no está pasando nada realmente, nadie lo atacaría, menos que menos en ese momento.

Con la cabeza embotada por la abrumadora falta de sensaciones siente algo oscuro y siniestro despertarse dentro de él. Una cosa extraña que va tomando cuerpo en su cabeza, reemplazando toda la racionalidad que posee. 

Desde la tiniebla saca la cabeza y Harry puede ver en su interior sus ojos brillar llamándolo, susurrando como serpiente su nombre una y otra vez. La voz sisea: “Harry, Harry, Harry…” se sacude un estremecimiento, peor la voz sigue; “Harry, Harry, Harry...” Solo que esta vez se entremezcla con una palabra que le cuesta comprender. 

La intenta alejar, siente el frío envolver su cuerpo y se obliga a si mismo a pensar que eso es algo natural, ese mismo día había caminado voluntariosamente a su muerte y solo hace unos instantes la había vuelto a enfrentar. Dos veces en menos de una hora, era natural que empezara a perder parcialmente la cabeza, solo era… solo necesita calmarse, relajarse y no pensar cosas que no debía. Necesita buscar a sus amigos, buscar a quienes lo querían y dejar que lo abrazaran, que volvieran a traer en sí. 

La cosa en su cabeza gruñe, Harry siente en el fondo de la lengua el terroso gusto a tierra y maldad. Estaba preso, otra vez está cautivo de algo que no tiene nombre y por un segundo su voluntad parece doblegarse como si un Imperius hubiera vuelto a caer sobre él e intentará domarlo. 

Pero no es igual, la dulce sensación de libertad de decisiones no lo hacía sentir empalagado con sabor. Aquello era algo más cruento y menos poético. Mucho menos poético. Harry se siente frenético, ansioso y capaz de destrozar a otros diez Voldemort si había que.  

Es la pelea, se dice. Es el riesgo a la muerte. Es la soledad y el desconcierto que trae el futuro. Lo jura. ¿No quería sentir? Ahí está. Está despertando del shock. Sabe que repetirlo no lo hará real, pero tiene que ser. Tiene que serlo. 

Pero algo en el fondo de su pecho le decía que la bestia oscura que se apodera poco a poco de su cabeza, nada tenía que ver con la pelea que llevó a cabo contra Voldemort, que lo que se apoderaba casi exclusivamente de sus venas no era el miedo, el estrés post-traumático o la adrenalina letal diluyéndose. Nada de eso era, no podía tocar a ese animal salvaje, pero podía ver en sus ojos llameantes que no era nada de aquello. 

Era algo para lo que Harry llevaba silenciosamente buscando nombre entre sus sueños, algo que se aparecía de repente en su mente y se iba tan rápido que solo quedaba en él la sensación de un pensamiento en blanco.  

Cuando alguien le toca el brazo no puede evitar girarse rápido y apuntar la varita a la cara de su atacante. La paranoia se apodera de él cuando la sensación que lo persigue hace mucho se acrecienta en su interior. Lentamente el recuerdo de aquello que lleva atormentandolo cae en él y no se siente a salvo ni seguro. El recuerdo de entender que algo le hicieron, algo que no puede recordar hace que no se sienta a salvo. 

No, no terminó. No iba a terminar hasta que pudiera atrapar esa verdad que se escurría de entre sus de dedos como si de una pequeña y caprichosa snitch dorada se tratara.

Harry choca contra unos asustados ojos azules que pese al miedo que destilan, lo miran fijamente; determinados y llenos de valor. La voz de Ron lo devuelve a la realidad. Pero no es su timbre, es el tono cauteloso y casi asustado lo que lo hace despertar, haciendo que un sentimiento parecido a la culpa lo recorra.

—Colega —dice su amigo con la voz quebrada, tan o más agotada que la suya, alejándose un paso de él y levantando las manos a la altura de sus ojos para que pudiera ver que no pensaba atacar— Harry... ya pasó, estamos todos bien —dice su amigo con lágrimas bañando sus ojos.

El dolor de cabeza que lo persigue desde que Voldemor abrió la puerta entre ellos, vuelve con una intensidad que lo hace dudar seriamente de su mortalidad. En su mente esas palabras se empiezan a repetir lenta y consecutivamente. Se aleja de Ron, la varita tiembla en su mano pero no la baja pese a que algo dentro de él le dice que debe hacerlo.

«Terminó, estamos todos bien. Terminó. Todos bien. Terminó. Bien.»

Después de unos momentos de aturdimiento, Harry siente como su cuerpo cobra vida y la bestia que rodea su cerebro lo pone en marcha. Antes de que pueda pensar en lo que hace, antes de volver a sentirse dueño de sí, de sus acciones o lo que sea parecido, gira en redondo, dando la cara a la audiencia que aún lo rodea.

Entonces lo entiende, la bestia deja de bisbisear esa palabra que por tanto tiempo le fue inentendible y por primera vez la ruge empujándola entre sus labios. El recuerdo, los recuerdos, caen a tropel sobre su mente y eso  a lo que Harry renunció al entregarse a la muerte, vuelve a él.

—¡Malfoy! —grita fuera de sí, sintiendo como si la palabra misma fuera fuego que necesita escupir— ¡Malfoy!

Mientras busca con la mirada por todo el comedor desesperado, nota como cada una de las personas allí reunidas lo miran desconcertados. Se miran unas a otras cuando ven que da un paso en dirección a ellas, siente como de ellos un terror extraño se alza y lo golpea. Pero no le importa, Harry no siente que nada vaya jamás a importar tanto como aquello que todo su interior clama por obtener. 

—¡Malfoy! —vuelve a rugir, mientras barre con desesperación la sala en todas las direcciones.

Necesitaba a Malfoy. Lo necesita.

Ron lo mira con los ojos y la boca abierta impresionado por su furia. Sin tiempo a plantearse seriamente qué imagen desprende, si su mejor amigo no pareciera ser capaz de  reconocerlo, se vuelve a buscar al hombre que empezó aquello. 

¿Acaso alguien puede dudar de sus intenciones? Él no lo haría. Inclusive, ese fragmento ínfimo en su cabeza que aún pareciera poder procesar ciertas cosas, duda seriamente de él. Lo que sea que esa cosa quiera con Malfoy no es exactamente buena, no se siente así por su voz. 

Pero Harry, ahora que empieza a volver en sí, o tal vez, a terminar de perderse, al fin recuerda algo importante que lo acompaña hace tiempo. 

La sensación más bien se siente enfermiza, como esa obsesión que hacía tanto tiempo aquel libro de pociones le despertó; algo inmenso y que lo consume, casi como si el diario de Tom volviera a estar entre sus manos. 

Ve los labios de Ron modular algo, como si se preguntara a sí mismo si era o no buena idea que Harry obtuviera esa información y un sentimiento de rechazo y traición lo llena. 

La bestia se enoja, quiere empujarlo lejos de su camino, pero antes de que pudiera cometer ese error, antes de darle la oportunidad a esa cosa que en su interior brahma olvidándose de  él, de quién era y lo que él quería, Ron —tras estudiarlo unos segundos finales— desvía lenta y sutilmente la vista al fondo de la sala.

Harry se gira experimentando la primera sensación real de satisfacción y sigue buscando con ahínco allí donde señaló Ron.

Las caras de las personas que estan en el comedor mutan del desconcierto al miedo ante la actitud que tenía, y que ciertamente sostenía. Pero Harry sigue, sigue buscando desesperado a Malfoy, perdiendo completamente noción de dónde está, quién lo ve o que lo rodea. El mundo se transforma frente a sus ojos, los rostros se velan, los susurros ahogados y asustados se mezclan en el aire volviéndose ruidos inconexos como de lluvia o una radio mal sintonizada se tratara.

Aislado de la realidad, Harry siente como una violenta sensación de logro lo alcanza. Es tan fuerte que siente como si el piso mismo se moviera y temblara victorioso. Sonríe satisfecho cuando sus ojos chocaron por fin con los de Lucius Malfoy y una sonrisa que no sabía que podía ejecutar, se desliza por sus labios.

El rostro reflejaba odio. Tanto odio, que Harry sospecha que sí hubiera muerto, ese sería el recuerdo feliz que utilizaría el mortífago para crear su patronus.

Harry le sonríe con desdén, no es a él al que busca, pero es a él al que necesita. Empieza a caminar en su dirección, sintiendo como la victoria por haber vencido en esa batalla le llena las venas. 

Tom era un hombre que jamás conoció el amor, que nunca entendió lo que era una familia o el calor de un hogar. Se crió lleno de resentimientos, incapaz de entender la forma del amor. Malfoy no, Malfoy lo tuvo a su alcance y lo despreció. 

Se casó, tuvo un hijo y pese a entender el amor, pese a entender esa fuerza que hace que todo cambie de lugar y color, se unió a ese bando de despreciables. 

Anhelante de poder arruinó la vida de miles, tomó vidas, las destruyó. Malfoy no le daba pena, Lucius Malfoy solo le despertaba asco. 

Las sensaciones lo empiezan a golpear una tras otra, siente el calor y el frío, siente bajo sus pies el temblor de la batalla y sobre sus hombros el peso de las muertes. Lentamente cada pasó que da lo aleja de ese abismo negro al que cayó, pero el estupor es demasiado fuerte como para soltarlo y hace que siga moviendose como un inferius

Una fría y gran mano lo aferra del brazo impidiéndole avanzar y controla a esa cosa en su interior cuando se agita. Aún está muy desorientado, siente que no entiende bien qué pasa y lo que sea que lo atrapó le impide pensar en nada más allá del comedor. No hay un pasado o recuerdos a los que aferrarse, no hay un futuro o una esperanza en la que creer. 

Harry siente como si le hubiera borrado la memoria de un plumazo, pero sabe que quien lo coge es Ron, sabe que no va a lastimarlo, por lo que solo vuelve la cabeza buscando sus ojos y bastaron unos segundos para decirle —sin necesidad de gastar palabra alguna— todo a su mejor amigo.

Ron, sin estar del todo convencido, le fue soltando el brazo poco a poco, echándole una mirada divida entre “No hagas que me arrepienta” y “Que paguen”

Sí, Ron era el más apegado a los grises y a los matices oscuros. Harry no lo juzga, no lo mira con reproche. Cuando le arrebataron a Sirius sintió tanto dolor que se perdió en él y usó una maldición imperdonable. 

Asiente. No es que esté seguro de por qué siente tal necesidad de hacer eso, pero se asegurará de terminar lo que sea que su inconsciente quiere que termine. Harry recuerda levente la necesidad de hacer aquello acompañarlo entre sueños y despierto, empieza a recordar que eso lleva allí mucho tiempo, pero lo cierto es que el sentimiento de urgencia, de vital urgencia, no es algo familiar. Es algo que está íntimamente ligado a la bestia que se despertó en su mente, a esa serpiente que repta y se enrosca enseñando los colmillos y llamando al rubio que era su némesis. 

Malfoy tiene la llave, Malfoy es la clave y la batalla se va sintiendo lejísimos a medida que la voz en su mente le recuerda esto. La adrenalina no se apaga, pero ahora no eso eso lo importante. Lo importante es lo que tiene que hacer. Los vestigios de ciertos recuerdos empiezan a emerger ahora que la guerra, la vida y la muerte ya no son lo único que colma su conciencia. 

Aún en le queda la ligera impresión de que está bajo algún tipo de maleficio que lo fuerza a obrar de esa manera, pero cree, ligeramente y con un extraño saber, que no es exactamente errado o malo, en cualquier caso.  

Cuando Harry se siente liberado, vuelve sus ojos esmeralda a los Malfoy. Su mente se empieza a despejar, o más bien, a llenar. Recuerdos. Muchos recuerdos. Todo vuelve a él como si volviera en sí luego de un desmayo. A la carrera, recuerdos que se le habían ido llegan y lo golpean. 

Odia a ese maldito de Lucius Malfoy. Y lo hace con todo su ser. Le arrebató todo, por su culpa Sirius murió y ahora le intentaba esconder algo que Harry necesitaba

Siente como lava hirviendo bajo su piel cuando nota que este y Narcissa se ponen de pie rápidamente y esconden a Draco —el jodido Hurón, el arrogante príncipe de Slytherin— Malfoy de su vista. 

Acción completamente inadmisible. 

En su mente los recuerdos y las emociones se estrellaban unas con otras. Sacude ligeramente la cabeza, la bestia que había surgido nada más ver a Voldemort morir vuelve a sisear desesperada ahora que ve a Draco, o al menos una ligera porción de él que Lucius no pudo esconder.

Entonces, en su mente, aparece el recuerdo correcto, el recuerdo fijo y vívido. Sentado en el frio bosque, mientras la noche se extiende comiendo las estrellas, Harry agacha la vista y clava los ojos en un papel que ha tenido mejores días. Su mirada vaga por las letras, las recuerda todas y cada una de ellas. Puede decir que las e estan algo torcidas, que el trazo es apurado y grueso. Tal como se leen sus pergaminos cuando tiene que entrar una tarea que se le olvidó y debe escribirlo todo a última hora. Entonces no le quedaban dudas, ahora recuerda claramente qué llevaba mucho tiempo esperando por buscar. 

Malfoy le había hecho algo, hace tiempo, un buen tiempo. Malfoy era el responsable de que esa cosa habitara en su cabeza. Esa cosa loca y arisca, que moraba de aquí y allá haciendo que le doliera, que molestara y que quisiera meter la mano dentro para arrancarsela. La bestia la puso Malfoy ahí y con el jodido demonio, iba a hacer que se la sacará.  

Con una mueca de disgusto en su rostro, Harry camina con más decisión en dirección a los Malfoy. Nadie iba a esconder a Malfoy de él. Nadie y muchísimo menos esas dos escorias de poca monta, que ni para serles fiel a un señor servían. 

Lucius era menos que la sombra de lo que fue y Narcissa en el bosque le dio la espada a Voldemort. Jamás permitiría que semejantes nadies le arrebataran a Draco de delante de sus narices. 

La voz de Hermione llega desde lejos, como si se hallara a kilómetros y más se alejara a cada paso que da, pero Harry ni siquiera puede entender que le dice su mejor amiga. Sólo tiene ojos para los dos rubios que, por más que lo intentaran, no lograrán a poder detenerlo

Su marcha lo lleva a pasar junto al cuerpo de Voldemort, ve la varita a los pies de este y Harry se agacha asegurándose de tomar entre sus dedos la varita más poderosa del mundo mágico.  Más y más jadeos asustados suenan a sus espaldas. Jadeos que se apura por descartar. No debe, son un recordatorió de lo demente que es su accionar, pero Harry los ignora completamente y sin un ápise de culpa. Ahora hay algo más importante. Ya lleva muchos años poniendo al mundo como su prioridad. 

Caminaba por la estancia con una sonrisa grabada en su rostro, una que juraba venganza y solo cosas malas.

Esta a medio camino de la familia responsable de causarle tantísimo sufrimiento, dolor y humillaciones a lo largo de los años, cuando una figura alta y desgarbada se interpone entre su objetivo y él.

Como si su sola imagen fuera capaz de golpearlo, Harry siente en el rostro el impacto de una bofetada. Harry ve a la vieja bruja y siente los nervios en su interior tensarse. Dentro de su cabeza la lucha entre los recuerdos, como si hubiera sido privados de todos sigue sucediendo. Empieza lentamente a recordar los últimos años, a cuenta gotas y a tropel. No se siente exactamente bien, pero no se siente exactamente mal. Solo como si un golpe lo hubiera puesto en blanco y era hora de ponerse al día.

Da un paso, y McGonagall baila a su par dando otro. Harry aprieta los dientes y siente su interior escocer. Lo único que está claro en su cuerpo es la necesidad imperiosa de ir a por Malfoy, de cogerle el pescuezo y sacudirlo un poco. Siente el jalón con tanta fuerza que pareciera estar rodeado por una soga mágica de la que alguien tira y tira. 

—Córrase, profesora —gruñe sombríamente, intentando mantener el control de su genio explosivo.

—No puedo dejarlo, señor Potter —responde su vieja profesora, con los ojos angelados por las lágrimas, pero tono firme y decidido.

Sus hombros tiemblan tiesos. La voz, la viscosa voz solo sisea el nombre de Draco, insistente desesperada, como si se ahogara dentro de él y solo el maldito rubio pudiera salvarla. Le hace rechinar los dientes, porque la urgencia viene de la mano con la impaciencia y Harry desea a toda costa poder controlarse y volver en sí. 

—No quiero enfrentarme a usted, profesora —insiste Harry con los dientes apretados, sintiendo como la bestia dentro de él crecía y pujaba por hacerse con el control de su cuerpo.

Sentía el impulso de sacar a McGonagall fuera de su camino a la fuerza si era necesario y por lo que sea, no iba a hacerlo.

La parte racional de su mente le dice que baje la varita, que aquella mujer siempre lo cuido y lo defendió. Por lo que Merlín quiera, nunca se lo preguntó directamente, lo dio por entendido gracias a su sonrisa implícita al verlo abrir el paquete ilusionado, pero Harry juraba sobre sus padres que ella le regaló su primer escoba. Pero una parte animal, primitiva de su cerebro se remueve intranquila, lo empujaba a Draco Malfoy y le urge que fuera con él como si algo muy importante dependiera de ello. Los recuerdos volvían claramente a su lugar y Harry agachó la mirada a su pantalón, pensando en algo que al calor de la pelea, se le olvidó completamente. 

De golpe pudo sentir el impulso de agarrar al rubio por la túnica y estamparlo contra la primera pared que encontrará hormiguear en sus dedos como un reflejo fantasma. 

Sus pies se detienen, recuerda los días, recuerda la sensación de estar pensado en algo y terminar sin pensar en nada. Recuerda las palabras que memorizó, recuerda la sensación de malestar que lo envolvía al leerlas sin poder darles contexto o lógica, recuerda pelear contra la nada y el vacío. Recuerda, recuerda y más recuerda, que no recuerda. Tiembla como si acabara de hallar la correa de la bestia, pero no puede acceder a ella, un cristal transparente le impide cogerla y ese animal alimentado por la compulsiva sensación de vacío clama.  

—Potter —empezó la bruja mirándolo cada vez más duramente, dejando de lado todo el respeto y el amor que siempre le profeso, para sustituirlo por la férrea determinación de no dejarlo pasar— No voy a dejar que se acerque al joven Malfoy —procurando marcar cada una de sus palabras, lo mira a los ojos.

Harry lucha encarnizadamente por controlarse, su varita era evidencia suficiente de este hecho. Tiembla incontroladamente en su mano. Harry tiene que ir hacia Malfoy, tiene que acercarse a él para que le devolviera de una vez por todas aquello que le quitó, para que sacara a esa cosa de su mente que lo volvía un enfermo obsesivo paranoico. Pero con la misma fuerza e intensidad se niega a lastimar a nadie solo por llegar a donde esta el Slytherin.

—Hum...Pro-Profesora —Harry se esfuerza al máximo para centrar su cabeza y hacer oraciones completas y racionales pese a que pensar en cualquier cosa hace que su mente se parta de dolor— ¿Conf-confía en m-mi?

El rostro de Minerva McGonagall tiembla unos instantes contemplando a Harry. Ve en sus ojos el tiempo pasar, sabe lo que ella piensa sin necesidad de usar oclumancia. Se ve a sí mismo desfilar por su despacho, caminando por los corredores, comiendo en el gran comedor. Harry se ve cada año atravesar las puertas del gran comedor y sentarse en su mismo puesto en la clase de transformaciones. Se ve saliendo de debajo de la capa, se ve sonriendole a su profesora solo unas pocas horas antes cuando en la torre de Ravenclaw no toleró que la insultaran.  

Aparentemente, lo que él ve, lo lleva a la misma conclusión que su profesora, ya que luego de mirar su rostro largamente, esta asiente secamente. Harry siente como la bestia que lo empuja se tranquiliza unos instantes y se da el lujo de pedirle un poco de paz. Ya no está sola, ya no pelea contra el olvido. Sabe, Harry sabe que necesita ir por Malfoy y esta vez no permitirá que se le vuelva a escapar.

—Bi-bien, yo... 

Su voz se pierde y gruñe frustrado con su tartamudeo. Cierra los ojos buscando aferrarse a esa necesidad que envuelve su cuerpo y nubla su mente, para tomar impulso. Recuerda las palabras que leyó tantas veces… 

—Yo necesito acercarme a Malfoy —logra decir finalmente, pidiendole clemencia a esa cosa en su interior que solo sabe gruñir desbocada por cumplir su misión.

McGonagall sigue con sus ojos fijos en Harry, la duda y la aceptación luchan en su mirada. Por sus espaldas, atrapandolo completamente desprevenido, Harry siente como Ron se aproxima a él y otra persona hace lo mismo desde su otro costado. No necesita volverse para saber que se trataba de Hermione.

La cosa que se agita en él se calma cuando Harry le ordena que lo haga. Suspira aliviado cuando los dos se paran a sus espaldas apoyándolo silenciosamente.

Sabe cuan irreal es eso, sabe qué nivel de apoyo tienen que profesarle, pues antes de que pueda decir nada, antes de que llegue a si quiera pensar en darles las gracias, Harry percibe un movimiento del lado donde Ron está parado. 

La varito se alza lentamente, con firmeza y lentitud. Amenaza, aclaración o recordatorio, todo eso puede implicar. La imagen en sí misma, para Harry al menos, se siente tremendamente violenta. Imagina que para Hermione tambien, pues deja escapar un suave jadeo al ver a Ron. 

No se puede mover, su varita tiembla pero ya no tanto, no sabe si es la fuerza que le despierta saber que no está solo, si es sentir la voluntad de Ron de seguirlo pese a las circunstancias o es que Hermione gime levemente antes de alzar su varita con la misma decisión, y apuntar a la profesora.

McGonagall los observa a los tres. Esta vez en sus ojos no ve que el pasado y el presente que se les confunden, ella los ve y sabe bien que ve: el trio de oro, ni más y por supuesto ni mucho menos, decidido y unido en cumplir una última misión. 

En lugar de ver decepción o furia, Harry atisba un cansancio mayúsculo en su mirar.  Ella es fuete, es decidida, pero hasta ella sabe que no podría frenarlos, no a los tres juntos. Antes de que pueda decir nada, se escucha un fuerte estruendo detrás de vieja profesora.

McGonagall se vuelve y Harry puede ver que fue lo que causó el tumulto.

La distancia seguía siendo considerable y sus anteojos rotos no ayudaban, pero Harry llego a distinguir como Lucius y Narcissa intentaban retener a Malfoy detrás de ellos.

Por los forcejeos era claro que Malfoy no tenía ninguna intención de permanecer escondido detrás de sus padres y Harry se esfuerza por escuchar a través de las olas de murmullos lo que esos tres discuten.

Cierra los ojos y se concentra en aislar la voz del rubio sobre la multitud. Le toma unos instantes poder aferrarse a esa voz para poder captar rastras de la pelea. Sin querer interiorizarse en el por qué le resultó tan fácil distinguir la voz del Slytherin a semejante distancia, escucha con toda la concentración que puede.

«Sueltenme... Ustedes no entienden... mío... memoria»

Harry abre los ojos y mira a sus dos amigos con necesidad. Ron niega con la cabeza con determinación mientras que Hermione solo se muerde el labio con nerviosismo. Si tan solo pudiera explicarles, si tan solo pudiera decirles… pero su mente se hunde y se retuerce al ritmo de esa inmensa serpiente que poco a poco se le safa del control. 

McGonagall estaba prestando atención al revuelto que eran los Malfoy y Harry aprovecha esa oportunidad para empezar a correr. 

No hay tiempo. Suelen decir que es un chico impulsivo, pues… 

Lo es. 

Las pisadas de Ron y Hermione lo siguen fielmente solo unos segundos después y el monstruo que se había apoderado de la mente de Harry gruñe complacido por la actitud de sus amigos.

Cuando rebasan a McGonagall, ella les grita pero ninguno frena.

Harry sabe que ni aunque intentaran maldecirlo lograrían frenarlo. No ahora. 

A unos palmos de los Malfoy, Harry ve como Lucius desesperado por contener a su hijo alza la varita en dirección al Slytherin.

—Expelliarmus —vocifera Harry sin pensarlo siquiera.

Lucius clava sus ojos en él con desprecio. Narcissa, agarra con fuerza el brazo del rubio y lo tira detrás de ella. Por el gruñido dolorido que Malfoy deja escapar, es claro que lo lastima sin querer. Ese ser violento que se hizo con el control de él, responde por instinto.

—Desmaius —grita rabioso en dirección a Narcissa que cae hacia atrás arrastrando a Malfoy con ella.

Todos se quedan en un nuevo silencio. Harry sabe que está excediendo todos los límites, pero niega y deja que sus pies sigan avanzando, sigan acortando la distancia entre ellos. No le importa que esos dos ataques estuvieran tan fuera de lugar que va a ser algo más que duramente reprendido cuando todo pase. Pero no puede ni empezar a explicar como es  imposible para él detenerse.

Angustiado, Harry se lleva las manos a la cabeza intentando entender qué está pasando con él. Nada de lo que está haciendo tiene lógica, lo sabe y seguramente tanto Ron y Hermione lo saben, pues ellos corren a su par sin pensarlo. Les agradece otra vez en silencio, en verdad lo hace. Necesita acercarse al Slytherin tan desesperadamente que le duele y no es solo en su cabeza. De alguna forma incompresible su pecho duele, su manos duelen, su cuerpo entero duele.

Malfoy gruñe al liberarse del peso del cuerpo de su madre y la acomoda en el suelo delicadamente. Vuelve sus ojos grises y sin vida a Harry y así de fácil, sus pies se congelan.

Hermione frena y Ron choca contra ella por el abrupto cambio de velocidad. Ambos jadean pesadamente, tanto como Harry, pero a diferencia de ellos, no puede mirar en todas direcciones. Él solo mira al frente, solo estudia detenidamente el rostro que a unos pocos pasos de él, se alza con el mentón en alto. 

Estaba tan pálido y demacrado, que si no fuera por su precioso pelo Harry tendría problemas para reconocerlo.

Su mente se detiene y con ella la bestia. Su cabeza se inclina ligeramente y los engranajes oxidados de su parte racional se ponen en marcha cuando se replantea el uso de ese curioso adjetivo. ¿Hermoso?. 

Sí, Malfoy —asi costara aceptar— tenía un cabello diferente al suyo. No era una mata desordenada e incontrolable. Por lo general, las hebras casi blancas siempre se veían lustrosas y lacias. Podía tener lógica que tres años atras hubiera elegido ese adjetivo. Podía de una forma cuestionable, pero al menos mínimamente entendible.

No así el presente. Su cabello era un desastre revuelto y lleno de hollín por la pelea en al sala de menesteres. Entoces… ¿hermoso? 

Ron le impide seguir divagando como idiota. Apunta abruptamente a Malfoy con su varita. El tiempo vuelve a detenerse y con él las respiraciones de los espectadores. 

Harry voltea el rostro, lento y con cuidado. Ve todo con una claridad que no poseía cuando empezó ese día.  Con cuidado, sin perder la calma, le bajo el brazo antes de que pueda hacer nada. Vuelve los ojos a Hermione, solo por si las dudas de que ella tuviera la misma idea, pero su amiga solo asiente con los ojos clavados en Malfoy. Ron lo mira preocupado y Harry niega con la cabeza. No es el momento para explicaciones, en breves se enterará, en cualquier caso. 

Ese era el plan. Ese siempre fue el plan. 

Malfoy se adelanta uno de los cinco pasos que los distancian despacio y levantando las dos manos en señal de rendición. Deja caer su propia varita a los pies de Harry y lo mira sin un ápice de interés en montar una pelea o resistirse.

Lucius mira con desagrado al trío dorado, mientras que lanza una mirada suspicaz a su hijo. Haciendo una mueca, agita la cabeza marcándolo. Ron parece ansioso por poder alzar la varita, asi que Harry le suelta el brazo y lo deja hacer. No dice nada, Ron le apunta y espera. 

Sus ojos se cierran y aprovecha ese instante para recuperar el aliento y la calma. Con mano firme Harry busca en su bolsillo un papel arrugado, manchado y muy gastado. Lo aprieta como si la vida se le fuera en ello. Siente como el cálido pedazo de pergamino arrugado se vuelve a deformar y pegar a su piel. Inspira hondo, es ahora, es el momento. 

Abre con cuidado los ojos y siente la presión en su pecho profundiszarse. Se acerca un paso a Malfoy y se aclara la voz para hablar. Le sudan las manos y siente cómo su corazón triplica su marcha, pero cuando empieza a hablar, su voz fluye con confianza y determinación.

—Hace un año, —empieza mirando solo a Malfoy, olvidando del todo la gente que los rodea— Me levanté y tenía este papel en mi mano.

Malfoy solo asiente despacio, prestando atención a cada una de sus palabras. Escruta su rostro, no parece haber sorpresa alguna en él. De alguna forma lo suponía. Pasó tanto tiempo estudiando ese maldito trozo de pergamino que al final tuvo que aceptar que Malfoy estaba completamente enterado de su existencia. 

Harry siente los ojos de todas las personas en aquella sala sobre él, pero solo puede concentrarse en el rubio que tiene enfrente antes de continuar.

Un ligero espasmo de verguenza le cruza el abdomen y se lo retuerce. Se siente un poco incómodo por decirlo en voz alta, una parte de él siente que es ya una nota muy personal, asi el contenido no lo muestre. Una parte de él quiere aferrarla y arrastrar al Slytherin a otro lado y hacer aquello solos, pero no puede. O mejor dicho, se le dijo que no. 

—Dice:

Harry:

Se que esto te va a parecer extraño, porque el que escribe esta nota eres .

Sé que muy probablemente pienses en que hay magia oscura involucrada y acertarás, pero no es algo malo. Solo somos dos versiones de ti mismo.

Pasó algo, algo que nos cambió. Algo bueno, no te preocupes. Pero no era el momento. Sucedió sin que lo busquemos, pero no lo podemos tener.

Cuando Voldemort muera, busca a Draco. Es importante esto Harry.

No lo intentes hasta que lo hayas derrotado. Las consecuencias que tu no sabes, pero yo sí, serían catastróficas de otro modo… Y es importante, como no te haces un idea, que nada malo pase. 

Draco tiene que devolverte la memoria. Pero Harry por lo que más quieras, no te acerques a él hasta que Voldemort caiga. No importa cuan tentado te sientas, mantén tu distancia de él hasta ese momento. Confio en que pronto lo entenderás, confio en que confíes en tí mismo y aceptes que es así como tiene que ser. 

Harry, esta carta la escribiste por tu propia voluntad, sabes que puedes resistir a la maldición Imperius como ningún otro mago en el mundo, asi que no intentes desobedecer por dudas tercas.

Confía en los recuerdos que te devuelvan. Y yo voy a confiar en que vuelvas a tomar las decisiones que hoy tomé yo.

Va a darte miedo, pero confía en tí mismo, te van a hacer feliz hasta la médula. Yo lo soy. 

Eres un Gryffindor, así que no escuches al cobarde Slytherin que solo nació para esconderle al mundo lo que siente, cuando te diga que tiene que darte tus recuerdos en privado. Es vital que todos los que sobrevivan vean esto con sus propios ojos, asi que tu solo espera y ten fe. 

Harry, si te sirve de algo, estoy orgulloso de lo que vas a recordar.

Solo para que sepas que todo esto es verdad, justo antes de que Draco te devuelva tus recuerdos, haz que Hermione te confirme que es tu letra de puño y mano.

Buena suerte Harry, espero reencontrarnos en breve.

La voz de Harry se pierde entre la multitud y los ojos de Malfoy están ligeramente brillantes por una emoción que en ese momento Harry se niega a entender.

Sin mucha dilatación le de la carta a Hermione. Su mejor amiga la toma en el acto y empieza a susurrar hechizos contra la hoja. Ron lo mira con los ojos abiertos como platos. Ya quisiera decirle: Se de esto lo mismo que tú. Podría parecer que no, pero Harry lleva años buscando por su cuenta respuestas que no tiene. 

Perdió la cuenta de las noches en vela que pasó intentando entender que recuerdos le pudo sacar Malfoy, casi se vuelve loco intentando entender qué era, por qué los tendría él y a cuento de qué solo cuando Voldemort muriera iban a ser importantes. Lo pensó mil veces, lo repasó otras tantas, pero nunca encontraba la repuesta. 

Nadie habla. Él mismo no sabe que decir, solo sabe que al fin es momento para desvelar aquel misterio que le carcome la cabeza desde hace tanto, tanto tiempo. 

Harry ve a Lucius moverse rápido y le grita a Ron una advertencia. Sin dudarlo, el colorado se da media vuelta y petrifica al mortifago solo un segundo después cuando este estaba a medio camino del piso donde estaba su varita.

Ron se mueve rápidamente, ve a Malfoy de arriba abajo, lleno de desprecio que el rubio no solo no responde, si no que lo deja pasar como si no existiera. Ofuscado, su amigo agarra la varita y se la tiende a Harry.

La mirada que comparten es rara. Ron quiere hacerle un millón de preguntas, pero antes de que él tenga que decirle nada, la voz de su amiga se apaga.  

Hermione le devuelve la carta una vez que Ron vuelve a ponerse a su lado y en el rostro trae pintando el mismo desconcierto que ellos dos cargan.

—Es tuya. —confirma mirando a Malfoy con interés— Tenía un mensaje oculto. Ahora es visible. —añade, bajando tanto la voz que le cuesta entenderle por unos segundos. 

Harry voltea la hoja y la mira sin saber por qué se siente injuriado.

PD: Harry, va a doler. Te va a doler volver a recordar. No dejes que nadie toque a Draco en ese momento. Hermione, cuidalo. Ron no va a aguantar a que termine de recordar. Si te interpones, por mucho que lo quiera hacer, se va a contener. 

Hermione, te lo suplico. Protégelo.

Harry eleva la vista de golpe y ve cómo su amiga con los ojos llenos de lágrimas asiente. En el rostro de ella se trasluce algo que le recuerda a la mirada brillante de Draco, pero se niega a aceptarlo. 

Una horripilante sensación le congela las entrañas. Hermione parece entender algo que él no y se da cuenta de que quizá por ello ese mensaje era invisible a sus ojos. Otra vez se siente mal por lo que se le escondió, pero no puede hacer nada, la duda, la jodida duda es más grande que su verguenza, que su miedo o sus reparos. La duda lo mantuvo en velo y enloqueciendo con el correr de los meses.

—Tú me… tú me lo pides. —dice ella antes de moverse dejandolos atrás. 

Mirando a su novio rápidamente, se para frente a Malfoy, cubriéndolo con su propio cuerpo de la vista de Ron.

Harry la ve algo desencajado, pero no hace nada para impedir que cruce frente a él y se quede allí plantada y lista para lo que sigue. 

Es su oportunidad para asentir. La adrenalina le recorre la avenas con la misma fuerza que su magia se arremolina en su interior. Se siente entre asustado y embriagado. Tiene más dudas él que todas aquellas personas juntas y sin dudas, más miedos que nadie. No caben dudas de que lo que sea que está por venir, es algo más allá de su entendimiento. Pero nadie más que él sabe lo que es despertar día a día sintiendo que te habían robado algo, algo que no podía saber que era hasta terminar un trabajo que se impuso por obligación.

Da un paso al frente. Está listo. Estaba listo para morir, ¿cómo no va a estar listo para esto?

Acaricia con la mano el hombro de Hermione y escucha sin prestarle atención a Ron que intenta seguirlo pero automáticamente es frenado por la castaña. 

Los oye discutir por lo bajo, Ron quiere ir con él cuando la deja tras su espalda, pero Hermione no lo deja y vuelve a empujarlo para impedirle ver a Draco. 

La ansiedad lo carcome. Carraspea y asiente convenciendo a esa parte de él que grita desesperada que aquello no es una buena idea. 

Lo que sea que esté por pasar, no es algo que pueda seguir dilatando. Y no es solo el tono urgente en la carta. No es solo las mil noches que le dio vueltas a aquello hasta enloquecer. Es la necesidad imperiosa que la mirada de Draco trasluce en ese mismo momento. Es ver en su rostro demacrado la esperanza y el miedo mezclarse.

¿Qué mierda, qué jodida mierda escondió del mundo? 

—Devuelveme mi memoria Malfoy. —dice decidido Harry, felicitándose en silencio por su tono firme.

— No en este lugar. —responde el rubio tajante, mirando a Hermione confundido cuando está voltea el rostro para verlo, terminado de empujar a Ron tras ella.

— Escuchaste lo que dice la carta. No soy un cobarde, soy un Gryffindor. —le sonrie sacando pecho orgulloso de su casa.

Bueno, está siendo un poco arrogante y un poco mentiroso. Una parte de él quiere hacerlo en la biblioteca, si es que aún se mantiene en pie; pero se recuerda que él mismo no lo quería así. 

Harry lleva mucho tiempo conociéndose para saber que pese a que nadie lo suele entender, él tiene sus motivos. Ahora se siente inclinado a ser más indulgente con todos aquellos que soportan su terquedad, pero no va a ser él el que se retire de esa contienda. 

Por no decir que una parte adormecida de su sistema se alza inquieta y ansiosa. Memorias que no recuerda se agitan en su interior y se obliga —como cada noche— a confiar en que nada malo está por pasar. Se obliga porque Harry podría no dar el pego, pero no era un lunático sadista. No se haría daño a sí mismo. 

—Si te sirve de algo, esa carta la escribiste en un momento de estupidez. —dice Malfoy chasqueando la lengua molesto y Harry frunce el ceño.

Otra sospecha pequeña que traía se confirma. El rubio no solo sabe de la existencia de la carta, seguramente estaba ahí cuando la escribió. Aunque, no sabe por qué, presiente que la parte oculta es contenido que el rubio también desconoce. 

Otra vez la intriga lo fastidia aguijoneando en su pecho.

— Mi memoria ,Malfoy. —advierte Harry perdiendo la paciencia de solo pensar en que el maldito se escabullera.

Había pasado un año. Un jodido año paseándose para todos lados con ese papelito de acá para allá. Intentando forzar su mente para encontrar eso perdido en su cabeza, pero ahí no había nada, solo un vacío molesto. Un vacío que mientas intentaba estudiar, más solo y miserable lo hacía sentir.

Ahora quería que le dieran su mente de nuevo. Porque desde hace un año, cada noche sentía una opresión en el pecho desagradable. Sentía en falta algo. Algo grande. Y estaba seguro de que ese sentimiento de falta era por los dichosos recuerdos, él sabía lo que era sentir algo en falta y lo que sea que Malfoy le había sacado, era tan fuerte que supera la angustia que sentía cada vez que pensaba en sus padres o en el mismo Sirius.

Malfoy lo mira duramente unos largos segundos antes de asentir furioso.

—Granger, serias tan amable de correrte. Tengo que apuntar a su dura cabeza y si bien es lo bastante grande, no quiero que te rose a tí de casualidad. —su mirada era dura, pero su tono era extrañamente amable.

Tres pares de ojos se clavaron en él con distintos grados de incredulidad. Bueno tres… a Harry se le antoja que todos en ese lugar lo miran impresionados, pero lo cierto es que Hermione había esperado que la insultara, que la intentara humillar por ser hija de muggles o quien sabe qué cosa podría decirle. 

Ron esperaba algo parecido a lo de Hermione. Incluso esperaba que la empujara, que la corriera sin siquiera advertirle.

Harry por su parte, había esperado que se negara. Que hiciera un berrinche como los de antaño, como cada vez que quería que las cosas fueran a su manera.

Draco repentinamente divertido, les dirigió una sonrisa de suficiencia.

— Parece que el grupo de leoncitos se quedó mudo. —sus ojos se clavaron en Harry con una intensidad que lo incomodó.

Hermione se corrió unos milímetros y si bien Harry quedó libre para estar cara a cara con Malfoy cuándo este término de acercarse, Ron seguía teniendo una vista bloqueada del rubio.

—Hermione... —dijo el último dudando unos instantes— ¿qué haces?

—Órdenes de Harry. —al ver la confusión en el rostro de su novio, aclaró— Del Harry de la carta. Pidió que nadie toque a Malfoy —ella se negaba a decirle Draco, por mucho que ese Harry lo hiciera con naturalidad— En la carta dice que tu no vas a poder contenerte, pero es vital que no lo toques. 

Harry, desde el fondo de su corazón, agradece que lo pusiera en esos términos. En la segunda parte de aquella carta, más bien parecía una petición desesperada. No una orden casi militar, como ella lo hizo sonar.

— ¡¿Pero qué?! —pregunta, sorprendido y ultrajado, mirando a Harry.

— Yo no sé nada Ron. Recién leo esa parte. 

Por un segundo duda, pero se imaginaba que este no les haría ningún caso hasta leerlo el mismo. No quiere, pero decide que lo peor es dejarlo libre. Harry le extiende la carta a Ron y espera que este no repliqué en voz alta lo que lea. 

Su amigo lee la PD completamente herido. 

—Ni que fuera un idiota—dice ofuscado— Si la carta dice que va a doler, pero no hay que tocar a Malfoy no lo va a hacer. —les explica.

Harry asiente y para él basta, pero Hermione solo lo mira conservando su posición. Ella no va a fiarse o, al menos, no faltará a la petición que se le hizo. 

Otra vez siente que se ahoga, otra vez la ansiedad le golpea las entrañas y le eriza la piel. Esa cosa oscura en el fondo su mente grita y queja amenazadoramente.

—¿Listo? —preguntó Malfoy mirando a Harry cuando su mirada se cristaliza ansiosa. 

—Listo. —confirma Harry con el estómago duro y apretado.

El rubio vacila mientras mira una vez al suelo. 

—Yo... —dice Malfoy dudando unos instantes, con una clara incomodidad en la voz— Ha-Potter, esto va a doler. Mucho. —aclara, como si eso ya no hubiera quedado muy obvio para él— Yo... yo solo quiero que sepas, siendo tu, que no me agrada eso. Y te pedí que no fueras tan idiota como para obligarme a hacerlo. Pero tu jodido instinto Gryffindor te nubló la razón.

— Solo hazlo Dra-Malfoy —dijo Harry intentando no pensar en que casi lo llama por su nombre, en que el Harry de antes, al parecer sí llama a Malfoy por su nombre y mucho menos quería pensar en que a Malfoy le molestaba causarle un dolor terrible.

— Bien —responde arisco, con una mueca de desagrado.

Harry lo ve moverse hasta quedar frente a él. Sus pasos hacen eco entre el silencio. Oye su respiración y la siente igual de agitada y estrangulada que la suya. 

Se para frente a él, lo suficientemente cerca para que Harry pudiera apreciar lo blanco que le nacía el cabello en las raíces. Tan cerca que Harry descubre que los ojos plata de Malfoy tenían pintas azules escondidas. 

Malfoy levanta su varita del suelo y pega su frente a la de Harry, haciendo que él salte un poco debido al mechon prominente de pelo que cogió para tal acción.

Quiere retroceder y siente a Ron y a Hermione contener el aire. 

—Realmente lo siento —susurró tan bajo y quedo que no duda ser el único que oye la angustia en su voz—En verdad desearía que no me obligaras a hacerte daño...Simul et perfecta —susurra con su cálido aliento golpeando la boca de Harry.

Se queda petrificado viendolo, sintiendo el dulce aroma colarse por las capas de mugre en su piel y gravarse en su piel. Pero no pudo hacer nada luego de notar esto, el dolor comenzó.


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