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Un bebé en camino por Kirah69

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Para el sábado, Derek ya había terminado con el mural. Era impresionante, parecía que el bosque se había metido en la habitación, aunque el verde de los árboles era más vivo que los de la reserva, pero parecían muy realistas, al igual que las nubes que adornaban el resto de la habitación. Cuando lo vio, le dio un abrazo al lobo a pesar de que este se mantuvo completamente tenso. Estaba deseando enseñarle el trabajo a los demás.

—Tienes talento, tío—le elogió con unas palmadas en la espalda.

—No me llames tío—replicó con su tono molesto, aunque no podía disimular el rubor que iluminaba sus orejas.

—Cierto, ¿mejor primo?

Derek gruñó y salió a toda prisa.

Esa tarde irían todos los que pudieran para ver una película y comer algo juntos. Era una costumbre que empezó siendo semanal y obligatoria para todos los miembros de la manada y ahora se celebraba dos sábados al mes a lo sumo y solo acudían los que podían o a los que les apetecía. Stiles estaba animado y ya había seleccionado varias películas que creía que les gustarían y estaba preparando unas palomitas y varios aperitivos diferentes.

—Ya han llegado—le informó Peter, seguramente escuchando los coches incluso desde la cocina al otro lado de la casa.

—¿Puedes terminar...?—le pidió, indicando la sartén en el fuego.

—Ve, yo me encargo.

Le dio un breve beso y fue corriendo a la entrada. Se detuvo en seco cuando vio el ceño fruncido de Malia y la cara de asco de Liam. El menor se cubrió la nariz y Scott puso la misma cara cuando entró tras ellos.

—¿Qué es eso? ¿Pintura? ¡Apesta!—se quejó Liam con voz nasal—. No pienso quedarme aquí con ese olor.

Se dio la vuelta y salió de la casa tal cual había entrado. Malia se encogió de hombros y salió tras él.

—Tengo que llevarlo.

—Luego os veo—les dijo Scott—. ¿Por qué están pintando?—preguntó confuso.

—Es la habitación del bebé, me mudaré aquí con él cuando nazca. ¿Quieres verla?—comenzó a subir las escaleras sin esperar su respuesta—. ¿A que es genial? Lo ha pintado Derek. Quién iba a pensar que había un artista sensible bajo esa fachada de piedra.

—Stiles, tenemos que hablar—le dijo Scott con voz seria.

—No soy tu novia así que espero que no estés cortando conmigo—le dijo en un intento de humor, aunque tenía una mala sensación en el pecho.

—No puedes hacer esto, Stiles, no está bien. No puedes cuidar de un niño tú solo y mucho menos aquí. ¿Por qué no hablas con ella? Estoy seguro de que podéis arreglar las cosas.

—¿Es que no lo entiendes? No hay nada que arreglar. Ni siquiera éramos amigos, solo nos liamos unas cuantas veces. No voy a casarme con alguien por quien no siento nada y ser infeliz el resto de mi vida para que mi hijo crezca mejor porque no será así. Tener dos padres infelices no le ayudará.

—¿Es mejor tener solo uno? ¿Es que quieres que crezca como tú?

Eso le hizo ponerse a la ofensiva. Cuadró los hombros en un intento subconsciente de hacerse más grande, aunque en una lucha física jamás tendría la más mínima oportunidad contra el alfa.

—La diferencia aquí es que yo no soy alcohólico. Cuidaré de mi hijo igual que tu madre cuidó de ti. Te recuerdo que tú también te criaste con un solo progenitor desde más o menos la misma época que yo.

—Y no fue fácil, no fue perfecto—replicó como si estuviera demostrando su posición—. Tuve que crecer más rápido que los demás niños y no tuve todo el amor que ellos tenían.

Stiles no pudo contener una risa.

—Tienes razón, no fue fácil, para tu madre. ¿Pero en serio vas a decirme que tú lo pasaste tan mal? ¿Uno de los niños más mimados de todo el colegio?—preguntó, agitando los brazos en su intento de demostrar lo ridículo que resultaba—. ¿Y en qué demonios tuviste que crecer más rápido? Ni siquiera sabes cocinar todavía, ni hacerte la colada, ni limpiar la casa. ¿Exactamente qué tuviste que hacer que no hicieran los demás niños con dos padres? ¿Y por qué no le dices a tu madre que no fue capaz de darte todo el amor que necesitabas? ¿Vamos a ver qué cara pone? ¡Cuando dejes de ser un niño podrás darme consejos sobre ser un padre! ¡Ahora fuera de la habitación de mi hijo y no te atrevas a decirme de nuevo que no puedo ser un buen padre!

—Stiles-

—Yo que tú le haría caso—le interrumpió Peter. Scott se giró hacia él y se puso de inmediato en posición defensiva. Aunque no podía verlo, estaba seguro de que sus ojos brillaban, era habitual que lo hicieran cuando se dirigía a Peter.

—¿Quién crees que eres para-?

—Esta sigue siendo la Mansión Hale—le interrumpió de nuevo y estaba seguro de que lo hacía a propósito para molestarlo—. Será mejor que te vayas antes de que decida prohibirte volver.

—¡Soy tu alfa!—exclamó intentando parecer autoritario.

Peter resopló una risa y Stiles tuvo que disimular una sonrisa.

—Eso es algo que se puede solucionar—respondió con esa perversa sonrisa suya.

—Scott, márchate, no quiero que manchéis de sangre la habitación de mi bebé.

Scott lo miró (sí, sus ojos estaban brillando) y se volvió a girar enseguida hacia Peter. Al menos se daba cuenta de quién era el mayor depredador allí. Emitió un extraño sonido de frustración y salió de la habitación, asegurándose de no tocar a Peter en su camino. Peter se mantuvo quieto por un momento, sabía que estaba siguiendo a Scott con su oído. Pudo escuchar su moto en el aparcamiento frente a la casa y cuando el ruido desapareció, Peter se acercó a él. Lo rodeó con sus brazos y le dio un beso en la mejilla.

—¿Cómo te encuentras?—le preguntó.

Stiles sintió el enfado disiparse y en lugar de alivio había una gran tristeza que por un momento no pudo contener. Se apoyó contra Peter y dejó que lo abrazara. Sentía las lágrimas arder en sus ojos. Estaba dispuesto a defender que sería un buen padre contra cualquiera, pero no podía evitar que las palabras de Scott despertaran miedos en su cabeza.

—No va a tener una madre—murmuró con un sollozo—. La echo tanto de menos y él no va siquiera a conocerla.

Ni siquiera quería imaginar cómo habría sido no tener a su madre aquellos primeros años de su vida. Su pérdida había dolido, pero la quería tanto y no cambiaría por nada aquellos pocos momentos que recordaba.

—No será lo mismo, cariño—le susurró con voz suave—. No es lo mismo no haber conocido a una madre que perderla. Ni siquiera la echará de menos con nosotros a su lado, con tu amor no necesitará a nadie más. Puede que cuando crezca sienta curiosidad por ella, pero no será porque haya necesitado su presencia. Nunca le faltará el amor ni nada que necesite.

Stiles lo apretó con fuerza alrededor de la cintura por un momento e inspiró hondo.

—Dios, tengo suerte de tenerte—murmuró con voz algo afectada.

—Eso también va para mí—se apartó, solo un poco, para poder mirarle a la cara—. No había sentido tanta ilusión en muchos años.

—¿Ilusión?—preguntó con una sonrisa creciendo cada vez más en su rostro.

—Por ti, por el bebé, por todo esto... No pensé que volvería a sentir esta felicidad de nuevo.

Su rostro se veía tan sincero, tan vulnerable. Había tantos sentimientos y recuerdos detrás de aquellas palabras. No sabía qué decir. Tomó su rostro con ambas manos y lo besó, suave y reconfortante, con todo el cariño que podía reunir. Por un momento parecía que Peter se aferraba a él con desesperación y entonces lo cogió en brazos y lo llevó a su habitación.





Scott regresaba a casa del trabajo caminando porque su moto no arrancaba por alguna extraña razón. Tendría que llevarla al taller, pero no tenía dinero para eso, se había gastado su última paga en videojuegos. Le pediría un préstamo a su madre.

—¡¿Wah?! Pero qué-.

Casi saltó fuera de su piel cuando Derek apareció de la nada. El lobo lo agarró de la chaqueta y lo metió en la callejuela de la que había salido. Scott lo miró ofendido, ya no era un crío al que pudiera arrastrar como el primer año, ahora era su alfa. Aun así, su cuerpo se congeló como en aquellos días cuando el lobo lo miró desde su posición privilegiada con los ojos brillando intensos. Su rostro no estaba transformado, pero ya daba bastante miedo al natural.

—No vuelvas a molestar a Stiles—le advirtió con una voz que sonaba más como un gruñido.

—No está bien-.

—Cállate—le interrumpió seco.

—Si el sheriff-.

—Lo sabe y le apoya. No le molestes a él tampoco—diría que sus ojos brillaban aún más si eso fuera posible.

—No puedes-. ¡Soy tu alfa!

—Eso puede cambiar. No sería difícil encontrar otro alfa o a alguien que quisiera convertirse en uno—le amenazó con voz siseante.

Por la forma en que lo decía, Scott era el alfa al que ofrecerían para que otro lobo tomara su poder. Derek debía de estar satisfecho con su reacción porque entonces se dio la vuelta y se marchó.





La habitación del bebé estaba pintada así que pasaron los siguientes días moviendo los muebles a ella y montando el armario. Como Stiles supuso, un armario no era suficiente para todo lo que había comprado Peter así que tuvieron que ir a por otro. Los tres se sintieron bastante orgullosos, y con razón, cuando la habitación estuvo terminada. El blanco y marrón de los muebles contrastaba con el azul y el verde de las paredes, todo salpicado con los brillantes colores de adornos y juguetes. Incluso el sheriff se quedó asombrado al verlo.

—Tengo que admitir que sabes hacer las cosas a lo grande, Hale—comentó y Stiles vio cómo Peter se hinchaba de orgullo.

—Es lo menos que puedo hacer por el próximo Stilinski—respondió.

Noah lo miró de reojo, una expresión en su rostro que Stiles no pudo descifrar. El sheriff terminó viendo un partido de béisbol en la televisión con Derek.

La siguiente era su habitación ahora que ya la habían vaciado de muebles. Primero la pintura y luego todos los muebles que Peter había insistido en comprar, lo que incluía una cama grande (no tanto como la de Peter pero lo bastante para dos personas) con todos sus accesorios (le encantaban las luces sobre el cabecero), un armario, un escritorio con su correspondiente silla y una estantería, todo en madera de nogal.

Peter estaba muy orgulloso del resultado, hasta que Stiles decidió colocar sus pósteres y otros adornos. El lobo insistió en comprarle también un nuevo vestuario, pero Stiles se negó en rotundo.

Entre unas cosas y otras, los dos meses y medio pasaron más rápido de lo que esperaba. Stiles se había ofrecido para acompañar a Aurora en las visitas médicas que necesitara, incluso si eso significaba mudarse a Minnesota esos dos meses, pero ella se había negado, así que solo tenía que estar allí el día del parto. Era un parto programado así que tenía un día y una hora fijados. Peter compró dos billetes en primera clase para llegar el día anterior. El lobo había dejado claro que iba a acompañarlo y Stiles no se negó.

Minnesota era justo como había imaginado. Era mediados de junio, estaba nublado por completo, llovía a cántaros y hacía fresco (al menos para un californiano). Ni siquiera se molestó en prestar atención al paisaje mientras se dirigían en un coche de alquiler a la pequeña ciudad donde residía Aurora. Se pasó todo el trayecto buscando información en el móvil como lo había estado haciendo los últimos dos meses. Peter no se había molestado siquiera en pedirle que lo dejara, sabía que nada podría detener su curiosidad o su preocupación. Sin embargo, hoy era más difícil concentrarse. El bebé iba a nacer y él iba a ser padre. De repente parecía tan ajeno, como si no le estuviera sucediendo a él.

Peter colocó una mano en su rodilla y Stiles dejó de flotar en su propia mente y suspiró.

—Todo ha sido tan rápido. ¿Cómo puedo prepararme para ser padre en dos meses?

—Ya tenías unos buenos cimientos—le respondió y, como siempre, sabía qué decir.

Se sentaría sobre él y lo besaría si eso no causara un accidente.

Llegaron al hotel, uno de cuatro estrellas para desgracia de Peter, era lo mejor que había en la ciudad. Dejaron las maletas y fueron al hospital. Aurora no ingresaría hasta el día siguiente y no podrían verla hasta entonces, pero Stiles se había vuelto un poco más obsesivo con todo lo que tenía que ver con el bebé y quería comprobar cómo era el hospital. Peter lo esperó en la cafetería mientras recorría la planta de maternidad. Recibió algunas miradas desconfiadas de las enfermeras, pero no molestó a ninguna paciente así que lo dejaron estar. No era muy diferente del hospital de Beacon Hills así que enseguida se aprendió la distribución del lugar. Terminó a unos pasos de la sala de neonatos. No se acercó, no podía verlos, no quería imaginar a su hijo allí, había cierto límite de realismo que podía soportar. Bajó a la cafetería y se sentó frente a Peter en una de las mesas, ya había un café esperándolo.

—No está mal, tienen bastantes enfermeras. Si un hospital tiene muchas enfermeras es que está bien cuidado—comentó.

—He averiguado que tienen unas clases para padres primerizos, nos he apuntado para la de esta tarde.

Stiles levantó la cabeza emocionado.

—¿Nos? ¿Tú también vas a ir?

—No he visto clases para el novio del padre primerizo así que supongo que iré a esa—replicó sarcástico. Escucharle así aliviaba un poco sus nervios, era algo familiar.

—Pero sabes más que de sobra sobre bebés, no necesitas clases—aunque estaba muy feliz de que quisiera ir con él.

—Tú tampoco, pero te harán sentir más tranquilo.

Tenía razón, Stiles sabía ya todo lo que pudieran decir en esas clases, había visto vídeos en internet, se había leído libros sobre bebés, incluso había enviado preguntas a varias docenas de médicos (algunos de los cuales habían acabado por ignorar sus mensajes).

Sin embargo, la clase le vino bien, más porque le sirvió como distracción para no pasarse el resto del día obsesionándose que otra cosa. No había muchos padres y todos les dirigieron miradas extrañas al verlos juntos y más aún cuando Stiles explicó brevemente su situación, pero, en serio, tenía cosas más importante de las que preocuparse que de la opinión de unos tipos a los que no volvería a ver jamás.

Cuando terminaron la clase se fueron a cenar a un restaurante donde servían patatas rizadas. A Peter no le gustaban esa clase de restaurantes, no tenían suficiente clase para él, durante esos dos meses había intentado inculcarle el gusto por los restaurantes de lujo llevándolo a cenar siempre que se lo permitía, pero sabía que hoy necesitaba su comida reconfortante y lo agradecía.

Se fueron al hotel con otra ración de patatas rizadas. No era una noche para el sexo, era una noche para el estrés, las dudas y la ansiedad, pero con los mimos del lobo pudo superarla con algunas horas de sueño y estar listo para el día decisivo.


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