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Katze por Arwen Diosa

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Capítulo 2.
 
 
Una clásica cinta amarilla con grandes letras negras que decían: No pasar. 
El sonido retumbante de una ambulancia a lo lejos. 
Entre suaves murmullos de personas curiosas aglomeradas destacaba la monotonía del sonido de un cepillo grueso y agua contra el asfalto.
Alguien dijo: - Esto parará en el drenaje. 
 
 
Sin embargo, a pesar de la apariencia de calma en las calles de Mistral Park hace unos momentos hicieron eco los gritos de un mestizo de cabello negro, la gente que presenció los hechos podría testificar la velocidad de los movimientos del élite rubio para intentar socorrer a víctima que yacía en el suelo. 
Una cápsula médica salió de una ambulancia que llegó a velocidad prohibida de donde descendió otro rubio, muy parecido a Raoul Am, dirían los testigos, que ladró especificaciones de cómo proceder con el cuerpo sin dañarlo más, subió a los otros dos a la ambulancia y partieron incluso dejando estela de las luces que la caracterizaban. 
Atrás se dejó un objeto olvidado. Mucha tierra mezclada con grandes y pesados trozos de piedra que en algún momento fue blanca, ahora salpicada de un rojo intenso y grumos informes de tejido sangriento. 
El cepillo y el agua también se encargó de todo eso.
 
Riki estaba sentado con los brazos caídos en un extremo alejado dentro de la parte trasera de la ambulancia. Acababa de ver la espalda de Iason dejando con rapidez el vehículo detrás de Raoul  que corría junto a la cápsula medica. Dentro de ese espacio parecido a un féretro de cristal anunciaba la noticia que al parecer ambos blondies se negaban a ver. 
Desde el principio, desde que lo vio supo que katze se había ido. ¿Qué tanto podía hacer la tecnología médica para revivir a los muertos? Iason y él volvieron de Dana Bhan pero ambos tenían materia cerebral. El cerebro era irremplazable, incluso para un Élite, lo único orgánico era su cerebro mejorado. 
Katze…
Riki desvió la mirada para dejar de ver los rastros de jeringas vacías y demás viales que estaban en el suelo, Raoul había aplicado con experimentada precisión un cóctel de fármacos para lograr algo…  
En la pared interna de la ambulancia frente a él estaba la huella de la mano de Iason, una huella con la sangre de Katze. Se puso de pie con brusquedad al ver que él mismo tenía sangre en sus manos y en su ropa.
Tenía que salir de ahí.
 
 
Todo estaba cubierto por una luz azulada, el brillo luminiscente de las algas marinas se reflejaban sobre cualquier superficie a tocar con sus suaves colores .
Del piso al techo el cristal marcaba la frontera entre las personas y el agua. El acuario  gigante en la que estaban alojaba la más exótica colección de animales marinos que los mundos conocidos podrían tener. Una variedad armoniosa de ejemplares que conformaban un ecosistema marino que además de entretenido era hermoso para los sentidos.  
Dos hombres altos y ataviados con elegante ropa abrigada por la época fría del año que azotaba Amoi compartían unas horas de su ocupado horario. 
El Acuario que visitaban era relativamente nuevo, pero seguramente seguiría ahí por mucho tiempo. Sin embargo, Raoul y Katze no perdían oportunidad de disfrazar sus mutuas ganas de verse. Al principio de su acercamiento con verse o hablar de manera regular era suficiente, pero el resultado que esperaba Raoul era diferente, mientras más veía a Katze más pensaba en él, más tiempo cerca lo quería. Atender su necesidad sólo creaba mas. Con la excusa de trabajo y negocios se dejaban envolver en sus constantes “reuniones” que no eran más que citas. Una vez a la semana para cenar ya no era suficiente, ahora aprovechaban cualquier excusa de su horario disponible para invitar al otro al almuerzo, cena o a la mitad de la jornada.  Como esta ocasión, visitar un acuario a la mitad de la mañana. 
Katze sabía que Raoul lo estaba mirando, mientras casi tenía colada la nariz al vidrio para entender el intrincado trenzado de tentáculos de dos pulpos sentía la intensa mirada verde del élite sobre sí mismo. Agradecía el reflejo azul sobre su piel, de lo contrario Raoul vería sus mejillas sonrojadas. 
-No estoy seguro, pero creo que ayude a conseguir este – Katze se apartó del cristal y señaló con la cabeza hacia los pulpos.
Raoul sólo afirmó en respuesta. Demasiado ocupado en formular una mientras se deleitaba de los rasgos por lo general maduros y alertas ahora parecían casi infantiles bajo la luz luminiscente que pintaba la tez pálida de Katze, su mirada dorada parecía oro líquido. Raoul sólo ahogó un suspiro.
De mala gana apartó la mirada del pelirrojo para ver las criaturas en su hábitat artificial. Katze casi colaba la nariz en nueva cuenta en otro extremo. 
Cuando sintió a Raoul detrás de él se puso derecho y fue su turno de admirar al rubio. Su exuberante cabello rizado caía en gruesos mechones ordenados como cascada de miel pura. Su ropa blanca bañada por la luz azul iluminaba sus ojos como fuego verde. A Katze le temblaban las rodillas cuando pensaba en lo intocable y hermoso que era Raoul. 
-¿Moluscos gasterópodos?  
Raoul señaló a las criaturas que se enredaban sobre si mismas a pesar de sus voluminosos caparazones. Lentos y flemosos. No era una vista muy agradable a comparación de toda la gama de variedad  que existía ahí. 
-Caracoles – resumió Katze con simpleza. 
Por unos segundos vieron a dos caracoles enredarse entre ellos, casi como si ejecutarán un baile o bien podía interpretarse como un beso muy baboso. La fricción entre ellos parecían caricias o incluso mordiscos.
Para Raoul no pasó desapercibido la sonrisa de lado de Katze y el cambio de pie mostrando un poco su incomodidad. Sin embargo, estaban en Amoi y las mascotas ejecutaban esta acción de una forma mucho más explícita.
-Se están apareando.
Raoul tuvo una dosis de satisfacción al ver que katze se mordía el labio ante su declaración, ¿Vergüenza? 
-Lo se, -respondió Katze recuperando su expresión limpia – estos caracoles en particular son hermafroditas y de hecho se estaban cortejando antes de llegar a aparearse, buscan pareja a través del olfato y son muy táctiles – dibujo una sonrisa de lado – tienen un aparato parecido a un aguijón llamado “dardo del amor”. Puede que sólo uno lo clave… al otro o ambos clavarse… ¡Vamos Raoul! No te rías de mí.
El élite no se reía exactamente pero noto que su sonrisa había crecido.
-Te estás sonrojando Katze – aclaró Raoul, disfrutando de la coloración en esas mejillas  que parecía expandirse hasta las orejas – También me complace que conozcas sobre estas cuestiones, muy pocas personas hacen de la conversación algo agradable.
Parecía que algo se calentaba dentro de Katze, un halago nunca había acariciado su ilusión antes. Como un suspiro rozando su corazón hambriento.
Desvió su mirada antes de incomodar a Raoul. 
En silencio caminaron a lo largo de un pasillo rodeado de vida submarina, pasando la mirada sin detenerse. Disfrutando del roce de su ropa, sin poder apartarse del otro, de todas formas el pasillo era estrecho. 
Pero cómo les gustaría a ambos algo más íntimo que el roce casual de la ropa, el roce de sus labios no estaría mal para empezar.
Raoul no iba a dar el primer paso aún, temía asustar a Katze y perder su compañía. Favorecía al tiempo, quizá lograr un poco más de cercanía primero. 
Katze a su vez temía no ser suficiente para Raoul y ofender con propuestas absurdas. 
Ambos pararon al mismo tiempo al final del pasillo,  los codos juntos. Rodeados sólo por el sonido de los movimientos del agua y el suave chasquido de los peces. 
-Katze – el pelirrojo cortó su respiración cuando la mano de Raoul tomó su hombro, bajó lentamente por su brazo hasta detenerse en el codo. Una caricia suave con una mano increíblemente fuerte. Nunca nadie lo acarició.
Disfrutando del contacto más allá de lo pensado Raoul continuó:
-¿Te sientes atrevido? – Raoul entrecerró los ojos poniendo una expresión retadora, disfrutó mucho ver a Katze sonrojarse de nuevo.
-¿De que hablas Raoul? – hace muchas citas que la barrera social no existía entre ellos a la hora de comunicarse. Así que katze no ocultó su aversión a la pregunta de Raoul.
-Quiero invitarte a una salida especial mañana al atardecer. 
-¿Especial? – repitió Katze curioso – Mañana llega Iason.
-Puedo esperar que estés libre, no hay problema. Sólo avísame y te recojo. 
-Bien ¿De qué se trata, porqué especial?
Raoul sopeso el informarle o no. Supuso que explicarle mejor los planes no arruinaría la experiencia.
-Salto tándem. 
Katze elevó las cejas, el blondie nunca había propuesto nada  que salga de la etiqueta, una práctica extrema estaba fuera de todo pronóstico, eso le gustó. De hecho esto le daba a conocer una nueva faceta del élite.
-No sabía que te gustaba saltar de aviones Raoul.
-Me alegra que no tenga que explicar nada – elogió Raoul subiendo de nuevo en una caricia lenta – Salté un par de veces, ¿Quieres venir conmigo está vez? Saltaríamos unidos por un mecanismo de seguridad, juntos. 
Muchas cosas calentaron a Katze. La caricia, el elogió, la palabra “juntos”, la idea de saltar millas de distancia al suelo atado a Raoul. ¡Júpiter! Katze podía derretirse.
Se arregló el flequillo a falta de hacer algo ante la paciente sonrisa de Raoul.
-No lo se… bueno… - no pudo evitar sonar nervioso – No lo hice nunca… pero si estás ahí… guiando ¡Será inolvidable!
-No te preocupes, no usaré mi dardo del amor – intentó bromear para relajar al pelirrojo.
Fue la primera vez que escuchó una carcajada de Katze, mientras botaba ligeramente la cabeza atrás y se tapaba la boca, el sonido de su risa confirmó sus sospechas: quería a éste hombre y lo quería para poder abrazar, acariciar y besar. Nunca soltarlo. Después del salto y  aterrizar le daría un inolvidable beso. 
 Katze se disolvió en el aire junto al eco de su risa, también el acuario que los rodeaba. Quedó solamente unas paredes desnudas, metálicas y grises. Hacía mucho frío.
Raoul nunca había maldecido su capacidad de recordar a tal precisión antes, pero ahora… sólo quedaba eso, recuerdos y una insospechable cantidad de incredulidad. Katze, se fue. Murió.
No había mucho que hacer, la cápsula médica había detectado un débil pulso pero por más asistencia de emergencia o medicación para poner su corazón en marcha, no pudo mantener a Katze vivo. La herida en su cráneo era terriblemente grande, la materia cerebral faltante era evidente con sólo mirar. Por una especie de ángulo al caer, la maceta rallo el parietal y occipital izquierdo llevándose todo el cerebro de esa área, dejando de alguna manera sus ojos intactos.
Los tenía entreabiertos.
Tendido en la cama metálica, como un espécimen marchito.
A Raoul le temblaban las manos, la única muestra de su sufrimiento. Llevo sus dedos temblorosos a acariciar la piel expuesta del  cuello recién lavado, no había rastros de sangre. La cápsula había lavado la mayor cantidad, el resto tendría que hacerlo él mismo ahora que estaba en la morgue del hospital. 
Raoul se recuperó tragando grandes cantidades de aire, no podía llorar, las élites estaban impedidos físicamente, pero aún podía gritar. 
Recuperando un poco de  compostura enlisto mentalmente todas las cosas que quedaban por hacer. Al menos con algunos objetivos claros podía ser funcional por ahora.
Tenía que hacerlo. 
Era Katze y no podía dejar que nadie más lo haga. 
Fue declarado muerto antes que el equipo médico que los esperaba pueda cambiar la ropa de Katze y siquiera  empezar una cirugía de emergencia. Aún estaba vestido y con todas sus pertenencias en los bolsillos. 
Con el respeto profesional de un médico y la amargura entrando y saliendo por cada poro de piel Raoul desnudó a katze. Ninguna acción que se tomará como sepelio iba a ser con esa ropa manchada de sangre.
 Al sacar la última manga de su camisa gris un papel rectangular y pequeño salió del bolsillo del pecho. Vacilante Raoul lo tomó.
Miro a Katze como si esperará que lo explicara. Pero nada saldría nunca más de esos labios.
Raoul necesitó mucha fuerza para permanecer de pie. En sus manos tenía una declaración. El papel tenía escrito su nombre con tinta negra, tres puntos seguidos de un corazón pintado con el mismo color. Sobrio y de caligrafía elegante. 
¿Qué? ¿Por qué?
Raoul tenía suficientes preguntas para este mundo que se quedó sin respuestas. 
Necesitaba saber más.
Dejando el papel a un lado busco en todos los bolsillos de su ropa. 
En la billetera sólo tenía lo esperado sin particularidades, sus llaves, la infaltable cajetilla de cigarros, un encendedor, un bolígrafo de tinta negra, un frasco con pastillas para el dolor y su reloj de varias funciones. 
Cuando la puerta se abrió de repente Raoul guardó el papelito con su nombre. Iason ingresó a la habitación fría
Llevaba otra ropa y no la manchada de sangre de hace unos momentos. Seguramente hizo que su mueble trajera ropa limpia. Iason espero sin acercarse a que Raoul terminara de cubrir con una sábana blanca el cuerpo desnudo de Katze.
Iason esperaba muchas cosas dentro de esa habitación, pero no encontrar a su hermano élite con dolor evidente en la mirada.
Estaban frente a frente con el cuerpo sin vida de Katze de supino al medio. 
-¿Qué pasó Iason? Vi a Katze está misma mañana… él… - Raoul quiso decir “nosotros" pero se detuvo al darse cuenta de lo difícil que era hablar.
-Katze estaba en el momento equivocado en el lugar equivocado – Iason pasó su mirada de su hermano a la figura cubierta por tela blanca – Un claro accidente desafortunado.
Para Iason fue aterrador descubrir que no podía decir la verdad. Cerró la boca manteniendo la lengua detrás de los dientes, consciente por primera vez de su dureza, evitando mirar el CADÁVER de Katze. Esas palabras destallaron algo en Iason.
¿Qué tan responsable era de esto? Él empujó la maceta sin quererlo. 
-Un accidente – repitió Raoul bajando la cabeza al mesón metálico y amenazando con destrozarlo al apretar los puños.
Levantó la mirada encontrando a Iason rodeando el mesón y acercándose a él.
-¿Qué sucede Raoul? Pasó algo más. 
La inestabilidad y conmoción que mostraba Raoul alteró aún más a Iason. Parpadeo un par se veces ante la anomalía.
-Pasaron muchas cosas Iason – la última palabra salió más enojada de lo previsto, pero Raoul no tenía la fortaleza para disfrazar su dolor. Katze estaba muerto. 
Raoul un blondie jefe del departamento de Biotecnología de Amoi y principal neurocorrector, era un genio capaz de manipular el gen humano y otras especies conocidas, conocedor de mutaciones y alteraciones en el código genético con la capacidad de estructurar creaciones nuevas y maravillosas. Detrás de todo el resultado mostrado públicamente estaba el frío Raoul Am que en nombre de la ciencia y una curiosidad nata usaba como sujetos de experimentación material genético vivo. Muchos temían a Raoul, los tontos insensatos que no le temían terminaban su existencia dentro de un frasco. Además, de nunca dudar en borrar la memoria de sus propios hermanos élites si lo ameritaba.
Verlo en ese estado agitado, apretando el mesón, la respiración desacompasada y rizos desordenados preocupó a Iason, atribuyendo erróneamente a cualquier otra cosa y no creyendo posible que sea la muerte de Katze la responsable. 
Los muebles mueren todos los días, los humanos aún más, se dijo Iason.
¿Por qué la muerte de Katze afectaría a Raoul? Alguna vez tuvieron que entablar negocios juntos. Sin embargo, eso no significaba nada. 
-¿Qué sabías de él Iason? Fue tu hombre por casi 13 años ¡Dime! – incapaz de aguantar el silencio en el que se envolvieron Raoul levantó la mirada y arremetió.
Reconociendo que no tenía suficiente cálculo sobre la situación para poder manejarla se negó a responder. Se negaba a dejarse gritar sea cuál sea la razón por éste Raoul alterado. Miró los objetos sobre la mesa, reconociendo el encendedor.
Metálico pintado en azul marino, con la cantidad de años que tenía esa cosa debería estar en la basura, pero sorprendentemente se veía nueva, algún raspón en las orillas pero sin importancia. Al levantarlo se percató que era el mismo que le dio él a Katze la noche que lo dejó trabajando para el mercado negro. 
Su primera noche fuera de Eos le puso un cigarrillo en la boca y le tendió el aparato, le dijo que algunos humanos fuman para calmarse, Katze apenas un jovencito se veía pálido como la muerte.
Al examinar el encendedor de cerca vio que era el mismo, sin duda, su memoria no fallaba. Al abrir la tapa salió la chispa, sorprendente.
-Katze era leal – respondió a Raoul y cerró el encendedor– Lo conocía lo suficiente para confiarle mi vida y la de Riki. Fueron…
-Confiabas en él para poder usarlo pero más allá, no sabes nada – renegó Raoul sintiendo que un poco más y abollaría la mesa metálica.
-¡Para Raoul! - Iason entrecerró los ojos, el hielo en ellos brilló amenazante - Al que no reconozco eres tú.
Analizando los datos que tenía Iason recordó la forma desesperada, profesional pero no fría impersonal que Raoul mostraba siempre, desde que salió de la ambulancia estaba diferente a su forma natural de ser. 
Alterado. Conmocionado. Fuera de sí.
Raoul se movió rápido como si esperará que Iason lo detuviera. Alcanzó una pantalla de un cajón adherido a esa mesa metálica. Apretó algunos botones y una capa de vidrio comenzó a cubrir toda la superficie, pasando sobre el cuerpo de Katze como un ataúd. Aislaría el cuerpo y lo mantendría fuera del riesgo de descomposición. Si no fuera por la terrible herida en la cabeza, parecía que dormía.
Iason espero un poco más, sabía que algo estaba preparando Raoul. 
Una pantalla de luz holográfica salió de la tableta mostrando una silueta masculina. A lo largo del cuerpo mostraba varios puntos rojos, algunos más grandes que otros.
-Vamos a ignorar la causa de la muerte, pero veamos lo demás ¿Quieres Iason? La cápsula hizo una revisión completa a Katze.
Iason encontró tantos sentimientos luchando dentro de Raoul que incluso agitaron los suyos. 
-Para empezar, mira la clavícula izquierda, osificación reciente de cinco o seis semanas. Estabas en Amoi  cuando esto estaba fresco ¿Sabías que estaba lesionado? Pasemos – no espero respuesta – en el pulmón derecho un carcinoma de… resumiendo, tumor de al menos dos centímetros. Seguramente tenía síntomas de cáncer de pulmón, cuando tenía reuniones con él no mostraba ninguna señal ¿Sin embargo, fuiste capaz de  ver alguna?
Apretó los dientes intentando contener su enojo, el objeto de su rabia era la expresión desapasionada de Iason, quería golpear esa perfecta nariz para ver alguna señal de afectación al menos. Pero, Raoul reconocía que detrás de la bruma de dolor que él sentía, había una ira intensa. Con sus palabras sólo estaba proyectando su enojo, una frustración que amenazaba con cuestionar todo lo que sabía. 
Culpaba a Iason por muchas cosas pero Raoul que veía al hombre que había debajo de la fachada de ex mueble o comerciante, nunca vio señales de dolor o malestar.
-Era un profesional Raoul, si podía manejar la situación katze no vendría a quejarse. Más allá de eso, sabía que su trabajo era valorado.
-¿Lo sabía Iason?
Iason alzó la mirada, había estado hablado con los ojos cerrados como acostumbraba, dándole un aura cómoda y natural de confianza. Evitó mostrar que no se sentía de esa forma.
Raoul apagó la tableta disolviendo el holograma de toda la lectura médica que había realizado la cápsula, su propósito no era entretener a Iason.
-Costillas rotas al menos tres veces. Anemia. Escoliasis en la columna – Raoul tomo aire para evitar gritar – El hombre al que le confiabas tu vida tenía la vida de un perro callejero estando bajo tu cuidado.
-Basta Raoul - Iason alzó la voz, no soportaría que le cuestionaran nada sobre el manejo de sus pertenencias… ¿Katze era sólo una cosa que le pertenencia, verdad? Una cosa rota ahora - ¿Qué sinsentido estas hablando? ¿Qué quieres? ¿Por qué te importa?
-Quiero a Katze de vuelta.
La magnitud de su necesidad golpeó a Raoul, alarmado consigo mismo abandonó la habitación azotando la puerta al salir.
Iason sólo lo siguió con la mirada para luego casi lentamente trasladar sus ojos como hielo al rostro de Katze. 
Observó por unos momentos la mirada dorada ahora desenfocada. Iason levantó una mano depositándola sobre el cristal que cubría a Katze. Casi al nivel del corazón.
 
Notas finales:

Mañana la continuación.

Déjame saber lo que piensas.

Nos leemos!


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