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Nada es lo que parece (Drarry) por LalaDigon

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Cuando desembarcaron en Hogwarts Harry sentía su corazón palpitar descontrolado. Nunca había salido de Bulgaria, su madre desechaba cualquier idea de plano o se volvía loca con la sola mención de que él se alejará de aquel país. Sabía que todo radica en la guerra. En aquella guerra en la que se vieron forzados a escapar de Inglaterra.

Nunca hablaban mucho de ello. Ella solía echarse a llorar cuando Harry sacaba el tema, pero su padre se había sentado con él ese verano para explicarle el origen de su nombre, una vez que puso el grito en el cielo cuando ella amenazó con no dejarlo ir con Viktor al torneo.

Entendía que fuera sobreprotectora, entendía que hubiera vivido momentos tristes en Inglaterra, pero Harry deseaba con todo el corazón conocer aquella escuela que tantas veces su padre y sus tíos nombraron. Harry en verdad iba a ir. Así le tocará escaparse. Por seguro su padre, conocedor de sus deseos visto que incontables veces le rogó por que lo lleve, imaginó sus planes de fuga.

Harry Severus Potter.

Severus fue el mejor amigo de su madre en la infancia y cuando este se enteró de los planes de un loco por matarlo —sin él haber llegado a nacer—, un loco que quiso e intentó copiar a Grindelwald, pero que al final se había vuelto mucho más sanguinario en el camino, se interpuso. Al parecer Severus se enteró sin querer que este chiflado intentaba dar con sus padres para matarlo a él y murió entregando su vida con tal de darles la oportunidad de escapar.

La noche que estuvo destinado a morir —y aquello lo había dejado más traumado de lo que quería reconocer— cuando Voldemort convencido lo fue a buscar, lo único que encontró fue la casa vacía de los Potter y en su lugar Snape murió. Aquella noche Harry se salvó, sus papás huyeron al único lugar seguro por esos tiempos, al único lugar donde Snape les dijo que Voldemort no los iba a buscar: Bulgaria. Específicamente a una casa abandonada en las montañas, una choza perdida y recóndita que nadie hallaría hasta que fuera muy tarde.

Harry no es que no entendiera que ella se pusiera nerviosa, pero ese loco había muerto. Dumbledore, el actual director de Hogwarts, lo había matado. Harry estaba a salvo, o todo lo a salvo que podía estar, ya que adoraba meterse en cuanto problema hubiera rondandolo.

Al final, su padre consiguió convencerla, al final Harry tendría su oportunidad de vivir la gran aventura con la que siempre soñó. Por eso, cuando vio la impresionante estructura del Castillo, abrió la boca sorprendido como agradecido.

—Es hermoso —susurró Viktor impresionado.

—Es muy verde —masculló Pavel ensimismado.

—No hay nieve —murmuró él enamorado de aquella tierra nada más verla.

Cuando los tres entraron al Castillo seguidos por sus compañeros todos susurraban y comentaban lo mismo, después de un tiempo dentro del barco aquella casi cálida estancia era un oasis. Se pusieron en posiciones y tomando su bastón se paró frente a Viktor.

—Intenta no caerte Krum —se burló acomodando su túnica— No queremos que el buscador estrella se lesione.

—Cállate Potter —murmuró su amigo nervioso.

Harry se rió a carcajadas y espero el momento de entrar. Igor les había hecho hacer una coreografía de presentación. Quería demostrar lo imponentes que podían ser los chicos de Durmstrang. Harry sopló su flequillo para correrlo de sus ojos y se ajustó las gafas. Como ya media su buen metro setenta y cinco, era uno de los últimos. Viktor no era tan alto, de hecho, Harry le sacaba media cabeza, pero como era una estrella, debía entrar al último.

Igor y su poca originalidad aburrían.

Miró aburrido a sus compañeros cerca y se encogió de hombros sin prestarles mayor atención. Desde que le habían informado el año pasado que iba a participar de aquello, se había entrenado al máximo. Sentía su túnica ajustarse sobre su pecho y sonrió con soberbia. No tenía nada que envidiarles a esos chicos mayores que siempre iban por todo el colegio presumiendo. Su padre lo había hecho entrenar día y noche para que ganara más masa muscular y sumado al Quidditch del colegio, podía presumir de un cuerpo casi soberbio.

—Potter, ya sabes que no quiero que hagas ninguna estupidez —le advirtió Karkarov empujándolo al pasar.

Harry hizo una mueca y miró a su director con odio. Nunca lo dejaba hacer nada divertido. Karkarov y él difieren en un sin fin de cosas, desde su arrogancias y petulancia, hasta sus ínfulas de superioridad, pasando por su mentalidades cerrada con los muggles y su maldita mala costumbre de intentar abusar de la imagen de su mejor amigo. Sus padres despreciaban todo lo que Igor representaba y tanto Karkarov como Harry, se despreciaban mutuamente.

A su espalda, escuchó la risita de Pavel mezclada con la de Viktor y sus mejillas enrojecieron. Karkarov detestaba a sus padres tanto como estos a él, su padre le había dicho que años atrás había sido uno de los seguidores de Voldemort, pero que huyó cuando este murió. Si hubiera sido por su madre Harry nunca hubiera asistido a una escuela dirigida por él, pero como su segunda opción era Hogwarts y eso estaba fuera de los límites por esos momentos, se tuvo que resignar. Harry no sabía cómo inició la enemistad, no sabía si fue un odio residual, visto que su vida constituyó la muerte del amo de ese bastardo, o si fue el mal talante que tenían sus padres hacía ese hombre, lo que fuera que inició esa carrera de odios, poco importaba ya. Harry lo despreciaba por sus comentarios, por sus ofensas y su arrogancia. Sus modos, sus modales, sus idiotas dientes chuecos... La lista no conocía principio o fin. Por eso disfrutaba metiéndose una y otra vez con él.

Claro que eso solo dio como resultado tener al director pegado a su nuca. Había ido tantas veces a dirección que el primer año había temido que sus papás lo retaran. Su mamá intentó hacerlo, pero su padre solo se río y desordenado su pelo le dijo que llevaba sangre Potter y ese era uno de los riesgos. Harry jamás se volvería a salvar tan rápido de un problema, pero lo siguió intentando cada día cuando su madre era llamada a dirección por sus actos.

—Ya lo oíste Potter —canturreo Pavel a su espalda— Ninguna estupidez.

—Cállate Pavel —dijo Viktor defendiéndolo— ¿Lo harás no?

—Claro que sí Krum, ¿desde cuándo me importa un comino lo que él diga?

Viktor sonrió asintiendo y miró burlonamente a Pavel.

—Así se habla Potter, yo te secundo.

—Nos vamos a meter en problemas —susurró el búlgaro mucho menos convencido que ellos y fue su turno de reírse.

—Siempre puedes bajarte —ofreció elevando una de sus cejas

La familia de Pavel era muy respetada. No es que su amigo intentara hacer las cosas bien solo por vocación de lame botas, el rubio en verdad se metía en serios problemas cuando las ocurrencias de Harry los llevaba a los tres frente a la puerta de Karkarov.

—Cállate Potter —masculló Pavel con los dientes apretados.

—Vamos, no seas gallina —lo animó Viktor con una sonrisa amena.

—A ti porque te ama no te preocupa —resopló molesto por la insinuación.

—Déjalo Pavel, él siempre da la cara por ti. Si te da miedo sigue su estúpida coreografía y ya.

Un silencio molesto se instaló entre los tres, pero Harry no bajo la vista o el mentón. No le agradaba nada cuando alguien, así fuera su amigo, le sacaba en cara a Víktor que se aprovechaba de su imagen y su fama.

Desde lejos, todos cometen el error de creer que era un chico serio y reacio, Harry mismo lo hizo, pero si veían con cuidado, se darían cuenta que era el mejor de los tres. Y no necesariamente solo en el terreno de lo deportivo. Viktor era bueno por naturaleza, pero aprendió a ser reservado y callado. Oías mejor la falsedad ajena en silencio que hablando. Una estrella joven como él aprendía rápido que todos intentaban usar algo de su imagen a su favor, todos querían un pedazo del Buscador de Bulgaria. Harry nunca podía terminar de concebir vivir de esa forma. Desconfiando de cada persona que se te acerca, soportando los idiotas que intentan sacarte provecho, los que dicen admirarte solo para usarse. 

Pavel, poco a poco empezó a recapacitar sobre lo que había dicho y resopló alzando las manos rendido.

—¡Vale vale! —juró su amigo algo tembloroso— ¿Qué más da?.

Harry ladeó la cabeza y vio cómo sus ojos negros se entrecerraban estudiando su bastón. Harry y Viktor habían encantado los bastones para que después de unos cuantos golpes contra el suelo se prendieron en llamas. Ellos eran los que cerraban la marcha y sabían que su final iba a ser el broche de oro que un inútil sin visión como Karkarov no podía ni imaginarse.

Cuando inmensas e imponentes puertas se abrieron sus compañeros empezaron a entrar uno tras otros. Los tambores resonaban con fuerza al compás de los gritos de guerreros que soltaban de tanto en tanto.

—Tu vas Pavel. —Dijo Harry con un susurró— cinco veces seguidas lo golpeas después de Krum— le recordó.

—Joder —gimió avanzando rápido.

—¿Tu crees que lo hará? —murmuró Viktor divertido.

—Claro que si, no va a dejar que un junior como yo demuestre que tiene más huevos. —Viktor soltó una carcajada.

—Los tienes Potter. —dijo dándole una palmada en la espalda. Era su turno de salir. Aclarándose la garganta vio a su mejor amigo.

—Ya lo creo que sí.

Caminó a paso firme y cuando estaba por pasar las puertas del comedor su pecho empezó a palpitar al ritmo del fuerte tambor.

Cuando fue su turno de salir puso una mortífera expresión y avanzó decidido. Sentía la adrenalina que emanaba de los alumnos que jadeaban sorprendidos viéndolos. Cuando escucho los pasos fuertes de Igor a sus espaldas y vio a sus compañeros abrirse dejando una pasarela para que pasaran, dio una mirada a Pavel. Podía verse ligeramente asustado, sabía que Igor los iba a matar cuando estuvieran en el barco pero le guiño un ojo. Viktor estaba de su lado y eso reducía los problemas, cuando un precioso fénix salió de la varita de Andrey, Harry asintió dando la señal y los tres golpearon sus bastones con fuerza. Una jadeo generalizado se alzó a su alrededor cuando Viktor y Pavel se pasaron a su lado y los tres bastones se incendiaron en simultáneo. Sincronizados se hincaron sobre su rodilla izquierda y lanzaron al aire sus bastones. Cuando una bola de fuego flotó sobre sus cabezas, los tres sacaron sus varitas y soplaron una bocanada de fuego. Cuando chocaron los tres fuegos con los bastones una sonora explosión resonó y un Dragón de fuego desplegó sus alas y empezó a recorrer todas las mesas.

Harry miró a Viktor que admiraba su labor orgulloso y Pavel impresionado. Con último grito casi Vikingo de los tres, el Dragón implosionó y el escudo de su escuela quedó suspendido brillando mientras el fuego se consumía.

El silencio reinó lleno de fuego y vigor. Esos eran los chicos de Durmstrang. Fuertes, valientes, duros, letales, legendarios. Eso eran ellos, hijos del frío y el fuego, crudos como el peor de los inviernos, fuertes como el hierro. Harry amaba ser un chico Durmstrang.

Los vitoreos tardaron un segundo en llegar y cuando Karkarov le dio una dolorosa palmada en la espalda supo que iba a tener problemas, pero Viktor estaba a su lado y eso siempre era bueno para él y la detención.

Los tres caminaron con suficiencia, casi arrogantes hasta donde encontraban sus propios compañeros alentandolos como sendas sonrisas. Andrey era el único que lo miraba a él con una expresión de resentimiento, él le había robado su gran final y lo sabía. Harry le devolvió una sonrisa de suficiencia. Eso le iba a enseñar a no volver a meterse con él por su edad.

Mientras iba caminando por el pasillo un destello platinado atrajo su atención, viró un poco la cabeza y sus ojos chocaron con unos impresionantes grises.

Impresionado, casi suelta un jadeo. Era por lejos uno de los hombres más hermosos que había visto. Su pelo platinado caía sedoso hasta sus ojos y parecía tan suave que Harry no dudo que al tacto sentía tan etéreo como la misma seda. Sus rasgos eran finos y delicados, su boca imposiblemente rosa se veía suculenta desde su lugar. Solo el fuerte empujón que le propinó Karkarov evitó que Harry se diera media vuelta y fuera a buscarlo inmediatamente.

—Muévete —gruñó el director con poca paciencia y el contacto visual se perdió.

Ligeramente turbado Harry caminó tras Pavel y le dirigió otra mirada al alumno de Beauxbatons este le lanzó una sonrisa de costado triplicando las pulsaciones de su errático corazón.

Harry lo supo, supo que si su nombre no entraba en ese cáliz no importaría. Otra aventura mucho más encantadora se presentó frente a sus ojos


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